¡Hola! ¡Tenemos capítulo! He decido adelantar el día de publicación por motivos interesantes. Recomiendo leer la nota al final del capítulo para saber más al respecto.

Este capítulo me ha encantado escribirlo y espero que les guste.

Antes de que empiecen a leer quiero dar una AVISO IMPORTANTE: aconsejo leer el capítulo en un lugar tranquilo y lejos de miradas indiscretas.

La mayoría de los personajes pertenecen a Stephanie Meyer.

¡A leer!


CAPÍTULO 19

Bella

Este sábado había sido fantástico. Sin lugar a dudas, uno de los mejores que había pasado desde hace tiempo. La familia de Emmett era maravillosa y habían sido estupendos con Zoe, así como conmigo. Recordar las profundas preocupaciones que tuve antes de la barbacoa hizo que mis mejillas se encendieran de vergüenza. Emmett llevaba razón. Tanto su abuela como Alice y Jasper nos habían tratado como dos más de la familia, como si siempre hubiéramos pertenecido a ella.

Como si Zoe y yo fuéramos unas McCarty.

Ese pensamiento me hizo recordar la loca declaración que Didyme me había confesado mientras contemplábamos jugar a Emmett y Zoe en el jardín. Un anillo en mi dedo que declarase oficialmente que era de McCarty. Sin darme cuenta, bajé la vita hacia mi mano, la cual reposaba el manillar de la puerta del coche.

¿Sería eso tan malo? ¿Se vería bien un anillo en mi dedo anular puesto ahí por Emmett?

Dios mío. Creo que había bebido demasiada sangría por hoy.

Moví repetidamente mi cabeza, en un vano intento por alejar todas esas divagaciones disparatadas y atrayentes. Era imposible pararse a pensar en algo así cuando llevábamos juntos tan poco tiempo y todavía quedaban algunas cosas por conocer y resolver entre los dos.

Miré hacia mi izquierda y observé al hombre que había robado la poca cordura que me quedaba.

Emmett estaba concentrado conduciendo seguro a través del intenso tráfico de la ciudad un sábado noche. Su mirada estaba fija en la carretera, por lo que me daba la posibilidad de apreciar su atractivo sin problemas. Su mandíbula dura, cubierta por la barba de varios días, era una tentación a mis ganas de acariciarlo y rozar mi rostro contra el suyo como si fuera una maldita gata.

Su cabello oscuro acentuaba sus ojos grises, los cuales podían hacer que una chica como yo decidiera jugar con fuego sin importar si era capaz de salir quemada, o, más bien, chamuscada. Y esos brazos… Dios. Tenía una ligera obsesión con los brazos de McCarty. Ver esa fuerza masculina moverse con destreza y fluidez era una agradable e hipnótica vista. Su mano izquierda se encontraba fija sujetando el volante del vehículo, mientras que su otra extremidad estaba extendida hacia la palanca del cambio de marchas. Sus músculos se marcaban bajo su piel, la cual había adquirido un tonalidad ligeramente morena a causa de pasar todo el día bajo sol en el jardín. Ello me generaba una tentación continua por acariciarlo y convertirme en una mujer codiciosa de él.

La camiseta blanca que llevaba caía liviana contra su pecho. El ligero cuello en forma de pico de la misma dejaba entrever la piel de su torso, ahí donde había podido respirar su aroma cuando estuvimos en la habitación de costura de Didyme. El olor de Emmett era adictivo. Una mezcla entre café, madera y menta recién cortada. Una combinación tan extraña como fascinante. Tal y como era él.

–Si sigues observándome así, Fiáin, vas a estar en muchos problemas. – La voz profunda de McCarty me sacó de mi exhaustivo escrutinio.

Él continuaba con su vista totalmente fija en la carretera, pero una pequeña sonrisa danzaba en sus labios mientras cambiaba de marcha.

Bufé molesta y crucé mis brazos bajo mi pecho, al tiempo que sentía arder mis mejillas por haber sido pillada in fraganti. Una cosa era deleitarme a escondidas con el atractivo de Emmett y otra que él se diera cuenta. Estaba segura que ahora empezaría a incordiarme hasta sacarme por completo de mis casillas.

Sin embargo, a este juego podíamos, y sabíamos, jugar los dos.

–¿Qué tipo de problemas? – Le susurré en el silencio del coche. Zoe estaba completamente exhausta después de pasar todo el día jugando y nada más colocarla en su sillita de viaje se había quedado dormida totalmente, ni siquiera el sonido esporádico de los cláxones de los coches vecinos eran capaces de despertarla. El sueño profundo la había abrazado reclamándola hasta mañana.

Emmett gruñó bajó y su mano izquierda apretó ligeramente el volante.

–Unos en los que te tengo debajo de mí. Mojada, excitada y suplicante.

Aspiré fuerte y sentí cómo mis pezones se endurecían ante sus palabras.

–¡Emmett! – Dije indignada. – No puedes ir diciendo ese tipo de cosas así como así.

