¡Nuevo capítulo! Adelanto un día la actualización. Aviso que el capítulo es un poco más largo pero estoy segura que eso os gusta. Vamos a ver un poco más de la vida de Bella y su familia. Y quizás haya un pasito adelante entre Bella y Emmett… Lo dejo que lo descubráis.

Espero que lo disfruten. ¡A leer!

La mayoría de los personajes pertenecen a Stephanie Meyer.


CAPÍTULO 4

Bella

Por fin era viernes y el fin de semana se presentaba bastante entretenido. Después de preparar toda la casa para esta noche y dar de desayunar a Zoe tomé las llaves del coche, la bolsa con mi uniforme y a mi hija y salí pitando a recoger a Rosalie. Esta mañana habíamos decidido que sería yo la conductora ya que en cuanto terminaran las clases del día Garrett se pasaría a buscar a mi rubia y se irían quién sabe a dónde.

Zoe estaba más que emocionada de saber que hoy tendríamos una fiesta de pijamas y se removía ansiosa en su sillita de viaje. Yo la miraba por el espejo retrovisor y sonreía divertida ante su excitación. Su pelo rizado, recogido en dos coletas, se balanceaba de un lado a otro mientras meneaba la cabeza y hablaba sin parar de todo lo que quería hacer en la noche. La mitad de lo que decía apenas se entendía pero era adorable verla agitar sus manos y que sus mejillas se sonrojaran cuando reía ilusionada.

Estacioné el coche frente a la casa de Rose y esperé a que ella y los niños salieran de su casa. Cuando la puerta se abrió Charlotte y Peter corrieron hacia el coche. Sonriendo al ver sus rostros emocionados, salí del vehículo para recibirlos en un abrazo de oso.

–¡Tía Bella! – Ambos niños chillaron exaltados justo antes de lanzarse a mis brazos.

Me reí feliz y los abracé fuerte. – Veo que habéis amanecido con mucha energía hoy.

–¡Mami nos ha dicho que hoy tendremos una fiesta de pijamas contigo! – Charlotte se separó de mí y sus enormes ojos azules brillaban ilusionados. – ¿Sí, tita? ¿Hoy comeremos palomitas y haremos un fuerte de almohadas?

–¡Sí, tía Bella! ¡Un fuerte, un fuerte! – Peter saltaba en su sitio sin parar. – ¿Haremos la pizza especial que siempre hacemos cuando nos quedamos a dormir contigo? ¿Y comeremos todas las golosinas que mamá dice que solo son para ocasiones especiales?

Charlotte chilló en ese justo momento y tiró de mi brazo con toda la fuerza que su pequeño cuerpo albergaba. – ¡Sí, sí, sí! ¡Tita, por favor! ¿Y jugaremos a pintarnos como las princesas?

–¡No, Char! ¡Cómo los indios! – Peter empezó a mover su mano sobre su boca mientras danzaba alrededor de su hermana y de mí, tal y como si fuera un indio bailando la danza de la lluvia.

–¡Eso, eso! ¡Cómo Pocahontas! – Charlotte no pudo evitarlo más y comenzó a seguir a su hermano en la danza que estaba llevando a cabo.

Estos niños iban a acabar conmigo. Aún no entendía cómo Rosalie podía mantenerse calmada todo el día con estos dos terremotos que tenía por hijos. Me levanté de haber estado agachada y miré hacia la puerta abierta del hogar de mi amiga. Justo allí se encontraba Garrett abrazando a mi rubia mientras esta lo miraba como si fuera lo más maravilloso en el mundo. Este pequeño instante era para ellos dos solos y mi corazón tronó rápido cuando vi la felicidad que embargaba a mi amiga.

Suspiré y aparté los ojos de ese momento tan íntimo entre mis dos amigos. Sabía que a continuación vendría el beso de despedida y eso ya era demasiado para ver. Los adoraba pero había veces en las que al observarlos me daba cuenta que estaba sola y que Zoe no tenía un padre al que abrazar o llamar. Solo me tenía a mí y a veces creo que no era suficiente.

Meneé la cabeza para alejar los malos pensamientos y observé a Peter y a Charlotte acercarse al coche para saludar a Zoe. Mi hija comenzó a reír cuando los dos niños empezaron a ponerle muecas divertidas a través del cristal de la ventanilla.

–Hola, Bella. – La grave voz de Garrett sonó tras de mí.

Me giré sobre mis pies y le sonreí. – Hola, chico genio. ¿Ya puedo llevarme a mi Barbie Diabólica?

Riéndose por el mote de su mujer se acercó a mí y me abrazó cariñosamente mientras Rosalie nos miraba entretenida. – Sigues siendo igual de traviesa que cuando éramos jóvenes.

