Resumen: Mirabel fue elegida por la magia como la sucesora de la abuela Alma, pero también por un viejo enemigo de los Madrigal para saldar cuentas pendientes.

Notas:

1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)

2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.

SUCESIÓN

CAPITULO 2

Casita

El día después del regreso de la magia

Mirabel estaba estaba emocionada de salir de la cama en su nueva habitación para bajar a desayunar. Era el primer día de su nueva vida, el primer día en que su familia estaba completamente reunida de regreso en la nueva casita completamente reconstruida y revitalizada, y tío Bruno se sentaría a la mesa con ellos por primera vez en más de diez años. ¡Todo era perfecto por fin!

-Ah…¡buenos días, casita!- exclamó desperezándose con una sonrisa.

Su nueva habitación era hermosa. Si bien no era una habitación mágicamente ampliada ni había aparecido con un don como la del resto de su familia, al menos no era el cuarto de niños y tenía una puerta con su propia imagen como los demás. También era espaciosa y contenía todo lo que ella necesitaba: su máquina de coser, hilos y telas de todos colores entre muchas otras cosas. Su imagen en la puerta se veía mucho mayor y sostenía la vela en sus manos.

Salió de su habitación para despertar a su familia tocando las puertas como hacía todas las mañanas, tomando un momento para subir a la torre de Bruno. Su tío abrió la puerta casi de inmediato y se asomó tímidamente.

-Mirabel, ¿sucede algo?- preguntó en voz baja sin poder ocultar la preocupación en su rostro.

-No, es solo que es hora de desayunar y yo siempre paso a despertar a todos- dijo ella con una sonrisa- ¿quieres comer abajo con toda la familia o prefieres que te traiga tu plato aquí arriba?-

Vio a Bruno dudar unos momentos, seguramente debatiéndose si debía bajar a desayunar con la familia o quedarse en su habitación.

-Yo…-

Al verlo dudar, la muchacha le puso una mano en el hombro.

-No te preocupes, tío, puedes tomarte las cosas con calma- dijo Mirabel con una sonrisa antes de darle la espalda y disponerse a bajar las escaleras para despertar a Camilo y Dolores cuando Bruno la detuvo.

-Eh… espera un momento. Puedo ir contigo… si no te molesta- dijo Bruno tímidamente, haciendo que la muchacha sonriera ampliamente y tomara su brazo.

-Por supuesto, vamos solo a despertar a Camilo y Dolores, y después me ayudas con los platos- dijo ella.

Su tío asintió con una leve sonrisa y los dos pasaron por las puertas de Camilo y Dolores para darles un golpecito antes de bajar al comedor, donde casita les pasó los platos. Mirabel los atrapó en sus manos y le pasó la mitad a Bruno para que la ayudara.

-Solo hay nueve platos- dijo Bruno cuando terminaron de poner la mesa, cayendo en cuenta de que aún no había un plato para él.

-Lo sé, porque aquí está el tuyo- dijo Mirabel abriendo un cajón para sacarlo y pasándole el plato con su nombre- lo pedí desde que comenzamos a reconstruir casita y sabía que lo ibas a necesitar porque… tío, ¿por qué lloras?¿No te gustó?-

Bruno se frotó los ojos con una mano sin dejar de admirar el plato que llevaba su nombre y símbolos del reloj de arena, tal y como él los había dibujado en esa mesita cuando estaba escondido en las paredes de la casa..

-No es eso…- dijo su tío con una sonrisa- la verdad es que… soñé con esto por mucho tiempo-

Mirabel sonrió y se acercó a él para darle un abrazo, y Bruno lo aceptó de todo corazón. Una parte de ella se sentía mal por su tío, pero después de todo lo que él había pasado todos esos años escondido entre las paredes y sin poder siquiera comer bien solo para protegerla, eso era lo mínimo que podía hacer por su tío.

Cuando se separaron del abrazo, Bruno la tomó de sus mejillas y besó su frente.

-Gracias, mariposita- dijo él en voz baja.

No duró mucho tiempo porque fueron interrumpidos por Julieta, quien ya se había levantado y estaba preparando el desayuno en la cocina.

-Ah, qué bien que ya se levantaron los dos- dijo Julieta con una sonrisa mientras se secaba las manos con su delantal- Bruno, ¿podrías ayudarme con esto?-

Mirabel vio que Bruno se sobresaltó cuando su hermana se dirigió a él, como si no se esperara que alguien más pidiera su ayuda con tanta normalidad, pero asintió y caminó a la cocina para ayudar a su hermana para llevar la charola con arepas a la mesa. En el camino se encontró con Camilo, quien le robó una y se la metió en la boca.

