Resumen: Mirabel fue elegida por la magia como la sucesora de la abuela Alma, pero también por un viejo enemigo de los Madrigal para saldar cuentas pendientes.
Notas:
1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)
2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.
SUCESIÓN
CAPITULO 3
Habitación de la abuela
La mañana siguiente
Mirabel tenía miedo de volver a tocar la vela cuando regresó a la habitación de la abuela para continuar con sus lecciones ya que no quería repetir la escena del día anterior con Camilo y sus amigos, pero no pudo evitar obedecer a la abuela. Nuevamente todos exageraron: Camilo no le robó sus arepas por primera vez en su vida y tío Bruno le pasó su propio postre durante el desayuno. Incluso Julieta dejó comida preparada para ella en la cocina en caso de que se repitiera lo del día anterior.
-¡Me tratan como moribunda!- se quejó Mirabel con Camilo- ¡solo fue un tonto dolor de cabeza!-
Si era sincera sí estaba preocupada, pero no por la vela, sino porque no quería que volvieran a verla de esa manera y no quería preocupar a su familia.
Tan pronto como entró a la habitación de la abuela Alma, ésta le indició que tomara asiento nuevamente en la orilla de la cama y que se tranquilizara, que primero iba a hablar con ella.
-Mija, en serio está todo bien, no tienes que reaccionar así por algo como esto- dijo la abuela sentándose a su lado y poniendo una mano en su hombro para tranquilizarla- antes de comenzar la lección de hoy quería pedirte tu opinión en un asunto muy importante-
-¿Sobre qué?-
-Sobre dejar entrar forasteros al Encanto- dijo la abuela.
Mirabel abrió los ojos grandemente y la miró confundida. Seguramente el gran hueco en las montañas no debía ser un impedimento para que entraran al Encanto, ¿no?
-¿Tenemos opción ahora que se abrieron las montañas?- preguntó Mirabel.
-Claro que sí- dijo ella- verás, desde que hiciste que la magia regresara, el Encanto solo dejará entrar a personas del exterior si nosotros lo deseamos así, pero aún no estoy segura. Invitar a gente del exterior puede tener muchas ventajas pero también sus peligros, sobre todo si no tenemos cuidado-
La adolescente se quedó pensativa unos momentos.
-Dijiste ayer que la magia puede protegernos en momentos de grave peligro, ¿verdad?- dijo Mirabel, y la abuela asintió- bueno, quizá puedes invitar a los extranjeros pero tener cuidado de no dejar pasar armas de ninguna clase, y con los dones de la familia podemos seguir protegiendo a los habitantes actuales…-
La abuela sonrió.
-Mmm- dijo ella asintiendo- creo que fue buena idea pedir tu opinión. Invitaremos a algunas personas que viven en los alrededores y dejaremos que también las personas salgan al exterior con sus precauciones. Quizá en unos días podemos organizar un baile en la plaza principal a manera de bienvenida-
La joven asintió con una sonrisa, aún pensando en el plan que tenía con Matías para por fin juntar a Camilo y a Lucía, ya que esa sería una ocasión perfecta para hacerlo. Sería lindo que hubiera una fuente en el pueblo para que sus intentos fueran más románticos, pero tendría que conformarse con lo que tenían.
-Es una excelente idea, abuela. Hay algo que quiero saber que quisiera saber… ¿si puedo preguntar?- dijo Mirabel dudosa, y la abuela asintió- ¿cómo haces para pedirle a la magia que haga lo que quieres?-
-Pues… tienes que sostener la vela y concentrarte solamente en lo que necesitas- dijo Alma- así como hablas con casita para pedirle que haga lo que quieres, la magia también responderá a tus llamadas. Y hablando de magia…-
La abuela se puso de pie y tomó la vela, caminando de regreso hacia ella cuando estaba aún pensando en el baile y lo lindo que sería que hubiera una fuente a la mitad del camino entre la plaza y casita. Cuando ella le ofreció la vela, Mirabel suspiró resignada al verla y la tomó tras respirar hondo. El familiar hormigueo de la magia de la vela bailando entre sus dedos regresó, y la luz comenzó a brillar con más fuerza que el día anterior.
