Lo primero que tengo que deciros es que siento muchísimo la tardanza en la actualización. El mes de tiempo de publicación entre el capítulo anterior y este ha sido bastante ocupado. He terminado mi carrera y he estado ajetreada con el papeleo que eso conlleva y también el máster.

No quiero desvelar nada del capítulo pero ya advierto que va a ser… ejem… contundente.

Espero que les guste. Ya me decís. Nos leemos abajo.

La mayoría de los personajes pertenecen a Stephanie Meyer.


CAPÍTULO 12

Bella

Jamás me había costado tanto entrar a la cafetería. La puerta de madera antigua y de cristal parecía la entrada a mi propio infierno personal. ¿Pero estaba dispuesta a entrar y quemarme? Sí, maldita sea. Lo estaba.

Respiré hondo y tomé el pomo para entrar. La cafetería estaba llena de gente y el amargo y atrayente aroma a café me distrajo ligeramente de mi cometido. Sacudí la cabeza y caminé hacia el pasillo del fondo del local.

Solamente la mitad del pasillo estaba iluminado, dejando en la semioscuridad la puerta que daba al despacho de Emmett. Quizás fuera una alegoría de lo que estaba por venir o puede que solo fuera mi nerviosismo el que me estuviera jugando una mala pasada. Sin embargo, esta vez no iba a quedarme sin hacer nada.

Anduve los pocos pasos que me separaban de la gruesa puerta de madera oscura y toqué con los nudillos tres veces. Mi mano temblaba antes de cada golpe y mi corazón palpitaba en mi pecho como el aleteo de un colibrí.

–Adelante. – La atrayente voz ronca de McCarty sonó hosca y enfadada cuando respondió.

Esto iba a ser lo más duro a lo que alguna vez me había enfrentado.

Tragué saliva y abrí la puerta. La luz en el despacho era tenue, ligera, como si estuviera siendo tímida por temor a molestar a la oscuridad. Emmett se encontraba sentado en la silla de cuero que había tras el enorme escritorio de madera oscura. Ni siquiera había levantado la cabeza para ver quién había entrado.

Inspiré hondo y me adentré para poder cerrar la puerta tras de mí. Estaba muerta de nervios y me sudaban las manos como nunca antes, por lo que las restregué contra la tela de los vaqueros en un intento en vano de secarlas.

Los segundos pasaban y McCarty continuaba concentrado escribiendo en sus malditos documentos. Fruncí el ceño ante su pasotismo. Maldito fuera, ¿tan arrogante es que no era capaz de apartar un momento la vista de los estúpidos papeles?

Con mi paciencia llegando al límite, tosí fuerte al tiempo que cuadraba mis hombros. Emmett detuvo el movimiento de su bolígrafo y por fin alzó el rostro hacia mi dirección.

–Isabella. – Su tono contenía un pequeño matiz de sorpresa aunque sus ojos grises eran tan inescrutables como una tormenta de invierno.

Ahora que tenía su atención no era capaz de emitir ningún sonido. Mi garganta se había cerrado y mi boca estaba totalmente seca.

¿Por dónde empezaba? ¿Qué decirle? Quería gritarle tantas cosas y al mismo tiempo susurrarle mis secretos. Este hombre se había convertido en mi tentación más absoluta.

–Todo. – Fue la única palabra que pude decir a través del nerviosismo.

El rostro de McCarty se mantuvo imperturbable salvo por el pálpito que reverberó en su mandíbula. Sin apartar su mirada de mis ojos, tiró el bolígrafo contra el escritorio y empujó la silla hacia atrás.

–Lo quiero todo, Emmett. – Reiteré mientras lo veía ponerse de pie con la fluidez de un felino.

En un abrir y cerrar de ojos, McCarty acortó la distancia que nos separaba y me bloqueó contra la puerta. Apoyó sus manos a ambos lados de mi cabeza y se inclinó hasta que nuestros rostros estuvieron a la misma altura.

–Repítelo. – Me ordenó con férrea determinación. Su tono no dejaba escapatoria alguna.

–Todo, Em. – Le dije contra sus atrayentes labios. – Lo quiero todo contigo.

Sus pupilas se dilataron y un fuego plateado danzó en sus irises ante mis palabras.

–Puta madre.

