Perdonad la tardanza, chicas. Ya por fin tenemos capítulo nuevo.

Ha pasado un tiempo, pero espero que este capítulo compense eso. Me ha gustado bastante escribirlo. Espero que lo disfruten y sea justo lo que estabais esperando.

Recomiendo que reviséis los capítulos anteriores para no estar muy desubicadas con éste y con lo próximo.

Os dedico el capítulo a todas aquellas que en este tiempo habéis perdido a un ser querido. En especial a Alejandra JY. Tenéis todo mi amor.

La mayoría de los personajes pertenecen a Stephanie Meyer.

¡A leer!


CAPÍTULO 16

Emmett

Por lo visto hoy era un día en el que todo el mundo había decidido tomar el coche para desplazarse. El maldito tráfico reinaba allá por dónde decidiera conducir. Y justo en el día en el que tenía más prisa.

Apenas había avanzado unos pocos metros cuando el semáforo volvió a ponerse en rojo. Golpeé exasperado el volante y recargué la cabeza en el asiento. Necesitaba llegar cuanto antes a casa de Didyme, para así guardar todo lo que había comprado. Había decidido que mañana sería el sábado perfecto para que Bella y Zoe conocieran a mi familia en su totalidad.

Cuando le comenté a Alice la idea de mi Fiáin, casi pierdo mis tímpanos a causa del chillido tan agudo que pegó. Sonriendo mientras negaba con la cabeza, volví a poner en marcha en vehículo y conseguí, por fin, tomar la salida hacia la barriada de mi abuela.

Alice se había vuelto loca y llegó a crear una lista como todos los posibles planes a llevar a cabo: un banquete como si fuera Navidad, una degustación de comida fusión, un almuerzo de gala… A todos les dije no. Mi chica era una mujer de gustos sencillos, al igual que nosotros, así que no tenía ningún sentido que preparara una celebración como si no hubiera un mañana.

Dado el buen tiempo que hacía y que cada vez me apetecía más disfrutar de los reflejos que el cabello de Isabella mostraba cuando los rayos del Sol la bañaban, me decanté por una barbacoa en el jardín trasero de mi abuela. Sé que a Isabella le encantaría y Zoe podría jugar tranquilamente en el césped sin hacerse ningún daño. Además, Keenan podría estar a sus anchas sin sentirse encerrado, así como que todos los demás disfrutábamos en gran medida de pasar tiempo en el porche de madera de mi Mhaimeo.

Aparqué en frente de su casa y me dirigí al maletero donde tenía guardada toda la comida que había ido a comprar al supermercado. Una vez que logré guardarlo todo en varias bolsas, cerré la puerta y me dirigí hacia el camino de la entrada.

Antes de que siquiera lograra sacar las llaves del bolsillo, Didyme había abierto la puerta y me observaba con travesura en los ojos.

–¿Has podido comprar algo, cariño? – Sonrió mientras se apartaba un poco de la puerta para dejarme pasar. – Porque parece que has dejado sin nada a la tienda.

Mhaimeo, somos seis personas esta vez. – Le contesté con una ligera sonrisa al pensar en los dos invitados que se unían a nosotros.

Me dirigí a la cocina mientras escuchaba sus pasos sosegados detrás de mí. Sabía que le picaba la curiosidad por saber qué era todo lo que había traído y que no me iba a dejar a mí solo de encargarme de guardar todo en el frigorífico.

–Tu hermana dice que iba a traer también cosas. Espero que no se haya vuelto tan loca como tú.

Dejé las bolsas sobre la encimera de la cocina y sonreí en su dirección.

–Ya la he advertido de que no se exceda. Ella va a encargarse de los entrantes y algunos detalles más del almuerzo.

Didyme me miró por un momento y rió mientras movía la cabeza en negativa.

–No puedo creer que de verdad pienses que mi Alice va a limitarse solo a eso. Tú ni siquiera lo has hecho.

Me acerqué a ella y la envolví en un suave abrazo. Mi abuela parecía cada vez más delicada y frágil.

–Isabella me conoce, sabe que en lo referente a ella mi control no es perfecto. Y en cuanto a Alice, estoy seguro de que no lo hará tampoco. – Le respondí antes de besar su cabello grisáceo. – Pero al menos sé que tratará de no sobrepasarse mucho. Quiere darle una buena impresión a mi Fiáin.

Ambos sonreímos ante la idea de Alice siendo comedida. Mi hermana era maravillosa pero sabíamos que ella siempre trataba de ir a más en todos los aspectos.

–¿Necesitas que haga algo, cariño? – Mi abuela me preguntó curiosa. – ¿Algún postre especial o algún dulce típico? ¿Qué le gusta a Isabella y a su hija?

