1.- Quién mató al profesor Anzai?
Lo curioso de ver las cosas bajo una perspectiva postmortem es que todo parece carecer de la importancia histriónica que posee todo cuando te riges por los impulsos vitales humanos.
Así que no te sorprende ver a Taoka mirando bajo la alfombra del salón y, decepcionado tras sólo encontrar un ejército de ácaros dispuestos a posarse al más mínimo descuido de la aspiradora sobre el televisor de pantalla panorámica, continuar escrutando tramo a tramo a todos los presentes y anunciar solemnemente que hasta que no llegue la policía no va haber Dios que se mueva de su jodido sitio – palabras textuales-. Y proceda a interrogar uno por uno a todos los invitados, que con gorrito triangular de colorines y gomita tirante incorporada, aún observan atónitos mi cadáver con el matasuegras en boca.
Tampoco creáis que mis bienes económicos desbordan mi cartera. Más bien todo lo contrario. Si el sicario ya es un pico – que, por razones lógicas, hay que pagar por adelantado-, imagínate un detective que tenga que descubrir al ejecutor de una muerte absurda y prematura. Así que tuve que recurrir a un compañero de oficio al que le hiciera ilusión ser Sherlock Holmes por un día. Al principio me miró con expresión de circunstancia y me dijo que no entendía ese desequilibrio mental mío de querer morir al método estrella de Hollywood. Pero pronto me comentó su gran afición a las novela de Agatha Cristie y sobre esa gabardina de un discreto color beige en su armario. Y que, por si le faltaban referencias, no era aficionado a fumar pipa, pero en su adolescencia había probado alguna que otra cosa que involucra plantitas psicotrópicas, y que una vez descubrió quien se dedicaba a pinchar los balones los días antes de los grandes partidos por méritos propios. Así que no me quedó más remedio que confiar en él.
- Que nadie se mueva, señores! Me temo que este hombre ha sido asesinado.- Sentenció Taoka con tono dramático y haciendo exageradas muecas mientras se llevaba las manos a la cabeza. Al muy imbécil ni si quiera se le ocurrió reparar en que a lo mejor nadie más allá del maldito pastel de mazapán me había matado. Pero entro lo concienciado e ilusionado que venía el hombre, y mi indisposición para recordárselo, acabó poniéndole la guinda a todo aquel meollo.
Haruko – para variar un poco- fue la primera en gritar. Un chillido tan cursi y repelente como ella. Tan agudo que mi perro empezó a ladrar despavorido y a correr de una punta a otra del pasillo que conduce a la cocina. La histeria colectiva se fue contagiando cual gripe de mediados de Septiembre y aquello se convirtió en un frenético caos de personas corriendo y hablando para ellos solos o para nadie en general, pataletas varias y confusión generalizada hasta que Taoka volvió a hablar.
- Silencio!!! – Murmuró su voz tajante.- No va a servir para nada que nos pongamos nerviosos…
- Pero se ha muerto! Se ha muerto!!! – Repetía Haruko enfatizando la sílaba tónica de aquella palabra que acabaría convirtiéndose en la protagonista de la velada. Empezó a gemir mientras se frotaba los ojos de incredulidad.
- No sólo ha muerto, señores. Alguien le ha matado. Aquí se ha cometido un crimen que…- aspiró profundamente para decir luego con orgullo – yo me encargaré de resolver.
- Qué crimen ni que leches! – Dijo Ryota observándome de soslayo – Se ha muerto el solito, atragantado.
- Eso es, señores, lo que el asesino nos ha hecho hacer creer! – Todos miraron a Taoka con admiración, asintiendo.
- Y que pruebas tienes? – Inquirió de nuevo Ryota, sin dejarse obnubilar por las reciñen descubiertas dotes deductivas de mi detective.
- Y por qué ese interés en afirmar que esto no ha sido un asesinato… ¿¡Es que a caso fuiste tú!? – El dedo acusador de Taoka fue el causante de que todos contuvieran el aliento y miraran al entrenador del equipo con desconfianza. Un " Ohhhh" colectivo logró acabar con la piel pálida del joven , substituida por un rojizo que hubiera podido competir con el pelo de Hanamichi- Tengo pruebas, muchacho!