–Por supuesto que puedo. – En ese mismo momento giró su rostro hacia a mí, dejándome vislumbrar el deseo subyacente en sus ojos de tormenta. – Sobre todo cuando mi mujer me mira de la manera en la que lo estaba haciendo.

Volvió a centrar su atención en la carretera, concentrado en tomar el desvió correcto hacia mi vecindario. Mientras lo hacía, mordí mi labio inferior indecisa y con un deseo camicace de seguir explorando la resistencia de McCarty.

–No te miraba de ninguna forma en particular. – Le dije disimulando, sonriéndole inocentemente para continuar con el juego.

–Desde luego que lo hacías. – Refunfuñó. – Un hombre sabe cuándo se lo están comiendo con la mirada, Isabella. Siempre sé cuándo me observas y cómo lo haces. – Me contempló rápidamente y siguió centrado en la dichosa autopista.

–Te veo muy seguro de ello.

Este juego se estaba volviendo peligroso, sobre todo para mí.

–Claro que sí. – Sonrió arrogante. – Como también estoy más que seguro que esos bonitos pezones rosados están duros por mí. – Susurró quedamente mientras me daba una mirada significativa.

Inhalé bruscamente y apreté mis brazos contra mi torso. Oh Dios mío. ¡Este hombre lo sabía todo! ¿Cómo demonios lo sabía?

–¿Lo están, Isabella? – Su voz estaba un poco más ronca que antes y su antebrazo derecho se había endurecido notoriamente.

–Mis chicos no te incumben. – Le respondí impertinente.

Cuando miró en mi dirección le sonreí engreída. No obstante, el único aviso que recibí antes de que me devolviera el golpe fue el alzamiento de una de sus cejas.

–Desde luego que lo hacen, Fiáin. Soy el único que logra provocarte de esta forma hasta dejarte anhelante por mi toque.

Tragué pesado y me mordisqueé mis labios cuando descendí mi vista hacia su regazo. Un indiscutible bulto se marcaba en la tela de los vaqueros, acentuando mucho más la costura de la cremallera.

Por lo visto no era la única que estaba afectada por la situación.

Reuniendo toda la osadía que gobernaba mi cuerpo en estos momentos, alargué el brazo y coloqué mi mano izquierda en el fibroso muslo de Emmett.

La reacción fue inmediata.

McCarty aspiró pesado y los nudillos de sus manos se volvieron blancos cuando apretó el volante con intensidad. Su rostro se giró bruscamente en mi dirección, clavando sus ojos grises como la tormenta en mí. Su ceño estaba fruncido y las aletas de su nariz ligeramente dilatadas.

–Estás jugando con fuego, cariño.

Apreté su pierna y subí un poco más la mano, solo un centímetro más. No quería sobrepasar la línea roja imaginaria que mi mente había dibujado sobre su muslo, esa línea que indicaba el límite de la zona clasificada como peligrosa y totalmente indecente.

La tensión entre los dos era más que palpable en el ambiente. Mi boca estaba seca y se estaba volviendo realmente difícil respirar bien.

Sin embargo, ninguno de los dos había contado con la presencia entrometida de Keenan. El San Bernardo hizo acto de presencia entre ambos, asomando su cabeza en medio de los dos asientos delanteros.

Sonriendo por la inocencia e inoportunismo del animal, alejé mi mano del cuerpo de McCarty y me dispuse a acariciarlo.

–Keenan, bonito, tienes que volver atrás. – Hablé mientras mimaba al perro detrás de sus enormes orejas. – Emmett está conduciendo. Ya falta poco para llegar a casa. Vamos, chico.

Alenté a Keenan a que retrocediera con un ligero empujón hacia atrás. El animal me hizo caso y volvió a tumbarse sobre el asiento trasero, dejando apoyada su cabeza muy cerca de la silla de Zoe.

Miré hacia la parte posterior, suspirando feliz ante la imagen entrañable de mi niña y el perro de McCarty. No se habían separado en todo el día. Keenan había estado pendiente en todo momento de Zoe y se había encargado de ser su almohada personal cuando mi hija quiso tumbarse en el césped. Asimismo, ella se había encargado de preparar el cuenco de comida de Keenan y la había pillado más de una vez dándole comida de su propio plato a escondidas. Decir que hice miles de fotos es quedarse corto. Seguramente mañana tendría que hacer una buena limpieza en el teléfono antes de quedarme sin espacio en la memoria del móvil. Los dos eran adorables y no podía desaprovechar la oportunidad de guardar gráficamente ese recuerdo.

–Esos dos van a volverse inseparables – La risa cargaba las palabras de Emmett.

Volví a colocarme bien en mi asiento mientras sonreí hacia él. Sabía que Keenan era una parte muy importante de su ida y que tanto Zoe como yo lo hubiéramos aceptado y tomado cariño tan pronto era un gran paso hacia el camino correcto.