La miré enternecido y sacudí la cabeza a modo de respuesta.

–Tengo eso cubierto también, Mhaimeo. He traído una tarta de crema de chocolate de la cafetería. Sé que a todas mis chicas les encanta.

Mi abuela me pellizcó suavemente la mejilla antes de depositar un beso en la misma.

–Eres todo un galán, niño. Y me encanta ver que tienes a alguien más además de a tu hermana y a mí.

–A mí también me encanta. – La miré indeciso pero nunca había tenido secretos con mi abuela y ella sabía leerme como un libro abierto. – No sabía que podía llegar a sentirse así, Mhaimeo.

Mi declaración susurrada hizo que la sonrisa de mi abuela se volviera más suave y tierna. La comprensión bailaba en sus ojos mientras sostenía mi rostro con sus manos delicadas y amables.

–El viento me susurró que tu felicidad llegaría pronto. Que aquel secreto que bailaba en tus ojos, esos ojos que son iguales a los de mi Noah, sería el que lo cambiaría todo. – Respiré profundamente sin pronunciar nada, atento a cada palabra. – Haz caso a esta vieja, Emmett. Todo saldrá bien. Isabella era lo que no sabías que estabas buscando.

Abracé fuerte a mi abuela al tiempo que hundía mi rostro en su cabello gris. Sus pequeñas manos se apoyaron en mi pecho y suspiró contenta. Nos quedamos un rato de esta forma, ajenos a todo lo que nos rodeaba y sin prestar atención a nada más que a lo verdaderamente importante.

–Será mejor que vaya a buscar un par de cosas más al coche.

Me separé a regañadientes de mi abuela y su mirada era totalmente de sorpresa.

–¿Más comida? Por Dios, niño. ¿Cuánto va a durar la barbacoa? ¿Todo el fin de semana?

Me reí de su comentario exagerado y me agaché a besar su mejilla.

–Ahora lo veras, Mhaimeo. Estoy seguro de que te va a encantar.

Salí corriendo de la casa mientras trataba de sacar las llaves del coche de mi bolsillo. Tras conseguir abrir el maletero y coger todo lo que faltaba, regresé adentro. Mi abuela me esperaba impaciente en el salón y cuando se percató de la enorme caja rectangular que cargaba se quedó observándome impaciente a la espera de una respuesta.

–¿Qué es eso, Emmett?

–Solo es algo especial para Zoe. Deseo que ella se lo pase bien mañana. Solo estaremos adultos aquí y no quiero que se acabe aburriendo o algo.

Mi abuela me miró emocionada y se acercó hasta donde yo estaba, esquivando el sofá burdeos y la mesa de madera con la pequeña lámpara blanca.

Sus ojos estaban fijos en la caja de cartón, intentando descifrar la imagen que había estampada en el dorso de la misma.

–¿Es un juego infantil? – Me miró curiosa.

–Algo así. – Le sonreí divertido. Me encantaba ver cómo su ceño se fruncía con impaciencia al no obtener la respuesta clara que quería. – Vamos al jardín, Mhaimeo. Así podré ponerme manos a la obra y todas tus dudas se resolverán.

Puse bajo mi brazo izquierdo la caja al tiempo que le ofrecía el otro a mi abuela para que así se pudiera sostener. Ambos caminamos hacia la puerta trasera con calma, aunque parecía que mi Didyme trataba de aligerar el paso.

Me reí de su caminar y ella me frunció el ceño en desaprobación.

–No es gracioso reírse de tu abuela, Emmett McCarty.

–Y no lo hago. – Besé su mejilla y continuamos andando hacia la salida. – Solo que me gusta verte tan ansiosa por descubrir esto.

–Isabella todavía tendrá que enseñarte modales. – Dijo suspirando. – Yo ya no puedo domarte.

Me reí fuerte de su declaración. Mi abuela era mayor, pero no era nada tonta.

–Ella me tiene atado a su dedo meñique, Mhaimeo.

Ella me miró con una sonrisa pícara antes de salir al porche trasero.

–Entonces es inmune al encanto McCarty. Chica lista.

–Oh, no. Por supuesto que no es del todo inmune, abuela. – La miré juguetón mientras dejaba en el suelo la caja. – Si lo fuera creo que los únicos bisnietos que tendrías serían de Alice y Jasper exclusivamente. ¿Y de verdad quieres eso?

Sonrojándose, mi abuela tiró de mi oreja levemente y dio un pequeño grito de indignación.

–¡Niño! ¡No seas grosero!

No obstante, sonrió y acarició mi mejilla.

