¡Capítulo recién salido del horno! Vamos a disfrutar de la parejita un poco. No quiero adelantar nada, pero el capítulo va a ser movidito. Quedan advertidas.

Nos leemos abajo.

La mayoría de los personajes pertenecen a Stephanie Meyer.


CAPÍTULO 9

Bella

–Llegamos. – Emmett aparcó justo delante de mi casa apagando el motor silencioso del coche.

La noche había sido maravillosa, realmente estupenda. No recordaba que alguna vez me lo hubiera pasado tan bien con un hombre. Emmett había resultado ser una sorpresa deslumbrante; con su inteligencia astuta y su humor pícaro.

La cita se había pasado en un abrir y cerrar de ojos, tan rápido como una estrella fugaz. No había mirado ni una sola vez el reloj y eso era una grata señal.

Nos dieron las tantas en el restaurante italiano, ninguno nos percatamos de cómo el resto de clientes había ido abandonando el local hasta que solo quedamos nosotros dos. Cuando el camarero se acercó a nuestra mesa, cansado y algo nervioso por interrumpir, para preguntarnos si necesitábamos algo más antes de que cerraran; supimos que había llegado la hora de marcharse.

–Lo he pasado genial esta noche, Emmett.

–Yo también. – Me miró sonriendo antes de acariciar mi mejilla. – No tenía ninguna duda al respecto. Sabía que contigo el tiempo se pasaría en un abrir y cerrar de ojos, Fiáin.

Le sonreí de vuelta y deposité un beso en la palma de su mano. Sus ojos grises brillaron en la semioscuridad del coche y su pulgar rozó lentamente mi labio superior para después hacer lo mismo con el inferior, recreándose mucho más tiempo.

Mi corazón se aceleró. Toda la noche habíamos estado tocándonos y acariciándonos como un preludio de algo mucho menos inocente, menos sencillo. Había una tensión subyacente que nos tenía a ambos al borde del precipicio.

Y yo quería saltar.

Realmente lo quería.

McCarty rompió el contacto abruptamente y salió del vehículo como una bala. Hice una mueca disgustada y me dispuse a abrir la puerta del copiloto. Cuando mis pies tocaron la acera, el enorme cuerpo de Emmett me bloqueaba por completo.

Agarró mi mano y tiró de mí, cerró la puerta con su mano libre y me pegó contra el coche. Mi espalda sintió a través de la ropa el frío del metal, creando un contraste notable con el calor que emanaba del duro cuerpo de McCarty.

–Emmett… – Empecé a decir, pero me quedé callada cuando se acercó a mí; acortando la distancia entre nosotros.

–Llevo toda la noche queriendo besarte, Isabella. – Su voz sonó como un gruñido bajo y profundo. – Joder, eso no es cierto. He querido besarte desde que te plantaste frente a mí toda enfadada y salvaje en mi cafetería, poniéndome en mi lugar con esa bonita boca inteligente tuya.

Agarró mi nuca con una mano y con la otra apretó mi cadera. Su rostro estaba apenas a unos centímetros del mío y su olor masculino embriagaba mis sentidos. Sin poder resistirme, alcé mis manos y acaricié la dureza de su torso, deleitándome con su calor y firmeza.

Su cabeza bajó aún más y el hambre por saborear sus labios explotó a través de mi sistema con una fuerza que no quería resistir. No tenía ninguna intención de resistirme.

Cuando sus labios tomaron los míos el mundo pareció detenerse. Su boca abrió la mía y sentí que me sumergía en un incendio abrasador. El placer barrió a través de mis sentidos y un pequeño gemido escapó de mi garganta cuando su lengua rozó mi labio inferior.

Turbada, inhalé bruscamente ante la inquietante oleada de sensaciones que atravesaron mi cuerpo. Parpadeé nerviosa y retrocedí de manera involuntaria, tomando la tela de su camisa en puños.

La boca de Emmett se curvó en una amplia sonrisa ante mi reacción.

–Vamos a intentarlo otra vez. – Susurró a través de la tranquilidad de la noche. – Quizás la próxima vez el placer no nos pille tan desprevenidos, Fiáin.

Me mordí el labio con nerviosismo y lo miré fijamente, con mis mejillas ardiendo y mi cuerpo despertando de un prolongado letargo.

–Me gusta que me mires así. – McCarty ronroneó, como un maldito gato, con voz ronca mientras tensaba la mano que sostenía mi nuca. – Con esos enormes ojos chocolate abiertos y oscurecidos por la necesidad de ser complacida. Ni siquiera te haces una idea de lo que deseo satisfacerte, Bella.

–Emmett, eso no es… – Traté de decir pero él cortó mi diatriba.

–Lo veo, Isabella. Tu mirada me lo dice todo. – Su pulgar acarició la piel de mi cuello efímeramente. – Vamos a ir despacio. Despacio y con calma. – Dijo tranquilo.

