Bien. Aquí estamos de nuevo. Después de tanto tiempo, he conseguido cumplir mi promesa de regresar con mi Oso y mi Fiáin.

Sé que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que actualicé pero no pensaba abandonar esta historia. Solo necesitaba un poco de tiempo para poder organizar mi vida entre el trabajo y los estudios.

Perdonad la tardanza, chicas.

Recomiendo que reviséis los capítulos anteriores para no estar muy desubicadas con éste y con lo que se viene.

La mayoría de los personajes pertenecen a Stephanie Meyer.

¡A leer!


CAPÍTULO 15

Bella

Desde la fatídica noche en la que Emmett se quedó a dormir en mi casa, habían pasado casi cuatro semanas. Tiempo en el cual un peso pesado se agolpaba en mi pecho cada vez que veía sus heridas. No era porque me resultaran desagradables, sino porque mi chico había sufrido y le habían hecho daño. Era frustrante aceptar que no pude hacer nada por él. Y era un maldito recordatorio de que la maldad podía golpear a mis seres queridos en cualquier momento.

Y eso era algo que odiaba.

Hace mucho tiempo me prometí a mí misma que jamás dejaría que nadie hiciera daño a mi gente. Y Emmett era mío, lo cual implicaba que nunca lo abandonaría o permitiría que luchase solo sus batallas.

Sin embargo, hacía varios días que por fin le habían quitado todos los puntos y el médico le dio muy buenas expectativas sobre las cicatrices que le quedarían, comentándole que con el paso del tiempo desaparecerían poco a poco. A mí no podía darme más igual. Emmett estaba bien y eso era todo lo que importaba. Que en su brazo o en su mejilla quedara una marca no era malo. Seguiría siendo el hombre más atractivo con el que alguna vez me topé.

Me encontraba en deuda con Alice. Si no llega a ser por ella, no habría sido capaz de sacar la entereza necesaria para esperarlos y recoger a McCarty cuando llegaron en su coche. Ella se había mostrado bastante serena y risueña mientras estuvimos hablando por teléfono, por lo que eso era un claro indicativo de que su hermano no se encontraba en un estado tan malo como pude imaginarme. No obstante, cuando aparcaron frente a casa y vi el estado en el que se encontraba Emmett el alma bajó a mis pies. Él siempre se había mostrado fuerte y risueño, y contemplarlo herido y agotado fue un duro golpe de realidad. Debo reconocer que me asusté bastante y casi dejo salir toda la agonía que tenía contenida frente a él y su hermana. A duras penas me contuve delante de ellos y logré dominarla hasta que acosté a Emmett en mi cama.

Ahí fue cuando las lágrimas se agolparon mientras salía aprisa de la habitación. McCarty se había mostrado tan indefenso cuando me preguntó si me quedaría que casi me derrumbo ante él. Ya tenía suficiente con todo lo que había pasado esa noche y no tenía porqué lidiar con mis emociones también.

Afuera en el pasillo lloré como una niña pequeña, ahogando mis sofocos y luchando por recuperar la calma. Traté de centrarme en lo positivo de esa noche e intentar enterrar el miedo por la persona que estaba ganando la mitad de mi corazón. Recuerdo que respiré hondo y enjuagué mis lágrimas antes de acercarme a la habitación de Zoe a echarle un vistazo. Mi pequeña había seguido durmiendo profundamente, ajena a todo el bullicio que se había producido instantes previos. Verla de este modo siempre me había infundado paz. Y eso era lo que necesitaba en ese momento.

Zoe descansaba con su pelo rizado esparcido por toda la almohada, con su boca ligeramente abierta y sus largas pestañas proyectando suaves sombras sobre sus mejillas regordetas. Se veía tan cálida y tranquila que el palpitar irregular de mi corazón se relajó en ese instante.

Emmett estaba bien, no tenía ninguna herida grave y el causante del daño estaba arrestado. Él estaba fuera de peligro y eso era lo verdaderamente importante. Nada más. Rememoré cómo suspiré pesado y acaricié la mejilla de mi Zoe antes de regresar con McCarty.

Con el recuerdo del tacto de la mejilla de mi hija, abrí los ojos y presencié de nuevo la sala de espera del veterinario. Recordar esa noche todavía me hacía tener que luchar contra la impotencia y las lágrimas, daba igual en el lugar en el que me encontrara, siempre sentía mi corazón encogerse por el miedo. No obstante, no pensaba dejar que el miedo ganara la batalla. Debía ser fuerte, tanto por Zoe y Emmett como por mí.

–Dime, Bella. – La dulce voz de Angela me sacó de mis pensamientos. – ¿Dónde tenéis pensado ir McCarty y tú para almorzar?

