Resumen: Mirabel fue elegida por la magia como la sucesora de la abuela Alma, pero también por un viejo enemigo de los Madrigal para saldar cuentas pendientes.
Notas:
1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)
2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.
SUCESIÓN
CAPITULO 9
Casa Madrigal
Al día siguiente
Mirabel salió de la habitación de su abuela con una leve sonrisa. Por primera vez desde que había comenzado con su entrenamiento con Alma no se había sentido mal ni había causado que aparecieran cosas de la nada, lo cual era un gran avance y la abuela parecía estar muy orgullosa de ella. Aquello la aliviaba enormemente y la llenaba de confianza sobre su futuro papel como guardiana de la magia.
Bueno, sí tenía un leve dolor de cabeza que se negaba a desaparecer pero no la hacía cerrar los ojos ni la incapacitaba como antes, y estaba segura que con un poco más de práctica podría ya no sentir nada.
-¡Hey, Mira!- la llamó Camilo desde la puerta principal, interrumpiendo sus pensamientos optimistas. Estaba acompañado de Lucía- vamos a ir al arroyo, y don Gabriel nos envió algunos dulces. ¿Vienes?-
La joven alzó las cejas porque había un par de cosas que estaban fuera de lugar. Si recordaba bien, esa tarde le tocaba a Camilo acompañar a Amelia y él jamás dejaba pasar una oportunidad de estar con la muchacha recién llegada. Y la otra es que Lucía parecía estar seria y no le sonreía como de costumbre. ¿Había hecho algo malo?¿O había alguna otra razón por la que su mejor amiga estuviera enojada con ella?
-No puedo esta tarde, Cami, estaré muy ocupada- dijo Mirabel. No era mentira, tenía muchos atuendos que hacer para Amelia y no podía perder el tiempo- creí que esta tarde estarías con Amelia-
-Ah no. Dolores me dijo que cambió planes con Mariano y en vez de ello quería pasar tiempo con ella- dijo su primo un poco apenado, con una actitud extraña en él- ¿no podrías dejarlo para más tarde? Matías nos va a acompañar cuando termine su trabajo-
Una sonrisa apareció en los labios de Mirabel al pensar en Matías y estuvo seriamente tentada a dejar el trabajo y acompañarlos, pero su sentido de responsabilidad no se lo permitió: ella había prometido que tendría esos atuendos tan pronto como pudiera. Ya tendría tiempo de pasar con sus amigos más tarde.
-Lo siento mucho. Los alcanzaré cuando termine- dijo la muchacha sonriendo a manera de disculpa y entró a su habitación para ponerse manos a la obra hasta la hora de comida. Tanto Camilo como Lucía parecían estar muy decepcionados por su respuesta, pero no había sido normal, por sus expresiones había sido casi como si estuvieran ofendidos con ella.
Antes de empezar a trabajar, Mirabel se sentó en la orilla de su cama meditando si había hecho algo para que ellos dos estuvieran ofendidos con ella. Que recodara no había pasado nada que pudiera hacer que estuvieran enojados. Al contrario, el día anterior Camilo estaba tan alegre y juguetón como siempre con ella. ¿Acaso había dejado que su nuevo rol con la vela afectara su juicio o se le subiera a la cabeza?
Después de pensarlo por varios minutos, Mirabel no pudo pensar en algo que hubiera hecho para que su primo y su amiga se ofendieran. Ella solo estaba tratando de ayudar, y no era la primera vez que cancelaba sus planes con ellos por tener que hacer algo para Amelia. Ninguno de los dos dijo nada cuando pasó dos semanas prácticamente encerrada para acompañar a la muchacha.
Encogiéndose de hombros al no encontrar una respuesta, Mirabel se sentó frente a su máquina de coser y comenzó a trabajar en los vestidos para su nueva amiga tratando de no pensar en lo que acababa de pasar y enfocándose en lo positivo: su dolor de cabeza no había empeorado.
Después de un rato Amelia y Dolores llegaron a acompañarla, principalmente para charlar con ella y para que Mirabel pudiera tomar medidas a la primera y ver que lo que estaba haciendo fuera de su talla.
Dolores solo escuchaba con una frustrante sonrisa misteriosa que hacía que Mirabel pensara que sabía algo que ella no. Prefirió no pensar en eso, sabía que su prima le avisaría de algo importante.
Solo se interrumpieron a la hora de comer y cuando Julieta subió a llevarles bocadillos.
-Seguramente tu mamá solo vino a ver cómo estabas con la excusa de traernos esos buñuelos- dijo Dolores con una sonrisa.