Cuando nuestras bocas se volvieron a unir, cerré mis ojos y dejé que el placer venciera a la incertidumbre. Me lamió los labios y luego deslizó su lengua ligeramente entre ellos, jugueteando con la punta de la mía.

Sin poderme controlar, temblé entre sus brazos y abrí la boca en señal de aceptación. Joder, ¿qué me estaba haciendo este hombre? ¿Este maldito demonio de ojos grises? Mi corazón retumbaba contra mis costillas y podía percibir cómo el de McCarty latía con violencia bajo mis manos. Era un latido feroz que resonaba como un caballo salvaje.

Asombroso. Total y desmesuradamente asombroso.

Nunca me habían besado de aquella forma y si lo habían hecho, nunca habían conseguido hacerme sentir lo que estaba viviendo en estos instantes. Los labios de Emmett eran cálidos y dominantes, firmes. Poseían los míos con maestría, guiándome en un baile erótico y ardiente que me hacía ponerme de puntillas para acercarme más a él, para poder hundirme en esa boca masculina y saciar el hambre que surgía en lo más profundo de mi ser.

Deslicé las manos por su pecho y le rodeé el cuello con los brazos. Dejé caer mi cabeza contra la mano de Emmett en mi nuca y me rendí a las sensaciones que fluían sin control. Al mismo tiempo que nuestras lenguas se enredaban en una danza ardiente, un calor abrasador atravesó a toda velocidad mi torrente sanguíneo hasta impactar contra mi centro. No lo pude evitar, mi clítoris empezó a palpitar con una dolorosa necesidad que me obligó a apretarme desesperadamente contra el firme cuerpo de Emmett cuando me sujetó por las caderas y me estrechó con más fuerza.

Intenté tomar aliento, pero no pude. Y tampoco es que me importara. Me alcé un poco más y mis senos se apretaron contra el cálido pecho de Emmett, su erección se clavaba en mi abdomen y sentir lo excitado que estaba, hizo que mi cuerpo se mojara más de lo que ya estaba.

Esto era desgarrador, inigualable, indómito.

Em. – Aparté la cabeza unos centímetros para hablar, pero McCarty volvió a deslizar su mano por mi cuello y me inmovilizó.

Sus labios poseyeron los míos de nuevo en un beso tan voraz y desesperado como las sensuales necesidades que me atravesaban de pies a cabeza.

–Demonios, Fiáin. – gimió Emmett contra mi boca, con su enorme cuerpo tenso y más duro que nunca. – Me haces perder la cabeza tan fácil.

Su mirada estaba llena de lujuria y me observaba con un evidente brillo de deseo.

Me deseaba y no podía negarlo. No podía fingir que su miembro presionaba contra la cremallera de sus vaqueros y se rozaba contra mi vientre en sinuosos movimientos que hacían palpitar mi sexo con furia.

–Tú me haces lo mismo. – Le dije con voz ronca. – Tengo la mente hecha papilla.

Su sonrisa traviesa emergió entre sus labios y rozó su nariz con la mía en una suave caricia, como el aleteo frágil de una mariposa.

–Esa era la idea, Swan. – Lamió mi labio inferior con su lengua y un pequeño gemido escapó de mí.

Como represalia, le di un suave mordisco en su labio y sus ojos brillaron lujuriosos al tiempo que un jadeo ronco escapaba de su boca.

–Mala, Bella, mala. – Me devolvió el bocado y sonreí traviesa.

Me sentía tan libre entre sus brazos, tan liberada de los estigmas sociales. Solo importaba él, solo él.

–Te lo merecías, maldito arrogante. – Enredé mis dedos en los finos mechones de su cabello.

–Espero que esta faceta tuya de morder no la apliques siempre. – La sonrisa daleada quemabragas hizo acto de presencia. – Sobre todo cuando estés jugando con mi polla.

–¡Emmett! – Le di un golpe en el hombro. Sentía mis mejillas arder cuando lo imaginé.

Él rio entre dientes y acarició mi mejilla con su pulgar. El calor lujurioso había pasado para dar paso a una intimidad inesperada y apacible.

–Será mejor que entres en casa. – Hizo una mueca de disgusto ante la idea. – Está empezando a hacer frío. No quiero que enfermes.

La noche había comenzado a refrescar pero a causa de nuestra sesión de besos apenas me había percatado de la ligera brisa primaveral.

–Está bien. Gracias por esta noche, Emmett.

Intenté moverme para empezar a caminar por el sendero que desembocaba en mi hogar pero los musculosos brazos de McCarty me apretaron fuerte contra su cuerpo.

–¿Qué clase de hombre crees que soy? – Bajó su cabeza y besó la comisura de mis labios. – Te voy a acompañar hasta la puerta, como debe ser.

Me reí de su actitud galante. – Todo un caballero.

–Por supuesto. – Mordió la punta de la nariz. – Mi abuela no ha criado a un zopenco irrespetuoso.

