Resumen: Mirabel fue elegida por la magia como la sucesora de la abuela Alma, pero también por un viejo enemigo de los Madrigal para saldar cuentas pendientes.

Notas:

1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)

2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.

SUCESIÓN

CAPITULO 7

Al mismo tiempo

Matías estaba en la entrada de casita con una expresión esperanzada. Ardía en deseos de ver a Mirabel ya que no había tenido tiempo de conversar con ella después de lo sucedido el día de su cumpleaños. Al verla al día siguiente usando el broche que le regaló lo había llenado de esperanza de que no todo estuviera perdido, y quería que todo regresara a la normalidad con ella, pero como había estado trabajando en la forja todos estos días no había tenido la ocasión de hacerlo.

Tan pronto como la vio en el patio de casita charlando con Bruno, el muchacho sonrió emocionado porque el broche nuevamente estaba en sus cabellos. Vio a Camilo correteando a un grupo de coatíes mientras Antonio reía y a Dolores sonriendo en su dirección, como si supiera porqué estaba ahí. Bueno, sí lo sabía, ella escuchaba todo lo que pasaba en el Encanto. Justo ahora caía en cuenta de que ella supo lo que sucedió en el cumpleaños de Mirabel, y esperaba que el hecho de que sonriera en su dirección fuera una buena señal.

Casita movió algunos azulejos del suelo, invitándolo a entrar, pero Matías se rehusó. No quería que volviera a pasar algo así y hacer que Mirabel se sintiera incómoda además de que ya había perdido su confianza en la casa de los Madrigal, al menos por ahora.

Pronto Mirabel se volvió a la puerta y cuando lo vio, sus labios se tornaron en una sonrisa tímida, aliviando instantáneamente los miedos de Matías. La muchacha corrió hacia él y lo saludó como lo hacía normalmente, con un abrazo que el muchacho disfrutó completamente aunque hubiera durado poco para su gusto.

-Hola Mati- dijo Mirabel pasándose un mechón de cabello detrás de la oreja y sonriéndole.

-Hola Miri- dijo Matías sintiendo sus mejillas enrojecerse al verla hacer eso- me da gusto verte. Escucha, estaba pensando que... quizá podríamos tomar un helado solo tú y yo... si no te molesta-

-Claro, me vendría muy bien un helado- dijo ella sonrojándose también. Matías se dio cuenta de que la joven estaba intentando parecer relajada en su compañía pero las señales de que seguía nerviosa estaban ahí. Aún así, había agradecido que aceptara su invitación. El muchacho le ofreció su brazo y ella lo tomó sin pensar.

-Miri- le dijo Matías mientras caminaban hacia el pueblo- no tienes que estar tan nerviosa conmigo. Tú y yo siempre hemos sido amigos, no necesita cambiar eso entre nosotros-

-¿Yo? No estoy nerviosa- dijo Mirabel haciendo que él riera, pero vio a la joven respirar hondo y continuar con una sonrisa menos nerviosa- quiero helado porque hace rato me quemé la lengua con la sopa-

Los dos llegaron a la casa de don Sergio, quien se encargaba de vender helados, y Matías compró dos. La muchacha eligió el de chocolate y él prefirió el de fresa. Mientras comían y caminaban, el joven la guió hacia una de las salidas del pueblo junto al arroyo, en una hermosa área verde junto a la selva, donde ambos se tumbaron bajo un gran árbol de plátano cuyas enormes hojas los cubrían del sol.

-Ah…- exclamó Mirabel aliviada, respirando hondo y cerrando los ojos para disfrutar el aire fresco- ya extrañaba esto-

-Mmmm… yo también- dijo Matías haciendo lo mismo, pero mirando a la joven de reojo. Había extrañado pasar tiempo con ella.

Mirabel se giró en el suelo hacia él, como si quisiera decirle algo pero la voz no le salía. Esperó pacientemente por un rato pero ella no logró decir nada.

-¿Qué te preocupa, Miri?- preguntó el joven.