Coloqué de nuevo mi mano sobre su pierna y fue más que evidente cómo ésta se endureció bajo mi toque. Quería sentir su calor y su fuerza, quería estar conectada con él fuera como fuese. No obstante, esta vez solamente era un toque de afecto sin juegos. Nada de segundas intenciones para sacarlo de quicio.

–Ellos dos serían capaces de conquistar el mundo con simplemente caminar juntos por la calle.

Emmett me miró el rabillo del ojo y un poco de la tensión creada se disipó ligeramente. Tomó mi mano entre la suya y la alzó hacia su boca. Me dio un tierno beso en mis nudillos y volvió a dejarla sobre su muslo.

–Lo sé. – Rio divertido. – Son peligrosos. Ya viste como nos tuvieron a todos en la barbacoa.

Sin haberme dado apenas cuenta, habíamos llegado a mi urbanización. Miré por la ventana un poco asombraba de descubrir que estábamos incluso en mi calle. Suspiré silenciosamente y cerré los ojos exhausta. Había sido un gran día, pero a la vez realmente agotador. No solo físicamente, sino también de forma emocional.

Ver a Emmett con Zoe había sido realmente abrumador así como muy ilustrativo. McCarty había cuidado a mi hija como lo haría un padre. Y los distintos gestos que había tenido, como la tienda de campaña o el vasito especial para niños pequeños, había sido la culminación de cualquier inseguridad por mi parte.

Emmett era el mejor hombre que había conocido en mi vida.

Cuando sentí al coche detenerse volví a abrir los ojos y fijé la vista en la puerta de mi casa. Me mordí el labio y giré el rostro hacia McCarty. Él había apagado el motor del vehículo y me miraba quedamente desde su asiento.

–Llegamos. – Suspiró.

–Llegamos. – Fue lo único que fui capaz de responderle.

Ambos nos quedamos mirándonos en silencio, como si nos estuviéramos analizando mutuamente. Emmett parecía en conflicto consigo mismo y su ceño fruncido, así como su mandíbula vagamente apretada, me dejaban entrever su deseo subyacente de no dejarnos a Zoe y a mí.

¿Cómo lo sabía? Fácil. Tampoco quería dejarlo ir esta noche.

Y siendo sincera, ninguna otra.

Apreté un poco su muslo con mi mano, la cual aún continuaba apoyada en su pierna musculosa, y él me recompensó colocando la suya propia sobre ella. Su calidez era tan atrayente y tranquilizadora que solo había una única opción a llevar a cabo.

Respiré hondo y le sonreí.

–Quédate, Emmett. – Le pedí. – Quédate con nosotras esta noche.

La tensión en su mandíbula se hizo más evidente y las aletas de su nariz se dilataron cuando inspiró violentamente. Sus ojos grises se habían oscurecido y sus pupilas se dilataron.

La tormenta era inminente.

–¿Segura Fiáin? – Su voz ronca vibró en el silencio ensordecedor del coche.

–Te quiero conmigo. – Le respondí.

Sabía que para él que yo diera este paso era muy importante y significativo. En todo el tiempo que llevábamos juntos, nunca le había pedido que se quedara a dormir. Siempre se había ido a su casa. Y siempre había sido difícil verlo marchar.

–Te quiero conmigo siempre, Emmett.

Su única respuesta fue inclinarse hacia mí y tomar mis labios en un beso suave y lleno de intenciones.

Oh, chico. Esta noche iba a ser buena. Muy buena.

Cuando nos separábamos, suspiré contra sus labios, los cuales se encontraban brillantes y húmedos gracias a mí.

–Solo hay un pequeño problema, Isabella. – Me dijo sonriendo al tiempo que agarraba mi nuca con su mano. – No traigo un cambio de ropa para mañana, ni tampoco para dormir.

–¿Y? – Le pregunté mientras le daba pequeños besos en la comisura de sus labios. – Mañana por la mañana puedes ponerte la camisa celeste que llevabas por encima de la camiseta. – Y antes de que pudiera debatirme nada al respecto, continué hablando, evitando de antemano que fuera a hacerme alguna broma de la suyas sobre el otro pequeño detalle. – Y en cuanto a la ropa interior… No la necesitas para el trayecto entre mi casa y la tuya, así como para dormir.

Le sonreí engreída ante su cara sorprendida. Inmediatamente se recuperó y su primera réplica fue un pequeño mordisco en mi labio inferior.

–Adoro ese cerebro tuyo, Fiáin. Y esa boca rápida… – Su mano libre apretó posesivamente mi cuello. – Me vuelve loco.

Volvió a besarme concienzudamente antes de alejarse de mí. Lo miré fuera de juego cuando se alejó totalmente y se colocó recto en su sitio. Me sonrió travieso y se encargó de desabrochar los cinturones de seguridad de ambos.

–Ha sido un día bastante largo. – Empezó a decir mientras desbloqueaba las puertas y sacaba del contacto las llaves del vehículo. – Pero la noche aún es joven.

Me guiñó y salió del coche. Sonreí mientras negaba a un lado y a otro. Este hombre iba volverme loca.

