Resumen: Mirabel fue elegida por la magia como la sucesora de la abuela Alma, pero también por un viejo enemigo de los Madrigal para saldar cuentas pendientes.

Notas:

1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)

2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.

SUCESIÓN

CAPITULO 11

Casita

Días después

Ese día la casa Madrigal las cosas estaban muy agitadas porque era la mañana de la boda de Dolores. El cielo estaba nublado porque Pepa estaba muy estresada, pero habían hecho preparativos para prevenir lo sucedido durante la vida de los padres de Dolores. Julieta había preparado un té relajante especial para su hermana y parecía que había funcionado, al menos para evitar un desastre. Los hombres de la casa estaban ya en la plaza ayudando a la señora Guzman a acomodar las mesas y sillas fuera de la iglesia para la recepción. Mientras tanto, todas las nietas ya estaban listas y se habían reunido en la habitación de Dolores para ayudarla a prepararse.

Mirabel aún no había hecho las pases con Isabela después de la pelea que habían tenido, pero las hermanas solo habían decidido hacer como que nada había pasado, al menos durante la boda de su prima.

Isabela se había encargado de arreglar el cabello y el maquillaje de Dolores, Mirabel estaba aún arreglando algunos detalles del vestido de la novia para que no tuviera ningún incidente, y Luisa estaba asistiendo a sus hermanas para lo que necesitaba.

-Luisa, pásame aquel labial, éste no es el que necesito- dijo Isabela.

-Ah, te ves hermosa, Dolores- dijo Mirabel mientras que Isabela terminaba de maquillarla.

Isabela le había arreglado el cabello suelto y solo tenía un pequeño broche blanco donde se colocaría el velo. La menor de las chicas desabrochó el vestido con cuidado para que su prima se lo pudiera poner y la ayudó a abrochárselo de nuevo. Luisa les pasó el velo a Isabela y ésta se lo puso.

-Awwww- exclamó Mirabel mientras que ella e Isabela la conducían al espejo para que se viera. La expresión de Dolores al verse vestida de novia enterneció a sus primas, quienes tuvieron que resistirse la tentación de abrazarla para no arruinar el hermoso vestido con sus maquillajes.

-Gracias, Isa, me encanta…- comenzó a decir con voz quebrada.

-No llores, no queremos que se arruine tu maquillaje- dijo Luisa.

-No se arruinará, las flores que tengo crean un maquillaje que no se quita en varios días- dijo ella- ahora, ¿qué flores quieres para tu ramo?-

Aún estaban en eso cuando Pepa y Julieta entraron a la habitación y sonrieron enternecidas al ver a sus hijas, sobre todo lo hermosa que había quedado Dolores después de la ayuda de sus primas.

-Ah, mi bebé está tan grande…- exclamó Pepa al ver a su hija y acercándose para abrazarla. Una nube lluviosa apareció sobre ella y Julieta la atajó para que no se acercara mucho.

-Cuidado con tu nube, tía Pepa- le advirtió Mirabel- el maquillaje puede ser a prueba de agua pero el vestido no lo es-

Pero la nube sobre Pepa desapareció al escuchar eso, así que se acercó a abrazar a su hija y luego a sus sobrinas, agradeciéndoles por haber ayudado a Dolores. La abuela y Amelia llegaron tras ellas y también se deshicieron en elogios para la novia.

De pronto casita acercó un reloj para advertirles que ya eran las tres y media, y tenían que irse porque la ceremonia comenzaba a la cuatro.

-¿Pero qué estamos haciendo aquí? ¡Es hora de ir a la iglesia! No debemos hacer esperar al novio- dijo la abuela con una sonrisa- Luisa, por favor asegúrate de que nada ensucie el vestido de Dolores-

Luisa obedeció y levantó a Dolores en sus brazos, caminando hacia la iglesia. Isabela corrió detrás de ellas.

-¡Esperen!¡Falta el ramo!- exclamó Isabela.

Mirabel dejó escapar una risita e iba a salir también pero Amelia la detuvo, y fue cuando se dio cuenta de que la chica estaba también vestida como para ir a la boda.