-Ñam, ¡gracias, Bruno!- dijo Camilo con una sonrisa antes de recibir un zape de parte de Félix- ¡ouch!¡Papá!-

-Ya te hemos dicho mil veces que no robes comida y que esperes a que todos estemos en la mesa- dijo Félix cruzándose de brazos- y es "tío Bruno" para ti, muchacho insolente-

Mirabel y Bruno rieron en voz baja mientras que Camilo inflaba las mejillas y se dejaba caer en su sitio en la mesa, cruzando los brazos enfurruñado. Podía ver que su tío estaba a gusto con la familia siendo tratado con normalidad, e hizo la nota mental de hacerlo también, aunque llevar las cosas con calma, no quería abrumar a su tío con demasiada atención. Ya se había acostumbrado a ser cuidadosa durante todos esos meses de la reconstrucción de su casa.

Antonio tomó la mano de Bruno y tiró de ella.

-Siéntate conmigo, tío- dijo el niño señalando con los labios un par de ratas que tenía en las manos- quiero contarte lo que dijeron Rosita y Juan-

Un relámpago hizo que todos los presentes dieran un respingo de sorpresa, tanto que Antonio casi dejó caer a las ratas, una de ellas saltó por el susto y tuvo que ser atrapada por Bruno.

-¡Tía Pepa, nos asustas!- exclamó Mirabel llevándose una mano al pecho, pensando en que los relámpagos de su tía siempre la sobresaltaban, incluso cuando no estaba escondiendo algo. Pepa la ignoró.

-Ya te lo he dicho mil veces, ¡no traigas ratas a la mesa!- dijo la mujer.

-Sí, mamá…- dijo Antonio derrotado.

-Sí, Pepa…- dijo Bruno al mismo tiempo que el niño, haciendo que todos se echaran a reír. Añadió con una sonrisa- ¿qué? Pepa siempre ha sido así, me regañaba cuando traía ratas a la hora de comer… ¡no sabía que iba a seguir regañándome después de todos estos años!-

Pepa hizo una mueca pero rápidamente se calmó cuando Félix puso una mano en su hombro.

-Tío, siéntate conmigo- dijo de pronto Dolores cambiando el tema- quiero saber lo que sigue en la telenovela. ¿En serio Sara se quedará con Francisco?-

-Aún no sé que va a pasar- admitió él- no he llegado a esa parte-

Dolores se enfurruñó impaciente pero no dijo nada ya que la abuela llegó al comedor y se sentó a la cabeza de la mesa. Con una sonrisa al resto de su familia esperó a que todos se hubieran servido antes de empezar a hablar.

-Esta mañana todos estamos agradecidos porque la magia regresó a casita… gracias a Mirabel- dijo la abuela con una leve sonrisa. La aludida se ruborizó ante la mención y sacudió la cabeza.

-No, abuela, fue un esfuerzo de todos- dijo Mirabel un poco apenada.

-Gracias a todos entonces- dijo la abuela sonriendo antes de continuar- también estamos agradecidos porque por fin podemos compartir una comida todos juntos, como la familia que somos-

La abuela terminó de hablar y todos comenzaron a comer con una sonrisa y charlando como si fuera un día cualquiera. Mirabel pronto se dio cuenta de que Bruno era sin querer el centro de atención, y ahora todos querían hablar con él.

-Todos estos años escuché las telenovelas de Bruno, son geniales- les informó Dolores- realmente tiene talento escribiendo todas esas historias, tanto que me tiene impaciente por saber la continuación-

-Las ratas me dicen que Bruno las cuidó muy bien todo este tiempo, y que estarán felices de actuar de nuevo para nosotros- explicó Antonio con una sonrisa emocionada- quizá Mirabel podría hacerte vestuarios para tus ratas-

-Yo… no quiero molestarla, seguro Mirabel tiene otras cosas más importantes que hacer- dijo Bruno poniéndose la capucha de su ruana un poco abrumado por la atención. Mirabel les hizo una señal para que su familia un poco su entusiasmo porque estaban comenzando a abrumar a su tío.

-No estoy ocupada, me encantaría hacerlo- dijo Mirabel volviéndose a Antonio- ¿crees que puedas traerme a las ratas más tarde para tomarles las medidas?-

Una nube se formó sobre la cabeza de Pepa, claramente sin aprobar que su hijo estuviera jugando con ratas, pero no podía quejarse.

-Pfff, mientras que no las traigan a la mesa me basta- dijo Pepa cruzándose de brazos.

-¡Que sea algo colorido!- sugirió Isabela con emoción, feliz de charlar con el resto de su familia con normalidad- Mirabel tiene talento para elegir los colores, pero puedo ayudarles si quieren-

-Escuché que don Carlos tiene nuevas telas en su tienda- dijo Luisa queriendo participar en la conversación- si quieren puedo pasar más tarde a preguntar si tienen de los colores que quieren-

-Necesitaré una lista de los personajes- dijo Mirabel- ¿Dolores?-

-Claro, pero tío Bruno tiene que decirnos si hay personajes extra- dijo Dolores esperanzada de que Bruno diera algún avance de lo que seguía en la historia.