-Es algo… difícil de explicar- dijo ella arrugando la nariz como si estuviera pensando en cómo hacerlo. Matías esperó pacientemente a que se lo explicara, admirando las pequeñas pecas en su nariz y mejillas mientras lo hacía- yo… el día de mi cumpleaños después de lo que… casita hizo… yo tampoco quería que las cosas cambiaran entre nosotros. Y… quiero decir, quiero que sepas que te quiero, aunque aún no sepa si más que a un amigo- añadió bajando la mirada y enrojeciendo con una sonrisa.

Matías sonrió y se acercó a ella para darle un abrazo.

-Yo también te quiero, Miri- dijo él mientras que la abrazaba.

Los dos permanecieron abrazados por un momento. Después ello las cosas parecieron volver a la normalidad previa al cumpleaños de Mirabel. Matías se quitó su ruana para que Mirabel la usara como almohada mientras se tiraba en el suelo y así que ambos charlaron hasta que la joven se quedó dormida en el suelo, apoyando su cabeza sobre la ruana.

Matías observó a Mirabel con una sonrisa y extendió su mano a ella solo para retirar un mechón de cabello de su nariz y colocarlo detrás de su oreja al verla arrugar la nariz molesta, cosa que dejó de hacer sin ese mechón, y luchó contra la tentación de besarla o de acariciar su rostro. Era demasiado tentador pero respiró hondo y se quedó tumbado sobre su espalda a un metro de distancia de ella.

"Ah, no puedo, ¡es tan linda!", pensó Matías respirando hondo de nuevo.

Estuvo a punto de quedarse dormido también cuando escuchó un fuerte ruido sobre sus cabezas. Cuando levantó la mirada, Matías vio un avión volando peligrosamente cerca del suelo y haciendo un ruido horrible despidiendo una columna de humo negro. Mirabel despertó de golpe por el ruido y levantó la mirada al escucharlo.

-¿Qué está pasado?- preguntó ella.

-Creo que el avión está descompuesto- dijo Matías poniéndose de pie para observarlo mejor y ofreciendo su mano a Mirabel para que hiciera lo mismo. Los dos vieron con horror al avión estrellarse en la montaña del Encanto, no muy lejos de donde estaban ellos.

-Oh, no- escuchó decir a Mirabel antes de que la muchacha se echara a correr en esa dirección.

-¡Miri, espera!- exclamó el joven comenzando a correr tras ella.

x-x-x

Montañas

Momentos después

Todos los Madrigal habían visto el avión estrellarse contra las montañas en el interior del Encanto. Nunca había sucedido algo así pero todos comenzaron a prepararse en caso de que alguien necesitara ayuda. Un grupo de hombres del Encanto, incluidos Félix, Agustín y Camilo, habían salido con dirección al sitio del choque para ver si había sobrevivientes. Los que habían nacido en el Encanto jamás habían escuchado de un choque de avión, pero los nuevos habitantes les habían dicho que era en vano buscar sobrevivientes ya que la caída era de una gran altura.

Aún así salieron a buscarlos.

Camilo se encontró con Mirabel y Matías en el camino, y aunque los hombres le dijeron a la chica que regresara a casa, Camilo sabía muy bien que su prima no se iba a quedar atrás si había algo que podía hacer para ayudar. Matías no dijo nada, solo lanzó una mirada molesta a quien insinuó que no servía de nada tener a Mirabel con ellos.

No tardaron mucho en llegar al sitio donde el avión se había estrellado. Milagrosamente la aeronave estaba casi completa, aunque la cabina del piloto estuviera hecha pedazos y la cola del avión estaba en llamas. Algunos hombres regresaron al arroyo para traer agua para pagar las llamas y evitar que el fuego se extendiera. Matías corrió a su forja por sus herramientas para rescatar a las personas de su interior.

-La puerta está atorada…- dijo uno de los que se había acercado a ayudar, forcejeando con la puerta del avión para tratar de abrirla.

-Les dije, no puede haber sobrevivientes- dijo uno de los hombres.

Pero pronto un gemidito de dolor en el interior del artefacto lo contradijo. Se escuchaba muy tenue y apenas dentro de la cabina de pasajeros, pero no había manera de entrar porque las ventanillas eran muy pequeñas. Osvaldo tomó una piedra y quebró las ventanillas, haciendo que saliera una gran cantidad de humo negro del interior.

