Lo primero de todo: mis disculpas por la tardanza. Estoy liada con el final de mi tesis y me quita muchísimo tiempo, así que apenas tenía algún hueco para poder escribir.

El capítulo va a ser un pelín movido. Espero que no me quieran quemar en la hoguera por ser una bruja. Al final creo que me he portado bien. Ya me dirán que tal.

Nos leemos abajo.

La mayoría de los personajes pertenecen a Stephanie Meyer.


CAPÍTULO 11

Bella

Estábamos a mitad de semana y ya deseaba que llegase el viernes. Había tal cantidad de trabajo en la clínica que apenas podía pillar un descanso para tomar un café. La mañana del miércoles se presentaba bien ajetreada: tres operaciones y dos revisiones. Así que en cuanto llegase a la clínica iría directa a por mi segunda taza de café.

Como cada, día Rose me dejó en la puerta del veterinario, con los niños despidiéndose efusivamente en el asiento trasero del monovolumen. Mientras les devolvía el gesto esperé hasta que el coche desapareció por la esquina para entrar en mi trabajo.

Angela estaba ya en recepción, preparando los documentos pertinentes para hoy. Cuando escuchó el sonido de la campanita de encima de la puerta, alzó su rostro y me sonrió. Sin embargo, su sonrisa no llegó a los ojos y eso me preocupó.

–Hola, Bella. – Su voz sonaba cansada y las ojeras se denotaban bajo sus gafas. – ¿Qué tal amaneciste?

–Hola, Angy. – Me acerqué a ella y le coloqué un mechón de su cabello negro tras la oreja. – ¿Qué es lo que pasa, cielo?

Angela se mordió el labio al mismo tiempo que su ceño se fruncía. – No quiero cargarte con mis problemas, Bells. Solo son tonterías.

–No lo son si hacen que no puedas descansar bien. – Tomé su mano en un cálido apretón. – ¿Qué te parece si pillo algo para beber y me lo cuentas? Y no pienso aceptar un "no" como respuesta.

Angela sonrió levemente y asintió de acuerdo. Le sonreí de vuelta y me dispuse a buscar una buena bebida caliente. Justo antes de salir de la recepción, me volví en el marco de la puerta y la miré por encima del hombro.

–Y, Angy. – Ella despegó de nuevo su atención de los papeles para observarme. – Nunca vas a cargarme con tus problemas. Soy tu amiga y estoy aquí para todo.

No esperé a que me contestara pero justo antes de seguir mi camino pude atisbar su sonrisa de agradecimiento. Cuando llegué a la máquina, pedí un té verde para Angy y un café vainilla para mí. Mi amiga no era muy afín al café y siempre se decantaba por todas las diferentes variedades de té. Sabía que este tipo era su favorito, así que le sentaría mucho mejor. También vi que la máquina tenía las galletas con chocolate blanco que tanto le gustaban y, aunque no le apetecieran tan temprano, se las llevaría para endulzarle un poco el día.

Al regresar a recepción, me encontré con una silla lista para mí justo al lado de ella. Le sonreí agradecida y le entregué el vaso con el té caliente. Se lo acercó a la nariz y cerró los ojos para aspirar el aroma de las hierbas.

–Necesitaba uno de estos. – Dio un sorbo y me miró enternecida. – Gracias, Bells.

Meneé la mano a los lados para hacerle saber que no tenía importancia. Di un sorbo a mi café y me recliné contra el respaldar de mi silla.

–¿Qué ocurre, cielo?

Angela suspiró y comenzó a jugar con el filo del vaso. – No esperaba que una boda tuviera tantos detalles. Me siento desbordada con todo. Las flores, las invitaciones, el lugar para la ceremonia y el de celebración, el vestido… ¡Dios! Son tantas cosas, Bella. Es un completo caos.

Hice una mueca tras la taza de café al pensar en todo los detalles que había enumerado y también los que no había dicho. Preparar una boda era una auténtica locura, cuando Rose se casó casi termino arrancándome el pelo del agobio.

–Pero estoy segura que el bueno de nuestro Ben te echa una mano.

–Él quiere que sea feliz y que todo esté a mi gusto. – Angy torció sus labios en un gesto contradictorio entre la ternura y la exasperación. – Así que no aporta mucho en la toma de decisiones. Lo peor de todo, Bella, no es eso.

–¿No? – La miré expectante.

Ella necesitaba desahogarse por lo que dejé que se tomara su tiempo mientras pensaba maneras para aligerar su carga.

–Su madre y mi madre se han tomado la organización de la boda como una competición. – El rostro de mi amiga estaba lleno de angustia ante lo que acababa de decir. – Se pelean por todo y se enfadan conmigo cuando me decantó, quizás, por una opción de las dos que me exponen. Es agotador tratar de complacer a ambas. Cada una tiene una visión distinta y ambas quieren que se haga a su manera. Dios mío, Bella. – Suspiró derrotada. – No sé dónde me he metido.

–Siento decirte esto, cielo, pero vas a tener que imponerte. Es tu boda, no la de ellas. Tienen permiso para darte su opinión sobre algo pero al final tú serás la única que decides.