-O puedo hacer algunos vestuarios extra y Bruno decidirá cuáles usará para sus personajes- sugirió Mirabel. Dolores asintió decepcionada ya que quería un avance de lo que serían los próximos personajes.

El desayuno transcurrió con normalidad con toda la familia interactuando como si siempre hubieran sido tan abiertos y unidos. Aunque la abuela no aprobaba las charlas simultáneas durante la mesa, era evidente que estaba haciendo un esfuerzo para cambiar. Al final de la charla, Alma se puso de pie con una sonrisa.

-Bueno, antes de que nos levantemos de la mesa quería anunciar algo- dijo la abuela- tras hablar con el señor Arturo, la señora Ozma y la señora Guzmán hemos decidido que a partir de hoy ustedes solo usarán sus dones para ayudar a los demás en un horario establecido, no todo el día y descansaremos los fines de semana…-

Mirabel miró a su alrededor y sonrió al ver las expresiones aliviadas de todos.

-Segundo, Luisa y Bruno tendrán un límite de tareas diarias- dijo la abuela- sé que a veces los aldeanos abusan un poco, así que Luisa solo hará siete tareas al día, y Bruno solo tendrá las visiones con las que se sienta cómodo y para cosas importantes, no para tonterías-

Bruno sonrió y Luisa respiró aliviada al escuchar eso.

-Y finalmente hay algo importante que quiero anunciar- dijo Alma- a partir de hoy comenzaré a entrenar a Mirabel para que sea la guardiana de la vela cuando yo no esté…-

Mirabel dejó caer su tenedor al suelo haciendo ruido al caer y no se dio cuenta cuando Camilo le robó una arepa de su plato. Estaba segura de haber escuchado mal, pero entonces toda la familia se volvió hacia ella con una sonrisa.

-¿Yo…qué?- dijo ella nerviosamente, segura de que había escuchado mal. Siempre había querido participar en algo, ayudar a su abuela pero esto era demasiado.

-Es obvio, mija. La magia te eligió a ti- dijo su abuela encogiendo los hombros con una sonrisa- esta mañana te quedarás conmigo un rato antes de salir al pueblo-

La joven aún no podía creer lo que acababa de escuchar y se quedó congelada en su asiento mientras que toda la familia se levantaba de la mesa y se disponía a salir de la casa para dirigirse al pueblo a comenzar con sus actividades. Sintió un par de manos sobre sus hombros, y al volverse vio que eran sus padres sonriéndole con cariño.

-Tú puedes hacerlo, Mirabu- dijo su padre con cariño- has hecho mucho más de que eso. Tomar el lugar de la abuela será pan comido-

-Tu padre tiene razón- le dijo Julieta besando su mejilla con cariño- si alguien puede tomar el lugar de tu abuela, esa eres tú-

Mirabel tenía dudas de que tuvieran razón, pero se limitó a asentir con una sonrisa ansiosa. Una vez que se fueron, la joven se levantó de su asiento y siguió a su abuela a su habitación. Tembló levemente en la puerta al ver la imagen de la abuela, la cual ya no tenía la vela en la mano. ¿Cómo no había notado eso?

-Adelante- dijo la abuela cuando la muchacha no entró- tienes que entrar para que puedas hacer esto-

La joven nunca había entrado a la habitación de su abuela en su vida, nadie en la familia además de los trillizos lo había hecho y no podía evitar tener miedo. Tragó saliva pero finalmente se animó a dar un paso adelante.

El piso inferior era una pequeña sala donde su abuela a veces recibía invitados para discutir asuntos en el pueblo, al viejo Arturo y a la señora Ozma y a la señora Guzmán. El piso superior estaba la alcoba de la abuela, en cuya ventana la vela estaba brillando.

-Toma asiento, Mirabel- dijo Alma señalando la cama antes de caminar a tomar la vela.

La muchacha se sentó temblando como si la abuela fuera a regañarla. La abuela la miró alzando una ceja antes de sonreír y sentarse a su lado.

-Mija, tienes cara de que estás a punto de ser condenada a muerte- dijo la abuela tomando la vela con una sola mano y acariciando su cabello con la otra- relájate, solo quiero hablar contigo. Respira-

La joven respiró hondo sin quitar los ojos de la vela.

-Mirabel, quería hablar contigo sobre tus obligaciones cuando yo ya no esté…-

-No digas eso, abuelita- dijo la muchacha sacudiendo la cabeza- tú vas a vivir para siempre. Nos vas a enterrar a todos-

-Espero que no- dijo la abuela con una risita- tú debes tener tu oportunidad. Este es el rol que vas a tener en la familia. Lo primero que quería hablar contigo es sobre esto, la responsabilidad que eso significa y si tenías alguna pregunta que hacerme-

A pesar de que su mente estaba llena de preguntas sobre lo que su abuela sabía acerca de la magia, la joven respiró hondo para ponerla en orden y preguntar lo que quería saber sobre el milagro.