Mi amiga me observaba con ojos pícaros desde detrás del mostrador de la recepción de la clínica. Desde que mi chico y yo comenzamos a quedar para comer todos días, Angela daba saltos de alegría y suspiraba cada vez que veía como McCarty me besaba. Siempre que regresaba tras mi hora libre aprovechaba para sonsacarme todo tipo de detalles y chincharme acerca de cómo iba cayendo poco a poco en las redes del amor. Yo la miraba como si fuera un extraterrestre y refunfuñaba que no era ningún pez como para terminar atrapada en ninguna red. Mi amiga se reía y me dejaba tranquila, ya que sabía que no iba a reconocer nada de nada.

–Querida Angy, eres una cotilla de cuidado. – Le dije mientras la miraba amenazadoramente. Aunque sabía que era algo en vano, puesto que su única respuesta fue reírse y volver a fijar su atención a los documentos que tenía sobre su mesa.

Las cosas entre Emmett y yo estaban yendo bastante bien, con calma. Aunque podrían considerarse que lo estaban haciendo a un ritmo demasiado lento. Hice un mohín de desagrado ante esa dichosa lentitud. Sabía que era algo que ambos necesitábamos para poder crear algo sólido y con una confianza verdadera, pero no había duda alguna que este vaivén sosegado era mayormente por mí. Emmett estaba aceptando todo lo que quisiera darle sin exigirme nada y eso, en un principio, me hizo bastante feliz. Pero con el paso de los días me di cuenta que Emmett no se lanzaría a ofrecerme un plan con su familia o la mía si yo no daba el primer paso. Estaba más que claro que él no quería volver a la casilla de salida en lo referente a nuestras relaciones familiares, por lo que me iba a tocar lanzarme a la piscina la primera.

¡Maldito hombre arrogante!

El rostro ilusionado de Alice danzó por mi mente mientras observaba a través de la cristalera por si Emmett aparecía. El día que fue a recoger a su hermano a mi casa mantuvo las distancias de manera descarada, a pesar que la noche de antes habíamos estado hablando. Además, según McCarty, su hermana no era para nada de las que se contenían cuando luchaba por algo que deseaba. Así que eso solo dejaba únicamente dos opciones viables: que Emmett hubiera intercedido y no dejaba que su hermana pequeña hiciera acto de presencia o que algo andaban tramando esos dos McCarty.

Un ligero escalofrío de anticipación recorrió mi columna ante esa idea loca. Enfrentar a un McCarty era una cosa, pero a dos… Eso iba ser mi boleto directo a la locura.

Suspirando mientras debatía cuál de las dos opciones estaba siendo la que tenía lugar, vi llegar el coche de Emmett. Tomé mi bolso y me despedí de una Angy bastante atareada, aunque divertida al verme salir disparada por la puerta.

–¡Cómo caen los poderosos! – Gritó a mis espaldas.

Mi única respuesta fue sacarle la lengua mientras la miraba por encima del hombro. Ella simplemente sonrió y se despidió con un movimiento de mano, sabiendo que a mi regreso ella conseguiría sonsacarme cómo había ido el almuerzo.

Caminé por la acera hasta la altura en la que Emmett había aparcado y, entretanto, lo observaba bajarse del vehículo y cerrar la puerta del mismo.

El perverso hombre hoy estaba vestido para matar a cualquiera que fijara su vista en él: pantalones oscuros, zapatos marrones a juego con el cinturón y una camisa verde oscuro encima de una camiseta blanca, las cuales hacían resaltar el moreno de su piel. La tela de esta última prenda te invitaba a pecar de lo suave que se apreciaba y provocaba que quisiera restregarme contra él como una maldita gata mimosa.

Ahogué un gemido cuando se terminó de girar por completo. Este hombre iba a matarme de combustión espontánea un día de estos. ¿Por qué tenía que llevar puestas unas gafas de sol que lo hacían verse como un chico malo y terriblemente delicioso?

Mordiendo mi labio inferior mientras devoraba con la mirada a mi chico, lo observé caminar en mi dirección. A pesar del cristal oscuro de sus gafas, sabía que me estaba mirando y su sonrisa daleada dejaba en claro que discernía lo que mi mente andaba maquinando acerca de él. Dios… Iba a ser mi perdición.

–Hola, mi Fiáin.

Ni siquiera tuve tiempo de reaccionar antes de que envolviera mi cintura con su brazo musculoso y se adueñara de mi boca como si no estuviéramos en mitad de la calle. El beso fue húmedo, cálido y lleno de promesas sucias y muy placenteras al mismo tiempo.

Cuando nos separamos, Emmett lamió perezosamente mi labio inferior justo antes de acariciar mi nariz con la suya en un tierno gesto.

Este hombre… Sí que sabía cómo besar.

–¿Pensando cosas indecentes sobre mí, Isabella? – Preguntó al tiempo que su mano se agarraba mi coleta de manera posesiva.

–Demasiado ego veo por aquí hoy. – Mordí su labio en represalia ante su arrogancia mientras le subía las gafas de sol hacia arriba. Quería ver sus ojos de tormenta mientras hablábamos. Siempre me dejaba fascinada la gran variedad de tonos grises que resaltaban en ellos.

–¿Por qué no lo reconoces? – McCarty sonrió y besó la comisura de mis labios. – Continuamente te imagino hermosa, desnuda y… – Su aliento baño mi boca cuando suspiró. – Mojada por mí.