–Eres igual de travieso que tu abuelo. – Su expresión se dulcificó, aunque un leve deje de añoranza se instaló en su mirada. – Nunca me aburría con él.

–El abuelo sabía lo que se hacía, Mhaimeo. ¿De quién crees que aprendí todo lo bueno? – Le dije sonriendo, tratando de aligerar el tenue matiz de tristeza.

–Desde luego que sí. – Se rió. – Vamos, cariño. Abre de una vez esa maldita caja y enséñame lo que has traído para la niña de tu mujer.

Con una sonrisa de oreja a oreja ante la última declaración de mi abuela sobre Isabella, me puse de cuclillas, saqué mis llaves del bolsillo y rompí el papel de plástico que envolvía a la caja. Tras ello, la abrí y comencé a sacar todos los pequeños paquetes que contenían las piezas, así como el escueto manual de instrucciones.

Mi abuela se había sentado en una de las sillas del porche, atenta a todo lo que iba sacando del paquete e intentando descifrar cómo iba a ir montado.

–Déjame ver eso, cariño. – Didyme señaló a un paquete en específico, en el cual se encontraba doblado una tela de colores pastel.

Se lo acerqué mientras yo seguía absorto analizando los pasos de montaje y comprobaba que todos los elementos estaban incluidos en el paquete.

–Oh, Emmett. – La voz endulzada de mi abuela me sacó de mi concentración. Levanté el rostro y la miré indeciso.

–¿Qué ocurre, Mhaimeo? ¿Tiene alguna tara el tejido? Porque si es así ahora mismo voy a descambiarlo. No pienso dejar que eso esté mal y que Zoe pueda hacerse daño o que tal vez…

–Cariño, para. – Didyme me sonrió y se echó hacia atrás en su asiento. – Todo está perfecto. Es solo que no esperaba esto. – La miré preocupado sin saber muy bien a lo que se refería. – Sabía que eras dulce, pero con lo que estás haciendo simplemente mi corazón va a explotar.

Mhaimeo, yo no soy dulce. – Le fruncí el ceño disimulando. Sinceramente no me importaba que mi abuela viera este lado de mí. – Soy un hombre muy varonil. Nada de dulzura y cosas suaves.

–A veces mi chico puede ser tan tonto. – Mi abuela se reía mientras apoyaba se cabeza en el respaldar de la silla. – Puede que seas muy masculino y duro en el exterior, pero por dentro eres todo dulzura. – La miré atento a lo que iba a decir a continuación. Sabía por experiencia que en absoluto había terminado de zarandearme. – ¿Y Esto? – Preguntó dando pequeños golpes con su mano en la tela. – Es la prueba de ello. No hay nada que digas que pueda negar eso.

Ni siquiera sabía qué responder. Es decir, ¿qué puedes contestar a esa declaración de una abuela?

–Oh, Emmett. – Didyme se inclinó y acarició mi mejilla. – Mi Erin estaría tan orgullosa de su niño.

Aspiré profundo ante la mención de mi madre. Era doloroso y sanador a la vez. Y muy pocas veces hacíamos mención a ella. Sabía que a Didyme le resultaba desolador nombrar a su hija, al igual que a mí, pero a pesar del silencio ella seguía en nuestros corazones.

Mhaimeo… – Empecé a decir.

–Oh vamos, niño. – Me cortó mi abuela. – Eres un buen hombre y tanto ella como yo estamos orgullosas de ti. Nunca dudes de eso.

Asentí en silencio mientras trataba de tragar el nudo en mi garganta. No había visto venir esta conversación ni en un millón de años, por lo que mis paredes de seguridad no estaban alzadas para soportarlo.

–Emmett, tienes que empezar a soltar, a dejar ir. Es necesario. – La mirada de mi abuela era una mezcla entre preocupación y regaño. – Ella no querría lo contrario.

–Está bien. – Fue lo único que fui capaz de responder.

–Eso quería escuchar. – Didyme sonrió y volvió a sentarse bien. – Y, ahora, menos hablar y más trabajar.

–Dios, eres dura Mhaimeo.

Mi abuela se carcajeó y dejó que me pusiera a desempaquetar todos los elementos de montaje mientras me miraba en silencio. Cuando terminé con la tarea, alcé la vista y le sonreí.

–Siento que vuelvo a tener diez años y que tú me echas un ojo mientras me encargo de montar una maqueta.

–Eras un terror cuando te hacías con una de esas. – Didyme reía con añoranza. – Podías llegar a pasar días enteros centrado solo en eso. Hasta que no la terminabas, no parabas.

Negando divertido con la cabeza, me senté en el suelo con las piernas cruzadas y me dispuse a armar todo el lío que tenía frente a mí. Las instrucciones decían que necesitaba comenzar por la estructura base y que a partir de ella dispusiera todo lo demás.