-¿Hay algo que no nos hayas contado sobre el milagro?- preguntó Mirabel.

-Sí, hay varias cosas que creo que será mejor que se queden entre nosotras dos- dijo su abuela respirando hondo- bien, comencemos. La vela solo no da poderes a mi hijos y nietos, sino tiene otras funciones. Puede abrir y cerrar las montañas del Encanto para dejar pasar personas… bueno, antes de que se abrieran hace unos meses. Y puede proteger el Encanto en caso de una emergencia, pero espero que no tengas que utilizar ese terrible poder-

Mirabel asintió preguntándose cómo sería eso, pero decidió preguntar la siguiente cosa que daba vueltas en su mente.

-¿Tú has tenido que usar ese poder alguna vez?- preguntó.

-Abrir las montañas, sí. Una vez que un hombre casi mató a Brunito a golpes por una visión que recibió y raptó a Julieta con la intención de obligarla a casarse con ella para quedarse con el control de la magia- dijo la abuela frunciendo el entrecejo.

-¿Qué?- exclamó Mirabel asustada al escuchar eso. Ni su madre ni Bruno habían mencionado nada al respecto.

-Es una larga historia- dijo la abuela tomando aire y apretándose el puente nasal, claramente no era una buena memoria- en resumen era un hombre que siempre causaba problemas en el Encanto, un tal Heriberto Marfil. Después de lo que hizo, raptar a Julieta y golpear a Bruno, lo condené a dejar el Encanto por ello. Por favor no hables de este asunto con tu madre, no es una memoria que creo que quiera revivir-

-Entiendo- dijo Mirabel aún preguntándose porqué su madre nunca había mencionado eso- ¿hay algo más que quieras decirme esta mañana?-

-Espero que entiendas que, ademas de custodiar la magia, también tendrás la responsabilidad de dirigir el pueblo, así que tendrás que acompañarme constantemente en las próximas semanas para que aprendas a hacerlo- dijo la abuela- pero sé que no cometerás los mismos errores que yo y pondrás primero a nuestra familia-

-Por supuesto- dijo Mirabel sin estar muy segura de que pudiera cumplir con todos esos papeles, pero sí segura de que no quería decepcionar a nadie.

-Bien, ya que entendiste eso, solo quiero que hagas algo antes de dejarte ir por hoy- dijo la abuela- por favor extiende tus manos-

Mirabel obedeció, pero se tensó al ver que su abuela iba a poner la vela en sus manos. No había tocado esa vela desde que casita se derrumbó y había estado tratando de salvarla, y la vez anterior fue cuando no recibió su don, así que no tenía buenas memorias de ella.

-Abuela, no creo que…-

-Vamos, mija, no es la primera vez que tocas la vela- dijo la abuela sin entender su renuencia- esto va a ser lo que tú has en el futuro. Hazlo-

Con manos temblorosas, la muchacha tomó la vela entre sus manos y respiró hondo. Podía sentir la magia fluyendo entre sus dedos como si fueran chispas tan pronto como estuvo en sus manos. La magia la recorrió por completo, agitando su cabello y casi cegándola al hacer que la vela brillara con una fuerza que nunca antes había visto. Algunas chispas salieron de la llama de la vela, lo que hizo que la abuela la tomara de sus manos.

-¿Qué… qué fue eso, abuela?- dijo la joven sin aliento, y se asustó aún más al ver la expresión confundida de la abuela.

-Yo… no lo sé- dijo Alma mirándola sorprendida- nunca… nunca antes había sucedido eso al solo tocarla-

Al escuchar eso, Mirabel comenzó a asustarse creyendo que había hecho algo malo y se mantuvo respirando agitadamente mientras que la abuela le daba la espalda para poner la vela de regreso en su sitio, brillando aún con la misma fuerza que cuando la tocó.

"Hice algo malo, volví a arruinar todo como siempre", pensó Mirabel mientras sentía que le faltaba el aire "quizá no soy la persona correcta para hacer esto…"

Alma no se había dado cuenta de que Mirabel estaba en ese estado hasta que regresó a sentarse a su lado; al darse cuenta de ello comenzó a acariciar su cabello para tranquilizarla y luego tomó el rostro de su nieta en sus manos para hacerla mirarla.

-A ver, Mirabel, respira- dijo su abuela con calma, y fue cuando Mirabel se dio cuenta de que estaba teniendo una crisis de pánico- todo está bien, mija, respira-

La joven trató de seguir la respiración de su abuela mientras que ella le quitaba las gafas y le limpiaba las lágrimas que no se había dado cuenta que tenía en sus ojos.

-¿Hay… hay algo malo conmigo, abuela?- preguntó ella sin aliento. Todas las inseguridades que había tenido en el pasado, después de su ceremonia fallida, regresaron de golpe a su mente.

