Resumen: Mirabel fue elegida por la magia como la sucesora de la abuela Alma, pero también por un viejo enemigo de los Madrigal para saldar cuentas pendientes.
Notas:
1) Los personajes no me pertenecen. Los personajes de Encanto son propiedad de quien tenga los derechos (¿Disney?)
2) Este fic fue realizado sin fines de lucro, solo por diversión.
SUCESIÓN
CAPITULO 16
Calle principal del Encanto
Semanas después
Luisa acompañó a Mirabel esa tarde a la casa de Matías. Le había enternecido que su hermanita le había preparado un pastelito a su novio y se lo llevaba sin ninguna razón. De hecho, supo que se le quemó dos veces hasta que el tercero le salió perfecto. Estaba feliz que Mirabel estuviera tan contenta con el muchacho, que sabía que era un buen muchacho que en verdad la quería y respetaba. No como… el otro al que tuvo que golpear.
No podía describir el coraje que había sentido durante le boda de Dolores, cuando Camilo le dijo que había perdido a Mirabel de vista y luego vio a Ricardo besándola a la fuerza y a punto de levantar la falda de su vestido. A su gusto, el muchacho se había escapado fácil. Ella hubiera querido dejarlo incapaz de volver a caminar y le habría roto las manos para que no vuelva a tocar a su hermanita.
Ni modo, a veces las cosas no eran como quería y tendría que hacer las cosas de la manera difícil.
-¿Por qué te ves tan seria?- preguntó Mirabel.
-No es nada, Mira- dijo ella con una sonrisa, dándole unas palmaditas en la espalda que casi la hacen caer de bruces al suelo. Por suerte y contra todo pronóstico, Mirabel logró mantener el equilibrio.
-Mmm…- dijo su hermana, y se dio cuenta de que llegaron a la casa de los García- gracias por acompañarme, Luisa-
-No es nada. No te separes de Mati y llámame por medio de Dolores cuando quieras que te acompañe a casa- dijo Luisa mientras que su hermana entraba en la casa.
-Está bien, lo más probable es que Mati me acompañe de regreso- dijo Mirabel.
Luisa asintió seriamente y se asomó por la puerta para ver que Matías ya estaba ahí, y ya se había lavado y cambiado de ropa antes de encontrar a Mirabel justo a la puerta. Lo vio ofrecerle la mano, la que su hermana tomó de inmediato con una sonrisa. Sabiendo que estaba segura, Luisa los dejó.
En el camino de regreso a casita, la muchacha iba pensando en lo que había sucedido cuando de pronto un incauto apareció en su camino, con quien chocó y logró hacer tropezar. El muchacho que fue golpeado cayó sentó al suelo sentado y un poco asustado.
-¡Lo siento mucho!- exclamó Luisa tomando la mano del muchacho y lo levantó del suelo de un tirón antes de que el pobre supiera lo que estaba pasando- ¿estás bien?-
-E…estoy bien, señorita Luisa- dijo el muchacho un poco apenado y bajando los ojos- yo soy quien lo siente, no vi por donde caminaba. Me… me llamo Rodrigo… no tengo mucho tiempo en el Encanto-
-Menos mal que no estás lastimado- dijo ella encogiendo los hombros y dispuesta a regresar a sus actividades diarias cuando el muchacho puso una mano en su brazo.
-¿Señorita?¿Puedo preguntar… si quiere tomarse un helado conmigo?- dijo el muchacho en un tono nervioso.
Luisa tardó unos segundos en entender qué era lo que le habían preguntado. Cuando cayó en cuenta de que el muchacho la estaba invitando a salir, de inmediato lo levantó en sus brazos y corrió a casita.
-¿Qué…qué está pasando?- dijo Rodrigo perplejo al ser llevado así hacia la casa de los Madrigal. Eso era lo último que se esperaba que ocurriera en esos momentos.
-¡Creí que dijiste que estabas bien!- dijo Luisa preocupada mientras aceleraba el paso para llegar a casita lo más rápido posible- te llevaré a casa para que mi mamá te cure…-
-¡Estoy bien!- insistió el muchacho.
-¿Entonces por qué me dices que me tome un helado contigo?- dijo Luisa.
