Ya casi de madrugada, con el agotamiento a punto de vencerla, Mina no estaba segura si soñaba despierta o era un efecto secundario del medicamento, pero aún sentía sus labios temblar cada vez que recordaba a Taiki. El inesperado placer de aquel roce le impedía dormir, imaginando diferentes escenarios y desenlaces para la caricia robada.
La última vez que la embargó tal emoción por un simple beso, era una quinceañera.
Ciertamente, él de simple no tenía nada.
¿Quién podría sospechar que detrás de aquella aburrida fachada nerd se escondería alguien tan interesante y apasionado?
¿Cómo pudo no notarlo antes?
Suspiró.
Ella sabía muy bien la razón, puesto que le pasaba lo mismo con quienes no la conocían: era más sencillo encasillarlo en un concepto que molestarse en averiguar.
Además, hasta que Yaten le asestó la decepción definitiva, fue incapaz de reconocer que había más hombres en el mundo.
Y también estaba Ami.
Muchas piezas en el puzzle del destino debieron moverse para que ellos pudieran reconocerse.
¿Qué hacer ahora?
A falta de quien invadía sus pensamientos, Mina abrazó la almohada.
Cuando el aroma de las rosas que adornaban su mesita de noche llegó hasta ella, recordó la carta. Inevitablemente, se preguntó qué otros talentos tenían esos largos dedos más allá de la caligrafía.
Con la insoportable inquietud del anhelo insatisfecho causando estragos en su interior, tomó una decisión: Volvería a besar a Taiki Kou.
El propósito era indefinido y cuestionable, pero, debía suceder.
Aunque no estaba segura de lo que conseguiría con ello, no le atemorizaba lo desconocido.
Con las consecuencias se las arreglaría después, como solía hacer.
Así, tras la determinación, vino para ella un plácido sueño.
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Taiki trataba de adivinar, sin mucho éxito, la reacción de Aino al recibir los obsequios.
Tenía que admitir que la chica era impredecible, dicha cualidad le dificultaba la tarea.
Se preguntó si se emocionaría hasta el borde del ridículo, como las protagonistas de los doramas; o, si era posible que hubiese rechazado los obsequios sin siquiera verlos, indiferente; tal vez, las suyas fueran la fresca cima de una montaña de rosas marchitas enviadas por los muchos admiradores de la rubia.
Era una posibilidad. Sabía de más de uno que esperaba obtener algo de ella con detalles así. Los hombres no eran tan discretos como les gustaba aparentar. Cada vez que ella le sonreía o complacía con el más mínimo gesto a alguno de sus aduladores pretendientes, éste se encargaba de que la mayoría de la comunidad estudiantil se enterara.
Patético.
Debía concederle a Yaten el no haberse comportado de manera tan pueril, presumiendo sus afectos como trofeo cuando tuvo oportunidad. Probablemente fuese porque padecía del mismo mal con las chicas que lo perseguían.
Casi sintió pena por ésos dos, que a pesar de lucir como una "pareja ideal", bien parecidos, populares, no terminarían juntos. Pensar en la razón por la que añadía el "casi" a la oración le resultaba tan perturbador como intrigante.
Aquél beso ocupaba el primer lugar en su brevísima lista de acciones incomprensibles. Debía despejar todas las incógnitas surgidas desde entonces, a como diera lugar. Descubriría qué le atraía de Mina Aino.
Como primer paso, el protocolo entre los chicos de su edad, para estos casos, le indicaba tomar la iniciativa y llamarla.
No se le escapó a su mente analítica la sonrisa de medio lado que curvó sus labios con la sola idea de volver a verla.
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— Deja de mirarme así, ¿quieres?, desde hace rato comenzó a ser incómodo.
— Hay algo que no me cuentas, estoy segura.
Serena observaba a su rubia amiga con suspicacia, cual detective tratando de interpretar la evidencia, fijamente, intentando perturbarla y echar abajo su coartada.
Aquél era el último día que debía permanecer en casa, convaleciente. Tsukino era la encargada de cuidarla y habían pasado la mañana entre preguntas inofensivas y relatos cómicos de su parte, llevando la conversación siempre al mismo tema. Así que Mina agradeció cuando el teléfono sonó e interrumpió a su acompañante.