-¿Por qué?- quiso saber Amelia- ¿Mirabel ha estado enferma?-
-Eh… es una larga historia- dijo Dolores con una sonrisa. Amelia no siguió preguntando porque Mirabel fue más rápida para desviar su atención.
-Creo que ya está falda. ¿Por qué no te la pruebas?- dijo ella con una sonrisa. Amelia sonrió y se levantó para probársela.
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Frutería
A la mañana siguiente
Mientras que su hermana menor estaba ocupada con sus lecciones con la abuela, Isabela aprovechó el tiempo para averiguar más de ese muchacho, Ricardo Herrera, que parecía estar cortejándola. Camilo le había dicho que su mejor amigo vio a ese muchacho abrazando a Mirabel y que estaba convencido de que ya eran una pareja.
Haciendo lo posible por no llamar mucho la atención, Isabela se dirigió a la frutería del pueblo, donde la mayoría de los habitantes iban a comprar los ingredientes para preparar sus alimentos. Estaba casi a la orilla del pueblo y ella nunca era la encargada de ir por la comida, casi siempre ese era el trabajo de Luisa. Sabía, gracias a Dolores, que ese era el mejor lugar para escuchar los chismes del pueblo y era mejor que no solo escuchara, sino viera.
Apoyó su espalda en la pared de la heladería que estaba justo en frente tratando de pasar desapercibida, pero desafortunadamente no lo logró.
Marina, su ex mejor amiga, fue la primera que notó su presencia y se acercó a ella con cara de pocos amigos. Desde que vio sus ojos sobre ella, Isabela supo que no eran buenas noticias y se preparó mentalmente para lo que venía pero jamás pensé que Marina no fuera a tomarla con ella, sino con Mirabel.
-Ah, mira nada más quién está aquí, la reina de los colores- dijo Marina con una apariencia de estar oliendo algo muy desagradable. La muchacha solo rodó los ojos.
-Piérdete, Marina- dijo Isabela sin mirarla, con su vista aún en la puerta de la frutería.
-Claro, solo después de darte un mensaje para la zorra de tu hermana- escupió Marina haciendo que Isabella se volviera hacia ella con una expresión ofendida- ¿qué acaso un solo chico no es suficiente para esa presumida?-
-¡Cuidado con lo que dices, es mi hermana de la que estás hablando!- siseó Isabela más furiosa de lo que había estado nunca con ella- ella no haría nada impropio-
-Claro, entonces imaginé que la vi con Matías el otro día, tomando su mano y con ojitos enamorados, y después la veo muy abrazada de Ricardo Herrera- dijo Marina pasándose la mano por el cabello como ella misma solía hacer en el pasado- ¿cuántos más tiene la muy zorra? ¿Se cree que puede hacer lo que quiera solo porque es la nueva favorita de la señora Alma?-
-¡Deja de hablar así de Mirabel!- exclamó Isabela molesta mientras que algunos cactus aparecían en el suelo a su alrededor- ¡no tienes idea de lo que está pasando! Mirabel ha estado trabajando muy duro para el bien del Encanto, y ella jamás haría algo indebido o lastimaría a alguien a propósito-
-Awwww… veo que te volviste tan patética y sentimental como ella- dijo Marina dándole la espalda- dile que si no quiere que le arranque el cuero cabelludo se aleje de Ricardo. Él es demasiado mayor para ella después de todo. Y aquí tienes un secretito: yo ya pasé varias noches con él, es mío-
Isabela abrió la boca y luego la cerró tratando de entender lo que acababa de escuchar. Marina se estaba alejando cuando ella extendió su mano para detenerla.
-¡Espera! ¿Demasiado mayor?¿Qué quieres decir con…?- preguntó Isabela sintiendo un vuelco. Mirabel le había dicho que Ricardo tenía diecinueve. Pero Marina le lanzó una mirada de burla y se fue de ahí. Y sobre lo otro… su ex amiga era mentirosa, quien sabe si estaba mintiendo.
Aquello hizo que Isabela se sintiera sumamente preocupada. Quizá eso era solo una mentira de Marina, una invención para hacer que Mirabel se alejara de Ricardo pero… ¿y si era verdad?
Desde el inicio Isabela había pensado que Ricardo era mayor incluso que ella misma, y solo se había tranquilizado cuando Mirabel le dijo que estaba segura de que tenía diecinueve. No quería pensar que su hermana de dieciséis estuviera saliendo con un hombre mucho mayor que ella.