Ese fue el único aviso que tuve antes de que una de sus grandes manos me agarrara por la nuca y estrellase su boca contra la mía.

Entre una respiración y la siguiente, Emmett pegó su duro cuerpo contra el mío mientras que sus labios abrían mi boca y deslizaba su lengua en una demanda voraz, con una desmedida hambre sexual.

No podía luchar contra él. No tenía fuerzas para hacerlo y, lo que era más importante aún, no quería hacerlo.

Gemí en rendición al tiempo que mis dedos se apoderaban de sus fuertes hombros y mi lengua salía al encuentro de la suya en una caricia ardiente. Quería tentarlo, probarlo, atraerlo hacia a mí para nunca dejarlo ir.

Era exquisito. El sabor y la sensación de tenerlo. Era como ahogarse en el fuego oscuro y prohibido del hambre y quemarse en el más infinito éxtasis.

Ansiando mucho más de todo ello, apreté aún más mi cuerpo contra el suyo; provocando que Emmett me aferrara contra el calor sólido como una roca de su pecho, haciéndome sentir los latidos furiosos de su corazón en mis senos, el duro contorno de su erección bajo sus pantalones negros de vestir presionando en la parte baja de mi abdomen. Dios, lo deseaba con todas mis fuerzas.

Intentando fundir mi cuerpo con el suyo, luché por un beso más profundo, más abismal. Quería sentirlo contra cada centímetro de mi cuerpo. Lo necesitaba en este momento como necesitaba el mismo aire para respirar.

–Tan malditamente tentadora. – Murmuró mientras mis labios bebían de los suyos.

Sus manos se deslizaron por mi cuerpo hasta ahuecar las curvas de mis nalgas justo antes de levantarme y apretarme contra la puerta, colocándose entre mis piernas y sacándome un jadeo cuando empujó su polla contra mi centro.

–Esto es parte de lo que me haces, Fiáin. – El duro eje de su pene se presionaba rítmicamente entre mis muslos. Caliente, grueso, un peso sólido de excitación aprisionada únicamente por la fina tela de su ropa.

–¿Y qué más hago? – Le mordí el labio inferior por no besarme, por atreverse a apartarse de mí.

Con mi mordisco pareció congelarse, aunque eso apenas duró una milésima de segundo. Después de un gruñido áspero de hambre se abalanzó de nuevo contra mi boca y me besó empujando su lengua con exigencia, acariciándome de nuevo, con un desenfreno abrasador.

Su mano se deslizó por mi muslo hasta alcanzar el botón de los vaqueros, desabrochándolo y bajando la cremallera con una fluida experiencia. Esa misma maldita mano se introdujo dentro, la callosa punta de sus dedos tocando la carne desnuda a solo un soplo de la banda elástica de mis bragas. Necesitaba sus dedos allí. Los quería deslizándose por debajo del material para que me tocara y me permitiera sentir el mismo placer extremo que aquella vez en el interior de su coche.

Sin poder contenerme, mecí mis caderas en una clara invitación mientras que mis dedos se apretaban en sus hombros al tiempo que nuestros labios seguían unidos en un beso desgarrador. El hambre cada vez más profunda, la necesidad más dolorosa aun.

–Emmett. – Susurré contra sus labios anhelante.

Nuestras miradas chocaron como si fueran una bola de demolición. Nuestras respiraciones profundas e irregulares. Él estaba igual de afectado que yo. Sus ojos ardían con necesidad. Ningún hombre había ardido por mí así alguna vez. Y que Dios me ayudase, si no tenía más de eso.

–¿Qué quieres, Isabella? – Sus dedos se deslizaron justo debajo del borde de mis bragas, rozando mi carne inflamada y humedecida por la excitación. – ¿Qué, nena? Dímelo otra vez.

–Maldición, Emmett. – Gruñí cuando sus dedos rozaron los cortos rizos con la más ligera de las caricias. – Lo quiero todo. Todo de ti. – Gemí cuando sus dedos se deslizaron entre mis pliegues.

–¿Vas a reclamarme, Fiáin? – Sus audaces dedos acariciaban rítmicamente mi clítoris en un movimiento desquiciante. – ¿Vas a marcarme como tuyo? Porque si lo haces no te dejaré marchar jamás.

Uno de sus dedos se introdujo en una firme estocada provocando que mi espalda se arqueara por la intrusión. Maldita sea, todo en Emmett era grande.

