Resumen: Mirabel fue elegida por la magia como la sucesora de la abuela Alma, pero también por un viejo enemigo de los Madrigal para saldar cuentas pendientes.
Notas:
1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)
2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.
SUCESIÓN
CAPITULO 8
Casita
Dos semanas después
Matías pudo darse cuenta de que habían sido un par de semanas difíciles para los Madrigal. Mirabel y Julieta habían tenido que pasar despiertas todas las noches vigilando a Amelia porque la muchacha se despertaba en la madrugada gritando, asustada por alguna pesadilla o recuerdo de su vida antes del Encanto, y había sido difícil consolarla.
El piloto les contó la historia de Amelia. La chica pertenecía a una familia acomodada de Villavicencio, pero una semana antes de su aparición un grupo de guerrilleros entraron a la ciudad y comenzaron a buscar a familias a comandadas para robarles sus bienes y asesinarlos. El padre de Amelia la había puesto en el avión con un buen amigo suyo y la había enviado a Cartagena con unos parientes lejanos, esperando que ahí estuviera a salvo, antes de ser asesinado. El avión apenas había podido despegar entre los disparos de los guerrilleros, todo para caerse sobre un lugar desconocido y casi morir.
Suficiente para que la pobre tuviera estrés postraumático.
Además, Amelia no confiaba en nadie. No salía de su habitación y tenía crisis de pánico cuando alguien que no fuera Mirabel, Julieta o Antonio entraba a su habitación.
A pesar de solo haberla visto una que otra tarde durante esas semanas, con una expresión cansada, ojeras bajo los ojos y el cabello despeinado solo hizo que Matías se enamorara más de Mirabel. Había puesto en pausa su entrenamiento con la abuela que la emocionaban tanto y hasta a su comodidad por el bienestar de la joven.
Esa tarde, él y Camilo estaban charlando fuera de casita, disfrutando de la tarde soleada. Como siempre, Matías se mantenía lejos de la entrada de casita a pesar de sus invitaciones de entrar, ya que aún no había olvidado lo sucedido durante el cumpleaños de Mirabel. Sabía que en esos momentos ella estaba durmiendo en su habitación después de haber tenido que acudir a calmar a Amelia varias veces en la noche.
-Han sido semanas difíciles para tu familia- observó Matías mirando hacia la ventana cerrada de Mirabel con una sonrisa enamorada- pero deben estar felices, ¿no? Hoy finalmente es la cena de compromiso de tu hermana-
-¿Umm?- preguntó el muchacho distraído. Aquello lo extrañó ya que su amigo siempre tenía algo que decir con una sonrisa alegre.
-Camilo, ¿te sientes bien?- preguntó Matías.
-Sí, todo está bien, muchas gracias- dijo Camilo molesto porque su amigo interrumpió sus pensamientos- y sí, hoy es la cena de compromiso de mi hermana, que felicidad…-
Pero los ojos de Camilo estaban de regreso en casita, sospechosamente a la izquierda de la cocina, donde estaban las habitaciones de huéspedes. Matías alzó las cejas por un momento y entonces se dio cuenta de lo que pasaba.
-Oh Dios- dijo el joven abriendo los ojos grandemente- ¡es ella, tú estás…!-
-Shhhhhhhh…- dijo Camilo saltando sobre él, casi tirándolo al suelo y cubriéndole la boca con la mano- no te atrevas. Y no, estás equivocado-
Matías tardó dos segundos en entender lo que le preocupaba: no quería que Dolores lo escuchara, aunque ya era demasiado tarde para eso. Seguramente ya lo sabía con lo que había dicho.
-Lo siento- dijo Matías apenado- no pensé en eso. Wow, ahora caigo en cuenta en que he dicho muchas cosas vergonzosas y ella me ha estado escuchando-
-Te lo mereces- dijo Camilo relajándose un poco.
Matías no atinó sino a poner su mano en el hombro de su amigo con una sonrisa, pensando en algo que pudiera animarlo cuando vio a Mirabel, con su expresión somnolienta y su cabello despeinado, abrir la ventana de su habitación sin darse cuenta de que él estaba abajo, mirándola con una sonrisa enamorada, antes de regresar al interior de su habitación a seguir durmiendo.