-¿Ame?¿Vas a ir con nosotros?- preguntó Mirabel.

-Sí- dijo ella un poco apenada- ¿puedo ir contigo?-

-Claro- dijo Mirabel tomando su brazo y dirigiéndose a la puerta con ella. En la entrada de casita se encontraron a Camilo con una leve sonrisa.

-Buenas tardes, señoritas. ¿Me permitirían conducirlas a la ceremonia?- dijo alzando las cejas travieso.

-Por supuesto- dijo Amelia soltando el brazo de Mirabel y tomando el de Camilo para caminar hacia el pueblo.

Mirabel los miró irse con una sonrisa, feliz por el hecho de que Camilo y Amelia parecieran estar llevándose muy bien. Ella misma tenía sus propios planes: si tenía suerte, esa noche tendría un momento para ver a Matías y por fin reconciliarse con él. Su corazón dio un vuelco al pensar en ello, tenía miedo de esa conversación pero al final valdría la pena, o al menos eso esperaba.

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Casa de los Garza

Al mismo tiempo

Ese día Lucía tenía la difícil labor de arreglarse para la boda al mismo tiempo que se aseguraba que abuelo y hermanos también estuvieran listos para la misma también. El abuelo era bastante terco y quería usar una camisa que no era la más adecuada para el evento así que convencerlo de cambiarse fue difícil, Juancho manchó de café la primera camisa que se puso así que Lucía tuvo que hacerlo usar otra, y encima de todo Matías aún no regresaba de la forja.

-Tranquila, mija, sabes muy bien que Matías no se perderá la boda por nada del mundo- dijo el abuelo con calma.

La joven tenía sus dudas, sobre todo porque eso significaba que vería a Mirabel con otro muchacho, pero no dijo nada al respecto. Pensó ella también que su amiga de la infancia había cambiado, sobre todo desde que se había hecho amiga de esa Elena.

Había escuchado rumores horribles sobre Matías, y Lucía sospechaba que Elena era quien los esparcía para que su hermano tuviera una mejor oportunidad con Mirabel, aunque no podía probarlo. Afortunadamente la gente del pueblo los conocía muy bien y sabían que su hermano era incapaz de hacer nada malo. Lo que sí es que Lucía se sentía celosa de que primero Elena y luego Amelia le robaran a su mejor amiga.

Bueno, realmente no tenía nada contra Amelia ahora que ya la conocía, pero igual se sentía un poco desplazada por ella.

-Lucy, ya nos vamos a la iglesia. ¿Vienes?- le dijo de pronto el abuelo. Lucía vio el reloj y notó que ya era casi hora de la ceremonia y su hermano aún no regresaba.

-Los alcanzo allá, voy a buscar a Matías- dijo ella saliendo de su casa y corriendo hacia la forja.

Cuando llegó, entró con cuidado de no ensuciar su vestido. La forja le pareció un poco extraña en ese momento, como si estuviera vacía, y pronto se daría cuenta porqué. Matías estaba en el suelo moviéndose a gatas, con su ropa sucia y su cara también.

-Mati, ¿qué estás haciendo?- le preguntó su hermana- la boda empieza en diez minutos y no estás listo. ¿Qué es tan importante como para que te quedes aquí?-

-Lucy, mis herramientas desaparecieron- dijo Matías seriamente sin levantarse.

-¿Qué?- dijo ella sorprendida. Matías era muy cuidadoso con sus herramientas ya que habían pertenecido a su padre, y siempre sabía dónde estaba cada cosa. Por eso la forja se veía vacía, no estaban las herramientas sobre la mesa de trabajo de su hermano.

-No están las herramientas, alguien las robó- dijo Matías poniéndose de pie con una expresión decepcionada y mostrándole un martillo- encontré éste cuando iba camino a casa y lo reconocí, por eso regresé a la forja a buscar las demás. ¡Creo que están todas esparcidas por la selva! Y no es la primera vez, ya me habían robado una que otra herramienta antes y aparecía en la selva, pero esta vez fueron todas-

-¿No puedes buscarlas más tarde?- dijo Lucía.