De pronto comenzó a escuchar gritos provenientes del pueblo. Tanto Mirabel como la abuela se levantaron para mirar por la ventana, la primera aún sosteniendo la vela, y se dieron cuenta de que había aparecido una hermosa fuente justo donde la joven la había imaginado apenas unos momentos antes. Asustada y respirando agitadamente, Mirabel puso rápidamente la vela en la ventana y dio un par de pasos atrás.
"Oh Dios, usé la vela para algo que no debía, oh no…", pensó Mirabel hiperventilando, segura de que la abuela se iba a molestar por usar la magia para eso.
-¿Qué te pasa, mija? ¿Te sientes mal?- preguntó la abuela al ver su reacción.
-N…no- dijo ella asustada- la fuente… creo que fui yo… estaba pensando en eso cuando me ofreciste la vela. ¡Lo siento!-
La abuela tomó sus hombros.
-Oye… Mirabel, mírame. No te asustes, no tiene nada de malo- dijo la abuela para tranquilizarla- solo trata de controlar tus pensamientos la próxima vez que toques la vela. Esta vez lo toleraste mucho mejor, esperaría que tu dolor de cabeza regresara después de toda la magia que escapó. Ahora ve a comer algo antes de que palidezcas de nuevo-
Mirabel no esperó a que la abuela se lo dijeran dos veces y salió rápidamente de la habitación para comer algo, justo para toparse con su padre en la puerta.
-¿Todo bien, Mirabu?- ofreciéndole una arepa envuelta en una servilleta que la chica tomó.
-Ajá- dijo ella antes de morderla, pero ni siquiera pudo tragar porque el dolor de cabeza regresó de golpe haciendo cerrar los ojos y que sus piernas cedieran y que colapsara en brazos de Agustín, quien la atrapó rápidamente y la ayudó a caminar a su habitación.
-Voy a llamar a tu madre, lo que dejó aquí no va a ser suficiente…- dijo él mientras la hacía recostarse en su cama.
-No, pá, estoy bien- dijo ella apretando los ojos. Ahí estaba de nuevo también el mareo- solo… pásame la arepa-
Sintió que Agustín la puso en sus manos y acomodó sus almohadas en su espalda para que quedara sentada mientras que comenzaba a comerse la arepa. Tragó el primer bocado y respiró hondo, pensando en que esa horrible jaqueca no se le quitaba. Al final se comió la arepa completa antes de que comenzara a sentirse mejor.
Cuando por fin se animó a abrir los ojos, vio que su padre seguía mirándola con preocupación.
-Estoy bien, pá, no tienes que preocuparte- dijo Mirabel sonriendo para tranquilizarlo- solo estoy un poco cansada después de la sesión con mi abuela-
-De todos modos iré a buscar a tu mamá- dijo Agustín despejándole la frente- trata de no moverte, enviaré a alguien a acompañarte-
A pesar de sus reclamos Agustín salió de su habitación con la idea de buscar a Julieta. Una vez que su padre se fue, Mirabel abrazó sus piernas contra su pecho y volvió a cerrar los ojos. Unos segundos después la puerta se abrió y Dolores entró.
-Escuché que no te sentías bien- dijo su prima trayéndole un vaso con agua fresca.
-Mmm…- dijo ella sin levantar la mirada- gracias-
Hizo un esfuerzo por levantar su rostro y tomar un sorbo de agua. También eso la hizo sentirse un poco mejor.
-Ese muchacho, Matías, está de regreso- Dolores le dio después de unos minutos de silencio- vio a tu padre salir y trajo una canasta con buñuelos de tía Julieta. Está hablando con abuela para que lo deje subir a verte…-
-¡No!- dijo ella levantando la mirada- ya me cansé de decir estoy bien, no tienen que preocuparse. Solo me duele un poco, no es causa para que todos se alarmen ni que me traten como una moribunda. De hecho, quiero salir de aquí para que vean que estoy bien-
Y como para demostrarlo, Mirabel dio un salto para ponerse de pie.
-Qué bueno, porque los primeros visitantes del exterior comenzarán a entrar esta tarde- dijo Dolores- abuela me dijo que tenía que estar al pendiente de ellos en caso de que no tengan buenas intenciones-
Mirabel la miró y pensó que eso era una buena idea en la que no había pensado. Aunque esas lecciones le dieran un poco de miedo, se daba cuenta que las necesitaría en el futuro.