-Porque… porque es una mujer muy guapa que…- dijo Rodrigo cada vez más rojo sintiéndose apenado de que Luisa lo lleve a casita así. Llegaron a casita en lo que tuvieron esa conversación.
-¿Ves? No te sientes bien- dijo Luisa.
-Me siento bien…- le aseguró él.
-Me confundes con Isabela-
-No, señorita Luisa- dijo Rodrigo con seguridad- sé muy bien a quién estoy invitando a tomar un helado-
La muchacha casi lo dejó caer al suelo de la impresión al escuchar eso. No sabía cómo reaccionar a eso ni qué decir. Casi automáticamente puso a Rodrigo de regreso sobre sus pies y se quedó paralizada.
-E…está bien si no quiere…- dijo el muchacho derrotado después de un rato, creyendo que Luisa no respondía porque estaba buscando una excusa para rechazarlo- yo entiendo que no soy lo que…-
-Está bien- dijo Luisa finalmente. Los ojos de Rodrigo se iluminaron al escuchar eso y una enorme sonrisa apareció en sus labios.
x-x-x
Al mismo tiempo
Mirabel había salido de la casa de los Garza con Matías para ir a su sitio habitual para tener un picnic. Al muchacho le gustaba mucho la sensación de la mano de ella entrelazando sus dedos con la suya, y todavía no podía creer la suerte que tenía de que su Miri lo hubiera elegido a él.
Los dos iban caminando por el centro del pueblo hacia las afueras del mismo cuando pasaron junto a los vendedores de acordeones que tocaban una canción con un acordeón, una bandola y un cununo. Por un momento dejó la canasta en el suelo y acercó a Mirabel a sí mismo.
-¿Me permite este baile, señorita?- dijo Matías haciendo una inclinación.
Mirabel sonrió y puso una mano en su hombro, y los dos comenzaron a bailar alegremente a la mitad de la calle. Algunos niños que estaban cerca, Cecilia y Alejandra incluidas, se pusieron a bailar entre ellos también imitando a los adolescentes.
Cuando la música terminó, los jóvenes se detuvieron pero no se separaron mientras que trataban de recuperar el aliento. Matías tenía su mano en la cintura de Mirabel, la subió un poco para frotar su espalda en un gesto cariñoso y se acercó a ella para darle un besito rápido sobre los labios. Al parecer para ella no fue suficiente porque se puso de puntillas para besarlo.
En esos instantes Matías se sentía en el cielo con la joven que amaba en sus brazos, pero el momento terminó más rápido de lo que hubiera querido porque vieron a Juancho acercarse corriendo a ellos con una expresión de pánico en su rostro, y los dos supieron que algo andaba mal tan pronto como lo vieron.
-¡Mati!¡Mati!-
-Juancho, ¿qué pasó?- dijo Matías poniéndose en cuclillas para mirar a su hermano menor a los ojos y, al ver que seguía respirando agitadamente, le puso una mano en su hombro y con otra frotó su espalda- a ver, respira-
-Mati... abuelito no está bien. Lucy lo encontró en su cama muy blanco y… y se queja de que le duele mucho… y Lucy no ha parado de gritar, está… rara- dijo Juancho con lágrimas en los ojos- no sé qué hacer-
-Está bien, vamos a casa a ver que pasa- dijo Matías fingiendo una calma que definitivamente no sentía antes de que los tres salieran corriendo hacia la casa de los Garza. Se volvió a Mirabel, quien asintió y tomó la canasta para regresar a su casa con él.
Cuando llegaron ahí, encontraron al abuelo tumbado en su cama boca arriba y a Lucía llorando con desesperación y tratando de levantarlo, gritando algo que ninguno de los dos entendió. Con una mirada entre ambos supieron qué hacer, Mirabel se acercó a Lucía para separarla de su abuelo y tratar de tranquilizarla mientras que Matías se acercó a la cama para examinar a su abuelo. Estaba consciente pero tenía un aspecto pálido que no le gustaba nada y una mano sobre su corazón.
-Abuelo, ¿qué te pasa?- preguntó Matías en voz baja.
-Me duele...- dijo en voz baja apretándose el pecho.
