Capítulo nuevo. Y seguimos con mi Emmett.

Me siento muy contenta. ¡Hemos pasado de los 300 comentarios! ¡Estoy que me subo por las paredes! En serio mil gracias por eso. Estoy contentísima.

Debido a eso, como recompensa he decidido que el capítulo sea más largo de lo normal. La última escena es mi pequeño homenaje para vosotras, por haberme apoyado tanto y haber comentado esta historia. En serio, los reviews son vida.

Espero que lo disfruten y sea justo lo que estabais esperando.

Recomiendo leer el final del capítulo anterior para que retoméis el hilo del comienzo de este. Seguimos en la misma escena en la que lo dejamos.

La mayoría de los personajes pertenecen a Stephanie Meyer.

¡A leer!


CAPÍTULO 17

Emmett

Keenan se movió contra mis piernas y se impulsó hasta colocar sus enormes patas delanteras en el poco hueco libre que quedaba en mi pecho. Mis chicas se rieron al ver como mi muchacho lloriqueaba por ser también incluido en este improvisado abrazo grupal.

Mi boca se secó mientras observaba a la pequeña Zoe acariciar la cabeza de Keenan al tiempo que Isabella lo hacía en su lomo. Mierda. No quería ir a la barbacoa. Quería pasar todo el día con mis chicas en su casa y simplemente tenerlas todas para mí.

Una vocecilla egoísta en mi interior me empujaba a hacerlo, pero otra mucho más cuerda y madura me lanzaba hacia el lado contrario. No podía hacerle eso a mi familia. Tanto ellos como yo querían estar con Isabella y Zoe, así que sería mejor que superara este momento codicioso y continuara con el plan.

–¿Os apetece desayunar? Os he traído algo del Erín.

–Ya estamos tardando. – Sonrió mi mujer. – ¿Zoe quieres desayunar ya?

–¡Sí!

–Entonces será mejor que lo hagamos. – Declaró Isabella mientras se separaba de mí y empezaba a dirigirse hacia la cocina. – ¿Es esa caja que has traído contigo? – Preguntó por encima de su hombro.

Mi única respuesta fue asentir silenciosamente. Zoe continuaba en mis brazos y parecía que ninguna de las dos estaban mal con ello. No era que me estuviera quejando, al contrario. Hoy parecía que había logrado sacar todas las papeletas premiadas.

Bella me mandó con Zoe a la cocina entretanto ella iba a la entrada a recoger la caja. Después de eso, el desayuno fue como la primera vez que estuve con ellas, a excepción de la presencia de mi Oso. Keenan no dejaba de moverse alrededor de Zoe, atento a cualquier movimiento de la pequeña. Tanto Isabella como yo los mirábamos a ambos con una sonrisa oculta tras la taza de café. Era un par bastante entrañable y sabía que mi perro iba a convertirse en la sombra permanente de Zoe durante todo el día e incluso, si todo marchaba según mi planes para un futuro lejano, todos los días de su vida.

Cuando terminamos el desayuno, le propuse a Isabella que tomara a Zoe y fueran a arreglarse para la barbacoa mientras yo fregaba los platos. Ella frunció el ceño ante la idea. A mi Fiáin le costaba ceder terreno en su cocina, pero Zoe no dejaba de tirar de su mano y de exigir entre risas que fuera a ponerla "onita, mami", según sus palabras textuales. Evidentemente, Swan se ablandó ante el pedido de su hija, así que la tomó en brazos y ambas desaparecieron por la puerta entretanto a mí me dejaban a cargo de recoger el desayuno.

Moriría por tener esto todos los días.

Todos los jodidos días.

Mientras enjuagaba los platos comprendía ahora lo que mi hermana quería decir. Lo que quería para mí. Ni siquiera había sido capaz de imaginármelo hasta que Isabella apareció. Joder. Necesitaba que lo de hoy saliera bien e iba a hacer con todas mis fuerzas que funcionara.

Cuando terminé de enjuagar, cogí un paño y comencé a secarlo todo. Bella dijo que no era necesario pero hacer algo así mientras las esperaba me permitía redirigir la tensión hacia algo bastante monótono.

Estaba terminando de secar un cuenco de frutas celeste cuando Zoe apareció corriendo hacia a mí.

–¡Mira Eme! – Señaló a su camiseta con un unicornio estampado en todo el centro de la misma. – Yo elegí.

Dios. Se veía tan adorable con su camiseta rosa bebé, sus vaqueros en miniatura y sus pequeños botines blancos. Y su pelo rizado estaba recogido en dos coletas con gomillas a juego con su camiseta era el culmen.

Mi corazón no iba a aguantar tanta ternura. ¿Cómo demonios lo hacía Isabella?

Me agaché, intentando quedar casi a la misma altura que ella, aunque evidentemente eso era una opción inviable. Aun estando en cuclillas seguía sacándole más de tres cabezas.

–Estás preciosa, Zoe. – Le dije feliz.

La pequeña se sonrojó y sonrió contenta. En ese momento Swan apareció y mi boca se secó.

Mierda. Entre las dos iban a matarme.

Bella se había enfundado en unos vaqueros oscuros apretados y una blusa suelta de bambula en color blanco, con pequeñas hojas rojas bordadas en los dobladillos de las mangas de tres cuartos y en el cuello en forma de pico. Y como último detalle, se había recogido los mechones delanteros de su cabello rizado hacia atrás, seguramente en un pasador como tenía costumbre de hacer algunas veces.