"Futuro lejano, espero", pensó ella.
x-x-x
Plaza del pueblo
Esa tarde
Mirabel se había sentido mejor desde la primera arepa, pero siguió sintiéndose un poco extraña durante todo el día. A pesar de ello se había esforzado para actuar con normalidad para convencer a su familia que la dejaran ir junto a todos a la plaza para ver la llegada de los visitantes del Encanto.
Tenía la sospecha que sus padres habían enviado a Luisa e Isabela para vigilarla en caso de que no se sintiera bien durante la ceremonia, pero no se quejaba porque amaba pasar tiempo con sus hermanas también. Isabela no estaba perfecta como antes de que casita cayera, sino que usaba sus colores favoritos para mortificación de la abuela, pero ésta no comentó nada al respecto. Luisa parecía más feliz y relajada que nunca, sonriendo y saludando a todo el mundo con "palmaditas" en la espalda que casi sacaban los pulmones de la persona en cuestión.
Todos los Madrigal estaban en el centro de la plaza, justo detrás de la abuela llevando la vela mágica.
La abuela le había preguntado si quería acompañarla y ser quien pidiera a la vela que abriera la puerta y la muchacha había declinado porque no quería el dolor de cabeza durante el evento. Alma tomó en cuenta su opinión y le dijo que se encargaría de los siguientes eventos cuando pudiera controlar mejor el poder de la vela, pero que aún así quería que la sostuviera un momento cuando saludara a los nuevos habitantes del Encanto.
Al acercarse la hora, todos los Madrigal se reunieron detrás de la abuela durante la ceremonia pero Alma hizo una señal a Mirabel para que se acercara y se detuviera a su lado.
Pudo ver unos pasos más lejos a Matías y Lucía con el hermano de ambos, Juancho, y con don Gabriel, su abuelo que era un gran amigo de Alma desde que tenía memoria. Era un ancianito que siempre estaba alegre y trataba a los nietos Madrigal como si fueran los suyos. Mirabel siempre había imaginado a su abuelo Pedro de esa manera, sonriendo y bromeando todo el tiempo con todos sus nietos.
Matías captó su mirada y le sonrió antes de que Alma comenzara a hablar a los recién llegados.
-Buenas tardes a todos- dijo la abuela de pronto, atrayendo la atención de todos- hace cincuenta y un años algunos de nosotros llegamos a este valle buscando refugio y fuimos bendecidos por un milagro que nos brindó protección y un sitio seguro para vivir. Esta tarde damos la bienvenida a este grupo de visitantes en nuestro Encanto, quienes a partir de hoy formarán parte de nuestra amada comunidad…-
La ceremonia terminó cuando un grupo de personas pasaron al centro a presentarse.
Había una pareja de ancianos llamados Elisa y Fabián Gutiérrez; después estaban Joel y Margarita, una joven pareja de la edad de Isabela y Dolores; también una familia que constaba de una abuela, la señora Fernández con sus dos hijas, Eugenia y Silvia, y los hijos de la última llamados Federico y Alfredo Santana, niños un poco más pequeños de Antonio. Además había una pareja de hermanos, Ricardo y Elena Herrera, y otra familia con hijos de la edad de Luisa cuyo apellido no alcanzó a escuchar.
Al final se presento un hombre de diecinueve años que cimbró a todos los ancianos del Encanto cuando mencionó su nombre.
-G…gracias por dejarnos entrar a este lugar maravilloso- dijo el joven con una sonrisa tímida- me llamo Adrián Marfil-
A Mirabel le pareció conocido el apellido pero no podía recordar dónde lo había escuchado. La abuela, sin embargo, palideció mucho más de lo que ella había estado la mañana anterior. No solo ella, sino don Gabriel, el viejo Arturo y la señora Guzmán parecían estar preocupados.
Vio a su abuela recuperar rápidamente la compostura y volvió a sonreír.
-Bienvenidos todos- dijo la abuela como si nada hubiera pasado- nuestras familias han aceptar alojarlos mientras que ayudamos a construir sus casas. Mirabel…-
Mirabel se acercó a tomar la vela en sus manos, sintiendo las chispas en sus manos, e hizo el esfuerzo consciente de aclarar su mente y no pensar en nada para no crear algo en el Encanto que revelara que ella tenía algún poder de controlar la vela o peor, que la hiciera colapsar de un horrible dolor de cabeza delante de todos.
Si eso pasara, Mirabel sentía que moriría de vergüenza.
