Siento muchísimo la tardanza, chicas. Creo que ha sido de los periodos más largos en los que no he podido escribir. Espero que este nuevo capítulo haya valido la pena la espera.
Nos leemos abajo. ¡A disfrutar!
La mayoría de los personajes pertenecen a Stephanie Meyer.
CAPÍTULO 7
Bella
–HellBell. – Rosalie sacó la cabeza por la ventana de la cocina. – ¿Se puede saber dónde tienes escondida la tarta de chocolate que recogiste el otro día en el Erin?
Girándome sobre mi estómago en la manta que habíamos extendido en mi pequeño jardín trasero alcé la vista en su dirección y le sonreí. – ¿En qué lugar tu pequeña Charlotte jamás miraría?
Mi pregunta provocó que Rose comenzara a reír negando con la cabeza mientras volvía a perderse en el interior de la cocina. Yo me giré de nuevo para poder vislumbrar las difusas nubes que se extendían a través del cielo azul. La noche del sábado fue mucho más calmada que la del viernes. Los niños habían terminado agotados de pasar todo el día en el parque y por la noche no eran capaces ni de tener los ojos abiertos mientras cenábamos. Así que, antes de las diez, todos estábamos acostados y durmiendo a pierna suelta después de avisar a Rose y decirle que podía disfrutar de otra noche con mi chico genio.
Garrett y Rosalie se presentaron en mi casa el domingo por la mañana y todos pasamos un agradable día de barbacoa. Sin embargo, Rose se dio cuenta de que le andaba ocultando algo y cuando empezó a caer la tarde mandó a su marido y a los niños a su casa sin ningún tipo de réplica. Así que, aquí nos encontrábamos las dos solas en el jardín de mi casa disfrutando de una preciosa tarde en compañía de la otra.
Rose salió por la puerta cargando dos platos con un pedazo de tarta en cada uno. – Esconder la tarta en el cajón de las verduras en una jugada muy astuta, Bella.
–Sabía que Char nunca buscaría ahí. – Le sonreí tomando el plato que me ofreció. – Sabes que tu niña es una golosa y no pararía hasta que la hubiera terminado.
–¿Recuerdas cuándo se comió toda la caja de bombones belgas que Gar me regaló una vez? – Rose rio ante el recuerdo. – Ella negaba y negaba que hubiera sido ella pero tenía toda la boca cubierta de chocolate.
–Le tengo que enseñar a esconder sus fechorías. – Le respondí alegre. – Así no conseguirás pillarla.
–Oh no, Bella. Ni se te ocurra. – Me amenazó con el dedo. – Mi hija ya es lo suficientemente diablilla como para que tú le enseñes nada.
Mi única respuesta fue sacarle la lengua. El silencio se mantuvo entre nosotras mientras hincábamos el diente a la delicia de chocolate. Adoraba estos pequeños momentos robados con mi Rubia, era como volver a nuestra adolescencia y pasar el rato hablando de todo y nada.
A pesar de ello, esta vez estaba un poco en tensión. La mirada expectante con la que Rosalie me observaba hacía que mi garganta se secara un poco por el nerviosismo. Era absurdo sentirme así, Rose no era la quinta inquisición y no me acorralaría hasta hacerme cantar como un loro. Pero esta ocasión era diferente; esta vez íbamos a hablar del maldito hombre de ojos grises que se había empeñado en complicarme la vida y desequilibrar mi cordura.
–Así que… – Rose comenzó a hablar mientras miraba muy concentrada su cuchara. Sabía que todo era un paripé para intentar aparentar sosiego pero a mí no me engañaba en absoluto. – ¿Cómo fue el día en el parque?
Alzando una ceja en su dirección, me tomé mi tiempo degustando un trozo de la tarta. – ¿Por qué preguntas algo cuya respuesta ya conoces? Los niños te han contado con todo lujo de detalles lo que estuvimos haciendo ayer. No se han dejado nada a la imaginación.
–Sí, Bells. Pero los detalles jugosos con ese enorme y atractivo hombre de cabello oscuro no lo han mencionado. – Rose me miró pícara. – ¿Qué me estás ocultando, cielo?
Suspiré al tiempo que dejaba la cuchara sobre el plato y trataba de ordenar mis pensamientos. No tenía aún muy claro lo que había pasado ayer, yo estaba completamente feliz y tranquila cuando entré al parque y salí de allí con una cita y varias caricias robadas por un demonio de ojos grises. Mi cabeza estaba hecha un verdadero caos y ni siquiera sabía cómo empezar a explicárselo a Rose para que ella misma pudiera entenderlo.