Suponiendo que su abuelo estaba teniendo un infarto, Matías miró de reojo a Mirabel tratando de tranquilizar a Lucía. La señora Julieta seguramente era la persona para curarlo y parecía que el tiempo era esencial. Mejor llevar a su abuelo a casita lo más pronto posible para que sea curado. Cuando levantó la mirada solo para encontrarse con Mirabel tratando de consolar a su hermana, quien estaba aferrada a su cintura claramente teniendo un ataque de pánico, y frotando su espalda en círculos. Se mordió el labio: esto no era lo ideal.
-Miri, voy a llevar a mi abuelo con la señora Julieta- dijo Matías mirándola preocupado- no creo que tengamos mucho tiempo...-
Mirabel tardó unos segundos en responder.
-Tú y Juancho lleven a tu abuelo con mi mamá, yo me quedo con Lucy hasta que se sienta mejor y te alcanzaremos en cuanto…- dijo ella.
-No, no salgan de la casa hasta que yo regrese por ustedes- dijo Matías. Vio que Mirabel iba a protestar pero el muchacho no le dio la oportunidad- sabes bien porqué no te dejamos sola. Te veré en un rato-
Mirabel no atinó sino a asentir mientras que Matías levantaba a su abuelo del suelo para hacerlo sentarse, y luego ponerse de pie.
-Vamos, abuelo, apóyate en mí- dijo el joven mientras se pasaba un brazo del señor Gabriel detrás del cuello- vamos, pronto te sentirás mejor. Juancho, cierra bien la puerta de la casa-
Juancho lo siguió con una expresión preocupada mientras tomaba la mano libre de su abuelo y la pasaba detrás de su propio cuello. Con una sonrisa orgullosa a su hermano, Matías siguió caminando rápidamente colina arriba hacia la casa de los Madrigal. La parte más complicada de subirlo fue en los escalones frente a casita, porque para entonces su abuelo no tenía fuerzas y Matías prácticamente lo estaba arrastrando. Por suerte Luisa, quien aún estaba charlando con Rodrigo en la puerta de casita, los vió tener dificultades y rápidamente corrió hacia donde se encontraban, tomando al señor Gabriel con una mano como si pesara menos que una hoja de papel y lo llevó a casita. Matías y Juancho la siguieron.
-¿Qué le pasó a tu abuelo?-
-Creo que debe ser un infarto, Lucy y Juancho lo encontraron así cuando llegaron a la casa- dijo Matías y añadió antes de que ella pudiera preguntar- Miri se quedó en mi casa con Lucy, estaba teniendo un ataque de pánico-
Luisa asintió seriamente y todos entraron a la casa con el señor Gabriel.
-¡Mamá, el señor Gabriel está enfermo!- exclamó Luisa para llamar la atención de su madre.
Escucharon un golpe de trastos en la cocina y Julieta salió a ver qué era lo que ocurría. Al ver al anciano en tan mal estado la mujer les indicó que lo sentaran en una silla en el comedor que casita movió para ellos.
-Luisa, corazón, inclina un poco la silla para que don Gabriel no esté tan incómodo- dijo Julieta, a lo que su hija obedeció de inmediato- vuelvo en un momento, Mati-
Matías vio que su hermano estaba tan preocupado como él, así que se puso en cuclillas para mirarlo.
-Abuelito va a estar bien, Juanchito, la señora Julieta lo va a curar- dijo Matías acariciando el cabello de su hermano menor- no tengas miedo-
Juancho lo abrazó, y el muchacho le devolvió el abrazo sin decir que él también compartía su misma preocupación a pesar de que sabía que todo iba a estar bien. Comenzó a preguntarse si Mirabel había por fin logrado que Lucía se tranquilizara y que se sintiera mejor después de su ataque de pánico. Una parte de él quería regresar y asegurarse de que su hermana también estuviera bien, pero otra le decía que su abuelo lo necesitaba más en esos momentos.
Julieta regresó al comedor con una charola de buñuelos y una limonada.
-Mati, haz que tu abuelo beba esto- dijo Julieta- a traguitos, no tiene que beberla rápido-
Matías obedeció y comenzó a ayudar a su abuelo a beber la limonada mientras que Julieta animaba a Juancho a comer uno de los buñuelos en la mesa. El niño se hizo del rogar, pero finalmente tomó uno y comenzó a comer.
-¿No tiene un poco de café, señora Julieta?- dijo el niño.