La abuela saludó de mano a todos con la misma amabilidad, incluso al muchacho con apellido Marfil, y regresó a su lado rápidamente para tomar la vela de sus manos. Cuando lo hizo, miró a su nieta preguntándole con la mirada si estaba bien, y ella le respondió con una sonrisa tranquila. Pudo ver a Matías mostrándole los pulgares y guiñarle un ojo antes de que la muchacha regresara a donde estaba el resto de su familia, pero se sorprendió de lo que vio.
Vio a Pepa tomar las manos de Bruno y Julieta al mismo tiempo, y pronto Mirabel supo porqué: su madre y su tío estaban mucho más pálidos de lo que ella había estado después de tocar la vela la mañana anterior. Fue entonces cuando Mirabel recordó lo que la abuela le había dicho sobre ese hombre, Heriberto Marfil, que intentó raptar a su mamá y casi mata a Bruno.
"Pero éste es un muchacho de mi edad", pensó él "ni siquiera había nacido cuando eso sucedió. No puede hacer ningún daño".
La ceremonia terminó y algunos músicos comenzaron a tocar, convirtiendo la plaza en una pista de baile. Los recién llegados parecían estar un poco tímidos en un inicio, pero poco a poco se fueron incorporando a la fiesta.
Los Madrigal no estaban participando. La abuela había regresado a casita a dejar la vela en su sitio en la ventana, y era obvio que los mayores estaban preocupados. Bruno jugaba con sus manos mientras que Julieta y Pepa eran contenidas por sus esposos. El primero que notó su presencia fue Bruno, quien se forzó a sí mismo a sonreír y tomar sus hombros.
-¿Cómo estás después de eso, mariposita?- le preguntó. Mirabel ni siquiera había pensado en ello, tan preocupada que estaba por su madre.
-Bastante bien, creo que estoy empezando a entender como funciona esto- dijo la muchacha encogiendo los hombros- ¿ustedes están bien?-
-Estamos… algo preocupados, pero no es algo que deba preocuparte a ti- dijo Bruno antes de agregar en su oído- mañana hablaremos de esto en el desayuno. Por ahora disfruta la fiesta, seguro hay muchos muchachos que quieren bailar contigo-
-Pfffff- dijo ella con una sonrisa. Estaba un poco aliviada de la promesa de Bruno de que hablarían de ello después. Aún pensaba en ello cuando sintió una mano en su hombro y vio que era Matías.
-Hey, Miri- dijo él con una sonrisa- ¿quieres que pongamos nuestro plan en marcha?-
-Sí- dijo Mirabel olvidándose por un momento de lo sucedido y señalando a Camilo, quien estaba junto a una mesa llena de bocadillos- y creo que tengo una idea-
Matías miró a su hermana y asintió sonriendo, comprendiendo lo que Mirabel quería hacer. Momentos más tarde la muchacha se dirigió a Camilo, quien parecía estar tratando de comer su peso en arepas, y lo tomó de la mano.
-¿Qué haces, Mira?- dijo cuando ella comenzó a alejarlo de la mesa.
-Vamos a bailar- dijo ella.
-Ugh, no quiero…- dijo Camilo antes de levantar la mirada hacia la pista de baile y sonreír con travesura antes de meterse la arepa a la boca- pero si insistes en que te enseñe cómo se baila-
-Pfff… presumido-
Camilo tomó su mano para conducirla al centro de la plaza y comenzaron a moverse al ritmo de la música. Tenía que admitirlo, a pesar de lo mucho que su primo decía que no le gustaba bailar, tenía tanto ritmo como tío Félix y tía Pepa.
"Lo que hago por ti, Cami…", pensó Mirabel mientras bailaba.
Finalmente con su plan en marcha, buscó con la mirada a Matías y Lucía, y casi de inmediato los encontró bailando muy cerca de ellos. El muchacho asintió y se acercó a ellos.
-Camilo, ¿me dejarías bailar con Miri?- dijo Matías deteniéndose junto a ellos y ofreciéndole la mano a la muchacha.
-Ah, por supuesto- dijo Camilo soltándola de pronto y tomando las manos de Lucía, antes de alejarse bailando casi de inmediato, mirándolos de regreso con una sonrisa traviesa.
Mientras que ambos miraban a la pareja alejándose con una sonrisa, Mirabel pudo sentir la otra mano de Matías colocándose con cuidado en su cintura, lo que la hizo volverse hacia él con una sonrisa y poner su propia mano en el hombro de él.