Tomé mi bolso del suelo y me bajé del automóvil para justamente después abrir la puerta de atrás. Zoe estaba totalmente dormida, con sus coletas un poco desechas de jugar todo el día y su boca levemente abierta en una mueca adorable. Su mejilla derecha estaba aplastada por el cojín de su sillita de viaje y sus largas pestañas creaban sombras curvas en su suave piel.

Mi niña era hermosa.

La liberé de su cinturón de seguridad y la tomé en brazos. Su cuerpo estaba completamente flácido, sin dar ningún indicio de haberse despertado por el traslado. Riendo silenciosamente, cerré la puerta y me giré sobre mis talones.

Emmett ya se encontraba esperándome justo al frente con Keenan a su lado. Cargaba dos bolsas llenas de fiambreras con la comida que había sobrado. Didyme no había aceptado un "no" por respuesta y nos había obligado a llevárnosla sin discusión. Ella se había quedado con un poco, casi nada en comparación con lo que nos había dado a nosotros y a Alice.

Cuando se trataba de comida y abuelas, era imposible llevarles la contraria. Aceptabas lo que decían y listo. Era una batalla perdida incluso antes de que siquiera comenzara.

Riéndome al ver como Emmett hacía una mueca cuando una de las asas de la bolsa se le había soltado de la mano, me dispuse a caminar hacia la entrada de mi casa. Había sido una chica lista y me había guardado las llaves en el bolsillo delantero izquierdo de los vaqueros antes de montarme en el coche, así que no iba a tener que pelearme por encontrarlas en mi bolso descomunal, tal y como lo llamaba McCarty.

Tanto él como Keenan me siguieron y esperaron pacientes a que abriera la puerta. Cuando entramos al recibidor de la casa, el San Bernardo se dispuso a ir en dirección a la cocina para beber agua de su cuenco especial. Hacía varias semanas había comprado un comedero y un bebedero para él, así como comida, por lo que él podía sentirse más cómodo y a gusto aquí.

–Guárdalo todo en el frigorífico, Emmett. – Le di instrucciones al tiempo que echaba las cerraduras de la puerta y dejaba las llaves en plato del mueble recibidor. – Mañana Lo organizamos todo. Puedes irte a duchar si quieres mientras yo me ocupo de arreglar a Zoe para dormir y la acuesto. Luego lo haré yo.

Miré a Emmett, esperando una respuesta. Sin embargo, él simplemente se había quedado callado mientras sonreía divertido.

–¿Qué? ¿Qué pasa? – Le pregunté extrañada.

Él tan solo negó reiteradamente y se fue tras la estela de Keenan.

Hombres. Atractivos e indescifrables hombres.

Dejando a esos dos muchachos con sus cosas en la cocina, colgué el bolso en el perchero y me dispuse a ir al cuarto de mi hija.

Cuando llegamos, la dejé en su cama y busqué su suave y mullido pijama lila con pequeñas florecitas estampadas en él. En un abrir y cerrar de ojos ya tenía preparada a Zoe y había deshecho sus coletas especiales de unicornio. Tenía todo el pelo lleno de purpurina, así que mañana iba a tener que poner especial atención a ello cuando la bañara. La arropé bajo las sábanas y besé su frente.

–Dulces sueños, cielo.

Cuando me di la vuelta, Keenan había entrado en el dormitorio y se había acercado hasta mi altura. Sonreí enternecida y acaricié su enorme cabeza.

–Zoe está durmiendo, bonito. Mañana podréis seguir jugando.

Sin embargo, el San Bernardo en vez de seguir junto a mí hacia la puerta, acortó distancias con la cama de mi niña y se tumbó en la alfombra mullida de colorines que Zoe tenía.

Riéndome ante la actitud protectora del perro, encendí la pequeña luz de noche ambiental con forma de jirafa que había en la mesita de noche y salí de su habitación, apagando la luz principal y dejando entreabierta la puerta para poder enterarme si Zoe me llamaba.

Caminando por el pasillo en dirección a mi cuarto, escuché cerrarse el agua caliente en el cuarto de baño, claro indicativo de que McCarty había terminado de darse una ducha. Negué rápidamente, intentando borrar las imágenes eróticas de su cuerpo mojado, y salí disparada hacia mi dormitorio.

Sin demora alguna, me quité los zapatos y agarré mi pijama y ropa interior. El pijama consistía en una vieja camiseta verde oliva descolorida de un festival de música que se celebró hace un par de años en la ciudad. No era nada sexy o especial, pero no quería ser otra cosa más que yo misma frente a Emmett.

Además, no sabía si iba a durar mucho tiempo puesta. Al fin y al cabo, era de McCarty y yo en la misma cama de quienes estaba hablando.

Suspirando ante mis divagaciones, me dirigí hacia el cuarto de baño y, justo en ese momento, salía Emmett con una toalla envuelta en sus caderas.

Oh, Dios mío.