–Pero, Bella… Ya sabes cómo es mi madre. – Gimió agotada.

Sí que lo sabía. La señora Webber tenía un carácter indomable y bien dispuesto. Era una mamá osa en toda su definición. Todo lo contrario a Renée, que fue una madre bastante indolente.

–Ay, cariño. – Agarré su mano tras abandonar mi café sobre la mesa. – Respira, Angy.

Angela tomó respiraciones profundas al tiempo que cerraba los ojos. La fatiga se remarcaba en cada una de sus facciones y la palidez de su piel era, incluso, más evidente.

–Y hay más, Bella. – Tras varias respiraciones, Angy continuó relatando. – Mi padre se lastimó el otro día la espalda jugando al golf y mi madre se tiene que quedar con él. Ambas teníamos la intención de ir a mirar vestidos este fin de semana pero al estar mi padre así mi madre no puede. Por lo que la madre de Ben se decidió acompañarme. – Se mordisqueó el labio ante el plan, seguramente pensando que de eso no podría salir nada bueno. – Así que, reservé cita en una tienda especializada en vestidos de novias; todos sus diseños son tan hermosos, Bella, una preciosidad.

–¿No acaba ahí la cosa, cierto? – Le pregunté porque sabía que algo no me olía bien.

Angy negó con la cabeza y suspiró derrotada.

–Mi suegra no quiere ir a esa tienda. Dice que no está al nivel de mi boda y que no tengo la más remota idea en lo que se refiere a vestidos. Anoche me dijo que cancelara la cita y que ya iríamos el lunes a otro sitio de gustos más exquisitos; según sus palabras.

El labio inferior de mi amiga tembló y colocó la taza de té frente a su boca para impedir que yo lo viera. Pero no fue lo suficientemente rápida para ello.

–Estoy pensando en numerosos apelativos, para nada cariñosos, dirigidos a tu suegra, Angy. – Por dentro hervía de enojo ante la actitud condescendiente de la madre de Ben. Esa maldita víbora. – Creo que a partir de ahora la llamaré la Arpía Exquisita.

Angy sonrió levemente ante mi comentario y tomó un sorbo de su té verde.

–No quiero cancelar la cita, después de que la encargada me consiguiera un hueco con tan poca antelación para este sábado. – Los bonitos ojos oscuros de mi amiga se volvieron a empañar por la tristeza. –Yo quiero ir, Bells. Quiero ir a mirar vestidos y probármelos, observarme al espejo y reír feliz al verme tal y como me imaginaba de pequeña. Pero eso no lo entiende mi suegra. Es demasiado agotador pelear con ella y no quiero causar problemas.

Fruncí el ceño ante eso. La maldita arpía no entendía que no era su boda y pisoteaba la ilusión de Angy como si fuera algo insignificante, cuando resultaba que era lo más importante en todo esto. Así que la madre de Ben iba a tener que aprender por las malas o como decía Rose, al estilo HellBell.

–Yo iré contigo.

Los ojos de Angela se ampliaron como platos ante mi simple declaración. Puede que me metiera en un buen lío con la suegra de mi amiga pero por nada del mundo pensaba arruinarle su primera "caza del vestido".

–¿Bella? – Un ligero brillo de esperanza se distinguió en sus ojos negros.

–Este sábado iremos tú y yo a esa tienda que dices. Será nuestro secreto. – Le guiñé un ojo y bebí de mi café.

–Pero, Bells, mi suegra… – Empezó a decir.

–Lo siento mucho, Angy, pero a la Arpía exquisita vamos a darle una lección. – Dejé mi taza sobre el escritorio y agarré su mano. – Vamos a ir a todas las tiendas que desees y te vas a probar tantos vestidos como quieras mientras yo me siento en un sillón quejándome de que todos son muy cursis y de princesas tontas, ¡puag!

Angela rio divertida ante mi cara de asco y desde que llegó a la clínica sus ojos se llenaron de alegría.

–¿Qué me dices, cielo? – Le pregunté satisfecha por conseguir levantarle el ánimo. – ¿Te apuntas a la "caza del vestido"?

La sonrisa de Angy terminó volviéndose enorme cuando moví mis cejas reiteradamente mientras le preguntaba.

–¡Qué demonios! – Gritó con entusiasmo. – ¡Cuenta conmigo, Bells!

–¡Toma ya! – Me levanté de mi asiento y alcé un puño victoriosa. – Esa es mi chica rebelde.

Angela se levantó y me abrazó fuerte. Enterró su cara en mi hombro y suspiró aliviada contra el cuello de mi blusa. Enternecida por su actitud, le devolví el abrazo y besé su sien.

–Gracias, eres demasiado buena. Te quiero, Bella.

Mi corazón se agitó ante su declaración y se formó un nudo en mi garganta que casi no me dejó respirar.

–Y yo a ti. – Le dije con la voz ronca. Recibir el cariño de la gente siempre era algo superior a mí. Demasiado grande y excesivamente bueno para alguien como yo. – No tienes que darme las gracias por nada, Angy. Y no le digas a nadie que soy buena o todo el mundo empezará a creérselo y perderé mi reputación de chica mala.

