Nuevo capítulo.
Gracias por la espera.
La mayoría de los personajes pertenecen a Stephanie Meyer.
CAPÍTULO 21
Emmett
La mañana del sábado pasó tan rápido que ni siquiera pude darme cuenta de cómo la claridad del día se fue transformando a una más intensa y calurosa. Tras la llamada sorpresiva de Charlie, la cual resultó ir bastante mejor de lo que Bella y yo esperábamos, pasé toda la mañana con mis chicas. Jugué sin descanso con Zoe y hablé con mi Fiáin de todo y nada. Pasar tiempo con ellas y mi familia en la barbacoa fue genial, pero poder disfrutar de este tiempo solos nosotros tres y Keenan era absolutamente incomparable. Tanto mi Oso como yo estábamos en una nube de dicha.
Almorcé con ellas también. Ni Keenan ni yo queríamos dejarlas. Mi chico se había convertido en el guardián personal de Zoe y la seguía a donde sea que la pequeña fuese. Isabella los miraba dulcemente y sonreía cuando su hija hablaba con Keenan como si fuera su compañero de juegos de toda la vida. Verlos juntos era la cosa más linda que había visto nunca. Una de las veces, mi Fiáin no pudo resistirse y les sacó una foto cuando Zoe se tumbó sobre el lomo de Keenan, el cual estaba recostado cómodamente sobre la alfombra del salón. La nena le leía uno de sus cuentos infantiles e incluso recreaba los sonidos ambientales del cuento. No cabía duda de que había seguido el ejemplo de su madre cuando ésta se lo leía.
Sonriendo mientras recordaba la escena, encendí la pantalla del teléfono móvil y vi la foto en cuestión. Creo que, de todas las fotos que cambiaban como fondo de pantalla en el móvil, esa foto y una de mi Fiáin sonriéndome durante la barbacoa, eran los mejores salvapantallas que alguna vez había tenido.
Suspirando, me incliné hacia atrás y apoyé mi cabeza en el respaldo de mi silla de escritorio. Era lunes y estaba en mi oficina arreglando el papeleo sobre un nuevo pedido de materias primas para la cafetería. Aún era bastante temprano y la hora punta de los desayunos todavía no había tenido lugar, por lo que podía seguir batallando con esto antes de salir a echar una mano.
Desde ayer por la tarde que hablé por teléfono con Isabella, no había sabido nada de ellas. Justo después de comer con mis chicas, recibí una llamada de emergencia de uno de mis restaurantes; siendo necesaria mi presencia allí para solventarla. Mi Fiáin se percató de mi lucha interna entre tener que cumplir con mi deber y no querer dejarlas, por lo que agarró mi rostro y me dio un beso cargado de promesas del que todavía estoy recuperándome.
Maldición. Mi chica sabía besar.
Después de robarme el aliento con su dulce boca, ella me aseguró que estarían bien y que no me preocupara, que debía irme y encargarme lo que tenía que hacer. Refunfuñando porque sabía que ella tenía razón y simplemente estaba postergando lo inevitable, recogí a Keenan y nos marchamos mientras Isabella y Zoe se despedían desde el porche de su casa.
Cada vez era más duro dejarlas, sobre todo porque sabía que después no volvería con ellas.
Negué con la cabeza y volví a ponerme recto para continuar con mi trabajo. Sin embargo, antes de que pudiera soltar el móvil en el escritorio, éste comenzó a sonar con la melodía característica que le había asignado a Isabella.
–Hola, Fiáin. – Le dije a modo de saludo tras descolgar.
–¿Te pillo ocupado?
Extrañado ante su tono serio, fruncí el ceño y una alarma de alerta empezó a sonar en mi cerebro.
–Para nada. – Le aseguré con calma. – Solo estaba en el despacho revisando una cosa. ¿Qué sucede, Isabella?
Sabía que estaba mordiéndose el labio inferior. Ni siquiera necesitaba verlo como para tener la confirmación de ello.
–Quería hablar contigo sobre una cosa. Sé que nos vamos a ver al mediodía para almorzar. – Dijo esto último rápidamente, tratando de asegurar y confirmar este hecho para apaciguarse tanto a ella como a mí. – Pero creo que era mejor avisarte por si tenías que reorganizarte o algo.
Estaba nerviosa. Muy, muy nerviosa. Era más que evidente.
–No hay problema. – Le contesté intentando infligir seguridad a mi respuesta. – Dispara, nena.
La escuché tomar aire y no tenía ninguna duda de que había cuadrado sus hombros y alzado la barbilla de forma orgullosa, como si se preparara para una batalla. Cada día que lograba destapar más encantos de ella, más me profundo la conocía y podía leerla sin tenerla siquiera frente a mí.