Estaba hermosa. Jodidamente hermosa y follable.

Me quedé embobado mientras se acercaba a nosotros y se agachaba junto a Zoe para colocarle una chaqueta de punto azul. Ajena al peso de mi mirada, se puso de pie cuando terminó de arreglar a su hija y desde su posición elevada me observó con una ceja alzada.

Mi única respuesta fue un silbido bajo y largo al tiempo que me levantaba. Había podido ver el ligero indicio de sus pechos llenos cuando estaba en cuclillas, provocando que mi boca se hiciera agua.

–¿Qué? – Preguntó indecisa al tiempo que desviaba la vista hacia Zoe cuando ésta se dispuso a acercarse a un Keenan tendido en el suelo.

Me acerqué a ella, cortando la distancia entre nosotros, la agarré por la cintura y acuné su rostro con mi otra mano.

–Te ves increíble, Fiáin. – Le susurré. – Si no fuera porque estamos acompañados te quitaría todo menos esa maldita blusa que llevas.

–¡Emmett! – Siseó con las mejillas sonrojadas.

–Es la pura verdad. – Me encogí de hombros. – Lo primero que he pensado al verte ha sido lo hermosa que estás. – Sus ojos brillaron alegres ante mis palabras musitadas. – Y, por supuesto, lo segundo ha sido lo tremendamente follable que te ves.

Sus manos taparon mi boca al tiempo que una expresión consternada marcaba todos sus rasgos faciales.

–Maldita sea, McCarty. –Gruñó. – No puedes decir esas cosas justo antes de tener una barbacoa con tu familia. ¡Por Dios! Tengo que verme relajada y tranquila. No alterada y sofocada por tu culpa.

Me reí entre dientes contra sus finos dedos antes de mordisqueárselos. Apartó sus manos de inmediato y frunció el ceño mientras me veía acusadoramente.

–Prométeme que te vas a comportar. – Se mordisqueó el labio inferior nerviosamente. – Necesito causar una buena impresión. Y Zoe tiene que sentirse cómoda también.

Desplacé mi mano hacia su cuello mientras que con la otra la atraje más hacia a mí. El calor de su cuerpo traspasó mi ropa y suspiré contento ante dicha sensación, esperando al mismo tiempo que el mío propio la reconfortara de alguna manera como sucedía conmigo.

–Todo saldrá bien, Fiáin. Le encantaste a la abuela y Alice no para de decirme lo amable que fuiste cuando os visteis por primera vez. Y a Jasper ya le agradas por el simple hecho de hacer que Alice esté ansiosa como una niña en Navidad. Pero, – besé su mejilla, cortando la réplica que iba a empezar a decir. – si te quedas más tranquila prometiéndote que me comportaré, lo haré. Aunque puede que saque mi encanto McCarty a pasear un poco.

Ambos reímos por mi estúpido comentario y un poco de la tensión que gobernaba los hombros de mi chica disminuyó.

–Quiero advertirte, Emmett. – Sus ojos me abandonaron momentáneamente para mirar hacia Zoe y regresar a mí de nuevo. – Quizás me salga la vena de "mamá gallina" más de la cuenta hoy. Mi hija es muy tranquila y sé que no dará problemas, pero necesito asegurarme que estará bien y que no se sentirá incómoda en un lugar nuevo. No quiero que ella tenga que pasar por algo incómodo solo porque yo desee estar en una nueva circunstancia para nuestra vida, eso no es…

Ni siquiera la dejé terminar. Tomé sus labios en un beso suave y dulce, a la espera de que le infundiera todo el sosiego que la mente acelerada de mi mujer necesitaba. Entendía a la perfección sus miedos y joder si eso no hacía que la quisiera aún más. Zoe estaba por encima de todo y no pensaba dejar que nada manchara eso para Isabella.

–Me encanta ese lado tuyo, Fiáin. Lo adoro. – Le confesé. – Y sé que esto es algo nuevo para todos, pero te aseguro que si Zoe o tú no se sienten bien con mi familia simplemente dímelo y nos iremos. Sin problemas, sin disgustos. No hay obligación, ¿entendido?

Su única respuesta fue un movimiento afirmativo con la cabeza y mordisquearse de nuevo el labio.

–Todo irá bien, Swan.

Besé su frente y me separé de ella para ponernos en marcha. Durante el desayuno, Isabella me dijo que había cocinado una empanada de atún y un par de entrantes fríos para acompañar. Moría de ganas por probarlo todo y estaba seguro que me volvería codicioso con su cocina también.

Mi chica sacó del horno la empanada y se dispuso a envolverla cuidadosamente mientras me pidió que sacara del frigorífico las fiambreras de cristal con los dos tipos de ensaladillas frías que preparó.

Zoe seguía absorta jugando con Keenan, completamente ajena a su madre y a mí. Acariciaba a mi chico mientras tarareaba con su vocecilla infantil una canción que no tenía ni idea cuál era.

–¿Se puede saber qué canción está cantando Zoe? – Le pregunté a Bella de manera susurrada.

Ella miró por encima de su hombro a su hija y sonrió mientras volvía su atención al envoltorio. Bella estaba prestando mucha cuidado a la presentación del mismo. Joder. Mi chica se estaba esforzando en causar una buena impresión en todo, aunque fuera la cosa más nimia.

–Es de la película de dibujos que vimos anoche. Es su favorita.