El momento solemne se rompió con mi broma y tanto Angela como yo reímos al unísono. Justo después de separarnos Alec entró a la consulta con su pelo rubio húmedo y revuelto en todas direcciones, seguramente a causa del casco de su moto.

El doctor Vulturi nos sonrió y nos dio los buenos días antes de desaparecer por el pasillo. Sabía que había llegado el momento de ponerse manos a la obra por lo que agarré las dos tazas vacías de la mesa y me despedí de Angy, tranquila conmigo misma por haber conseguido eliminar un poco de su carga y feliz por devolverle su dulce sonrisa.

Y el día solo acababa de comenzar.

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La mañana pasó en un abrir y cerrar de ojos con todo el ajetreo de la clínica. Cuando sentí el móvil vibrar en el bolsillo de mi pantalón me fijé que casi era la hora del almuerzo. El nombre que se mostraba en la pantalla me hizo sonreír expectante.

–¿Lista para mí, Swan? – La voz grave de Emmett a través del teléfono hizo que todo mi cuerpo temblara por la anticipación.

–Creo que eso debería preguntártelo yo, ¿no crees?

Su risa causó que la comisura de mis labios se elevara de manera divertida. A pesar del gran percance que tuvimos la semana pasada las cosas entre nosotros iban viento en popa.

–Vaya, vaya. Así que mi chica está hoy más salvaje que nunca. – Un pequeño barullo de voces se escuchó de fondo y supe que estaba en la cafetería. – ¿Debo temer por mi bienestar, Fiáin?

–Ya lo creo que sí. – Me reí traviesa. Esto iba a ser terriblemente placentero. – Vete preparando para algo muy, muy picante, señor McCarty.

Hablamos un par de minutos más antes de decidir la hora en la que me recogería. Desde la primera vez que vino a verme habíamos tomado el hábito de almorzar juntos y siempre tratábamos de comer en sitios diferentes. Esta semana me tocaba a mí decidir los bares a los que ir, por lo que la diversión culinaria estaba garantizada.

Poco tiempo después de nuestra charla, cambié mi uniforme por unos vaqueros azules y una blusa blanca con pequeñas flores rosas estampadas, agarré mi bolso y salí corriendo de los vestuarios. Cuando abrí la puerta principal de la clínica lo primero que mis ojos captaron fue la amplia espalda de McCarty y su mordisqueable trasero.

Maldito fuera.

Como la primera vez que vino, estaba hablando por teléfono dando órdenes con su voz de jefe implacable. Mientras me dirigía hacia él, Emmett se giró en mi dirección y me guiñó un ojo. Era tan arrogante, tan condenadamente masculino que tuve que morderme el interior de mi mejilla para no tirarme sobre él.

Al llegar a su altura, me rodeó la cintura con su brazo musculoso y despidió con un simple "hazlo" a la persona del otro lado del móvil. Ni siquiera tuve tiempo de decirle hola, tomó mis labios con una pasión tan controlada y focalizada que los dedos de mis pies se encogieron de placer. Su boca avasalló la mía sin piedad, hasta que todo el oxígeno de mis pulmones se consumió en el calor de su lujuria.

Mi pecho subía y bajaba aceleradamente cuando rompí el besó en busca de aire. Emmett apoyó su frente contra la mía y su aliento bañaba mi rostro de manera irregular. Cuanto más avanzábamos, más nos consumía el hambre.

–¿A esto te referías con lo de muy, muy picante, Swan? – Su voz ronca me sacó de mis divagaciones. – Porque si este es solamente el entrante me tienes rendido a tus pies ya.

Me reí por sus ocurrencias. Este hombre tenía un humor tan inusual y único que me estaba volviendo adicta.

–Voy a tener que decepcionarte. No estoy hoy en el menú, McCarty.

–Ah, pero que no estés hoy no quiere decir que más adelante sí. – Su sonrisa era comparable con la de un lobo feroz. – Cómo voy a disfrutar comiéndote, Fiáin.

Mis mejillas ardieron por la intención que implicaban sus palabras. A mi mente llegó el recuerdo de todo el placer que sentí aquel día en su coche, a pesar de que la situación estuvo cargada de dolor el fuego creado por los dos lo devoró por completo, sin dejar nada a su paso.

–Compórtate, Emmett. – Le dije mientras jugaba con los botones de su camisa azul – Estamos justo enfrente de mi trabajo, por Dios.

Aun riéndose de mí, me cogió de la mano y empezamos a caminar en dirección al restaurante en el que almorzaríamos. No estaba muy lejos de la clínica, solo a un par de manzanas, por lo que antes de que nos diéramos cuenta mientras charlábamos llegamos al bar.

–¿Un tailandés, Fiáin? – Emmett miraba alternativamente entre el cartel luminoso y yo.

–Te advertí que sería picante. – Esta vez fui yo la que se rio de él.

Cuando entramos al local, un camarero nos acompañó hasta una mesa y nos ofreció la carta amablemente. Yo le sonreí agradecida mientras que Emmett simplemente asentía con la cabeza.