Todo mi cuerpo tembló ante sus palabras y la voz ronca con que las dijo. Sus ojos grises brillaron traviesos y con ganas de seguir tomándome el pelo sin parar.

–¡McCarty! – Le susurré indignada. Sentía mis mejillas arder ante la osadía de sus palabras. – Eres un descarado. Estamos en plena calle, por Dios.

–¿Entonces? – Su mirada expectante y su sonrisa escondida dejaban en claro que no pararía hasta sonsacarme la información.

Suspirando a modo de fastidio mientras acariciaba su pecho, mordí mi labio y lo miré de la forma en que lo hice cuando estuvimos juntos por primera vez. Todo rastro de diversión se borró del rostro de mi chico y el fuego ardiente que nos consumía a ambos emergió en cada una de sus duras facciones.

–¿De verdad quieres saber lo que estaba pensando cuando te he visto bajarte del coche?

Si él jugaba, yo también lo haría. No por algo Rosalie me había apodado HellBell cuando éramos pequeñas.

Su única respuesta fue mirarme intensamente, como si nada más en el mundo tuviera importancia.

–Imaginé que acariciaba tu torso desnudo con… – Tragué saliva y carraspeé un poco. De repente tenía mi boca totalmente seca y sentía como ardían mis mejillas por la vergüenza. – Mis manos, mi boca y …

Dejé si terminar mi frase a propósito. Quería dar el golpe mortal a Emmett y eso requería paciencia y hacerse de rogar.

–¿Y? – Demandó expectante, pegando su cuerpo todo lo posible.

Ahogué un gemido cuando noté su erección. Sabía que lo estaba haciendo a propósito para desestabilizarme, lo que no sabía él era que ya lo estaba desde el condenado momento en que lo vi salir del vehículo. Maldito fuera. Tenía que concentrarme en el juego o si no perdería la oportunidad de quedarme con Emmett.

Agarré en un puño el filo de su camiseta, tirando de él para lograr que descendiera un poco su rostro y lograr que mi boca alcanzase su oreja. Complaciéndome, McCarty bajó su cabeza obediente y apretó mi pelo en su mano más fuerte. Cedía ante mí, pero seguía manteniendo su esencia dominante y protectora.

–Y mis pechos desnudos. – Mi voz sonó totalmente seca y anhelante mientras hacia un ligero movimiento ascendente y descendente contra el duro cuerpo de Emmett y mordía su lóbulo, tirando ligeramente de él.

Ambos gemimos por el roce de nuestros cuerpos y el fornido brazo de él se estrechó más férreamente en mi cintura. McCarty tiró de mi coleta, provocando que mi cabeza cayera hacia atrás hasta donde él deseaba y me besó como si fuera lo último que le permitían hacer antes de morir.

Le devolví el beso con la misma fuerza y ansia, enredando mis manos en su pelo negro y apretándolo contra mí. Nada más importaba. ¿Qué más daba si estábamos justo al lado de mi trabajo? ¿Qué importancia tenía que cualquiera pudiera vernos? ¿Y qué si luego sería el foco de las bromas de Angy? Me traía completamente sin cuidado.

Solo importaba Emmett. Solo él.

–Vas a ser mi maldita muerte, Swan. – Me gruñó cuando nos separamos en busca de aire. Nuestras respiraciones eran entrecortadas y nuestros pechos ascendían y bajaban rápidamente.

Le sonreí traviesa y contenta por haber logrado desestabilizarlo de esta forma. No voy a engañarme. Yo estaba tanto o más que él pero, ¿cómo rechazar estar completamente pegada a un hombre tan sexy y bueno que me miraba como si fuera la mujer más hermosa del mundo? Ni por todo el oro de mundo me negaría.

–¿Y eso es malo? – Le pregunté aun con la voz un poco ronca.

Soltando mi pelo, su mano acunó mi mejilla y su pulgar acarició mi labio inferior, diseminando el leve resto su saliva que había quedado en él. Un destello triunfal y creído danzó en sus ojos mientras lo hacía. Parecía muy satisfecho consigo mismo por marcarme así.

Hombre territorial.

–Demonios, no. – Sonrió. El calor que su cuerpo emanaba traspasaba nuestras ropas como si fueran una fina capa etérea. – Solo hará que mi vida sea muy entretenida.

Ambos riendo por su comentario, nos separamos a regañadientes y tomamos el camino hacia un nuevo restaurante que habían abierto a tres manzanas de mi trabajo. Angy me había comentado que la comida era deliciosa y que podías pedir platos caseros que no solían verse normalmente en los restaurantes de comida coreana comunes. Emmett se mostraba ilusionado de probarla, aunque parecía que era por algún secretillo que ocultaba y no me había dicho.

