3.

-Lo sentimos, señorita Darkholme, pero el puesto ya está ocupado.

Raven soltó su enésimo suspiro de frustración (ya era más bien furia) al oír, también por enésima vez en el día, cómo rechazaban su solicitud de un puesto de trabajo. Todo por culpa de que Summer no comprara prensa. El periódico más nuevo que había encontrado tenía una semana y lo había rescatado de un montón que su hermana utilizaba para ponerlo en el suelo después de hacer la limpieza.

-De acuerdo. Gracias.- la última palabra le rechinó en los dientes. Todo porque me tengan en cuenta si hay algún desertor más, pensó.

Colgó el teléfono y se hundió en el respaldo del sofá. Llevaba casi dos semanas, y todavía no había conseguido un empleo. Y eso que estaba dispuesta a casi cualquier cosa. Su primer trabajo en el turno de noche del supermercado de una gasolinera era básicamente lo más bajo en lo que se podía caer sin rozar la ilegalidad. Y, por supuesto, en los últimos años no sólo había rozado la ilegalidad, sino que había entrado de lleno en ella. Sin embargo, no estaba dispuesta a volver a aquello. Ahora era una mujer normal, y como tal debía buscar un trabajo. Tal vez así aportaría un poco de dinero a casa de Summer y dejaría de sentirse como una refugiada.

Echó un vistazo al reloj del vídeo. Eran casi las seis, Summer debía estar a punto de llegar. No estaría mal sorprenderla con la cena. Acababa de ponerse en pie para hacer algo útil cuando oyó un tremendo crash de cristales rotos en la habitación contigua a la cocina. La habitación de Mike. Mierda. Echó a correr temiéndose cualquier accidente.

-¿Estás bien?- preguntó antes de ver siquiera a su sobrino.

-Sí.

Gracias a Dios. El niño parecía estar bien, no tenía cortes ni nada parecido. Summer la habría matado si hubiera ocurrido algo mientras Mike estaba bajo su vigilancia. Por lo demás, todo estaba intacto menos la lámpara de cristal de la mesita de noche, hecha pedacitos por el suelo de la habitación.

-No se lo digas a mamá.- pidió el niño.- No le gusta que juegue con la pelota dentro de casa.

Raven siguió la mirada culpable del niño hasta ver un balón de baloncesto tirado en una esquina, dejado ahí como la flagrante prueba del delito. No iba a decir nada, aunque en cuanto entrase en la habitación su hermana se daría cuenta. Pero en fin, tampoco podía traicionar al pobre crío.

-Vale, no le diré nada, pero a cambio tienes que ayudarme a recoger este destrozo antes de que llegue. ¿Trato hecho?

-Trato hecho.- contestó Mike. Acto seguido se agachó para empezar a recoger los fragmentos con las manos desnudas.

-¡No!- casi gritó Raven.- ¡Así no, te vas a hacer daño! Espera un segundo a que vaya por una escoba.

-No te preocupes, no pasa nada.

Fue entonces cuando ante su mirada incrédula, su sobrino empezó a recomponer los pedazos rotos como si de un puzzle se tratara. Unía dos piezas y pasaba el dedo por la grieta haciendo que quedaran unidos como si nunca se hubiesen roto. Raven no pudo ni reaccionar, se quedó mirando atontada cómo Mike terminaba de juntar todos los fragmentos rotos de la lámpara, enroscaba el casquillo metálico de la bombilla y la pantalla, y la dejaba sobre la mesita de noche como si nada hubiera pasado. Se quedó totalmente con la boca abierta. Nunca se le habría pasado por la cabeza.

-¡Mike! No te creas que no te he visto.

Se giró al oír la voz de su hermana a sus espaldas, aún sin poder controlar su mandíbula.

-Lo siento.- se disculpó él poniendo cara de pena.

-Bueno, pues que sea la última vez, o si no, ya sabes adónde va el balón. Que puedas arreglar las cosas no significa que no me entere cuando las rompes.

-Pero espera...- Raven consiguió por fin articular un par de palabras.- ¿Lo sabías?

-Claro que lo sabía. Desde hace un año. Sí, Mike es mutante. Y según parece, lo ha heredado de ti.

Summer se dirigió a la cocina y su hijo salió corriendo tras ella. Raven, aún un poco desconcertada, los siguió hasta encontrarlos poniendo la mesa alrededor de una caja de pizza familiar que su hermana había comprado para la cena. Se arrastró hasta una de las sillas y se dejó caer en ella, sin terminar de hacerse a la idea de lo que acababa de ver.

-Oh, por favor, no pongas esa cara.- la instó Summer.-Tú eras igual hasta hace... nada.

-Ya lo sé, pero... bueno, es raro. ¿Su padre es mutante?

-No. Te he dicho que debe de haberlo heredado de ti.

Abrió la caja de pizza, puso una porción en un plato y lo colocó delante de Raven. Era fascinante la tranquilidad con lo que se lo tomaba, pensó esta. Tal vez con la experiencia de haberlo pasado primero con ella, lo del niño había sido pan comido.

-Es raro- siguió explicando Summer, una vez habían terminado casi de cenar.- Pero comprensible. Normalmente las mutaciones se manifiestan en la adolescencia, él sólo tenía seis años, aunque dicen que también puede ser consecuencia de una impresión fuerte. No sé a qué demonios se debió, pero aquí está. Ni siquiera sabemos bien de qué va su mutación, sólo que puede arreglar cosas, cambiarlas de color y eso.

-¿No habéis ido a que lo vean?