De casualidad Ricardo llegó a la frutería e Isabela hizo crecer un árbol junto a la heladería para ocultarse detrás de ella. Vio acercarse a Marina y poner una de sus manos en su cadera.
-Buenos días, señorita Marina- dijo Ricardo en un tono que parecía ser amable, pero su actitud era más coqueta.
-Buenos días, Ricardo- dijo Marina tomando su brazo- ¿no quieres ir a mi casa? Hay algo que te quiero mostrar…-
-Quizá otro día- dijo el muchacho- quiero ir a la casa Madrigal en caso de que vea a la señorita Mirabel-
Vio a Marina hacer una mueca y apretar su agarre del brazo del hombre.
-Ah, no lo hagas- dijo Marina borrando su sonrisa- Mirabel es solo una niña, ¿no prefieres pasar el tiempo con una mujer de verdad?-
-Ah, puede ser joven pero tiene lo suyo- dijo Ricardo sin dejar de sonreír misteriosamente. Se soltó de la joven y se fue de regreso a su casa a las orillas del pueblo, dejando a Marina echando chispas y a Isabela pensativa sobre si era cierto o no lo que había escuchado.
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Patio trasero de casita
Al mismo tiempo
Los miércoles era el día de lavar la ropa en la casa Madrigal, un trabajo que se turnaban entre toda la familia excepto Julieta, quien siempre estaba ocupada en la cocina o atendiendo enfermos, y Luisa, quien siempre tenía cientos de encargos en el pueblo.
Esa tarde la encargada era Pepa, quien estaba lavando con ayuda de Antonio (quien separaba los calcetines y les buscaba sus pares) y Félix, quien cargaba los canastos de ropa recién lavada para tenderse y la ropa seca para doblarla y distribuirla.
-Creo que nos estamos haciendo viejos para esto, mi amor- dijo Pepa poniendo sus manos en su espalda.
-Pfff… quizá yo, mi vida, pero tú sigues viéndote tan joven y hermosa como el día en que te conocí- dijo Félix.
Un arcoíris apareció sobre la cabeza de Pepa. ¡Adoraba a ese hombre con el que se había casado! A pesar de ser tan terco como él, siempre parecía tener la misión de hacerla sentir la persona más hermosa y sublime del mundo, y vaya que lo lograba.
-Mmmm… pero ya estamos mayores, quieras o no, y con una hija casada- dijo Pepa.
-Pronto serán abuelos- dijo de pronto Antonio, haciendo que ambos se miraran sonriendo.
-Ojalá no tan pronto- dijo Félix- deja que Mariano y Dolores disfruten estar juntos por un tiempo-
Antonio iba a decir algo cuando los tres vieron a Isabela caminar de regreso a casita. Era raro que la mayor de los nietos quisiera pasar la mañana en el pueblo, a menos de que fuera a decorar casas, pero cuando lo hacía siempre regresaba sonriendo animada por sus nuevas creaciones de plantas.
-¡Hey, Isa!- dijo Antonio moviendo su mano. Isabela sonrió levemente y le dio unas palmaditas en la cabeza antes de entrar a la casa.
-Hola tía Pepa, tío Félix- dijo la muchacha sin muchas ganas y entró a la casa. Los mayores se miraron entre sí.
-¿Qué le pasa?- dijo Pepa, y Félix se encogió de hombros. Sabiendo que su esposo podía manejar lo que faltaba de la ropa limpia, la mujer se apresuró a detener a su sobrina.
-Isa, ¿qué sucede?¿Pasó algo malo?- preguntó Pepa.
-No estoy segura, tía. Es algo que tengo que… pensar- dijo ella.
Pepa no dijo nada. Isabela era su sobrina favorita, siempre la había comprendido y tratado con cariño ayudándola a controlar su don tanto como Félix. Una parte de ella se sentía culpable por acaparar tanto su atención, sobre todo cuando Isabela creció, porque la muchacha pasaba menos tiempo siendo la hermana mayor de Luisa y Mirabel.
-¿Quizá puedo ayudar?- dijo Pepa en forma de pregunta.
-No lo sé- dijo Isabela encogiendo los hombros- déjame pensarlo-
Pepa asintió y solo le dio una palmadita en la espalda mientras Isabela subía a su habitación. Cuando regresó al patio, Félix ya había terminado de recoger la ropa y llevaba el canasto, mientras que Antonio llevaba el de calcetines.
-¡Ya terminamos, mamá!- exclamó. Félix notó que Pepa no había regresado muy contenta de la conversación con Isabela.