Nada más llegar al lugar, una agradable mujer nos recibió y nos condujo a una mesa para dos en una zona con suficiente intimidad. El local estaba bastante concurrido pero, a pesar de ello, el ambiente era tranquilo y relajante. Los camareros llevaban una chaquetilla blanca cerrada con sus nombres grabados en negro y se paseaban sin descanso de una mesa a otra repartiendo los deliciosos platos que salían de la cocina del lugar.

El restaurante estaba decorado de una forma sencilla y acogedora, con una luz tenue que transmitía una sensación de calma y hogar bastante encantadora. La pared principal del local, junto a la que nos habían sentado, era de madera negra, mientras que las demás se encontraban pintadas de blanco y tenían colgados numerosos paisajes de Corea así como algunas fotos de los propios camareros y de los dueños. Me pareció un detalle que tuvieran imágenes de sus trabajadores haciendo actividades tan cotidianas como ir montando en bici o en un partido de fútbol. Era el contraste perfecto con aquellas en las que se mostraba la profesionalidad de todos ellos mientras ejecutaban su trabajo: en el fuego de la cocina, cortando verduras, limpiando las mesas de madera oscura con un cuidado destacable… Además, en la pared de madera oscura había dibujado con color al agua un hermoso mural de una típica pintura coreana, en donde las zonas en las que había esbozadas flores se encontraban colocadas flores naturales de un rosa tan claro que parecían blancas. Creaban un efecto deslumbrante y hermoso que me dejó totalmente embelesada.

Tan absorta estaba disfrutándolo que apenas fui consciente de cuando una joven camarera con el pelo negro recogido en una complicada trenza se había acercado a nuestra mesa para preguntar por nuestras bebidas.

El nombre de Mi-Suk aparecía grabado en su chaqueta y me sonreía como si comprendiera mi estado de ensoñación. Emmett me observaba desde el lado contrario de la mesa y sonreía divertido por mi cara de sorpresa. Le fruncí el ceño y le pedí a la camarera un vaso de té helado.

–Es de mala educación reírse de los demás, McCarty. – Le dije enfurruñada entretanto evaluaba cuál de todos los platos iba a pedirme. Todos sonaban demasiado bien y estaba a punto de pedir uno de cada solo para probar un poco de todos.

–Oh vamos, Fiáin. – Me miró sobre el borde de la carta con esos ojos hipnóticos. – Nunca me reiría de ti. Pero debes reconocer que estás adorable cuando de quedas ensimismada observando algo.

–¿Así me quedo alguna vez contigo? – Hice la pregunta como si estuviera preguntándole acerca del tiempo, aunque la verdad era que me moría de ganas por saber cómo era mi expresión cuando lo miraba.

Emmett apoyó la carta contra la mesa y se quedó en silencio observándome hasta que hice lo mismo que él. La diversión había abandonado sus rasgos y una expresión seria y solemne se apoderó de él.

–No puedo decirte eso, Isabella. – Su ceño se encontraba fruncido y su mirada me tenía clavada a la silla sin ser capaz de mover ningún músculo.

–¿Por qué no puedes?

–Porque entonces estaría revelando una parte de ti que solamente quiero poseer yo.

–¡Pero si es mi mirada! – Le dije indignada.

¿Cómo podía llegar a ser tan arrogante?

–No. – Su respuesta contundente me hizo abrir los ojos como platos. McCarty se puso más recto en su silla y comenzó a jugar con el filo de su cuchillo. – Deja de serlo en cuanto clavas tus ojos en mí.

–Estás diciendo un sinsentido, Emmett. – Gruñí, volviendo a mirar la carta del menú. No quería decirme esta tontería, pues bien. Yo no lo miraría. Si él actuaba como un niño mimado yo también.

– Pero lo que sí puedo decirte es cómo me haces sentir cuando lo haces.

Alcé la cabeza sorprendida ante la magnitud de sus palabras. Eso era mucho más profundo e íntimo que lo que yo quería saber. ¿Qué se traía entre manos este hombre?

–¿Quieres saber eso, Isabella? ¿Quieres que te confiese lo que tus ojos marrones provocan cuando me miras como lo haces cada día?

Emmett no dijo absolutamente nada hasta que asentí mientras lo observaba expectante. Era lo único que era capaz de hacer ante el torbellino de nervios que se había disparado en mi interior.

–Me incitas a la rebelión. – Su voz se tornó más grave de la cuenta. – Me haces pelear con todas mis fuerzas conmigo mismo para no dejarme llevar por mis anhelos y egoísmo. Cada vez que me miras tengo que apretar más fuertes las cadenas que me obligan a no devorarte y consumirte como me muero por hacer.

McCarty tenía la mirada de un depredador, con el brillo peligroso de un animal salvaje que tiene delante a su presa más inalcanzable y afanosa de toda su existencia.

Y eso me hacía querer huir y entregarme a él al mismo tiempo.

–Pero también me haces anhelar la ternura y el hogar. Una familia mía. – Su ceño se alisó levemente. – Me haces ver que dormir en una cama fría es una mierda. Y que me muero por despertar junto a ti cada día y desayunar tortitas los domingos contigo y Zoe siempre que ella quiera.