–Mierda. – Gruñó molesta, no sé si consigo misma o con lo que debía decirme. – No quiero cambiar tu horario, Em, pero ¿podrías tomarte la tarde libre?
Era una petición sencilla, bastante simple en realidad, pero fuera de lo común en lo referente a Isabella.
–No creo que tenga problemas con ello. – Le respondí mientras reajustaba en mi mente las tareas que tenía pendiente para el día. – Hoy no tengo previsión de que la jornada sea muy ajetreada. Así que soy todo tuyo.
La escuché suspirar de alivio en el otro lado de la línea. Parecía que había estado conteniendo el aire hasta que le di mi respuesta.
¿Qué era lo que no me decía?
–¿Qué está pasando, Fiáin? – Le pregunté preocupado. – ¿Está todo bien? ¿Es Zoe?
–Todo está bien con ella, Emmett. – Se apresuró a contestar. – Es solo que quiero presentarte formalmente a alguien y estoy bastante nerviosa por si sale mal. No quiero que salga mal.
–No lo hará. – Le aseguré mientras respiraba tranquilo al saber que no había ningún problema con la pequeña. – Pero necesito que me des algunos detalles más acerca de esto. Estoy un poco perdido aquí, cariño.
Oí a Isabella reír entre dientes y parte de la tensión entre nosotros pareció evaporarse.
–Estoy siendo tan tonta. – Me confesó en un susurro. – Sé que serás capaz de hacer frente, tal y como hiciste ayer, pero no puedo evitar pensar en todo lo que puede salir mal cuando conozcas en persona a mi padre.
Joder.
Charlie estaba en la ciudad.
–Isabella, todo saldrá bien. – Le contesté con confianza. Ella necesitaba eso y yo se lo daría sin rechistar. – Ayer tuvimos los dos una buena charla y hoy solo cambiará que estaremos cara a cara. No voy a correr, Fiáin.
Y eso era una verdad como un templo. No voy a irme. Nunca. Y tampoco iba a dejar que mis chicas se alejaran. Por ellas pelearía contra lo que fuera. Incluso contra un padre y abuelo sobreprotector.
Como si yo no entendiera al hombre.
Cuando hablé ayer con Charlie, para mí todavía el Señor Swan, la cosa había sido bastante tensa. No obstante, sabía que debía dejar que el hombre tuviera su oportunidad de avasallarme en primera instancia. Estábamos hablando de mi presencia permanente en la vida de su hija y su nieta. Era más que obvio que él no iba a ceder terreno tan fácilmente. Y mucho menos con los antecedentes que me precedieron.
El pasado te hacía aprender y ser más precavido.
Si el pobre hombre iba a sacar su lado aterrador contra mí, no me iba a oponer. Seguramente yo haría lo mismo si un hombre viniera proclamando intenciones amorosas cuando Zoe fuera adulta. O con cualquiera de mis futuros hijos.
Mierda. Isabella tendría que atarme en corto cuando eso sucediera.
Además, tampoco me extrañaba que Charlie hubiera venido a ver a sus chicas. Ayer ya me advirtió que no se me ocurriera moverme de la ciudad, por lo que era más que obvio que tarde o temprano íbamos a tener una presentación formal.
Lo que no esperaba era que fuese justo al día siguiente de haber hablado por teléfono.
–Nada saldrá mal. – Le volví a asegurar a Bella. – Soy un tipo bastante resistente, seré capaz de aguantar. ¿O no Fiáin?
Empecé a reírme cuando escuché a Isabella retener la respiración. Mi chica había pillado al vuelo mi referencia a la noche del sábado.
–¡Maldición, Emmett! – Siseó indignada. – ¡Estoy en el trabajo! No puedes decirme esas cosas justo antes de entrar a una revisión con un paciente.
Me reí entre dientes mientras esperaba que se calmara.
–¡Bella empezamos en cinco! – Escuché que alguien le gritaba a lo lejos.
–¡Ya voy! – Respondió. – Luego en el almuerzo podemos hablar más tranquilos.
–Está bien, Fiáin. No hay problema. Nos vemos después.
–¡Adiós, Em!
Dejé el teléfono sobre el escritorio. Miré los papeles esparcidos sobre éste y suspiré. Hoy iba a ser una mañana bastante larga hasta el mediodía. Necesitaba que el maldito reloj marcará ya la hora de ir en busca de mi chica.
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Después de dejar todo el papeleo listo para los próximos pagos y pedidos, estuve preparando las tartas para ese día mientras que Jacob se encargaba de los dulces más delicados. Ese muchacho tenía bastante maña en ello y creaba verdaderas obras de arte. Obviamente, tenía mi visto bueno para todo aquello que deseara crear y experimentar.