-Muy bien Toñito- dijo ella con una sonrisa, aunque había una nube blanquecina en su cabeza, aunque su buen humor seguía presente.
-Dolores me dijo algo interesante- dijo Félix con una sonrisa, con la idea de que su esposa se animara un poco- vio que hay un muchacho que ha estado siguiendo a Luisita pero no se atreve a hablar con ella-
-Awwww- exclamó Pepa, inmediatamente olvidando su preocupación.
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Forja
Al día siguiente
Matías decidió concentrarse en su trabajo para no pensar en lo que había visto hacía unos días. Quizá tenía razón y Mirabel solo lo veía como un amigo, jamás lo vería como una pareja. Estaba bien, podía vivir con eso.
"Tres cerrojos para mañana…", se repitió mentalmente mientras trabajaba tratando de no pensar en eso, "tengo que terminar los tres…"
¿Y si estaba equivocado? Tal vez todo fue un error, un malentendido. No pudo evitar notar la mirada que Ricardo le había lanzado cuando abrazó a Mirabel. Tal vez ella ni siquiera era consciente de lo que el hombre estaba haciendo y solo aceptó ese abrazo porque es muy amable y no sabía cómo reaccionar.
"Sí, Matías, sigue repitiéndote esto", pensó el muchacho.
Desde que era pequeño Mirabel siempre había sido su mundo a pesar de que aún no se diera cuenta de ello, comenzando a volverse cercanos poco después de que ella no recibiera su don, cuando los otros niños comenzaron a burlarse de ella por eso. Matías no lo había permitido y siempre había defendido a Mirabel y a Camilo cuando eran el objeto de burla de otros. Después de eso los cuatro, incluyendo a su hermana, se habían vuelto casi inseparables.
Matías veía en los ojos de Mirabel la hermosa persona que era, siempre preparada para ayudar a los demás, siempre preocupándose por el bien y la felicidad ajena. Apenas unas semanas antes había perdido catorce noches de sueño para acompañar a Amelia y ayudarla con sus pesadillas.
Matías suspiró. No creía que ningún hombre pudiera ser digno de Mirabel, ni siquiera él, pero deseaba con todo su corazón que lo eligiera. No podía evitarlo, ella era una luz brillante que él necesitaba para sobrevivir.
"Concéntrate. ¡Concéntrate!", se dijo a sí mismo regresando su atención a lo que estaba haciendo "los tres cerrojos…"
Siendo sincero, él lo aceptaría si Mirabel llegaba a elegir a otro hombre y éste la hacía feliz. Ella era la persona más importante en su vida, pero se conformaría si ese otro hombre la trataba como se merecía.
De pronto escuchó una risa que hizo que su corazón diera un vuelco. Por un momento pensó que la estaba imaginado, pero a pronto se dio cuenta de de que era real, así que dejó su martillo de lado, se quitó los guantes y se asomó al exterior por la puerta.
Mirabel estaba ahí, riendo y cubriéndose la boca con una mano en un gesto tímido, con sus mejillas levemente ruborizadas. ¡Se veía tan hermosa! Pero desgraciadamente no estaba sola.
La muchacha llevaba lo que parecía ser una caja debajo de su brazo. Ricardo estaba con ella, le quitó la caja con una mano y con la otra la envolvió en un abrazo, besando su mejilla y comenzando a caminar con ella rumbo a casita con una familiaridad que Matías jamás había tenido con ella.
Aquello terminó de romper el corazón del muchacho. Regresó al interior de la forja cabizbajo y no pudo siquiera volver a tomar el martillo. Se dejó caer en el suelo y se llevó las manos a la cabeza pensando que había perdido su oportunidad.
"Ella se ve feliz", pensó repetidamente para consolarse "si ella está feliz, puedo aceptarlo. Estoy bien…"
Respiró hondo. Lo podía aceptar, pero sentía que le estrujaban el corazón. Sabía que las cosas no podían seguir como antes, Mirabel sabía como se sentía y no quería hacer las cosas incómodas para ella. Tendría que evitarla, al menos por un momento, porque seguir viéndola sabiendo que estaba fuera de su alcance le dolía mucho y no sería justo para el otro muchacho.
Y tendría que deshacerse de su apodo cariñoso, no podía seguir llamándola Miri si ella tenía un novio.
Se abrazó y respiró hondo de nuevo para calmarse pero no podía hacerlo, se sentía horrible. No creía que pudiera terminar su trabajo ese día, no tenía la voluntad de ponerse de pie, mucho menos ponerse a trabajar. Se cubrió la cara con las manos tratando de no pensar en lo que acababa de ver.