-Bueno, eso salió mejor de lo que pensábamos- dijo Mirabel en voz baja.
-Ajá- dijo el muchacho sonriendo un poco tímido- podemos… bailar un rato si quieres. Ya sabes, para que no crean que solo lo hicimos para juntarlos-
-Claro que me gustaría bailar contigo, Mati, y no solo para despistarlos- dijo Mirabel, y los dos comenzaron a bailar al ritmo de la música, la cual era un poco más tranquila que la anterior, haciendo que se sintiera un poco más segura con sus habilidades para bailar.
-Estuviste genial hoy, Miri. Y te ves muy linda esta noche- dijo Matías de pronto mientras bailaban a pesar de que apenas lo podía escuchar por el volumen de la música. No pudo evitar sonreír ante el comentario del muchacho.
-¿De qué hablas? Solo detuve la vela, no tiene mucha ciencia-
-La tiene, comenzando por que no la tiraste- dijo él en un susurro- no te menosprecies, vas a ser una excelente guardiana del milagro cuando llegue el momento-
Mirabel levantó la vista hacia él sorprendida.
-¿Tú cómo sabes eso?¿Quién te dijo?¿Camilo?- dijo ella mirándolo fijamente.
-Nadie me dijo nada, fue obvio para todo el mundo esta noche cuando la señora Alma te pasó la vela y brilló más que con ella- le respondió Matías encogiendo los hombros- creo que todos entendimos eso, además de que eres la elección más obvia. Tú recuperaste la magia…-
-Lo hicimos todos juntos- dijo ella sacudiendo la cabeza- el Encanto…-
-Tú tocaste esa puerta de casita, tú estás en el centro de ella- dijo Matías soltando un poco su cintura y tocando con cuidado su mejilla- y siempre has hecho todo lo posible por ayudar a tu familia y al Encanto. Como dije, te hagas menos importante, Miri-
La joven sonrió se ruborizó un poco al escuchar el cumplido del muchacho. Desde que eran pequeños, él siempre la había tratado bien aunque al inicio no eran tan buenos amigos, y siempre la había defendido cuando otros niños se burlaban de ella por no tener un don como el resto de su familia.
Matías iba a decir algo cuando los dos fueron interrumpidos por uno de los recién llegados, el muchacho que acababa de llegar al Encanto con su hermana, y había estado bailando otra muchacha del Encanto. Ahora que lo veía de cerca podía notar que era un muchacho muy apuesto, ese pensamiento hizo que tuviera una extraña sensación en su estómago.
-Señorita- dijo el joven ofreciéndole su mano- Ricardo Herrera, a su servicio-
Mirabel se sintió un poco confundida, pero le ofreció una leve sonrisa cuando aceptó su mano pensando en que era lo que la abuela esperaba de ella.
-Mirabel Madrigal- dijo ella.
-Es un verdadero placer conocerla- dijo Ricardo con una sonrisa que le pareció encantadora- ¿me haría el honor de permitirme bailar con usted?-
La joven se volvió a Matías, quien no parecía muy feliz de dejar de bailar con ella pero la soltó y comenzó a bailar con la pareja de Ricardo. Aún preguntándose el porqué de la expresión de su amigo, Mirabel se dejó guiar por el otro joven y comenzó a bailar con él.
-Tengo que confesar que nunca imaginé que el Encanto detrás de las montañas fuera tan… mágico- dijo Ricardo mientras bailaban- o que tuviera mujeres tan hermosas como tú-
Mirabel se ruborizó con esas palabras ya que no estaba acostumbrada a ese tipo de cumplidos, al menos no de extraños. Su familia se los daba, y en ocasiones Matías, pero jamás alguien que no fuera cercano a ella.
-Gra…gracias- apenas balbuceó ella, muy apenada por el cumplido sin estar acostumbrada a que le digan algo así.
El hombre amplió su sonrisa y la acercó más a sí mismo mientras bailaban, de modo que los dos estaban prácticamente juntos y esa cercanía comenzó a hacerla tensarse ante la repentina cercanía. Ricardo se dio cuenta de ello y aflojó un poco su brazo para dejar un poco de espacio entre ambos.
-Disculpa, me emocioné un poco con… la música- dijo Ricardo guiñándole un ojo.