Sin embargo, a pesar de creer que el día sería largo y tedioso, la mañana resultó ser una completa locura. La campanilla de la puerta no cesaba de sonar con las continuas entradas y salidas. Era tal la cantidad de pedidos de los clientes, que tuvimos que hacer el doble de la cantidad habitual. Todos mis chicos fueron fenomenales, al pie del cañón sin una queja. Iba a tener que pensar en algo gordo para compensarles por todo el esfuerzo.
Cuando llegó el momento de partir para ir en busca de Isabella, miré a mi alrededor y sonreí al ver a Jacob preparando una enorme copa de helado de chocolate frente una pequeña de no más de cinco años. La niña le señalaba cada uno de los toppings que quería y reía ante las ocurrencias tontas que seguramente mi empleado le estaba diciendo.
Maldita sea. Un día tenía que prepararles una copa especial a mis chicas. Quería ver reír de esa forma a Zoe y consentir a mi chica con el chocolate más decadente.
Dejando a un lado mis divagaciones, me dirigí a recoger a mi Fiáin. No tardé mucho, ya que apenas hubo tráfico, pero aun así ella ya estaba esperándome en la puerta de la clínica veterinaria.
Isabella se había recogido su pelo rizado en una trenza de espiga, así que esos ojos tan expresivos quedaban totalmente al descubierto. Hoy se había decantado por unos vaqueros degastados y una blusa rosa bebé de mangas cortas. Y, como siempre, su enorme bolso la acompañaba. Estaba hermosa, maldita sea. Siempre lo estaba y, aun así, cada vez que la veía me sentía golpeado por ella.
Era un tipo con suerte.
Sentí el peso de su mirada desde el mismo instante en que mi coche giró la esquina de la calle. En ningún momento sus ojos se apartaron de mí. Joder. Vendería mi alma para que siempre me mirara así por el resto de mi vida.
Conseguí aparcar justo en frente de la clínica y cuando bajé del coche, Isabella avanzó en mi dirección para abalanzarse sobre mí con toda su fuerza. Sus brazos envolvieron mi torso al tiempo que enterraba su rostro en mi pecho. Inmediatamente la rodeé con mis brazos y la apreté lo máximo posible contra mi cuerpo. Inspiré contra la coronilla de su cabello y sentí mi cuerpo relajarse cuando la suave fragancia de su champú inundó mis pulmones.
–Creo que alguien ha echado mucho de menos a otra persona. – Le dije.
Obviamente, no me refería a ella.
Una de sus manos descendió por mi espalda y pellizcó mi trasero. Involuntariamente eché mis caderas hacia adelante, riendo entre dientes por su actitud regañona.
Isabella separó su cara levemente de mí y capturó mi mirada con sus enormes ojos marrones. Sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas y un sinfín de emociones navegaba por sus facciones en apenas unos pocos segundos.
¿Qué había ocurrido para que estuviera así?
Seguramente tendría relación directa con la visita de su padre, pero no creo que todo se redujera a que finalmente ambos nos conociéramos. Algo más había pasado. Alguna cosa que la tenía al borde.
Tratando de borrar la preocupación de su rostro, me incliné y la besé. Suave. Lentamente. Como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Ella me devolvió el beso delicadamente pero, a pesar de ello, un deje de nerviosismo danzaba entre sus labios sin desaparecer, por lo que decidí profundizar el beso hasta robarle el sentido.
Mi lengua bailó contra la suya sin descanso, mientras agarraba fuerte con una de mis manos su trenza y con la otra la apretaba aún más contra mi cuerpo. Isabella gimió, derramando ese hermoso sonido contra mis labios al tiempo que rodeaba mi cuello con sus brazos.
Eso es. Olvida todo lo demás, Fiáin.
A regañadientes, ambos nos separamos a la vez cuando escuchamos silbar desde la otra acera a un grupo de adolescentes.
Malditos metomentodos.
Isabella me miró con las mejillas sonrojadas y me sonrió divertida, como una niña pequeña a la que han pillado haciendo una travesura. Le sonreí de vuelta y besé su frente antes de separarnos y comenzar a caminar.
–¿Qué tal estuvo tu día? – Le pregunté mientras agarraba su mano y besaba sus nudillos.
–Ha estado bastante ajetreado. – Comenzó a explicarme. – He estado en cuatro revisiones y consultas, además de en una intervención de emergencia. – Suspiró con pesar. – Al pobre animal le habían hecho lo mismo que a Keenan.
Gruñí molesto ante el recuerdo de mi pobre Oso gimiendo de dolor. Fue una situación terrible, de la cual lo único bueno fue el poder coincidir de nuevo con mi Fiáin.
–¿Salió bien la operación?