-No, no quiero que se oxiden si la señora Pepa se pone sentimental durante la boda, son las de papá- dijo Matías apesadumbrado- o que piensen que no las quiero y alguien más se las lleve-

-Pero la boda…-

-Llegaré más tarde, lo prometo, Lucy- dijo Matías forzándose a sonreír antes de caminar hacia la puerta.

-Me quedaré contigo a buscar…-

-Claro que no, uno de nosotros tiene que ir- dijo Matías sacudiendo la cabeza- además ya estás arreglada tan guapa y no quiero que arruines tu vestido-

-Bien… te dejé tu ropa preparada sobre tu cama. Solo no tardes mucho- Lucía asintió preocupada y se apresuró a la iglesia mientras que Matías miraba con tristeza con dirección a la iglesia y luego se dirigió hacia la selva para buscar sus cosas.

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Iglesia

Poco después

Mirabel se limpió los ojos agradeciendo que su hermana hubiera insistido en que usara su maquillaje a prueba de agua. La ceremonia había sido hermosa y estaba muy feliz por su prima. Por un momento había tenido miedo de que Mariano no amara de verdad a su prima después de la manera en la que lo había empujado hacia Dolores (o Dolores la empujara a ella, pero eso no era importante) y que solo lo hiciera por el impulso del momento. Pero no, ese último año Mirabel había comprobado lo mucho que el joven amaba a su prima y que sí estaban hechos el uno para el otro.

Cuando se volvió a ver al resto de su familia, se dio cuenta de que no estaba muy diferente que ella. Isabela, aún perfecta como siempre, solo acercó un pañuelo a sus ojos. Luisa lloraba a moco tendido y tía Pepa tenía un gran arcoíris sobre su cabeza junto a su sonriente tío Félix. Agustín y Julieta solo sonreían tomados de la mano.

Camilo estaba una fila atrás con Amelia, un poco apartados de los demás para que nadie se acercara a ella, con una sonrisa de bobo más enorme que Mirabel le había visto a su primo. Sabía que esa joven le gustaba muchísimo, así que era seguro que disfrutaría de la fiesta después de la ceremonia.

Miró hacia atrás. Osvaldo lloraba mientras que la señora Ozma le daba unas palmaditas en el brazo y Marina le hacía mala cara. El señor Garza estaba un poco más atrás con dos de sus nietos, tratando de hacer que Juancho no bebiera café dentro de la iglesia y Lucía miraba hacia ella con una expresión que Mirabel no supo leer, pero fue evidente que Matías no estaba ahí.

Aquello la hizo sentir terrible y se volvió hacia el frente de nuevo, bajando la mirada hacia sus manos. ¿Acaso ella tenía la culpa de que Matías no estuviera ahí? ¡Si ella de disculparse con él! Pero no había tenido la oportunidad hasta ahora, y había creído que la boda sería una buena ocasión de hacerlo.

"¿Y si es demasiado tarde?", pensó cabizbaja "quizá ya ni siquiera quiere verme y por eso no está aquí"

Tragó saliva con ese pensamiento y levantó la mirada hacia el altar, mientras los novios se daban la vuelta y salían de la iglesia con los aplausos de todos los asistentes. Cabizbaja, Mirabel se dejó caer de regreso en su asiento mientras que toda su familia salía de la iglesia también.

Al ver que había sido la única que quedaba en la iglesia y la abuela la estaba llamando desde la entrada, Lucía rodó los ojos y caminó hacia Mirabel, haciéndola levantarse.

-Vamos, tu familia te está esperando afuera para la foto- dijo su amiga- no vas a perderte otra foto por quedarte pensando-

-Sí…- dijo Mirabel caminando distraídamente hacia la salida siendo tirada por su amiga. No tenía muchas ganas de inmortalizar ese momento en el que se sentía terrible.