-Si hay una persona dentro no va a poder respirar con todo este humo…- dijo alguien más.

Camilo supo inmediatamente lo que tenía que hacer. Retiró los vidrios de una la misma y se transformó en un niño pequeño para poder caber aquí dentro. Entendiendo lo que quería hacer, Félix lo levantó y lo ayudó a entrar.

-Con cuidado, mijo. Toma esto, ponlo sobre tu boca y mantente cerca del suelo- dijo su padre dándole un paño humedecido antes de volverse a los otros y gritar- rápido, rompan todos los vidrios para sacar el humo. Y que alguien le diga a mi esposa que haga llover, necesitamos apagar estas llamas…-

Dentro de la cabina todo estaba oscuro por el humo. Camilo regresó a su forma normal una vez que logró entrar y se puso el paño en la nariz, se arrodilló en el suelo y comenzó a avanzar a gatas hasta llegar al asiento donde aún estaba una muchacha de su edad atada al mismo con lo que parecía un arnés. La joven estaba muy asustada, respirando agitadamente pero con los párpados caídos, como si estuviera a punto de desmayarse.

Al ver a Camilo, la muchacha gritó asustada, pero el grito salió ronco y muy apenas, como si no tuviera voz. Aún así, su respiración agitada comenzó a preocupar al muchacho, tenía miedo de que fuera a aspirar más humo así.

-No tengas miedo, no voy a hacerte daño- dijo Camilo quitándose por un momento el paño de su cara para sonreírle- solo estoy tratando de ayudar-

La muchacha siguió mirándolo asustada, pero él sabía que no había tiempo que perder. Tomó un trozo del vidrio roto de las ventanas y cortó el arnés para liberar a la muchacha, pero cuando trató de sacarla de su asiento notó que su pie seguía atrapado en lo que quedaba del asiento delante de ella. Gruñendo, el muchacho se transformó en Luisa y levantó el asiento para apartarlo, pero se encontró con una nueva dificultad cuando se volvió a la chica, ya que gritó horriblemente.

-¿Camilo?- escuchó la voz de su padre fuera. Camilo recobró su forma original y gritó de regreso.

-¡Estamos bien! Coff coff- dijo él quitándose el paño para hablar, sintiendo la garganta irritada por el humo- solo está muy asustada-

-Apresúrate, aquí está Mirabel y puede ayudarte a calmarla- dijo Félix.

Camilo obedeció y levantó a la joven en brazos a pesar de sus débiles esfuerzos por soltarse de él. Matías ya había regresado con sus herramientas y las había usado para abrir la puerta para que Camilo pudiera sacar la persona herida de ahí. Se apresuró hacia la abertura en la pared del avión y sacó a la muchacha por ahí, su cabeza primero, para ser atrapada por Osvaldo y Agustín en el exterior.

Después de que la joven estuvo afuera, Camilo regresó a buscar si había más sobrevivientes en el interior, y vio al piloto con la cara ensangrentada e inconsciente, pero aún respiraba débilmente. Se transformó en Luisa para cargarlo y acercarlo a la puerta para que su tío y Osvaldo lo sacaran. Una vez que el hombre estuvo fuera, Camilo salió por la misma vía y su padre lo atrapó.

-Coff coff… estoy bien, papá- dijo Camilo frotándose los ojos, se sentían llorosos por el humo mientras que los otros estaban vendando las heridas de los dos.

Vio que Matías estaba igual que él, tosiendo y frotándose los ojos tras haber trabajado abriéndole paso. Algunos hombres comenzaron a apagar el fuego sin mucho éxito, pero al menos lograron contenerlo y que no se esparciera a los árboles. El cielo estaba comenzando a nublarse, y sabía que su madre ya estaba al tanto e iba a hacer llover para apagar las llamas.

Agustín y Osvaldo había puesto a la joven en el suelo unos pasos más allá, lejos del humo para no empeorar su estado, para poder examinar qué heridas tenía y la mejor manera de llevarla con Julieta. La chica seguía respirando agitadamente asustada y Mirabel estaba junto a ella tomando su mano y diciéndole que estaría bien. Algunas gotas de agua comenzaron a caer del cielo.

