Aquí está el capítulo nuevo, recién salido del horno.
Esperaba haber podido actualizar el fin de semana pasado, pero a causa de varios asuntos me fue imposible, por lo que solo pude darles un pequeño adelanto en mi página de Facebook (si alguna está interesada en ella, puede encontrarme con el mismo nombre que aquí).
Debido a este retraso, he decidido que el capítulo sea más largo de lo que normalmente suelo imponerme. Así que espero que les guste.
La mayoría de los personajes pertenecen a Stephanie Meyer.
¡A leer!
CAPÍTULO 18
Bella
Estaba haciendo un día maravilloso. El Sol se había alzado por completo y ni siquiera había alguna nube desperdigada por el cielo. Cerré los ojos extasiada e incliné la cabeza hacia atrás. Sentir los rayos del Sol en la piel se sentían demasiado bien, especialmente después de haber estado tan emocionalmente expuesta.
Suspiré y me acomodé un poco más en la silla, apoyando la cabeza en el respaldo mientras seguía manteniendo los ojos cerrados. A mi lado se encontraba sentada silenciosamente Didyme, entretenida bordando un intrincado dibujo en una tela blanca.
Las risas alegres de Zoe y Emmett sonaron a lo lejos, provocando que abriera los ojos y parpadeara varias veces para volver a enfocar correctamente. Ambos se encontraban en el césped jugando. Mi hija estaba sentada en la puerta de su tienda campaña personalizada agarrando, una tetera rosa mientras que McCarty estaba ubicado en frente de ella, con sus piernas completamente estiradas, sosteniendo una taza de té celeste de juguete. Los dos reían contentos y ajenos a cualquier otra cosa.
Mi corazón dio un vuelco en mi pecho cuando vi a Emmett llevarse la taza sus labios con su dedo meñique estirado tal y como le estaba explicando mi pequeña. Sonreí enternecida ante la imagen y apresuradamente me mordí el labio ante la inmensidad de sentimientos que dicha escena me provocaba. Se veían tan bien juntos, tan felices y compenetrados que sería imposible que ambos fueran capaces de vivir alejados el del otro alguna vez.
Teniendo cuidado de no llamar mucho la atención, saqué mi móvil del bolsillo trasero del pantalón y les hice varias fotos, estando más que segura de que una de ellas terminaría como fondo de pantalla.
–Zoe es adorable, Bella. – La voz sabia de Didyme llamó mi atención.
Ella seguía atenta a su costura, con sus gafas ligeramente resbaladas por su nariz y sus manos decididas creando algo hermoso. Quien la viera así de primeras pensaría que solamente estaba prestando atención a su confección pero era más que evidente que la abuela de Emmett estaba al pendiente de todo.
–Sí, muchísimo. – Le respondí sonriendo. – A veces resulta muy difícil negarle algo.
Didyme sonrió y abandonó su costura, dejando la aguja enzarzada en la tela y ésta puesta en su regazo. Sus ojos me observaron divertidos por encima de sus gafas de cerca.
–Eso mismo me ocurrió cuando mi Erin era pequeña. Por suerte Noah sabía intervenir para que nuestra niña no se saliera con la suya. – Los recuerdos navegaron por su mirada cuando hizo mención de su marido y de la madre de Emmett. – Gracias a lo que se aprende con los años, pude tomar ese papel cuando nacieron mis nietos. – Ambas reímos cómplices ante su declaración. – Tendrías que haber visto a Alice y a Emmett de pequeños, Bella. Cuando los dos se confabulaban para lograr algo, era una batalla de voluntades extrema.
–Me lo puedo llegar a imaginar. – Le dije divertida.
Ambas guardamos silencio unos instantes mientras contemplábamos jugar a mi hija y a McCarty. Keenan estaba sentado todo recto junto a Zoe, como si fuera su guardián personal.
–Zoe se parece bastante a ti.
–A su edad era exactamente igual a ella. – Le dije enternecida. – Salvo por la nariz. Ella ha sacado esa nariz chata y graciosa de mi padre.
–Todo en ella grita que es completamente tuya. Como dos gotas de agua.
Giré la cabeza en su dirección y su rostro observaba a Zoe completamente embelesada. Tragué duro y asentí silenciosamente.
–Zoe es totalmente mía. En todos los sentidos. Antes y ahora.
Didyme alargó su brazo y apretó mi mano cariñosamente mientras me miraba comprensiva. Ella había entendido completamente lo que había querido decir.
–Estar presente en la vida de un hijo es un regalo que no muchos padres tienen el derecho de merecer. – Su voz dulce y suave me envolvía con cada palabra que decía. – Una persona tan inocente como un niño solo merece cariño y amor. Y eso es lo que veo cada vez que observo a Zoe. Le das todo eso a la pequeña, Bella.
–A veces no sé si es suficiente, Didyme. – Le confesé, nunca había sido capaz de explicar esto a alguien más aparte a de Rosalie. Era angustiante a la par que liberador.
–Mírala, cariño. – Me alentó con un ligero apretón en la mano. – Mírala.
Tragué pesado y giré mi rostro hacia donde estaban McCarty y Zoe. Keenan se había movido y acababa de tumbarse justo en el medio de los dos, aplastando todo los platos y tazas de juguetes que habían colocado en el césped. Zoe, lejos de molestarse, empezó a reírse y se lanzó sobre el perro, enterrando su cara en el pelaje del animal. Por otro lado, McCarty acarició la cabeza de su Oso y negó reiteradamente a un lado y a otro.