Sabía que Serena no quitaría el dedo del renglón, insistiría hasta obtener una respuesta, aprovechando que no tenía escapatoria. Pretendiendo evadir la continuación del interrogatorio, se apresuró a responder la llamada sin revisar el nombre en la pantalla del celular. Propósito infructuoso, tuvo que admitir, al escuchar la voz al otro lado de la línea.
— Buen día, Aino, ¿cómo te encuentras?
— Buen día. Muy bien, gracias. Mi tobillo ya ha vuelto a la normalidad y volveré a ser libre.
— Me da gusto por ti, debe parecerte insoportable permanecer confinada en tu habitación.
— No demasiado, las chicas se han encargado de hacer el tiempo llevadero.
"¿Quién es?", cuestionó Serena, moviendo los labios, sin hacer ruido.
"Taiki", respondió ella, de igual manera.
Serena gesticuló un exagerado "¡Ooooooh!"
— ¿Y, qué harás para disfrutar de tu recién recuperada libertad?
— Salir a pasear, ver gente, ir al cine, comer algo delicioso...
"Anda, dile que te gusta".
"Serena, no sé si me gusta, no puedo decirle eso".
Comenzaron a murmurar, sin percatarse que eran escuchadas. Lo cual Taiki encontró muy divertido.
Carraspeó ligeramente para recuperar la atención de su interlocutora.
— ¿Te agradaron los obsequios?
Preguntó, cuidando ocultar el genuino interés tras sus palabras.
— ¡Sí, gracias! Me encantaron los chocolates.
La espontánea respuesta lo complació más de lo que pudo anticipar.
— Me alegra haber acertado en la elección.
"Dile que quieres verlo"
"Claro que no"
"¡Pero sí quieres!"
"Sí, pero... No"
"Asshhh, Mina"
El joven imaginaba la escena cortesía de la charla que las chicas creían secreta.
Tuvo que esforzarse para no reír abiertamente.
— En verdad, aprecio tu preocupación y todo lo que has hecho por mi, has sido muy amable.
— Alguien tenía que hacerlo, me alegra haber sido yo. Te dejo para que descanses. Saluda a Serena de mi parte.
— Claro, hasta luego.
En cuanto colgó, Mina se dio cuenta que no le mencionó que Serena estaba ahí. Con toda la fuerza de su vergüenza, arrojó la almohada más cercana al rostro de su amiga.
—¡Oye! En vez de atacarme, deberías agradecer que le di tu número.
— ¿Porqué?
— ¿Y por qué no? Cuando sean novios, estarás en deuda conmigo. Y será una graaaaaaaan deuda, te lo aseguro.
— Te equivocas, las cosas no van por ahí. Entre nosotros no sucede nada.
— Pues, te diré... Ése sonrojo en tus mejillas, es por algo, a mí no me engañas.
Y le lanzó la misma almohada de regreso.
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Después de visitar a la Doctora Mizuno para la última revisión, Mina decidió dar un paseo por la ciudad.
Serena se había ido a comer con Darien. Ella se negó a acompañarlos para disfrutar de un tiempo a solas.
Observó con renovada alegría los verdes pastos, las hojas de los árboles danzando al ritmo del viento, los colores vivaces de los jardines; a cada paso que daba su alegría aumentaba, como si volviera a ver la luz del sol luego de estar presa por muchos años.
Y no exageraba.
Para un espíritu libre y aventurero como el suyo, unos días encerrada la dejaban como flor marchita.
No supo si habían pasado horas o minutos mientras caminaba, tampoco puso atención a las calles que recorría; sólo veía escaparates, fascinada como la primera vez.
Entró a una de sus tiendas favoritas. Total, ella era clienta frecuente y probarse vestidos sin comprar no era delito.
Tras dar un recorrido, eligió un vestido color naranja, holgado, con volantes y hombros al descubierto.
Estaba tan entusiasmada, que no se percató que alguien la observaba discretamente desde uno de los pasillos.