-No, mi vida, no hay nada malo contigo- dijo la abuela con voz suave, pasando sus manos de regreso a los rizos de su nieta- al contrario, la magia comenzó a desbordarse contigo. No me equivoqué, eres la persona perfecta para esto-

Mirabel tomó unos minutos más para recuperar el aliento, aún meditando lo que la abuela le había dicho, e intentó ponerse de pie pero inmediatamente se sintió mareada y una horrible jaqueca la atacó y la hizo volver a sentarse sobre la cama, sosteniéndose la cabeza con las dos manos.

-¿Mija?¿Te sientes bien?-

-Sí… solo me duele la cabeza…- dijo Mirabel apretando los ojos por un momento antes de levantarse de nuevo y apoyándose en la pared- estoy bien, voy a…-

Pero no estaba bien, sentía que el suelo se le movía. Alma notó eso de inmediato.

-No, llamaré a Agustín a que venga a ayudarte a bajar y continuaremos con esto mañana- dijo la abuela empujándola de regreso a la cama. Estuvo a punto de decirle que no hiciera eso para no preocupar a su padre, pero tuvo que volver a sentarse porque el dolor de cabeza comenzó a volverse insoportable y escuchó a Alma gritar por la ventana- ¡Agustín! ¿Puedes subir un momento?-

Después de que su padre la ayudó a bajar de la habitación de la abuela, Mirabel se sentó en su propia cama asustada por lo que acababa de presenciar. Toda esa magia que fluía de la vela estaría en sus manos y no estaba segura de estar lista para esa responsabilidad. ¡Si ella apenas tenía quince!

-¿Mirabu?¿Qué pasó?- su padre interrumpió sus pensamientos acariciando su mejilla. Ella seguía con los ojos apretados. ¡Sentía como si su cabeza estuviera a punto de partírsele a la mitad! Aún así, se esforzó para abrir los ojos y sonreír.

-Estoy bien, pá- dijo ella con una sonrisa- solo tengo un leve dolor de cabeza. Estaré bien en un momento-

-Mmmm…- se limitó a decir Agustín, evidentemente sin creerle por completo- ¿necesitas algo?¿Voy por tu mamá?-

-¡No!- exclamó ella. Su mente se sentía muy llena, pero no quería que su madre se preocupara por ella, ni su padre tampoco- en serio no hay nada de qué preocuparte-

Agustín siguió mirándola preocupado pero ella sonrió agradecida mientras lo veía salir de su habitación para inmediatamente cerrar los ojos y dejarse caer en la cama dejando escapar un suspiro. Tenía mucho en su mente en esos momentos, y esa horrible jaqueca no la dejaba pensar.

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Centro del pueblo

Poco después

Camilo estaba sentado en la plaza después de haber pasado toda la mañana cuidando a los niños del pueblo y ahora estaba observando a su tía Julieta repartiendo comida como todos los días mientras que su estómago gruñía de hambre. Ya casi era hora de la comida, pero no le diría que no a unos buñuelos de su tía. Él era el favorito de su tía y estaba seguro de que si le pedía comida se la daría sin dudarlo.

Suspiró. Creyó que podía pasar más tiempo con Mirabel a partir de ahora que casita ya estaba reconstruida, pero su prima estaba encerrada con la abuela y lo estaría todas las mañanas a partir de ahora. Bueno, ya sería por la tarde que hicieran lo que tenía planeado, ahora podía comenzar a pensar en prepararle una sorpresa para su cumpleaños, aún tenía un par de semanas para conseguirlo.

-Hey, Camilo- dijo la voz de un muchacho detrás de él.

Cuando se volvió hacia atrás, Camilo vio a Matías y Lucía Garza, los hermanos mayores de Juancho, quienes habían sido amigos suyos y de Mirabel desde que eran pequeños.

-Hey- dijo el muchacho sin muchas ganas, volviéndose hacia ellos.

-Pareciera que estás aquí solo para robarte la comida de tu tía. ¿Qué solo piensas con el estómago?- dijo Matías con una expresión traviesa, haciendo reír a su hermana.

-Ugh, ¿qué hacen aquí?- dijo Camilo rodando los ojos- ¿no deberían estar impidiendo que el hermano de los dos se beba su peso en café?-

-Oh, es solo que Matías venía a ver si Mirabel estaba contigo- dijo Lucía con una risita. Aquello animó a Camilo, haciéndolo levantar la vista con una sonrisa traviesa que compartió con la muchacha mientras que el aludido se cruzaba de brazos.

-Nadie te invitó a ti a venir, Lucy- gruñó Matías rodando los ojos mirando hacia otro lado, pero no pasó desapercibido para él que su amigo tenía las mejillas enrojecidas.

