Dedicado a mi nuevo/a lector/a: Akira Ryddle Kenobi. ¡Quédate y disfruta de la historia! (y si puedes, especifica en el próximo review si eres chico o chica, así será más fácil dirigirme a ti)

7.

En el centro de Nueva York, una chica afroamericana con el pelo blanco y un hombre con peinado raro y una manera un tanto ruda de comportarse no son lo más raro que se puede encontrar. Entre la maraña de gente, apenas si se localizaban el uno al otro, así que poco menos iban a localizar lo que andaban buscando.

-¿Esto no te recuerda a algo?- dijo ella.

-Sí. A la primera vez.- murmuró él entre dientes.- Pobre chica. Tenía que pasarle precisamente a ella.

-Nada de precisamente a ella, Logan. No es la única.

-Ya. Pero ella ya ha sufrido bastante. Y ha hecho lo de siempre: huir. Espero que no haga ninguna locura.

-No la hará. Está dolida, pero no es estúpida.

-Esta vez ha sido incluso peor, Ororo. No entiendes cómo se siente. Tú siempre lo has llevado muy bien, para otras personas es más difícil...

Tuvo que interrumpirse de repente al notar a alguien que se chocaba con él y pasaba de largo, sin volverse siquiera ni pedir las más mínimas disculpas. Logan le siguió con la mirada. Capullo tieso y prepotente.

-¡Eh! A ver si miras por dónde vas.- casi le gritó.

La chica puso los ojos en blanco. Ya empezábamos. Como diera la casualidad de que Logan hubiera empezado el día de mal humor, y aquella mañana tenía más que razones para estarlo, cualquiera que se cruzara en su camino era una potencial víctima.

-Vamos, tenemos cosas que hacer, no podemos perder el tiempo en tonterías.-trató de disuadirlo, tirándole suavemente del brazo para instarle a seguir andando.

-Ororo, no detengas lo inevitable-la cortó él, soltándose y dando media vuelta para rehacer el camino, abriéndose paso en sentido contrario a la marabunta de gente con prisas que les rodeaba.- ¿Qué pasa, chico, no me has oído¿Es que además de ciego estás sordo?

-Vale, vale- el incriminado se volvió, levantando las manos en señal de paz.- Perdón.

Esperaba que aquel tipo se le pusiera chulo, que le dijera algo así como "que sea la última vez" u otra frase hecha por el estilo. Qué susceptible era la gente, todo por haberle empujado un poquito con el hombro, sin querer. Sin embargo, no esperaba la cara de desconcierto con la que el otro le devolvió la mirada, los ojos desorbitados, la boca entreabierta, con todo el aspecto de ir a desmayarse de un momento a otro. Parecía haberse quedado paralizado. Recordó el rostro de la chica que había visto en el hospital el día de visita, la tía del niño, y consideró que era muy similar. Como si hubiera visto un fantasma.

-Joder.- murmuró aquel tipo extraño, sin apartar los ojos de él.

-¿Qué ha pasado?- la chica del pelo blanco llegó junto a ellos y en cuanto le vio reaccionó casi de la misma forma. Ahogó un grito y se cubrió la boca con la mano, mirándole también como si fuera la primera vez que veía algo semejante. Entre atónita y asustada. Tardó un segundo en reponerse y acertar a articular.-Dios mío. Scott. ¿Eres tú?

Él dudó un momento antes de responder. Parecía que le conocían. Que le habían conocido en esa vida anterior que él no alcanzaba a recordar. Lo raro era que se comportaran de esa forma al verlo. Esbozó media sonrisa nerviosa, en un vano intento de quitarle hierro a la situación, lo que era casi imposible en vista de cómo aquellos dos se lo comían con los ojos, sin terminar de creer lo que estaban viendo.

-Sí, soy yo.- dijo.-Supongo.

Una milésima de segundo después, cuando apenas había acabado la frase, la chica se lanzó a sus brazos y le estrechó como si hasta ese momento hubiera creído que no iba a verle nunca más. El hombre le seguía mirando como si fuera un monstruo, un bicho raro, más de lo que era aún. Casi en guardia, como si esperara que algo malo ocurriera de un momento a otro.