-Tenemos que apurarnos y llevarlos con la señora Julieta- dijo Matías con una expresión ansiosa- ese hombre no se ve nada bien…-

Camilo escuchó un débil gemido de la chica cuando Matías dijo eso, al parecer el hombre era una persona apreciada por ella. ¿Sería su padre? No tenía idea, pero tenían que apresurarse.

-Hey, chica… ¡despierta!- escucharon decir a Mirabel. Cuando Camilo se volvió, su prima estaba tratando de hacerla reaccionar. Aquello alarmó a todos.

-Camilo y Ernesto, ustedes dos son los más ligeros entre nosotros- dijo de pronto Osvaldo- suban a los caballos y lleven a los heridos con la señora Julieta. El tiempo es esencial, sobre todo con él-

Los dos asintieron y cada uno montó un caballo. Subieron al hombre frente a Ernesto y a la muchacha frente a Camilo. La cabeza de la joven se meció hacia atrás, apoyándose en el pecho de él, pero no tuvo mucho tiempo para pensar en ello porque agitó las riendas y el caballo corrió a toda velocidad rumbo a casita mientras una lluvia torrencial caía sobre ellos.

X-x-x

Casita

Poco después

Julieta había escuchado el mensaje de Félix pidiéndole a Pepa que hiciera llover para detener el incendio del avión y evitar que las llamas alcanzaran los árboles de la selva, y se había puesto a cocinar. Como no sabía si había sobrevivientes, Julieta decidió prevenir y se puso a cocinar en caso de que sí los hubiera.

Pronto Camilo y Ernesto llegaron llevando a los heridos. El hombre se veía mucho peor que la muchacha, así que se puso manos a la obra.

-Casita, por favor tráeme dos camas de las habitaciones de visitas- dijo Julieta.

Casita obedeció y las dos camas se acomodaron en la entrada de casita. Los muchachos bajaron a los heridos y los pusieron sobre las camas. Ernesto se fue con los caballos y Camilo se quedó a ayudar a su tía.

-Quédate con ellos, Cami, regreso enseguida- Julieta corrió a la cocina y trajo el plato de buñuelos, un vaso de aguapanela que había preparado en caso de que no estuvieran consientes, y un par de goteros antes de regresar- ¡Dolores, llama a Isa, dile que la necesito! Casita, necesito una mesita entre las dos camas-

Casita obedeció y la mesita se acomodó entre las camas, donde Julieta puso el vaso de aguapanea y lo puso entre ambos.

La joven tenía una pierna rota igual que varias costillas, varios golpes por todo el cuerpo, heridas en la cara y una respiración preocupante, seguramente intoxicada por el humo.

Tan pronto como llegó, puso un buñuelo en la boca de su sobrino.

-Come, tú también hueles a humo- dijo ella. Vio a Camilo sonreír antes de pasarle un gotero- encárgate de la chica, ponle las gotas de aguapanela en sus labios poco a poco. No se la des tan rápido, no quiero que se vaya por el lado equivocado. Este hombre necesita más atención-

Vio a su sobrino asentir y seguir sus instrucciones al pie de la letra, así que ella se concentró en el hombre. A simple vista se podía notar que tenía fracturado el cráneo, varios de los huesos de la cara, además de contusiones en todo el cuerpo. Su respiración era difícil por toda la sangre que tenía en la cara, así que hizo lo mejor que pudo para limpiarla.

-Ya estoy aquí, mamá- dijo Isabela entrando corriendo por la puerta y lavándose las manos- ¿en qué te ayudo?-

-Gotas de aguapanela, igual que Camilo- dijo Julieta.

-De acuerdo- dijo Isabela tomando el otro gotero y poniendo gotitas de la preparación mientras que Julieta limpiaba la cara de ambos.

-Dolores me dijo lo que pasó. ¿Cómo vas con eso, Juli?- preguntó Bruno acercándose junto a su sobrina- ¿necesitas algo?-

-No, Bruno, por ahora estoy bien- dijo ella.