–Eres muy descortés, ¿lo sabías? – Le recriminé.

–Lo soy cuando a ese niño maleducado se le van los ojos al escote de mi chica. – Frunció el ceño ojeando el menú.

No me debería resultar divertido pero no pude evitarlo. Sonreí complacida ante su actitud y decidí levantarle el ánimo siendo un poco traviesa.

–Tranquilo, señor gruñón. Yo solo quiero tus ojos en mí. – Su mirada de plata brilló con satisfacción. – Además, quizás al que mirara fuera a ti, ¿no te has parado a pensar que el chico sea de la otra acera?

–No lo creo, Swan. Aquí la que ha atraido miradas ardientes y fuera de lugar ha sido tú.

–Vaya, ¿entonces mi mirada no es ardiente? Porque cuando salí de la clínica me entretuve mirando cierta parte de tu anatomía bastante mordisqueable.

La carta del menú que sostenía en sus manos cayó de golpe en la mesa y su ceño se había fruncido en mi dirección. Escondí mi sonrisa tras el menú y traté de parecer lo más inocente del mundo.

–¿Ocurre algo, Emmett? – Batí mis pestañas en su dirección.

–Sí. Tú, pequeña bruja. – Me gruñó mientras se colocaba recto en su silla.

–Oh, vamos. – Levanté mi pie y acaricié su pantorrilla suavemente, como si tratara de calmar a una fiera. – Solo he dicho la pura verdad.

–Sabes, Fiáin. – Su voz grave y ronca provocó que toda mi piel se erizase. – La próxima vez. – Agarró mi mano y la llevó hasta su boca. – Te haré llegar al orgasmo con mis dientes.

En el momento en el que sus dientes mordisquearon las yemas de mis dedos detuve las caricias de mi pie. Mi boca se secó ante lo que acababa de decir y un calor líquido nació en mi centro de manera anhelante.

Sus ojos grises me dijeron que sus palabras eran una promesa. Y sabía que él la cumpliría sin falta.

Después de que el camarero viniera y nos tomara nota de lo que comeríamos, Emmett me miraba especulativamente desde el otro lado de la mesa.

–¿Qué pasa? – Le pregunté antes de darle un sorbo a mi té helado.

–Nada. – Movió la cabeza a los lados. – Sólo pensaba en un buen plan para el próximo sábado.

Y en ese mismo instante caí en que no pensé en nuestra siguiente cita cuando estuve haciendo planes con Angy. Hice una mueca disgustada y dejé el vaso en la mesa.

–Tendremos que aplazarlo para otro día. – Emmett alzó una ceja interrogante. – Esta mañana ya hice planes para el sábado.

–¿Puedo saber qué harás? – Hizo la pregunta en un tono totalmente educado y formal pero la tensión se marcaba en las líneas duras de sus hombros.

Hombre tonto.

Como si fuera a quedar con otro hombre en una cita romántica. Fruncí el ceño ante esa estupidez de pensamiento y lo miré molesta por su actitud. Sin embargo, antes de que pudiera responderle, el camarero nos trajo la comida y la rigidez en su cuerpo se hizo más evidente cuando el chico volvió a mirarme con un interés más que destacable.

Bufé fastidiada y di otro trago a mi té. No quería empeorar la situación así que le sacaría de la incertidumbre.

–Voy a acompañar a Angela en la caza del vestido. Está agobiada y pensé que le vendría bien un poco de diversión. – Me encogí de hombros antes de tomar el tenedor y hundirlo en mis tallarines.

–¿Oh? – Emmett sonrió y luego masticó un trozo de su pollo picante con arroz. – Así que vais a tener un día de chicas.

–¿Día de chicas? – Le pregunté alzando una ceja divertida. No esperaba que McCarty saliera con eso.

–Sí, ya sabes… Día de tiendas, con cientos de bolsas y caminatas para todos lados. – Sacudió la cabeza esbozando su sonrisa demasiado atractiva para su seguridad. – Maldita sea, esto pica con todas sus ganas. ¡Joder!

Riéndome de él mientras lo veía beberse un buen trago de su bebida esperé hasta que se hubo calmado para responderle.

–¿Y cómo es que sabes acerca de un típico día de chicas?

–Mi hermana. – Hizo una mueca disgustado pero en sus ojos se veía la ternura y el cariño al nombrar a Alice. – Antes, cuando no estaba casada con Jasper, solía arrastrarme en sus sesiones de compras extremas. Ugh. – Simuló un escalofrío combinado con una mueca de miedo. – Aún recuerdo cómo me dolían los pies después de aquello.

Me reí divertida de su actitud, aunque sabía que todo eso era pura fachada. Emmett adoraba a su hermana pequeña y haría todo lo que pudiera para hacerla feliz.

–Aunque ir de compras tiene sus ventajas. – Su sonrisa daleada no auguraba absolutamente nada bueno para mí. – ¿Vas a comprarte algún conjunto sexy de lencería, Fiáin?