–Tendrás que pasarme una lista de todas ellas para saber cuáles son, Fiáin. – Me crucé de brazos mientras apoyaba mi cadera en la encimera. – Así podré aprenderme las canciones también.

Isabella dejó detenida en el aire las tijeras que sujetaba y me miró detenidamente sin pronunciar una palabra. Los segundos pasaron y antes de que pudiera decirle nada, movió su cabeza a los lados y suspiró audiblemente antes de terminar de cortar el papel.

–Cada vez es más difícil. – Susurró para sí, ajena a mi capacidad de leer los labios y tener un oído bastante fino.

Esa declaración otra vez... La misma que había hecho cuando llegué esta mañana. Fruncí el ceño y estaba a punto de interrogarla cuando Zoe habló.

–¿Ya mami? ¿Nos vamos? ¿Ya? ¿Ya?

La pequeña se había acercado a nosotros y daba suaves golpes en la pierna de su madre al tiempo que apoyaba su otra mano en la mía.

Tanto Isabella como yo miramos hacia abajo enternecidos con la actitud impaciente de Zoe.

–Sí, cariño. – Le respondió mi chica mientras acariciaba su pelo recogido en una de las coletas. – Cogemos el resto de las cosas y ya nos vamos a conocer a la abuela de Emmett.

–¿Mi motila? – Su nerviosismo por el día que nos esperaba por delante se mostraba en el constante movimiento que hacía para cambiar su peso de un pie a otro.

–Está en el salón. Si quieres, puedes ir a por ella, Zoe.

Isabella comenzó a reírse cuando vio salir disparada a su hija en busca de su macuto.

–Anoche preparamos su mochila con los juguetes que quería llevarse para hoy. Seguramente querrá enseñártelo todo después. – Me explicó aun sonriendo.

–¿Crees que me dejará jugar con ella? – Le pregunté emocionado. – La otra vez me tuve que ir y no pude hacerlo.

–Oh, por supuesto. – Bella me miró divertida. – Esta vez no te librarás tan fácilmente.

Después de eso, recogimos todo lo necesario para hoy y salimos de la casa. Isabella llevaba de la mano a Zoe entretanto yo cargaba con la comida y guiaba a Keenan con su correa.

Llegamos a mi coche y guardé en el maletero las cosas mientras Swan se encargaba de meter a mi Oso a la parte trasera del vehículo. Tras eso, mi Fiáin me dejó las llaves de su coche para recoger la silla infantil de Zoe y así poder colocarla en el mío. La vez que estuvimos en el parque fue algo inesperado y que ninguno de los dos vaticinó, pero en esta ocasión no iba a dejar a Zoe desprotegida de ninguna jodida manera.

Cuando conseguí adaptar la sillita en mi vehículo, Isabella sentó y aseguró a su hija bajo la atenta mirada de Keenan.

–¿Todo bien? – Le pregunté animado.

–Perfecto. – Me sonrió. Pero la alegría no llegó a sus ojos completamente.

Sabía que eran los nervios pero decidí darle un poco de espacio para que Isabella pudiera tomar el control de la situación. Eso la relajaría y no sentiría la necesidad de huir.

Ambos nos montamos en los asientos delanteros del automóvil y nos pusimos en marcha hacia casa de Didyme. Como era lógico, a esta hora de la mañana había mucho más tráfico que cuando salí de mi casa y sabía que tardaríamos un poco más de lo habitual. No es que estuviera quejándome al respecto, ya que eso me daba la oportunidad de pasar más tiempo a solas con mis chicas.

Zoe cantaba bajito y chocaba sus manos al ritmo de su canción mientras miraba embelesada por la ventana. Verla a través del espejo retrovisor era irreal. Quería verla ahí siempre. Era su lugar para el resto de mi vida. Además, Keenan parecía pensar lo mismo que yo, ya que había apoyado su enorme cabeza en el regazo de la pequeña y parecía encontrarse en la gloria.

Sin embargo, la postura de la mujer sentada a mi lado reflejaba todo lo contrario. Isabella miraba el paisaje con el ceño fruncido sin articular ninguna palabra. Desde que habíamos salido de su barriada, su cuerpo se mantenía en una constante tensión y apenas habíamos intercambiado un par de frases escuetas.

La rigidez y el nerviosismo se estaban apoderando de ella a cada metro que nos acercábamos a nuestro destino. Tenía sus manos entrelazadas y apretaba los dedos entre sí tanto que comenzaba a tenerlos blancos por la falta de riego sanguíneo.

Sin poderme contener más, rompí el silencio que nos gobernaba.

–Todo irá bien, Fiáin. – Le dije en un tono suave, como si estuviera tratando de calmar a un animal asustadizo.

Mi chica cuadró sus hombros y giró su rostro hacia a mí, mientras elevaba su barbilla en un gesto orgulloso.

–Eso no lo sabes con seguridad totalmente, Emmett. – Se mordió el labio y su fachada de valentía se resquebrajó un poco cuando observó los asientos traseros del vehículo. – ¿Y si no sale cómo tú esperas? Esto puede marcar un antes y un después entre nosotros. – Su voz tembló al tiempo que se apartaba un mechón de pelo de la cara que se había escapado de su pasador y trataba de volver a encerrarse en su burbuja.

En su casa había estado conteniéndose y sabía a ciencia cierta que había tratado de esconderme todo los miedos y dudas que la molestaban. No había duda de que lo hacía para no preocuparme y mi chica tonta aun parecía no entender que ella y Zoe lo eran todo para mí.