-¡Juancho!- lo reprendió Matías- ya tomaste tres tazas hoy-
Poco a poco el señor Gabriel comenzó a sentirse mejor con la limonada administrada y Matías pudo respirar aliviado.
-¿Juancho?- dijo débilmente el señor Gabriel. El niño sonrió emocionado y corrió a abrazarlo.
-¿Te sientes mejor, abuelito?- dijo el niño. El hombre le dio unas palmaditas en la cabeza en un gesto cariñoso.
-Muy cansado- dijo el anciano en voz baja, poniéndose una mano en el corazón y haciendo una mueca de incomodidad.
-No te esfuerces, abuelo. Necesitas tomártelo con calma- le dijo Matías poniendo una mano en su hombro. Julieta sonrió y le señaló la cesta de buñuelos.
-Necesita comerse uno de estos, don Gabriel- dijo Julieta y, al verlo demasiado débil como para levantar su brazo a la mesa, Matías tomó uno y lo acercó a su boca.
Matías vio a su abuelo mejorar prácticamente en instantes como si nunca se hubiera sentido mal. A pesar de que llevaba viviendo ahí durante toda su vida, el muchacho jamás se dejaba de sorprender por la magia de los Madrigal.
-Gracias, Julietita- le dijo su abuelo a la señora Madrigal- me salvaste la vida-
-No es nada- sonrió Julieta- estoy terminando unas arepas-
-Quizá yo debería regresar a casa por Mirabel y Lucy- dijo Matías de pronto antes de volverse al abuelo- Lucy tuvo un ataque de pánico antes de que te trajéramos-
-Será mejor que vayas por ellas entonces…- comenzó a decir el abuelo cuando escucharon golpes en la puerta de casita.
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Casa de los Garza
Al mismo tiempo
Lucía sintió que su respiración regresaba a lo normal poco a poco, sin dejar de sentir el agradable movimiento de la mano de Mirabel frotando su espalda el círculos. Parecía estúpido, pero eso le había ayudado montones para regresar a la normalidad. Apenas fue consciente de lo que había pasado a su alrededor después de haber visto a su abuelo incapaz de moverse, gimiendo de dolor y apenas respondiendo. Lo único que reconoció frente a sus ojos fueron los colores del vestido de Mirabel, y no atinó sino a aferrarse a su cintura.
Cuando regresó a la realidad, ella y Mirabel estaban de rodillas en el suelo, su mejor amiga aún frotando su espalda. Sintió su respiración tranquilizarse y su corazón bajar su ritmo. Con un largo suspiro por fin suavizó su abrazo y comenzó a soltar a Mirabel pero ésta le dió un último apretón antes de soltarla.
-¿Cómo te sientes?- dijo Mirabel.
-Terrible…- dijo Lucía sin aliento sentándose en el suelo y apretándose el puente nasal. Le dolía un poco la cabeza- lo siento-
-No lo sientas, no pasó nada malo- dijo Mirabel manteniéndose de rodillas en le suelo y sentándose sobre sus talones, sonriéndole llena de simpatía- es normal que te preocupes por tu abuelo-
-Sí, pero no puedes… no te paralizas de miedo como yo lo hice- dijo Lucía cubriéndose la cara con las manos- no sirvo de nada… ¡pobre Juancho! Seguramente lo asusté-
-No te hagas esto…-
-¿Qué pasó con mi abuelo?¿Y con…?-
-Juancho fue a buscarnos, tus hermanos llevaron a tu abuelo a casita- dijo Mirabel sonriendo levemente- seguro para ahora mamá ya lo está curando-
-Ugh…- se quejó ella haciendo un puchero tratando de reprimir un sollozo y volviendo a cubrirse los ojos- ¡no sirvo de nada! Me quedé paralizada y…-
-Shhh, ya te dije que no te hicieras esto- sintió que Mirabel frotara su espalda otra vez- no es tu culpa que…-
Mirabel se interrumpió de pronto y Lucía escuchó un ruido sordo a su lado en lugar de la voz de su amiga. Se descubrió los ojos y vio que Mirabel había caído hacia delante sobre su vientre, pero cuando iba a inclinarse para ver qué había pasado, Lucía sintió un fuerte golpe de un lado de la cabeza que la aturdió y por la inercia la muchacha cayó hacia su lado derecho.