-Tarado- dijo Camilo dándole un codazo- ya tendrás más suerte mañana-
-Tú también- dijo Matías levantándose con una sonrisa. Esperaba que eso fuera verdad y que la suerte que los dos esperaban llegara pronto.
x-x-x
Esa noche
Mirabel se levantó temprano para arreglarse y bajó al comedor sintiéndose un poco emocionada por su prima. Esperaba que esta cena de compromiso de Dolores no fuera como la de Isabela hace poco más de un año.
Habían advertido a los Guzmán que la pobre chica tenía pesadillas y gritaba de tanto en tanto, para que no se sorprendieran si eso llegara a pasar pero que de todos modos Mirabel iría a verla en caso de que sucediera. Cabe mencionar que la ausencia de Mirabel no sería sentida por la señora Guzmán ni por Mariano, pues ninguno de ellos olvidaba lo sucedido la última vez que fueron a cenar con los Madrigal.
-Ya sé, Dolores, ya sé- dijo Mirabel rodando los ojos cuando su prima le dijo por enésima vez que se mantuviera alejada de los Guzmán. No la culpaba, ella también querría que todo saliera perfecto.
Entró al comedor y ayudó a Julieta a poner la mesa para los Madrigal y los invitados.
-Recuerda servir un plato para Amelia, mamá- dijo Mirabel al ver a Julieta aún trabajando en la cocina.
-Lo sé, corazón- dijo su madre pasándole los platos para que pusiera la mesa- lamento dejarte la responsabilidad de esto, mi amor, pero esta noche tendré mucho trabajo…-
-No te preocupes, puedo con esto- dijo la joven. Julieta le dio un beso en la mejilla.
Después de un rato la mesa estuvo lista y los Guzmán llegaron a la casa Madrigal. Alma y Dolores los recibieron en la entrada y los condujeron al comedor. No solo Mirabel, sino también Isabela fueron estratégicamente colocadas en la parte de la mesa más separada de los Guzmán.
A diferencia de la última vez, la cena transcurrió con normalidad excepto por que el hecho de que Mirabel se disculpó a la mitad de la misma y se llevó su plato para acompañar a Amelia a cenar.
-Hey- dijo Mirabel entrando a la habitación y ofreciéndole un plato- aquí tienes-
-Ah, muchas gracias- dijo Amelia tomándolo y mirando a Mirabel tan arreglada- ¿vas a salir a alguna parte?-
-No, esta noche es la cena de compromiso de mi prima- le explicó ella- en un rato Antonio me avisará cuando Mariano vaya a darle el anillo para que vaya a verlos-
Amelia la miró y bajó la mirada hacia su plato de ajiaco con una expresión triste.
-¿Qué pasa?¿No te gusta?- pregunta Mirabel.
-No es eso- dijo Amelia cabizbaja- ¿por qué estás aquí? Deberías estar con tu familia en este momento, no acompañándome…-
-Ah. No te preocupes mucho por ello- dijo ella tomando su cuchara y dando un sorbo- créeme que mi familia no me va a extrañar, y mucho menos los Guzmán. Es una larga y divertida historia… que luego te contaré-
Amelia sonrió levemente y comenzó a cenar.
-¿Mirabel?¿Te molestaría si te acompaño de regreso por un momento?- dijo ella, y Mirabel la miró sorprendida- no, no para hablar con nadie, solo quiero ver… de lejos-
-Por supuesto que puedes acompañarme- dijo Mirabel con una sonrisa pensando que le haría bien salir de su habitación.
x-x-x
Comedor
Al mismo tiempo
Camilo estaba más que aburrido con la cena de compromiso. Adoraba a su hermana mayor, pero la señora Guzmán no paró de fastidiar con lo que había pasado el año anterior con la cena en la que Mariano propondría matrimonio a Isabela. Bostezó con descaro y se ganó un codazo de parte de Félix para que al menos se cubriera la boca al hacerlo.
Vio a Mariano darle una señal a Antonio y a su hermano salir corriendo del comedor, seguramente para avisar a Mirabel que ya iba a comenzar la parte de la propuesta. No podía ver nada porque su padre le tapaba la vista, así que no pudo pensar en otra cosa más que meterse otra arepa a la boca. Usualmente las cenas eran deliciosas y divertidas en casa de los Madrigal desde que la magia regresó, pero esa noche ya solo estaba comiendo por aburrimiento.
"Ya que termine esta tortura", pensó Camilo mirando de reojo hacia la salida del comedor, "Mirabel tiene suerte de no estar aburriéndose aquí. Me pregunto de qué estarán hablando".