Agarré su mano y besé cada uno de sus nudillos mientras fijaba mis ojos en los suyos. Mi mujer no se apartó y se relajó un poco cuando mis labios besaron el pulso en su muñeca.

Sabía que estaba peleando con todas sus fuerzas por no dejarme afuera en estos momentos. Y eso era algo que no pensaba tirar a la basura.

–¿Confías es mí? – Le pregunté serio.

El silencio reinaba en el coche y los ojos chocolate de mi Fiáin me miraban como si estuviera contemplando mi alma. No me importaba. Era suya desde el día en que la conocí.

–Dime, Isabella. ¿Confías en mí?

Ella tomó aire y alargó su brazo para acunar mi mejilla con su mano libre. Su dedo pulgar acariciaba mi piel rasposa a causa de la barba.

De pronto, su semblante se había transformado por completo y la serenidad gobernaba en cada uno de sus rasgos.

–Solo en ti. –Susurró.

Y mi corazón se aceleró porque mi mujer había dado de nuevo un salto al vacío por mí.

Respirando profundamente, besé por última vez su mano y puse en marcha de nuevo el coche cuando cambió el semáforo. Apenas faltaban un par de manzanas para llegar.

Todo iba a salir bien.

Todo iba a salir bien.

Todo tenía que salir bien.

Cuando giré hacia la calle de mi abuela Isabella contuvo la respiración, liberándola casi de inmediato para que no me diera cuenta, pero aun así me percaté a pesar de todo. No obstante, mi chica negó levemente y se puso recta en su asiento al tiempo que cuadraba los hombros y su barbilla se elevaba de forma orgullosa.

Esa era mi Fiáin.

A pesar de los nervios o las dudas ella decidía dar un paso al frente. Y lo estaba haciendo por mí.

Por nosotros.

Apreté los labios para ocultar la sonrisa que me provocó ese pensamiento. Sin embargo, al sentir la mirada de Isabella sobre mí, traté de poner una expresión concentrada, como si estuviera totalmente atento a las maniobras de aparcar.

El peso de su mirada escrutadora era demasiado insidioso y el bufido final que lanzó cuando terminé de aparcar dejó claro que no la había engañado para nada.

–¿Lista Fiáin?

–Ni un poquito. – Me dijo a través de una sonrisa temblorosa. – Pero yo puedo. Nosotros podemos.

Joder.

Me adelanté y le di un beso sin preocuparme de nada más.

–¡Mami y Eme sí! – El chillido eufórico de Zoe me hizo separarme apresuradamente de Isabella.

Ambos nos miramos avergonzados y sonreímos antes de girarnos para observar a Zoe.

–¿Ese es tu visto bueno, Grian beag? – Le pregunté riéndome de la forma en la que daba pequeños saltos de alegría aún sentada en su sillita de seguridad.

–¡Sí! ¡Por fin! – Sus mejillas regordetas estaban completamente llenas por su increíble sonrisa inocente. – Mami y yo y Eme.

Esa respuesta provocó que mi corazón latiera desenfrenado. Desde el principio, Zoe me había aceptado bien alrededor de su madre, pero que aprobara totalmente nuestra relación era un completo regalo.

Le sonreí con el pecho hinchado de orgullo y miré de nuevo a Isabella. Ella seguía contemplando a su hija y esta vez la alegría gobernaba totalmente en su mirada.

–Para que lo sepas, McCarty. – Sus ojos se posaron en mí mientras apoyaba de lado su cabeza en el respaldo del asiento. – Eso significa que no te librarás más de jugar con mi pequeña.

Mis ojos se abrieron como platos ante lo que acababa de escuchar.

–¿Quieres decir que me está reclamando? – La miré estupefacto.

–No. – Acompañó su negativa moviendo la cabeza. – Te estamos reclamando. – Corrigió.

Oh mierda. ¿Había muerto y estaba en el cielo?

Sentí cómo mi sonrisa aparecía incontrolablemente y mis hoyuelos en las mejillas se marcaban casi de forma dolorosa.

Agarré la mano de mi mujer y besé sus nudillos sin apartar mis ojos de los suyos. Ambos sonreímos nerviosos. Este momento marcaba otro antes y después en nuestra historia.

–Soy todo vuestro, Fiáin. – Le susurré contra su suave piel. – Ahora y siempre.

Sus finos dedos apretaron mi mano y un profundo rubor adornó sus mejillas.

Ambos nos quedamos quietos, sin apenas movernos, temerosos de romper la atmósfera de euforia en la que nos encontrábamos. Sin embargo, sabíamos que tarde o temprano deberíamos movernos y entrar a la casa. Y ese momento se dio cuando Keenan se alzó y comenzó a lamer la cara de Zoe.

Tanto Isabella como yo miramos divertidos la escena y decidimos tomar ese momento para ponernos en marcha.

Cuando alcanzamos la puerta blanca de madera, miré a mi chica y ella asintió segura al tiempo que cuadraba sus hombros. Toqué el timbre, a pesar de tener las llaves conmigo, para que de esta forma la presentación con Zoe fuera un poco menos sofocante ya que no sería dentro de una casa totalmente desconocida para ella.

La voz dulce de mi abuela sonó a lo lejos y sus pasos amortiguados precedieron los instantes previos a la abertura de la puerta. Sus ojos sabios me observaron ansiosos y cómplices antes de que su mirada se posara en la mujer parada a mi lado.