Trabajé metódica y totalmente concentrado en mi tarea. Sentía el peso de la mirada de mi abuela pero ella no dijo absolutamente nada. El silencio entre los dos no era incómodo ni extraño. En ocasiones las palabras eran innecesarias. Estar simplemente con mi abuela se sentía bien. Así sin más.

Una vez que conseguí montar la estructura principal con los diferentes tubos y adaptadores de plástico, me dispuse a continuar con el resto. Era bastante sencillo e intuitivo, tal y como dijo el hombre de la tienda de juguetes, por lo que estaba bastante contento con el proceso.

–Eso ya va tomando forma, pequeño. – La voz de mi abuela interrumpió mis divagaciones.

–Me parece que sí. – Le sonreí contento mientras me levantaba del suelo. – Pero parece ser un poco más grande de lo que pensaba, así que voy a ponerme sobre el césped para adherir todo lo que falta y terminarla.

–Me parece bien. – Didyme dejó la tela de colores en la mesa y se apoyó en esta misma para levantarse. – Creo que harán falta unas tijeras. Me parece haber visto un par de etiquetas grandes en el tejido y no quedarían bien. Voy a por las mías del costurero, esas cortan mejor.

–Gracias, Mhaimeo.

Me quedé observándola hasta que entró en casa. Tomé con cuidado el conjunto de barras y lo llevé al jardín. Tras ello, fui en busca de las piezas restantes y las terminé de colocar. La casita-campaña montable estaba lista, a falta de colocar la telas de color amarillo claro y tonos rosáceos en sus respectivos lugares.

Cuando fui a girarme hacia el porche, mi abuela ya había regresado y dejado las tijeras sobre la mesa; entretanto que ahora estaba encargándose de desplegar la tela.

–Cariño, tienes que planchar o algo la tela. – Mi abuela la miraba con el ceño fruncido. – Se le notan las marcas por donde estaba doblada y eso no queda nada bien.

–Tranquila, abuela. – Le sonreí. – Ahora cuando la despliegue sobre la estructura se estirará completamente y de hoy a mañana dará tiempo a que las dobleces se vayan.

–Bueno. – Didyme apretó los labios, todavía nada conforme con mi respuesta.

–Ya verás, Mhaimeo.

Tras cortar las etiquetas, tome la funda inferior y la extendí sobre el césped. Situé la estructura de la casita sobre ella y anudé los lazos de las esquinas a las barras.

–Me encanta que tenga eso debajo. – Mi abuela se había acercado y miraba encantada a la tienda mientras cargaba con la otra parte de la funda. – Así Zoe puede tumbarse todo lo que quiera sin importar dónde esté colocada la casita.

–Esa es la idea. – Le guiñe divertido y me dispuse a colocar la parte superior de la tela, acomodándola en el pico de la estructura y trabajando hasta llegar abajo; donde junté los velcros que traía incorporados en los bordes a los de la otra funda.

Me separé de la casita de campaña con forma de la torre de un castillo y sonreí satisfecho con el resultado.

–¿Qué opinas, Mhaimeo? ¿Crees que le gustará a Zoe?

Giré la cabeza para ver su rostro y pude ver cómo sus ojos brillaban y miraban enternecidos a la tienda.

–Estoy segura de que le va a encantar, cariño. – Su mirada se posó en mí y su sonrisa no se hizo de rogar. – Y creo que a tu hermana también.

Gemí ante la idea que mi mente había creado por su declaración y me acerqué a ella para rodear sus hombros con mi brazo.

Didyme reía ante mi expresión mortificada.

–¿Crees que será capaz de querer meterse dentro, abuela? – La imagen de Alice sentada en el medio de la casita de Zoe cruzó mi mente de manera fugaz. – Oh, joder. Claro que lo será.

Me uní a las risas de mi abuela y ambos supimos sin ninguna duda de que mañana Alice y Zoe, e incluso mi Oso, iban a jugar con la tienda de campaña.

–Si yo fuera más joven también lo haría, niño. – Me hizo cosquillas en el costado amonestándome. – Pero no tengo tanta flexibilidad como antes y prefiero sentarme cómodamente en mi sillón que en el suelo.

–Es que tu sillón es el lugar más cómodo del mundo, Mhaimeo. – La miré divertido ante el recuerdo de ver a mi abuela sentada en él y tejiendo una bufanda rosa chillón a pedido de Alice.

–Eso me da que pensar… – Mi abuela se acercó y observó la ventana lateral que la casita tenía en uno de sus lados, albergando otras dos más en las paredes restantes. – ¿Me das permiso para darle mi toque de abuela?