-Voy a tomar el plato de buñuelos para repartirlos cuando lleguen los demás- dijo Bruno- Dolores me dijo que escuchó a varias personas tosiendo por el humo-

Julieta asintió y continuó con su trabajo. Algunos huesos del hombre estaban comenzando a repararse y eso le dio esperanzas de curarlo. Miró de reojo a la joven que estaba con Camilo y sus heridas estaban casi curadas. Solo estaba le pasó un paño a Dolores para que limpiara la cara de la joven de hollín y de la sangre, no quería que se asustara cuando despertara.

Poco después llegó Agustín con Luisa, Mirabel, Matías, Félix y el resto de los hombres que habían ayudado a rescatarlos y detener el incendio. Matías tosía violentamente, así que Bruno repartió un buñuelo a todos los presentes comenzando por él. Mirabel llevaba consigo una cajita con las iniciales AF que supuso que pertenecía a la joven. Todos estaban empapados de pies a cabeza.

-Mamá, ya puedes apagar la lluvia, el incendio terminó- dijo Antonio poco después de que Pico aterrizara en su hombro y graznara. Pepa asintió y rápidamente dejó de llover.

Al escucharlos llegar, la abuela trajo toallas para todos, incluso los que no vivían ahí.

-Muy buen trabajo con el rescate- dijo la abuela- Mirabel, ve por ropa seca y te vas directo a la ducha. Ahora y nada de peros. Tú vas después de ella, Luisita-

Julieta vio a Mirabel sonreír levemente a Matías y dirigirse a su habitación aún envuelta en la toalla. Matías imitó la sonrisa y se fue a casa tras agradecer a Alma por la toalla. El resto de los presentes fueron enviados a casa a pesar de que querían quedarse a ayudar, pero Alma no quería que nadie se enfermara.

Después de que casita se vació un poco, Julieta revisó a sus pacientes. La jovencita ya estaba curada, su pulso y respiración estaban normales y solo esperaban a que despertara. Camilo no había dejado de darle las gotas de aguapanela, así que puso una mano en su hombro.

-Ya es suficiente, Camilo. Buen trabajo. Quizá deberías irte a la ducha también- dijo ella con una sonrisa para su sobrino antes de volverse a Isabela- en cuanto a éste, va a necesitar más…-

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH-

Antes de que Julieta terminara de hablar, la muchacha había despertado de pronto y cruzó miradas con Camilo, quien seguía de pie junto a ella dejando el gotero sobre la mesa con la intención de ir por su ropa seca, y de inmediato dejó escapar ese horrible grito.

Todos se volvieron a ella sin saber qué hacer cuando la muchacha se levantó de la cama pataleando desesperada y trató de ponerse de pie, colapsando frente a Camilo y éste la atrapó antes de que golpeara el suelo.

-Hey, tranquila. Estamos tratando de ayudarte- dijo Camilo, pero ella se soltó desesperada y trató de correr. Luisa detuvo su carrera atrapándola con un solo brazo y no la dejó ir.

Pepa y Julieta se miraron entre sí y la primera trató de tranquilizarla mientras seguía gritando desesperada. La abuela también lo intentó, pero todo fue en vano. Finalmente Camilo no tuvo otra opción más que transformarse en el hombre herido que estaba atendiendo Julieta y se acercó a la muchacha con los brazos extendidos.

La joven dejó de pelear y miró al piloto respirando aliviada, lanzándose hacia él y abrazándolo desesperada cuando Luisa la soltó. En vez de gritos, la chica comenzó a sollozar.

-¡Creí que te había perdido también a ti, Jaime! ¡Creí que había perdido a todos!- dijo la joven en un sollozo. Camilo se limitó a abrazarla y frotar su espalda en círculos para calmarla sin decir nada para que su voz no lo traicionara.

Casita los movió de la cama donde estaba el verdadero piloto al comedor antes de que la muchacha se diera cuenta del engaño, y Julieta caminó con él para para continuar curándolo. Le dio a Pepa un buñuelo especial para que Camilo se lo ofreciera a la muchacha y pudiera tranquilizarse.

Finalmente la joven dejó de llorar y se sentó en el borde de la cama, y Camilo tomó el buñuelo que le dio su madre para ofrecérselo. Ella se lo comió sin pensar, y sin dejar de mirar a todos.