–Ahí estás, cariño. – La saludó suavemente antes de acercarse a ella y acariciar su rostro momentáneamente. – Tenía tantas ganas de volver a verte, Bella.

–Hola, Didyme. – Le sonrió mi Fiáin. – Me alegra estar aquí de nuevo.

–Mi casa estará abierta para ti siempre. – Una sonrisa maternal se dibujó en el rostro arrugado de mi abuela.

La complicidad que había entre ellas era más que evidente, a pesar de que se habían visto apenas una vez. Y eso era algo que me encantaba. Isabella y Didyme eran almas afines y estaba más que satisfecho por saber que ambas estaban a mi lado.

Sin embargo, mi felicidad se estaba un poco nublada debido a la prueba de fuego que iba a tener lugar en unos instantes. Mi abuela miró hacia abajo, donde Bella tenía enredada su mano con la de su hija. Los ojos astutos de mi Mhaimeo alcanzaron a la pequeña e inmediatamente la ternura gobernó en todos sus gestos.

–Didyme, te presento a mi hija Zoe. – La voz de Isabella era suave y clara, llena de un cariño maternal feroz.

–Hola Zoe. – Mi abuela sonrió dulcemente. – Estoy encantada de conocerte, corazón.

La pequeña dio un paso adelante, todavía agarrando la mano de su madre, y miró silenciosamente a Didyme mientras su cabeza se inclinaba a un lado. Parecía que estaba analizando a mi Mhaimeo, evaluándola de una manera que apenas tenía sentido que una niña de su edad hiciera. Sus ojos marrones oscuros, tan semejantes a los de su madre, observaron a mi abuela por unos interminables diez segundos antes de que una sonrisa perspicaz emergiera en su dulce rostro.

–¿Abu de Eme? – Preguntó, y antes de que Didyme pudiera responder, la Osezna declaró: – Eres uena.

Me reí entre dientes cuando ambas mujeres miraron sorprendidas a la pequeña. Zoe era una niña bastante inteligente e intuitiva y estaba más que claro que tenía un sexto sentido para conocer a la gente.

Joder. Este sentimiento de orgullo era difícil de eludir, pero estaba más que claro que no pensaba hacerlo. Zoe era maravillosa.

Cuando Isabella salió de su estupor, tomó a su hija en brazos y le dio un beso en su mejilla regordeta.

–Sí, cariño. – Le respondió sonriendo. – Ella es Didyme, la abuela de Emmett.

Zoe frunció el ceño ante la mención del nombre de mi Mhaimeo. Era más que evidente que estaba tratando de descifrar cómo decir un nombre tan complejo. Si el mío apenas lo decía bien, el de mi abuela sería un reto para una cosita tan pequeña como ella.

Iyme. – Dijo tras unos breves segundos. Su pequeño ceño se hizo aún más pronunciado cuando habló y estaba claro que no le había gustado como lo había dicho.

El rostro de Zoe era como un libro abierto. Podías leer completamente todo lo que sentía y era algo tan natural y adorable que me tenía embelesado. Esperaba que en unos años pudiera seguir leyéndola tan claramente como lo hacía ahora. Aunque estaba seguro que eso no ocurriría cuando ella llegara a la adolescencia.

Oh, joder. No. Eso sí que no. No podía ir todavía a cuando fuera mayor. No estaba preparado. No. Absolutamente no.

La risa musical de mi abuela me sacó de mi ensoñación y volví a prestar atención a mis tres chicas favoritas.

–Si quieres… – Didyme desvió brevemente la mirada hacia Isabella, la cual asintió casi imperceptiblemente. ¿Estaban ya en ese punto en el que podían hablar sin decir una palabra? Esto debía ser cosas de madres. ¿Cómo demonios hacían eso? – Puedes decirme abuela, es mucho más fácil que mi nombre.

Zoe la miró maravillada y una enorme sonrisa apareció a la vez que empezó a zarandear sus pequeños pies a ambos lados de la cadera de su madre.

–¡Sí! – Chilló contenta. – Abu Iyme. – Luego giró la cabeza y miró a su madre feliz. – Abu Charlie y abu Iyme.

Zoe seguía obstinada en decir el nombre de mi abuela y eso me hizo reír más aún. La perseverancia y terquedad de su madre había pasado a la siguiente generación sin problemas.

–Sí, cariño. – Le sonrió en respuesta Isabella. – Didyme es como el abuelo Charlie. Puedes llamarla así.

Didyme me miró brevemente, sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos brillaban sin parar. Sabía que la mirada que me estaba dando indicaba que tenía que decirme algo importante y estaba más que seguro que en cuanto estuviéramos solos lo haría.

Mhaimeo nos invitó a pasar. Isabella entró, cargando todavía a Zoe y guiando a Keenan con su correa. Mi chico tenía claro su destino y tiró de ella sin dudar. Bella lo miró divertida, tratando en vano de detener a mi Oso. Era evidente que mi mujer no quería moverse sin permiso por la casa.

–Está bien, Bella. – Le dijo divertida mi abuela, leyendo la indecisión de ella en sus gestos. – Mi casa es la tuya. Aunque creo que ese enorme perro consentido quiere ir directamente al jardín.

Isabella sonrió agradecida y siguió el camino indicado por Keenan, perdiéndose los tres por la puerta del salón.

Didyme me miró con los brazos en jarras y una enorme sonrisa de oreja a oreja.