¿Cómo podía ser tan ilusa de dudar acerca de mi tiempo con mi camiseta de dormir puesta? Eso no iba a ser posible en ningún momento.

McCarty tenía un cuerpo para ser admirado. Brazos fuertes y musculosos, perfectos para envolverte en un abrazo posesivo. Sus hombros eran anchos y perfectos para agarrarse a ellos cuando las cosas se ponían salvajes entre nosotros. Su torso estaba duro y bien marcado, bañado con un puñado de vello oscuro, el cual podía llegar a sentirse maravilloso contra mi propio pecho.

Joder, era una maldita pervertida.

Sin embargo, no me importaba en absoluto serlo cuando se trataba de Emmett. Me mordí el labio inferior mientras mi mirada vagaba por su tórax, siguiendo el camino feliz de su vello hacia el ombligo y más abajo, perdiéndose en el fastidioso borde de la maldita toalla blanca.

Una tos seca que disimulaba malamente una risa divertida me sacó de mi exhaustivo escrutinio. McCarty me observaba engreído, con sus manos apoyadas en sus caderas y sus piernas ligeramente abiertas. Maldito sea, tenía la pose de un guerrero y quería hincarle el diente.

–Tus problemas se van acumulando más y más, Fiáin.

Se movió en mi dirección, caminando pausadamente y recordándome a un gato salvaje. Él estaba al acecho y era más que evidente que su presa era yo. Me arrinconó contra la pared, colocando ambos brazos a cada lado de mi cabeza.

Tragué duro, no cualquier día te veías envuelta en una cárcel de piel morena y cuerpo musculoso. No obstante, era una chica grande y eso quería decir que yo también sabía estar a la altura de este juego de voluntades.

Al tiempo que sujetaba mi ropa con una mano, alargué la otra hacia su pecho. Pasé las yemas de mis dedos de manera etérea por su piel, divagando desde una clavícula hasta la otra. La piel de McCarty se puso de gallina ante mis atenciones y una arrogante sonrisa apareció en mi rostro cuando lo presencié. Miré triunfal a Emmett, el cual se había puesto totalmente serio y tenía apretada fuertemente la mandíbula.

–Voy a darte dos opciones, Isabella. – Su voz grave cargada de lujuria erizó mis pezones. – O entras en este mismo instante al cuarto de baño o te inclino contra la pared y te tomo desde atrás. Tú eliges.

Estando más que segura que no era un farol, me incliné ligeramente y salí por debajo de su brazo, caminando apresuradamente en dirección al baño. Por más que quisiera aceptar la segunda opción, me sentía pegajosa y toda sudorosa después de un largo día bajo el Sol. No obstante, sabía que dentro de poco volvería a estar en el mismo estado. Emmett iba a encargarse de eso. No cabía duda.

–Buena decisión, cariño. – Escuché que susurraba a mis espaldas McCarty.

Cerré la puerta del cuarto de baño y me apoyé en ella mientras cerraba los ojos. Dios mío, mi corazón latía desaforado. Di una larga exhalación, haciendo un vano intento por relajarme y clavé la vista en el espejo que había sobre el lavabo colocado justo al lado izquierdo de la puerta.

La imagen que me devolvía el espejo me sorprendió. Ni siquiera parecía yo misma. Mis ojos marrones brillaban con deseo, mis mejillas estaban enrojecidas y ese mismo sonrojo descendía levemente por mi cuello hasta mi pecho.

Me sentía atractiva y sensual. O más bien lo era. Nada de sentirse. ¡Demonios! Lo era. Era una mujer sexy y segura de sí misma que tenía la libertad de disfrutar de su sexualidad con el hombre más caliente del mundo para ella sola. Oh, chico. Eso sonaba muy bien.

Sonriendo a mi propio reflejo, me dispuse a quitarme velozmente la ropa y entré a la ducha. Lavé concienzudamente mi cabello y mi cuerpo, decidiendo también que no vendría mal un pequeño repaso con la cuchilla por mis piernas.

Cuando terminé, salí con cuidado y me envolví en mi toalla rosa chicle. Cepillé mi pelo y lo envolví en una toalla blanca. Sequé apresuradamente todo mi cuerpo y me vestí. Recogí el baño y me quité la toalla del pelo, dejándola colgada en el perchero justo al lado de la otra.

¿Por qué estaba nerviosa? Mierda, me sentía como una colegiala a punto de encontrarse a escondidas con su chico. Aunque puede que estuviera justificado. Un muy, muy desnudo Emmett me esperaba en mi cama.

Complacida ante esa perspectiva, me dirigí hacia mi dormitorio. Cuando alcancé la puerta, me detuve en seco. McCarty estaba tumbado en medio de la cama, tapado con las sábanas hasta la cintura. Todo su pecho estaba al descubierto y había colocado sus brazos hacia arriba, apoyando su cabeza en sus manos.

El panorama era definitivamente impresionante.

Me quedé apoyada contra el marco mientras disfrutaba de las vistas. Emmett era tan masculino y confiado… Era una continua tentación.