–Por supuesto, Gar. – Me reí cuando vi a mi amiga poner los ojos en blanco. – Es parte de mi encanto. Sino pregúntale a tu mujer, nunca puede resistirse a mí.

–¡Ja! – Rosalie me dio un golpe en mi brazo. – Eso no te lo crees ni tú.

Garrett empezó a reír cuando me vio sacar la lengua en forma de burla a su mujer. Era un hombre muy atractivo. Alto, fuerte y con una complexión atlética que volvía loca a mi Rose. Tenía el pelo castaño claro y las puntas solían rozarle sus hombros. Sus ojos eran una mezcla entre dorado y azul y tenía una sonrisa que a más de una dejaba sin respiración. Era divertido ver cómo Rose fruncía el ceño disgustada cuando alguna chica se quedaba más tiempo de lo debido mirando a su hombre. Ella lo negaba y se enfurruñaba pero era evidente que era una pequeña rubia celosa y consentida. Al día siguiente siempre solía aparecer con una sonrisa de oreja a oreja y con un humor todo dulce y suave; por lo que era más que evidente que Garrett había obrado su magia en ella.

–Gracias por quedarte con los niños esta noche y mañana por la mañana, Bells. – Garrett me miró agradecido.

–No tienes que darlas. Sabes que adoro a tus hijos. – Lo abracé por la cintura mientras él envolvía un brazo por mis hombros.

–Lo sé, por algo eres su madrina. – Me guiñó un ojo y besó mi frente. – Le dije a Rose que encargara una cosa para ti en tu cafetería favorita. Es de mi parte.

–¡Eh! – Rosalie protestó. – Que la que tuvo la idea fui yo, señor simpatía.

Me reí ante la mirada retadora que ambos se echaron. Entre estos dos siempre ha habido este fuego orgulloso.

–Estoy agradecido de que Bells se quede hoy con mis niños. – La voz de Garrett había bajado dos octavas de su tono normal. – Así te recordaré cuánta simpatía tengo guardada para ti, nena.

Me reí a carcajadas cuando vi a mi amiga temblar en su sitio con las mejillas sonrojadas por el comentario de doble sentido de su marido. Era divertido ver a mi rubia descolocada de esa manera. Garrett era el único que tenía ese don sobre ella.

–Bueno, bueno. Quizás sea mejor que yo me vaya de esta casual conversación por si sube de tono un poco más. – Le guiñé un ojo a Rose entretenida. – Os dejo que os despidáis tiernamente como tortolitos enamorados y cursis que sois.

Solté mi agarre de Garrett y me dirigí hacia los niños para abrir la puerta de pasajeros mientras sus padres se despedían a nuestras espaldas.

–Como voy a disfrutar verte caer, HellBell. – Rosalie gritó. – Apuesto a favor de McCarty.

Apreté mi mano con todas mis fuerzas en el borde de la puerta del coche ante sus palabras. El maldito hombre no había abandonado mi cabeza desde ayer y eso me traía por la calle de la amargura. McCarty era lo más molesto del mundo revoloteando por mis pensamientos una y otra vez con su maravilloso café y ese pastel de crema de chocolate que casi me hizo tener un orgasmo en plena consulta.

–Pórtate bien con Bella, Rose. – La voz de Garrett sonó como si estuviera regañando a uno de sus hijos. – Se queda con nuestros diablillos casi todo el fin de semana para que nosotros podamos disfrutar de un tiempo a solas. Tienes que ser buena con ella, nena.

Riéndome ante la declaración de Garrett y observando la cara consternada de Rosalie me atreví a chinchar un poco más a mi amiga antes de meterme en el coche. – ¿Has oído bien, rubia? Tienes que mimarme como nunca antes. Es una orden de tu marido. Y lo que diga Garrett va a misa.

Rosalie me miraba con los cachetes inflados y una mirada matadora al mismo tiempo que Garrett alzaba una ceja en mi dirección.

–Así que lo que yo ordeno es sagrado… ¿No, Bells? – Garrett sonreía travieso mientras hablaba. – Pues déjate atrapar por ese tal McCarty. Quiero ver como caes.

Rosalie comenzó a reír a carcajadas uniéndose a las risas de su marido cuando vio mi cara de enojo.

–¡Nunca! ¡Me oís! – Grité como una rebelde. – No me atrapará. ¡Yo soy libre! ¡Libre como el viento! – Alcé mi brazo con el puño cerrado como si fuera Scarlett O´Hara en Lo que el viento se llevó.