–¿Y quién te ha dicho a ti que no lo tenga ya? – Le pregunté devuelta mientras sonreía con suficiencia. Sabía que esto lo volvería loco.

Y efectivamente, así fue.

Sus ojos grises brillaron expectantes y su lengua lamió su labio inferior como si estuviera viendo un manjar.

–Vaya, vaya, Swan. Espero por tu bien y, obviamente, también por el mío, que lo uses alguna vez cuando las cosas se pongan calientes entre los dos.

Le guiñé un ojo y continuamos comiendo. El almuerzo se pasó en un abrir y cerrar de ojos, como siempre ocurría. Charlábamos de todo y nada, poniéndonos al día de todo el ajetreo en el trabajo o acerca del último episodio que habían echado en televisión de una serie que a ambos nos encantaba.

Las cosas entre nosotros dos fluían tan fácilmente que siempre terminaba un poco descolocada cuando Emmett me acompañaba de regreso a la clínica. No podía creer que fuéramos tan compatibles y que la química entre ambos fuera tan explosiva…

No lo iba a negar, me encantaba todo lo que implicaba Emmett pero me aterraba que las cosas salieran desastrosamente mal. Él, en muy poco tiempo, estaba haciéndose un lugar de vital importancia en mi vida y la mera idea de que eso saliera mal… Era terrorífico.

No quería terminar lastimada. Con una vez fue más que suficiente. Lo único que saqué bueno de mi historia con Félix fue a Zoe y la lección de nunca, nunca debía depender emocionalmente de un hombre.

Y McCarty no lo estaba haciendo nada fácil.

–Que tengas suerte con esa nueva receta de pastel. – Le dije mientras intentaba empujar al fondo de mi mente todas las inseguridades que me estaban embargando. – Seguro que saldrá perfecto.

Emmett sonrió y se apoyó contra la puerta de su coche, con los brazos cruzados a la altura de su pecho. Su postura era totalmente arrogante y dejaba claro que no necesitaba que le desearan ningún tipo de suerte.

–Estoy seguro que no habrá ningún problema con ello. – Alargó su brazo y me agarró de la muñeca para poder atraerme hacia él.

Mi cuerpo chocó contra la dura masa del suyo y todas mis terminaciones nerviosas cobraron vida. Apoyé mis manos en su pecho al tiempo que rodeaba mi cintura con sus brazos y acercaba su boca a mi oído.

– Recuerda que soy muy habilidoso con las manos y mis dedos, Fiáin. – Susurró roncamente antes de darle un pequeño mordisco al lóbulo de mi oreja.

Aspiré entrecortadamente cuando recordé esos mismos dedos acariciándome en la intimidad de su coche hasta llevarme al orgasmo. Esa pasión descarnada sabía que nunca se borraría de mi memoria, incluso cuando fuera una anciana llena de arrugas. Siempre la atesoraría en mi mente.

Negándome a quedarme atrás, giré mi rostro y acaricié con la nariz su cuello hasta alcanzar su mandíbula. Su piel raspaba a causa de la barba incipiente y su aroma embriagaba mis sentidos.

–También recuerdo tu boca. – Le dije contra sus labios.

Sus ojos grises brillaron satisfechos ante mi osadía y, antes de que pudiera reaccionar, me besó sin restricciones. Su lengua jugaba contra la mía mientras enredaba una de sus manos en mi cabello y me dejaba totalmente a merced de su deseo.

Tan ensimismados estábamos el uno en el otro que no supimos detenernos hasta que un grupo de adolescentes comenzaron a silbar y a vitorear a McCarty. Él sonrió contra mis labios y besó mi nariz antes de separarnos.

–Será mejor que regreses al trabajo.

–Sí, no perturbemos más a esas mentes inocentes. – Le sonreí.

–¿Inocentes? – Me preguntó estupefacto. – Isabella, son adolescentes con las hormonas completamente revolucionadas. Me apuesto lo que sea a que han visto más porno que tú en toda tu vida.

–Ni que lo supieras por experiencia. – Repliqué.

Su simple respuesta fue alzar una ceja de manera soberbia.

Le golpeé el hombro por la broma tan basta y besé su mejilla antes de girarme hacia la clínica. McCarty esperó hasta que llegué a la puerta de ésta para subir a su coche y arrancar el motor. Me apoyé contra el marco de la puerta mientras veía como se alejaba calle abajo.

Cada vez era más difícil volver a la rutina después de estar con él.

Sí, definitivamente lo era.

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El jueves sucedió rápidamente, dando paso al esperado viernes. Hoy salía antes del trabajo y estaba más que deseosa de poder pasar un buen rato con Zoe y los demás en el parque.

Emmett había venido a recogerme como cada día para el almuerzo. Esta vez habíamos ido a un mexicano y mi estómago dolía de tanto reírme al ver a McCarty rabiar por el picante.

–Mala, Fiáin, mala. – Gruñó entre un sorbo y otro de su bebida para conseguir eliminar el ardor de su boca. – La crueldad lleva tu nombre, Isabella.

Mi respuesta fue sacarle la lengua como una niña pequeña. El almuerzo fue tremendamente divertido y nada me había preparado para lo que pasaría a continuación mientras íbamos de regreso al veterinario.