–¿Ves lo que yo veo? – Me preguntó susurrando. Ella continuó hablando sin esperar mi respuesta. – Veo a una niña feliz y alegre, que disfruta de lo que tiene y que ve la bondad en lo que la rodea. Y eso es gracias a ti.
La miré y le ofrecí una pequeña sonrisa tímida. Sentía mis ojos llorosos, casi a punto de dejar escapar las lágrimas. Hoy estaba resultando ser un día de muchas confesiones.
–Lo estás haciendo bien, Bella. Nunca dudes de ello.
Asentí en silencio y ambas nos quedamos calladas durante unos minutos. La profundidad de la conversación que acabábamos de tener era un enorme peso extraído de mi pecho. Didyme era una mujer increíblemente sabia y que alguien como yo fuera la receptora de esas afirmaciones me tenía al borde del abismo.
–Parece tan irreal. – Le susurré.
Tenía miedo de decir en voz alta todo aquello que me aterraba. Emmett y Zoe juntos era el epítome de mi felicidad absoluta y me daba pánico que eso se viera destruido o dañado por cualquier cosa.
–Verlos así. – Aspiré profundo y continué. – Nunca creí poder ofrecerle esto a mi hija.
En ese mismo momento, Emmett tomó por las axilas a Zoe y la sentó sobre su muslo estirado mientras rodeaba su pequeño cuerpo con su fuerte brazo. Mi niña sonrió y se inclinó hacia atrás, dejando caer todo su peso en McCarty al tiempo que ambos se disponían a acariciar a un Keenan perezoso y mimado que estaba panza arriba.
Ver la acción de Zoe hizo que me diera cuenta de algo crucial: ella confiaba totalmente en Emmett. Él estaba convirtiéndose en alguien fundamental para ella, alguien que estaba transformándose en la figura paternal fija que nunca tuvo.
Mi boca se secó por completo y apreté fuertemente los apoyabrazos de la silla. Zoe siempre había sido una niña alegre y nunca había mostrado ninguna carencia a causa de no tener un padre. Sin embargo, verla con Emmett hacía que todas las decisiones que había tomado para protegerla las cuestionara angustiosamente. ¿Había sido demasiado egoísta? ¿Mi lado protector había sobrepasado el límite?
Respiré profundo y conté mentalmente hasta diez.
La alternativa de pensar en Félix como padre estuvo siempre completamente descartada. Él no era una buena persona y no pensaba dejar que su veneno ensuciara en ningún momento la felicidad de mi hija. Un hombre como él no podía estar cerca de alguien tan dulce como Zoe.
Sin embargo, Emmett… Él era totalmente lo opuesto e hizo que mi plan de no tener nunca más una vida amorosa se hubiera esfumado en apenas unos meses. Además, Zoe se veía tan feliz con él, tan cómoda y confiada que era inconcebible separarlos nunca más. Como ella había dicho en el coche cuando llegamos a casa de Didyme, ahora éramos tres y no solamente una familia de dos.
Zoe, Emmett y yo.
Esa declaración era tan clara y certera como la luz del día. No obstante, también me generaba cientos de inseguridades al respecto.
–¿Crees que para Emmett será alguna vez demasiado? – Didyme y yo nos miramos sin pestañear, ambas sopesando mis palabras. – No podría soportar ser la culpable de hacerlo sentir atrapado.
Parecía una pregunta a la ligera pero tenía una profundidad tal que hacerla en voz alta mostraba todos mis miedos. ¿Y si McCarty alguna vez se sentía con la obligación de cumplir con nosotras? ¿Y si no fuera porque quisiera?
Mordí mi labio inferior cuando lo sentí temblar. Mi cabeza estaba dándole vueltas a demasiados detalles y eso llevaba a que confesara más cosas de las que quería.
–Bella, mi nieto y tú lleváis juntos algunos meses. – Su expresión era totalmente seria y su tono de voz no dejaba oportunidad para cuestionar absolutamente nada. – Creo que has llegado a conocerlo bastante bien. ¿De verdad piensas que mi Emmett haría algo que no quisiera? ¿Que no sería sincero respecto a lo que siente?
–No. Él nunca haría eso. Pero Didyme, si él tal vez…
–Oh, niña cabezota. – Me interrumpió mientras sonreía de oreja a oreja. – Mi nieto ya me había advertido de que eras más testaruda de lo que yo me imaginaba. – Se quitó las gafas, colgándolas del cuello de su camisa beige. – Mi muchacho seguramente me va a reñir por decirte esto, pero me da exactamente igual. – Su mirada era pícara cuando confesó eso y no pude evitar sonreír un poco. – Emmett os quiere a ti y a Zoe en su vida. Para siempre, Bella. Para el resto de su vida.
Aspiré profundo ante su declaración. Aunque McCarty me había confesado momentos antes en la habitación de costura que estaba en su futuro, que su abuela lo confirmara era algo que lo hacía mucho más veraz, más real. Él había dado a conocer sus intenciones a alguien más, a alguien fuera de nuestra relación. Nada más y nada menos que a su abuela. Y ese simple gesto implicaba una trascendencia tan notoria y alarmante que era imposible de eludir.