–Oh, Emmett. – Su voz estaba impregnada de pura alegría. – Cuando pensaba que no podía morir más de amor me traes a esas dos encantadoras chicas a nuestra vida. Estoy tan feliz. – Negó con la cabeza, como si estuviera tratando de despejar la mente de la bruma de dicha. – Pero tan, tan feliz por ti. Vamos a la cocina para que dejes toda esa comida. Al final no has podido resistirte en traer más cosas, ¿eh, niño?

–No he sido yo, Mhaimeo. – Le dije divertido por su ataque tanto de satisfacción como de riña. – Todo esto lo preparó mi Fiáin.

Ambos caminamos hacia la cocina, donde pude dejar la empanada sobre la encimera y las ensaladas en el frigorífico. Mi abuela se había apoyado contra el marco de la puerta y me miraba con ojos repletos de perspicacia.

–Cuando vi por primera vez a Bella supe que ella era para ti, que era lo que buscabas sin siquiera saberlo. Es lo que necesitas. – Su anciana voz estaba cargada de sentimiento y eso denotaba que un nudo en la garganta no la dejaba hablar sin llegar a emocionarse. – Y ahora que conozco a su hija, que he visto a Zoe… Oh Dios, Emmett. Tenemos que hacerlas unas McCarty. ¡Te lo exijo, niño!

Me reí acongojado de la dulzura de mi abuela mientras me acercaba a ella y la rodeaba con mis brazos.

–Yo también quiero eso, Mhaimeo. – Le susurré contra su cabello gris. – Pero recuerda lo que me dijiste una vez: ir con pies de plomo. Poco a poco.

Mi abuela suspiró contra mi pecho y luego apartó el rostro para mirarme desde su pequeña altura.

–Sé que lo harás bien. Lo noto en mis huesos. – Me reí entre dientes ante su declaración. A veces mi abuela podía sonar como una bruja sabia. – No te burles de esta vieja, McCarty. – Me amonestó.

–Jamás se me ocurriría. – Besé su sien y la estreché más fuerte. – ¿Qué me dices de Zoe? ¿Linda, verdad?

–Dios mío, cariño. Es adorable. – Energía rebosante y exaltada zumbaba por su frágil cuerpo. – Esa pequeña va a conseguir de mí más que todo lo que me sonsacasteis Alice y tú de niños.

Me carcajeé sin contención al tiempo que su risa se unió a la mía.

–Ese pelo rizado, esas mejillas regordetas y sonrisa inocente me han dejado loca. ¡Es encantadora! – Suspiró extasiada. – Y esos ojos oscuros audaces e intuitivos… Por el amor de Dios, niño. Me ha ganado del todo y ni siquiera he pasado diez minutos con ella. ¿Cómo lo haces para resistir tanta dulzura? ¿Cómo demonios lo hace tu mujer?

Mi risa sonó fuerte en toda la cocina, estando seguro que incluso afuera Isabella me habría escuchado reírme. Me separé de mi abuela mientras agarraba sus manos y besaba sus nudillos. Esas manos que siempre habían cuidado de mí y que todavía lo seguían haciendo.

–Eso mismo me pregunto yo cada vez que he estado con ellas. – exhalé quejumbroso. – Casi he estado a punto de no traerlas hoy y quedarme con ellas en su casa. Todas para mí solo.

–¡Ni en broma, niño! – Mi abuela era una fuerza de la naturaleza en su baja estatura, refulgiendo indignación en sus gestos. – En el día de hoy nos pertenecen a Alice y a mí. ¡Ni se te ocurra volver a quitárnoslas!

–Está bien, Mhaimeo. – Le dije divertido por su irritación. En momentos así, era más que evidente de dónde había sacado Alice su carácter. – Hoy Isabella y Zoe son de todos nosotros.

Después de eso, ambos tomando rumbo hacia el jardín trasero. Isabella había liberado a Keenan de su correa y éste había ido directo a husmear la casita montable que había construido para Zoe. No obstante, mi chica se había sentado con su hija sobre sus rodillas y estaban sacando algunos juguetes de su mochila infantil, dejándolos colocados en la mesa de madera oscura.

En el momento justo que mi Mhaimeo salió por la puerta, vi cómo Isabella giraba su rostro en dirección a la tienda de campaña y mordía su labio reiteradamente. Fruncí el ceño al ver la indecisión marcada en sus rasgos, como si no estuviera segura de que ese juguete fuera para su hija. Y entonces caí en lo idiota que había sido por no avisarla de antemano.

Isabella nunca daba nada por hecho. Nunca.

–Ya veo que mi Oso no ha podido resistirse y se ha adelantado a Zoe para ver su regalo. – Dije cuando llegué a su altura.

Didyme se había sentado al lado de mi mujer y estaba hablando con Zoe acerca de sus juguetes. La pequeña estaba feliz de enseñarle todos y de presentarle uno a uno como hizo conmigo cuando desayuné en su casa por primera vez.

Bella alzó su cabeza bruscamente y me miró contrariada.

–¿Qué? – Su voz salió ahogada, apenas un susurro audible.

–Monté ayer esa casita de campaña para que Zoe pudiera jugar en ella hoy. – Le dije serio. No quería ponerme ninguna medalla, pero necesitaba que Isabella supiera cuán importante era para mí que tanto ella como Zoe se sintieran a gusto con mi familia. – ¿Para quién crees que era? ¿Para mi hermana? – Pregunté con un deje de diversión. Esto era importante pero tampoco quería que Bella se sintiera en la obligación de aceptar algo.