-Alguien robó todas las herramientas de Matías y las repartió por todos lados, por eso no está aquí- le dijo Lucía tan seriamente como antes mientras que caminaba hacia la puerta- llegará más tarde-

Mirabel abrió la boca sorprendida y su corazón pareció volver a la vida al escuchar eso, pero el tono de su amiga no la animó mucho.

-Lucy, te prometo que yo nunca quise…-

-Sí, sí, ya lo sé- dijo Lucía deteniéndose y volviéndose a ella- solo… eres mi mejor amiga, Mira. No creas que no estoy preocupada por ti también-

Ella sonrió y abrazó a su amiga. No sabía porqué había pasado tanto tiempo sin hablar con ella. Sabía que en parte había sido porque Amelia la necesitaba, pero ella ahora tenía a Camilo.

-Tú también eres mi mejor amiga, Lucy- dijo Mirabel en voz baja.

-Gracias, pero apúrate que van a tomar la foto sin ti- dijo ella y empujó a Mirabel hacia la salida de la iglesia para que se uniera a su familia.

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Plaza

Horas más tarde

Matías no podía creer lo que había pasado, y seguía repasando mentalmente los eventos del día mientras que caminaba hacia la plaza para la boda de Dolores. No había estado de humor para ir, pero Camilo había insistido que lo hiciera, al igual que su abuelo. La insistencia de su amigo lo hizo pensar que quizá tenía razón sobre sus repetidas afirmaciones de que Mirabel no estaba enamorada de ese otro chico. Incluso si no fuera así tenía que al menos acercarse a felicitar a los novios y a la señora Alma, sería muy grosero de su parte quedarse en casa así que decidió ir… solo para llegar esa tarde a la puerta de su casa y encontrar un martillo tirado en el suelo. Aquello lo asustó y lo hizo regresar a la forja para revisarla y encontrarse que todas sus herramientas habían sido robadas.

No tenía opción, tenía que buscarlas en caso de que comenzara a llover y se oxidaran.

Después de mucho tiempo logró recolectarlas todas, pero ya se había perdido de la ceremonia y la primera parte de la fiesta. Ya había comenzado a oscurecer, pero de todos modos se apresuró a casa para darse un baño rápido y cambiarse para ir presentable a la fiesta, incluso caminó lo más rápido que pudo para no perderse más tiempo.

Tan pronto como llegó buscó a Mirabel entre la multitud pero no alcanzó a verla. Suspirando, decidió primero felicitar a los novios y los encontró tomando un descanso después de haber bailado.

-Dolores, Mariano, muchas felicidades a los dos- dijo Matías con una sonrisa, abrazándolos a ambos.

-Gracias, Mati- dijo Dolores con una sonrisa traviesa, como si supiera algo importante- Mirabel te ha estado buscando toda la noche. La vi por allá, justo estaba bailando con tío Bruno-

Agradeciendo a Dolores con una sonrisa, Matías se volvió hacia donde la chica mayor le indició y se apresuró en su dirección al ver sus cabellos tan característicos de ella. Seguía usando el broche que él le había regalado, y se había hecho un vestido azul con un cinturón y detalles dorados para esa ocasión. Ya no estaba bailando, sino charlando con Luisa a un lado de donde el resto de la gente bailaba. Aún no lo había visto porque estaba casi a sus espaldas.

"Dios, se ve tan hermosa", pensó Matías sonriendo levemente y comenzando a caminar hacia ella con la intención de pedirle que bailara con él.

Estuvo a punto de extender su mano hacia ella para tocar su hombro cuando vio a Ricardo acercarse también justo frente a ella, llevando dos copas de vino y ofreciéndole una a Mirabel. Matías se quedó congelado en su sitio si llegar a tocarla.

-Te traje tu bebida, hermosa- le dijo Ricardo llamando la atención de la muchacha.

Matías ni siquiera alcanzó a escuchar la respuesta de Mirabel cuando sintió que nuevamente su corazón se rompía y dio media vuelta para salir de ahí.