El labio inferior de Bella tembló mientras miraba a lo lejos, perdida en las memorias de su día. Sus sentimientos hoy estaban a flor de piel y eso me hacía pensar que la visita de su padre no solo había sido una sorpresa para mí, sino también para ella.
–Hubo complicaciones. En realidad, demasiadas. – Tragó pesado. – Fue un milagro que el labrador lograra sobrevivir. Zafrina se ha quedado con él en todo el postoperatorio y luego Gianna va a encargarse de él durante la guardia de esta noche. Espero que mañana pueda encontrármelo aún en la sala de cuidados.
–Lo harás, Fiáin. – Le aseguré. – Verás cómo mañana por la mañana podrás mimarlo hasta el cansancio. Tal y como hiciste con mi Keenan.
Me miró y me dio una pequeña sonrisa plagada de esperanza aunque con la evidente sombra de la duda. Apreté su mano en respuesta y seguimos caminando.
Isabella marcaba el paso y rápidamente me percaté que nos llevaba hacia el restaurante chino en el que solíamos comer con más frecuencia de la debida. Justo al entrar, Jian, el camarero que acostumbraba a atendernos siempre, se acercó a nosotros con una sonrisa amistosa.
–Hola, Bella. Emmett. – Nos saludó con las cartas en la mano. – Os he guardado el reservado especial como me pediste. – Declaró mirando a mi chica. – Si sois tan amables de seguirme.
Jian se giró sobre sus talones y ambos fuimos tras él diligentemente. Estaba un poco sorprendido por la declaración del camarero, puesto que no esperaba que Isabella hiciera tal solicitud. Ella prefería sentarme en una de las mesas más cercanas al enorme acuario que tenían con hermosos peces de colores, el cual estaba en el centro del local, por lo que estaba verdaderamente intrigado con su petición.
Cuando llegamos al reservado, una gran mesa redonda preparada para dos nos estaba esperando. Isabella y yo nos sentamos en el mullido sofá pegado a la pared mientras pedíamos nuestras bebidas a Jian. Después de acomodarnos y que él nos tomara nota, nos entregó el menú y nos dejó solos.
–Así que hoy me quieres completamente para ti sola, ¿no Fiáin? – Le pregunté sonriendo inocentemente. Quería ser paciente pero la intriga me estaba carcomiendo.
Ella levantó la vista de su menú y se mordió el labio nerviosamente mientras me miraba.
–Quería que tuviéramos un poco de intimidad hoy. Hay varias cosas que tengo que contarte y prefiero que no haya alrededor oídos curiosos.
Asentí silenciosamente en su dirección al tiempo que alzaba mi mano izquierda y rozaba dulcemente su mejilla. Isabella era muy celosa de su vida privada y era bastante precavida cuando queríamos hablar sobre cosas importantes, por lo que tenía todo el sentido del mundo que hubiera sido previsora y hubiera decidido llamar al restaurante para reservar esta mesa de antemano, evitando que nadie más pudiera quitárnosla.
Mi mujer era una chica muy lista.
Jian se acercó con una bandeja con nuestras bebidas y sacó su cuaderno de notas para tomar nuestro pedido. Una vez hecho eso, recogió las cartas del menú y volvió a irse por donde vino.
–Está bien. – Rompió el silencio Bella cuando ya no pudo resistirse más. – ¡Esto es ridículo!
Con un movimiento que no esperaba para nada, Isabella se giró en su sitio y tomó mi cara con sus dulces manos. Sus labios tomaron los míos con una delicadeza y una concentración que dieron lugar a que gimiera extasiado. Joder. Esto debería ser el cielo.
Cuando alcé mis manos y agarré sus muñecas, mi Fiáin se separó lentamente de mi boca y sus hermosos ojos marrones anclaron los míos a ellos mientras se alejaba un poco.
–Me siento tan desubicada, Em. – Me confesó al tiempo que sus pulgares acariciaban mis mejillas rasposas por la barba. – Desde que papá llegó ayer tengo esta sensación y hundirme en la rutina que nosotros hemos creado juntos hace que me asiente un poco.
Su sonrisa tímida hizo galopar mi corazón. Moví mis manos por sus brazos y descendí por su cuerpo hasta llegar a su cintura, donde la agarré y la cargué hasta que la senté sobre mis muslos con sus piernas ladeadas a un lado. No era una postura indecorosa pero estaba seguro que las mejillas de mi chica se pondrían rojas cuando Jian llegase con la comida y nos encontrara así.
Besé su sien mientras ella prodigaba caricias desde mi cuello a mis hombros. Dios. Esto se sentía tan jodidamente bien y correcto. A la mierda quién nos viera.
–Estoy aquí, Fiáin. – Le susurré contra su piel.
Ella suspiró y se echó levemente hacia atrás para poder ver mi rostro.