Cuando salió del probador, contempló su imagen en el espejo con una sonrisa de oreja a oreja, pues en verdad le sentaba de maravilla.
— Sin duda, ése color te favorece. Y éstas prendas complementarían bien el conjunto.
Mina se sorprendió cuando Taiki apareció a su lado y le colocó un bonito sombrero negro sobre la cabeza para después extenderle una chaqueta de piel del mismo color. Vaya, vaya, debía admitir que el hombre tenía buen gusto. Otro punto a su favor.
— Me agrada tu sentido de la moda, Kou.
Expresó, dando una vuelta; tras contemplar su apariencia, hizo algunas poses, como si estuviera en una sesión fotográfica.
— Algo me dice que no te lo esperabas.
— Honestamente, no. Tienes más pinta de profesor de Literatura que de fashionista.
Él soltó una espontánea carcajada. Aino tuvo deseos de reír también, aún sin estar segura de que era tan gracioso en lo que acababa de decir.
— Discúlpame — Carraspeó y se recompuso— Acertaste en lo de la Literatura, aunque me inclino más por la creación literaria que la docencia.
— Parece que tienes todo planeado. Eso, sí me lo esperaba. Permíteme, voy a cambiarme, no tardo.
Mientras aguardaba por ella, consideró comprarle el sombrero. Sin embargo, desistió, pues no era así como quería ganarse sus atenciones, con un regalo tras otro.
Volvió a lo que estaba haciendo antes de verla. En el área de Caballeros, continuó buscando un presente para su Manager. Las opciones eran una corbata, mancuernillas de plata o un portafolios. La primera sugerencia de Yaten, la tercera, de Seiya, la otra, suya.
Mina lo alcanzó ahí.
— ¿Para ti o para alguien más?
Cuestionó al notar su indecisión.
— Para alguien más.
— ¿Importante?
— Sí.
— Yo me llevaría las mancuernillas, tienen más clase.
Él se sintió complacido de que pensaran igual, aún en un detalle sencillo, pero no se detuvo a indagar en el motivo.
— Muy bien, eso será, entonces.
Caminaron juntos hacia la caja, donde la señorita que los atendió reconoció a Taiki, y tras hacer el cobro, con emoción contenida, le pidió un autógrafo.
Amable, él accedió, con una expresión meramente cordial. Cuando se volvió hacia ella para salir del lugar, la sonrisa que le dedicó era diferente. Mina sintió curiosidad por ése detalle.
— ¿Siempre eres así con las fans?
— Procuro serlo. Les debemos mucho, por ello, es primordial corresponderles tanto como es posible. Pero, a diferencia de Seiya, a quien se le han adjudicado varios noviazgos, matrimonios y hasta causales de divorcio por su falta de mesura, considero conveniente mantener ciertos límites. Con Yaten no hace falta discutir el punto, y a pesar de su trato parco, las chicas de sus clubes de fans son bastante intensas.
— Me impresionas. Mantente cerca, por favor. Cuando sea una reconocida actriz de doramas necesitaré tus consejos sobre cómo manejar los avatares de la fama.
— A su servicio, mademoiselle. Será un placer.
Su tono de voz, aunado a la perfecta pronunciación en francés le provocó a Mina un ligero sonrojo. Por un instante, se sintió descolocada. La situación le resultó novedosa, pues ella siempre mantenía el control en estos casos. Avanzó más deprisa para evitar ponerse nerviosa.
— Tengo antojo de un helado, ¡vayamos por uno! Yo invito. "Más vale que digan aquí corrió..." Concluyó, ante su infantil acto de escape.
Aunque se percató de su inocente treta, él la siguió en silencio. No era de caballeros incomodar a las damas.
Llegaron a la heladería casi en una carrera, ella primero. Tras tomar un respiro, pidió el sabor que le vino a la mente: Menta con chispas de chocolate. A su vez, Taiki pidió uno de napolitano. Después de pagar, Mina guió a Taiki hacia una de las mesas de afuera y comenzaron a charlar amigablemente.
— Dime, ¿piensas dedicarte de lleno a la actuación?