"¿Qué estoy haciendo ahí?". No debió haber escuchado a Camilo ni a su hermana, solo se estaba haciendo daño a sí mismo permitiéndose tener esperanza otra vez.

Comenzó a alejarse de la plaza cuando Camilo y Amelia se cruzaron en su camino tratando de evitar que se fuera.

-Espera, Matías, ¿a dónde vas?- dijo Camilo sorprendido de su actitud- Mirabel no ha…-

-No me digas que no vi lo que vi- lo interrumpió Matías sin querer escucharlo- no… está bien, ella puede enamorarse de quien quiera. Espero que ese Ricardo la trate bien. Discúlpame con tu familia, tuve un día muy largo y me iré a descansar-

Camilo no dijo nada y Amelia estuvo a punto de decirle algo pero él no quiso escuchar más. Se había decidido y salió de la plaza con la idea de meterse a la cama, prácticamente arrastrando los pies en el camino.

Durante todo el camino de regreso siguió pensando en lo que acababa de ver. Ay, ¿por qué Mirabel tenía que verse tan bonita esa noche? Eso hacía las cosas incluso más difíciles para él. ¡Dolía tanto! Pero si eso era lo que hacía a Mirabel feliz, entonces él lo aguantaría. Ella no tenía la culpa que él estuviera enamorado, no podía odiarla por eso.

Llegó a su casa y decidió cambiarse para meterse a la cama, ignorando la música de la boda llegando hasta su cuarto. Apenas se estaba a punto de desabrocharse la camisa cuando la música se detuvo de golpe y Matías supo que algo había pasado. Se preocupó por sus hermanos, por su abuelo y por Mirabel.

No lo pensó: se calzó los zapatos de nuevo y corrió de regreso a la plaza.

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Al mismo tiempo

Mirabel había estado charlando con Luisa después de haber bailado con su tío Bruno, con Camilo e incluso con Antonio por un rato mientras esperaba a que llegara Matías. Había visto a Mónica, la hija del carpintero, mirando con envida a Amelia mientras bailaba con Camilo y eso le causó gracia. Su primo nunca se había enamorado de ninguna chica del Encanto, pero había caído completamente tan pronto como conoció a Amelia.

Lo que sí, Mirabel no estaba muy feliz en esos momentos porque había visto a Lucía bailando con ese horrible Adrian Marfil la mayor parte de la noche.

"Es cierto que no le he advertido nada sobre él, pero no tenía porqué decirle eso", pensó Mirabel entrecerrando los ojos al ver al muchacho "seguramente esa víbora quiere sacar información de mi amiga sobre nuestra familia".

Luisa había notado el cambio en la expresión de su hermana y la miró interrogante.

-¿Recuerdas lo que la abuela nos contó sobre el hombre con el que teníamos que tener cuidado?- dijo Mirabel, y su hermana asintió- pues está bailando con Lucía-

-Ah…- comenzó a decir Luisa cuando vio a Ricardo acercándose a las hermanas llevando dos copas de vino. Mirabel gruñó para sus adentros al verlo acercarse, pero pensó que era mejor rechazarlo antes de que las cosas se pusieran más complicadas.

-Te traje tu bebida, preciosa- dijo Ricardo.

Vio a Luisa alzar una ceja sin entender lo que estaba pasando pero Mirabel estaba concentrada en el joven delante de ella, levantó una mano para rechazar la copa.

-Te lo agradezco pero no no bebo alcohol, tengo dieciséis- dijo Mirabel. Respiró hondo- hay algo de lo que tengo que hablar contigo-

-Claro, lo que tú quieras- dijo el muchacho señalando un sitio en las orillas de la plaza lejos de la banda, porque la música era tan fuerte que no los dejaría escuchar.

Cuando llegaron a la orilla de la plaza y Mirabel se volvió hacia él para comenzar a hablar, Ricardo tomó su muñeca y comenzó a caminar con ella fuera de la plaza, hacia una de las pequeñas calles.