–Tu vena voyeur hoy está saliendo a pasear con demasiada frecuencia, Fiáin. Más que nunca diría yo.

Emmett giró su cabeza y me miró divertido. Parecía un maldito gato presumido y complacido por ser observado.

–Quizás me guste lo que veo. – Le respondí. Tuve que aclarar mi garganta, sentía totalmente seca mi boca y costó que las palabras salieran.

–¿Solo quizás? – Me preguntó alzando las cejas en un claro gesto de desafío. – Entonces tengo que trabajar en ello un poco más. Ven aquí, Isabella.

McCarty se movió y se quedó echado de lado, apoyándose sobre su antebrazo izquierdo. Se veía tan arrogante y seguro de sí mismo. Y esos ojos grises me miraban con un hambre sobrecogedora, impulsando mi propia excitación y provocando que un deseo abrumador y casi imposible de resistir me invadiera.

En cuanto mis piernas tocaron el borde de la cama, Emmett alargó su brazo y tiró de mí. Perdí totalmente el equilibrio y caí de bruces contra el colchón. Aun estupefacta por este repentino movimiento, McCarty sacó ventaja y me tumbó como él quiso antes de apretujarse encima de mí.

Se apoderó de mí como un depredador hambriento decidido a devorar una suculenta comida. Él tenía el estado de ánimo de un hombre famélico. No obstante, sus labios no se apoderaron de los míos inmediatamente como había llegado a esperar en un principio. En vez de ello, sus dientes rastrillaron mi cuello mientras se encargaba de separar mis muslos y apretaba el bulto de su gruesa erección entre ellos, rozándose justo en todo mi centro.

Sacudí mis caderas en su contra, intentando en vano estar al mismo nivel de exigencia y necesidad que él. El placer solamente creció. Sus labios, sus dientes y lengua creaban un fuego tan destructor que comenzaba a azotar a través de todo mi torrente sanguíneo. Su barba rasposa con la suave piel de mi cuello originaba un hormigueo tan caliente y penetrante que simplemente estaba a punto de lograr romper las cuerdas de mi pobre control.

Desesperada por sentir a Emmett en mis labios, por probarlo y consumirlo, moví mi mano hasta su cabeza y tiré de su cabello negro. Sus labios carnosos se separaron de mi piel y, cuando sus ojos me miraron brevemente, sabía que había sido porque él había decidido ceder en ello, porque estaba dentro de sus pecaminosos planes.

Oh, Dios.

Gemí contra su boca cuando sus dedos se cerraron en los mechones mojados de mi pelo, manteniéndome en mi lugar antes de que sus labios se adueñaran de los míos. Emmett me besó con deseo, con gula y hambruna. Su lengua batallaba contra la mía y exigía más de mí, mucho más que solo mi cordura y mi deseo.

Quería todo de mí.

Su mano libre se desplazó hasta el borde de mi camiseta y enredó sus dedos con la tela. El liviano tejido de algodón cedió con facilidad, y subió por mi cuerpo hasta llegar a mis pechos.

Emmett ni siquiera se entretuvo a terminar de quitarme la ropa.

Abandonó mi boca con un gruñido y se dirigió hacia ellos.

–Dios, amo estos bonitos pechos. – Jadeó mientras sus labios descendieron por un montículo.

Podría haber llegado a gritado fuerte ante el increíble placer de su lengua deslizándose sobre un pezón si hubiera tenido un poco de aliento en mi cuerpo enardecido. Sin embargo, McCarty me tenía completamente sedienta y anhelante y solamente fui capaz de jadear, quedándome completamente inmóvil debajo de él y tratando de darle sentido a las increíbles sensaciones que me hacía sentir.

Su lengua hacía círculos alrededor del pezón lentamente, con toda la calma y el control de mundo, para justo después pasar toda la lengua aplanada sobre él.

Oh, mierda. Emmett sabía lo que se hacía.

Gimiendo y con ganas de poder ver todo lo que me hacía sin ningún obstáculo de por medio, tiré de mi camiseta y me la terminé de quitar, tirándola en algún lugar olvidado de la habitación.

Me agarré de sus fuertes bíceps y miré en su dirección. Los ojos grises enardecidos me recibieron expectantes. Mientras siguió mirándome, McCarty volvió a lamer mi pezón rosado y gemí duro, tanto por la vista como por la sensación.

Estaba tan caliente, tan increíblemente caliente y ansiosa por todo lo que Emmett quisiera darme que solo era capaz de contemplarlo suplicante.

–Oh Dios, Em, no puedo soportarlo.

Supe que había tocado una fibra sensible cuando sus pupilas se dilataron ante el apelativo por el que lo llamé. No obstante, su única respuesta fue capturar mi pezón, metiéndolo en su boca y succionar duro.

Clavé mis uñas en su piel y sacudí mis caderas en su contra cuando un poderoso golpe de placer se entonó desde mi pecho hasta mi centro. Desesperada, rodé mis caderas contra el duro borde de su polla, consiguiendo que Emmett gruñera contra mi seno.