–¿No irás a ponerle tapetes de ganchillo y cortinas bordadas verdad?

Me reí pícaro al tiempo que esquivaba un golpe de Didyme.

–Eres temible, Emmett. – Ella suspiró riendo y se movió hacia la puerta de la casita. – Hablaba acerca de hacer algunos cojines. Hace poco, la vecina me trajo una tela estupenda con un estampado infantil encantador. Ella quería que le elaborara una colcha para su sobrina y dejó que me quedara con lo que sobrara. Creo que hay suficiente para hacer algunos y que pegarían muy bien con esta tela. Los adecuados para que la pequeña se sienta cómoda del todo aquí.

Joder. Mi abuela era la mejor del mundo. Me acerqué a ella y la abracé contra mi pecho.

–Te quiero, Mhaimeo.

Sus delgados brazos rodearon mi cintura al tiempo que su suave risa era amortiguada por la tela de mi camisa verde oscuro.

–Sin embargo, vas a tener que ayudarme. No te librarás tan fácilmente de la costura.

–Oh, no. Por supuesto que no abuela. – Gimoteé desganado. Me separé un poco de ella, pero mantuve aún mis brazos a su alrededor. – Sabes que los hilos y yo no somos compatibles. No obstante, – comencé a decir cuando vi que iba a regañarme – me voy a hacer cargo del relleno.

–Bien. – Me miró divertida. – Tenemos un trato, niño.

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El resto del viernes se pasó bastante rápido. Una vez que ayudé a mi abuela a confeccionar los cojines para Zoe y preparé el relleno para los mismos, fui a la cafetería a trabajar. A pesar de estar atareado, no podía dejar de pensar en el sábado. Sería la primera vez que toda mi familia se reuniría con Isabella y Zoe.

Necesitaba que todo fuera perfecto. Todo.

Como había hecho todos los días previos, Isabella y yo quedamos para almorzar. Era más que evidente que mi Fiáin estaba nerviosa. Durante todo el tiempo, se estuvo mordisqueando los labios y se ceño se fruncía cada vez que un cómodo silencio gobernaba entre nosotros. Verla de esa manera me provocaba sentimientos encontrados ya que, por un lado, estaba excesivamente complacido al ver la relevancia que tenía para ella el conocer a mi familia y, por otro lado, quería que ella no se sintiera tan agobiada.

Maldita sea, no era un examen de sus actitudes y cualidades. No debería sentirse presionada o evaluada. Me gustaba tal y como era. Y mi familia sabía que ella era importante.

Sin embargo, era más que evidente que su preocupación no se centraba solamente en ella misma. Zoe estaba implicada, por lo que el nerviosismo de Isabella por su propia persona estaba en un segundo plano y que toda su ansiedad era gobernada por la comodidad y bienestar de su hija.

Joder. ¿Cómo no quererla?

Quise relajarla, así que decidí evadir el tema y tratar de distraerla con otros asuntos más mundanos. La hice reír y la tensión gobernante en su cuerpo pareció ir menguando hacia mitad de la comida.

A pesar de ello, no podía eludirlo. Quería reconfortarla. Necesitaba hacerlo.

–Todo irá bien, Fiáin. – Le acaricié la muñeca mientras esperábamos la cuenta.

Sus mejillas se sonrojaron y un leve deje de vulnerabilidad danzó por su mirada. Y ella no hizo nada por esconderlo. Y eso era algo agonizante y trascendental. Isabella estaba confiando en mí cada día más y poco a poco me dejaba entrar un poco más, pudiendo discernir todo aquello que no dejaba ver al resto del mundo.

Ella me estaba dando todo. Tal y como dijo en mi oficina cuando discutimos por primera vez.

–Lo sé. – Susurró. – Solo estoy un poco preocupada por cómo puedan darse las cosas.

Alcé su mano y besé sus nudillos sin apartar la vista de ella. Isabella exhaló y me observó expectante.

–Eres mi Fiáin. Lo cual significa que si algo se tuerce vas a ser capaz de patearme sin siquiera pestañear.

Su risa disipó su ceño fruncido y la diversión inundó sus ojos como siempre lo hacía cuando bromeábamos juntos.

–Eso no lo dudes. – Me dijo divertida. – Además, tienes un trasero bastante bueno para ello.

Mordisqueé la yema de sus dedos en represalia y su sonrisa de amplió aún más.

Todo saldría bien. Mi corazón lo sabía sin dudarlo un instante.

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La mañana del sábado llegó por fin y mi Oso parecía saber que hoy íbamos a tener uno de esos buenos días en los que nos divertiríamos bastante, puesto que su cola no dejaba de zarandearse de un lado a otro a pesar de estar acostado.