Sabía que su prima había pasado ya mayor parte de las últimas dos semanas con la muchacha, quien tenía todas las razones para estar como se encontraba. Era muy bonita, tenía un largo cabello castaño muy lindo, aunque Camilo no la había podido ver bien, excepto cuando estaba inconsciente y cuando le había dado ese abrazo desesperado pensando que era otra persona. Realmente no le gustaba, como Matías había insinuado, sino que sentía curiosidad por ella desde el momento en que la había visto, o al menos eso creía.
Antonio regresó y susurró algo al oído de Mariano, así que este se levantó de su asiento y se arrodilló delante de Dolores, escupiendo un discurso que seguramente ensayó por un tiempo por sí mismo.
Al no poder ver nada porque su padre bloqueaba su vista, Camilo gruñó frustrado y se levantó de su asiento para ver la escena. Aún estaba escuchando el discurso cursi de Mariano cuando sintió un movimiento en el rabillo del ojo y, cuando se volvió para mirar mejor casi abrió la boca de la impresión.
Mirabel estaba de pie en la puerta del comedor mirando la escena también con una sonrisa en los labios, y junto a ella estaba Amelia tomando su brazo. Pero no parecía la muchacha llena de hollín y sangre que había visto hacía dos semanas, gritando asustada hasta de su sombra, de la que solo había pensado que era bonita. Esta muchacha junto a su prima era la criatura más hermosa que había visto en su vida, con un rostro ovalado, su nariz perfecta y pestañas enormes. ¡Y su cabello! Largo, castaño, cayendo como una cascada por su espalda. Estaba usando un viejo vestido amarillo de Isabela (uno que se salvó de sus ansias por cambiar de color su ropa), pero podría vestir harapos y aún así parecer una princesa.
Amelia volvió los ojos a él, seguramente sintiéndose observada, y los dos mantuvieron la mirada por un momento antes de que la chica se escondiera tímidamente detrás de Mirabel y Camilo volviera sus ojos a Mariano, quien estaba deslizando el anillo en el dedo de Dolores y la familia comenzó a aplaudir.
Cuando Camilo volvió a mirar hacia la entrada del comedor, Mirabel y Amelia ya se habían ido.
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Poco después
Los Guzmán se despidieron y regresaron a casa, la familia dejó la mesa y Camilo se quedó en el comedor a ayudar a Julieta a recoger un poco. El muchacho aún sentía las mejillas calientes después de haber atrapado la mirada de Amelia. Había sentido algo moverse en su estómago que no tenía nada que ver con el hambre.
Aún estaba pensando en lo que había pasado unos minutos antes cuando Antonio regresó al comedor.
-Tía, Camilo, ¿pueden venir con nosotros momento?- dijo Antonio con una sonrisa.
-Claro, Toñito- dijo Julieta dejando lo que tenía en sus manos y lo siguió al igual que Camilo.
Cuando ambos llegaron al patio vio que el resto de la familia estaba reunida ahí esperándolos. No, no toda la familia, nuevamente faltaba Mirabel. La mayoría se miraron entre sí, Pepa miraba a su hijo menor con una expresión interrogante, Isabela estaba confundida y los demás murmuraban en voz baja. Mirabel salió de la habitación de huéspedes.
-Hay algo de lo que quiero que todos escuchen. No tomará mucho tiempo- dijo Mirabel.
-Te escuchamos- dijo la abuela seriamente.
-No a mí- dijo Mirabel asomándose a la habitación de huéspedes y Amelia salió de ella, bajando la mirada al suelo y con sus dedos entrelazados. Camilo hizo un efecto consciente de no dejar abierta la boca al volverla a ver, pero nada pudo hacer para que sus mejillas volvieran a encenderse cuando Amelia levantó la mirada y captó la de él.
-Eh… yo- dijo ella tímidamente- quería decirles que… agradezco lo que han hecho por Jaime y por mí. Lamento mucho haberlos tratado mal al inicio, después de habernos salvado la vida-
-Está bien, mija- dijo la abuela- todos entendemos muy bien. Eres bienvenida en casita por el tiempo que necesites quedarte-
Amelia sonrió pasándose un mechón detrás de su oreja.