Divertida, besé su mandíbula y masajeé sus hombros. Era tan fuerte, tan varonil.

–Aunque debo advertirte de algo. – La seriedad en su voz hacía juego con la expresión de misterio en sus ojos. Lo miré expectante mientras daleaba la cabeza a la espera. – En la cama seré un maldito cavernícola, no habrá nada de suave caballerosidad. Me vuelves demasiado loco como para poder controlarme, Fiáin.

–Ese secreto no se lo diremos a la abuela Didyme. – Le contesté sintiendo mis mejillas sonrojarse.

Rio travieso y se adueñó de mis labios con perezosa masculinidad. Esta vez el beso fue más tranquilo, más suave. Cuando nuestros labios se separaron, McCarty tomó mi mano y me acompañó hasta mi casa. Esperó a que encontrara las llaves en el bolso y a que abriera la puerta para agarrar mi barbilla y alzar mi rostro hacia el suyo.

–¿Dispuesta a tener otra cita conmigo la próxima semana, Swan?

–Todas las que quieras, McCarty.

Emmett sonrió divertido ante el reto que implicaba mi afirmación.

–Acepto el desafío. No te vas a escapar de mí, Isabella. – Se inclinó hacia a mí y me volvió a besar. – Buenas noches, Fiáin.

–Buenas noches, Em.

Me quedé apoyada contra el marco de la puerta mientras veía embelesada su regreso al coche. Me encantaba el ancho de su espalda y sus piernas largas se denotaban musculosas bajo la tela de los vaqueros. Y su trasero… Maldito fuera por tener tan buen culo.

McCarty dio la vuelta al todoterreno y se montó con una gracia sutil para ser un tipo tan grande. Arrancó el coche y clavó su mirada en mí. Desde esa distancia distinguí que alzaba una ceja en mi dirección mientras apoyaba la cabeza en el respaldar del asiento.

Por lo visto no se iba a ir hasta que cerrara la puerta. Negando reiteradamente mientras reía, entré en casa y cerré la puerta. Escuché partir el coche y suspiré. Se fue. Emmett ya se había ido.

La casa estaba en total silencio y casi se me cae el alma a los pies al pensar que estaba totalmente sola en ella. Mi Zoe no estaba conmigo y estar aquí sin ella era desalentador. Exhalé todo el aire que contenía en mis pulmones y me dispuse a ir a mi habitación para descansar.

Mañana sería otro día.

.

.

.

A las siete y media de la mañana me encontraba en la cama con los ojos abiertos de par en par. Estaba totalmente desvelada y estaba más que segura que no podría retomar de nuevo el sueño. Así que aparté las sábanas a un lado y me levanté.

Al pasar por delante de la habitación de Zoe mi corazón se encogió cuando vi su camita vacía. Llevaba fatal eso de pasar tanto tiempo alejada de ella. Sacudí la cabeza varias veces antes de hacerme a la idea de que en poco rato la iría a recoger a casa de Rose.

Cuando llegué a la cocina, los rayos de Sol entraban a través de la ventana; proyectando las sombras de las plantas, que tenía como decoración, sobre la mesa de la cocina. Cocinar siempre me traía paz, así que decidí que lo mejor para hacer que el tiempo pasara deprisa era entretenerme haciendo algún dulce.

Busqué todos los ingredientes y en poco tiempo tenía lista la masa de chocolate de los brownies. La coloqué en un bonito molde rosa y lo metí en el horno. Mientras se hacía me dediqué a fregar todos los cacharros que había usado y a secarlos con toda la parsimonia del mundo.

La característica alarma del horno sonó y comprobé que el brownie estaba bien hecho. Satisfecha con el resultado, me dispuse a preparar la comida para el almuerzo. Era demasiado temprano para presentarme en casa de Rosalie, por lo que debía hacer tiempo para no parecer tan ansiosa.

Cuando me quise dar cuenta eran las nueve en punto. Salí corriendo a mi habitación, hice la cama y me vestí con unos pantalones vaqueros y una camiseta blanca a juego con las bambas. Mi pelo era un desastre de rizos caóticos. Me daba completamente igual, pero no quería parecer una loca, así que me las arreglé para domarlo en una coleta alta.

Agarré el brownie y cerré con llave la puerta. Mientras caminaba rumbo a la casa de mi Rubia, me deleité observando el comienzo del día de nuestros vecinos: el señor mayor que salía a recoger su periódico, la familia que cargaba el coche para ir a echar el día a algún lado en especial… Todo era tan cotidiano y tan típico que me hizo sentir feliz. No había sorpresas desagradables ni tristezas que ensombrecieran el día.

En menos de diez minutos llegué a casa de Rosalie. Tomando el camino de piedra que había a través de su jardín, pude escuchar las risas y los gritos de los niños mientras la música emergía de algún lugar. Mi sonrisa se amplió y suspiré feliz al saber que iba a pasar un buen rato con mi familia.