Miré el despertador, el cual marcaba las 8 de la mañana, y me estiré perezosamente en la cama mientras Keenan se movía inquieto a mis pies. Se levantó y se arrastró sobre las sábanas hasta llegar a mi altura, donde puso sus enormes patas en mi pecho desnudo y empezó a olfatear mi cuello y mi rostro.

–Está bien, chico. – Le dije sonriendo y divertido por su actitud mientras le acariciaba la cabeza. – Ya estoy despierto.

Mi Oso se tumbó casi por completo en mi torso y dejó que le siguiera rascando detrás de la oreja. Su pata se movió reiteradamente, reflejando lo complacido que se sentía ante mis atenciones.

–Dios, eres un mimado Keenan. – Le dije entretenido.

Su única respuesta fue un pequeño bufido antes de exigir más caricias. Rindiéndome a su demanda, seguí acariciándole con calma. Era demasiado temprano para levantarse e ir a buscar a mis chicas, aunque era lo que realmente quería hacer en estos momentos.

–¿Qué te parece si vamos a buscar a Isabella y a Zoe? – El ansia por estar con ellas me superó finalmente después de unos interminables minutos.

Keenan alzó su cabeza y dio un ladrido suave antes de sacar la lengua.

–Me tomaré eso como un sí.

Contento por tener el beneplácito de mi Oso para ponernos en marcha, me moví al tiempo que Keenan se tumbaba hacia el otro lado de la cama. Eché las sábanas hacia atrás y me puse de pie al tiempo que me colocaba bien los pantalones negros de pijama con los que había elegido dormir hoy. Cada día hacía más calor y pronto pasaría a ser la temporada de dormir en ropa interior. Sonriendo ante la idea de dormir con mi Fiáin de esa forma, fui hacia el baño y comencé el día.

Después de ello, me quedé frente al espejo observando mi reflejo de un lado a otro. No me había afeitado en varios días y mi pelo era un completo desastre, iba siendo hora de darme un buen corte. Abrí el grifo del lavabo blanco y mojé mis manos para peinarme un poco y lavarme la cara. Fruncí el ceño de nuevo cuando me fijé en mi barba y dudé si debería afeitarme o no. Sin embargo, varios recuerdos bombardearon mi mente y detuvieron mi búsqueda de la maquinilla de afeitar.

Isabella siempre acariciaba mi mandíbula sombreada con más frecuencia que cuando no lo estaba y su piel siempre se erizaba cuando besaba su cuello y la rozaba con mi barba…

Mierda. No era conveniente que tuviera en estos momentos una erección, así que debería parar ahora mismo.

Quería llamar la atención de mi chica y si dejarme la barba hacía eso, bienvenido fuera. Además, así podría distraer a Isabella durante la barbacoa cuando alguna cosa fuera demasiado para ella.

Sonriendo frente al espejo cuadrado de mi baño, me alcé y sequé mi rostro con la toalla azul oscuro de manos y me dispuse a regresar a la habitación. Abrí el armario y saqué un par de vaqueros gastados, una camiseta blanca de mangas cortas y mis botas clásicas de leñador marrón oscuro. Decidí coger una camisa celeste para ponerme encima, ya que a pesar de ser primavera por la mañana aún refrescaba bastante. Y por último, cogí mi cartera y mi reloj.

Keenan saltó de la cama y se quedó sentado junto a la puerta, meneando su cola de un lado a otro a través del suelo.

–Los criados debemos hacer la cama, ¿eh, Oso?

Lo miré divertido mientras me daba un ladrido como respuesta. Hice la cama rápidamente y recogí la habitación bajo la atenta mirada de mi perro. Él muy sinvergüenza volvió a ladrar impaciente y se trasladó al otro lado de la puerta.

–Creo que no soy el único con ganas de ver a Bella y a Zoe. – Murmuré mientras terminaba de colocar los cojines sobre la cama.

Una vez que acabé con todo en la habitación, Keenan y yo bajamos hacia la cocina para ponernos en camino.

Ayer decidí traerme algunos croissants del trabajo, sin tener claro porqué. Sin embargo, ahora todo tenía sentido.

Al tiempo que movía la cabeza a un lado y a otro negando entretenido, llené el comedero de Keenan para que pudiera desayunar mientras yo iba en busca de los pasteles a la despensa.

Recogí la caja beige aún sin abrir y volví sobre mis pasos hacia el pasillo. No tenía que coger nada más conmigo, ya que todo lo necesario para la barbacoa lo había llevado ayer a casa de mi Mhaimeo.