–Joder, Rose, yo… Voy a tener una cita con McCarty.
Antes de que hubiera terminado la frase, Rose pegó un chillido tan agudo que hizo que el perro del vecino comenzara a aullar de forma lastimera.
–¡Bella! ¡Por Dios! – Mi Rubia daba pequeños saltitos sentada y movía sus brazos por encima de la cabeza toda eufórica. – ¿Por qué no me lo has dicho antes? ¡Has aceptado tener una cita! ¡Sí!
Sentí mis mejillas arder ante la idea de salir con Emmett. Anoche ya estuve barajando mil excusas para poder escaparme sin ningún rasguño pero mi lado más osado me decía que me arriesgara, que lo intentara, que él, quizás, valía la pena.
–Ya me estás contando todo, Bella. – Rose tenía los ojos brillantes de emoción. – Quiero todos los detalles jugosos. No te dejes nada.
Con un poco de nerviosismo le empecé a contar todo lo que ocurrió en el parque, desde que nos encontramos por casualidad a McCarty y a Keenan hasta que nos dejó a los niños y a mí en casa.
–Te estás callando algo, HellBell. – Rosalie me miró suspicaz. – Sé que lo estás haciendo, niña. – Me señaló con el dedo índice. – Desembucha, maldita.
–Joder, Rose. Eres peor que los niños. – Rodé los ojos. – McCarty es un maldito demonio, cada vez que tenía un hueco de jugar con tus hijos trataba de engatusarme. Si lo hubieras visto cuando se quitó la sudadera y la camiseta se le fue subiendo a la vez… – Gemí cerrando los ojos ante el recuerdo. – Ese hombre no puede ser de verdad.
Rose volvió a chillar y el perro del vecino volvió a aullar.
–¡Rubia! ¡Maldita sea, para de chillar como una loca! – Le dije resoplando. – Nos vas a dejar sordos al pobre perro y a mí.
–Tonta, Bella. – Se rio. – La única loca de aquí eres tú. ¿O quizás no recuerdas cuando te subiste de pequeña al tejado de mi casa para intentar atrapar las estrellas? A mi madre casi le da un patatús cuando te vio dando saltos con un cazamariposas.
Sentí mis mejillas sonrojarse ante ese recuerdo. Tenía siete años cuando pasó ese accidente que provocó que la señora Hale me dejara una semana entera sin su maravillosa tarta de manzana. Rosalie también terminó castigada por no detenerme en mis andanzas, así que el castigo fue un poco más llevadero en compañía de mi Rubia.
–Eso no fue mi culpa. – Le dije alzando la barbilla de manera orgullosa. – Fue tuya por no pararme los pies.
–Sí, claro. – Me dio un golpe en el brazo. – Resulta que ahora soy la culpable de todas tus fechorías infantiles. Eso no te lo crees ni tú, bonita.
Le saqué la lengua como única respuesta y ambas tomamos otro trozo de pastel. Sabía que el peligro no había pasado del todo y que mi Rubia iba a volver a la carga con su interrogatorio.
–Y, bueno… – Rose me miró con la travesura bailando en sus ojos. – ¿Cuándo va a tener lugar esa gran cita? – Yo la miré espantada cuando dijo la última palabra. No era lo mismo que fuera yo la que lo dijera que otra persona. Sonaba como más seria, más transcendental, más… importante.
Rosalie frunció el ceño cuando me vio mordisquearme el labio de una manera desquiciante. Me conocía de demasiados años y me tenía calada completamente.
–¿O ya te estás echando atrás, HellBell?
–Estoy muerta de miedo, Rose. A Zoe y a mí nos va genial tal y como estamos. No quiero dar un paso en falso con algo así. – Dejé el plato a un lado y encogí mis piernas hasta envolverlas con mis brazos. – ¿Y si me equivoco? ¿Y si vuelvo a hacerlo mal?
La expresión de mi Rubia se dulcificó cuando escucho el temblor de mi voz. Ella era de las pocas personas que conocían toda la historia de mi vida y sabía que ella entendería perfectamente todas mis dudas.
–No lo sabes, cariño. Ese es un riesgo que debes correr. – Se arrastró por la manta hasta sentarse a mi lado y me rodeó los hombros con su brazo. – Dime una cosa, Bells. Si McCarty no fuera un buen tipo, ¿le habrías dado tu número?
Inmediatamente moví la cabeza a los lados, negando categóricamente. En eso llevaba razón, si Emmett no me hubiera parecido un buen hombre ni por asomo le habría dejado quedarse con nosotros en el parque o llevarnos a casa y terminar dándole mi número.