Las aletas de su nariz se dilataron cuando aspiró profundamente aire. Sus ojos se habían abierto como platos y sus labios carnosos se separaron cuando aspiró aceleradamente de nuevo.

Oh, mierda. ¿No la habría cagado verdad?

Su mirada se apartó de mí y se centró en Zoe. Una máscara de alegría se colocó en su rostro y trató de aclararse la garganta antes de hablar.

–Zoe, cielo. – Llamó a su hija. Inmediatamente ésta desvió su atención hacia su madre y la miraba fijamente. – Emmett te tiene una sorpresa.

La pequeña giró su torso hacia mí mientras aún seguía sentada sobre las rodillas de mi Fiáin. Sus expresivos ojos me observaron ilusionados y llenos de expectación.

–Ven conmigo, Grian beag. – Le ofrecí mi mano mientras la llamé. – Vamos a ver tu regalo.

Zoe rápidamente se bajó de su madre y agarró mi mano, la cual, en comparación con la suya, era enorme. Sentí a mi corazón apretarse ante la sensación de su plena confianza en mí. Ni siquiera había dudado un segundo en agarrarse a mí y eso no era algo que debía dejarse a un lado así como así.

Mientras nos pusimos en marcha, escuché a mi abuela animar a Isabella para que vinera con nosotros. Ambas mujeres se movieron y siguieron nuestra estela. Entretanto, Keenan al verme acercarme, se sentó sobre sus cuartos traseros y su cola se zarandeaba sin parar de un lado a otro. Por lo visto, yo no era el único que estaba ansioso.

Sentí a Zoe intentar moverse más rápido cuando sus ojos se posaron sobre la tienda. Sus pequeñas piernas trataban de correr y su mano tiraba de la mía instándome a ir más deprisa. Me reí sin poder evitarlo y dejé que ella marcara aún más el ritmo de nuestra corta caminata.

Cuando alcanzamos el frente de la casita de campaña en forma de castillo todos nos quedamos quietos. Zoe la observaba con fascinación mientras yo la miraba a ella. Sentí a mi abuela colocarse a mi lado, al tiempo que Isabella lo hacía junto a su hija.

La suave mano de la pequeña dio un ligero tirón de la mía y sus ojos oscuros me miraban repletos de alegría.

–¿Casita mía, Eme?

–Toda tuya, Osezna. – Le dije divertido.

Un ligero chillido sonó justo antes de que Zoe se lanzara hacia la puerta de la tienda. Sus manitas tocaban la tela y su risa era contagiosa.

–¡Mira, mami! – Rio feliz al tiempo que llamaba a su madre. – Eme hizo una casa de pinsesa. ¡Pa mí!

Isabella se unió a las risas de su hija y se acercó un poco mientras Zoe daba una vuelta alrededor de la tienda de campaña. Swan entretanto, separaba los velcros de la puerta de la misma para que, cuando terminara de completar el paseo, su hija pudiera entrar al interior.

Sentí la frágil mano de mi abuela apoyarse sobre mi brazo. Giré la cabeza en su dirección y asintió contenta mientras sonreía.

–Te dije que le iba a encantar. – Me susurró. – Mira lo feliz que está la pequeña.

Las coletas de Zoe se movían a todos lados mientras ella corría hacia la entrada de la casita.

–Vamos, cariño. – La apremió su madre. – Puedes entrar.

Zoe volvió a chillar cuando entró dentro. Isabella se arrodilló en la entrada y metió levemente su cuerpo dentro para ver qué le pasaba.

–Oh Dios mío. – La oí murmurar.

Por lo visto ya habían encontrado los numerosos cojines y el mini sillón de espuma que Mhaimeo y yo elaboramos ayer.

La abuela y yo nos sonreímos cuando escuchamos a mi chica y la risa cantarina de Zoe era contagiosa.

–¡Mami, mira! ¡Mira! – La emoción de la pequeña era más que palpable. – ¡Tengo un sillón! ¡Es tan onito!

Oh joder. Tenía la intuición de que le iba a gustar, pero esta reacción era mil veces mejor de lo que realmente había esperado.

Sin embargo, mi felicidad se vio ligeramente opacada cuando vi la expresión en blanco de mi mujer. Ella se levantó y se giró hacia nosotros. Su rostro estaba completamente vacío y su mirada estaba llena de cientos de sentimientos, los cuales variaban de un segundo a otro.

–Yo, um… – Empezó a decir. Su voz salió estrangulada y apenas era capaz de mirarme. – Yo necesito ir un momento al baño. – Sus ojos estaban fijos en un punto detrás de mí. – ¿Podéis quedaros con Zoe?

–Por supuesto, cariño. – Respondió rápidamente mi abuela. – Ve. Nosotros nos encargamos.

Sin siquiera esperar un segundo más, Isabella salió disparada hacia el interior de la casa.

Mhaimeo, ¿puedes vigilar …

Ni siquiera llegué a terminar la pregunta.

–Estate tranquilo, Emmett. – Me interrumpió Didyme. – Keenan y yo nos quedamos atentos a Zoe.

Caminé despacio hacia la casa. Quería darle algo de espacio a Fiáin pero al mismo tiempo ansiaba con todas mis fuerzas saber qué estaba pasando.