Su sonrisa tímida fue el culmen de su declaración. Emmett había hecho una confesión de sus más oscuros deseos y ni siquiera había tenido que sonsacárselo. La pelota estaba en mi tejado.

¿Qué iba a hacer yo ahora?

Estaba total e irrevocablemente acabada. McCarty había apuntado y dado en el centro de la diana con una precisión contundente.

Conteniendo un escalofrío a duras penas, tragué saliva para intentar deshacerme del nudo que se había formado en mi garganta.

–¿Satisfecha tu curiosidad, Isabella, o aun quieres saber cómo me miras?

Antes de que pudiera responder a nada, la camarera nos trajo las bebidas y nos preguntó lo que íbamos a comer. Yo miré la carta sin llegar a poder leer ni una sola línea del menú. Seguía tan impactada por lo que Emmett había dicho que no sabía ni qué tenía delante.

Volví a mirar a Mi-Suk, arrebolada por no ser capaz de decirle nada. Giré mi rostro hacia McCarty y sonrió al ver mi súplica silenciosa. Él sabía que todo era culpa suya y nada más que suya.

Me descolocaba. Me mareaba.

Finalmente, Emmett pidió por los dos y la camarera recogió las cartas de menú y nos volvió a dejar solos.

–¿Te ha comido la lengua el gato, Fiáin?

Emmett se rio cuando lo miré molesta. Por lo visto hoy andaba más graciosillo de la cuenta.

–Ya quisieras.

–La verdad es que no. – Respondió antes de darle un sorbo a su bebida. – Sinceramente, prefiero ser yo el que te la coma o, ya puestos, cualquier parte de tu apetitoso cuerpo.

Sentí mis mejillas arder ante su descaro. – Maldita sea, Emmett. Estamos en un restaurante. Compórtate.

–Sabes que no puedo hacer eso. – Su sonrisa impregnaba cada palabra. – No está en mi naturaleza.

–Lo has dicho tú, no yo. – Me reí ante su expresión indignada. – Después no te quejes cuando tu hermana lo diga.

–Alice es una duende sin nada de juicio objetivo. – Puse los ojos en blanco ante su jocoso comentario. – Soy su hermano mayor. Obviamente, su misión es llevarme la contraria en todo. Al igual que tú, Fiáin.

–¿Yo? ¿Cuándo he hecho eso?

Me reí ante el tono inocente con el que conseguí hacer la pregunta. Ambos sabíamos que cada vez que tenía la oportunidad trataba de rebelarme y hacer o decir lo opuesto que él para sacarlo de sus casillas. Era divertido ese toma y daca en el que solíamos caer. Era un juego nuestro. Solo nuestro.

–Justo ahora. – Sus cejas se alzaron mientras se mordía el labio inferior, creando una expresión desafiante a la vez que interrogativa. – ¿Vas a decir algo al respecto de lo que he dicho antes o vas a seguir tratando de distraerme para no responder?

Sabía que su confesión había sido algo que ninguno de los dos esperábamos. Pero aun así, Emmett lo había aprovechado y sacado partido para retarme. Ahora me daba cuenta que McCarty llevaba semanas esperando algo por mi parte, algún gesto que le diera luz verde para el siguiente gran paso.

Y maldita sea si no sabía lo que era.

Lo miré fijamente en silencio. Mi pensamientos eran un completo caos y necesitaba ordenarlos; primero para aclararme yo y, segundo, para que McCarty también lo estuviera.

–Representas todo aquello que llevo años evitando. – Suspiré mientras cerraba mis ojos para volverlos a fijar en él. – Se supone que yo sería una solterona para el resto de mi vida, viendo crecer a mi hija y ofreciéndole todo el amor que se merece. Pero tú… – Negué con la cabeza. – Has cambiado todo.

Emmett aspiró fuerte al oír mi confesión. Sabía que no había desvelado tanto como él había hecho pero no soy una persona de palabras. Solo las necesarias.

–Así que, digo sí a esos desayunos de los domingos contigo y Zoe.

Justo en ese instante, la camarera apareció con nuestros platos, rompiendo la magia en la que nos habíamos envuelto ambos. McCarty había hecho el intento de levantarse pero al ver a Mi-Suk se contuvo y apretó el borde de la mesa hasta que sus nudillos se pusieron blancos.

Le dimos las gracias antes de que se marchara y comenzamos a comer en silencio. No me atrevía a alzar la vista de mi comida. Sentía todo el peso de la mirada de Emmett sobre mí. Analizando cada uno de mis gestos y evaluando cuál sería el siguiente paso que iba a dar.

Sabía que no podía pasarme el resto del almuerzo observando mi plato, así que alcé mi rostro y contemplé al hermoso hombre que tenía frente a mí.

–Nos hicimos una promesa, Emmett. – Rompí el silencio ensordecedor. – Todo o nada, ¿recuerdas?

Él solo asintió, esperando que a descubriera aún más mis cartas.

Hombre terco.

–Y eso significa que debes romper las cadenas de tu alrededor como yo las mías.