No de sangre pero sí de corazón.

Toqué el timbre y los chillidos alegres se silenciaron ante ello. Escuché pisadas apresuradas antes de que la puerta se abriera de par en par.

–¡Tía Bella! – Peter me saludó tan alegre que no pude evitar reírme divertida.

–Hola, caballerito. – Le revolví el pelo y entré en el hogar de mi amiga.

–¡Bells, estoy en la cocina! – Rosalie me chilló.

Antes de que pudiera responderle, Peter me agarró de la mano para captar mi atención. – Tía Bella, ¿eso que traes es tu famoso brownie de chocolate?

–Recién hecho, Pit. – Le guiñé un ojo.

El pequeño niño con el pijama celeste con coches rojos estampados comenzó a dar saltos y chillar extasiado. Su padre ante tal jaleo se asomó, cargando a mi hija en sus brazos.

–Hola, Bella. – Me dijo con una sonrisa daleada. – Me alegra verte.

–Mami, mami. – Zoe se estiraba hacia a mí ansiosa y casi con desesperación.

Le entregué a Peter el dulce antes de coger en brazos a mi niña. Llené su cara de besos y ella se agarró a mí como una lapa.

–Hola, cariño. – Besé su sien, respirando su adorable aroma de bebé. – ¿Lo has pasado bien?

–Sí, mami. – Su manita se apoyó en mi mejilla. – Eché de menos a ti.

Mi corazón tronó desbocado ante su linda declaración.

–Yo también, mi amor. – Rocé mi nariz contra la suya. – Mucho, mucho, mucho.

–Se ha portado muy bien, Bells. – Garrett me miró sonriendo mientras acariciaba un mechón de cabello de Zoe. – Se quedó dormida temprano y a las ocho ya estaba en planta lista para jugar con mis diablillos. – Revolvió el pelo rubio de su hijo y le frunció el ceño. – ¿Qué te tenemos dicho tu madre y yo que hay que hacer cuando llamen a la puerta, Peter?

La alegría de Pit disminuyó ligeramente mientras fruncía el ceño disgustado, totalmente igual que su padre. – No abrir la puerta. Avisaros y preguntar quién es.

–Exactamente. ¿Y lo has hecho?

–No. – Sus hombros se hundieron un poco. – ¡Pero yo sabía que era la tía Bella!

Garrett le frunció aún más el ceño. – No importa que sea la tía Bella. Debes preguntar siempre antes o esperar a que mamá o yo abramos, ¿entendido, campeón?

–Sí, papi.

–Anda, corre a llevar el pastel de la tía Bella a mamá.

El niño se dirigió a la cocina arrastrando los pies enfurruñado mientras nosotros lo seguíamos. Zoe tenía la cabeza apoyada en mi hombro y su mano jugaba con el cuello de mi camiseta, su cabello me hacía cosquillas en la barbilla.

–Algún día lo conseguirá, Gar. – Le dije. – Cuando Zoe crezca un poco más copiaré tu discurso, ¿eh?

Mi amigo rio y su pelo rozó sus hombros. Vestía una camiseta negra y nos simples pantalones de chándal a juego. Garrett era un hombre muy masculino y exudaba confianza en cada paso que daba. Eso me hizo recordar a cierto hombre de ojos grises y cuerpo tentador.

Cuando llegamos a la cocina, se acercó a Rosalie por la espalda y rodeó su cintura con sus brazos para después dejar un beso en la nuca despejada de mi amiga. Mi Rubia llevaba el pelo recogido en un moño deshecho y vestía una camiseta de tirantas con unos pantalones de yoga.

–Par de tortolitos, estoy aquí. ¡Eo!

Los dos rieron y giraron la cabeza en mi dirección.

–Hola, HellBell. ¿No sabes que la envidia es muy mala? – Rose alzó sus cejas reiteradamente.

Bufé molesta al tiempo que me sentaba en una de las sillas de comedor. – No os tengo ninguna envidia, Barbie Diabólica. Yo ya estoy servida con un bombón de mirada de plata.

Alcé mi barbilla en su dirección de manera orgullosa. Los ojos de mis amigos brillaron con interés. Antes de que pudieran decir nada, un terremoto rubio hizo acto de presencia en la cocina.

–¡Tita! – Charlotte se acercó a mí corriendo y me abrazó, teniendo cuidado de no tirar a Zoe.

–Hola, cielo. – Rodeé su cintura con mi brazo y besé su frente. – ¿Lista para desayunar?

–¡Sí!

Después de la respuesta feliz de Char, me levanté y dejé a Zoe sentada en mi silla. Ayudé a poner la mesa mientras Garrett preparaba el café y Rose freía varias tiras de Bacon.

El desayuno fue espectacular. Los niños no pararon de charlar sobre todo lo que habían hecho durante la fiesta de pijamas y mis amigos añadían alguna anécdota divertida cuando los niños estaban ocupados masticando su desayuno. Me encantaban las mañanas así, eran tan relajadas y alegres. No las cambiaría por nada en el mundo. Mi familia era lo primero y siempre lo serían.