-Ah, y felicidades a Dolores por su compromiso- dijo Amelia- fue muy lindo…-
Camilo había dejado de escuchar desde hace mucho, haciendo un esfuerzo para no quedársele viendo, pero realmente era muy difícil. Solo reaccionó cuando Luisa le dio una palmadita (y casi lo tiró de boca al suelo).
-¿Eh?-
-Nos estábamos presentando con Amelia y es tu turno, Cami- dijo Mirabel alzando una ceja como si tratara de entender que le pasaba a su casi-hermano.
-Lo siento. Yo soy Camilo- dijo el muchacho con una sonrisa que esperaba no fuera muy tonta. ¿Por qué sentía tanto calor en las mejillas? Tenía que controlarse- es un gusto conocerte-
Amelia había parecido confundida por su tardanza, pero finalmente le sonrió como al resto.
-Es un gusto conocerte también, Camilo- dijo ella. Su nombre dicho por Amelia le sonaba hermoso, así que tuvo que controlar los músculos de su cara para no sonreír como idiota delante de ella y de su familia. Mirabel ya la veía sospechosamente y no quería darle más aire a sus sospechas. Tenía la esperanza de que ella estuviera tan cansada que no entendiera lo que había pasado.
Después de que toda la familia se presentó, Amelia les agradeció de nuevo y regresó a su habitación. Cuando los Madrigal se dispersaron para irse a dormir, Camilo notó que Mirabel lo miró con una sonrisa traviesa y subió a su habitación sin decirle nada.
-Ugh… genial- dijo Camilo para sí mismo subiendo a su propia habitación gruñendo.
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Tienda de don Carlos
Dos días después
Mirabel había ido a la tienda a comprar algunas telas que estaba en las orillas del pueblo, porque se había dado a la tarea de crear algunos vestidos para Amelia, al menos para que no tuviera que usar los de Isabela. Idealmente habría acompañado a la muchacha a elegir los colores, pero sabía muy bien que eso no era posible.
Había visto cómo la relación de Amelia con su familia había mejorado e incluso se había animado a sentarse con ellos en las comidas. Y no habían pasado desapercibidas para ella las miradas de Camilo hacia la invitada de la familia.
No era porque fuera de su familia, pero Camilo era un joven apuesto que tenía muchas admiradoras en el pueblo, y a pesar de ello nunca había sabido que su primo tuviera un enamoramiento con alguien en el pasado. Aquello era nuevo, y Mirabel no podía evitar sentir un poco de pena por él, ya que sabía que el plan de la muchacha era ir a ver a sus familiares en Cartagena.
Después de una larga caminata cruzó un área de la selva y por fin llegó a la tienda de don Carlos.
-Ah, buenos días, Mirabel- dijo don Carlos al verla llegar- ¿qué es lo que necesitas hoy?-
-Buenos días, don Carlos. Necesito telas nuevas, de color amarillo y rojo- dijo Mirabel.
-¿Un proyecto nuevo?-
-Sí, voy a hacer algo de ropa para Amelia- dijo Mirabel eligiendo los tonos de tela que quería- Isabela le está prestando ropa, pero necesita sus propias cosas a la medida. Ah, esta es linda- añadió viendo otra tela de su color azul favorito con algunos relieves de mariposas en las orillas- también me llevaré un poco de esta, creo que ya sé que hacer con ella-
Don Carlos sonrió amablemente y le entregó las telas, guardándolas en un enorme bolso que Mirabel había llevado precisamente para ello. La chica tomó el bolso y comenzó a correr de regreso a casa para ponerse manos a la obra.
Aún estaba lejos del grupo principal de casas y pasando por un área despoblada cuando se encontró a Esteban y David caminando en sentido contrario y cuchicheando algo entre ellos. Rodando los ojos y esperando a que no se dieran cuenta de que ella estaba ahí sola. Desafortunadamente no tuvo suerte porque Esteban la tomó de un brazo para detenerla.
-Vaya vaya, mira quien está aquí- dijo Esteban tirando su brazo con una sonrisa traviesa- ¿qué hace una Madrigal aquí?¿qué no tienen sirvientes que les hacen todo el trabajo?-
Mirabel se soltó de un tirón, pero esta vez David tomó sus muñecas.
-Suéltame o te vas a arrepentir- siseó ella, pero los dos muchachos se burlaron de ella.