Sus ojos grises fulgurantes adquiero una tonalidad más oscura, como las nubes antes de una estruendosa tormenta. Y eso solo me hacía presagiar que Emmett iba a dejar de contenerse en su totalidad.

–¿Estás segura de lo que pides, Isabella? – Su voz se denotaba bastante ronca a causa de su estado silencioso y del picante de la comida. – ¿Estás preparada realmente?

Sentí dilatarse las aletas de mi nariz cuando aspiré duro ante la provocación que impregnaba sus palabras. ¿Cómo se atrevía?

–¿Lo estás verdaderamente tú, McCarty?

Ambos nos quedamos viendo, retándonos a que cediera primero el otro. Pero… Ninguno lo hizo. Así que los dos supimos que ninguno nos echaríamos nunca más atrás.

Sonriéndonos por nuestra obstinación, decidimos continuar comiendo mientras hablábamos de temas muchos más tranquilos. La comida estaba deliciosa y, sin lugar a dudas, este restaurante iba a convertirse en uno de mis favoritos.

Mi-Suk se acercó a nuestra mesa una vez que terminamos de comer y nos preguntó si deseábamos algún postre. Mi boca salivó ante la idea de hincarle el diente a algo dulce después del almuerzo y tanto Emmett como ella no pudieron evitar reírse al ver mi expresión anhelante.

–Vamos, Fiáin. – Me incitó McCarty. – Pide lo que quieras.

–Está bien. – Miré golosa la lista de postres, apreciando las fotografías que había junto a cada nombre, así como una pequeña explicación de los mismos. Gracias a Dios que habían tenido ese lindo detalle con los clientes incultos en la comida Coreana como yo. – Mi-Suk, si pido un bangarae banana milk y un pequeño surtido de gyeongdan, ¿sería buena elección?

La hermosa camarera de pelo negro me sonrió y asintió divertida por mi forma de pronunciar los platos. – Has escogidos mis favoritos.

–¿De verdad? – Le dije amable y contenta por mi elección. – Entonces queremos esos, por favor.

Emmett me observaba divertido mientras Mi-Suk recogía las cartas e iba en busca de nuestro pedido.

–¿Qué? – Le pregunté frunciendo el ceño. – Me encantan los dulces. Lo sabes, McCarty.

–Por supuesto que lo sé. – Sonrió. – Tus visitas al Erín son prueba de ello.

Rodé los ojos molesta porque dijera lo evidente. Él sabía que su cafetería era mi perdición.

Obviamente, el postre resultó ser una completa delicia. La primera vez que le di un sorbo al batido se me escapó un gemido ahogado que lamentablemente Emmett escuchó. El ambiente entre nosotros se tornó rápidamente en uno lleno de necesidad y calor.

–Vuelve a hacer ese sonido y no regresarás al trabajo a tu hora. – Se movió inquieto en silla. Su mano se movió hacia debajo de la mesa. Así que tal vez se estaba ajustando cierta parte de su anatomía muy placentera para mí.

–¿Eso es una promesa o una amenaza? – Lo miré coqueta mientras absorbía por la cañita del batido, dando gracias de que Emmett no pudiera leerme la mente.

–No tientes aún más tu suerte, Fiáin. – Gruñó.

Tras degustar y pagar la cuenta, emprendimos el camino de regreso a mi trabajo. McCarty enlazó su mano con la mía y besó el dorso al tiempo que comenzaba a caminar. ¡Agh! Adoraba cuando hacía esos pequeños gestos. Era demasiado tierno para mi paz mental.

Sonrojada por la dulzura de su gesto, anduve a su lado en un agradable silencio. El buen tiempo hacía que el ánimo de la gente en la calle fuera más animado y la expectación del verano era más que evidente.

Emmett paseaba junto a mí, acortando un poco sus pasos para que yo pudiera seguirle el ritmo.

Hombre protector.

Apreté su mano y le sonreí tiernamente cuando me miró. Me contempló extrañado pero no dudó en devolverme a sonrisa.

–Oye, Emmett. – Solo nos faltaban un par de calles para llegar a la clínica y desde que habíamos salido del restaurante había estado dándole vueltas a una cosa que no podía esperar más. – ¿Puedo preguntarte algo?

–¿Desde cuándo mi chica pide permiso para preguntar algo? – Sus ojos brillaron divertidos.

–Maldita sea, McCarty. – Bufé exasperada. Sabía que estaba siendo irracional pero los nervios me ponían un poco más malhumorada de la cuenta. – Solo quería hacerte una proposición, pero olvídalo.

Intenté seguir andando pero Emmett se había detenido completamente y tiró de mí hasta que apenas unos centímetros separaban nuestros cuerpos.

–¿Una proposición? – Se veía levemente sorprendido ante la brusquedad con la que había respondido. Pero eso duró poco. Ya que no tardó en decir: – ¿Vas a proponerme algo indecente, nena?

Y ahí volvía a la carga el humor travieso y juguetón marca McCarty patentada.