Dejé la caja sobre el mueble de la entrada y coloqué sobre ella las llaves de casa y del coche. Mientras cogía la correa de Keenan, éste apareció y se sentó sobre sus patas traseras a la espera de que se la colocara.

Tras preparar a mi chico, ambos salimos y nos montamos en el coche para tomar dirección a la casa de Isabella. El trayecto no duró mucho y cuando aparqué delante de su puerta apenas eran las nueve y cuarto.

Keenan y yo bajamos del coche y llegamos hasta el umbral de la casa al tiempo que escuchamos las voces alegres de Isabella y Zoe. Mi corazón se apretó ante el sonido y quise con todas mis ganas formar parte de esa escena más que nada.

Llamé al timbre y las risas se detuvieron, escuche pasos acercarse y sentí cómo Isabella miraba a través de la mirilla.

–Isabella tienes a Keenan muriendo por ti. –Le dije a través de la puerta. No quería que se preocupara y necesitaba tenerla lo más relajada posible para todo lo que venía hoy.

Los distintos cierres en la puerta de madera repicaron mientras mi chica los abría apresuradamente. Cuando abrió finalmente, mi boca se secó al verla. Joder, ella era tan hermosa. Su pelo era un caos de rizos oscuros enmarcando su rostro, sus ojos aún soñolientos brillaban ansiosos y sus labios rosados me invitaban a morderlos sin parar.

Mierda. Era un maldito tipo con suerte.

No pude contenerme. De verdad que no pude hacerlo. Me incliné y bese a Bella hasta que sentí sus manos apretando la tela de mi camiseta.

Em. – Gimió cuando me separé de ella.

Acaricié su pequeña nariz respingona con la mía y me separé poco a poco de ella sin apartar la vista de su rostro.

–Buenos días, Fiáin. – Carraspeé un poco tras hablar. Mi maldita garganta estaba seca. – ¿Dejarás que un pobre hombre y su perro entren a tu hogar?

Bella bufó y me miró sonriendo mientras se echaba a un lado.

–No seas teatrero, cariño. – Me dijo divertida. – Ese no es tu estilo.

Sonriendo de oreja a oreja a causa del mote cariñoso con el que me había nombrado, pasé dentro seguido de Keenan.

Mi Oso se acercó a Isabella en busca de mimos y, obviamente, ella le recompensó con ellos.

–Zoe va a alegrarse mucho al verte Keenan. – Rascó tras sus orejas antes de darle un pequeño toque en la húmeda nariz. – Al igual que yo.

El Oso lamió su mano y zarandeó su enorme cabeza contra ella para buscar más caricias. Mi chica rió y lo arrulló un poco más antes de que la tierna voz de Zoe interrumpiera el momento.

–¡Mami!

Mientras Bella cerraba la puerta, yo me encargué de dejar la caja de croissants en el mueble de la entrada así como de liberar a Keenan de su correa para, justo después, verlo salir disparado hacia donde provenía el grito suave de la pequeña.

–Dios mío, no quiero perderme esto. – Isabella me miró divertida y agarró mi mano para tirar de mí en dirección al salón.

–Pensaba que nos recogerías después del desayuno. – Me miró con ojos interrogantes.

–No podía esperar, Fiáin. – Fue mi única respuesta y la más sincera.

Los hombros de mi chica temblaron mientras se reía y una enorme sonrisa afable apareció en su rostro.

–Cada vez en más difícil. – Suspiró.

Me quedé totalmente desconcertado con su inusual respuesta, pero parecía que ella no iba a dar ninguna explicación más al respecto. ¿Qué demonios quería decir eso?

Antes de que pudiera preguntarle sobre ello llegamos al salón y al ver la escena frente a nosotros simplemente mi cerebro sufrió un cortocircuito. Zoe de pie intentando abrazar por completo a mi chico, el cual estaba sentado todo recto mientras su cola se movía sin cesar de felicidad y su lengua sobresalía de su hocico.

Joder, ¿cómo demonios podía soportar esta dulzura durante todo el día? Ni siquiera eran las 10 de la mañana.

Zoe tenía enterrada su cara en el cuello de mi Oso y sus cortos brazos trataban en vano rodear todo el lomo del animal. La cabeza de Keenan su apoyaba levemente en los suaves rizos desenfrenados de la pequeña y ella reía sin parar. El sonido de su risa dulce apretó mi corazón de una manera que apenas sería capaz de describir.

Miré a Isabella, la cual estaba hipnotizada mirándolos. Su labio inferior sobresalió levemente y tembló antes de apresarlo entre sus dientes. Ella giró la cabeza y me miró enternecida.

–¿Tienes tu móvil? – Me preguntó susurrando.