Mis mejillas ardieron al sentir como el calor líquido empapaba las yemas de sus dedos, mojándolos aún más mientras un grito ahogado escapaba de mis labios.

–Joder, Swan. – Emmett gruñó mi apellido mientras su dedo pulgar hacía círculos contra mi clítoris, haciéndolo palpitar y crecer por el deseo. – Tan caliente y estrecha, cariño.

Gemí contra la piel de su cuello, jadeando cuando introdujo dos dedos con determinación en mi interior con algo de dificultad. Este hombre iba a terminar conmigo.

–Emmett, por favor. – Le susurré al oído con la voz entrecortada.

–Me encanta sentirte contra mis dedos. – Lamió el lóbulo de mi oreja. – Y contra mi lengua… Será aún mucho mejor, Fiáin. – Añadió con creciente deseo. – Voy a follarte con la lengua, Isabella, a saborearte hasta que te corras y pueda beber cada dulce gota de ti.

Gemí más fuerte ante esa decadente idea. Sus dedos me penetraban sin descanso una y otra vez, cada vez profundo y más fuerte. Era imposible de soportar.

Emm. – Sollocé mientras agitaba las caderas con movimientos bruscos contra sus ambiciosos dedos, sintiendo como me mojaba aún más. – No pares.

–Nena. – Mordisqueó mi cuello al tiempo que aumentaba la penetración con sus dedos. – No voy a parar hasta que no puedas seguir viviendo sin mí en tu interior. Hasta que no esté enterrado profundamente en ti y grites mi nombre.

Deslizó su otra mano por mi costado hasta alcanzar el dobladillo de mi blusa y mover a un lado la copa del sujetador. Agarró mi pecho y apretó la palma contra el hinchado montículo con voraz desesperación. El pezón se endureció con el suave roce de su pulgar y mi seno se amoldó a la presión a la que era sometido con intensidad.

–¡Joder! – Grité cuando McCarty encontró ese punto exacto en mi sexo provocando que todo mi cuerpo vibrara de placer.

Mis músculos internos se contraían ante cada envite y era como estar en el cielo y en el infierno al mismo tiempo. Era demasiado.

–Dime, Fiáin. – Exigió Emmett contra mis labios. – ¿Eres lo suficientemente valiente? ¿El deseo es ya lo suficientemente intenso como para rendirte ante mí?

Gimoteé en su boca ante los primeros espasmos de mi liberación, trepidando en sus manos cuando sus caricias se volvieron más bruscas.

–Dímelo o me detendré, Isabella. – Gruñó antes de morderme el labio inferior.

Este hombre iba a ser mi perdición. Iba a ser mi talón de Aquiles.

Siguió penetrando mi carne con rápidos e implacables movimientos, acariciando con la punta de los dedos las tensas paredes vaginales, estimulando con cada roce las sensibles terminaciones nerviosas; haciendo que por primera vez en mi vida me rindiera completamente.

–Me rindo, Emmett. – Le respondí entre jadeos. – Me rindo contigo.

Sus ojos grises ardieron como llamas plateadas ante mis palabras. Su única respuesta fue incrementar el ritmo de los movimientos, penetrándome con más fuerza, con más velocidad, hasta que los espasmos de placer comenzaron a oprimir sus dedos.

–Córrete, Fiáin. – Me ordenó. – Déjame sentir de nuevo cómo te corres con mis dedos enterrados en tu coño.

Un largo y jadeante gemido emergió desde lo más profundo de mí, resultando apenas audibles; como si las salvajes sensaciones que crecían en mi interior hubieran escapado en el último aliento que poseía y de repente el placer fue demasiado.

Todo mi cuerpo se tensó y comencé a estremecerme con violencia entre sus brazos. Los músculos internos se contraían una y otra vez, haciendo que Emmett se viera forzado a enterrar los dedos en mí para friccionar con la yema la carne más sensible. El orgasmo me atravesó de la cabeza a los pies, avivando todas mis terminaciones nerviosas, haciéndome despertar del profundo letargo de la soledad.

Cuando la última oleada terminó me derrumbé contra el cuerpo de Emmett con la respiración jadeante y entrecortada.

–Muy bonito, Fiáin. – Liberó mi pecho mientras besaba mandíbula. – Ahora vamos a ir a por más.