–Después de irte, - comenzó a relatarme – Zoe y yo estuvimos durmiendo la siesta y jugando. Pero a mitad de la tarde el timbre sonó y las dos creíamos que serías tú o Rosalie.
Asentí en silencio, no queriendo interrumpir su relato. Ella me estaba poniendo en situación y mi única respuesta fue apretar un poco su cintura para asegurarle que la escuchaba con atención.
–Zoe corrió a la puerta y esperó nerviosa a que yo llegara y abriera. – Se rió al recordar a su hija. – Si la hubieras visto, Emmett, te habrías derretido. Ella creía que eras tú. Toda la tarde había estado hablando de ti y de Keenan, pidiéndome que le trajera a Keenan porque quería jugar con él y que tú también vinieras para que leyerais juntos su cuento favorito.
Me reí entre dientes ante la imagen que mi mente había creado con sus palabras. Esa pequeña me tenía agarrado a su dedo meñique. Si me hubieran llamado, mi Oso y yo hubiéramos estado en un abrir y cerrar de ojos plantados en su puerta.
–Ni Keenan ni yo nos hubiéramos negado, cariño. – Le contesté afable.
–Lo sé. – Suspiró. – Siendo sincera, no te habría dejado ir si no hubiera sido necesario. Zoe y yo te queríamos con nosotras.
Sus enormes ojos brillaron ante su confesión. Joder. Isabella iba a matarme con su dulzura hoy. Besé la punta de su nariz y volví a inclinarme en el asiento.
–Sin embargo, no eras tú. Sino Charlie. – Inspiró profundo y cuadró los hombros. – Cuando abrí la puerta y lo vi plantado en el porche con su maleta de cuero gastado, fumando su tabaco negro de toda la vida y su gorra de los Chicago Cubs, simplemente me quedé bloqueada.
La descripción del señor Swan fue todo un clásico. Necesitaba conocer al hombre y ver de cerca todo aquello que a Isabella le resultaba un tópico de la personalidad de su padre.
–¿Tabaco negro? – Le pregunté alzando una ceja. No era algo típico.
–Oh, sí. – Isabella gimió en disgusto. – Desde que llegó, tiene perfumada toda la casa con el olor del dichoso cigarro. No sé cómo he logrado que mi pelo no huela a ese condenado humo.
Me reí entre dientes y enterré la nariz en su cabello. No, ni rastro de olor.
–Así que, cuando vimos a papá, la primera en reaccionar fue mi niña. Salió corriendo hacia él y abrazó sus piernas con toda la fuerza que podía. Charlie apagó y tiró inmediatamente el cigarro para justo después tomar en brazos a Zoe. – Bella parpadeó rápidamente y sonrió ante el recuerdo. – Si los vieras, Emmett, esos dos son el tándem abuelo-nieta perfectos.
–Estoy seguro de que lo son. – Le respondí sincero.
–Después de eso, papá me arrastró también al abrazo y no nos dejó ir hasta que no estuvo contento. – Rió divertida ante esa actitud posesiva de Charlie. – Cuando logramos que nos liberara, Zoe y yo lo llevamos adentro y pasamos la tarde los tres juntos, antes de que yo me pusiera a preparar la cena y los dejara a sus anchas a los dos. Y después de todo eso, mi pequeña cayó rendida. Demasiada diversión tanto por la mañana como por la tarde la dejó exhausta.
Me hacía feliz saber que Isabella tenía a Charlie. Los padres son importantes en la vida de sus hijos y los marcan de una manera tan profunda que es prácticamente imposible borrar su huella.
Lo sabía por experiencia.
Además, que Bella se parara a contarme los detalles más pequeños de su relación con él era increíblemente halagador. Eso hacía que me diera cuenta de cuánto confiaba en mí. Cada un día poco más. Cada semana más unidos. Algo tan frágil y hermoso que debía ser atesorado como el bien más preciado del mundo. Por lo menos del mío lo era.
Antes de que Isabella pudiera seguir hablando, Jian nos trajo la comida, dejando cada uno de los platos frente a nosotros con una velocidad abismal. Estaba claro, que él había notado la necesidad de privacidad en Bella y estaría eternamente agradecido con él por eso. La propina de hoy estaba más que merecida.
A regañadientes, dejé que Isabella se bajara de mi regazo y se sentara junto a mí en el asiento. Ambos comenzamos a devorar los rollitos de primavera en silencio y con eficacia, siendo el golpe de los cubiertos con el plato el único sonido destacable.
Cuando sentí el peso de su mirada, me giré en su dirección y le guiñé mientras tomaba un bocado grande. Isabella puso los ojos en blanco y volvió a centrar su atención en su plato. No obstante, era evidente el ligero color en sus mejillas.