Molesta por la actitud de mis amigos, me metí en el coche con un fuerte portazo. Los niños seguían jugando en los asientos de atrás ajenos a toda la charla que sus padres y yo habíamos tenido hacía unos instantes. Me puse el cinturón de seguridad de manera brusca, fallando dos veces antes de conseguir que sonara el dichoso click. Esto era tan injusto. Odiaba que Rosalie y Garrett se pusieran en mi contra. Siempre acababan aliando sus fuerzas y era yo la que salía perdiendo.

Gruñendo, di un golpe en el volante haciendo que el claxon sonara fuerte y provocando que tanto los niños como yo diéramos un buen salto en nuestros asientos.

–¡Tita, qué susto! – Charlotte me dijo teatralmente mientras se ponía una mano en el corazón y se abanicaba con la otra como si fuera una diva.

–Como se nota que eres una bebé, Char. – Peter molestó a su hermana sacándole la lengua.

–¡No lo soy! ¡No lo soy! ¡Soy una dama!

Mientras me reía por las ocurrencias de estos dos, Rosalie abrió la puerta delantera y se sentó en el asiento de copiloto. Garrett nos miraba desde el jardín de la casa con las manos metidas en los bolsillos mientras la suave brisa primaveral mecía los mechones de su pelo. Llevaba una camisa blanca con una corbata y un pantalón negro de vestir. Estaba claro que hoy tenía una reunión en su trabajo. Rose me había comentado que Garrett había estado liado con los planos de un nuevo edificio a las afueras de la ciudad. Mi amigo era un arquitecto muy bueno y estaba segura que el nuevo proyecto sería una obra de arte.

–Si no quieres llegar tarde, Bella, será mejor que nos pongamos en marcha. – La voz de Rosalie me sacó de mi ensoñación.

–Mira quien fue a hablar. Si llegamos tarde será por tu culpa. Tanta despedida con tu marido. – Puse los ojos en blanco entretanto arrancaba el coche. – Si os vais a ver en unas pocas horas, ¡por dios!

–Eso que escucho es envidia… –Rose tarareó sabionda.

–¡Bah! – Fue mi única respuesta.

El camino hacia el colegio se hizo corto mientras los cuatro hablábamos de todo lo que el día nos tenía planeado. Los niños eran los que más parloteaban ante la atenta mirada de nosotras. Cuando llegamos a la escuela los cuatro se bajaron del coche y yo les deseé un buen día mientras los veía entrar por las puertas.

Esta situación no solía darse mucho ya que casi siempre era Rose la que conducía pero era divertido cambiar de vez en cuando. Conduje hasta la clínica y me puse el chip de trabajo.

Toda la jornada pasó en un abrir y cerrar de ojos. Cuando me quise dar cuenta era la hora de ir a recoger a los niños. Me cambié en los vestuarios en un visto y no visto y pasé por recepción para darle un beso a Angy y desearle un gran fin de semana.

Cuando me introduje en el tráfico de la ciudad recordé que tenía que ir a buscar un encargo a la cafetería. Sea lo que fuera, tenía claro que me encantaría. Cualquier dulce procedente del Erin era un manjar. Así que aparqué y entré al lugar, ansiosa y expectante.

La cafetería estaba a rebosar a esta hora de la tarde, ninguna mesa estaba libre y la barra estaba también bastante ocupada. Como pude logré un hueco entre dos hombres gigantescos y esperé a que Jacob tuviera un respiro.

–¡Hola, Bella! Ahora mismo estoy contigo. – El chico me chilló entre el bullicio del lugar.

–No te preocupes, acaba lo que estás haciendo. – Le sonreí.

Jacob era un amor de chico. Era un estudiante de bellas artes, muy inteligente y dulce. Era alto, con la piel de color caramelo oscuro y unos enormes ojos negros que denotaban su ascendencia nativo americana. Hacía poco que se había cortado el pelo, rapándose los lados de la cabeza mientras dejaba un poco más larga la parte de arriba, la cual tenía recogida en un coqueto moño. En su cuello había un intrincado tatuaje multicolor que desaparecía bajo su ropa y que continuaba por todo su hombro y brazo.

Cuando terminó de atender a una simpática anciana se acercó a mí y me sonrió. – ¿Qué te sirvo hoy, Bella? Acabamos de hornear los croissants que tanto te gustan.

Gemí ante la idea de hincarle el diente a una de esas delicias. – Mierda, Jake. Solamente venía a recoger un encargo de Rosalie y vas tú y me dices tremenda noticia.

–¿Qué te puedo decir? Solo quiero darle lo mejor a una de mis clientas favoritas. – Meneó sus cejas arriba y abajo.

–¿Perdona? ¿Una de tus clientas favoritas? – Lo miré como si me hubiera apuñalado. – No puedo creerme que no sea tú única clienta favorita. Mi maltrecho corazón no puede soportarlo. Me lo acabas de romper, Jacob. – Dramaticé como si fuera una dama del siglo XIX.