–Pero Félix al principio también lo era. – La miré asustada por la avalancha de recuerdos que se agolparon en mi mente. – Él fue un perfecto caballero, Rose.
–Él solo fue un hijo de puta mentiroso. – Salté en mi sitio ante el enojo que impregnaba las palabras. Mi chica rubia solía ser dulce y nunca decía palabrotas. La única que tenía el lenguaje de un camionero bruto era yo. Así que escucharla decir tacos era sorprendente. – Ese intento de hombre no es más que una sabandija que no merece estar en tus recuerdos.
–No, no lo vale. – Susurré contra la piel de mi antebrazo al tiempo que apretaba mi agarre en mis piernas.
Recordar a Félix solo hacía que me volviera débil y deprimida. Yo era una chica fuerte, decidida y segura. Pero cuando su fantasma atacaba en un día en el que no me sentía valiente retornaba a ser esa chica vulnerable e indecisa.
–No la tocará, ¿verdad, Rose? – La miré angustiada. – Él nunca tocará a mi niña.
–No, no lo hará, cielo. – Mi amiga me dio un beso en la sien. – Él no os alcanzará jamás.
Aspiré profundamente antes de apoyar mi cabeza en el hombro de mi amiga. El cálido silencio calmó el palpitar de mi corazón mientras los pájaros trinaban en las ramas de los árboles que comenzaban a llenarse de hojas con la llegada de la primavera.
–Además, – Comenzó a decir mi Rubia. – os conocisteis, McCarty y tú, en una situación para nada agradable. ¿O ya no lo recuerdas? – Se rio provocando que alzara la comisura de mis labios. – Le pusiste en su sitio como toda una femme fatale.
Me uní a sus risas y me volví a sentar derecha con mis piernas cruzadas al estilo indio. La tormenta dolorosa había pasado de largo y la alegría regresaba a nuestra charla.
–¡Dios! Casi le doy una colleja cuando llegué a su espalda y vi que te estaba riñendo. O mejor aún, le podía haber dado con mi bolso. Quizás se le hubieran bajado mucho más los humos a ese maldito demonio.
Mi amiga comenzó a reír divertida y yo la seguí. Emmett y yo no habíamos empezado con buen pie y, si lo pensaba fríamente, eso me hacía conocer desde el inicio su mal humor y su actitud cuando se enfadaba. Puede que la situación fuera controlada en la cafetería pero cuando volvimos a encontrarnos en la clínica veterinaria podía haber sido mucho peor. Su perro, un ser querido para él, estaba hospitalizado y cuando eso ocurría las personas pierden los nervios más fácilmente. Y McCarty, cuando vio que se estaba comportando como un imbécil, se disculpó.
–¿Ves, HellBell? Sabrías controlarlo sin ningún problema. – Me guiñó un ojo divertida.
–Llevaré siempre mi bolso bien cargado. – Le sonreí.
–¡Esa es mi chica! – Aplaudió Rosalie.
El silencio volvió a reinar entre nosotras mientras observábamos entretenidas a los pájaros danzando por mi jardín. Los pequeños gorriones piaban y buscaban migajas de pan entre la hierba. A Zoe le encantaban y siempre se quedaba embobada viéndolos.
–¿Qué estoy haciendo, Rose? – Le pregunté sin apartar la mirada de las aves.
–Estás siendo valiente, Bells. – Mi Rubia me agarró de la mano y le dio un fuerte apretón. – Estás saliendo de tu zona de confort y comenzando una aventura con sabor a café.
–Cursi. – Le dije mientras me reía de su declaración.
–Trepa-tejados. – Se unió a mis risas.
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La semana comenzó bastante ajetreada en la consulta. Habíamos tenido numerosos casos de emergencia por culpa de garrapatas, llegando a tener que dejar hospitalizados a algunos pacientes hasta que los síntomas desaparecieran totalmente. Por lo que cuando la calma pareció volver a reinar el miércoles, pude salir un poco antes de mi hora normal e ir a tomar café con Rosalie y los chicos.
Rose, como era evidente, quería ir al Erin y tenía todo el apoyo de sus hijos. Sin embargo, yo no estaba para nada por la labor. Desde el sábado solo había recibido un par de mensajes sueltos de Emmett a última hora de la noche y eso me tenía ligeramente de mal humor.
¿Qué demonios se le estaba pasando por la cabeza a ese hombre?