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Al mismo tiempo
Mirabel había salido de casita a comprar algunos botones, que era lo único que le falta para terminar las blusas que había hecho para Amelia. Había elegido varios tipos para diferentes blusas, algunas bolas de estambre, y la dueña de la mercería lo había puesto todo en una caja para que fuera más fácil llevárselo.
En el camino de regreso a casa, Mirabel se encontró a Ricardo y a Elena, quienes comenzaron a hablar con ella. Como siempre que se encontraba a los hermanos, Elena había encontrado una excusa para desaparecer después de un rato de charlar con ella para dejarla a solas con su hermano. Al principio Mirabel no se había dado cuenta de ello, pero era un patrón que se repetía constantemente cada vez que los veía.
Ricardo era realmente encantador, muy apuesto y maduro que siempre estaba dándole cumplidos y haciéndola sentir muy guapa. Se sentía halagada, pero aún no estaba segura de sus sentimientos. Miró de reojo la forja donde Matías todos los días trabajaba, pensando en el día en que le había confesado sus sentimientos y no había sabido como corresponderlos. Distraídamente se llevó una mano a su broche y sonrió pensando en el día en que se lo había regalado.
Nunca se había sentido de esa manera. ¿Había sido así para Isabela en el pasado? Nunca había tenido ese tipo de atención, en parte porque su hermana siempre la había acaparado, pero ahora era ella quien llamaba la atención en la familia desde el día en que sostuvo la vela por unos segundos.
-Vaya…- dijo Mirabel pasándose un mechón de cabello detrás de su oreja al ver a Elena hacer una mala excusa para dejarlos solos otra vez. Sus mejillas se sentían calientes.
"Maldita sea, ¡controla tus emociones!", pensó ella.
-Disculpa a Elena, no tendría que hacer esto si yo viniera solo a buscarte- dijo Ricardo guiñándole un ojo- apuesto a que desearía tener el don de desaparecer-
Mirabel rió nerviosamente en voz alta ante el inesperado chiste y Ricardo amplió su sonrisa. Se sentía un poco ansiosa y aún abrazaba la caja contra su pecho sin saber qué decir.
-¿No quisieras que hagamos algo? Podemos tomar un café juntos o…-
-Lo siento, Ricardo, yo… tengo mucho trabajo en casa- dijo ella apenada.
-En ese caso, permíteme acompañarte a casa, Mirabel. No quisiera que los rufianes del otro día te molesten- dijo el muchacho y, sin esperar a que ella respondiera, tomó su caja con una mano y rodeó su espalda en un abrazo con la otra poniendo la mano en su cintura. La manera en la que puso sus dedos hizo que Mirabel sintiera cosquillas y riera en voz alta.
Aquello pareció causarle gracia a Ricardo y rió también.
-No hagas eso, no me gusta- dijo Mirabel a punto de separarse de él, pero Ricardo transfirió su mano a su hombro.
-No sabía que tenías cosquillas, lo siento- dijo sin dejar de sonreír antes de comenzar a caminar con ella hacia casita.
Unos pasos más adelante Mirabel se separó de él, no porque le desagradaba sino porque se sentía abrumada por sus sentimientos. Ricardo no pareció ofenderse por ello, al contrario, siguió caminando a su lado hasta que llegaron a casita. Ahí Ricardo le dio otro abrazo antes de devolverle la caja y despedirse de ella.
Al verlo alejarse, Mirabel se puso una mano en el pecho. No sabía porqué se sentía tan extraña y tan diferente que con Matías. Emocionada sí, pero diferente.
Sacudió la cabeza. No tenía tiempo para pensar en eso, tenía trabajo que hacer. Pero cuando entró a casita su hermana mayor tenía otra idea.
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Al mismo tiempo
Isabela había tenido tiempo para pensar en lo que había visto y decidió que debía advertir a su hermana sobre sus preocupaciones y cuando la vio llegara con Ricardo aquella determinación fue más fuerte.
-Mirabel, ¿tienes un minuto?- dijo Isabela tan pronto como entró a casita- hay algo de lo que quiero hablar contigo-
-¿Ah?- dijo Mirabel extrañada- claro… ¿de qué quieres hablar?-
-Vamos a mi habitación- dijo Isabela.