-Woa, espera un momento…- dijo Mirabel tratando en vano de detenerlo, sintiendo como si la estuviera arrastrando consigo a pesar de que ella trataba de soltarse- ¿a dónde vamos?-

-Dijiste que querías hablar y el ruido de la música no nos va a dejar escuchar- dijo Ricardo volviéndose a ella con una expresión distinta a la que había tenido hasta ese momento: una expresión que Mirabel nunca había visto antes- de hecho, yo también quiero hablar contigo de algo importante-

El joven tomó sus dos manos con una sonrisa que no era la misma que había visto tantas veces en el pasado, le parecía un tanto más… torcida. No sabía exactamente qué era diferente en su expresión o en su mirada, pero la alarmó un poco. Dio un paso atrás y trató de soltarse de él, pero Ricardo la empujó hasta que su espalda chocó contra la pared.

-Ay Mirabel, estás demasiado linda hoy- dijo Ricardo subiendo las manos de Mirabel a sus labios y besándolas. Sintiéndose incómoda por la acción, Mirabel se soltó de él y trató de poner espacio entre ambos, pero su espalda ya estaba contra la pared.

-Ricardo, lo… lo que quería decirte…-

Mirabel comenzó a tartamudear. Aquella actitud la estaba asustando en serio.

-No, yo primero- dijo el joven poniendo su dedo índice sobre los labios para callarla- estoy tan enamorado de ti que voy a pedir permiso de tus padres y de tu abuela para comenzar a cortejarte formalmente. Espero que podamos tener una boda como la de hoy muy pronto…-

Mirabel se quedó boquiabierta al escuchar eso y tragó saliva, pensando que así iba a ser más difícil rechazarlo ahora que sabía eso pero pronto rechazó ese pensamiento. Era un hombre muy guapo y se sentía halagada, pero ella no estaba enamorada de él, eso sería mucho peor. Se soltó de él haciendo un movimiento de sus manos con fuerza.

-Me halaga mucho eso, pero no creo que esa sea una buena idea, Ricardo- dijo Mirabel firmemente- escucha, es importante porque yo me di cuenta que no…-

-Ah, que cosas dices- la interrumpió Ricardo acercándose aún más a ella, de modo que estuvo a meros centímetros de ella. Puso un dedo en su barbilla y la hizo levantar la mirada- he visto como te enrojeces conmigo. Incluso casi puedo escuchar que tu pulso se acelera cuando te hablo, como justo está pasando ahora…-

Y como para comprobarlo, el joven se acercó todavía más a su rostro. El pulso de la joven se aceleró, pero en vez de sonrojarse su piel había perdido su color.

-Sí, pero eso no… no es por…- comenzó a decir eso buscando con la mirada una manera de escaparse de él. Estaba en una pequeña calle junto a la plaza, lejos de la fiesta, y no se veía a nadie cerca.

-Vamos, ya deja de hacerte la difícil y dame un besito- dijo él acercándose a ella.

Mirabel trató de escabullirse por un lado pero el hombre fue más rápido que ella. La empujó de nuevo contra la pared y tomó sus dos manos con una sola de las suyas, forzándolas sobre la cabeza de la chica. Asustada, Mirabel trató de soltarse de él como fuera, patearlo para hacer que la soltara, pero el hombre había pensado en eso también porque puso uno de sus pies encima de sus tobillos para inmovilizar sus piernas, provocándole dolor cada vez que las intentaba mover.

-¡No!¡Suéltame!- gritó con todas sus fuerzas para llamar la atención pero sabía que no era de mucha ayuda, la música no dejaría que nadie la escuchara.

"No, no, no… esto no está pasando"; pensó Mirabel congelada de horror al ver al hombre acercar su rostro al suyo nuevamente. Sin saber que más hacer, la joven aparto su rostro pero Ricardo tomó su barbilla de nuevo con su mano libre.

-No, por favor, no es lo que quiero…- dijo sin aliento y sin poder apartar su cara de él- déjame… me lastimas-

-No sabes lo que dices, mi amor- dijo él acortando la distancia y dándole un beso forzado.