–Si todavía no te ha intentado poner un anillo en tu dedo anular ha sido porque sabe que tú necesitas ir despacio y tener tu tiempo. – Abrí los ojos como platos ante lo que acababa de decir. ¿Qué demonios? – Si no… Tu apellido en estos momentos sería McCarty. No tengo ninguna duda de ello.
–Oh Dios mío. ¿De verdad? – Fue lo único que fui capaz de responder junto con un intenso sonrojo de mi rostro.
Didyme comenzó a reírse a carcajadas, inclinando su cabeza hacia atrás e incluso agarrándose el estómago con sus manos.
–Ay, Bella. – Pequeñas lágrimas brillaban en los rabillos de sus ojos mientras continuaba riendo un poco más calmada. – Te he pillado, cielo. Esa expresión que tienes reflejada en estos momentos me dice que la idea de estar unida a mi chico hermoso te aterra pero al mismo tiempo te encanta.
Sentí mis mejillas arder muchísimo más fuerte aún y tapé mi cara con mis manos mientras escuchaba reírse de nuevo a Didyme.
–Eres terrible, Didyme. – Le dije cuando volví a dejar mi rostro al descubierto. – No puedes confesar algo así y esperar a que no reaccione de ninguna manera.
Ella simplemente sonrió de lado y cruzó sus piernas enfundadas en un pantalón marrón oscuro de una forma tan presumida que no pude evitar sonreír un poco.
–Cariño, soy su abuela. Tengo que ponerte a prueba de vez en cuando para saber que mi chico está en buenas manos.
–Nuestro chico, Didyme. – Declaré con seguridad. Necesitaba que ella entendiera que Emmett ya no solo le pertenecía a ella y a Alice, sino que también lo era de Zoe y mío.
La mirada risueña de Didyme se atenuó hasta dar paso a una que reflejaba claramente la comprensión de lo que acababa de decir, así como un deje de quietud al escucharme, como si hubiera corroborado algo que ya sabía.
–Tu nieto tiene un pedazo de mi corazón. – Añadí.
Didyme volvió a tomar mi mano entre las suyas para darle un suave apretón reconfortante. Sabía que ella entendía.
–Mi Emmett está loco por ti y por tu niña, Bella. No dudes nunca de él.
Ella me miró con un poco de incertidumbre y suspiró cansada.
–Él y su hermana sufrieron bastante cuando su madre falleció y solo nos tuvieron a Noah y a mí. – Didyme tragó duro mientras bajaba la voz. – Alice no llegó a notarlo tanto porque era más pequeña cuando sucedió, pero Emmett era ya un poco más mayor y estaba muy apegado a mi Erin.
Sus manos temblaron contra la mía y cambiamos los papeles. Tomé las suyas entre mis manos y las apreté suavemente para infundirle tranquilidad.
–Mi nieto lo pasó mal y tuvo que crecer antes de tiempo. Su madre falleció y su padre los abandonó de una forma cruel en el momento que más lo necesitaban. Eso no es algo que un niño pueda digerir con facilidad.
Mi corazón se rompió ante la idea de un Emmett pequeño llorando por la ausencia de su madre sin tener el consuelo de su padre. Mi sangre hervía al pensar en ese hombre que no supo cuidar a su familia, que abandonó a esos dos niños en el momento que más lo necesitaban. Sin embargo, sabía que todavía había mucho más por averiguar, que esto solamente era la punta del iceberg y que, cuando Emmett estuviera listo, conocería el resto de la historia.
Solo cuando él quisiera.
Una vez me dijo que también tenía esqueletos en el armario y ahora comprendía que uno de ellos tenía el nombre de su padre.
–Todavía era un niño, pero muchas veces sus ojos grises miraban al horizonte como si fuera un hombre esperando algo.
Ella miró en dirección al jardín, contemplando momentáneamente a Emmett y a Zoe. Los dos jugaban totalmente ajenos a nuestra dura conversación.
–En innumerables ocasiones pedí al cielo por mi chico. Él solo merece felicidad. – Me miró esperanzada y con una expresión repleta de secretos. – Y su Fiáin lo hace feliz.
–¿De verdad? – Pregunté tímida.
Dios… Hoy estaba comportándome como una auténtica chica insegura. Si me viera Rosalie no lo creería.
–Oh, querida niña. No te haces una idea. – Me dijo complacida. – La sonrisa verdadera de mi Emmett es más frecuente y real desde que te conoció. Había llegado a un punto en el que Alice y yo estábamos bastante preocupadas. Siempre nos anteponía por encima de todo, dejando para lo último su propio bienestar. Era algo agónico presenciar eso.
Ella suspiró e hizo una mueca al recordar ese tiempo.
–Una abuela no puede consentir eso, Bella. – Me dijo enfurruñada. Me reí internamente, evitando que se reflejara en mi rostro. No era un tema divertido, pero ver la expresión aniñada y malhumorada de Didyme era gracioso. – Así que cuando vi un ligero cambio en sus ojos de tormenta, supe que mis ruegos fueron escuchados. – Su sonrisa era deslumbrante y contagiosa. – Y aquí estás.
Ambas reímos cómplices y emocionadas. Emmett y yo era una historia que cada día podía ver con más claridad que era algo inminente e imposible de eludir.