Riéndose de mí, se agachó y cogió algo de debajo de la barra. – De entre todas ellas, tú eres la única para mí. – Me guiñó un ojo antes de desaparecer hacia la cocina del local.

Me reí meneando la cabeza. Este chico era todo un donjuán. A Rose y a mí nos encantaba hablar con él y muchas tardes, cuando había poca gente en la cafetería, se sentaba con nosotras y charlábamos de todo y nada.

Jacob tenía un humor desenfadado y alegre, siempre tenía una sonrisa en su rostro y una palabra dulce para decir. Era un alma noble y un pequeño luchador decidido. Había sufrido acoso escolar en el instituto y eso había marcado bastante su personalidad. Lo veía en sus ojos cuando observaba alguna injusticia y apretaba los puños ante la impotencia de no poder interceder. Jacob siempre trataba de mostrar su alegría y simpatía pero a veces el peso del mundo era demasiado para un alma tan afable como la suya.

Un día, lo tomé de la mano y acaricié su pelo en un pequeño gesto maternal cuando vi que la ira lo estaba llevando a un lugar del que sería muy difícil volver. Él me miró fijamente y me dejó ver más allá de la tierna sonrisa y las palabras dulces. Me dejó apreciar su dolor. Y supe que nunca más dejaría que estuviera solo.

Y lo demás es historia.

Jacob regresó con una enorme caja de papel blanca, con un lazo morado como decoración y lo colocó frente a mí.

–Este es el encargo que hizo Rose. – Se acercó a mí por encima de la barra del bar. – ¿Quieres saber lo que contiene, pequeña Bella?

–¡Por supuesto que sí! Deja la intriga a un lado y desembucha, pajarillo.

Jake empezó a reír a carcajadas y volvió a ponerse recto. – Me temo que prometí no decir nada.

–Rosalie no se enterará. – Le intenté engatusar. – Palabra de Boy Scout. – Dije solemne.

–Tú no fuiste Boy Scout, Bells. – Sonrió. – Aunque puedo darte una pista si decides llevarte algún croissant.

–Eso es puro chantaje, niño. – Le fruncí el ceño. Cuando vi que tenía colocada otra caja de cartón en blanco vacía en la barra lo entendí todo. – Lo tenías todo planeado, bribón. – Lo acusé señalándole con el dedo.

–En el amor, la guerra y los dulces todo vale, Bells. – Me guiñó un ojo. – Esa es la ley.

Me reí de él. Era inteligente y divertido. Este chico era todo un embaucador.

–A saber quién te enseñó eso. – Le espeté. – Tú eres un niño bonito al que no se le da muy bien pensar.

–¡Pero bueno! ¡Será posible! – Dijo indignado. – Soy un Adonis con un cerebro que muchos envidiarían. – Dijo alzando su barbilla de manera arrogante. – Aunque llevas razón en lo de la frase. Un hombre muy sabio me la dijo hoy y he decidido que es la frase del día.

–A ver si adivino… – No tenía que pensar mucho para saber quién se la había dicho. Tenía la firma del maldito de McCarty y eso hacía que quisiera chocar la cabeza contra la barra repetidamente. – ¿Tú jefe quizás?

La cara de sorpresa de Jacob no tuvo precio. Me reí cuando sus ojos se ampliaron y su boca hizo un mohín tierno. – No eres nada divertida, Bella.

–Sabes que sí lo soy, Jake. – Me reí. – Soy la diversión y el encanto personificado. – En esta ocasión fui yo la que movió las cejas arriba y abajo, provocando que Jacob riera. – Ponme cuatro croissants, por favor. Y que sean con chocolate.

–Que mandona eres. – Me sacó la lengua mientras tomaba la caja y la rellenaba con los dulces.

–Adoras mi lado mandón, Jake. No puedes dudarlo. – Le guiñé un ojo.

Él se rio y meneó la cabeza. – Shh. No se lo digas a Marco.

Sonriéndole, afirmé entretenida mientras lo veía trabajar. Marco era su novio. Llevaban un par años saliendo y había conocido al muchacho al mes de que comenzaran a salir. Físicamente era lo opuesto a Jacob. El chico era rubio, con unos ojos azules impresionantes, delgado y bastante tímido. Estudiaba con Jake en la misma clase y se veían adorables cuando estaban juntos.

La primera vez que lo conocí estaba aterrada. No quería que hicieran daño a mi amigo y tenía un poco de duda respecto a él. Pero cuando observé cómo miraba a Jacob todas mis dudas se disiparon. Su relación no era algo pasajero, ahí había mucho más que un amor de universidad. Lo sabía porque era la misma mirada que se daban Rosalie y Garrett. Y eso me hizo sentir mucho más tranquila. Al final terminé acogiendo bajo mi ala de mamá gallina a Marco, tal y como hice con Jake.