La vibración provocó que más humedad se originara en mi coño y más fuerte moviera mis caderas contra él. Dichosas bragas. Había sido una idea malísima habérmelas puesto después de la ducha. ¿Por qué demonios lo haría?

McCarty me sujeto por la cadera con una mano, causando que mis movimientos erráticos parasen. Su otra mano agarró mi pecho desatendido y sus labios fueron directos hacia el pezón.

Y esta vez también usó los dientes.

Gimoteé frenética y agarré su cabello, tirando de él para alejarlo de mí a la misma vez que acercaba su cabeza a mi cuerpo para que no se detuviera nunca. Las sensaciones eran tan contradictorias a la vez que complementarias que no lograba saber qué querer. Navegaba en un mar de sensaciones abrasadoras.

–Dime lo que quieres, Fiáin. – Susurró contra mi piel mojada por sus atenciones.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo a causa de su aliento caliente. Lo contemplé unos instantes antes de poder aclarar un poco mi mente y lograr elaborar un par de pensamientos lógicos.

Sin embargo, McCarty no tenía ese detalle dentro de sus planes y antes de que pudiera decir nada él intervino salvajemente.

–No, cariño. – Me dijo crudo y exigente. – Esta noche yo estoy al mando.

Dejó caer la cabeza de nuevo entre mis senos, sus labios moviéndose entre ellos y su lengua prodigándome pequeñas lamidas mortificantes.

–Tú siempre mandas en la cama. – Jadeé cuando sus dientes rasparon el lateral de un montículo.

Emmett se rió entre dientes y apoyó su cabeza en mi seno al tiempo que acariciaba la piel a la altura de su mandíbula con su barba. Su mano hacía círculos en la areola del otro pecho.

–Y tú siempre me das batalla. – Volvió a alzar su rostro y empezó repartiendo besos en mi piel, la cual sentía arder y volverse cada vez más sensible a causa su mentón sin afeitar. – Es por eso que me encanta hacerte perder el control.

Sus dedos comenzaron a descender por mi estómago hasta el borde de las bragas. La carne callosa raspaba sobre mí, deslizándose por debajo del elástico de mi ropa interior sin más dilación.

–Joder, me encanta sentir este dulce coño mojado contra mis dedos. – Dijo entre susurros toscos antes de mordisquear delicadamente de nuevo a un lado del pecho.

Gemí su nombre y me arqueé contra su duro cuerpo. Sus dedos se deslizaron a través de mis labios y serpentearon eróticamente alrededor del clítoris, confinando a éste entre dos de sus gruesos dedos para apretarlo un poco. Grité sin aliento cuando la descarga de placer me arrebató el poco aire que tenía en los pulmones.

Luego esos mismos dedos diabólicos se deslizaron más abajo, encontrando la entrada de mi desesperada y dolorida carne, dejándolos quietos ahí mientras se llenaban de mi calor líquido. Sentí cómo su dedo pulgar encontraba de nuevo mi clítoris y empezaba a acariciarlo suavemente, disparando sensaciones erráticas a lo largo de mis terminaciones nerviosas.

Cuando Emmett me sintió temblar, cambió de posición y sus labios comenzaron a moverse hacia el sur, lamiendo y besando mi estómago, hasta alcanzar el material de mis bragas. Quería tocarlo, pero no podía coordinar mis sentidos lo suficientemente bien para darme cuenta de cómo debía hacerlo. Necesitaba moverme, sentirlo y gritar pero no era capaz de arrastrar suficiente aire a mis pulmones.

Todo lo que podía hacer era retorcerme debajo de sus dedos, los cuales sondeaban suavemente y presionaban contra mi entrada, enviando un shock de calor y placer que explotaba a través de todo mi sistema.

Sabía lo que venía. McCarty siempre me acariciaba lenta y sutilmente antes de tomar mi cuerpo posesivamente con sus dedos y hacerme estallar en mil pedazos. Es por eso que un momento de escasa lucidez, alcé mis brazos y me agarré a los barrotes de la cama.

Emmett se percató de ello y me miró complacido mientras esparcía besos justo al margen del borde de mi ropa interior.

–Buena chica, Fiáin.

Ese fue la única advertencia que me dio antes de que dos de sus dedos se deslizaran en mi interior, extendiéndome, llenando mi entrada y sacudiendo todo mi ser.

Em. – Gemí cuando las yemas de sus dedos tocaron ese punto hipersensible de mi interior. – Oh, por favor. Más.

–Joder, sí. Más, mucho más. – Murmuró contra la carne por encima del monte de Venus. – El olor de tu coño me está volviendo loco, Isabella.

Con su mano libre, deslizó mis bragas un poco hacia abajo, instándome con ello a que alzara y juntara las piernas para quitarme por fin la última prenda de ropa. Cuando me dejó totalmente desnuda, me alentó a abrir de nuevo las piernas acariciando mi clítoris excitado con su pulgar. Después de ello, su boca caliente y su húmeda lengua lo remplazaron.