Cuando el increíble desayuno compuesto por huevos revueltos, tostadas, brownie, gofres y fruta desapareció; Garrett se llevó a sus dos hijos para arreglar su cuarto. Eso le dio la oportunidad a Rosalie de relajarse mientras terminaba su té rojo.

Estaba sentada justo frente a mí, recreándose en dar vueltas en la taza con la cuchara. Me estaba poniendo de los nervios. Sabía que solo era una fachada y que se moría de ganas por preguntar.

–¿Cuándo vas a empezar el interrogatorio, Rubia? – Alce una ceja en su dirección.

Zoe estaba sentada sobre mi regazo, jugando con el azucarero y el servilletero, ajena totalmente a nuestra conversación.

–¿Tengo carta blanca entonces? – Se mordió el interior de su mejilla, dudosa.

–Pregunta lo que quieras, Rose. – Le sonreí.

Mi amiga suspiró y comenzó con el cuestionario. Me preguntó cuál fue el plan, dónde fuimos, de qué charlamos... Todo, absolutamente todo.

–Vamos, Rubia. Sé que lo estás deseando. – Le dije divertida. – Haz la dichosa pregunta.

–¿Hubo beso? Por favor, por favor; dime que os besasteis. – Mi amiga juntó sus manos a modo de súplica. – Lo necesito, Bells. ¡Vamos!

Riéndome entre dientes, asentí sonrojada. – Hubo beso, nena. Y fue…. – Suspiré ante el recuerdo de los labios de Emmett contra los míos. – Fue espectacular.

–¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Dios, sí! – Aplaudió nerviosa y alzó un puño victoriosa. – Dime algo, Bella. Por favor. Ese hombre es demasiado caliente como para que el beso fuera algo corriente y ordinario.

–Me convertí en mantequilla derretida en sus brazos, Rose. – Me mordí el labio nerviosa y algo avergonzada. – Nunca me había sentido así. Era todo tan diferente, tan vibrante. Aún estoy un poco desubicada. Como si tuviera resaca.

Rosalie alargó su mano a través de la mesa y tomó la mía en un cálido apretón. – Bells, Garrett hace eso mismo conmigo cada día. Y por nada del mundo cambiaría eso. Eres una guerrera, nena. Y por fin hay un hombre a tu altura.

Le sonreí tímidamente y asentí de acuerdo con ella. Emmett era un buen hombre y no iba a dejar pasar la oportunidad.

Él lo valía.

.

.

.

El maldito lunes llegó demasiado rápido. El comienzo de semana se veía bastante ajetreado en la clínica y apenas había parado para descansar.

Cuando se acercó la hora de comer, la suave voz de Angela me llamó por megafonía; avisándome que tenía visita. Eso me extrañó. Rosalie estaba trabajando, al igual que Garrett, y Jacob nunca se había pasado a verme.

Salí de la sala de cuidados y caminé por los pasillos hasta llegar a recepción.

Antes de verlo, lo sentí. Sentí su presencia dominante y su calma avasalladora. McCarty estaba apoyado en el borde del mostrador de cristal, charlando con Angy tranquilamente. En cuanto puse un pie en la recepción su cabeza giró en mi dirección y sus tormentosos ojos me miraron fijamente antes de que la sonrisa quemabragas apareciera.

Se despegó del mostrador y anduvo hasta mí. Tomó mi cintura con sus manos y besó mi mejilla. En el mismo instante, sentí mi cara arder.

–Hola, Fiáin. ¿Almorzaste?

–Um, no. No lo hice. – Aun no podía salir de mi asombro. Me sentía como una idiota al no saber reaccionar rápido. Este hombre fundía mis circuitos. – Tenía pensado pillar algo de la máquina.

–A eso no se le puede considerar comida. – Frunció el ceño y acarició mi muñeca. – Ven conmigo a comer.

Mordí mi labio dudosa. Tenía más de media hora para almorzar pero casi nunca salía de la clínica por si ocurría alguna emergencia.

–No tardaremos mucho. Lo prometo, Swan.

McCarty parecía ver a través de mí.

Miré a un lado de él; por donde Angy me hacía señas, alentándome a que fuera con Emmett. No pude evitar reír ante la cara de impaciencia que mostraba mi amiga. Parecía que le habían puesto chinchetas en el asiento.

–Está bien. – Apoyé mi mano en su pecho. Hoy se había arreglado con una camisa amarillo claro y unos pantalones de vestir azul marino. Todo profesional. Todo hombre de negocios. – Conviértete en mi guía culinario, Em.

Sus ojos resplandecieron traviesos entretanto bajaba su cabeza hasta apoyar su frente en la mía. – Tengo la intención de convertirme en mucho más que eso, nena.