–Y no pienso irme, Didyme. – Le prometí. – No puedo. Ya no. Emmett es mío y yo de él. No hay verdad más absoluta.
–¿Puede saberse de que estáis hablando vosotras dos? – La voz grave de Emmett nos sobresaltó a ambas.
Tanto Didyme como yo miramos en su dirección. McCarty se encontraba aproximándose a nosotras, apenas a un par de metros de distancia de nuestro sitio al sol. Traía en brazos a Zoe, al tiempo que Keenan iba a su lado mirando de vez en cuando hacia arriba para ver a mi niña. Era indudable el sentido protector de San Bernardo con ella, parecía haberse convertido en su guardián personal.
–Cosas de mujeres, niño. No tienes porqué saber. – Le respondió su abuela mientras sonreía engreídamente.
Los ojos de Emmett buscaron los míos y mi única respuesta fue sonreírle inocentemente. Él arqueó una ceja entretanto la comisura de sus labios ascendía levemente. Sabía perfectamente que estábamos hablando de él y que, obviamente, no iba a conseguir saber qué decíamos.
–¿Deberíamos preocuparnos Zoe y yo? – movió su brazo para hacer botar a mi hija, la cual rió mientras se agarraba de la camiseta blanca que él llevaba.
–¿Oh? ¿Has hecho algo por lo que deberías preocuparte si nos enteramos? – Le pregunté maliciosamente, alzando una ceja tal y como él había hecho.
–Ah, ya veo. – Dijo sabiondo. – Grian beag tu madre me quiere tomar el pelo, ¿deberíamos reprenderla? – Le preguntó a Zoe.
Mi hija se rió cuando Emmett le tocó una de sus coletas, para luego chocar sus pequeñas manos mientras hablaba.
–¡Sí, Eme! ¡A por mami! – Gritó al tiempo que me señalaba traviesa.
Antes de que pudiera decir nada, Emmett se abalanzó hacia a mí, dejando sentada a Zoe en mi regazo e impidiéndome de esa forma poder escabullirme. Ni siquiera me dieron un segundo para prepararme a lo que se traían entre manos.
Los dos comenzaron a hacerme cosquillas por todos lados. Mi hija se había lanzado hacia mi cuello mientras que McCarty me atacaba en las costillas. Empecé a reír sin parar, luchando en vano contra el juego en el que me había visto implicada sin comerlo ni beberlo. Zoe y McCarty también reían y cuanto más lo hacía yo, con más ahínco actuaban ellos.
–¡Piedad! – Chillé entre risas.
Oh Dios mío. Había empezado a llorar de la risa y encima ellos habían intensificado su tarea. Zoe lo hacía suavemente, como un pequeño gatito jugando, mientras que Emmett era arrollador. Ni siquiera podía respirar bien del todo.
–¡Emmett Arthur McCarty! ¡Detente ahora mismo! – Aullé entre risas y gemidos. ¡Este hombre me iba a dejar sin aire!
–Oh, cariño. Tu mujer ha dicho tu nombre entero. – Escuché que decía Didyme. Parecía tan lejana a pesar de estar sentada justo a mi lado. – Vas a estar en serios problemas como no pares enseguida.
Inmediatamente, las manos de McCarty cesaron en hacerme cosquillas, aunque Zoe seguía trabajando mi cuello. Agarré sus finas muñecas y empecé a moderle juguetonamente su propio cuello. Sabía que no podría evitarlo y empezó a reír fuerte mientras trataba de alejarse de mí.
–¡Mami! ¡Mami! – Gritó riendo. – ¡Muchas cosquillas!
–¡La terrible venganza es un plato dulce! – Le contesté entre un movimiento y otro. Zoe reía sin contención y se movía sobre mis piernas sin parar.
Pasado unos segundo, me detuve y besé sus mejillas regordetas. Dios. Adoraba estos pequeños momentos.
–Te has asociado con Emmett, ¿no, cielo? – Le pregunté abrazándola.
–Eme divertido. – Fue su única respuesta antes de reclinarse contra mi pecho y suspirar cómoda.
La miré sonriendo antes de volver a besar su cabeza e inclinarme hacia el respaldo de la silla. Cuando alcé la mirada, Emmett seguía posicionado delante de mí. Se había quedado quieto observando el intercambio entre Zoe y yo y una pequeña sonrisa se reflejaba en su expresión.
Alzó sus ojos a los míos y se inclinó ligeramente hacia nosotras, apoyando sus grandes manos en los reposabrazos de mi silla. Sus brazos se apretaron con el esfuerzo de soportar su propio peso y su piel ligeramente morena se tensó en sus músculos. Tragué pesado cuando lo vi. Todo en Emmett, incluso los pequeños detalles, me atraía como la luz a una polilla. Sabía que podría llegar a quemarme, pero el precio merecía la pena para poder apreciar de cerca la belleza de este hombre duro y dulce a la vez.
Su rostro quedó a la altura del mío y se agachó un poco más para darme un beso. Simplemente fue un roce de labios, algo dulce e inocente; nada desmedido. Estaban Zoe y Didyme, y Emmett siempre se mantenía a raya cuando había público presente. Más aún si era mi niña o su abuela.