Isabella no estaba en el aseo más cercano al jardín trasero. Tampoco en la cocina ni en el salón. Cada vez más preocupado por la situación, fui hacia el cuarto de costura de mi abuela.

Y allí estaba ella en mitad de la habitación.

Swan estaba de espaldas a la puerta, observando la máquina de coser que mi abuela tenía a la derecha del cuarto, así como viendo los distintos patrones enmarcados que Didyme me había hecho colgar para ella. La habitación reflejaba por completo la esencia de mi abuela y en cada pequeño detalle, se podía apreciar un fragmento de su personalidad.

–¿Fiáin? – Pregunté intranquilo.

La espalda de mi chica se tensó y sus hombros se cuadraron cuando escuchó mi voz. Lentamente se giró y su rostro estaba totalmente serio, con una mirada tan decidida que me dejó bloqueado. Nunca había visto antes esa expresión en ella.

Antes siquiera de que fuera capaz de decir algo más, Isabella salió corriendo hacia a mí, abalanzándose contra mi cuerpo y rodeando mi torso con sus brazos. Hundió su rostro en mi pecho y me abrazó tan fuerte como su fuerza física se lo permitía.

No dudé ni un instante. La envolví con mis brazos y la acerqué más a mi cuerpo, como si eso fuera posible aún dado como ya estábamos. Enterré mi nariz en su cabello y aspiré su delicioso aroma afrutado. La esencia de Isabella siempre era embriagadora y adictiva.

Ninguno de los dos dijo absolutamente nada. A pesar de tener mil preguntas que hacerle, sabía que Isabella necesitaba tiempo y era algo que podía darle. Había sido incapaz de dejarla sola, pero al menos trataría de darle su espacio hasta que estuviera preparada.

Así que, cuando el reloj de cuco de mi Mhaimeo colgado en la pared marcó la hora, Bella movió ligeramente su cabeza y depositó un beso en la piel expuesta de mi pecho, allí donde el cuello de mi camiseta blanca terminaba en pico. El calor de su respiración provocó un escalofrío por todo mi cuerpo y sus labios volvieron a besarme, siguiendo la línea de la camiseta.

–Lo que has hecho, Emmett… – Su voz sonó extremadamente ronca, ahogada y lejana. Era como si ella estuviera cientos de kilómetros de aquí. – Es increíble.

–No ha sido nada, Fiáin. – Le dije contra su cabeza. Ella aún seguía prodigando pequeños besos en mi cuello. – Quería que Zoe se sintiera a gusto. Ella iba a estar rodeada de adultos durante todo el día y necesitaba que fuera feliz aquí.

–Y ya lo es. – Su aliento acariciaba mi piel. – Y todo es gracias a ti.

Todo su cuerpo tembló cuando terminó de hablar y sus manos acariciaron mi espalda arriba y abajo. Parecía como si tratara de calmarme, pero era evidente que a quien trataba de calmar era a ella misma.

Inclinó su cabeza hacia atrás, dejando que por fin nuestras miradas volvieran a conectarse.

–Todavía no estoy preparada para decirlo. – Susurró. – No en voz alta al menos. Pero necesito que sepas que tú, Emmett McCarty, estás y estarás siempre aquí.

Su mano viajó por mi cuerpo hasta que tocó mi pecho y luego la colocó sobre el suyo propio, a la altura de su corazón.

Aspiré bruscamente cuando me di cuenta de lo que estaba diciendo, así como todo aquello no manifestaba en voz alta. Lo que sus palabras y su gesto implicaban era…

Oh, joder.

Joder. Joder. Joder.

Ni siquiera pensé en lo que hacía. Me agaché y tomé sus labios en un beso que no tenía ni principio ni final. Empezaba en Isabella y terminaba en ella. El fuego abrasador que sentía en mi interior se veía reflejado en la forma en que tomaba sus labios, en cómo mi lengua bailaba con la suya y en cómo nuestras respiraciones daban el aire para que el otro pudiera vivir.

–No necesito las palabras, Isabella. – Le dije cuando nos separamos violentamente. Tenía que decírselo. Mi mujer se había abierto por completo a mí y necesitaba estar a su altura. Ella lo era todo. Todo. – Tu nombre está grabado en mi corazón desde el día en que tus ojos me miraron. Soy tuyo, Isabella Swan. Ayer, hoy y mañana. Mi futuro eres tú.


Me muero. Estos dos niños me van a matar un día de estos.

¿Qué les ha parecido? Sinceramente me ha encantado escribir este capi, tanto por Didyme y Zoe, como por mis dos chicos.

Espero que les haya gustado. ¿Me diréis que opináis? Adoro leer todo lo que pensáis.

Quería dar las gracias a todas las chicas que dieron a seguir y a favoritos a la historia y a mí durante este tiempo. También quería agradeceros todo el cariño y el apoyo que me dais, así como la infinita paciencia que me tenéis.

Gracias de verdad.

Gracias por los comentarios a: , LuAnKa (x2), ConstanzaDiaz, glow0718, Alejandra221196, PamMalfoyBlack, alejandra1987, cavendano13, lyzleermipasion, mican, solecitopucheta, alejandra1987 (x8), Yoliki, monicacullenwhitlock, RoxySanchez, LaPekeeCullen (no tengo un tiempo fijo de actuaización, pero intento actualizar tan rápido como termino los capis), SritaMaddox2613, shamyx, Claurebel.

Me encanta leeros, así que no dudéis en dar vuestra opinión.

Nos leemos pronto.

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