Rodando los ojos mientras le daba un ligero golpe en el pecho, le regañé. – ¿Por qué piensas tanto en sexo? De verdad, Emmett. Eres incorregible.

–No puedo evitarlo. Me pones caliente. – Rió cuando le volví a dar un suave golpe. – Además, ¿cómo voy a pensar otra cosa distinta cuando me hablas con esa vocecilla dulce mientras me miras tímida y sonrojada? – Besó la punta de mi nariz. – Pides lo imposible.

Mordí su mandíbula rasposa por la barba en represalia. Lo que no resultó como esperaba, puesto que él sonrió más pícaro aún entretanto me rodeaba con sus brazos.

–Puedes preguntarme lo que quieras, Fiáin. – Me dijo ya sin rastro de broma alguna. – Sabes que siempre puedes hacerlo.

Me mordí el labio pensando en la mejor forma de decirlo. Me debatía entre el querer hacer eso que tenía en mente o mantenerme en mi zona de confort hasta que no tuviera más remedio.

El pulgar de Emmett liberó mi labio y lo acarició suavemente, con un tacto tan etéreo que supe que estaba tratando de infundirme tranquilidad.

–¿Qué te parece si…

¡Dios! ¿Por qué me sentía tan cortada? Si estuviera aquí Rosalie se reiría de mí.

Carraspeé y cuadré mis hombros. Era ahora o nunca.

–¿Qué tal si este fin de semana hacemos una visita a casa de tu abuela?

Inmediatamente Emmett me sonrió y acarició mi mejilla dócilmente. – Por supuesto. Podemos ir siempre que quieras, Bella.

–No, no. – Negué reiteradamente con la cabeza. Él no me había entendido. – Me refiero a… A ti, a Zoe y a mí visitando a Didyme. Y… Quedando con Alice también.

En cuanto dije el nombre de Zoe todo el cuerpo de McCarty se quedó tenso. Él solamente me miraba con una expresión completamente en blanco y sin dejarme dilucidar nada de nada.

–¿Lo dices en serio, Fiáin?

Su nuez de Adán subió y descendió de forma destacable mientras mi mirada siguió el movimiento. Volví a fijar mis ojos en los suyos, asintiendo de manera reiterada a su pregunta.

Justo en ese momento, su máscara de impasibilidad se desquebrajó y cientos de emociones atravesaron cada una de sus facciones.

Y entonces, me besó. De una forma tan desesperada y emotiva que apenas pude responderle.

Ambos nos estábamos quedando sin aire, pero nada de eso importaba cuando McCarty me estaba mostrando todo lo que significaba para él el que quisiera pasar tiempo con su familia. Tanto mi hija como yo. Sabía que la única forma que tenía en estos momentos para expresar lo que sentía era con este beso abrasivo y consumidor. Y la verdad es que no me importaba en absoluto.

Sin embargo, tal y como empezó el beso, él lo terminó. Descansó su frente en la mía aun con los ojos cerrados. Los dos nos encontrábamos respirando entrecortadamente, tomando profundas bocanadas en busca de aire.

Mis manos acariciaron sus hombros suavemente, tratando de calmarlo tanto a él como a mí. Sabía que mi solicitud sorprendería a Emmett pero no esperaba que su reacción fuera tan enardecida.

Quería dar este paso, pero tampoco deseaba atosigarlo con la idea. Ni siquiera había pensado en presentarlo a mi familia, ¿cómo iba a exigirle que hiciera él eso con la suya?

Emmett justo en ese momento abrió los ojos, pillándome mientras hacia una mueca de disgusto. Su expresión se tornó preocupada y su pulgar acarició repetitivamente mi mejilla como si buscara calmarse a él mismo a través de mí.

–¿Qué pasa, nena?

–No quiero que te sientas agobiado. – Le susurré mirándolo seria. – Solo quería que supieras que estoy bien con la idea de conocer de forma oficial a tu hermana. Y que también tu abuela y ella conocieran a Zoe.

–¿Agobiado? ¿Estás de broma? ¡Estoy encantado! – La felicidad reinaba en sus gestos. – Entre lo que me has confesado en el restaurante y esto quiero ponerme a chillar y golpearme en el pecho como si fuera Tarzán.

–¡Ni se te ocurra! – Le exigí estupefacta. McCarty era plenamente capaz de hacer eso y mucho más. No tenía vergüenza alguna.

Riendo, me apretó más fuerte contra su cuerpo y su nariz acarició la mía mientras lo hacía.

–Eres hermosa, Fiáin. – Besó mis labios. – Tú y Zoe me tenéis a vuestra merced.

Antes de que pudiera responderle, Emmett continuó caminando. Su agarre en mi mano se sentía más fuerte y mucho más firme que antes, haciéndome ver que las cadenas que sujetaban al hambre de mi chico se habían roto un poco a causa de mi sugerencia. Intuía que me estaba metiendo en arenas movedizas y que puede que estuviera pecando de intrépida, pero nunca había sido una cobarde y no pensaba cambiar ese aspecto de mi naturaleza. Además, McCarty merecía esto y más.