Algún domingo venían a casa a almorzar con Zoe y conmigo, y esos domingos eran fabulosos porque preparaba comida casera para estos dos niños que casi lloraban de lo deliciosa que estaba.

–Aquí tienes, Bells. – Jacob interrumpió el hilo de mis pensamientos. – Dale un enorme beso de mi parte a mini-tú.

Riéndome por el mote con el que llamaba a mi hija, le pagué los croissants y le di de propina lo que sobró. – Otro día la traigo para que la veas. Mi niña cada día está más grande, Jake.

Jacob alargó el brazo para acariciar mi mejilla cuando vio mi pequeño mohín. – Eso es bueno, Bella. Zoe amanece más linda cada día porque su madre la quiere con locura y la vida te lo agradece así.

Jacob era un chico tierno que sabía lo que decir cuando mi humor flaqueaba. Le sonreí como respuesta y me alcé sobre la barra del bar para darle un pequeño beso en su mejilla.

–Me voy que tengo que ir a buscar a los chicos al colegio. Te veré pronto, niño.

Me giré sobre mis talones y me dispuse a salir de la cafetería.

–¡Cuídate, Bells! Dale besos a los diablillos.

Me despedí con la mano y corrí hacia mi coche. Por fin comenzaba el verdadero fin de semana. En casa había dejado todo preparado para pasar una gran noche. Había comprado masa de pizza, todos los ingredientes que les gustaban a los niños, palomitas y una gran cantidad de comida chatarra.

A cada metro que me acercaba al colegio, mi emoción se desbordaba exponencialmente. No era la primera vez que hacíamos una fiesta de pijamas de este estilo pero siempre me ilusionaba. Era como volver a ser una niña. Quizás también las disfrutara más porque cuando era pequeña nunca hice una pijamada, a mi madre no le gustaban los niños y, según ella, ya tenía bastante con soportarme a mí. Así que cada vez que tenía una oportunidad de montar una noche tan divertida no lo dudaba un segundo; quería que los niños tuvieran este recuerdo en sus vidas.

Aparqué muy cerca del colegio y me dirigí hacia la puerta principal por donde salían todos los niños. El timbre que indicaba el final de las clases sonó y un tremendo alboroto reinó por toda la escuela. Los niños salían corriendo por las puertas y se acercaban a sus padres o familiares. El ambiente era tan festivo y alegre que no pude evitar reírme encantada.

–¡Mami! – La tierna voz de mi hija sonó entre la multitud.

Mi pequeña Zoe venía en brazos de Rosalie y sacudía su mano enérgicamente en mi dirección. Su sonrisa se amplió aún más y me acerqué a ellas a paso acelerado. Charlotte venía agarrada de la mano de su madre y Peter de la de su hermana. Se veían todos tan adorables.

–¡Tía Bella! – Peter me saludó con un abrazo en mi cintura cuando soltó la mano de su hermana.

Le sonreí y acaricié su cabello en un gesto dulce. – Hola, hombrecito. ¿Listo para la fiesta?

–¡Sí! ¡Sí! – Los ojos azules de Peter brillaban ilusionados. – ¿Haremos palomitas y veremos películas hasta tarde? ¡Por fa!

–¡Yo quiero ver Frozen! – Charlotte se agarró de mi otra pierna. – Y podremos cantar las canciones, ¿verdad, tita?

–¡No, Frozen no! – Su hermano arrugó la nariz disgustado. – Yo quiero ver Toy Story!

Mientras los dos hermanos se enzarzaban en una discusión por qué película ver, yo tomé de los brazos de Rose a mi niña.

–Hola, mi amor. – Besé su mejilla regordeta. – ¿Cómo ha ido tu día?

–Hice un ibujo, mami. – Zoe me sonrió orgullosa. – Onito.

Mi corazón tronó acelerado ante lo hermosa que mi hija se veía. Era tan tierna y dulce. Nunca sería capaz de mirarla de otra manera.

–Por supuesto que sí, Zoe. Tú eres toda una artista, ¿verdad, cielo? – Le hice cosquillas en su barriguita y comenzó a reír mientras me agarraba del cuello.

Alcé el rostro y me fijé en Rosalie. Se la veía cansada y cargaba con el bolso y dos mochilas, las cuales seguramente serían la ropa de los niños. Frunciéndole el ceño, alargué el brazo y le quité estas dos últimas, maniobrando con el cuerpo de mi hija para que no se cayera.