-Oh, ¿en serio?- dijo Camilo alzando repetidamente las cejas e ignorando lo que dijo Matías- en todo caso, Mirabel quedó atrapada en casita con la abuela y no podrá salir hasta después de mediodía-

Matías parpadeó preocupado y Lucía siguió riendo en voz baja mientras que Camilo los miraba con una sonrisa. A pesar de lo mucho que Matías discutía con él, la mayoría de las veces reprendiéndolo por sus travesuras, era su mejor amigo ya que era uno de los pocos chicos de su edad cercana a la suya en todo el Encanto que no lo veían con envidia o agresividad por los dones de su familia.

Aún se estaban burlando de Matías cuando Camilo vio a su tío Agustín cruzar la plaza con una expresión llena de preocupación y susurrar algo al oído de su tía Julieta, quien pareció preocuparse también y recogió su comida para dirigirse junto con él de regreso a la casa.

Camilo sintió un feo vuelco al ver las actitudes de sus tíos y tardó unos segundos en reaccionar, pero se levantó para correr tras ellos hacia casita, seguido de sus amigos que también habían notado eso.

-Hey, ¿qué pasó?- dijo Matías corriendo detrás de él- ¡Camilo!-

-Oigan, espérenme- dijo Lucía detrás de ellos dos, levantando su falda para no tropezarse- ¡no corran tan rápido!-

Cuando los tres adolescentes llegaron a casa, Agustín y Julieta estaban rodeando la mesa del comedor junto con la abuela y Bruno. Mirabel estaba sentada frente a la mesa con su cabeza apoyada en la mesa y su rostro oculto por sus cabellos. Cuando la adolescente se irguió por indicación de la abuela Alma, vieron que estaba hundida en su silla, con los ojos cerrados con fuerza como si le doliera algo y, más preocupante para los muchachos, tan pálida como una hoja de papel.

Era evidente porqué los mayores estaban preocupados. Julieta le ofrecía insistentemente un buñuelo, pero Mirabel se rehusaba a tomarlo.

-Estoy bien, mamá- repetía la muchacha exasperada, y parecía forzarse a sí misma a abrir los ojos, parpadeando repetidamente- ¡esto no es necesario!-

-Solo come el buñuelo, hijita- dijo Julieta con paciencia mientras Agustín y la abuela la miraban aprensivamente. Bruno no decía nada, pero también estaba preocupado.

Cuando abrió los ojos, Mirabel pareció darse cuenta de que Camilo y los otros dos la estaban mirando desde la entrada, dejó escapar un pequeño gruñido y se cubrió la cara con las manos, agachando la cabeza sobre la mesa de nuevo para que su cabello la cubriera, lo que hizo que los mayores se dieran cuenta también de que no estaban solos.

-¡Fuera!¡Fuera de aquí!- dijo la abuela acercándose a ella y extendiendo los brazos- Camilo, tú y tus amigos esperarán afuera de la casa, la comida aún no está lista-

-Por favor, abuela, ¿qué le pasa a Mira?- preguntó el adolescente. Mirabel no era el tipo de persona que se enfermara, y tenía la sospecha de que tenía algo que ver con su entrenamiento como guardiana de la magia.

-No le pasa nada, ahora fuera todos ustedes, que estamos ocupados- dijo la abuela seriamente y, al ver que los tres seguían plantados donde estaban sin intenciones de moverse, agregó- casita, por favor-

La casa obedeció moviendo el suelo y los tres muchachos fueron sacados de la misma antes de que el edificio cerrara sus puertas. Aquello no tranquilizó ni un poco a los muchachos, quienes esperaron afuera impacientes.

-¿Qué crees que le haya pasado?- preguntó Lucía tomando nerviosamente el brazo de Camilo- nunca había pasado algo así-

Camilo sacudió la cabeza, sus rizos agitándose mientras lo hacía. No sabía qué podía estar mal con su prima. La abuela había dicho que esa mañana Mirabel iba a comenzar su entrenamiento para ser su sucesora, pero no creía que le pudiera hacer algo malo. Tampoco algo que comió, nadie nunca se enfermaba con la comida de Julieta. Quizá se había caído por las escaleras, y eso era algo muy posible en su prima.

-No sé, quizá solo se lastimó… se cayó de las escaleras o algo, no sería raro en ella- dijo Camilo rascándose la parte posterior de la cabeza. Se volvió a Matías, quien había estado muy callado pero el muchacho ya no estaba ahí- ¿dónde está tu hermano?-

-¿Mati?- dijo Lucía. Rodearon la casa y se dieron cuenta de que Matías había asomado por una de las ventanas del comedor, pero Mirabel le estaba dando la espalda y solo podía ver su cabello. Para ese momento sus tíos y la abuela parecían verse aliviados.

Casita se percató de la presencia de los muchachos y cerró las ventanas de ese lado de la casa también, así que no pudieron ver nada, pero Camilo se sintió aliviado.