¿Más? Casi muero de éxtasis con las caricias que acababa de prodigarme y ¿él quería más? Lloriqueé consumida cuando su boca se apoderó de la mía mientras nos separaba de la puerta y nos giraba para dirigirse hacia su escritorio.

Cuando llegamos a él, me apoyó sobre la superficie de madera y me arrancó la blusa. Sus ojos ardían decididos y decidí pagarle con la misma moneda. Agarré su camisa y retomé el beso mientras desabrochaba los botones.

Las manos de Emmett no se quedaron quietas y fueron tras mi espalda para desabrochar el sujetador y quitármelo antes de tirarlo a algún lugar del despacho. Cuando conseguí soltar todos los botones, me encargué de quitarle el cinturón de cuero negro y desabotonar sus pantalones.

Emmett siseó cuando mis nudillos rozaron su pene a través de la tela del bóxer lo que causó que sus movimientos se volvieran más bruscos y terminara de desnudarnos en cuestión de segundos.

La gruesa erección de McCarty quedó atrapada entre nosotros, presionando palpitante contra mi sensible clítoris y haciendo que cada una de mis terminaciones nerviosas se erizaran de placer.

La lujuria me desgarraba con un ímpetu demasiado rabioso.

Decidida a hacerlo también caer en las redes del placer hundí mi mano en el espesura de su cabello negro al tiempo que mordía su mandíbula y tomaba su enorme miembro con mi otra mano.

Mi vientre se contrajo y todo mi cuerpo se calentó cuando imaginé cómo sería tener toda esa excitación masculina en mi interior. Demasiado bueno, demasiado arrollador y asombroso. Comencé a acariciarlo con movimientos rítmicos, observando extasiada con el líquido pre-seminal mojaba el glande enrojecido.

–Jodida mierda. – Emmett refunfuñó al tiempo que agarraba mi nuca y rozaba la barba incipiente de su barbilla contra mi mejilla. – Vas a ser mi muerte, Isabella.

Con su mano comenzó a masajear de nuevo mi pecho, dando pequeños tirones a mis pezones y acariciándolos con deleite. Gemí contra el calor de su piel cuando pellizcó con fuerza mi pezón izquierdo, lo que ocasionó que mi mano se moviera más rápido y con más brío sobre su polla.

Emm. – Le susurré contra su mejilla rasposa. – Te quiero dentro de mí.

Suspiré extasiada cuando observé como el poco autocontrol que lo gobernaba se terminaba de romper. Quitó mi mano de su pesado miembro y la colocó sobre mi monte de venus.

–Tócate para mí, Fiáin. – Su voz era ronca y bastante más grave de lo normal a causa de la excitación.

Emmett se alzó en toda su altura y agarró su erección mientras observaba cómo mi mano se hundía entre mis pliegues. Siseé cuando las yemas de mis dedos rozaron mi clítoris, aún demasiado sensible a causa del orgasmo anterior.

La mano de McCarty comenzó a subir y a bajar alrededor de su polla, con movimientos firmes y duros al tiempo que su otra mano abría un cajón del escritorio y sacaba el característico envoltorio plateado de un preservativo.

Fascinada y excitada de ver cómo se tocaba a él mismo, aceleré los movimientos de mi propia mano y gemí cuando lo vi romper el paquete con los dientes justo antes de sacar el condón y colocárselo en su duro miembro.

Tras colocárselo se ubicó de nuevo entre mis piernas y presionó la punta contra mis hinchados y enrojecidos pliegues.

–Sí. – Suspiré mientras pasaba mis manos por los duros músculos de su torso el cual estaba recubierto con una fina capa de vello oscuro. – Sí, Emmett. – Dije casi sollozante cuando arqueé mis caderas al sentir cómo se introducía en mí.

–Eso es, Fiáin. – Gruñó al tiempo que metía una de sus manos en mi pelo y la otra me agarraba un pecho con anhelo. – Siente como te entregas a mí.

Sus palabras duplicaron las llamaradas que me hacían arder. Como acto reflejo, contraje mi sexo con tanta fuerza alrededor de su polla que Emmett bramó como un animal salvaje.

El placer era inconmensurable. Las afiladas sensaciones me desgarraban. Cada palpitante oleada de lujuria impactaba en mis sentidos y atravesaba cada nervio, obligándome a sacudir las caderas con movimientos definidos y apremiantes.