Lucía se sintió desvanecer tras el golpe, pero hizo un esfuerzo por mantenerse consciente. Había alguien más dentro de la casa, una figura vestida de negro que se inclinó hacia ellas, pero sus ojos veían borroso después del golpe. Alcanzó a ver que Mirabel, a quien distinguía por su falda colorida, fue girada sobre su espalda y luego levantada del suelo.
"Algo no está bien", se dijo mentalmente en su estado semiconsciente, e intentó levantar un poco su cabeza para ver que estaba pasando. La figura llevaba a Mirabel en sus brazos y estaba a punto de cruzar la puerta "¡se está llevando a Mirabel!"
Sintió el pánico comenzando a regresar a ella, pero hizo lo que le pareció más útil y tomó aire para gritar, pero antes de que lo hiciera, una mano cubrió su boca.
-Shhhh…- dijo alguien detrás de ella y sintió un golpe y luego un agudo dolor en su costado. Trató de gritar, pero la mano que cubría su boca ahogó el grito. Sintió otro golpe idéntico en la espalda y otro en su costado contrario.
Sus ojos se le nublaron por sus lágrimas de dolor y Mirabel desapareció de su vista. La persona que la estaba sosteniendo finalmente la soltó, y Lucía cayó de bruces al suelo sin poder moverse. Quería llorar, gritar, pedir ayuda, pero la voz no le salió. Sabía que solo tenía que decirlo y Dolores la escucharía, pero todo le dolía y no podía respirar. Su vista se oscureció, y lo último que vio fue a la persona que le hizo eso tirar el cuchillo al suelo y mirarla antes de salir.
Antes de desvanecerse, Lucía reconoció inmediatamente a la persona que la había atacado.
x-x-x
Poco después
Adrián se había esmerado preparándose para su cita esa tarde. Lucía le había enviado una nota esa mañana diciéndole que tenía algo importante que hablar con él y no quería decepcionarla. Su corazón saltaba de emoción de solo pensarlo.
El muchacho recordó que no había tenido una vida fácil. Había nacido a unos pasos del Encanto sabiendo bien que ese hermoso paraíso estaba ahí pero sin ninguna manera de entrar, en una familia donde su padre y la familia de éste odiaban a su madre y la maltrataban constantemente. Cuando su padre murió en un accidente, su abuelo trató de hacerse cargo de él pero su madre huyó de la casa junto con Adrián cuando éste tenía cinco años para criarlo por sí misma.
Y ahora que su madre había muerto y que estaba solo, Adrián había decidido conocer ese hermoso sitio del que tanto había escuchado hablar, y vaya que no había decepcionado.
La única parte de ese sitio que no le gustaba mucho eran los Madrigal, ya que ellos parecían haber decidido que Adrián no les agradaba y hasta el momento se habían negado hasta a dirigirle la palabra, aunque después de la historia que su madre le había contado sobre lo que los Marfil habían hecho ahí no los culpaba.
Adrián había salido de su casa esa tarde y se dirigió a casa de los Garza un poco más temprano de lo planeado para su cita, pero cuando llegó a ese sitio vio la puerta principal abierta. Extrañado, se acercó a la entrada y dio unos golpes en la puerta.
-¿Hola?¿Lucy?- dijo Adrian dudoso y, al no recibir respuesta añadió- ¿señor Garza? ¿Hay alguien…?-
Nuevamente sin respuesta. Con un mal presentimiento en su mente, Adrian cruzó el umbral de la puerta y entró a la casa solo para encontrarse con una horrible escena. Sintió como si su corazón se detuviera al ver a Lucía tirada en el suelo sobre su vientre en un charco de sangre.
"No… no, no, no…", pensó el muchacho corriendo hacia ella y poniéndose de rodillas "esto no puede estar pasando".
-Lucy… ¡Lucy, despierta!- dijo Adrián haciéndola volverse sobre su espalda. Con manos temblorosas presionó dos dedos sobre el lado de su cuello y sintió su pulso, pero muy débil. Su respiración era superficial y no respondía a sus llamados. Tenía dos heridas, una en cada costado, y una tercera en la espalda.