Mirabel se sintió tan impotente en ese momento, y algunas lágrimas de miedo comenzaron a rodar por sus mejillas. Estaba horrorizada y aún sin poder creer lo que le estaba pasando. No podía soltarse, no podía alejarlo de ella y no podía apartar su rostro.

Por fin el hombre separó sus labios de los suyos y Mirabel dejó escapar un sollozo. Ese había sido su primer beso y había sido arrebatado de esa manera tan cruel por un hombre al que no amaba. No podía creer lo que estaba pasándole.

-Ah, ¿esas son lágrimas de felicidad, mi amor?- dijo Ricardo sin soltarla. Ella sacudió la cabeza.

-¿Por qué…?-

-Porque te amo, preciosa. No tienes que fingir, yo sé muy bien que te gustó- dijo él volviendo a acercarse para besarla otra vez, aún sosteniendo firmemente el mentón de la joven.

-¡No!- dijo ella apretando los ojos y tratando en vano de soltarse- ¡no quiero! Por favor…-

El segundo beso fue tan horrible para ella como el primero, y sus muñecas y tobillos le dolían por sus desesperados intentos por soltarse de él.

-Ya d…déjame…- dijo ella sollozando.

-Aún hay más cosas que quiero hacer contigo, mi amor- le dijo Ricardo soltando su rostro y acariciando su hombro descubierto con la misma mano, lo que hizo que se asustara aún más- jaja no seas tan aburrida-

El hombre extendió su mano hacia la orilla de su falda cuando una gran masa lo embistió de pronto, forzándolo a soltarla y tumbándolo al suelo a unos metros de ella. Mirabel cayó de rodillas y se apoyó con las manos justo antes de sentir un par de brazos que la rodearon.

-¡NO VUELVAS A PONERLE LAS MANOS ENCIMA A MI HERMANA!- la voz de Luisa resonó en todo el callejón y hacia la plaza, haciendo que la música se detuviera súbitamente. Lo único que pudo escuchar eran golpes y algunos gemidos de dolor.

-¿Estás bien, Mira?- escuchó la voz de Camilo detrás de ella. Al volverse vio que primo era quien la había abrazando y la ayudó a ponerse de pie.

Al no obtener respuesta y verla cada vez más asustada, Camilo repitió la pregunta, lo que provocó que Mirabel hiciera un puchero y se lanzara a sus brazos, temblando de miedo y sollozando. Sintió que su primo la abrazó sin hacer más preguntas sobre lo que había pasado, solo conteniéndola.

-¿Qué está pasando aquí?- la voz de la abuela los interrumpió. Incluso Luisa dejó de golpear al sujeto que había atacado a su hermana.

La abuela, la señora Guzmán, Amelia y Osvaldo caminaron hacia el callejón donde todo había sucedido para encontrara Mirabel llorando desconsolada en brazos de Camilo y a Ricardo con un pómulo morado y deforme, y colgando de uno de los brazos de Luisa. Inmediatamente sumó dos mas dos y los demás hicieron lo mismo.

-¡¿Cómo te atreves a tocar a mi nieta?!- siseó Alma furiosa mientras que Amelia, quien había ido a buscar a la abuela, se cubría la boca al ver la escena. Había estado bailando con Camilo cuando éste la soltó de pronto y salió corriendo en esa dirección, pero jamás se había imaginado algo así.

-¿Qué? ¡Fueron solo besos, y ella es mi novia!- protestó Ricardo rodando los ojos- ¡no es para que se pusiera así de histérica!-

-¡No es cierto!¡No… no soy su novia y… y no quería eso…!- dijo Mirabel sacudiendo la cabeza repetidamente y apretando los ojos, aún siendo contenida por Camilo.

-No es mi culpa que ella me haya dado señales confusas- dijo el muchacho rodando los ojos- en todo caso esto es su culpa…-

-Ya no eres bienvenido aquí- lo interrumpió la señora Guzmán- no queremos verte en esta fiesta-

-Luisita, puedes ponerlo en el suelo para que se vaya- dijo la abuela, quien estaba tan furiosa como Luisa en esos momentos antes de agregar- si vuelves a acercarte a Mirabel, no te ofreceremos más nuestra hospitalidad y serás expulsado del Encanto-

Luisa obedeció y puso al muchacho en el suelo. Ricardo arregló sus ropas con una expresión indignada y miró a Mirabel con algo muy parecido al odio.