Asentí en silencio, todavía sin ser capaz de hablar.

–Hazles una foto. Necesito esta imagen para recordar. ¡Rápido!

Sonriendo complacido ante su idea, saqué el teléfono de mi bolsillo y les hice una foto a Zoe y a Keenan. Aunque quien dice una puede decir veinte.

–Zoe, cariño. – La voz de Isabella irrumpió el silencio feliz una vez que apagué la cámara. – Mira quien ha venido también.

La pequeña se distanció levemente de mi chico y giró su rostro hacia nuestra dirección. Inmediatamente sus ojos se agrandaron cuando se posaron en mí y su sonrisa, ya de por sí hermosa, se hizo aún más grande.

–¡Eme! – Chilló feliz.

Zoe se separó por completo de Keenan y comenzó a moverse en mi dirección. Su pijama rosa bebé hacía que pareciera un dulce algodón de azúcar. Ablandado por su felicidad al verme, me encaminé hacia ella y la alcé en mis brazos para darle un beso en su mejilla regordeta.

–Hola Grian beag. Cada día estás más bonita.

Sus mejillas se sonrojaron y su pequeña mano acarició mi barbilla.

Eme pica. – Rió mientras sus piernas se balanceaban feliz. – Pero Eme guapo.

Dios mío. Entre ella y mi Fiáin terminaría conmigo.

–Solo para tus ojos y los de tu madre, Osezna. – Le respondí presumido.

Desvié la vista hacia la entrada del salón, donde Isabella continuaba quieta con los brazos cruzados apoyada en el marco de la puerta. Sus ojos brillaban y la mano que era visible jugaba sin parar con la tela arrugada del pijama que tenía puesto.

Maldita sea si no era hermosa. Su pijama era una especie de camisola lila que le llagaba a la mitad del muslo, dejándome ver esas lindas piernas que me encantaba sentir a mí alrededor.

Entre eso y la expresión conmovida de su rostro iba a morir de un infarto.

Cargando aún a Zoe, me acerqué a ella y rodeé su cintura con mi brazo libre.

–¿Qué opinas tú, Fiáin? ¿Piensas igual que Zoe? – Moví mis cejas arriba y abajo, sonriendo engreído y apretando un poco más su cuerpo al mío.

Mi chica bufó y desenredó sus brazos para rodearme con uno de ellos al tiempo que apoyaba su otra mano en mi pecho.

–Te lo tienes tan creído. – Me regañó. – Aunque mi Zoe tiene muy buen gusto.

Su mano en mi espalda descendió hasta mi trasero y me dio un ligero apretón al tiempo que terminaba su declaración. Mi espalda se puso recta al sentir su audaz movimiento y sus ojos refulgieron traviesos al ver mi reacción.

–Isabella… – Le regañé aun sorprendido por su osada actitud.

Sonriendo, ella alejó su mano hasta mi cintura mientras la otra se desplazó hacia el cabello de su hija.

–Emmett es lindo, ¿verdad, Zoe? – Bella se rió de mí, aunque sabía que en realidad era una declaración sincera.

–Sí, mami. – La pequeña palmoteó sus manos contenta.

En ese preciso instante, Keenan se movió contra mis piernas y se impulsó hasta colocar sus enormes patas delanteras en el poco hueco libre que quedaba en mi pecho. Mis chicas se rieron al ver como mi muchacho lloriqueaba por ser también incluido en este improvisado abrazo grupal.

Joder. Esto era un regalo. Estar así era un verdadero tesoro.

Quería esto para siempre. Necesitaba esto para todo lo que me quedaba de vida.


Y aquí concluye el capítulo 16.

¿Qué les ha parecido? Creo que un día de estos me van a matar de ternura. Aunque mis chicos se lo merecen.

Espero que les haya gustado. ¿Me diréis que opináis?

Quería dar las gracias a todas las chicas que dieron a seguir y a favoritos a la historia y a mí durante este tiempo. También quería agradeceros todo el cariño y el apoyo que me dais, así como la infinita paciencia que me tenéis (Rox te llevas el premio sobre todo).

Gracias de verdad.

Gracias por los comentarios a: JRaque, lyzleermipasion, PamMalfoyBlack, glow0718, constancediaz039, RoxySanchez, DaniSalvatoreCMG, monicacullenwhitlock, cavendano13, Yera, alejandra1987, Claurebel, danicullenmc, solecitopucheta, Alejandra221196, Paopao, LuAnKa, EmilseMtz, val2901, GisCullen, JadeHSos.

Me encanta leeros, así que no dudéis en dar vuestra opinión.

Nos leemos muy pronto. El capítulo 17 ya está medio preparado.

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