-Vaya, qué situación más extraña.- murmuró Scott soltándose delicadamente de la chica.-¿Alguien me puede explicar de qué va esto?

-Apártate, Ororo. No es él.- dijo entonces el hombre, en tono severo y disponiéndose, de alguna manera, a atacar.

-Sí, vale. Es cierto. Puede que no sea yo a quien buscáis. Así que buena suerte, y adiós.

Scott retrocedió unos pasos dispuesto a largarse de allí lo antes posible. No le gustaba la que estaba formándose allí. No obstante, una parte de él empezó a ordenarle que se quedara. Que hablara con aquellos dos, que seguramente tenían que saber algo más sobre él. Tal vez era la persona que ellos creían que era, tal vez había estado con ellos en algún momento antes de perder la memoria. ¿Quiénes eran¿Sus amigos¿La chica y el raro?

-¿De qué me conocéis?- se atrevió a preguntar entonces.

-¿Qué tontería es esa, Scott?- respondió ella. Ororo, creyó haber oído que se llamaba.-Casi nos criamos juntos. En la escuela. ¿No lo recuerdas?

Él negó con la cabeza al tiempo que esbozaba un gesto de desconcierto él mismo. Aquello era bastante raro.

-Esa es la cosa. No me acuerdo de nada. Tuve un accidente, o lo que sea. He estado en coma.- de repente le sonó extraño estar dando tantas explicaciones.-No recuerdo nada que no sean las últimas tres semanas.-concluyó.

-Así que no te mató...

Scott reaccionó rápidamente a aquella frase. No te mató.

-¿Se suponía que me habían matado?- preguntó.

-Bueno, eso es lo que creíamos todos. Sólo encontramos tus gafas junto al lago Alkali. Después de ver lo que Jean le hizo a los demás... estábamos seguros de que te había pasado lo mismo.

El lago. Se lo habían dicho en el hospital, lo habían encontrado cerca de un lago con el cerebro destrozado. Y sin gafas. Y ellos sólo encontraron las gafas. Por fin alguna explicación sobre el pasado que le daban tenían un poco de sentido. También el nombre: Jean. Por primera vez era como si algo de lo que había oído no lo oyera por primera vez. Había pronuciado ese nombre. Estaba seguro de que una vez había conocido a una persona que se llamaba así.

-¿Quién es Jean?- volvió a inquirir.

-Dios, esa es una historia muy larga, Scott.- la chica pronunció esto en un tono triste, cansado.-Esto se merece hablarlo con mucha más tranquilidad. Es difícil que te lo cuente todo si no recuerdas nada. Tenemos que encontrar a la chica y ahora tú...

Se interrumpió, respiró hondo y súbitamente encontró una solución.

-¿Por qué no te vienes con nosotros? Terminaremos esto y te lo contaremos todo, pero ahora es imposible... Además, nos serás útil, seis ojos ven más que cuatro.

-Dirás que cinco ojos ven más que cuatro.-la corrigió el otro hombre, con los ojos entornados, todavía sospechando.

¿Cinco ojos¿Por qué cinco?

-Lo siento, no puedo.-Scott rechazó la invitación lo más educadamente que pudo.- Ahora estoy con mi padre, hemos quedado dentro de cinco minutos...

-¿Tu padre?- Ororo volvió a interrumpirle.-¿Tienes un padre?

-Claro que tengo. Todo el mundo tiene un padre. Es necesario, ya sabéis, la historia de la semillita...- replicó él, un poco extrañado. Luego comprendió tal vez la razón de que les hubiera sonado tan raro y explicó- Es adoptivo, bueno, pero me crió desde los doce años y ahora ha vuelto a encontrarme.

-¿A los doce años¡Pero si esa es la edad a la que entraste en la escuela!