–Puedes seguir mirándome, Fiáin. Sabes que me gusta que me mires mientras como, sobre todo cuando lo hago contigo. – Le dije con picardía.
Isabella se atragantó y empezó a toser. Mientras echó mano de su vaso con té helado, le di unas palmaditas suaves en la espalda. Cuando se hubo calmado, empecé a reírme y ella me fulminó con la mirada.
–Eres incorregible, McCarty. ¡Estamos almorzando! – Me regañó.
Mi única respuesta fue simplemente reírme al tiempo que tomaba un wantán frito de uno de los platos para compartir
–En serio, Emmett. – Refunfuñó. Pinchó con furia una gamba de su arroz tres delicias y me señaló con el tenedor. – Tienes que aprender modales.
–No he sido yo el que ha mirado al otro con deseo mientras lo veía comer. – Me encogí de hombros fingiendo desinterés.
–¡No te miraba con deseo! –Gruñó.
Ahí estaba. El genio y fuerza de mi chica salvaje. Joder. Ese maldito fuego en sus ojos era como una droga. Me encantaba.
Riéndome de su actitud, me incliné hacia ella y le susurré al oído:
–Niégalo si quieres, cariño. Pero ambos sabemos que lo hacías. Y los dos sabemos que eso me encanta. Así que no te avergüences.
Besé ese punto justo detrás de su oreja, dando lugar que un escalofrío recorriera su cuerpo. Sonreí engreído y me volví a sentar recto para continuar con el almuerzo.
Sé que Isabella tenía que seguir contándome más cosas de ayer noche pero estos pequeños momentos robados de juegos eran especiales para ambos y bastante esenciales para darle a ella algo de descanso con todo lo que rondaba por su cabeza. Mi mujer parecía de primeras una chica tranquila, pero su mente viajaba a mil por hora.
Sin querer presionarla, le empecé a contar sobre mi día, así ella podía concentrarse en comer y se despejaba de toda su carga mental. Le hablé acerca de todo el ajetreo de gente en la cafetería y de cómo había ido la aceptación de la nueva tarta que añadimos al menú. Cuando llegué a la parte de cómo habíamos estado cocinando Jacob y yo juntos Isabella se convirtió en una niña pequeña.
–¿Me estás diciendo que Jake hizo esos deliciosos pasteles red velvet con crema de queso y sombrerito de chocolate blanco? – Preguntó elevando cada vez más el tono de voz. – ¡Mierda! ¡Esos son una obra de arte, Emmett!
–Son geniales. – Estuve de acuerdo con ella mientras me reía. – Nada más colocarlos en el expositor los clientes se volvieron locos. Se acabaron bastante rápido.
Bella gimió y suspiró disgustada. Estaba claro que le hubiera encantado hincar el diente a uno de esos dichosos pasteles. Hice nota mental de ello y decidí que sería bueno programar varias horneadas de los mismos para esta semana de nuevo.
Cuando terminamos con la comida, llamamos a Jian y le pedimos dos tazas de café. Él recogió los platos y volvió a dejarnos solos en nuestra burbuja. Miré a Isabella, la cual había empezado a jugar con su servilleta de tela. Me puse más cómodo en el asiento mullido y esperé a que ella empezara a hablar cuando estuviera lista.
–Papá no vino solamente para echarnos un vistazo a Zoe y a mí o conocerte a ti. – Comenzó a relatar de nuevo. No levantó la vista de la mesa y su ceño se había fruncido en concentración. – Él ha traído noticias de nuestro abogado.
La miré extrañado. Escucharla decir que tenía un abogado era lo último que esperaba. Es decir, yo tenía un abogado para poder llevar todo el papeleo legal en orden en mis restaurantes pero no me resultaba común que la gente tuviera un abogado así como así, salvo que fuera por un tema necesario y de forma puntual e infrecuente. Así que la afirmación de Bella me daba a entender que había requerido del servicio de un abogado en el pasado y, además, que encima lo denominara como "suyo" me sugería que había recurrido a él en más de una ocasión.
Joder. Mi chica aún se guardaba tantos secretos como yo.
–¿Está todo bien? – Me atreví a preguntar.
–Mi abuela Marie falleció hace tres semanas. – Declaró alzando finalmente la vista y mirándome calladamente. No había ningún tipo de sentimiento en su rostro. Estaba completamente vacío.
–Lo siento, Bella. – Le dije con respeto, era evidente que nos estábamos moviendo en arenas movedizas.
–Yo también lo siento. – Me confesó en un susurro. – Ella se ha ido para siempre y, sin embargo, apenas he sentido nada cuando me enteré. Y eso me hace sentir culpable.
Tomé una de sus manos y la apreté con cariño mientras me sentaba más cerca de ella.