Sin verlo venir, su boca se adueñó de la mía. Todas las células de mi cuerpo cobraron vida y un calor abrasador circuló por mis venas sin control. El beso solo duró unos segundos, y no fue tan profundo como el que nos dimos en la cita, pero sí lo bastante explícito para dejar en claro que teníamos algo.

–Eres incorregible. – Le susurré contra sus labios. – Y no deberías haber venido aquí.

–¿Por qué? Tú vas a mi cafetería a menudo. Solo pasaba para hacer alguna consulta acerca de la salud de Keenan. – El hoyuelo de su mejilla desvió toda mi atención cuando sonrió inocentemente.

–Mentiroso, cara de oso. – Le di un pequeño golpe en su hombro. – Estás jugando sucio. Y lo sabes. No lo niegues, Emmett.

–Aun no sabes lo sucio que puedo llegar a ser, Fiáin. – Pegué un respingo cuando mordió el lóbulo de mi oreja. – Y nunca dije que jugaría limpio.

Besó mi cuello y se separó de mí, cruzando sus manos tras su espalda y balanceándose sobre sus talones.

–Me encantas en uniforme, pero no creo que te haga gracia salir con él a almorzar. – Su tono sabiondo me estaba cabreando a pasos agigantados. – Te espero aquí mientras te cambias, Isabella.

Me cambié a toda prisa en los vestuarios y agarré mi bolso de la taquilla justo antes de salir de nuevo hacia recepción.

–McCarty está afuera, Bella. – Angela se levantó de su silla y se acercó a mí, dándome un abrazo cariñoso. – Estoy tan feliz por ti, Bells. Hacéis una pareja fantástica.

Hice una mueca ante su declaración.

–Aún no hemos hablado nada de eso. Y solo hemos salido una vez, Angy.

Movió su mano entre nuestros rostros, como si tratara de eliminar una cortina de humo molesta. – El hombre ha dejado claro el punto cuando te ha besado. ¡Por Dios, Bella! Casi incendiáis la recepción. ¡Uf!

Me reí de ella cuando se puso a abanicarse con las dos manos. Le di un pequeño empujón y besé su mejilla antes de irme.

Emmett estaba hablando por teléfono caminando de un lado a otro tal y como lo hacen los grandes felinos.

Me sentía un poco molesta con él y al mismo tiempo complacida. A tan poco espacio de nuestra cita, ya estaba dispuesto a vernos otra vez; aun siendo solo en mi descanso para comer. Eso hacía que mi corazón se calentara ligeramente. Si aún tuviera la duda de si yo le gustaba, con este gesto lo dejaba totalmente claro.

Por otro lado, era demasiado pronto para decir nada a nadie. Rose era una excepción, puesto que le contaba todas las cosas; sin embargo, su presencia en la clínica así porque sí me ponía entre la espada y la pared.

Demasiado rápido. Un paso demasiado deprisa.

Llegué hasta él en el mismo instante en el que colgó la llamada. Me miró desde toda su altura mientras guardaba su móvil en el bolsillo del pantalón. – ¿Lista, nena?

–Estoy molesta contigo, McCarty. – Me crucé de brazos y le fruncí el ceño. – Me has hecho toda una encerrona. ¡Y en mi trabajo, nada menos!

–No tengo ninguna excusa, Swan. – Apoyó las manos en sus caderas, frunciéndome el ceño de vuelta. – Solo quería verte y pasar un poco de tiempo contigo. ¿Es eso tan malo?

Mierda. Estaba enfadado y no solo por mi actitud, sino por algo más. Algo había pasado en el día de hoy para que este hermoso hombre lleno de paciencia buscara refugio en mí.

Desligué mis brazos y rodeé su cuello. Besé la piel expuesta de su pecho en el triángulo abierto de su camisa y luego rocé mis labios por la piel rasposa de su mandíbula. Ante esto último, sus manos agarraron mis caderas y acercó nuestros cuerpos.

–Solo quería ser sincera y decirte cómo me siento. Estoy mitad enfadaba, mitad extasiada. – Mis dedos acariciaron su nuca, como si tratara de apaciguar a un animal salvaje. – Encantada porque hayas venido a por mí y enojada por moverte tan rápido. – Besé su mejilla. – No lo he visto venir.

–Esperar a toda la semana para verte de nuevo era demasiado tiempo. – Su voz ronca susurró contra mi oído. – Ha sido precipitado, te concedo eso, Swan. Sin embargo, cuando quiero algo soy implacable.

–Más terco que una mula, McCarty. – Le dije sonriendo.

Su risa se hizo unió a la mía. – También tienes razón en eso, Fiáin.

Después de eso, Emmett tomó mi mano y fuimos a comer a un restaurante chino que había a dos manzanas de la clínica. La comida estaba deliciosa y Emmett era la mejor compañía del mundo.

–Algo ha pasado, ¿verdad? – Le pregunté después de que nos trajeran dos tazas de café negro. No quería ser cotilla pero había una furia subyacente en su cuerpo. Los bordes duros de tensión se marcaban en sus músculos.