Aun así, decidí que su mutismo no arruinaría mi sagrado café de los miércoles en su cafetería. Cuando llegué al lugar, Rosalie estaba sentada en nuestra mesa de siempre peinando con una trenza en fino cabello rubio de su hija. Zoe miraba absorta la forma en que los mechones de su amiga estaban siendo domados mientras Peter miraba con el ceño fruncido la carta de los dulces. Sin poder evitarlo sonreí ante dicha escena, evaporándose mi malestar al instante.
–¿Cómo están mis diablillos favoritos? – Pregunté cuando llegué a la mesa.
–¡Hola, tía Bella! – Charlotte movió su mano efusivamente y Peter alzó su rostro para ofrecerme una sonrisa deslumbrante.
–Hoy has llegado antes de lo normal, Bells. – Rose me sonrió y dio un abrazo a su hija desde atrás cuando terminó con el peinado.
Al tiempo que dejaba el bolso en una de las dos sillas libres, me acerqué hasta mi hija y la cargué en brazos. Zoe agarró un mechón de mi cabello y su otra mano la puso en mi mejilla.
–Hola, mami. – Me dijo con su voz infantil.
Sintiendo que mi sonrisa se hacía más grande, rocé mi nariz con la suya en un beso de esquimal, causando que mi niña riera feliz.
–Hola, mi amor. ¿Has tenido un buen día en el colegio?
–¡Sí! – Sus ojos brillaron emocionados. – Hice una fó, mami.
Zoe se removió entre mis brazos, indicando con ello que quería bajar al suelo. Así que seguí su indicación y la vi dirigirse hacia su pequeña mochila de colores. De ella sacó una flor hecha con cartulinas verdes y rosas con una abejita, pintada con rallones negros y amarillos, en uno de los pétalos. Era adorable y tenía más que claro que iría a parar a la puerta del frigorífico en cuanto llegáramos a casa.
Mi hija me dio la flor ante la atenta mirada de Rose y los niños. Sabía que Rosalie estaba muriéndose de ternura en su interior ante la obra de mi hija.
–Me dan ganas de tener otro bebé. – Suspiró cuando cargué de nuevo en mi regazo a Zoe antes de sentarme en la silla.
–No se lo digas dos veces a Garrett. – Le dije divertida ante la idea. – O te tomará la palabra y tendremos a otro diablillo rondando por aquí.
–Mami, ¿voy a tener una hermanita como Zoe? – Charlotte miró a su madre con ojos implorantes.
–¡No, Char! – Gritó Peter. – Será un niño. Para que juegue conmigo todo el tiempo.
–¡No! ¡Será una niña!
–¡Qué no!
–¡Qué sí!
Los dos hermanos comenzaron a discutir intercalándose el "no" y el "sí" de una manera reiterada. Rose los miraba espantada y yo solo podía reír al respecto.
–Creo que se me han quitado las ganas, Bells. – Me dijo en susurros.
Tras conseguir que los rubios se calmaran, logramos decidir lo que cada uno tomaría. Rosalie y yo pediríamos un cappuccino mientras que los niños tomarían batido de chocolate y vainilla. Decidimos decantarnos hoy por galletas y algún pastel de hojaldre en vez de tarta. Aún seguíamos un poco empachados del lote de dulces que nos dimos en el fin de semana.
–¿Las clientas más guapas de la cafetería saben ya lo que van a tomar? – Una voz medio ronca y divertida nos preguntó a nuestras espaldas.
Riéndome mientras me giraba, miré por encima del hombro cómo Jacob sacaba de su delantal negro el bloc de notas para apuntar.
–Me parece que alguien quiere conseguir la propina de su vida, ¿eh, Rubia? – Le di un golpe cómplice con el codo a Rose.
Ella se rio y me guiñó. – Pues creo que con tanto peloteo no va a llegar muy lejos.
–Hieres mi sensible e interesado corazón, Bella. – Jake llevó su mano a su pecho con gesto herido. – Y no me esperaba tal falta de amor por tu parte, Rosalie. ¡Qué afrenta! ¡Qué dolor no conseguir propina! – Dramatizó como un pésimo actor de teatro.
Los niños rieron ante la actitud de nuestro amigo y balancearon sus pies colgantes a la espera de poder decirle sus pedidos.
–No seas melodramático en horas de trabajo, Jake. – Le dije para chincharlo. – No está bien visto y no das buen ejemplo a los chicos.
Su única respuesta fue sacarme la lengua antes de tomarnos nota. Una vez que Jacob se fue, me levanté para ir a lavarme las manos al servicio, dejando a cargo de toda la tropa a mi Rubia.
–Vuelvo enseguida, Rose.
–No hay problema, Bells. – Me sonrió. – Tómate tu tiempo.