-¿Qué harás?¿Quitarte las chanclas otra vez como la histérica de tu tía?-
Aquello enfureció a la muchacha, quien sin soltar su bolso de telas golpeó a David en la entrepierna con la rodilla y se volvió amenazante a Esteban. Ninguno de los muchachos estaba muy feliz con ella y comenzaron a acercarse de nuevo cuando se dieron cuenta de que dos nuevos habitantes del Encanto venían caminando hacia ellos.
-¿Hay algún problema?- preguntó Ricardo entrecerrando los ojos en dirección a los dos chicos. Al ver al otro joven mucho más grande que ellos, David y Esteban decidieron correr.
Apenas Mirabel respiró aliviada que esos dos se hubieran ido cuando sin ningún aviso la primera se lanzó a abrazarla, haciéndola tirar su bolsa de telas al suelo.
-¡Aaaaah, Mirabel!- exclamó ella- ¡qué gusto verte hoy! Teníamos mucho tiempo sin verte, mi pobre hermano te extrañaba-
Las mejillas de Mirabel se encendieron al escuchar eso, pero Ricardo siguió sonriendo tan brillantemente como siempre y levantó las cosas de Mirabel mientras que Elena siguió hablando sobre lo mucho que la habían extrañado.
-Lo siento, tuvimos un problema en casa, ayudar a mamá a cuidar a nuestra huésped- dijo la joven.
-Ah, ¿no te dije que Mirabel era la persona más generosa que conocemos?- dijo Elena antes de volverse a la tienda de don Carlos- hay algo que necesito, nos vemos en un rato-
La joven entró a la tienda y dejó a su hermano solo con Mirabel, quien a esas alturas estaba más roja que una granada.
-Lamento mucho la actitud de mi hermana, ella siempre es así de brutalmente sincera- dijo Ricardo un poco apenado.
-E…está bien- dijo Mirabel sin saber que otra cosa decir después de todos los halagos de Elena.
-Pero no dijo nada que no sea verdad- añadió el joven guiñándole un ojo y le ofreció un brazo- ¿me permite acompañarla a casa, señorita Madrigal?-
-Claro- dijo la joven más roja que nunca, tomando dudosa el brazo de Ricardo. Sentía los músculos de sus brazos bajo su camisa, pero se forzó a sí misma a no pensar en eso porque sentía aún más calor en su cara.
"El primer vestido que haré tendrá un corte…", comenzó a repasar en su mente, pero sintió a Ricardo rodeando su espalda con su brazo y poniendo su mano en su hombro contrario, acercándola un poco a sí mismo. Ella dio un respingo ante el repentino contacto y lo miró confundida.
-Estabas caminando con los ojos cerrados, no quería que cayeras- le dijo con una sonrisa encantadora.
-Gracias- dijo Mirabel sonriendo levemente sin estar mucho mejor.
Ricardo no la soltó y siguió caminando con ella de esa manera hacia casita. Mirabel no sabía cómo se sentía al respecto, estaba muy nerviosa pero no era una sensación desagradable, ir caminando por la calle principal del pueblo con ese apuesto hombre y que todas las miradas de las jóvenes de su edad estuvieran sobre ellos con envidia.
Al mismo tiempo, y sin que Mirabel se diera cuenta, Matías había estado caminando en una calle cercana a ellos y frunció el entrecejo al ver a Mirabel caminar a hacia su casa junto a ese hombre. Se había estado debatiendo si debía ir a hablar con ella cuando Ricardo captó su mirada y abrazó a Mirabel para acercarla a ella, y Matías vio que la muchacha no se apartó de él, así que regresó a la forja con una expresión derrotada.
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Casita
Poco después
Otra persona que no se esperaba ver a su hermana siendo conducida a casita prácticamente abrazada por el hombre más apuesto del Encanto era Isabela. No porque pensara menos de ella, después de todo era su hermanita y, a pesar de los problemas de autoestima que siempre había tenido en el pasado, Mirabel se había convertido en una joven muy guapa y si no le habían prestado atención antes era en parte su culpa por opacarla.
Mirabel llegó a casa esa tarde con un rostro casi fosforescente de lo apenada que estaba, pero el joven parecía no haberlo notado o no le importaba. Lo reconoció enseguida como uno de los dos hermanos que habían llegado recientemente al Encanto, e Isabela lo visto anteriormente durante la bienvenida.
No sabía que pensar de él, así que se acercó a su hermanita para charlar con ella e intentar obtener algo de información sobre él. No sabía porqué, pero le preocupaba que ese hombre parecía mucho mayor que Mirabel y no quería que se fuera a aprovechar de ella si lo era.