Emmett me observó callado unos instantes antes de suspirar.

–A veces pienso que ves a través de mí. – Se hundió en la silla y comenzó a jugar con el sobre de azúcar. – Anoche intentaron forzar la entrada a uno de mis restaurantes. Las cámaras de vigilancia captaron al empleado que robaba dinero, Bella.

Hizo una mueca disgustado cuando se rompió el sobrecillo de papel.

–Rompió las ventanas frontales del local con piedras y dejó varias pintadas desagradables en la pared.

–Lo siento mucho, Emmett. – Agarré su mano y la apreté.

–Mi hermana fue quien se encontró con el desastroso panorama. – Suspiró cansado. – Me llamó aterrada justo después de alertar a la policía.

–¿Lo arrestaron? – Le pregunté. Me apenaba escuchar que Alice se llevara tal susto.

–Sí. No quiero presentar cargos pero mi abogado dice que es lo mejor.

Parecía que sostenía todo el peso del mundo sobre sus hombros. No soportaba verlo así, un agobio oprimía mi pecho ante la expresión afligida de su rostro. Me levanté de mi silla y me senté en la contigua a la suya, besé su mejilla y apoye mi mano más cercana a él en su muslo y la otra agarré de nuevo su mano.

Sus ojos grises ardieron como llamas de fuego plateadas y una pequeña sonrisa apareció en su boca. Sí, este hombre era peligroso. Muy peligroso para mi cordura y tranquilidad. Pero tenía claro que algo hermoso estaba sucediendo entre los dos.

Algo indescriptible. Y pensaba luchar por ello.

.

.

.

Cuando el martes Emmett volvió a presentarse al mediodía en la clínica, sentí mi corazón contraerse ferozmente para luego comenzar a latir con la fuerza de un tornado. Y lo mismo ocurrió el miércoles. Y el jueves. Y el viernes…

McCarty había venido a comer todos los días conmigo. Solo porque sí. Porque la necesidad de estar juntos era cada vez mayor y ninguno de los dos quería negarlo.

Para qué hacerlo.

Decidimos que la segunda cita tendría lugar en la mañana del sábado. Emmett quería llevarme a un sitio especial y el mejor momento era temprano. Así que, cuando el reloj marcó las nueve de la mañana, McCarty apareció en mi puerta y nos marchamos tras decirle adiós a mi hija.

Zoe zarandeaba su manita desde los brazos de Rosalie. Las dos se despedían de nosotros desde el umbral de mi casa con sonrisas alegres y miradas felices.

Suspiré cuando ya no pude verlas más y me giré sobre el asiento copiloto para poner música en la radio. Una pegadiza canción de los años cincuenta sonaba en la emisora y la única reacción de Emmett fue sonreír complacido con mi elección.

–¿A dónde vamos? – Estaba un poco nerviosa. Él solo me había dicho que llevara ropa cómoda, como vaqueros, camiseta y una chaqueta.

Casi íbamos a juego, mismo color de pantalón pero él con camiseta blanca y yo naranja. Sus enormes pies estaban enfundados en botas de leñador y en cuanto a mí, me había decantado por unos botines blancos.

–Es una sorpresa, Fiáin. – Dirigió el coche hasta la autovía, dejando atrás el bullicio de la ciudad.

–Pero yo quiero saber, Emmett. – Le miré con ojos implorantes e hice mi mejor esfuerzo por conseguir poner morritos de niña buena. Nunca había sido buena pero solía salirme con la mía cuando lo hacía.

Me contempló por el rabillo del ojo y sacudió la cabeza divertido por mi actitud.

–Eres el ser más peligroso que alguna vez haya conocido, Swan. – Su mano apretó mi muslo y cientos de chispas eléctricas saltaron bajo su toque.

–¿Me lo dirás entonces?

–La paciencia es una virtud. – Canturreó antes de tomar de nuevo el volante con las dos manos cuando giró el coche en una curva vertiginosa.

El viaje por carretera duró unos veinte minutos en total y se pasó bastante rápido. Las conversaciones entre nosotros siempre eran fluidas y cuando el silencio se hacía dueño de la situación no era para nada incómodo. Al contrario, era plácido, tranquilo, cálido.

Emmett aparcó el todoterreno en una de las numerosas plazas que había. Varios coches se encontraban por los alrededores y el barullo de algunas familias se escuchaba por el lugar.

–Bienvenida al monumento emblemático de nuestra ciudad. – Declaró McCarty con sus brazos abiertos de par en par y una enorme sonrisa.

Me reí ante su actitud entusiasta mientras cogía la mochila del coche.

El lugar se encontraba en medio de la naturaleza y se podía visitar tanto con guía como sin ella. Nunca había venido aquí y tenía clarísimo que pensaba empaparme de la historia que este lugar albergaba.