No podía detenerme.

Sólo podía abrirme a Emmett y aceptar todo el placer que él me diera.

Alcé las caderas y me ofrecía a cada uno de los movimientos de McCarty mientras jadeaba entrecortadamente en busca de aire, gritando a causa del furioso placer que rasgaba todas las células de mi cuerpo.

Estaba a punto de correrme de nuevo. Sin pausa. Las sensaciones se sobreponían con rapidez conduciéndome a una liberación que crecía imparable en mi interior.

Emmett me penetraba con apremio mientras sus ojos me miraban enfebrecidos. Sentía mis mejillas arder y no podía evitar morderme los labios para no chillar y que nos oyeran.

Con cada embestida, la pelvis de Emmett provocaba que las oleadas de éxtasis golpearan mi vientre y que mi dolorido nudo de nervios palpitara con creciente intensidad. Como acto reflejo, clavé mis uñas en sus bíceps y le rodeé las caderas con las piernas, apresándolo entre mis muslos para acompañar cada rudo envite y no dejarlo marchar jamás.

Su hinchado glande estiraba al máximo los tejidos internos de mi cuerpo, excitando brutalmente cada una de mis células. El placer era casi insoportable.

Reclamaba toda mi alma.

Era mucho más ardiente, mucho más poderoso que lo nunca había experimentado en el sexo. La llama que surgía en el centro de mi ser se extendía por todas partes, abarcando mi clítoris, mis senos, inundando mi vientre hasta que una atronadora explosión me desgarró con tal violencia que sentí consumirme totalmente por ella.

La habitación ardía. Emmett ardía. Y yo me quemaba con él.

Todo mi cuerpo se sacudió con fuerza y abrí los ojos de par en par, deslumbrada por sentir esa enorme explosión de sensaciones que me despedazaban de arriba a abajo. Mi centró vibró en torno al grueso miembro de Emmett, oprimiéndolo con feroces latidos, mientras jadeaba su nombre desgarrándome la garganta por la inundación de esa cálida liberación.

–¡Emm! – Gemí contra su boca.

Todo el cuerpo de McCarty vibró cuando refunfuñó mi nombre mientras se corría. Los retazos de éxtasis eran abismales y nuestras respiraciones corrían salvajes a la par. Todo el cuerpo de Emmett brillaba bajo la tenue luz del despacho debido al sudor, al igual que ocurría conmigo.

Cerré los ojos fascinada por todas las sensaciones que este hombre creaba en mí. Las emociones me embargaban de forma caótica y solo él actuaba como el puerto seguro al que resguardarse.

–Joder, Isabella. – Gruñó con voz ronca mi nombre mientras hundía su rostro en la curva entre el cuello y la clavícula. – Serás mi adicción absoluta.

Abrí los ojos lentamente ante sus palabras, acariciando con mis dedos la suavidad de su pelo negro y deleitándome con el aroma de su piel.

Sonreí satisfecha. Esto no era ningún error. Emmett no era ningún posible dolor. Y saber que podría llegar a ser su más extrema adicción hacía aplacar las ansias famélicas que mi corazón albergaba.

Sí. Mi placer tenía el nombre de Emmett.

.

.

.

Después de que McCarty se deshiciera del preservativo y me pasara un par de pañuelos para limpiarme a la vez que él, me había tomado en brazos y nos había sentado en su cómoda silla de cuero negro.

Tenía el cuerpo tan sensibilizado que la ligera corriente de aire que danzaba por la habitación erizó mi piel, lo que provocó que buscase más calor en el cuerpo de Emmett. Él se percató de mi escalofrío y me pasó su callosa mano por la espalda mientras alargaba el brazo para coger su camisa blanca.

La echó por encima de mi cuerpo y me apretó entre sus brazos haciéndome sentir reconfortada y querida. Apenas habíamos dicho nada desde que todo el placer nos había sacudido de esa forma tan decadente. Aunque no parecía ser necesarias las palabras. Era perfecto. Este pequeño momento de paz robado del ajetreo de lo cotidiano.

Sentí los labios de Emmett en mi sien, dejando un cálido beso justo antes de suspirar satisfecho. Su cuerpo se encontraba bajo el mío completamente relajado y sin ninguna tensión abordándolo con molestia. Sus grandes manos se paseaban por la zona baja de mi espalda y mi muslo, en un sinuoso movimiento tranquilo y perezoso.