Con eso en mente, subió a la habitación de su hermana donde Mirabel se había puesto manos a la obra con su creación de vestidos para Amelia, aún en su propio mundo y no escuchó a Isabela entrar a su cuarto.
-¿Mirabel?- dijo Isabela en voz alta para llamar la atención.
-Ah, hola, no te escuché entrar- dijo Mirabel sonriendo antes de volver su atención de nuevo a su trabajo- ¿necesitas algo?-
-No realmente, solo quería pasar tiempo contigo. Has pasado mucho tiempo con la abuela y casi no hemos charlado- dijo su hermana sentándose en la orilla de la cama. Vio a Mirabel detener la máquina de coser y comenzar a coser a mano los botones. Al ver que ella no decía nada, Isabela continuó- entonces… te vi hace un rato con ese muchacho-
-¡Ay!- exclamó Mirabel al pincharse el dedo, e Isabela hizo un esfuerzo consciente por no sonreír para no darle la impresión de estarse burlando de ella- yo no… él solo… se ofreció a acompañarme a casa, nada más-
-¿Has charlado con él?¿De dónde es?- preguntó Isabela, esperando que su interés no le pareciera extraño. A pesar de sus preocupaciones, Mirabel le contó todo lo que sabía sobre Ricardo Herrera, y supo que era de un pueblo cerca del Encanto, que había viajado por la mayor parte del país; le contó también sobre su hermana y sobre su familia, que su padre había sido el alcalde del pueblo por largo tiempo y que estaba en el Encanto porque había escuchado del sitio y habían querido conocerlo.
Alzó las cejas tras escuchar toda esa información. Su hermanita parecía emocionada de conocer a alguien así y no quería admitirlo, pero también un poco ilusionada. Se sentía mal por el amigo de Camilo al caer en cuenta de que Mirabel sí parecía interesada.
-¿Qué edad tiene Ricardo? Porque se ve un poco mayor- dijo Isabela sin sonar acusadora, no quería que Mirabel se pusiera a la defensiva ya que era evidente que el muchacho le gustaba.
-Tiene diecinueve, él me lo dijo-
Isabela frunció el entrecejo. No parecía un joven de diecinueve. Matías tenía dieciocho y no se veía tan mayor como él. Quien sabe, quizá era de esas personas que se veían mayores de lo que realmente eran.
-Mira, ¿y qué hay de Matías?- dijo Isabela señalando el broche en su cabello. Mirabel parpadeó y volvió a levantar la mirada hacia ella, se veía mortificada.
-No lo sé, Isa- dijo Mirabel bajando los ojos. Dejó su trabajo por un momento y se sentó a su lado- no estoy segura de nada con este asunto-
-Conozco la sensación- dijo Isabela poniendo una mano en su hombro.
-Sí, recuerdo cuando todos los chicos estaban detrás de ti- dijo su hermana con algo de amargura en su voz. Isabela sonrió y no pudo evitar acariciar el cabello de Mirabel.
-Es algo bueno, ahora yo podré aconsejarte- dijo ella- si me lo permites-
-Claro-
-Toda esta atención que estás recibiendo desde que salvaste el milagro, es la atención que yo tenía por ser la "señorita perfecta". Se siente bien al inicio- dijo Isabela- pero después de un tiempo se vuelve tedioso y luego horrible porque te sientes obligada a cumplir con lo que la gente espera de ti-
Mirabel pareció meditar lo que estaba diciendo antes de que Isabela continuara.
-En cuanto a los chicos, primero asegúrate que te pongan atención no por ser la sucesora de nuestra abuela, sino por la persona maravillosa que eres- dijo ella. Su hermanita la miró con lágrimas en los ojos y la abrazó con fuerza por la cintura, e Isabela la abrazó de regreso- prométeme que tendrás cuidado a quien le entregas tu corazón, Mira, no quiero que te lastimen-
-No lo harán- dijo Mirabel sin soltarla- gracias, Isa-
Isabela respiró aliviada aún abrazando a su hermana, jurando en silencio una muerte lenta y dolorosa si alguien se atreviera a romperle el corazón.