La sensación celestial de su lengua moviéndose contra mí hizo que gimiera descontrolada y que moviera una mano hacia su cabeza, enredando mis dedos nuevamente en su cabello oscuro.

Arqueé mis caderas, en busca de más fricción y gemí frustrada cuando Emmett me sujetaba la cadera férreamente y ralentizaba aún más el movimiento de su lengua. Condenadamente demasiado lento.

–Demonios, Em. – Protesté. – Necesito correrme. No me tortures más, por favor.

Su única respuesta fue darme una larga y lenta lamida en mi clítoris.

Tiré de su pelo y traté de mover mis caderas contra su pecaminosa boca, algo imposible con el firme agarre que McCarty tenía en mí. Él era malvado e impredecible. Sensual y sexual. Estaba calentándome hasta el punto de que podía sentir las llamas del placer y de la locura azotando a través de mi cuerpo, provocando un incendio en cada una de mis terminaciones nerviosas.

En el momento en que mis piernas comenzaron a temblar Emmett succionó duro y continuo penetrándome sin descanso con sus dedos, necesitándolos mucho más profundo aún. Cuando sus dedos tocaron aquel punto ultrasensible y estimulándolo sin cesar, sentí que algo se rompía en mí. Todos los músculos de mi cuerpo se endurecieron, generando espasmos a través de ellos con una fuerza que me hacía volar más alto, más rápido y más fuerte que nunca antes.

El grito que salió de mi garganta era uno de exquisita y de desvergonzada agonía. Tapé mi boca con una mano, tratando en vano de silenciarme, pero era imposible. El placer era demasiado agudo, demasiado feroz como para poder soportarlo. Él éxtasis rompió a través de mi sistema, perforando y vibrando por todo mi torrente sanguíneo y quemando a través de mi cuerpo con una fuerza que tensionó mi cuerpo y me dejó hecha una maraña gelatinosa y tambaleante mientras las repercusiones y réplicas continuaban.

Em, Em, Em. – Imploré su nombre mientras oleadas de placer me fracturaban en mil pedazos.

Él no se detuvo. Pasó su lengua y gimió contra mi carne, sin dejar de consumir el flujo suave de mi liberación al tiempo que iba marchitándome poco a poco. Débil. Demasiado débil y confundida por el intenso placer.

Cuando supo que no era posible exigir más de mí, separó su boca de mi centro y dejó apoyada su cabeza en mi muslo. Sus dedos salieron de mi interior y un espasmo avaricioso tuvo lugar cuando me sentí vacía.

McCarty me había convertido en una chica codiciosa.

Tomando respiraciones profundas en un fútil intento por acompasar los latidos desenfrenados de mi corazón, me obligué a abrir de nuevo los ojos y mirar en su dirección cuando su mano izquierda se hizo dueña de uno de mis senos. Emmett me miraba desde abajo con un gesto insolente a la par que hambriento. Sus ojos de tormenta me tenían esclavizada y no me permitieron centrar mi atención en nada más que en él. Su otra mano, esa con la que se había encargado de hacer maravillas en mí, la dirigió a su boca y lamió sus dedos con evidente placer.

–Malditamente deliciosa, Isabella. – Su voz era más ronca de lo normal, más oscura y pecaminosa – Pero todavía no hemos terminado.

Su mano apretó posesivamente mi pecho al tiempo que él comenzaba a moverse para volver a desatar la locura lujuriosa en mí.

Oh, chico. Esto no había hecho más que empezar.


¡Boom! ¿Quién tiene un poco de calor? Este Emmett es… Aish. Me encanta el Oso.

Espero que les haya gustado y lo hayan disfrutado.

Sé que soy un poco mala por cortar aquí, pero entonces el capítulo sería demasiado largo y excedería el máximo que tengo impuesto habitualmente. En verdad, lo he sobrepasado pero sinceramente me ha dado igual, quería dejar que nuestros chicos tuvieran un poco de buena diversión. Además, como dice el Oso aún no hemos terminado ;)

No obstante, tengo buenas noticias. El siguiente capítulo está listo, por lo que he decidido llevar a cabo dos actualizaciones en un solo mes (no sé si han dado cuenta pero he tomado la costumbre de actualizar mensualmente, así que estamos de suerte :P ). Por tanto, creo que dependiendo de la recepción que tenga este capítulo actualizaré más temprano durante el mes. Siendo sincera, me preocupa un poco el capi, hacía tiempo que no escribía ninguna escena subida de tono. ¡Así que ya saben! ¡Muchos mimitos en forma de muchos reviews para mí!

Gracias por los comentarios a: cavendano13, Roxy Sanchez, lyzleermipasion, glow0718, val2901, alejandra1987, solecitopucheta, Pao pao, ANN ARSTON AARA, LaPekee Cullen, Jade HSos, Alejandra221196, Pam Malfoy Black, Gis Cullen.

¡Nos leemos muy, muy pronto!

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