No podía perderla, tenía que hacer algo. Sabía que una de los Madrigal tenía el poder de curar cualquier cosa con comida, pero no sabía si Lucía estaba en condiciones de comer o si era posible salvarla aún. Como fuera, tenía que intentarlo. Con cuidado de presionar sus heridas lo mejor que pudo para que no siguieran sangrando, Adrián la levantó del suelo y la sacó de la casa antes de echarse a correr a casita con la muchacha en sus brazos.
Al llegar a la casa Madrigal el muchacho se las arregló para golpear la puerta varias veces con su pie y, al no abrirse, le dijo a la casa.
-Por favor, traigo a alguien herido- le suplicó Adrián- si no quieres que me quede, solo la dejaré y me iré, lo prometo. ¡ABRAN!¡AYUDA!-
Pudo escuchar pasos apresurados dentro de casita y la orden verbal de uno de los miembros de la familia para que casita abriera la puerta. Cuando finalmente lo hizo, vio a Dolores y Camilo Madrigal con otra muchacha sorprendidos de verlo y horrorizados cuando notaron a Lucía en sus brazos.
-Te dije que algo debió pasarle a Lucy, lo escuché diciendo su nombre- dijo Dolores señalando a Adrián.
-¡Por Dios! ¿Qué le pasó?- exclamó Camilo mientras que Amelia se cubría la boca.
-¡No lo sé!- dijo el muchacho respirando agitadamente- cuando fui a buscarla a su casa me encontré la puerta abierta y a Lucy en el suelo en un charco de sangre. Por favor, cúrenla-
-¡Tía Julieta!¡Trae tu limonada!- exclamó Camilo haciendo que Dolores se cubriera los oídos antes de agregar- casita, trae la cama del cuarto de huéspedes vacío…-
Adrián vio maravillado a la casa mover los azulejos del suelo para llevar una cama donde el muchacho inmediatamente puso a Lucy, presionando aún sus heridas para que no siguiera sangrando. Julieta llegó rápidamente a la entrada con un tarro de limonada y un gotero cuando vio con horror a Lucía en esas condiciones y dio un respingo de sorpresa al ver a Adrian, pero no comentó nada al respecto. Puso el gotero en manos de Amelia.
-Gotitas en su boca, poco a poco. Camilo te dirá cómo- dijo Julieta antes de que volverse hacia él. Al verlo tan asustado le sonrió levemente- va a estar bien, muchacho eh…-
-Adrián, señora Madrigal- dijo él.
-Adrián, no dejes de presionar sus heridas- le dijo Julieta- estás haciendo un excelente trabajo-
El muchacho dejó sacar el aire que tenía atrapado en sus pulmones, aliviado de que los Madrigal no lo echaran o se negaran a curar a Lucía, que era lo único que le importaba en esos momento.
-¿Qué está pasando…?- comenzó a decir Matías saliendo del comedor, y vio con horror a su hermana en la cama con sus ropas cubiertas de sangre. Dio un paso adelante y tomó la mano de Lucía, sus manos temblando por lo que acababa de ver antes de alzar las cejas como si hubiera recordado algo y tragó saliva- ¿Mirabel?-
Adrián encogió los hombros.
-¿Qué tiene que ver ella con esto?-
-Mirabel estaba con Lucy antes de que trajéramos a mi abuelo aquí- dijo Matías cada vez más preocupado al mismo tiempo que Luisa también salía del comedor y veía con horror lo que estaba pasando.
-¿Qué dijiste?- dijo Julieta volviéndose a asustada a él.
-No sé dónde está ella, cuando entré en la casa solo estaba Lucy en… en un charco de sangre, pero no había nadie más al menos en el piso inferior- dijo el muchacho.
Vio al otro joven palidecer y, tras una mirada a su hermana, se echó a correr hacia su casa seguido de Luisa. Julieta se cubrió la boca con las dos manos.
Para entonces todos los Madrigal comenzaron a bajar al patio para escuchar. Al ver a su esposa tan pálida, Agustín corrió hacia ella y la abuela preguntó con la mirada que había pasado sorprendida de ver a Adrián dentro de la casa. Las manos de Camilo temblaron tanto que casi tira la limonada y Amelia la tomó de sus manos, continuando con su tarea de dar las gotitas en la boca de Lucía. Isabela no sabía que estaba pasando. Dolores se había cubierto la boca con la mano también y le contaba a Bruno, quien recién iba llegando, lo que había sucedido.