–¿Cómo encontraste este sitio, Em? – Le pregunté mientras abandonábamos el aparcamiento.

Numerosos grupos de excursionistas y turistas se congregaban junto a la caseta de madera en la que había cientos de folletos al igual que comida y bebida. La atmósfera del lugar estaba cargada de expectación y de júbilo. Todo se volvía emocionante y entusiasta.

–Mi abuelo nos traía a Alice y a mí cuando éramos pequeños. – Sonrió con añoranza. – En casi todos mis cumpleaños le pedía que viniéramos. Me encantaban las vistas que hay desde arriba.

Me di cuenta de que no era una simple cita. Emmet me estaba regalando un recuerdo, una pequeña anécdota de su pasado y eso era un enorme tesoro para custodiar. Agarré su mano y la apreté cariñosamente. Sus ojos se anclaron a los míos con entendimiento. Me devolvió el apretón y besó mi nariz.

Sonriendo como dos tontos, caminamos hasta la entrada. Emmett fue más rápido que yo y pagó los dos tickets. Le fruncí el ceño ante su mirada arrogante y su sonrisa orgullosa.

–Esta te la guardo, McCarty. – Le gruñí.

Acortó la distancia entre los dos y susurró contra mi oído: – Guárdamelas todas, Fiáin. Yo te las pagaré en carne.

Antes de que pudiera darle un golpe en represalia Emmett se había alejado de mí y empezó a andar hacia el comienzo del monumento mientras silbaba una armoniosa melodía. Lo seguí a regañadientes, dándole patatas a una pequeña piedra que había en el sendero.

Cuando alcé el rostro hacia el frente el pánico inundó mi cuerpo. Me quedé totalmente anclada en el sitio, sin ser capaz de mover un solo músculo. Decenas, cientos, miles de escalones se presentaban ante mí como una broma macabra de mi pasado.

El aire comenzó a faltar en mis pulmones y mi pulso se disparó como una flecha angosta a través de mis venas.

No podía.

Esto era demasiado, desmesurado, exorbitado.

Emmett se detuvo en su caminar y miró por encima de su hombro para ver si lo seguía. Cuando se percató de que solo era el único que avanzaba se giró sobre sus talones y regresó a mi lado.

–¿Isabella? – Sus ojos me miraban preocupados. – ¿Qué pasa?

–No puedo, Emmett, no puedo. – Dije con voz estrangulada.

Gemí dolorosamente cuando mi visión se nubló al contemplar la enorme escalera de hormigón que conformaba el monumento. Con ella seguramente se llegaría a la cima del pequeño monte en el que se erigía.

Mis rodillas temblaron y casi me caigo sino llega a ser por Emmett. Rodeó mi cintura y me apretó fuertemente contra su cuerpo. Me alzó y se dirigió a una zona despejada de miradas curiosas.

Estaba teniendo un ataque de pánico y lo último que necesitaba era tener público.

–Respira, Fiáin. – Me ordenó con voz grave. – Respira conmigo, nena.

Empecé a imitar el ritmo de su respiración. Tenía los ojos cerrados y eso agravaba la sensación de vértigo que me gobernaba.

–Isabella, mírame. – La voz de Emmett se volvió mucho más autoritaria. – Abre esos bonitos ojos y mírame.

Parpadeé repetitivamente hasta que conseguí enfocar su rostro. Poco a poco la angustia se fue retirando al abismo de oscuridad en el que siempre se escondía cuando conseguía liberarme de su opresión.

–Eso es, cariño. Muy bien. – Acarició mi mejilla con delicadeza y luego agarró mi nuca con firmeza. – Lo estás haciendo muy bien, Bella.

–Lo siento, Emmett. – Aunque el miedo había desaparecido, ecos de pánico seguían danzando en mi mente. – Lo siento.

Las lágrimas inundaron mis ojos y me aferré a este hombre valiente como si fuera mi única tabla de salvación. Mi única vía de escape.

Mi única salida.


Uff… Qué mala soy. Lo sé. Estoy siendo una bruja malvada. Aunque deben de reconocer que en lo demás me he portado muy bien ;)

¿Qué os ha parecido? No ha estado mal, ¿cierto?

¿Qué tal ese primer beso? ¿Caliente, no? Estos dos van a arder el mundo.

Me encanta Rose y Angy es adorable. A Zoe la amo y qué decir de Garrett y los niños. Y Emmettt… ¿Qué opinan? Bella no has dado un buen susto eh.

¿Me cuentan qué les pareció?

Quería dar las gracias a todas las chicas que dieron a seguir y a favoritos a la historia y a mí. Mil gracias a las chicas que comentaron, eso fue todo un detalle.

Gracias por los comentarios a: shamyx, PamMalfoyBlack, glow0718, JadeHSos, ely, misspaosita, Cavendano13, Guest, alejandra1987, solecitopucheta, helenagonzalez26-athos, erizoikki, RoxySanchez, mican.

Nos leemos pronto.