Y qué, pensó él, todos los críos de doce años tienen una familia y van al colegio igual. Las cosas estaban empezando a torcerse de nuevo, y Eric ya debía de estar esperándole. De no ser por el nombre de Jean, que seguía dando vueltas en su cabeza buscando un lugar, un momento y un rostro al que asociarse, se habría marchado de allí y se habría olvidado para siempre del asunto. Pero para una cosa que le sonaba mínimamente familiar, no podía dejarla escapar.

-Tengo que irme.- dijo- Pero quiero que nos veamos de nuevo. Quiero que me habléis sobre... todo eso.

Fue entonces cuando el hombre sacó algo del bolsillo de su chaqueta y se lo tendió. Scott lo cogió y lo miró. Una era una tarjeta, de promoción de un colegio. "Escuela Xavier para jóvenes superdotados", Wetchester, Nueva York. Lo otro era una fotografía, de una chica de dieciocho o diecinueve años que sonreía a la cámara, los brazos enfundados en guantes largos y un mechón de pelo blanco destacando en su cabellera oscura.

-Si quieres hablar, ve a donde pone la tarjeta.- le explicó.

Scott asintió suavemente. Ya lo había sobreentendido.

-¿Y la foto?- preguntó.

-Esa para que nos avises si la ves.- dijo, antes de darse media vuelta y alejarse por la calle.

La chica llamada Ororo le miró una vez más, suplicante, como si quisiera decirle que por favor se uniera a ellos. Pero finalmente desistió y salió corriendo detrás de él.

Scott suspiró antes de reemprender el camino hacia Central Park, donde había quedado en reencontrarse con Eric. Su padre. El que decía ser su padre. Las palabras de la chica, su sorpresa cuando le había hablado de él, no hacía más que acentuar las sospechar que había tenido desde el principio. No era su padre. Desde el momento en que había entrado a su habitación en el hospital, Scott había tenido la sensación de que allí fallaba algo. Pero claro, no tenía otra manera de comprobarlo, ni de seguir adelante sin él. Ahora sí. Hizo girar la tarjeta entre sus dedos y pensó cuándo podría sacar un momento para escaparse e ir a ese sitio, a esa escuela. Algo le decía que no podía decírselo a Eric, que no se lo tomaría bien. Quizá en la próxima salida a la ciudad, el podría pretextar algo, quedarse en la casa y aprovechar que Eric estaba fuera para ir a ese sitio. Escuela Xavier para jóvenes superdotados. Debía de ser la escuela de la que Ororo hablaba todo el tiempo, donde se habían conocido, donde él había estado desde los doce años. ¿Qué tendría de especial aquel colegio, qué lo diferenciaría de los demás? Aparte del hecho de ser para jóvenes superdotados. ¿Qué relación tenía con él, con su pasado? Era horrible no poder acordarse de nada, no tener forma de saber si le mentían o no sobre aquellos largos años de su vida que permanecían en un rincón oculto de su memoria.

Y el nombre. Ese nombre. Jean. Jean, Jean, Jean, Jean. Lo repitió varias veces para sí mismo, intentando que hiciera clic en alguna parte y pudiera relacionarlo con algo más. Entonces, sin querer, otra frase que había oído le vino a la cabeza: "así que no te mató." Le daban por muerto. Todo el mundo le daba por muerto y por eso reaccionaban de esa forma cuando le veían. Algo debía de haberle pasado, algo horrible, junto a ese tal lago Alkali. Algo realmente malo para que todos pensaran que Scott se había acabado de una vez y para siempre. Todos, menos Eric.

Apartó esa idea que empezaba a formarse. Daba demasiado miedo. En su lugar intentó concentrarse en aquel nombre de mujer. Y todo se mezcló: Jean, Eric, su supuesta muerte, el lago Alkali. Sacudió la cabeza intentando aclararse de una vez. Era igual de malo tener el pensamiento vacío que lleno de sospechas y pensamientos confusos.

Fue una imagen la que venció sobre todas. Una imagen que no había visto nunca en su nueva vida de tres semanas. Él, en un lago, dejando que una mujer a la que amaba le besara con pasión, por primera vez después de mucho tiempo.

Tuvo la certeza de que esa mujer se llamaba Jean.