–Me has dejado sin energías, Fiáin. – Me dijo en voz baja.

No pude evitar reírme de su broma. Sabía que era una burda mentira. Este maldito hombre tenía energía para esto y mil cosas más.

–Mentiroso. – Levanté la cabeza de su hombro. – Un hombre como tú no se queda sin fuerzas con una sola vez.

McCarty alzó una ceja de manera arrogante y sonrió mientras meneaba la cabeza.

–Solo estoy haciendo tiempo para una segunda ronda. – Su mano acunando mi trasero desnudo con avidez.

–¿Segunda ronda? – Le pregunté con voz ronca. El deseo volviendo a inundar mi sangre.

–Por supuesto. – Sus ojos de plata brillaron con travesura. – Recuerda que prometí follarte con mi lengua aquí.

Su mano se colocó contra mi sexo y lo mimó con la más etérea de las caricias. Cuando lo miré, sus labios estaban besándome; su lengua jugando con la mía y el hambre volviendo a emerger entre las cenizas.

Tal y como empezó el beso él lo terminó. Emmett apoyó su frente contra la mía y acarició mi mejilla con su pulgar suavemente.

–¿No más miedos, nena? – En sus ojos había un pequeño destello de incertidumbre. – ¿Estás segura?

Negué con la cabeza en respuesta su pregunta, mis dedos haciendo pequeños círculos alrededor de un pezón masculino.

–Sé que los habrá. – Le dije con franqueza. No quería engañarle y decirle que todo sería color de rosas a partir de ahora. – Pero te prometo que trataré de no cerrarme y dejarte fuera.

–Bien. – Me dijo conforme. Su voz seca pero con un claro matiz de determinación.

–Quiero que seamos sinceros entre los dos. Y si espero franqueza por tu parte yo también debo ofrecértela a ti.

–Todos tenemos esqueletos en el armario, Bella. – Su mirada se volvió lúgubre ante eso. – Y sé que tarde o temprano los míos saldrán. Pero no voy a dejar que nos afecten. No te dejaré ir.

–No me iré, Emmett. – Besé su mandíbula. – Ya es tarde para eso.

La lógica pareció abandonar a McCarty cuando dijo aquello. Un gruñido profundo resonó en su pecho antes de que se adueñara de nuevo de mis labios. Metió su brazo por detrás de mis rodillas y rodeó mi cuerpo con el otro justo antes de levantarse de la silla y desplazarse hasta el escritorio de nuevo. Como acto reflejo, hundí mis manos en su pelo oscuro, disfrutando de su tacto indomable.

Mientras Emmett profundizaba nuestro beso, sentí la fría superficie de la mesa contra mis nalgas desnudas. En medio de la pasión, mordisqueé su labio y fascinada observé esos ojos grises brillantes por la salvaje e innegable lujuria.

–Te voy a comer, Fiáin. – Murmuró. – Voy a saborearte hasta que grites.

Conmocionada por su sucia declaración abrí los ojos sorprendida al tiempo que volvía a enredar mis manos en su pelo y arqueaba el cuello dejando caer la cabeza hacia atrás para deleitarme con la sensación de sus labios sobre mi barbilla, sobre mi garganta.

Emmett apoyó la palma de las manos en el escritorio, a mi espalda. Y se acercó más a mí, separando mis rodillas y situándose entre mis piernas mientras seguía lamiendo la piel de mi cuello.

Buscó mis pezones con los pulgares y la áspera abrasión de los callosos dedos en las sensibles puntas hizo que me retorciera e intentara acercarme más a él.

–Quiero más de tu boca, Emm. – Gemí, retorciéndole el pelo con fuerza entre los dedos.

Sorprendida por decir aquellas palabras traté de tomar aire. Apenas podía respirar; no quería que ninguna otra necesidad, ningún otro impulso, nada, me distrajera del vibrante placer que suponía sentir sus labios sobre mi piel.

Sin darme tregua, Emmett presionaba su creciente erección contra mis pliegues mojados y movía sus caderas para friccionarla sobre mi clítoris.

Era demasiado.