-Entonces, ¿has vivido siempre en el mundo… afuera?- preguntó Mirabel intentando cambiar un poco el tema mientras bailaban, y él asintió- ¿cómo es?-
-Ah, es maravilloso- dijo Ricardo- no hay magia, es cierto, pero algunos paisajes son extraordinarios. Yo viví todo este tiempo en Cartagena o en Bogotá hasta que escuché de un lugar mágico oculto en las montañas, y tuve que venir aquí. Creo que me acostumbraría a vivir en un sitio tan hermoso-
Mirabel estaba emocionada. ¿Cartagena y Bogotá? Ella solo conocía esos sitios por los libros que la abuela y los ancianos habían traído consigo al Encanto antes de que ocurriera el milagro, pero jamás había conocido a nadie que hubiera estado en esos sitios.
Al ver su emoción, Ricardo comenzó a narrarle cómo eran esos lugares y el prometió que al día siguiente le mostraría algunas fotografías de esos sitios que había traído consigo. Como todas las fotografías de los libros que tenían eran blanco y negro, el escuchar que tenía imágenes a colores la hizo sonreír aún más ampliamente.
Después de un rato el joven le preguntó sobre su familia y se sorprendió de sus dones de cada uno de ellos.
-¿Dónde te estarás quedando?- preguntó Mirabel.
-Ah, en casa de la señora Ozma y su encantadora nieta Marina- dijo Ricardo- ella fue tan amable como para presentarse conmigo y mi hermana-
La joven borró su sonrisa por un momento. Ugh, Marina había sido una de las "amigas" de Isabela cuando era la señorita perfecta y favorita de la abuela, y siempre tenía algo horrible que decir sobre Mirabel. Ahora que Isabela no era más perfecta, la chica le había dicho que ya no quería que fueran amigas.
"Ojalá hubiera una casa donde pudiera quedarse en vez de hacerlo con esa… presumida"; pensó Mirabel un tanto molesta.
Ricardo se dio cuenta de su reacción y alzó una ceja, pero no alcanzó a preguntar nada porque justo en ese momento se escuchó lo que parecía un fuerte rugido, que finalmente se transformó en un ruido como cuando casita se estaba derrumbando. Algunas personas gritaron asustadas al inicio pero se dieron cuenta que un grupo de seis casas había aparecido de la nada en la parte exterior del pueblo, una para cada familia que había llegado.
-Wow…- dijo Ricardo deteniéndose y soltándola por un momento para ver el espectáculo.
Mirabel se asusto al ver lo que acababa de ocurrir. ¡Sabía que había sido ella de nuevo! Pero no había estado tocando la vela, ¿por qué sucedía eso? Y esa era demasiada magia, podía colapsar en cualquier momento delante de Ricardo y eso la mortificaba. Dio un paso atrás con la idea de escabullirse y encontrar un sitio decente para descansar cuando la atacara el dolor de cabeza cuando chocó y casi tropezó con otra persona, y se quedó helada del susto al ver quien la había atrapado antes de que cayera de narices al suelo.
Adrian Marfil.
-Ah, lo siento mucho, señorita- dijo el joven amablemente antes de mirarla y agregar- ¿se encuentra bien?-
-Yo… no… lo siento- dijo Mirabel soltándose bruscamente del muchacho y tratando de salir de la gran masa de gente que estaba arrastrándola hacia el lado contrario de la plaza, pero se estaba quedando sin fuerzas y la jaqueca había aparecido de pronto tal y como lo había sospechado.
"No, no, no…", pensó desesperada "no puede ser"
Después de moverse tambaleante entre la multitud con los ojos cerrados, Mirabel sintió que alguien la atrapó y la rodeó con sus brazos mientras la guiaba hacia fuera de la plaza, detrás de la gente que se encontraba admirando las casas recién creadas.
-Estás bien, Miri. Te tengo- dijo él ayudándola a sentarse en un sitio alejado de la gente- no te preocupes, Camilo fue a traer unos buñuelos para ti…-
-¿Cómo… sabes?- dijo ella aún con los ojos nublados mientras que el joven se sentaba a su lado.
-No es la primera vez que te pasa esto esta semana- dijo Matías mientras que ella apoyaba su cabeza en el hombro de él. Percibía como si el suelo se moviera, pero también se sentía a salvo con él.