-No. De momento no me preocupa, y casi es útil. Tengo miedo de llevarlo a un sitio en el que le hagan... no sé, pruebas raras. Ya ves lo que pasó en los Worthington con ese crío. Bueno, a mucha gente le ha ayudado a deshacerse de una mutación que no quería, pero lo tuvieron todo ese tiempo encerrado, haciéndole Dios sabe qué, y vamos, creo que tenía padres, no podían verle siquiera. Si me quitaran a Mike para hacer experimentos genéticos con él me moriría. Después de todo el tiempo que pasé peleándome por su custodia, no voy a dejar que el primer capullo de un laboratorio se lo lleve.

-¡Eh!- soltó el niño de repente con la boca llena.- Si estáis hablando de mí, decídmelo a la cara.

Summer forzó una sonrisa y le revolvió el pelo a su hijo.

-Es verdad. Se lo prometí. Nada de secretos. Sabe que tiene una mutación y de hecho, como esta tarde, a veces se aprovecha de ella.

-Eso es lo chulo que tiene.-sentenció él. Terminó de un mordisco lo que le quedaba de pizza y preguntó.- ¿Puedo ir a ver la tele?

-Claro. Pero lávate las manos antes o pondrás perdido el sofá.-le dijo su madre.

El niño se levantó de la mesa y antes de que pudiera salir corriendo de la cocina ella le dio un beso al pasar por su lado. Raven sintió una punzada de envidia infantil que la hizo sentirse un poco tonta. Ojalá hubiera podido hablar con esa facilidad sobre su mutación con su padre.

-Es lo que más quiero en este mundo.- se explicó Summer con un suspiro, mientras metía los platos en el lavavajillas.-No lo entiendes porque no tienes hijos, pero es lo único que me hace seguir adelante, levantarme cada mañana. ¿Qué haría yo si se lo llevaran, si decidieran que es demasiado bueno como para darle una vida normal... o demasiado peligroso?

-No sé por qué crees que te estoy recriminando que no lo hayas llevado a ninguna parte.- replicó su hermana.

-Porque te veo la cara, y porque te conozco de toda mi vida, y sé que no estás conforme.

-Bueno, pues es verdad, no lo estoy. De momento, tú lo has dicho, la mutación no representa ningún problema para Mike. Pero no sabemos si dentro de unos años hará algo más que recomponer lámparas rotas. Puede que llegue un momento en que no pueda controlarlo.

Summer negó con la cabeza cansinamente mientras cerraba con más fuerza de la debida la puerta del lavavajillas.

-Ya aprenderá a hacerlo. Tú lo conseguiste sola¿no? La última vez que nos vimos, cuando trabajabas en la estación de servicios, podías transformarte a voluntad. Era genial cómo te convertías en un segurata de dos metros cada vez que entraba un tío sospechoso. Y no habías estado en ningún centro, ni nadie te había entrenado.

Raven permaneció callada. La verdad es que no lo había controlado ella sola. Había sido Eric Lensherr el que había estado enseñándole, día tras día, a hacerse dueña de su mutación. Durante años creyó que era la persona que mejor se había portado con ella en todo el mundo. Hasta hacía un mes más o menos, cuando la había dejado tirada dentro de un camión blindado. Al fin y al cabo él también era un racista, sólo que de otro tipo. En contra de la mayoría, de los "normales".

-Ya lo sé.-dijo, determinada a que su hermana no se enterara nunca de aquella historia.- Pero es mucho mejor, más seguro, que alguien le ayude, que le prepare. Incluso se le ha manifestado antes de lo normal, puede que haya algo raro.

-No.- Summer la interrumpió abruptamente.-No me puedo creer lo que me estás diciendo. ¿Sabes a quién me recuerdan esas palabras? A papá. Él también pensaba que los mutantes estaban mucho mejor controlados, encerrados. En el fondo eres igual que él.

Aquello fue un golpe bajo. Raven bajó la vista, incapaz de mirar a su hermana a la cara. Se puso en pie dispuesta a salir de la cocina y acabar para siempre esa conversación infernal, cuando de repente una frase le golpeó la mente y fue incapaz de marcharse sin decirla. Tal vez fuera la ira, porque conscientemente nunca lo habría pronunciado. Pero lo que acababan de decirle había tocado algo demasiado delicado.

-Y tú ahora te has vuelto tan tolerante porque es tu hijo, porque cuando te tocó defenderme a mí no fue lo mismo.

La jarra de agua que Summer estaba a punto de meter en el frigorífico se le escurrió de las manos y se estrelló contra el suelo. No se volvió para mirar a Raven, ni para contestarle. Cerró la nevera de un golpe y se agachó para empezar a recoger los pedazos rotos.

-Déjame que te ayude, te vas a cortar.-le dijo su hermana. Habría esperado que Summer le gritara, que la echara de su casa, pero no que se diera media vuelta y no despegase los labios. Tal vez así se habría sentido un poco menos culpable.

-No.- la voz de Summer sonó queda, sin inflexión.- Ya le diré a Mike que venga y la arregle.

-¿De verdad que no quieres que te ayude?

-No, Raven. ¿Por qué no te vas a dar una vuelta? Llevas todo el día aquí encerrada. Quizá por eso estás tan irritable.

Ella no se atrevió a replicar. Se alejó unos pasos en dirección a la puerta trasera, la abrió sigilosamente y salió al jardín. Curiosamente, la misma puerta por la que había regresado a la vida de su familia era la misma por la que acababa de estar a punto de dejarla otra vez. Mierda, pensó. Eres una inútil para las relaciones humanas, Raven. Siempre lo has sido. Nunca has sabido ser natural, ser tú misma. Por eso te sentías tan cómoda cuando podías ser otro, cualquiera que quisieras. Ahora ya no puedes cambiar, y por eso te sientes tan mal. Nunca has querido ser Raven Darkholme, y ahora estás condenada a serlo