–¿No estabais muy unidas, cierto? – Le pregunté con gentileza.
Ella simplemente negó en silencio mientras trataba de acercarse más a mi cuerpo, como si buscara calor. Tal y como hice al inicio del almuerzo, la tomé en brazos y la senté de nuevo en mi regazo, rodeándola con mis brazos. Ella apoyó su cabeza en mi hombro y suspiró.
–Mi padre y Renée tenían compartida mi custodia, pero pasaron varias cosas feas en casa de mi madre y Charlie solicitó la custodia completa. – Susurró contra la piel de mi cuello. – Y ganó. Eso no gustó a mi abuela Marie, la madre de Renée.
La bruma del desconocimiento parecía empezar a desvanecerse un poco en mi mente. Sabía que Renée no había sido una buena madre pero no tenía idea de que la situación había llegado hasta ese punto. ¿Qué mierda había hecho esa mujer para que su hija quisiera marcharse con su padre?
–Verás, Em, yo por un lado lo entiendo. – Se apresuró a aclarar cuando notó la tensión en mi cuerpo. – Era su hija y es más que compresible que se pusiera del lado de Renée. Sin embargo, yo era su nieta y era solamente una niña.
–Era a ti a quien se debía de proteger. – Terminé de decir por ella. Esta declaración implicaba todo lo que ella no se atrevía a expresar en voz alta. Isabella era una mujer con un corazón enorme, fuerte e independiente, pero también era una persona muy sensible y con un sentido del deber bastante arraigado. Por ello, sabía perfectamente que se sentiría mal al confesar esos pensamientos.
Y por eso es que por Bella valía la pena luchar mil batallas y más. La admiraba.
–Cuando era pequeña no lo entendí. Solo sentí que no me quería lo suficiente, que estaba siendo una hija horrible y una mala nieta. Pero cuando fui creciendo, comprendí que mi abuela Marie era la que no había entendido que mi madre no me cuidaba como ella misma lo había hecho con Renée. Y eso me rompió un poco.
Besé su cabello y acaricié su pierna lentamente, tratando de apaciguarla y reconfortarla.
–Siempre que podía, le decía a todo aquel que quisiera escucharla que mi padre me había puesto en contra de mi madre, que había usado sus influencias en la policía para salirse con la suya y que yo era una desagradecida por no quedarme con su lado de la familia.
La voz de Isabella temblaba mientras hablaba, por lo que no me hacía falta ver su mirada para saber que sus ojos estarían anegados en lágrimas sin derramar.
–Charlie fue un muro de contención. – Se separó un poco y me miró con una sonrisa aguada. – Siempre se puso delante de mí para que nada de la fealdad de la familia Higginbotham me llegara a alcanzar.
–Tu padre es un buen hombre, Fiáin. – Declaré con seguridad.
Bella asintió orgullosa y respiró hondo antes de proseguir con su historia.
–Con el tiempo, las cosas se calmaron y poco a poco papá y yo creamos una rutina juntos. Nadie ni nada nos podía tocar. Fuimos felices y solo hubo momentos puntuales en los que tuvimos que lidiar con Renée y mi abuela. – Ella suspiró pesado. – Mi padre logró un entendimiento con mi abuela, para que yo fuera de visita un par de horas algunos fines de semana. A Renée, por el contrario, le daba igual verme o no. Si estaba presente en casa de mi abuela Marie simplemente era para tratar de enfurecer y preocupar a Charlie mientras estaba yo allí.
Tras eso, Isabella se giró un poco y preparó nuestros cafés, echando la mitad del sobre de azúcar en el mío y todo el otro sobre en el suyo. Me entregó la taza y besé su mejilla como agradecimiento.
–Esos sábados los recuerdo muy incómodos. – Se quedó mirando hacia abajo, observando el giro de la cuchara plateada en su café. – Apenas decía o hacía algo cuando estaba en su casa. No quería meter la pata y que eso diera lugar a problemas. Mi abuela no se comportaba mal conmigo pero era… un poco fría. Siempre parecía enfadada y eso hacía que me recluyera más aun cuando la iba a visitar.
Aprovechó un momento para dar un sorbo a su taza y agarró mi muñeca para que yo también lo hiciera con mi café. Su mirada dejaba en claro que no podía librarme de su orden. Demonios. Incluso mostrándome este lado indefenso de ella, Isabella trataba de cuidarme.
–La situación era cada vez más agotadora y Charlie se dio cuenta. Así que un sábado se sentó conmigo antes de irme y me preguntó si de verdad quería visitar a la abuela Marie. – Ella bebió otro sorbo de café. – Y le dije que no, que prefería irme con la abuela Helen directamente.