Las dos hermanas subieron a la habitación de Isabela. Mirabel no solía entrar ahí, aunque no tenía malos recuerdos de ese sitio. Casita había cambiado esa habitación para acomodar mejor los nuevos intereses de Isabela y ahora estaba llena de otro tipo de plantas, no solo rosas y flor de mayo.
-Toma asiento- dijo la mayor sentándose en la orilla de la cama y vio a su hermana hacer lo mismo.
-¿De qué querías hablar?- dijo Mirabel.
-De Ricardo- dijo Isabela- la última vez que hablamos fue porque realmente me dio mala espina y me temo que eso ha estado… empeorando durante los últimos días-
Isabela vio a Mirabel abrir la boca y luego cerrarla. Casi podía ver los engranes detrás de sus ojos mientras que procesaba lo que acababa de decir.
-¿Por qué?- dijo en un tono neutro, e Isabela lo tomó como una buena señal.
-Creo que te está mintiendo, que en realidad es mucho mayor que tu- dijo Isabela seriamente- y creo que está saliendo con otras personas mientras trata de cortejarte-
-¿Quién?-
-Marina- dijo Isabela.
-Pffff… sabes que esa es una mentirosa- dijo Mirabel rodando los ojos y cruzándose de brazos- solo tiene envidia porque Ricardo no le presta atención-
Isabela tomó aire. Esto no iba nada como lo había planeado, pero era necesario para que su hermana estuviera a salvo y que nadie fuera a romper su corazón.
-Mirabel- dijo la mayor- por favor escucha lo que te voy a decir y saca tus propias conclusiones. Todo el mundo piensa que Ricardo es mayor de lo que te dijo. Y Marina dijo que ya había pasado varias noches con él…-
-¡Es Marina!- interrumpió Mirabel- sabes que tipo de persona es-
Sí, ella sabía que tipo de persona era, y podía ser envidiosa, presumida y muy fastidiosa, podía herir a quien quisiera con una palabra pero alguien que no solía mentir.
-Dijo que el otro día te fuiste a solas con Mati a la orilla de la selva…-
-¡Estábamos comiendo un helado y charlando, nada más!-
-…y que al día siguiente estabas abrazada de Ricardo por la calle principal- termino Isabela.
-¡Él me abrazó a mí, yo no inicié eso!- dijo Mirabel comenzando a ofenderse- ¡yo no he iniciado nada! ¡Ellos son los que me han buscado!-
Isabela volvió a tomar aire. Tenía que tener cuidado con lo que decía o el lado obstinado de su hermana iba a tomar las riendas de sus pensamientos y no iba a terminar bien. No quería que se enojara con ella o peor, que no escuchara su advertencia.
-No te estoy criticando, Mira- dijo Isabela- solo te quiero advertir. Esto me pasaba a mí también cuando era la favorita de la abuela. Ten cuidado, no quiero que te lastimen-
-Estaré bien, no necesitas preocuparte por mí…- dijo su hermana con la intención de caminar hacia la puerta.
-Creo que no deberías ver a ese chico, al menos no a solas- dijo Isabela de pronto antes de que su hermana se fuera- estoy segura de que te mintió y solo está tratando de cortejarte porque eres una Madrigal y porque vas a ser la guardiana del milagro…-
-¿Qué?- dijo Mirabel deteniéndose de pronto.
-Es lo que pienso porque…-
-¿Por qué haces esto?¿Estás molesta conmigo porque ahora es a mí a quien ponen atención?- dijo su hermana menor frunciendo el entrecejo- ¡pues yo no pedí esa atención, Isa!-
-¡No! Yo no…-
-¡No tienes idea cómo fue toda mi vida estar a un lado, eclipsada por todos ustedes!- dijo Mirabel con lágrimas en los ojos- y ahora que por fin dejo de estar en las sobras, ¡lo primero que haces es tratar de arruinarlo!-
-¡No estoy arruinando nada, Mira, estoy tratando de protegerte!- dijo Isabela.
-¡No necesitas protegerme de nada!- dijo Mirabel con lágrimas en los ojos- ¡solo… solo déjame en paz!-
Con eso, Mirabel salió de la habitación dando un portazo y regresó a la suya, dejando a Isabela sola con una expresión derrotada, aunque no por mucho tiempo. Dolores llegó a los pocos minutos, mirando a su prima cruzada de brazos.
-Bueno, eso no salió como lo planeaste…- dijo su prima- ¿qué vas a hacer ahora?-
Isabela se llevó las manos a la cara. Eso había sido un desastre.
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CONTINUARÁ…
¡Hola a todos! Espero que les esté gustando esta historia. Nos leemos pronto.
Abby L.