–¿Te apetece un vaso de limonada? – Su aliento bañó mis labios cálidamente. – Iba en busca de algo para beber para Zoe y para mí.
–Está bien, Em.
Sus pupilas se dilataron cuando escuchó como lo llamé. Ese sobrenombre solamente lo utilizaba en momento bastantes íntimos o en aquellos en los que me encontraba totalmente relajada y confiada con él.
Y Emmett lo sabía.
Aspiró profundo y las venas de su antebrazo se marcaron cuando apretó la silla. Mantuve agarrada a Zoe con mi brazo izquierdo, mientras que con mi mano libre acaricié su mejilla rasposa debido a su barba sin afeitar. Dios, era tan atractivo y varonil.
Giró un poco su rostro y besó mi muñeca antes de ponerse recto y dirigirse hacia el interior de la casa mientras yo contemplaba su espalda ancha y musculosa, la cual se marcaba a través de la camiseta blanca de algodón que llevaba.
Cuando desapareció por la puerta de madera, suspiré y dejé de morderme el labio inferior, algo que ni siquiera me había dado cuenta que lo había estado haciendo reiteradamente. Miré hacia la izquierda y fue entonces cuando me percaté de la mirada traviesa de la abuela de McCarty.
–Oh, niña. – Sonrió. – Lo tienes bastante mal.
Sentí mis mejillas arder. Una cosa era comerme con la mirada a Emmett a escondidas y otra muy distinta, y bochornosa, era que su abuela fuera testigo de ello.
–No te avergüences, Bella. –Keenan puso su enorme cabeza sobre el regazo de Didyme en busca de mimos y ella lo recompensó al tiempo que continuó hablando conmigo. – Mi nieto es bastante guapo, es normal que lo mires. Él hace lo mismo contigo.
Su sonrisa pícara provocó que mis mejillas se encendieran mucho más.
–A tu edad también me deleitaba viendo a mi Noah. Era igual de alto que mi nieto.
–¿Tan alto?
Por todo lo que había llegado a escuchar del abuelo de Emmett, ambos eran como dos gotas de agua, tanto físicamente como en el carácter.
–Oh, sí. – Dejó su mano apoyada sobre la cabeza de Keenan mientras me miraba con un deje de añoranza. – Era una gran ventaja cuando necesitaba los vasos que estaban al fondo del armario.
Las dos comenzamos a reír ante ese comentario. Lo cierto era que no existía ningún inconveniente en que Emmett fuera tan alto… Me encantaba la sensación de ser más pequeña que él. Siempre había una chica alta y normalmente igualaba en altura a los chicos de la escuela y de la facultad. Por eso, el que McCarty me superara en estatura lo hacía ver mucho más excitante y me hacía sentir un poco más femenina de lo normal.
–¡Abuela! ¡Ya llegamos!
La voz estridente de Alice sonó a lo lejos, posiblemente desde la cocina.
–¿Lista para mi nieta, Bella? Te advierto de antemano que esos dos hermanos juntos son de armas tomar.
Ni siquiera me dio tiempo a contestarla. Alice emergió por la puerta desde el interior de la casa y su deslumbrante sonrisa cariñosa se hizo enorme cuando sus ojos se conectaron con los míos. Tenía el pelo negro cortado hasta la altura de la barbilla y lo tenía retirado del rostro por una diadema naranja, la cual hacía juego con su blusa de tonos anaranjados. Sus piernas estaban enfundadas en unos vaqueros azul oscuro y sus pequeños pies estaban calzados por unas deportivas blancas.
Se veía hermosa con su pelo disparado en todas direcciones y sus ojos color miel como los de su abuela. Si tuviera que imaginarme a Didyme de joven, era evidente que tomaría muchos rasgos de Alice.
Justo detrás de ella estaba su marido, Jasper. Él era un hombre alto, con un semblante serio y con un porte bastante regio. Su cabello era rubio, siendo un poco más largo en la parte superior de la cabeza y bastante más corto por los lados. En su sien izquierda tenía una pequeña cicatriz, como de esas que obtienes cuando eres pequeño y te acompañan ya por el resto de tu vida.
Jasper vestía unos vaqueros azul claro y una simple camiseta negra de mangas cortas. Sus ojos azules estaban fijos en la espalda de su mujer y ligero brillo de devoción y ternura bailaba en ellos.
–¡Bella! – La voz cantarina de Alice me sacó de mi evaluación. – ¡Cuánto me alegra tenerte aquí por fin!
La hermana de Emmett alcanzó la silla de su abuela y le dio un beso a Didyme en su mejilla. Eso me dio tiempo a ponerme de pie mientras cargaba en brazos a Zoe.
–Hola, Alice. – Le sonreí cuando se giró en mi dirección. – Es bueno verte de nuevo.
Por McCarty sabía a ciencia cierta que Alice no era nada tímida, por lo que no me sorprendió en absoluto cuando se acercó y me dio un beso en la mejilla. Sus enormes y curiosos ojos se fijaron en mi niña y un pequeño deje de seriedad se marcó en sus rasgos.
–Te presento a Zoe. – Le dije sonriendo para infundirle un poco de confianza. Era evidente que para Alice conocer a mi pequeña era un paso importante.
Miré hacia abajo y vi que mi hija la observaba fijamente. Parecía que estaba examinándola, como si la evaluara del mismo modo que hizo cuando conoció a Didyme.