-No te vamos a lastimar, chica- dijo la abuela amablemente sin esperar a que le respondiera- mientras estés en esta casa, nadie te va a hacer daño. Casita, prepara su habitación por favor-

Casita obedeció y movió la cama con dirección a una de las habitaciones de invitados, y Camilo se encargó de conducirla ahí. Iban a medio camino cuando comenzó a trastabillar y el muchacho la alzó en brazos para ponerla sobre la cama. Pepa la siguió y la ayudó a quitarse el único zapato que tenía y meterse en la cama, pero para entonces la muchacha ya estaba dormida.

Cerraron la puerta y salieron, indicando a casita que no la dejara salir de ahí si despertaba en la noche, ya que no quería que se lastimara.

Una vez que estuvieron listos, Casita llevó la cama donde estaba el piloto a otra habitación. Julieta no había terminado aún de curarlo y parecía que sería una larga noche.

-Bien hecho, Camilo- dijo Pepa revolviendo los cabellos de su hijo cuando salió de la habitación de la muchacha. El aludido solo asintió distraídamente con la mirada perdida y pensativa. Pepa no lo notó, pero Julieta sí. Por supuesto, Camilo era su sobrino favorito y no conocía muy bien. Desafortunadamente en esos momentos no tenía tiempo de averiguarlo, tenía un paciente que atender.

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Casita

Al día siguiente

Cuando Mirabel despertó al día siguiente se dio cuenta de que aún no tenían idea del nombre de la joven que habían rescatado. Lo primero que escucharon fueron gritos provenientes de la habitación de visitas, seguidos de un relámpago, y supieron que el intento de tía Pepa de hablar con la joven no había tenido éxito. Julieta lo había intentado la noche anterior pero tampoco tuvo éxito.

Aún pensando en eso, la abuela había decidido posponer la cena de compromiso de Dolores y Mariano, no quería que fuera interrumpida por los gritos de la muchacha.

Todos tomaban turnos entrando a tratar de tranquilizarla, sin mucho éxito. Cuando fue el turno de Mirabel, ésta decidió llevar la artillería pesada e invitó a Antonio y a sus tres coatíes, que eran los animales más adorables que tenía, aunque no eran los mejor portados. Su primo aceptó el desafío y los dos entraron.

La muchacha seguía con sus ropas aún sucias por la hierba, humo y sangre, sentada en la orilla de la cama y mirando alarmada hacia la puerta. No gritó ni se movió, lo que fue un avance comparado con el resto de sus familiares. Sus ojos estaban en Antonio y no en ella.

-Hola- dijo Mirabel desde la puerta, sin atreverse a acercarse para no asustarla más- me llamo Mirabel, y él es mi primo Antonio. Mi mamá nos mandó con estas arepas, porque no has comido nada desde ayer. ¿Puedo dejarlas sobre la mesita?-

La joven pasó sus ojos de Antonio a Mirabel y asintió débilmente pero no dijo nada. Mirabel se acercó lo menos posible, dejando el plato de arepas en la mesita de noche contraria a donde estaba ella y Antonio hizo lo mismo con un vaso con agua fresca. Durante todo el tiempo la chica los siguió con la mirada sin decir nada, así que tras un rato de silencio Mirabel preguntó.

-¿Estarás más cómoda si me voy?- dijo, y la chica asintió. Mirabel asintió también y salió con una sonrisa. Antonio hizo la misma pregunta pero la muchacha debió haber dicho que no porque su primo se quedó con ella. Mirabel se apoyó en la pared escuchando la conversación detrás de la puerta en silencio.

-¿Dejaste a Antonio solo con ella?- preguntó Isabela- ¿crees que eso fue sabio?-

-Estaba tranquila- dijo Mirabel- no lo va a lastimar-

Isabela estaba dudosa, pero la conversación dentro entre los dos sonaba tranquila y los coatíes estaban ahí en caso de que se pusiera agresiva. No pasó mucho tiempo cuando la puerta se abrió y Antonio se asomó.