–Te dije que dejaras estas cosas en el coche, rubia. Ya se ve lo que me haces caso. – Le gruñí. – ¿Qué te ocurre, Rose?

Suspirando exhausta, acarició el pelo de Peter. – Los niños hoy estaban totalmente revolucionados. Han dado mucha guerra.

–¿Y? – La insté. Sabía que había algo más. – ¿Qué no me estás diciendo?

–Tuve una reunión con el jefe de estudios. – Rosalie se mordió el labio nerviosa. – Me sacó de mis casillas.

–¿Te hizo algo ese bichejo? – Lo estaba viendo todo rojo. Como ese tipo se hubiera atrevido a hacerle algo a mi rubia…

–No, no. – Contestó rápidamente. – Solo que hoy no tenía ganas de soportar sus estupideces y ha sido la gota que colmó el vaso. Solamente me apetece un buen baño y una copa de vino.

–Y esas son unas de las cosas que vas a tener. – La voz de Garrett nos sobresaltó a las dos, tomándonos por sorpresa.

El marido de mi amiga, la agarró de la cintura y le dio un beso de película. Peter hizo un sonido disgustado y Charlotte suspiró enamorada al ver a sus padres.

–No sé porque te disgustas, Pit. – Charlotte miró a su hermano molesta. – Papi siempre saluda así a mamá.

–A ti te gusta porque eres una niña. Y a las niñas os encanta el amor. – La cara de asco de Peter era única.

Me reí ante la situación y mi sonrisa se amplió aún más cuando el bichejo salía de las puertas y Garrett lo divisó al terminar el beso con su mujer.

–Enseguida regreso.

–Garrett, no. Por favor. – Rosalie le imploró.

Mi amigo la miró serio y ningún resquicio de debilidad por el ruego de su mujer se denotaba en su rostro. – Eres mi mujer, cariño. Y es mi derecho cuidarte.

Y con esa declaración se giró e interceptó al jefe de estudios. La sonrisa de estúpido que llevaba Newton desapareció en cuanto lo vio. Su cara fue perdiendo color hasta convertirse en un espectro tan blanco como la nieve. En cuanto pudo, Newton salió corriendo hacia su coche y Garrett regresó con nosotras.

–¿Se puede saber que le has dicho, Garrett? – Todo el cansancio había desaparecido del cuerpo de mi amiga y ahora el enfado bañaba su voz, acompañado del característico cruce de brazos tan famoso.

–Nada que no se mereciese ese mierdecilla. – Repliqué yo antes de que Garrett pudiera responder.

–¡Bella! – Me gritó ofendida.

–Tu amiga lleva razón, Rosalie. – Garrett atrajo entre sus brazos a su mujer. – No volverá siquiera a respirar el mismo aire que tú. Y ahora. – Garrett puso un dedo en los labios de Rose, acallando cualquier tipo de queja. – Tú y yo nos vamos a pasar una maravillosa noche.

Rose suspiró derrotada y se agachó para abrazar a sus dos retoños mientras Garrett se despedía de mí y me agradecía de nuevo el que me quedase con los niños. Le sonreí y le quité importancia al asunto. Pasar tiempo con sus hijos era maravilloso.

–Tened cuidado, Bells. – Rose me susurró en el oído cuando su marido se estaba despidiendo de los niños. – Si pasa algo, avísame. Dejaré el móvil encendido por si necesitas algo.

–Estaremos bien, rubia. ¿O acaso piensas que no soy capaz de cuidar de estos diablillos?

–Por dios, Bella. Si tú eres la más mala de todos. – Puso los ojos en blanco mientras reía. – Eres HellBell, ¿recuerdas?

Riéndome, coloqué un mechón rubio de su cabello detrás de su oreja. – Soy la reina de las maldades, rubia. Divertíos y disfrutad.

Garrett y Rosalie se montaron en su coche bajo nuestra atenta mirada. Sus hijos se despedían efusivamente con una sonrisa en su rostro. Cuando el coche de sus padres se perdió en la esquina de la calle nos pusimos en marcha.

El trayecto a casa fue muy corto, con la música a todo volumen y nos niños cantando a todo pulmón. Esta noche iba a ser maravillosa y no tenía duda de ello.

Cuando llegamos a casa bañé a los tres y luego los dejé viendo una peli mientras me duchaba yo. Zoe estaba muy linda con pijama enterizo de color amarillo y Charlotte y Peter llevaban pijamas a juego de color naranja y verde. Les hice a los tres una foto en el sofá con el móvil y se la mandé a Rose.