–Zoe. – La llamé. Ella inmediatamente me miró expectante. – Ella es Alice, la hermana de Emmett. ¿Te acuerdas de ella? Fue a recogerlo a casa cuando él estuvo malito y se quedó con nosotras a desayunar.
Ella rápidamente volvió a mirar a Alice y sonrió.
–Hola Ali. – Acompañó su saludo moviendo su mano de forma adorable.
Los ojos de Alice se agrandaron ante la actitud amable de Zoe. La vez que la vio fue bastante tímida y acabó escondiendo su rostro en mi cuello.
–Hola Zoe. – Alice alargó la mano y esperó hasta que mi hija extendió la suya para posarla sobre la de ella. – Me encanta tu pelo y tus coletas de unicornio.
La hermana de Emmett miró con ojos soñadores el cabello rizado de mi hija y no pude evitar reír ante eso.
Zoe se ruborizó y sonrió. Sabía que nada más mencionar al animal fantástico, Alice ya había ganado puntos.
–¡Mira! – Mi niña inclino su cabeza hacia delante y se agarró sus coletas. – ¡Billan al Sol!
Era cierto. Los adornos lo hacían porque estaban totalmente cubiertos de purpurina. Recién comprados habían sido un calvario, porque siempre le dejaban el pelo totalmente lleno de brillantina. Sin embargo, a Zoe le encantaban. Así que no había nada que hacer salvo lavarle el pelo concienzudamente cuando se lo ponía.
Alice me miró y sonrió alegre ante la espontaneidad de mi hija.
–¡Divinos! – Le respondió mientras veía cómo mi pequeña meneaba su cabeza suavemente hacia los lados para que la luz se reflejara en la purpurina. – Me compraré unos igual, Zoe.
Mi bebé alzó su cabeza para ponerse recta y sonreír de manera aprobatoria a Alice.
–¿Iguales, Ali? – Le preguntó expectante.
–Por supuesto. Así iremos a juego.
Ambas se sonrieron de forma cómplice y un poco de mi nerviosismo se disipó ante ello. Había estado demasiado preocupada por cómo iba a reaccionar Zoe ante tanta gente nueva, pero estaba más que claro que mi hija siempre podía enseñarme algo.
En ese justo momento, Jasper aprovechó para acercarse a nosotras. Se había quedado en un segundo plano, como si hubiera querido darnos espacio a las tres, lo cual agradecía enormemente. Alice se giró a su izquierda y le sonrió jovial al tiempo que se agarraba de su brazo.
–Jasper, te presento a la pareja de mi hermano, Bella, y a su hija, Zoe. – Ella me miró y asintió en confianza. – Bella, este es mi marido Jasper. No te asustes de él. Puede parecer intimidante pero apenas muerde. Solo un poquito, pero es adorable.
Me reí entre dientes mientras observaba cómo Jasper arqueaba sus cejas mirando a su mujer.
–¿En serio, Alice? – Tenía una voz grave, con un leve acento sureño. – ¿La primera vez que vemos a tu cuñada y le dices que muerdo? – Bufó sonriendo y negando con la cabeza a la vez. – Encantado de conocerte Zoe. – Miró a mi hija e hizo una reverencia como un caballero del siglo pasado, lo cual provocó que mi pequeña lo mirara contenta. – Y también a ti, Bella. – Esta vez extendió su mano de forma educada hacia a mí y se la estreché divertida. – No eches mucha cuenta a mi esposa. Hoy amaneció demasiado chistosa para su seguridad.
Antes de que ninguna pudiéramos reaccionar, Jasper agarró por la cintura a Alice y enterró su rostro en el cuello de ella. Ésta chilló y empezó a reír entretanto trataba de separarlo. No había ninguna duda de que Jasper estaba dándole verdaderos motivos a la declaración de Alice.
–¡Jasper! – Alice gritó riendo. – ¡Era una broma!
La hermana de McCarty envolvió los brazos alrededor del cuello de su marido y éste la levantó del suelo y giró sobre sus pies mientras se alejaba un poco de nosotras, evitando así que Didyme o yo recibiéramos algún golpe por accidente.
Miré a Didyme, la cual estaba contemplando entretenida al matrimonio en cuestión. Era obvio que verlos de esta forma la hacía feliz. Ella giró su rostro en mi dirección y me guiñó.
Le sonreí de vuelta y miré detrás de ella. Emmett salía en esos instantes con una pequeña bandeja repleta de bebidas. La dejó sobre la mesa alargada del porche, tomó un vaso y se lo ofreció a su abuela. Ésta le sonrió y le acarició el brazo en agradecimiento antes de que él volviera a girarse y fuera a por otros vasos más.
Cuando se dio la vuelta y vi lo que llevaba en sus manos aspiré profundo. En su mano izquierda levaba dos vasos de cristal clásicos llenos de limonada, mientras que en la otra mano…
Oh, Dios mío.
McCarty traía uno de esos vasos especiales para niños pequeños, los que tienen una tapa para que no se derrame nada y con dos asas para que fuera más fácil agarrarlo. El vaso era transparente pero la tapa y las asas eran verdes oscuro y en uno de los lados del mismo había un osezno jugando con una flor.