Emmett descendió por mi cuerpo y parpadeé absorta en el sinuoso trazado que dibujaba su boca sobre mi piel. Llegó a mis pechos y comenzó a lamerlos y besarlos como si su vida dependiera de ello. Sus ojos brillaban llenos de promesas, abarrotados de hambrienta sensualidad.

Mis pezones comenzaron a palpitar sensibles a causa de sus atenciones. Mis labios estaban resecos y los humedecí para aliviarlos mientras seguía mirando a McCarty. Cada vez más anhelante, más ansiosa.

Sin poder evitarlo, dejé escapar un ahogado gemido cuando su boca apresó, por fin, la dura punta de uno de mis doloridos senos. Parecía que el sensible pico era sumergido en líquido ardiente. Emmett lo hostigó con suaves toquecitos antes de empezar a succionarlo con fuerza, envolviéndome a una telaraña de erótica lujuria y enviando intensas corrientes de placer a mi vientre, a mi clítoris.

–¡Emmett! – Jadeé. – ¡Sí!

Quería mucho más, necesitaba más. Siempre más.

McCarty pareció escuchar en mi voz la apremiante necesidad, por lo que acunó mi dolorido pecho con la mano al tiempo que frotaba el pezón con la lengua, estimulando todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo.

Y todo ello sin apartar su mirada de mí.

Emm. – Musité. Apreté los mechones de su pelo en un puño y tiré de él antes de aferrarme a sus amplios hombros. Sentía un cálido hormigueo en los dedos por el anhelo de tocar a este hermoso espécimen masculino.

Emmett desplazó la boca de un pecho a otro, obligándome a arquearme contra él. Succionó los pezones con voracidad una y otra vez hasta conseguir que el deseo se incrementara todavía más.

–Maldición, Emmett. – Mi voz temblaba al decir su nombre.

Desesperada, alcé las caderas contra su gruesa erección hasta acomodarla y poder presionar más fuerte el clítoris contra él. Aquellas nuevas sensaciones se aunaron con las que provocaban los labios de McCarty, sus dientes y su lengua.

Intensas llamaradas de placer me atravesaron, aumentando la desesperación y el abrasador anhelo de mi centro. La lujuria inundaba mis venas y se extendía por ellas hasta conquistar todo mi cuerpo.

La excitación de ambos se vio aumentada por la descarga de adrenalina, que nos hacía sentir un hambre tan cegadora que me hacía pensar que jamás seríamos capaces de liberarnos de ella.

Gruñendo toscamente, Emmett comenzó a desplazar sus labios más abajo, liberando mis pechos de su pecaminosa tortura. Agarró mis caderas y me inmovilizó, por lo que apoyé los codos sobre la superficie de madera para no perderme la visión de sus ojos de platas clavados en mí.

Trazó un húmedo y errático camino hacia mi sexo, dejando un ardiente rastro de saliva en mi piel desnuda. Deslizó las manos por la cara interna de mis muslos cuando se sentó en la silla y separó más aún mis piernas al tiempo que inclinaba la cabeza.

Sus dedos viajaron a los largo de mis piernas, creando cálidos escalofríos por mi piel justo antes de cerrar sus dedos en mis tobillos y colocar mis piernas sobre sus hombros. La posición me dejaba totalmente expuesta a su escrutinio y mis mejillas ardieron ante la situación. Estaba completamente accesible a sus ojos, a su boca, a sus dedos…

Mi sexo vibró de anticipación por la necesidad de alcanzar la liberación.

–Tócate los pechos, Isabella. – Refunfuñó él con voz dominante, quemando mi piel con la calidez de su aliento.

Como si mis manos le pertenecieran, las deslicé por mi abdomen hasta alcanzar los montículos llenos mientras observaba como Emmett inclinaba más la cabeza. Volvió a agarrarme de las caderas y no pude evitar jadear cuando mis dedos rozaron las puntas duras de mis senos. Emmett acarició con su nariz la sensible piel de la ingle y se desplazó hasta que su boca quedó justo por encima de mi centro. Sabía lo que él estaría viendo: mi clítoris hinchado y brillante por la humedad, sobresaliendo entre los labios como si suplicara que lo tocase.

Solo podía verlo a él y esperar; muerta de nervios por la angustiosa anticipación.

–No dejes de mirarme, nena. – Su aliento chocaba contra mi carne más sensible. – No apartes esos bonitos ojos de mí.