-¿Qué crees que tenga?- dijo Matías volviéndose a Camilo, pero éste no supo qué decir.

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Patio detrás de casita

Esa tarde

Para completa frustración de Mirabel, la abuela y sus padres no la habían dejado ir a pasar la tarde al arroyo fuera del pueblo con Camilo y sus amigos como lo había estado planeado desde hacía tiempo, sino que le habían dicho que podía tomar aire fresco cerca de casita en caso de que necesitara la comida de Julieta otra vez.

¿Por qué no entendían que se sentía bien?

Su tío Bruno la había encontrado esa mañana cosiendo en su cuarto mientras se recuperaba de su entrenamiento con la vela, pero la vio tan pálida que alertó inmediatamente a Agustín y a la abuela. Mentiría si dijera que no se había sentido mal, ese horrible dolor de cabeza no se había ido a ningún lado y Julieta no había dejado comida preparada en la casa. Por eso su madre había tenido que regresar, aunque eso le atrajo atención que no quería. No podía creer que no solo Camilo la había visto así, sino también Matías y Lucía.

-Miraaaaaa- dijo Camilo llamando su atención, apoyando su cabeza en el hombro de la muchacha- ¿no me vas a contestar?-

La muchacha gruñó al comprobar que Camilo podía ser tan terco como ella. Su primo había declarado que la acompañaría y casi se puso de acuerdo con su madre de vigilarla mientras tomaban un poco de aire detrás de casita. Y ahora estaba interrogándola sobre lo que había pasado.

-No. Y estoy molesta contigo todavía- dijo Mirabel rodando los ojos. Camilo apoyó su cabeza en el hombro de su prima, ella arrugó la nariz y se quitó los cabello de su primo de su cara- ugh… ¡no puedo creer que trajiste a Mati y Lucía! ¡Ahora ellos van a creer que hay algo malo conmigo!-

-Había algo malo contigo esta mañana, lo vi con mis propios ojos, a menos de que tu nuevo don sea cambiar de color- dijo Camilo irguiéndose y borrando su sonrisa- estabas pálida como un muerto-

-No me pasó nada, ¿de acuerdo?- dijo ella exasperada, resistiéndose las ganas de tirarse el cabello- esta mañana solo tenía una jaqueca y tío Bruno exageró cuando se lo dije. ¿Ya estás contento?-

Vio a su primo entrecerrar los ojos un momento antes de mostrarle una sonrisa traviesa.

-Bien, fingiré que te creo pero a mí no me engañas, no olvides que crecimos juntos y sé cuando mientes- dijo Camilo dándole un golpecito en la nariz y sacándole la lengua, haciendo que ella le respondiera dándole un leve empujón con su codo- cuéntame, ¿qué hiciste esta mañana, además de asustar a tío Bruno?¿La abuela se puso pesada?-

-No, solamente hablamos- dijo ella encogiendo los hombros.

-¿De qué?- quiso saber el muchacho

Uy, ¿por dónde empezaba? ¿Por la historia de que alguien había raptado a su mamá a los quince años y casi mata a tío Bruno?¿Por los poderes secretos de la vela que la abuela le pidió que no repitiera?¿O la reacción extraña de la vela a ella?

De hecho todos lo habían notado durante la comida, que la vela brillaba con más fuerza desde esa mañana y, a pesar de que eso le alegraba, la hacía sentir un poco extraña.

-De la historia del milagro- dijo Mirabel. No era mentira estrictamente hablando, pero su primo no necesitaba escuchar el resto de los detalles de la conversación que la abuela le pidió que guardara en secreto. Por fortuna el muchacho perdió interés en ello demasiado rápido.

-¡Aburridoooo!- canturreó Camilo sacando un alfajor de su bolsillo y comenzando a comerlo- abuela me contó esa historia desde el día de mi ceremonia-

Mirabel respiró agradecida de que su primo no siguiera preguntando más y cerró los ojos antes de respirar hondo. Por fortuna la jaqueca de esa mañana ya se le había pasado, y no pasó mucho tiempo cuando Lucía corrió hacia ella y la abrazó, tirándola de espaldas al suelo.

-¡Miraaaaaaa!- exclamó la recién llegada.

-¡AAAH!- exclamó la chica sorprendida.

-¡Lucy, vas a lastimarla!- exclamó Matías en un tono aprensivo. Cuando la chica se apartó, Mirabel sintió la mano del muchacho tomar la suya para ayudarla a incorporarse sentada- ¿te sientes bien, Miri?-

Miri era el apodo que Matías le había dado desde que eran niños. Nadie en casa ni el resto de los chicos de la escuela la llamaban así, pero no le molestaba y no había manera de que el muchacho dejara de hacerlo.