Adrián se sentía mal por ellos pero respiró hondo y enfocó toda su atención en Lucía. Sus heridas por fin habían dejado de sangrar gracias a la limonada mágica, así que soltó los paños con las que las cubría y tomó sus manos.
"Tienes que ponerte bien, Lucy", pensó repetidamente.
x-x-x
Poco después
Matías y Luisa llegaron corriendo casi al mismo tiempo a la casa de los Garza y quedaron helados en el marco de la puerta, horrorizados al ver la escena. El suelo en el sitio donde hacía apenas una hora Mirabel se había quedado de rodillas para consolar a Lucía estaba cubierto de sangre, algo que el muchacho jamás había visto en su vida.
-No…- dijo sin aliento antes de agregar en voz alta- ¡Miri!-
-¡Mirabel!- gritó Luisa tan asustada como él- ¡Mirabel, por favor responde!-
Tratando de no pensar lo peor, Matías se apresuró a subir al piso superior para buscarla pensando que quizá había visto lo que le hicieron a Lucía y decidió ponerse a salvo escondiéndose en una de sus habitaciones. Trató de quitarse el pensamiento de que Mirabel no era el tipo de persona que se escondería si pudiera hacer algo para ayudar.
"Por favor, que Miri se haya asustado y que se haya escondido"; se repitió mentalmente "que esté bien…"
Entre él y Luisa examinaron toda la casa, revolviendo y moviendo las camas pero no había nadie escondido. Sintió como si se hubiera comido toda una caja de clavos.
-No…- dijo para sí mismo- ¿por qué está pasando esto?-
Los dos regresaron a casa derrotados, pero podía ver que Luisa apretaba los puños como si quisiera matar a golpes a quienes se atrevieron a tocar a su hermana. Matías también se sentía furioso pero le urgía más encontrarla. Era el peor sentimiento que había tenido en toda su vida y no podía hacer nada.
Cuando entraron a casita se encontraron una escena similar a la que dejaron, a Amelia colocando gotitas de limonada en la boca de su hermana aún, Adrian tomando la mano de Lucía ajeno a la preocupación de la familia y todos los Madrigal mirándolo esperanzados de que regresara con Mirabel. No atinó sino a sacudir la cabeza derrotado.
-No la encontramos- dijo Matías cabizbajo para decepción de todos los Madrigal- solo había…-
Pero el muchacho no logró terminar su frase cuando Luisa cruzó la entrada hacia la cama donde estaba Lucía y tomó a Adrian por el cuello, arrancándolo de su lado, antes de empujarlo contra la pared con violencia.
-Ay…-
-¡Luisa!- exclamó Agustín cubriéndose la boca al ver lo que estaba haciendo su hija.
-¡TÚ OCASIONASTE ESTO!- exclamó Luisa mientras el muchacho la miraba asustado, por su expresión era obvio que sin entender la actitud de la enorme mujer- ¡¿DÓNDE ESTÁ MIRABEL?!-
-No… no lo sé…- dijo el muchacho sin aliento, apretando los dientes de dolor- yo no…-
-¡NO MIENTAS!- exclamó Luisa de nuevo, volviéndolo a azotar y arrancándole un horrible grito de dolor, pero la muchacha no desistió ni lo soltó- ¡HABLA! ¡¿QUÉ LE HICISTE?!-
-Na…nada- dijo Adrián cada vez más asustado- no sé dónde…-
Luisa estuvo a punto de azotarlo una tercera vez cuando Alma alzó la voz.
-¡Luisa Madrigal!- exclamó la abuela en un tono firme. Bruno estaba a su lado y le había susurrado algo al oído- ya fue suficiente. Bájalo-
-Pero abuela…-
-AHORA- dijo Alma en un tono que no admitía réplicas.
La joven miró a la abuela y bajó a Adrian a regañadientes, dejándolo caer al suelo sin mucha ceremonia. El muchacho tenía lágrimas en los ojos y se detenía el brazo con su mano contraria, cuyo codo estaba visiblemente hinchado además de que su hombro se veía extraño.