No estaba lista para eso. Aún no.

–Había pensado que podíamos ir el domingo a la feria que montarán en las afueras de la ciudad.

Rosalie me había comentado algo al respecto y me había enseñado una foto del cartel en el que se veían atracciones y puestos de comida rápida por todos lados. Garrett y ella querían llevar a los niños para echar un buen rato y también, por qué no, para cansarlos lo máximo posible.

–Sería genial. – Le sonreí de acuerdo con el plan.

–Podríamos llevar a Zoe con nosotros. – Me sonrió de vuelta. – Estoy seguro de que se lo pasará en grande, ¿no crees?

Sentí mi rostro palidecer aunque logré mantener un poco el tipo al seguir caminando.

–No sé, Emmett. – Le dije despacio. No quería causar problemas pero estaba segura de que él no se lo tomaría bien. – Creo que lo mejor será que sólo vayamos los dos, todavía es muy pequeña para las atracciones.

Clavé mi vista en las baldosas de la acera, intentando evadir los ojos de McCarty. Aunque eso era algo imposible, su mirada me golpeaba como un maldito martillo de demolición.

Emmett paró de andar y, al tener nuestras manos unidas, provocó que también detuviera mi caminar. Alcé la cabeza y lo miré con el rostro carente de expresión. Sabía que él observaba cualquier atisbo en mi cara con el que poder conseguir algo de mí. Y cuando no lo consiguió su ceño se frunció molesto.

–¿Por qué no? – Su voz había perdido cualquier rastro de humor.

–Ya te lo he dicho, es muy pequeña todavía. – Mi voz tembló por lo que tosí y tragué saliva para calmarme.

–Eso es una simple excusa que me estás dando para no decirme la verdad, Isabella. – Estaba más que molesto y la tensión reinaba en cada línea de su cuerpo. La camisa blanca que llevaba se apretaba contra sus bíceps y su pecho subía y bajaba con respiraciones profundas.

–Creo que es demasiado pronto para implicar a Zoe en esto. – Le respondí seria.

–¿Esto? ¿Esto? – Me preguntó reiteradamente. – ¿Ese es el grado de importancia que le das a lo nuestro?

–Mierda, Emmett. No, no es así. – Le repliqué. Sabía que vendría los problemas pero no tan pronto, todavía no. – Es solo que aún nos estamos conociendo y no quiero meter a Zoe de por medio.

McCarty me observaba en silencio, sin ningún sonido emergiendo de sus labios, y eso provocaba que mi pulso se disparara desbocado.

Él retomó la marcha y continuamos caminando, pero lo hacíamos con las manos sueltas y con una distancia emocional comparable con la de un abismo. Cuando llegamos a la altura de su coche Emmet se paró y se giró hacia a mí. Metió sus manos en los bolsillos de su pantalón gris oscuro y me miró circunspecto.

–Sabes que soy un buen hombre. Y que antes me cortaría la mano que hacerle daño a alguna de las dos. – Empezó a decir. – Ya viste cómo me comporté con Zoe y con los niños de tu amiga aquella vez en el parque. ¿Por qué eso no es importante y esto sí lo es?

Sabía que él llevaba toda la razón pero me estaba cabreando el que no comprendiera mi situación. El que no se pusiera en mis zapatos para ver todo desde mi perspectiva. Yo lo estaba haciendo con él y mantener la sangre fría en un tema tan delicado me estaba costando horrores.

–Ese día en el parque fue algo fortuito que ninguno de los dos esperábamos. – Le respondí. – No fue planeado y no había aún nada entre nosotros, Emmett.

–¿Entonces un hombre que no tiene casi nada de familiaridad contigo puede estar junto a ti y tu hija pero alguien con quien estás empezando una relación no puede? Mierda, Isabella. No puedo entenderlo. Joder.

–¡No! ¡Por supuesto que no es así! ¡Maldición, Emmett! – Le grité consternada por lo que acababa de decir. – No quiero que Zoe salga lastimada. – Le dije tras respirar profundamente y ver como sus ojos se abrían sorprendidos por lo que acababa de decir. – Ella me pregunta por ti y se ríe cuando Rosalie hace bromas respecto a ti y a mí. Si implico tan pronto a Zoe en esto ella te tomará cariño y te querrá, Emmett. Entrarás a formar parte en la vida de Zoe.

–¿Y? – Me preguntó tajante. – ¿Qué tiene eso de malo? No veo que eso le pueda hacer daño.

–¿No lo entiendes, verdad? – Sacudí la cabeza resignada. – Si las cosas no salen bien entre nosotros y ella está implicada, también saldrá perjudicada. Soy su madre, McCarty, y es mi deber protegerla de cualquier daño. Si rompemos, ella te echará de menos, me preguntará dónde y por qué no estás. Una parte de su pequeño corazón se romperá con tu ausencia y no voy a dejar que eso pase.