Camilo y Lucía llegaron con un plato con un par de arepas y Mirabel se comió lentamente dos de ellos, aún con los ojos cerrados y apoyando la cabeza en el hombro de Matías. El mareo desapareció y su dolor de mejoró un poco, pero se sentía complemente agotada, tanto que ni siquiera intentó ponerse de pie hasta que comiera un poco más.
-No te preocupes, todo el mundo va a creer que estás borracha, Mira- escuchó decir a Lucía.
-Eso no es gracioso, Lucy- la reprendió Matías en un tono molesto antes de volverse a Camilo- ¿crees que debamos llevarla a casa?-
-No podemos, hay mucha gente mirando. Después de la atención que le pusieron en la ceremonia va a ser difícil que pase desapercibida- dijo Camilo preocupado antes de que su primo respondiera.
-No…- dijo Mirabel por sí misma, frotándose la frente. La comida comenzaba a hacer efecto y se sentía mejor- estoy bien, solo… denme un minuto para recuperarme-
Ninguno de los tres dijo nada, seguramente se estaban mirando en silencio entre sí sin estar muy seguros de que eso fuera lo mejor. Camilo fue el primero en romper el silencio tan pronto como ella abrió los ojos.
-Voy por algo más de comer…-
-¡Deja de pensar con el estómago, Camilo, Miri no se siente bien!- dijo Matías en un tono frustrado
-¡La comida es para ella, tonto!- dijo su primo, haciendo que Mirabel riera en voz baja. Pudo escuchar un suspiro de alivio proveniente de donde estaba Matías- voy por algo. ¿Puedes quedarte con ella?-
-Claro- dijo Matías, y los otros dos se fueron a conseguir algo más de comer. Una vez que se quedaron solos, el muchacho la miró- debes dejar de asustarnos así-
-Lo siento-
-¿Desde cuándo sabes que… puedes hacer eso?- preguntó Matías.
-No… se supone que no debo de hablar de esto, Mati- dijo Mirabel en voz baja. Odiaba tener que ocultar secretos a los demás, sobre todo a él, pero se lo había prometido a la abuela y tenía que cumplir su promesa.
-Está bien- dijo Matías sonriendo levemente y pensando rápidamente para distraerla un poco- dime, ¿tu abuela planea alguna celebración por tu cumpleaños?-
Mirabel parpadeó y tardó un momento en procesar la pregunta. Ni siquiera recordaba que pronto sería su cumpleaños número dieciséis, apenas faltaban unos días.
-Ni idea- dijo ella encogiendo los hombros- la verdad no hemos hablado de eso con mi abuela. Dime, ¿has creado algo nuevo en el taller?-
-Ah, sí, últimamente he intentado hacer algunas cosas en mi tiempo libre, cuando no tengo que herrar a un caballo o hacer algún cerrojo- dijo Matías, un poco menos serio que antes- y acabo de aprender a pintar el metal… no soy tan creativo como tú, pero si quieres uno de estos días te mostraré lo que he estado haciendo-
-Bueno, la perilla de la puerta principal de casita es hermosa- dijo Mirabel- no dudo que todo lo que hagas te salga muy bello-
Aún estaba charlando con él cuando vio al chico Marfil mirándolos entre la multitud. Mirabel se tensó y Matías detectó su cambio de actitud inmediatamente, poniendo una mano sobre la de ella. El joven los miró por un momento antes de darles la espalda y alejarse.
-¿Qué fue eso?- dijo él en un susurro.
-Es… otra cosa que no puedo decirte. Lo siento mucho, Mati- dijo Mirabel recordando lo que la abuela le había dicho.
-Hey, no te preocupes- dijo el muchacho- entiendo que hay cosas que no me puedes decir-
Pero no pudieron seguir charlando porque Camilo y Lucía regresaron con Julieta llevando una gran bandeja con buñuelos. La muchacha respiró hondo, paciente al ser asfixiada por el cariño de su mamá mientras que Matías la miraba con una sonrisa un poco resignada, como si hubiera querido seguir charlando con ella.
x-x-x
CONTINUARÁ…
¡Hola a todos! Mirabel ha estado creando cosas por accidente, cada vez que piense algo va a tener que aclarar que no quiere crear nada. Y ya tenemos un grupo de visitantes en el Encanto, incluyendo uno que preocupa a todos.
Espero que les esté gustando esto. Muchas gracias por sus reviews. Abrazos.
Abby L.