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Patio de casita
Al día siguiente
Camilo sonrió travieso retomando su forma original mientras que Amelia reía en voz alta y aplaudía. El muchacho había aceptado el encargo de la abuela de ayudar a la muchacha a pasar el tiempo por unas horas en la tarde. Como no podía salir de casita (Amelia aún no estaba a gusto entre otras personas) a Camilo se le ocurrió que podían hacer lo mismo que hacía para entretener a los niños: cambiar de apariencia y contarle historias.
-Wow, no sabía que eras tan talentoso para contar historias y actuarlas encima de todo, Camilo- dijo Amelia aún riendo.
-Ya sabes, soy un experto- dijo el aludido alzando las cejas repetidamente.
Era una lástima que no pudiera salir de casita aún, porque conocía un hermoso sitio cerca del arroyo, muy cerca de donde Matías había llevado una vez a Mirabel, donde podían tener un picnic y tomar un poco de aire fresco. Ahora que lo pensaba, su amigo le había hablado de las luciérnagas que aparecían algunas veces en el patio posterior de casita, quizá podía llevarla ahí.
-Gracias por lo que haces, me siento un poco mejor- dijo Amelia con una sonrisa triste.
-No es nada-
Camilo no tenía idea de qué conversar con esa chica, creía que estaría feliz de pasar el tiempo con ella pero no era para nada como charlar con Mirabel o el resto de las chicas Madrigal. Tampoco era como con las otras chicas de su edad, Amelia conocía el mundo fuera del Encanto y no era de ese tipo de mundo.
La joven le sonreía amablemente pero Camilo tenía miedo de que le aburriera. Una persona tan interesante como ella seguramente estaría fastidiada de la monotonía del Encanto. O quizá era su compañía la que no era interesante y por eso solo lo miraba con una expresión que le parecía aburrida. Claro, su hermana y sus primas eran mucho más interesantes y creativas, sobre todo Mirabel. Él solo era el chico aburrido que pasaba su tiempo con niños y jugaba a cambiar de forma con ellos.
-Hey- dijo ella poniendo una mano en su hombro- ¿estás bien? Te quedaste serio de pronto-
-Sí, está todo bien- dijo Camilo sonriendo- seguramente ya te aburrí con esto. ¿Quieres hacer algo más?-
-No, está bien- dijo Amelia- me gusta lo que estás haciendo. Hace mucho tiempo que no reía tanto como cuando te transformaste en ese chigüiro enorme y el incidente con las arepas-
-No le digas a nadie, pero no era parte del acto- dijo Camilo- mi tía Julieta siempre deja unas arepas con extra mantequilla para tío Agustín cuando estamos aquí-
Amelia rió en voz baja.
-Quisiera probar una de esas arepas- dijo ella. Camilo sonrió travieso.
-Entonces vamos a tener una misión- dijo el muchacho transformándose en Antonio- nadie puede negarle nada a Antonio-
Los dos se dirigieron a la cocina y, tal y como había dicho Camilo, tía Julieta había dejado unas arepas recién hechas que aún humeaban y olían delicioso a mantequilla. El muchacho regreso a la normalidad y tomó una, envolviéndola en una servilleta y se la entregó.
-Por favor prueba esta delicia…-
Vio a Amelia probarla y sonreír ampliamente tan pronto como lo hizo. Sabiendo que le había gustado, Camilo iba a presumir de lo deliciosa que estaba cuando alguien entró corriendo a la cocina, respirando agitadamente y con una expresión molesta. Los dos presentes dieron un brinco de sorpresa pensando que los habían descubierto, pero no era nadie de la familia, era su amiga de la escuela.
-¿Lucy?- dijo Camilo sorprendido y extrañado de verla ahí. Amelia se ocultó por un momento detrás de él, como hacía cada vez que no conocía a alguien- ¿qué estás haciendo aquí?-
-Tenemos un problema, Cami- dijo Lucía seriamente y miró dudosa a la chica detrás de él, pero continuó- Matías está seguro que tu prima está saliendo con otro chico-
-¿Qué?- exclamó Camilo confundido. Él no sabía nada al respecto. ¿En qué momento había ocurrido eso?¿Qué no llevaban más de dos semanas sin salir, cuidando de Amelia? Sin saber a qué se refería, el muchacho preguntó- ¿quién?-
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CONTINUARÁ…
¡Hola a todos! Pobre Matías porque Ricardo está tomando la delantera. No solo estoy, alguien le movió el tapete a Camilo, pero lo está levando muy bien. Ya verán cómo les va a partir de ahora.
Muchas gracias por seguir leyendo.
Abby L.