La noche pasó entre risas y diversión. Los niños hicieron sus pizzas favoritas y luego comimos palomitas, golosinas y varios trozos de tarta de chocolate – de la que Rose había encargado para nosotros – mientras veíamos películas. Montamos tiendas de campaña con sábanas por todo el salón y pusimos pequeñas lucecitas para adornar. Cuando llegó la hora de acostarse, los mandé a lavarse los dientes y les conté un cuento sobre un dragón llamado Fafnir y un tigre blanco conocido como Naasir. Acurrucados con sus peluches escucharon atentos la historia hasta que cayeron rendidos por el sueño en sus sacos de dormir.

Zoe dormía entre mis brazos plácidamente, con todos sus rizos desparramados por la almohada y sus largas pestañas proyectando sombras en sus mejillas. Era tan bonita, tan linda… Acaricié su sien y besé su frente mientras pensaba en lo que podía haber sido mi vida sin ella. Nada sería igual y todo tendría un color tan lúgubre que mi corazón se encogía ante la idea de perderla. Zoe era mi sol y me daba la luz para difuminar la sombra nociva del pasado. Su padre nunca sería su padre y nunca la conocería, Félix perdió ese derecho cuando pasó el accidente.

Apreté los ojos y me obligué a pensar en todo lo bueno que tenía en mi vida. Todo estaba bien, tenía a mi padre Charlie, a mi hija y a unos amigos fantásticos. No necesitaba a mi madre ni a ningún hombre para ser feliz. Salvo que antes de que Morfeo me llevase con él, los ojos de plata tormentosos de un hombre me miraron decididos y desafiantes.

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El sábado amaneció lleno de risas y alegría. Preparé tortitas con nata y sirope de chocolate y los niños se volvieron locos. Casi no me dio tiempo a probar alguna, por suerte también preparé tostadas y fruta picada con yogur así como café, zumo y leche caliente.

Hoy tenía pensado pasar el día en el parque cercano a casa. Era un lugar fantástico para que los niños jugasen y poder hacer un buen picnic con el que relajarse. El parque tenía un jardín botánico y un enorme invernadero lleno de plantas de todas las partes del mundo. Era increíble estar en él y a Zoe le encantaban las flores, desde que era un bebé le fascinaban.

Decidí que todos fueran vestidos con vaqueros, camiseta y sudadera. Peiné a Zoe y a Charlotte y luego dejé que Peter se peinara con el cabello en punta, a él le gustaba y se veía muy guapo. Yo me puse unos vaqueros negros y una camisa celeste de hombre, me resultaba muy cómoda y para pasar el día jugando y tirada en el césped era lo mejor.

Preparé los bocadillos y las bebidas, guardé los croissants que compré ayer y tomé dos gigantescas mantas para estirarlas sobre la hierba. Nos niños estaban más que impacientes y me rogaban que nos fuéramos ya mientras guardaba todo lo necesario en el bolso. Cuando todo estuvo listo nos fuimos andando al parque.

El día estaba estupendo para disfrutar de la primavera y el sol. Había algunas familias desperdigadas por el lugar y algunos adolescentes jugaban con un balón o un frisbee.

–¡Allí, tía Bella! – Charlotte me señaló un lugar cerca del estanque de peces y con varios árboles frondosos. – Me gusta ese sitio.

La miré sonriendo. – Pues entonces ese será nuestra base, cielo.

–¡Bien! – Gritó Peter. – Así podremos ver los peces de colores.

Mientras sacaba las mantas y las colocaba sobre la hierba, Charlotte y Peter tomaron la pelota que llevaba en la bolsa y se pusieron a jugar con Zoe. Yo me encargué de preparar todo y les eché crema solar en el rostro para evitar que se quemaran.

Unas de las tantas veces en las que el balón se les escapó, la pelota terminó siendo perseguida por un enorme san Bernardo.

–¡Keenan! – Una grave voz llamó al perro. – ¡Ven aquí ahora mismo, muchacho!

Esto no estaba ocurriendo. No podía ser posible que justo en el día menos esperado me encontrara con McCarty en mi parque favorito.

¿Qué demonios hacía este hombre aquí?

Me levanté de la manta y lo vi en el camino de tierra acariciando la cabeza de su perro. Llevaba un pantalón oscuro de chándal con una camiseta blanca y una sudadera gris. El maldito hombre estaba hermoso incluso de esa guisa.

–¡Mira Pit! – Charlotte llamó a su hermano emocionada. – Mira que perro más bonito.

–¡Es enorme! – Peter respondió impresionado. – ¿Podemos ir a verlo, tía Bella?

Suspiré derrotada. Era más que evidente que al final tendría que hablar con él. – Hay que recuperar la pelota, ¿no? – Les sonreí. – ¿A qué esperáis?