Atravesé toda la marea de mesas hasta llegar al pasillo que daba paso a los baños. La cafetería estaba hasta arriba de clientes y era un poco complicado moverse sin molestar a nadie por el camino.
El pasillo estaba decorado con cuadros de paisajes irlandeses en distintas estaciones del año. Todas las láminas estaban pintadas con colores vivos de multitud de tonalidades, dándoles un aspecto totalmente realista. La suave luz que alumbraba el pasillo daba un efecto aún más bohemio y místico. Me encantaba este sitio, era tan diferente y mágico.
Tan absorta estaba contemplando los cuadros con los marcos negros que no me percaté de la mano que salió de la oscuridad y agarró mi muñeca para arrastrarme hacia el interior de una habitación. El chillido agudo que hice fue cortado cuando otra mano tapó mi boca y mi espalda chocó contra la dura superficie de madera de la puerta.
–Nada de sustos, Fiáin. – En cuanto la voz grave de Emmett dijo mi mote la tensión de mi cuerpo desapareció para ser sustituida por la furia.
Aparté la mano que obstruía mi boca de un manotazo y le di un buen golpe en el pecho a este hombre estúpido.
–¡Idiota! – Le grité. – Me has pegado un susto de muerte. ¡Joder!
Mi corazón tronaba acelerado como el aleteo de un colibrí.
–Lo siento, Swan. No quería asustarte.
Fijé mis ojos en su rostro. Se había afeitado y sus ojos grises me miraban preocupados. Estaba igual de atractivo que el último día que nos vimos. Maldita sea.
–Está bien. Pero sigo pensando que eres un bruto.
La comisura de sus labios se elevó de manera divertida mientras una ligera chispa brillaba en su mirada.
–Y a pesar de eso, seguirás saliendo conmigo en una cita.
–Eres un maldito imbécil si crees eso. – Le espeté. McCarty era un arrogante de mucho cuidado y merecía un buen rapapolvo de humildad. – ¿Por qué voy a salir con un tipo que no me llama a pesar de tener mi teléfono y solo me manda algún mensaje tardío? ¿Qué tipo de interés es ese?
Emmett me miró sorprendido al escuchar mi reproche. Por lo visto no se esperaba mi salida.
–He tenido problemas en los dos restaurantes que poseo. Cuando conseguía estar libre era tarde y no quería llamar por si Zoe dormía. – Frunció el ceño serio. – Quería saber que estabais bien. Además, si querías saber de mí, ¿por qué no llamaste tú?
Mi única respuesta fue un mohín molesto. Ahí me había pillado totalmente. Estaba tan absorta que ni siquiera pensé en ser yo la que llamase.
Mierda.
–Bien, admitiré que ambos somos unos arrogantes. – McCarty ladeó su cabeza a un lado al tiempo que alzaba una ceja de manera interrogante. – No caí en hacer eso. Llevas razón.
–¿Eso que oigo es una especie de disculpa de la chica más testaruda que conozco? – Se llevó una mano tras su oreja como si quisiera oír entre el barullo del silencio.
–Sí, McCarty, lo es. – Le golpeé amistosamente en el hombro. – Y deberías ser un buen chico y aceptarlas.
–¿Cuándo te he dado yo la sensación de ser un chico bueno, Isabella? – Su sonrisa lobuna debería ser clasificada como letal.
Pensando en lo que había dicho anteriormente sobre mi hija sabía que sí lo era.
–Gracias por pensar en Zoe. – Me puse de puntillas y le di un beso en su mejilla rasposa.
Sentí mis mejillas arder y supe que mi rostro se volvió completamente rojo cuando la mirada de Emmett estaba llena de calidez y de algo más que no tenía ni idea de lo que era.
McCarty apoyó una mano al lado de mi cabeza contra la puerta y con la otra acarició mi mandíbula y la dejó apoyada entre mi cuello y mi oreja.
–No me des las gracias por eso, Fiáin. – Se inclinó ligeramente hacia a mí. – Sería un auténtico gilipollas si no tuviera en cuenta que la pequeña podría estar durmiendo a esas horas tan tardías.
Le sonreí divertida y apoyé mis manos contra su pecho. El calor de su cuerpo se traspasaba a través de la tela de la camisa azul que llevaba, calentando mis palmas y haciéndome divagar ante la dureza de su torso.
El silencio reinó entre nosotros cuando nuestras miradas se conectaron. Ninguno decía nada, solo nos observábamos como si todo lo que había fuera de esa habitación no importara. Me sentía como una adolescente con cientos de mariposas revoloteando en mi estómago. Eso no tenía ningún sentido, era una locura, así que simplemente lo achacaría al hambre.