-Bah, ni que estuviera tan guapa…-

Justo en ese momento Matías iba regresando de su casa y había alcanzado a ver parte de la escena, desde que la abuela y la señora Guzmán se unieron a la conversación. Incluso bastó captar la mirada de Mirabel por un momento antes de seguir sollozando en brazos de Camilo y las expresiones furiosas del resto para que el muchacho entendiera lo que había pasado y se enfureciera. Caminando con dirección al otro muchacho, se plantó frente a él y le propició un puñetazo que lo tiró al suelo de nuevo.

-No te atrevas a tocarla de nuevo…- siseó Matías entre dientes.

Ricardo se levantó del suelo y se sacudió la ropa lanzándoles una mirada furiosa, pero no dijo nada y les dio la espalda para regresar a su casa.

Una vez que se fue, la abuela y Luisa se acercaron a ella para asegurarse de que no estaba lastimada. Sus muñecas estaban enrojecidas al igual que sus tobillos, pero fuera de eso no parecía estar herida.

-Mija, se que no te sientes bien. ¿Prefieres regresar a casita?- le preguntó la abuela. Al verla asentir, se volvió a Camilo, quien asintió- cuando puedas caminar, Camilo y Luisa te acompañarán-

Mirabel hizo un puchero de nuevo y volvió a esconder su rostro en el hombro de su primo, quien siguió abrazándola. Ya no lloraba, pero aún respiraba agitadamente.

Sabiendo que iba a tomar un tiempo, la abuela y la señora Guzmán regresaron a la fiesta para tranquilizar a todos los invitados mientras que Camilo, Amelia, Luisa y Matías se quedaban cuidando de ella.

Escucharon la música volver a comenzar, señal que la fiesta había regresado a la normalidad, pero Mirabel seguía muy asustada. Camilo le hizo una señal a Luisa para que comenzaran a caminar hacia casita porque no quería que su prima se quedara en el sitio donde fue atacada. En todo el camino su primo no la soltó, y Matías los siguió en silencio.

Mirabel se sentía avergonzada y culpable por lo que había pasado, abrazándose a sí misma al caminar. ¿Era cierto lo que dijo Ricardo y ella le había dado las señales equivocadas? No, siempre había pensado que era guapo y la emocionaba mucho la atención que le brindaba, pero nunca se había imaginado que pasaría algo así. Y ella le había dicho que no quería eso, ¿verdad?

Matías se despidió de los tres tan pronto como llegaron a la puerta de casita, nuevamente sin animarse a entrar. Mirabel se volvió hacia él con los ojos llenos de lágrimas. No quería que se fuera, quería decirle tantas cosas, pero todo se había arruinado por su culpa.

-Mati…- solo alcanzó a decir con voz quebrada.

-Lo que sea que me vas a decir, no tiene que ser esta misma noche. ¿Quieres que mañana venga a verte?- preguntó él. Mirabel asintió y el joven agregó con una leve sonrisa- entonces aquí estaré. Buenas noches, Miri-

Mirabel lo vio alejarse sorprendida y un poco aliviada, pero eso no había borrado el susto de lo que acababa de pasar. Luisa y Amelia la ayudaron a cambiarse y la dejaron en su cama, y Camilo la arropó antes de sentarse en la orilla. Amelia se fue a su propia habitación mientras que Camilo y Luisa la acompañaron hasta que se quedó dormida.

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CONTINUARÁ…

¡Hola a todos! Como ven, Ricardo no era tan buena persona como aparentaba e Isabela estaba en lo correcto al preocuparse por su hermanita. Y casi provocó que Matías tirara la toalla para siempre. Muchas gracias a todos por seguir leyendo.

Abrazos.

Abby L.