Desvié la mirada hacia su cara y pude captar una tímida sonrisa bailando en su boca. Le sonreí comprensiva al tiempo que me mordía el labio. Había pensado en todos los pequeños detalles para que mi Zoe se sintiera como en casa.
Este hombre era mi perdición.
–Aquí tienes, Grian beag. – Le dijo a Zoe al tiempo que le daba su vaso especial cargado de zumo de melocotón.
–Asias, Eme. – Mi niña le agradeció feliz mientras tomaba su vaso y se lo llevaba a los labios.
McCarty me ofreció uno de los vasos de cristal y lo tomé, aprovechando para acariciar su mano. Nuestras miradas conectaron y, sin pensarlo dos veces, lo besé. Solo un beso sencillo en los labios, como el suave aleteo de una mariposa.
Emmett se inclinó hacia a mí cuando fui a echarme hacia atrás, agarrando a la misma vez mi nuca con su mano libre. Besó mi sien y luego dejó sus labios pegados mi oído.
–Me encanta que estés aquí, Fiáin. – Susurró. – Tú y Zoe. Eráis lo único que faltaba.
Un escalofrío de placer barrió por toda mi columna, desembocando en un suspiro conmovido y feliz.
McCarty sabía perfectamente lo que decir para derretirme.
Antes de que pudiera decirle nada, Emmett se separó de mí después de besar mi frente y acarició con su dedo índice la mejilla regordeta de mi hija. Zoe estaba completamente absorta tomando su bebida, con su cabeza alojada en mi hombro y apoyando su frente en mi cuello. Parecía estar tomando su primer descanso desde que se levantó a primera hora de la mañana.
Sus ojos contemplaron a Emmett mientras éste la acariciaba y una tierna sonrisa se dibujó en sus labios al tiempo que seguía absorbiendo de la pajita.
Mi corazón se apretó ante eso. McCarty había comenzado a formar parte del corazón de mi niña. Ya no éramos solamente nosotras dos, sino que ahora éramos tres. Una familia de tres.
Oh, por favor, por favor. Que esto sea real y no un sueño.
Solo pido eso.
Solo eso.
Una suave brisa acarició mi rostro y supe que mi ruego había sido recogido. Cerré los ojos y enterré mi nariz en la masa de rizos de mi hija.
–¿Se puede saber qué es eso?¡Oh, Dios mío!¡Quiero una también Jasper!
La voz exigente y llena de sorpresa de Alice me sacó de mis pensamientos. Giré sobre mis talones y a lo lejos vi cómo se encontraban a solo unos pasos de la tienda de campaña de Zoe.
Emmett rio entre dientes a mi lado y apoyó las manos en sus caderas mientras observaba a su hermana dar vueltas alrededor de la tienda.
–Será mejor que le enseñe a mi hermana la casita. ¿Quieres ayudarme con eso, Zoe?
Sonreí divertida cuando sentí a mi hija ponerse recta y zarandear sus pequeños pies.
–¡Sí! – Ella chilló entusiasmada, feliz de poder enseñar a otros su nuevo lugar favorito. – Amos, amos, Eme.
Se removió inquieta en mi cadera, indicando silenciosamente su deseo de bajar al suelo. Me agaché y la dejé libre al tiempo que ella me daba su vaso de zumo. Inmediatamente tomó la mano que le ofrecía McCarty y ambos se encaminaron hacia donde estaban Alice y Jasper.
Decir que ver a Alice entrar en la tienda campaña después de que mi hija la invitara no fue una verdadera sorpresa. Didyme me había avisado de antemano y estaba más que preparada para verla entrar en la casita.
No obstante, en lo que no había caído había sido en la forma tan cómica en la que se verían sobresalir las piernas de Alice de ella. Solo le faltaba sacar también los brazos por la ventana y sería como ver la mítica escena de Alicia en el País de las Maravillas.
La risa cantarina de Zoe se escuchaba desde aquí, al igual que los comentarios graciosos y alegres que la hermana de McCarty le decía a mi pequeña. Afuera de la tienda, se encontraban de pie Emmett y Jasper. Los dos estaban de brazos cruzados y se reían a carcajadas por la situación, así como por los comentarios que se hacían entre ellos.
Sentí posarse sobre mi hombro la anciana mano de Didyme. La miré mientras se ubicaba a mi lado, dejando aún su mano apoyada en mí. El peso de la misma era reconfortante y, en cierto modo, sabía que ella se había percatado de que lo necesitaba sin que yo misma lo hubiera sabido.
–Gracias por esto, Bella. – Ella me sonrió y continuó hablando, impidiéndome poder debatirle esa afirmación. – No discutas conmigo, cielo. Es la pura verdad. Si supieras lo que es poder ver de esta forma a mis nietos, sobre todo a Emmett… – Suspiró al tiempo que movía la cabeza negativamente. – Gracias, cariño.
Didyme besó mi mejilla y se dispuso a ir hacia la casita, dejándome totalmente anonadada y plantada en mi sitio.
Cuando los alcanzó a todos, Alice acababa de salir de la tienda campaña arrastrando el trasero y levantada con la ayuda de su marido. Emmett le dijo claramente algo molesto ya que le dio un pequeño empujón en el pecho, justo antes de volverse hacia su abuela y sonreírle. Miró en mi dirección y se dispuso a venir hacia aquí.