Tenía mis manos apretadas en puños a ambos lados de mis caderas. Estaba enfadada y también terriblemente aterrada. Todo lo que acababa de decir era verdad pero no había añadido a la ecuación el que yo también lo echaría de menos, el que mi corazón se apretaría con dolor ante su ausencia… Era demasiado.

Sus ojos plateados relampaguearon como una cruel tormenta invernal antes de acortar la distancia entre nosotros y acercarse a mí. Sus manos se hundieron en la voluptuosidad de mi cabello rizado y alzaron mi cabeza en su dirección.

–Puedo entender el que protejas a Zoe del dolor. – Me dijo seriamente. Sus facciones se marcaban en exceso por la tensión. – Pero no puedo aceptar que estés esperando simplemente a que rompamos. ¿Cómo puedes estar tan segura de ello? ¡Joder! – Gruñó. – Te dije que no me daría por vencido contigo, Isabella. ¿Por qué no puedes confiar en mi palabra? ¿Por qué crees que me marcharé?

–¡Porque todos lo hacen! – Le grité con la vista nublada por las lágrimas. – No me merezco que me quieran y tú estás logrando la fuerza para destruirme como nadie nunca la ha tenido.

Cerré mis ojos fuertemente mientras agarraba sus muñecas para intentar sostenerme. Acababa de revelar uno de mis mayores miedos y no podía soportar la mirada que sus ojos grises mostraban.

Emmett aspiró profundo y apretó su agarre en mi cabello. Su cuerpo acortó la distancia con el mío y todo su calor chocaba contra la frialdad que reinaba en el mío.

–Maldita sea, Isabella. – Apoyó su frente contra la mía. – No pienso destruirte. ¡Jodida mierda! Eres la mujer que buscaba aunque ni siquiera sabía que lo hacía. Eres todo lo que deseo y quiero. – Su aliento cálido bañaba mi rostro con cada una de sus palabras.

Su calor y promesa eran como hiedras enredándose en mi alma. Me ahogaban de una manera aterradoramente bella y sublime.

–Lo quiero absolutamente todo de ti. Todo, Isabella. Y eso implica también a Zoe. – Nuestras miradas se entrelazaron y no fui capaz de volver a cerrar los ojos. – Te quiero por entera pero dejas que tu miedo se interponga entre nosotros y solo me dejas ver una parte de ti. Y eso no puede ser. No puedo darme por completo a una mujer que no hace lo mismo.

Mis rodillas temblaron ante su declaración y el aire en mis pulmones comenzó a ser insuficiente.

–Necesito todo de ti, Bella. – Me susurró firmemente. – No puedo solo formar una media parte de tu vida. Quiero estar totalmente.

–Todo o nada. – Le contesté.

–Sí. – Me murmuró con un suspiro. – Todo o nada.

Besó mi frente y me liberó de su agarre. Y todo mi cuerpo gritó desgarrado por su ausencia. Abrió la puerta del coche y me miró anhelante. Sabía qué era exactamente lo que me estaba pidiendo pero me sentía lo suficientemente dañada como para no ser capaz de dar un solo paso en su dirección.

Abracé a mi cuerpo y vi cómo se alejaba el único hombre que hizo a mi corazón temblar.

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Estaba sentada en uno de los cómodos sillones violeta que predominaban en la tienda, con Zoe sentada a mi lado en la moqueta. Mi niña estaba entretenida jugando con sus muñecas ajena a toda la locura que sentía por dentro.

Acaricié su cabeza, deleitándome con la suavidad de sus pequeños rizos recogidos en dos graciosas coletas en lo alto de su cabeza. En ese mismo instante, Angela salió del probador seguida por la dependienta. Sus mejillas estaban totalmente coloradas y la sonrisa que se dibujaba en su rostro no dejaba lugar a dudas de que le encantaba el vestido.

–Dios mío, Angy. ¡Estás maravillosa! – Le dije mientras veía como se subía a la pequeña tarima circular para poder verse frente al amplio espejo.

El vestido le quedaba como un guante perfecto en su cuerpo. Era blanco y con una graciosa falda en forma de cola de sirena. El escote era palabra de honor con forma de corazón y el velo en su cabeza quedaba recogido con una hermosa diadema de pequeñas flores iguales que las del vestido bajo el pecho.

Habíamos visitado esta mañana tres tiendas en las que se había probado varios vestidos con cortes diferentes, sin embargo, ninguno le había hecho brillar los ojos como éste. Angy había tenido un buen ojo en reservar cita en la tienda que tanto quería visitar. La dependienta nada más verla había captado lo que mi amiga deseaba y se perdió en el enorme almacén en busca del vestido perfecto.

Y aquí lo teníamos.

Angela daba vueltas para un lado y otro, mirándose en el espejo desde todos los ángulos posibles. Jugaba con el vestido, guiñaba coqueta un ojo a su reflejo en el espejo, bailaba feliz…

–Es este, Bella. – Me sonrió emocionada. – Este es, este es.

–Voy a ir a por un par de detalles más. – Dijo la dependienta. – Enseguida regreso.

Cuando la chica se hubo ido me levanté del sillón y me acerqué a mi amiga. Toqué la tela del velo y dibujé con mis dedos una de las flores del vestido.