-Ugh…!- gruñó Mirabel al escuchar esa pregunta que realmente estaba comenzando a ponerla de malas. Matías soltó su mano y se apartó de ella al escucharla- ¡estoy bien, y voy a golpear a la próxima persona que me pregunte eso!-

-Ya, no seas tan gruñona, solo vinimos a acompañarte porque Cami nos dijo que te habían dejado castigada aquí- dijo Lucía con una leve sonrisa.

Mirabel no estaba muy contenta que digamos, ya que sabía que sus amigos la habían visto esa mañana y eso la tenía mortificada. No quería que volviera a salir el tema entre ellos así que comenzó a pensar en algo para distraerlos a todos.

No fue necesario porque Lucía se volvió a su primo y habló primero.

-Cami, tengo un poco de sed…-

-¿Uh? Ah, sí- dijo su primo rascándose la parte posterior de la cabeza antes de ponerse de pie- vamos a la cocina por un poco de agua. ¿Puedes quedarte con ella para que no se escape?- añadió volviéndose a Matías, quien asistió.

-Gracias- dijo Mirabel alzando las cejas. ¿Esa era alguna excusa para que su primo y su amiga pasaran más tiempo juntos? Porque sospechaba que desde hace mucho tiempo Lucía tenía algo por Camilo, pero aún no había tenido el valor de decirle.

Camilo acompañó a Lucía al interior de casita con dirección a la cocina susurrando algo que Mirabel no alcanzó a escuchar y de pronto se quedó sola con Matías, quien aprovechó para sentarse a su lado (donde Camilo había estado antes) y le sonrió como si quisiera esconder su preocupación por ella.

-¿Estás segura de que…? ¡Ouch!- comenzó a decir el muchacho, pero no alcanzó a terminar su pregunta porque ella le dio un zape- ¡si no dije nada!-

-Ibas a hacerlo- dijo Mirabel inflando sus mejillas. Matías le mostró su mejor expresión arrepentida aún sin dejarse de frotar la cabeza en el sitio donde lo había golpeado.

-Bien, ya no te lo preguntaré- dijo Matías bajando los ojos hacia donde Mirabel había apoyado una de sus manos. Abrió y cerró su mano más cercana a la de ella- pero no puedo dejar de preocuparme por lo que vi esta mañana, Miri. Eres mi… eres importante para mí-

La joven suavizó su mirada y puso una mano sobre la de él con una sonrisa. Matías se sobresaltó cuando lo hizo, pero Mirabel supuso que era por el movimiento súbito.

-Hey- le dijo ella en voz baja- en serio no tienes nada de qué preocuparte. Lo de esta mañana solo fue una jaqueca que todo el mundo exageró. Ya sabes como es tío Bruno-

Matías la miró por un momento, como si se estuviera debatiendo si creerle o no, antes de sonreír finalmente.

-Bueno, menos mal- dijo él respirando aliviado.

Mirabel sonrió y quitó su mano de la de él antes de mirar hacia la entrada de casita detrás de ellos, pero no había rastro de los otros dos.

-Camilo y Lucía ya se tardaron bastante solo yendo por un vaso con agua, ¿no?- observó Mirabel con una expresión pensativa- ¿desde cuándo está pasando… ya sabes?-

-¿De qué estás hablando?- dijo Matías con una mirada confundida que hizo reír a la muchacha- ¿qué?-

-Ay, Mati, ¿no te habías dado cuenta antes? Creo que tu hermana tiene algo por mi primo, pero él es demasiado tonto como para darse cuenta- dijo ella entre risas- quizá deberíamos ayudarlos un poco, ¿no?-

-No es el único que no se da cuenta- dijo Matías para sí mismo antes de agregar- claro, tú y… y yo podríamos ayudarlos. ¿En el próximo baile?-

-Hecho- dijo Mirabel guiñándole el ojo, haciéndolo sonreír.

Matías era un chico al que tenía mucho cariño. Era casi dos años mayor que ella y Camilo, y uno de los pocos que no los molestaban por ser los "perfectos nietos de la señora Madrigal". El pobre de su primo había llevado la peor parte de muchos de los envidiosos del Encanto, siendo ridiculizado e incluso golpeado en algunas ocasiones mientras que estaba haciendo su trabajo cuidando a los niños. Además, Matías era nieto de Gabriel Garza, uno de los viejos amigos de la abuela que habían huido de casa hacia el Encanto, así que habían pasado mucho tiempo en casita.

Antes de que Matías agregara algo más, Camilo y Lucía regresaron y se sentaron con ellos llevando cada uno dos vasos con agua fresca para ofrecerles uno.

x-x-x

CONTINUARÁ…

¡Hola a todos! Espero que les guste hasta ahorita. Mirabel acaba de comenzar su entrenamiento y no tuvo el menor primer día, pero en parte eso le pasa por mentir y decir que se siente bien cuando realmente no es así. Los hermanos de Juancho son importantes, no los olviden, los pobres están en una misión para quitar la adicción a la cafeína de su hermanito.

Muchas gracias por seguir leyendo. ¡Abrazos!