Sí, el hambre podría llegar a ser muy mala.
–¿Qué me dirías sobre una cita extravagante y snob? – El suave aliento de McCarty rozó mi rostro.
–Horrible e innecesaria. – Le respondí.
–Entonces, ¿nunca usarías un bonito vestido corto con unos tacones de vértigo para mí? – Emmet me preguntó arrastrando las palabras.
–¿Tienes un fetiche con los tacones que deba saber, McCarty? – Arqueé las cejas expectante.
Emmett rio entre dientes mientras acarició con su pulgar el contorno de mis labios.
–Cuando se trata de ti todo se vuelve un fetiche en mi mente, Fiáin.
Mi cabeza comenzó a dar vueltas cuando me dio un beso en la nariz. Era un gesto bastante inofensivo, pero estar cerca de este hombre peligroso en una habitación medio a oscuras con su olor y su voz ronca confinándome era algo imposible de soportar.
–Ni siquiera yo me atrevo a preguntar sobre esas ocurrentes ideas tuyas. – Mi voz sonó un poco ahogada pero tenía la garganta completamente seca.
–¿Te gustaría que te ayudara con algún ejemplo? – Abrí la boca para contestarle pero antes de poder emitir sonido alguno él continuó. – Si entraras al Erín con unos tacones sexys, te haría desfilar delante de mí por el pasillo hasta mi despacho y te tumbaría sobre mi escritorio. ¿Y sabes lo que haría después de eso? – Solo pude negar aturdida. – Pondría mi boca en ti hasta hacerte venir en mi lengua mientras tengo esas bonitas piernas tuyas sobre mis hombros.
Comencé a respirar entrecortadamente y sentí mis mejillas arder ante la imagen que acababa de proyectar en mi mente.
–¿Ves la mesa? – Emmett se ladeó ligeramente para que pudiera ver el escritorio que había tras su espalda. Era de madera oscura, grande y robusto. – Me encantaría tenerte desnuda sobre él solamente para mi disfrute. – El maldito demonio volvió a ponerse frente a mí, invadiendo mi pequeño espacio personal con todo su fuerte y enorme cuerpo. – Y todo esto es solo la punta del iceberg. ¿Quieres saber que más haría después de eso, Fiáin?
–¡Sí! – Grité en susurros. Abriendo los ojos sorprendida ante la errónea respuesta que acababa de dar. – Quiero decir, ¡no! No quiero saber más. ¡Maldita seas, Emmett! Me estás volviendo loca.
McCarty rio entretenido por mi actitud y tomó entre sus dedos varios mechones de mi cabello. Sus ojos eran dos mares de plata llenos de travesura y picardía.
–Esa es la idea, Isabella. – Me dijo con la voz ronca. – Tengo toda la intención de volverte loca por mí.
Fue dejando pequeños besos por toda mi mejilla hasta llegar a la comisura de mis labios, donde se mantuvo un poco más de tiempo antes de alzarse en toda su altura y meter las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir.
–Te he entretenido demasiado tiempo. Tu amiga quizás se estará preguntando por qué tardas tanto.
¡Mierda! Me había olvidado por completo de Rosalie. Asintiendo de acuerdo con él, me despegué de la puerta y tomé el pomo para abrirla. Justo antes de salir totalmente al pasillo, miré por encima del hombro a McCarty y le pregunté:
–¿Debería ponerme tacones, entonces, para nuestra cita?
La mandíbula de Emmett se tensó ante mi broma y entrecerró los ojos en mi dirección cuando me vio sonreír.
–Divertido, señorita Swan. Muy divertido. – Ladeó la cabeza como si fuera un felino sopesando su próximo movimiento en la cacería. – Pero dejaremos mi fantasía sobre los tacones para otra ocasión.
–¿Nada extravagante? – Le pregunté. Tenía que saber algún detalle para poder vestirme adecuadamente.
Emmett se acercó a mí y se apoyó contra el marco de la puerta mientras cruzaba los brazos entre sí. – Quiero que nuestra primera cita sea sencilla, natural. – Alargó su mano tras desligar uno de sus brazos y volvió a jugar con mi pelo. Parecía que le gustaba tenerlo entre sus dedos. – Quiero que seamos nosotros mismos, Fiáin. Solo nosotros.
Solo nosotros.
Eso último sonaba demasiado bien y mi pulso se aceleraba ligeramente ante la idea de estar a solas con él en una cita oficial.
–¿Te parece? – Me preguntó cuando no le respondí al instante.
–Solo nosotros, Emmett. – Estuve de acuerdo con él.