Por lo que mi chica me había contado, su abuela Helen era la madre del señor Swan. Siempre era la abuela que nombraba y de la que más me hablaba cuando decidía contarme sobre sus travesuras y anécdotas de pequeña. También era con la que solía quedarse cuando Charlie tenía el turno de noche en la comisaría del pueblo, así que las dos estaban muy unidas.
Bella me miró y se quedó observándome como si buscara algo. Sin poder contenerme, me incliné y le robé un beso rápido. Sus labios sabían al café dulzón que estaba tomando y la pequeña arruga en su entrecejo desapareció.
–Los niños se apegan a aquellos que les dan cariño. – Le expliqué. Sabía que en la mente de Isabella el dejar de ver a su abuela Marie supuso un duro golpe a su propia lealtad, porque para ella la figura de una abuela era sagrada. – Tu abuela Helen estuvo para ti, Fiáin, y para tu padre. Tu abuela Marie, no obstante, solo lo estuvo para Renée.
Isabella asintió de acuerdo y besó la comisura de mi boca en un gesto de calidez. A veces las palabras suponían un gran paso cuando las emociones embargaban a uno.
Los dos terminamos nuestros respectivos cafés y dejamos las tazas al mismo tiempo en la mesa. Mi mujer se reclinó y volvió a apoyar su cabeza en mi hombro, al tiempo que una de sus manos hacía pequeños dibujos en mi pecho. Mientras tanto, envolví su cuerpo con mis brazos y saboreé el calor de su cuerpo.
–Cuando comenzaron a sucederse los sábados y veía que ella no llamaba a mi casa para preguntar por mi ausencia, sentí alivio. – Su confesión apenas fue un susurro velado contra la piel de mi cuello. – Era liberador ver que no existían reproches ni enfados por su parte. Sin embargo, conforme pasaron los meses, el consuelo se transformó en tristeza; porque me di cuenta de algo sobrecogedor para una niña de esa edad: no le importaba a mi abuela.
La apreté entre mis brazos y acaricié su frente con mi mejilla a modo de consuelo. Isabella se agarró a la tela de mi camisa blanca y ocultó aún más su rostro en mí.
–Nos cruzábamos por la calle, sabes. – Continuó relatándome. – Era imposible no hacerlo cuando vivíamos en el mismo pueblo. ¿Y sabes lo que ella hacía? – Su voz se quebró cuando preguntó. – Miraba hacia otro lado. Hacía como si yo no existiese. Como si hubiera un hueco invisible justo donde yo estaba en la acera. Sus ojos nunca me volvieron a mirar verdaderamente. Siempre estaban vacíos para mí.
Joder.
Condenada bastarda.
Sentí como la tela de mi camisa se mojaba un poco por las lágrimas de Bella. Se me rompía el corazón verla llorar. Nunca iba a estar preparado para ello, pero sabía que lo mejor que podía hacer era sostenerla y amarla en silencio mientras se desahogaba.
Besé la piel de su frente más cercana al nacimiento de su cabello, acaricié su espalda suavemente en forma de consuelo y maldecía en silencio a esa mujer que había hecho llorar a mi Fiáin después de tantos años.
Por un lado, podría llegar a pensar que la abuela de Isabella finalmente se dio cuenta de que su actitud estaba más mal que bien hacia su nieta y que por eso había decidido dejarla ir finalmente. No obstante, eso estaba bastante lejos de la realidad. Marie Higginbotham había utilizado a su nieta en una lucha silenciosa contra Charlie Swan en nombre de su hija Renée. Y al haber visto eventualmente que jamás lograría su objetivo, decidió seguir adelante; abandonando a un lado del camino a mi Isabella. Como si fuera un simple juguete roto que ya no le servía para nada.
Maldita hija de puta.
–Te tengo, Fiáin. Te tengo, cariño. – Le susurré mientras la arrullaba con todo el amor de mi alma.
Incluso muerta había hecho daño a mi chica. Quería gruñir y gritar enfadado, pero no podía. En estos momentos Isabella me necesitaba sosteniéndola, envolviéndola y recogiendo sus fragmentos rotos. Y que me quemen en el infierno si iba a dejar de hacer eso en este instante.
Los fantasmas del pasado podrían hacer acto de presencia en nuestro presente pero jamás permitiría que nos arrastraran a la oscuridad. Ya ninguno de los dos éramos esos niños abandonados.
Nunca más.
Gracias por los comentarios a: natuchis2011b, constancediaz039, ANNARSTONAARA, solecitopucheta, NaNYsSANZ, cavendano13, RoxySanchez, alejandra1987, lyzleermipasion, shamyx, JadeHSos (x2), glow0718, TheDiariesDarkness, mican, val2901.
Espero que les haya gustado y lo hayan disfrutado.
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