Justo en ese instante sacó su lengua y lamió mi clítoris. Gemí sin ningún tipo de contención y arqueé las caderas hacia su peligrosa boca en busca de más. De mucho más.

Los ojos de Emmett brillaron satisfechos por mi gesto y sus labios apresaron mi clítoris en un erótico y hambriento gesto que solo había imaginado en mis más oscuras fantasías.

Mientras mantenía el nudo de nervios preso entre sus labios, McCarty lo acarició con la lengua. Las sensaciones se arremolinaron ardientes y no pude evitar separar todavía más los muslos al tiempo que mecía las caderas en su contra.

–Sí, Emm. – Susurré entre jadeos. Ni siquiera era consciente de lo que decía.

Mientras seguía observándolo, él continuó torturando el sensibilizado botón de placer con la lengua, succionándolo entre los labios en un ardiente beso. La sensación que provocó aquella caricia me atravesó como un relámpago, como si una tormenta de invierno me tomara.

Sentí como Emmett mojaba sus dedos en la resbaladiza excitación que brotaba de mi sexo justo antes de introducirlos en mi interior. Los movimientos de su lengua se aceleraron y todo mi cuerpo tembló cuando lamió y acarició el húmedo camino hacía la entrada.

No podía aferrarme a mí misma, ya no. Ya solo me quedaba ofrecerme a este maldito hombre sin barreras ni condiciones al sentir sobrevenir el orgasmo caótico.

¿Siempre iba a ser así de arrollador con él?

El placer con Emmett traspasaba lo efímero, lo superfluo. Estar en sus brazos me convertía en un ser inmortal sediento del éxtasis de sus caricias.

Emmett introdujo la lengua en mi interior en vez de seguir lamiéndome juguetonamente y comenzó a penetrarme con hambrientas embestidas tal y como había prometido al principio. Cada empuje prometía el delirio. Cada zambullida de su lengua provocaba un fuego destellante a través de mi sistema.

–¡Joder! – Grité con voz ronca cuando, de repente, me encontré al filo de una sensación tan increíble, tan intensa, que mucho tiempo después sabría que fue entonces cuando una parte de mi alma fue entregada a Emmett.

Arqueé la espalda y dejé caer la cabeza mientras salvajes estremecimientos se apoderaban de mí. Sin embargo, él continuó acariciando con la lengua los sensibles tejidos. Cada movimiento, cada caricia de su boca prolongaba las explosiones que colisionaban en mi interior. El placer se arremolinó atravesándome de la cabeza a los pies, los estallidos de éxtasis se sucedían a cada vibración de mi cuerpo.

Cuando el placer pareció difuminarse, Emmett deslizó otra vez sus labios hasta mi clítoris y lo succionó con fuerzas mientras presionaba la mano en mi torso para obligarme a recostarme sobre el escritorio.

Nada más sentir contra la piel de mi espalda la textura de la madera antigua, McCarty introdujo dos dedos en las apremiantes profundidades de mi sexo y provocó que una nueva oleada de agonía y éxtasis avasallaran todos mis sentidos.

Y mientras moría en medio de este placer tan agónico, supe que las emociones que embargaban a mi alma solo Emmett sería capaz de provocarlas. Nunca nadie más podría hacerme sentir esta extraña emoción que solo él creaba.

Solo él.


¡Bang! Esto sí que es caliente.

Madre mía con Emmett. ¿Alguna se esperaba que fuera tan apasionado? Mi chico es una caja de sorpresas. Bella va a ser la envidia de muchas. ¿O no?

¿Qué os ha parecido a vosotras? ¿Os esperabais que cuando nuestros protas se dieran rienda suelta fuera así? ¿Y qué pensáis sobre la pequeña charla que tuvieron?

Estoy un poco nerviosa respecto al resultado del capítulo. Espero que les haya gustado y haya estado a la altura de sus expectativas y también que sea lo suficiente bueno para compensaros por la tardanza.

Quería dar las gracias a todas las chicas que dieron a seguir y a favoritos a la historia y a mí.

Gracias por los comentarios a: erizoikki, cavendano13, conitarinconer1, PamMalfoyBlack, glow0718, Yera, Paopao, LicetSalvatore, ely, alejandra1987, solecitopucheta, SilasWhitlock, Coni, JadeHSos, NuriTango.

Nos leemos pronto.