–Estás hermosa, Angy.

Mi amiga se sonrojo y se pasó las manos reiteradamente sobre sus muslos nerviosa.

–Me veo tan distinta, Bells. – Suspiró mirándose en el espejo. – Me veo linda.

–Tú siempre estás linda. – Le aclaré. – Aunque con este vestido estás que te sales.

Angela se rio y me dio un golpe en el brazo.

Sentí un pequeño tirón en la pernera del pantalón y miré hacia abajo para ver a Zoe agarrada de la tela mirando absorta a Angy.

Pinsesa. – Alzó su cabeza y me señaló con su dedo índice a Angela. – Pinsesa onita, mami.

Enternecida con su declaración, la tomé en brazos y le di un beso en su regordeta mejilla. Angy se acercó mientras levantaba el velo de su rostro y le dio un beso también en su otra mejilla.

–Gracias, cielo.

Luego de eso, la dependienta llegó con un ramo de flores rosas y dos cajas de tacones que hacían juego con el vestido. Angela estaba radiante y mientras se paseaba por el salón acomodándose a la sensación de uno de los tacones mi mente divagó en McCarty.

Desde ayer al mediodía no habíamos tenido ningún tipo de contacto y estaba aterrorizada por la sensación tan atroz de su ausencia. Emmett había conseguido romper mi coraza para ser él el que la sustituyera y saber que no estaba hacía que mi corazón se fracturara en mil pedazos.

Tenía que hacer algo. No podía pasarme el resto de mi vida pensando en lo que pudo o no pudo ser por culpa de mi miedo.

Tomé el móvil y le mandé un mensaje a Rose mientras esperaba que Angela se cambiara de ropa. Cuando ella salió del probador, mi Barbie particular me respondió con un sí encantada. Le conté a Angy el plan y sonrió divertida.

–Vosotras dos podríais hacer arder el mundo. Y yo quiero ser testigo de ello, Bells.

Rosalie se unió a nosotras para el almuerzo y fue el mejor tiempo que pasé desde el viernes por la mañana. Las bromas y las risas dominaron en la comida y, cuando terminamos de tomarnos el café, decidí que era el momento de marcharme.

–Tengo que ir a hacer un par de recados, chicas. – Besé la sien de Zoe y se la entregué a Rose. – Cuida de mi niña, Rubia.

–¡Corre, Hellbell! – Rose me sonrió y me dio un beso en la mejilla para animarme.

El trayecto en coche no fue tan largo que esperé y en menos de veinte minutos había aparcado frente a la cafetería de Emmett. Aspiré todo el aire que mis pulmones me permitieron y miré el letrero de la cafetería en el que se mostraba el nombre de su madre. Erin.

Apreté el volante mientras un escalofrío invadía mi cuerpo. Esto no iba a ser fácil y, mucho menos, agradable. Pero las cosas que valían la pena en la vida nunca lo eran y había que arriesgarse a pelear por ellas.

Y yo pelearía por él. Lucharía por McCarty.

Me armé de valor y salí del vehículo. Cerré la puerta y caminé hasta la entrada de la cafetería.

Era ahora o nunca.


¡Boom! Tenemos problemas serios aquí. Nuestra Bella lo ha pasado muy mal y comienza a reflejar sus inseguridades en su relación con nuestro oso. Veremos a ver como acaba todo eso.

Tengan paciencia y no me quemen aún, que debo seguir escribiendo.

¿Qué os ha parecido todo lo demás? ¿Ha estado bien?

Me encantan las charlas tan amenas que tienes nuestros chicos. Hacen muy buena pareja. Espero que todo se solucione.

¿Me cuentan qué les pareció? Estoy que me muero de nervios por saber lo que opinan acerca de la gran discusión de Bells y Em.

Quería dar las gracias a todas las chicas que dieron a seguir y a favoritos a la historia y a mí.

Mil gracias a las chicas que comentaron, eso fue todo un detalle. Me encantó ver la gran cantidad de comentarios. Lo agradezco en el alma, chicas.

De nuevo, pediros disculpas por la tardanza. Ya lo he dicho arriba pero lo vuelvo a repetir. Siendo sincera, me siento mal por dejarlas estas semanas sin la actualización, era horrible saber que llegaba el fin de semana y que apenas tenía listo el capítulo para publicar. El proyecto de final de carrera me tiene totalmente absorbida y espero que a partir de ahora tenga un poco más de tiempo ya que lo tengo casi listo.

No me castiguen sin reviews, porfi.

Gracias por los comentarios a: erizoikki, alejandra1987, Valeria, Coni, Andii, Paopao, PamMalfoyBlack, cavendano13, glow0718 (*),JadeHSos, LicetSalvatore, Nessa, LuAnKa, ely, solecitopucheta, RoxySanchez, helenagonzalez26-athos, LittleCookie25, Yera, shamyx (*).

(*) glow0718 siento mucho lo de tu abuela, nena. Todo mi cariño para ti.

(*) Shamyx: mi apoyo descomunal para ti y tu niña. Este capi te lo dedico.

Nos leemos pronto.