Cuadré mis hombros, mentalizándome para la conversación que íbamos a tener a continuación. Era manifiesto en su caminar que ella deseaba tener un momento a solas conmigo, tal y como había hecho su abuela.
–¡Amo la casa de Zoe! – Fue lo primero que dijo cuando llegó a mi altura.
Le sonreí divertida y un poco de la tensión que gobernaba mi cuerpo se esfumó.
–Lo que ha hecho Emmett y Didyme ha sido fantástico. – Le respondí mientras metía mis manos en los bolsillos del pantalón. – Mi niña lo ama.
La mirada risueña de Alice se enterneció y se colocó bien la diadema que llevaba puesta en el pelo.
–Zoe es adorable, Bella. Es deslumbrante y cálida. – Inclinó su rostro a un lado y tocó mi antebrazo apaciblemente. – Ahora comprendo porqué mi hermano la llama pequeño Sol.
Y justo en ese instante otra pieza del rompecabezas que era McCarty encajó.
Pequeño Sol. Grian beag.
Mi corazón latió desenfrenado ante lo que acababa de descubrir y me mordí el labio al tiempo que desviaba la mirada hacia donde se encontraba Emmett. Alice siguió la misma dirección y ambas vimos como él se había agachado y se estaba encargando de anudar los cordones de los botines de mi niña.
Zoe tenía estirada su pierna ligeramente hacia adelante y se apoyaba con una mano en el hombro de Emmett mientras conversaba sin parar y gesticulaba con su mano libre. Didyme y Jasper la miraban embobados hablar infantilmente y todos sonrieron cuando salió disparada de nuevo al interior de la casita seguida de Keenan, el cual se había acercado curioso a todo el barullo.
–Mi hermano cree que soy demasiado despistada como para no darme cuenta de que algo importante le había pasado. – Alice comenzó a hablar, capturando de nuevo toda mi atención. – Que alguien había pasado.
Me miró cómplice y continuó.
–Siempre había desconfiado de la gente que se acercaba a mi hermano. Él y mi abuela son toda la familia que tengo además de mi Jasper. Y no quiero que le hagan daño. Emmett nunca será lastimado de ninguna forma si yo puedo evitarlo.
–No podría hacerle eso, Alice. – Le confesé. Ella tenía que saberlo. – Nunca.
–Lo sé, Bella. – Volvió a acariciar mi brazo de manera reconfortante y prosiguió. – Antes de conocerte vi a mi hermano más feliz y cuando te conocí por primera vez supe que todo saldría bien, que no debía volver a preocuparme nunca más.
La miré desconcertada y ella pareció percatarse de ello, por lo que siguió adelante.
–Hay cosas que están escritas en piedra. Como la abuela y el abuelo o Jasper y yo.
Su mirada se desenfocó ligeramente cuando miró a lo lejos. Como si estuviera visualizando algo que no encontraba en el jardín. Sin embargo, antes de que pudiera preguntarle nada ella continuó.
–Al igual que vosotros dos. – Una sonrisa deslumbrante apareció en su rostro. – Puede que lo de mi hermano y tú sea algo reciente pero no por ello es menos hermoso y transcendental. Sé que tu nombre está unido al de Emmett, al igual que el suyo junto al tuyo y al de Zoe.
Estaba más que segura que mi cara reflejaba un sinfín de preguntas. No todos los días conocías a la hermana de tu chico y te soltaba cosas de este estilo.
Alice se rió y me dio un rápido abrazo antes de volver a su sitio.
–Hay cosas que no sé explicar, Bella, pero que simplemente las sé y tengo pleno conocimiento de que son verdaderas. Ya lo descubrirás con el tiempo. – Me guiñó y cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro. – Es por eso que mi querido hermano me llama Duende.
Me reí contenta y agarré su mano.
–Gracias, Alice. – Le dije. – Gracias por esto.
Tanto ella como Didyme se habían comportado maravillosamente con Zoe y conmigo. Era imposible tener quejas de alguna de ellas.
–No, no. – Ella negó reiteradamente con la cabeza. – Gracias a ti por aparecer y volver loco a mi hermano.
Ambas reímos divertidas y nos encaminamos hacia donde se encontraban los demás. Ya era hora de poner en marcha la barbacoa.
Ya era momento de avanzar más con Emmett.
¿Qué les ha parecido? Ha sido divertido escribir la parte de Alice, aunque siendo sincera, me ha costado mucho plasmar como quería las conversaciones entre ella y Bella y entre ésta y Didyme.
Espero que les haya gustado. ¿Me diréis que opináis?
Quería dar las gracias a todas las chicas que dieron a seguir y a favoritos a la historia y a mí durante este tiempo. También quería agradeceros todo el cariño y el apoyo que me dais, así como la infinita paciencia que me tenéis.
Gracias de verdad.
Gracias por los comentarios a: glow0718, PamMalfoyBlack, lyzleermipasion, RoxySanchez, POppy, val2901, cavendano13, alejandra1987, Alejandra221196, solecitopucheta, NaNYsSANZ, JadeHSos (x2), LaPekeeCullen, GisCullen, Claurebel, ANNARSTONAARA (x2), LittleCookie25.
Me encanta leeros, así que no dudéis en dar vuestra opinión.
Nos leemos pronto.
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