-Calma, Luisita, no estamos seguros si él fue quien le hizo esto a Mirabel- le dijo Bruno con paciencia. Miró preocupado al muchacho antes de agregar- Julieta, ¿podrías…?-
-Hay unos buñuelos en el comedor con don Gabriel, yo me encargo- dijo Antonio antes de que su tía respondiera, salió corriendo hacia el comedor antes de regresar y ofrecerle uno al muchacho. Matías vio a Adrián dudar por unos momentos, pero finalmente tomó un buñuelo y metérselo a la boca. Su codo y su hombro se arreglaron de inmediato.
-Gracias- dijo el muchacho.
-No es nada- sonrió el niño.
-Toñito, quédate con don Gabriel y Juancho en el comedor hasta que terminemos de curar a Lucy- dijo la abuela.
-Sí, abuelita- dijo Antonio corriendo de regreso al comedor.
Matías se cruzó de brazos. Aquello no explicaba donde estaba Mirabel y ardía de ganas de buscarla, pero tenía que saber cuál era el plan de los Madrigal para encontrarla. ¡Tenía que recuperarla sana y salva, y pronto!
-¿Por…por qué piensan que yo causé esto?- dijo Adrián un poco frustrado- ¿qué les hice para que piensen que yo causé todo esto?¡Lucy solo me pidió que fuera a buscarla, y la encontré así cuando llegué! Solo revisé que estuviera respirando y que tuviera pulso, la tomé de inmediato y corrí hacia este lugar-
-Porque tuve una visión, muchacho- dijo Bruno seriamente, sus ojos se encendieron de verde- de Mirabel encerrada en una habitación con la fotografía de tu abuelo, a quien esta familia conoce muy bien-
Adrián alzó las cejas por un momento.
-¿Qué?¿Cómo?-
Bruno subió a su habitación sin responder, seguramente para traer la visión. Matías alzó las cejas también pensando en que quizá eso era lo que había tenido a Mirabel tan preocupada desde hacía varias semanas, pero ella más que nadie debería saber que las visiones de su tío no siempre estaban completas.
"No pienses en eso ahora", se dijo a sí mismo "Miri tiene que estar bien".
Después de un par de minutos, Bruno regresó al patio llevando la tableta verde de su visión y se la mostró a Adrián. Matías miró de reojo la imagen de Mirabel de rodillas en el suelo, y tragó saliva horrorizado al pensar en que su Miri estaba asustada en algún sitio. Pero Adrián no se enfocó en ella, sino en una pequeña fotografía en la pared.
-Sí, él es mi abuelo- dijo Adrian frunciendo el entrecejo- pero yo no tengo esa fotografía. Mi mamá huyó de su casa conmigo cuando yo tenía cinco años y no volví a verlo en mi vida. Ella me dijo lo que mi abuelo les hizo a ustedes como familia…-
Los Madrigal, principalmente Pepa, Bruno y Alma se miraron entre sí. Habrían esperado que ese muchacho los culpara por el horrible destino que seguramente había tenido, medio quemado por uno de los rayos de Pepa y condenado a vivir fuera del Encanto.
-Entonces, ¿quién tiene esa fotografía?- preguntó Matías.
-Uno de mis primos…- les dijo Adrián frunciendo el entrecejo al pensar en ellos- ¡esos…! No puedo creer que…-
Pero se interrumpió al ver a Lucía comenzar a moverse incómoda en la cama y parpadear. Olvidando la conversación que estaba teniendo, Adrián se apresuró a su lado y tomó su mano. Matías hizo lo mismo, tomando su otra mano.
-¿Lucy?- dijo Matías.
-¿Mati?¿Adrián?- dijo Lucía en voz baja- ¿dónde estoy?-
-Adrián te encontró herida en nuestra casa- dijo Matías explicándole con rapidez para poder hacerle la pregunta cuya respuesta desesperadamente necesitaba- la señora Julieta te curó. Lucy, ¿dónde está Mirabel?-
x-x-x
CONTINUARÁ…
¡Hola a todos! Lamento mucho (no realmente) dejarlos en este cliffhanger, pero hasta aquí llega el capítulo. Les advertí que era la calma antes de la tormenta. Muchas gracias por seguir leyendo y por sus reviews. Abrazos.
Abby L.