- De qué ha sido él? – Preguntó aterrorizada mi asistente, llevándose una mano a la boca.
- Eso aún no lo sé. Tengo pruebas de que todo esto ha sido un asesinato premeditado. – Metió sus manos en los bolsillos de un horrible pantalón de tergal y empezó a caminar manteniendo una mirada centelleante en el suelo – Tendríamos que centrarnos en las últimas palabras de Anzai…
- Cuáles? – Preguntó la curiosidad de varios al unísono. Taoka sacó una libreta del bolsillo izquierdo y pasó varias páginas inundadas de vocablos ilegibles trazados con un Vic cualquiera. Y leyó:
- Ho, Ho, Ho…- Patético.- Así que, según mi excepcional lógica me inclinaré a decir que el asesino fue… Honda!!!
El silencio bailó por la sala durante varios minutos. Alguien tenía que decírselo. Finalmente fue Akagi.
- No… No hay ningún Honda…
- A no? – Se apresuró a coger varios papeles que habían caído de la libreta e intentó ordenarlos. Luego se quedó mirando fijamente mis últimas palabras mientras fruncía el ceño. – Hotaru? – Todos negaron – um… um… Hothohori? – Otra vez- Ho…Ho…Ho…Hosé? Ho… Entonces se trata de un mensaje en clave!
Todos se llevaron las manos a la boca, intentando reprimir un nuevo grito. Aquello se ponía cada vez más negro – y perdón por el chiste fácil-.
Qué ventajas tiene cumplir años un veintiuno de Diciembre y vivir en una casa aislada de las periferias de Kanagawa? Que si lo celebras en plan bestia y molestas a los vecinos, la policía no vendrá porque hay retenciones debido a la nieve. Pero tampoco lo hará si te mueres presuntamente asesinado. Así que tenía a una veintena de personas en mi casa retenida por las pretensiones deductivas de mi compañero. En una estancia de 30 metros cuadrados. Y nos habíamos pulido todo el alcohol en la cena. Así que a nadie necesitó ser Taoka para sentenciar que iba a ser una noche muy larga.
El incómodo silencio se paseó un largo rato por la sala se estar, pero los llantos de Mitsui lo llevaron a la cocina, donde mi esposa fregaba los platos con una vehemencia que – supuse yo- intentaba mitigar el dolor. ¿Quién la iba a mantener ahora?
- Ha…ha… Muerto… No puede ser… que inoportuno, que malditamente inoportuno – Balbuceaba mi mejor lanzador de triples. – Creo que… necesito estar solo. Por una larga temporada…- Y dicho esto, cogió el paquete que estaba destinado a ser el regalo de un feliz cumpleaños y se encerró en el lavabo.
- ¿Os importa si me quito los tacones? – Asaltó la frivolidad de Haruko con la pregunta más trascendental de la noche – nótese la ironía-.- Me están matando…- Y dejó caer todo su peso sobre mi precioso sofá de piel. Hanamichi no dudó en sentarse a su lado, con expresión de circunstancia.
- Escucha Haruko, se lo mucho que te ha afectado esta muerte…- La chica asintió con la mirada perdida-. Sabes que siempre tendrás mi hombro para llorar.
- Eres muy amable, Sakuragui.
La cadena del lavabo sonó por segunda vez. A Miyagui se le escapó una perversa sonrisa a pesar de la situación.
- Parece que a Mitsui le ha sentado mal la cena…
- No puede ser. – Dijo mi esposa, bastante lánguida, mientras entraba en el salón.– Me aseguré de que las ostras estuvieran bien muertecitas.
Todos se giraron hacia ella con los ojos desmesuradamente abiertos y los insultos aflorando por sus labios. El Rukawa hipocondríaco que nadie estaba acostumbrado a ver se abalanzó sobre la puerta del baño gritando como un poseso y rogando a Mitsui que abriera la puerta.
Larga Noche.
N/Kitty:
Hola gente!!! Se que me queréis matar, y que dije que actualizaría CDV en breve. No os precipitéis y pensad que este año estoy triplemente ocupada y tendré que pedir que el día tenga 27 horas para poder hacerlo todo…