McCarty sonrió complacido ante mi respuesta y le sonreí de vuelta antes de encaminarme hacia fuera del pasillo. En todo instante sentí el peso de la mirada de Emmett en mi espalda y puede que también en mi trasero, lo cual me hizo sonrojarme y caminar más rápido.
Cuando llegué a la mesa, los chicos ya estaban devorando las galletas y Rose echaba azúcar a su café.
–Hasta tardado bastante, Bella. – Rosalie me miró preocupada. – ¿Estás bien?
–Sí, Rose. – Le dije tratando de mostrar tranquilidad. – Solo que me encontré a alguien y me entretuve hablando con él.
Los ojos azules de Rosalie chispearon suspicaces y sonrió cuando el sonrojo hizo acto de presencia en mi rostro.
–Ya veo. – Ella giraba y giraba la cuchara en la taza con toda la parsimonia del mundo. – Me dejaste medio abandonada por cierto hombre alto de ojos grises.
–Solo estábamos concretando ciertos detalles, Rubia. – Entrecerré los ojos mientras me dispuse a coger dos galletas de nueces y el sobre de azúcar para mi cappuccino. – No es el fin del mundo.
–Claro, HellBell.
Su tono de voz sabiondo solo consiguió como respuesta el que rodara mis ojos aburrida.
–Tía Bella, ¿a quién te encontraste? – Charlotte me miró curiosa mientras daba un sorbo a su batido.
–A Emmett, cariño. – Le respondió Rosalie. – Se ha encontrado con su amigo Emmett.
–¡Oh! Yo quiero saludarlo. – Dijo emocionado Peter.
–¡Yo también, mami! – Charlotte chilló igual de emocionada que su hermano. – Me enseñó unos pases increíbles con el balón. ¡Y la tía Bella le hace caso!
Tanto Rosalie como los niños rieron ante el comentario de la pequeña Char. ¿Cuándo me había vuelto el chiste de la tropa?
–Si no dejáis de reíros de mí, me comeré todos los pasteles. – Les dije con voz remilgada haciéndome la ofendida. – Y solo dejaré las migajas para la plebe.
Los hijos de Rose corrieron a tomar dos pasteles de hojaldre rellenos de chocolate mientras se reían de mi actitud. Zoe me miraba con su pequeña sonrisa inocente sin saber bien el porqué de las risas. Aun así, su gesto alegre era adorable y mil veces más dulce que los pasteles que había en la mesa.
Agarré otro pastel de hojaldre, un poco más pequeño, y se lo di. Mi niña lo tomó gustosa y comenzó a comerlo feliz. Yo le acaricié el cabello y bebí de mi café contenta.
–Le haces caso, eh. – Rose me miraba divertida al tiempo que dejaba su taza vacía en el plato. – Eso es algo difícil de creer, Bells.
–Claro, porque eso no es creíble. – Le saqué la lengua y mordí con ganas una galleta. – Y no es que le haga caso, es solo que si tiene alguna buena idea la sopeso. Sobre todo si es por el bien de los niños.
La merienda transcurrió entre las anécdotas de los chicos sobre el colegio y sus risas alegres. Me encantaban estos momentos felices con mi familia. Solo faltaban Garrett y mi padre para que fuera perfecto.
La imagen de Emmett se me pasó por la mente. Fue rápido, como un rayo, pero me hizo pensar que quizás su presencia en nuestra reunión también sería agradable.
McCarty era más peligroso de lo que creía.
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El jueves pasó como un día cualquiera, metido de lleno en la rutina. Fue uno de esos días tranquilos, en los que no ocurre nada destacable para relatar. Así que, después de haber cenado un revuelto de verduras esa noche, decidí mandarle un mensaje a Emmett.
"No decidimos el día."
Justo pasados diez segundos mi móvil vibró en mi mano, avisándome de la entrada de un mensaje.
"¿Despertaremos a Zoe si llamo?"
Mierda. Este hombre iba destruyendo cada defensa que albergaba contra el mundo. Cuando pasamos el día en el parque verlo con los niños fue algo maravilloso y cuando lo vi interactuar con mi niña un sentimiento indescriptible me invadió.
Emmett era un hombre arrogante, seguro y con carácter. Pero cuando cargó con mi hija en brazos toda esa altanería desapareció y mis ojos pudieron ver al hombre amable y delicado que se escondía tras esos ojos de plata.
"Estamos viendo una peli de dibujos. Aún es temprano."
Ni siquiera me dio tiempo a bloquear el teléfono cuando el nombre de McCarty apareció en la pantalla.
–Hola, Emmett.