Al llegar al edificio donde se ubicaba la clínica veterinaria Emmett se detuvo y alzó mi brazo hasta que su boca acarició mi muñeca. Un ligero escalofrío recorrió mi cuerpo y mordí mi labio mientras ambos nos observábamos con gula. El día de hoy estaba resultando ser un verdadero suplicio de contención.

–Los McCarty somos como una mafia, Fiáin. – Su aliento acarició mi piel, haciendo que una explosión de calor tuviera lugar desde donde sus labios me tocaban hasta el resto de mi cuerpo. – Una vez que entras, no podrás salir.

Los dedos de mis pies se encogieron ante la mirada peligrosa que me ofreció.

–¿Y se supone que tú eres el jefe? – Alcé mi barbilla orgullosamente. Una cosa era confesar ciertos secretos y otra muy distinta dejarse amilanar por este hombre arrogante.

–Sí. – Sonrió y su lengua lamió ligeramente la piel que había estado besando. Maldita sea. Mis bragas estaban a punto de desaparecer por combustión. – Y las faltas me las cobro en carne.

Y… Adiós bragas.

Su aliento caliente bañó la pequeña zona húmeda de mi muñeca y sentí como mis pezones se endurecían ante ese estruendo de sensaciones. Daba gracias por haberme puesto un sujetador acolchado y no uno de encaje.

Mis mejillas ardieron y los ojos grises de Emmett relampaguearon satisfechos ante mi reacción. Maldito demonio. Él sabía perfectamente lo que me hacía y no dudaba un segundo en utilizarlo a su favor.

Respirando profundamente, para tratar de sosegarme, me acerqué a él y enredé mi mano libre en su pelo. Obviamente, no hubiera podido hacerlo si Emmett no hubiera agachado la cabeza, pero él nunca me negaba la libertad para tocarlo a placer. Era como un maldito gato mimado y presumido.

–¿Y qué se considera una falta? – Masajeé su cuero cabelludo y casi parecía que Emmett estaba a punto de ponerse a ronronear de gusto.

–Una muy grave, y por la que puedes perder muchos puntos, es no besar a tu hombre antes de despedirte. – Movió sus cejas ascendente y descendente reiteradamente mientras hacía amago de una sonrisa.

Me reí ante sus ocurrencias. – Y eso sería un ultraje. – Respondí antes de adueñarme de su boca en un beso suave.

Me separé y lamí su labio inferior, dejando un ligero rastro de saliva que gustosa me propuse borrar. Lo mordí y volví a besarlo, dejando que nuestros labios danzaran de una forma lenta y sosegada.

Emmett me había dejado hacer pero sabía que en apenas unos segundos tomaría el control y la levedad del beso pasaría al olvido en un abrir y cerrar de ojos.

Y el gruñido retumbante en su garganta fue el único aviso que tuve antes de ello.

McCarty enredó sus manos en mi pelo y tiró un poco hacia atrás hasta dejarme completamente a su merced. Su lengua buscó la mía y cuando se encontraron nuestros cuerpos se sacudieron ante el choque.

Dios mío. Este hombre sí que sabía cómo besar y dejar a una para el arrastre.

Sentí mis pulmones arder y me separé de mala gana de su boca en busca de aire. Emmett me mordió el labio inferior en represalia y lo lamió justo después para calmar la sensación de placer doloroso.

–Como me alegro de que seas mía, Isabella.

Su voz áspera me hizo suspirar. Sería capaz de pasarme todo el día escuchándolo hablar. Abrí los ojos y le sonreí tímida bajo el escrutinio con el que me contemplaba.

–Una calle de doble sentido, Em.

Su mirada relampagueó cuando escuchó el diminutivo de su nombre. Solamente lo decía cuando estábamos en momentos íntimos y en los que el raciocinio nos abandonaba.

Me volvió a besar y esta vez la cosa fue más pausada y profunda. Seguramente debería importarme que estuviéramos frente a mi trabajo y que mi jefe pudiera salir y vernos, pero sinceramente no cambiaría este momento con Emmett por nada del mundo.

–Llevo tu nombre grabado en mí, Fiáin.

Y el suyo estaba grabado en mi corazón.


¡Y aquí termina el capítulo!

Espero que les haya gustado.

Quería dar las gracias a todas las chicas que dieron a seguir y a favoritos a la historia y a mí durante este largo tiempo. También quería agradeceros todo el cariño y el apoyo que me dais, así como la infinita paciencia que me habéis tenido.

Gracias de verdad.

Gracias por los comentarios a: cavendano13, PamMalfoyBlack, erizoikki, DaniSalvatoreCMG, RoxySanchez, Poppy, KarlyStewPattz, lyzleermipasion, AmyLee, Yoliki, Coni, shamyx, DuendecillaVampi, val2901, solecitopucheta, LicetSalvatore, alejandra1987, glow0718, JadeHSos, FlorVillu, RailysWiltlok, Guest, Unafantuya3,Claurebel, mican.

Nos leemos muy pronto.

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