Quiso saber, deseando conocerla más.
Ella apuró el último bocado de su cono, retirando los restos con una servilleta. Se deleitó la vista con el azul del cielo y las blancas nubes, imaginando el maravilloso futuro que se había propuesto construir.
— Me apasiona el ser parte de un sin fin de historias, recrear otras vidas en múltiples lugares. No me veo haciendo algo diferente. Pero, debo ser realista y contar con un Plan B.
— ¿Qué tal una carrera relacionada con el medio? Comunicación, periodismo, relaciones públicas... Cualquiera podría ser una opción viable.
— Chico listo, me agrada como piensas. Pero, cuéntame tú, ¿está decidido? ¿Serás escritor? ¿Qué pasará con Three Lights, si es así?
— Mis hermanos no me preocupan, tienen sus proyectos individuales. Como modus vivendi las letras son las que realmente me atraen y satisfacen. A largo plazo, se tomarán las decisiones pertinentes para cerrar unas puertas y abrir otras. Seguiré conectado con la música, pero no de tiempo completo.
Ella lo observaba con atención, absorta en la seriedad de sus palabras. Los chicos de su edad no planeaban ni lo que harían la próxima semana, a menos que se tratara de una fiesta.
— Me impresiona lo claro que tienes el panorama. Durante estos días te he conocido mejor que en los últimos años. ¿Curioso, no?
Ya había terminado con el helado. Sin distracciones, ahora sus miradas se cruzaban con un sincero interés reflejado en ellas.
— Nada sucede al azar. Si estamos aquí justo ahora, hay una razón.
— ¿Y cuál crees que sea?
Inquirió con una voz apenas audible, guardando para sí misma la teoría de que ésas pupilas violeta tenían un efecto hipnótico.
Él posó su mano sobre la de ella por encima de la mesa.
A Mina le pareció que sus latidos se detuvieron milésimas de segundos en cuanto su piel hizo contacto, para de inmediato comenzar un ritmo desbocado.
— Iremos al cine.
En su interior, ella escuchó como si un montón de platos se hicieran añicos o varios discos rayados sonaran a la vez.
— ¿Qué?
Fue lo único que logró articular, ya que en un loco arrebato romántico, había esperado algo diferente.
— Ya dimos un paseo, el helado cuenta como algo delicioso; sólo nos resta eso para terminar de celebrar tu reencuentro con la libertad.
— ¿Me estás invitando? ¿Es esto una cita?
— Podemos llamarle así, o simplemente disfrutar. Tú eliges.
Taiki le ofreció el brazo, sonriendo con galantería.
Ella lo encontró encantador, así que le siguió el juego y continuaron andando hasta el cine más cercano, a pocas cuadras de ahí.
Antes de cruzar la calle, la asaltó una duda.
— ¿No me estarás dejando anticipadamente en la friend zone?
Descubrió que le gustaba su risa al oírla nuevamente.
— Puedes estar tranquila. Sé de buena fuente que ése no es un lugar placentero para ir ni mucho menos enviar a nadie.
Supo que se refería a Seiya.
Si para ella era triste contemplar desde afuera lo que el joven padecía por la situación con su amiga, para Taiki, quien al ser familia sufría a su lado, debía ser muy duro. Definitivamente no quería pasar por lo mismo, así que estaba de acuerdo en hablarse con franqueza desde el principio, aunque no estuviera segura de lo que habían empezado.
— Okay, te creo. Ojalá haya una buena película en cartelera. Hace días vine con las chicas, la de comedia estaba para llorar y la de terror ridículamente absurda.
— Siempre podemos entretenernos con las golosinas y las palomitas; confío en que la compañía compense lo demás.
Mina se sentía contenta. Por suerte no lo planearon como una cita normal, pues debía admitir que el término le resultaba inquietante. Ya había tenido demasiados desastres disfrazados con ése nombre y no le apetecía repetir aquella época.
Pero, algo le decía ésta vez valía la pena correr el riesgo.
Él la convencía a cada minuto que compartían.
Dejaría las aguas fluir. Total, si las olas se ponían salvajes, ella era una experta nadadora.