–Buenas noches, Fiáin. – Su voz grave me saludó. – Veo que alguien anda impaciente por cierta cita.
Fruncí el ceño al tiempo que apretaba el móvil. – Soy una persona clara, McCarty. No me gusta andarme con rodeos. El sábado pasado acepté tener una cita contigo; si prefieres que juegue a hacerme la desinteresada te has equivocado de mujer.
El silencio sonó mortal a través de la línea. Quizás mis palabras no eran las mejores pero no me gustaban los juegos absurdos. Desde que nació Zoe nunca había dejado que ningún hombre se acercara a nosotras. Nunca. McCarty era la primera excepción en varios años y no había sido algo fácil para mí darme esta oportunidad.
–No me he equivocado de mujer. – Su tono sonaba seco y ligeramente molesto. Pero no me importaba. – Me gusta mi mujer tal y como es. No dudes de mi palabra, Isabella. Odio las mentiras y nunca te diré otra cosa más que la verdad.
–Bien. – Suspiré. No sabía muy bien cómo responder a lo de mi mujer, por lo que preferí ignorar esa parte. – Te ofrezco lo mismo, Emmett.
–Joder, Fiáin. – Escuché cómo resoplaba al otro lado del teléfono. – Puede que tú no lo estés, pero yo sí que estoy impaciente por nuestra cita. Quiero verte de nuevo montada junto a mí en el coche, quiero llevarte a cenar y hablar de todo y de nada. Quiero que perdamos el tiempo discutiendo y chinchándonos para luego disculparme con algún beso robado… Mierda, quiero eso.
–McCarty, no he tenido una cita en años. ¿Qué te dice eso? – Le confesé nerviosa mientras me mordisqueaba el labio por lo que acababa de decirme él. – Estoy muerta de nervios, ¡por Dios!
Emmett se rio entre dientes y creo que escuché cerrarse una puerta. – Me gusta que lo estés. Eso quiere decir que te afecto. Me siento halagado, Swan.
–Idiota engreído. – Bufé exasperada.
–Lo soy, pero no tanto como crees. Ya lo irás descubriendo. – Me respondió y sabía que todavía sonreía. – ¿Qué te parece si te paso a buscar mañana a las ocho? ¿Tendrías algún problema con Zoe?
–Mi nena se va a quedar con Rose. – Le respondí mientras miraba a mi hija bailar frente a la televisión cuando su canción favorita salió en la peli. – Estará en las mejores manos.
–Bien, Fiáin. Mañana tú y yo tenemos una cita.
Un escalofrío de anticipación recorrió mi cuerpo ante el tono grave de su voz. Este hombre iba a ser mi perdición.
¡Por fin! Ya tenemos día y hora para la cita, nenas. Me muero de ganas.
¿Qué os ha parecido el capítulo? Ha tenido de todo un poco. En esta ocasión hemos visto a una Bella un poco más vulnerable. Mi chica lo ha pasado un poco mal pero va a ser valiente porque sabe que mi Oso lo vale.
¿Qué opináis de ese momento a escondidas en el despacho de Emmett? Ahí ha habido fuego, oh sí, lo ha habido.
¿Y esa charla entre Rose y Bella? Ains, menos mal que la rubia sabe como manejar a Fiáin.
De nuevo quiero pediros disculpas por este retraso. He tenido los últimos exámenes para terminar mi carrera al fin. Estaba hasta arriba con trabajos y proyectos, así como estudiar y preparar mi trabajo de fin de carrera.
Les pido que sean comprensivas. Estoy terminando una etapa de mi vida y quiero hacerlo bien. Y aunque me muriese de ganas por escribir no podía. La vida real me absorbe y me impide escribir.
Espero que no se enfaden por mi tardanza y no me den su opinión. Ya me siento lo suficientemente mal como para que ocurra eso.
No me castiguéis sin vuestra opinión, ya sabéis que mi sueldo aquí son sus opiniones.
Quería dar las gracias a todas las chicas que le dieron a seguir y a favoritos a la historia. Mil gracias a las chicas que comentaron, eso fue todo un detalle.
Gracias por los comentarios a: cavendano13, shamyx, ely, Roxy Sanchez, alejandra1987, Paopao, helenagonzalez26-athos, V1V1.
Empieza el verano, así que estoy un poco más libre. Volveremos a tener actualización con regularidad.
Por cierto, he leído en varios comentarios una duda acerca de quién es el padre de Zoe. En el capítulo 4, durante la fiesta pijama, Bella lo nombra. Si tienen duda al respecto, revisen ese capi y lo verán. Aunque aquí Bella lo vuelve a mencionar.
Nos leemos pronto.