Los niños gritaron emocionados y salieron corriendo hacia el animal. Zoe quiso seguirlos y empezó a correr también pero sus piernas eran más cortas y se trastabilló con sus propios pies. Menos mal que fui rápida y la agarré antes de que besara el césped. Mi hija rio divertida y tomó mi mano para andar.

–Es tan suave. – La voz de Charlotte sonaba fascinada mientras acariciaba el lomo del animal.

–¡Mira, Char! – Su hermano llamó su atención cuando el san Bernardo empezó a lamerle la mano. – Le caigo bien.

–Yo también quiero. – Dijo la niña rubia.

McCarty los miraba divertido al tiempo que agarraba la pelota en su mano, parecía diminuta en comparación con el tamaño de este hombre. Sus manos eran muy varoniles y denotaban que trabajaba con ellas. Un escalofrió recorrió mi columna ante el recuerdo del tacto de sus dedos en mi muñeca.

Cuando alcé mis ojos vi que me contemplaba de manera satisfecha. Sonrió y agachó su cabeza a modo de saludo. – Hola, Isabella. Me alegra verte de nuevo.

¡Maldito fuera! Mi nombre en sus labios sonaba demasiado bien y no era justo.

–Hola, Emmett. – Le respondí con la misma moneda. No pensaba dejarle ver cuánto me afectaba.

Sus ojos grises relampaguearon traviesos ante la mención de su nombre y su sonrisa se amplió.

–Parece que el mundo es un pañuelo. ¿Estás sola?

–Sí, estamos los niños y yo. – Zoe se soltó de mi mano y se acercó tímida al perro.

Mi hija alzó su manita para acariciar el cuello del animal y este se giró para olfatearla. Zoe se sobresaltó pero dejó que oliera su mano, haciéndola reír cuando la respiración del hocico de Keenan le hizo cosquillas en la palma. El perro empezó a lamerla y Zoe se relajó un poco más, cogiendo la suficiente confianza para acercarse y acariciar su pelaje.

–Perro onito. – Dijo mi hija divertida.

No pude evitar sonreír con ternura ante la acción de mi hija. Emmett se agachó junto al perro y acarició su cabeza con confianza.

–Te presento a Keenan. – Le dijo a Zoe. – ¿Te gusta, cielo?

Zoe lo miró con sus enormes ojos marrones y asintió en silencio, respondiendo así a la pregunta.

–Yo Zoe. – Dijo mientras se señalaba con el dedo.

McCarty rio y se presentó también. – Eres muy linda, Zoe. Te pareces a tu madre.

Yo lo miré con una ceja alzada. Este hombre tenía un encanto muy peligroso.

–Tía Bella, ¿podemos jugar con Keenan? – Los ojos de Peter me miraban implorantes.

–Cariño eso no depende de mí, sino de McCarty. – Una tos seca me interrumpió y la mirada retadora del hombre me desafiaba. – Quiero decir, Emmett quizás tiene cosas que hacer y debes preguntárselo a él.

–Mi Oso y yo estamos totalmente libres para haceros compañía. – Le respondió mirando a Peter. – ¿Qué me dices, Isabella? ¿Te atreves a jugar conmigo?

Mierda. Sus ojos grises me incitaban a arriesgarme a la aventura que este hombre significaba. Y estaba más que claro que Emmett no me dejaría seguir con mi vida tranquila y apacible.

–Vamos a jugar, McCarty.


¡Bang! Y el juego comienza. En el próximo capítulo veremos que tal lo pasan en el parque todos juntos.

Por fin os puedo presentar a Garrett y a Jacob. Gar es maravilloso ¿cierto? Me encanta como trata a las chicas y a los niños. Y en cuanto a Jacob… Es adorable. Seguro que aparecerá más adelante.

Respecto al cuento que Bella les narra a los niños… ¿Qué puedo decir? No pude resistirme en recordar a mi dragón y a mi tigris (Samhain). Los echo de menos.

Quería dar las gracias a todas las chicas que le dieron a seguir y a favoritos a la historia. Mil gracias a las chicas que comentaron, eso fue todo un detalle.

Espero que este capítulo os guste tanto como el anterior y me deis vuestra opinión.

Respecto a vuestras preguntas, todas se irán contestando poco a poco conforme avancemos. Ya lo veréis. Aunque ya estamos viendo algunas pistas respecto al pasado de Bella: Félix… La madre de Bella… Ya veremos que pasa.

Gracias por los comentarios a: cavendano13, carlabordon92, lema26, AndreCullen, DanielaSalvatore, shamyx, Ximena, glow0718, Silas Whitlock, helen, libbnnygramajo, Krisella, ely, Gabluxizpop, Yuria, LeahDeCall, helenagonzalez26-athos, alejandra1987, Roxy Sanchez.

Nos leemos pronto.