-Amelia dice que quiere hablar contigo, Mirabel- dijo su primo. Ella sonrió aliviada de que su plan hubiera funcionado.

-Voy. Gracias, Toñito- dijo Mirabel y entró a la habitación, aún manteniendo su distancia de la chica- hola otra vez-

-Hola- dijo ella, y fue la primera vez que Mirabel escuchó su voz, al menos cuando no estuviera gritando desesperada- a ti te recuerdo-

-Sí, me conociste ayer cuando te sacamos del avión- dijo Mirabel.

-Este es un lugar extraño- dijo Amelia.

Extraño no comenzaba a describirlo, seguramente lo decía por la casa que se movía y por los poderes de todos sus familiares. No la culpaba, ella se sentiría abrumada también.

-Es una larga historia- explicó Mirabel- mi familia fue bendecida por dones desde hace mucho tiempo. Mi primo se transformó para poder entrar al avión para sacarte, mi tía causó la lluvia que apagó el fuego y mi mamá usó su magia para curarte-

Amelia meditó las palabras de Mirabel y se sentó en la orilla de la cama.

-¿Cuál es tu poder?-

-Yo no obtuve uno- dijo Mirabel apenada- pero voy a estar encargada de cuidar de la fuente de nuestros poderes cuando mi abuela no esté-

La otra muchacha sonrió y puso una mano junto a ella en la cama, invitándola a sentarse con ella. Mirabel asintió y tomó asiento, dejando un espacio entre ambas.

-¿Dónde estoy?-

-Este pueblo se llama Encanto- le dijo Mirabel- no sé exactamente donde estamos en un mapa porque nunca he salido de aquí. ¿A dónde se suponía que ibas?-

Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas ante la pregunta, y Mirabel se arrepintió de haberla hecho. Puso una mano sobre la de Amelia y le sonrió levemente.

-Quiero que sepas que lo que mi abuela te dijo ayer es cierto. Estás a salvo con nosotros. ¿Verdad, casita?-

Casita movió las ventanas en un movimiento amistoso que hizo que Amelia sonriera.

-¿Hay algo que necesites?- preguntó Mirabel- no pudimos rescatar tu ropa, pero logramos sacar solo una caja, supongo que son tus iniciales. Puedo presentarte un poco de mi ropa, o de la de mi hermana en lo que conseguimos algo más para ti-

-Gracias- dijo ella.

-Más vale que te comas las arepas, son tu medicina. Y si te sientes bien, podrías acompañarnos a cenar esta noche- dijo Mirabel. La idea pareció asustarla y sacudió la cabeza- ¿te gustaría que venga a cenar contigo?¿O prefieres que te deje sola?-

-¿Podrías acompañarme?- dijo Amelia nerviosa- ¿Antonio y tú? Si no es pedir mucho-

-Claro que no- dijo Mirabel poniéndose de pie- iré por algo de ropa para que puedas darte un baño, creo que te quedará mejor la ropa de Isabela, regreso en un momento-

-Gracias- dijo ella sonriendo.

Mirabel salió de la habitación y corrió a traer un cambio de ropa de Isabela y se lo ofreció a Amelia, quien sonrió agradecida y fue a darse un baño. Las habitaciones de visitas eran las únicas que tenían su propio baño porque así las hicieron cuando reconstruyeron casita. Prefirió dejarla en paz un momento, ya la vería a la hora de cenar.

Cuando salió de su habitación vio a Camilo rondando por el patio, al parecer un poco distraído.

-¿Qué pasa, Cami?- dijo ella- creí que estarías cuidando a los niños-

-¿Niños? No, yo… tía Julieta dijo viniera por ti. El piloto ya despertó- dijo Camilo- y tiene una historia muy interesante que contar-

Mirabel iba a preguntar, pero Camilo señaló hacia la cocina y se apresuró a ir con su mamá para contarle la conversación entre ambas.

x-x-x

CONTINUARÁ…

¡Hola a todos! Pues tenemos dos nuevos habitantes en el Encanto, Amelia y el piloto. Ya verán qué papel van a jugar los dos en la historia. Espero que les esté gustando esto. ¡Muchas gracias por seguir leyendo!

Abrazos.

Abby L.