He vuelto. Jejejeje. Gracias a todos, también a JLD777 y Phoenixphantasy porque sé que me leen (animaos a dejar un review con vuestra opinión¿no?)

9.

Jean.

Lo sabía. Sabía que en algún momento encontraría la clave para empezar a recordar y lo había hecho. Era ese nombre. Esa vaga imagen de mujer que parecía querer abrirse paso en su mente. De momento no era mucho, pero recordaba un beso. Recordaba haber pronunciado ese nombre. Creía recordar, incluso, haberla amado y echado de menos. No eran imágenes claras, sólo sensaciones, pero por fin daban algo a lo que agarrarse.

No le había dicho nada a Eric. Para empezar, ni siquiera le había visto en toda la tarde. Desde que habían llegado, se había encerrado en su supuesta habitación a intentar aclararse, y hacía un par de horas había oído que Eric salía, con el coche, probablemente a la ciudad. De todas formas, no estaba muy seguro de querer decírselo. La conversación con los dos conocidos-desconocidos de la mañana habían acrecentado su desconfianza. Aún más.

Ahora, mientras anochecía, estaba tumbado en su cama, los ojos fijos en el techo, dejando que oscureciera sin hacerle demasiado caso. La tarjeta de la escuela Xavier seguía en su bolsillo, y ahí se iba a quedar. Era su pequeño secreto, su otro pequeño secreto. Había estado planeando alguna forma de llegar hasta allí, pero no se le ocurría ninguna. Por un momento casi había barajado decirle a Eric la verdad. Si era su padre, tendría que estar dispuesto a dejarle ir. Pero también tendría que haberle hablado de aquel colegio, de su pasado en él. De sus amigos. Pero no lo había hecho: sólo eran ellos dos.

Un ligero chirrido le hizo volver al mundo real, alguien había empujado la puerta. Levantó la cabeza y se sorprendió cuando la cabeza de quien fuera que hubiera abierto no estaba a la altura habitual, sino unos treinta centímetros más abajo. Encendió la luz.

-Lo siento.- murmuró una vocecita infantil desde el umbral.

Scott no pudo evitar desconcertarse al reconocer al niño que intentaba entrar. El que le había dado conversación aquella tarde en el hospital. ¿Cómo se llamaba¿Mark¿Mike?

-Hola.- murmuró.

-Hola.- respondió el niño.

-Yo te conozco. Ibas a ver a tu abuelo, al hospital.

Mike permaneció dudoso por un instante, intentando reconocer los rasgos de esa cara, que ciertamente le resultaba familiar, pero en la que algo no encajaba .

-Tú eres el tío que no se acordaba se su nombre.- dijo finalmente.

Bueno, al parecer el crío si tenía buena memoria. Hubo un momento de silencio extraño, incómodo. Scott se levantó pesadamente de la cama y se acercó al niño, que seguía como paralizado, agarrado con todas sus fuerzas al pomo de la puerta.

-¿Qué haces aquí?- le preguntó.

-He venido con un amigo de mi tía. Dice que me va a entrenar.

-¿Un amigo de tu tía?

-Un señor.

Debía de ser Eric. De cualquier forma todo se veía aún un poco raro. ¿Entrenarlo¿Y cómo demonios había llegado así de repente? Cada vez las cosas encajaban menos. Y eso que el psiquiatra, antes de que se marchara del hospital, le había dicho que procurara ir con calma, que no entrara en situaciones confusas. Pobre psiquiatra. No tenía ni idea de lo que le esperaba a su paciente.

-Ven, vamos a ver.- dijo cogiéndolo de la mano.- Veamos que está pasando aquí.

Empezaron a bajar las escaleras, Mike apretaba su mano como si tuviera miedo de perderla. Seguro que se sentía solo, un poco asustado en aquel sitio y con tantas coincidencias. Tanto que se había agarrado a una persona a la que había visto una sola vez. Scott se preguntó cómo su familia lo había dejado irse solo... ¿a que lo entrenaran¿Para qué?

-Es chula la casa¿eh?- dijo, intentando tranquilizar al niño, y a sí mismo.

Mike asintió con la cabeza.

-A mí también me gusta, y al parecer me crié aquí.- insistió Scott, aunque fuera por romper el silencio.

-¿Todavía no te acuerdas?

-No. Pero eso es lo que me han dicho.

-¿Vives aquí?

-Ya lo ves.

-¿Podrías llevarme a casa?

Scott se interrumpió de repente. El niño no había podido evitarlo. Quería marcharse de allí. Quería que alguien, quien fuera, lo sacara de allí. Se sintió fatal, porque no sabía qué hacer. No sabía ni siquiera qué pintaba ese niño ahí. Y no se fiaba un pelo de Eric, algo le decía que no lo hiciese, era como una sensación remota, más lejana de los límites de su escasa memoria. Pero¿qué pasaba si no le habían mentido¿Y si simplemente era una paranoia suya, sacaba a Mike de allí y luego todo era perfectamente lícito y acababa en un lío imposible de desembrollar? Se dejó caer, sentado, en las escaleras, y sentó al pequeño a su lado.

-Te llevaría, pero ni siquiera sé si recuerdo cómo conducir- dijo.

-Es fácil. He visto cómo lo hace mi madre.

-Bueno, hablaremos cuando te saques el permiso. De momento yo no puedo y tú tampoco, así que será mejor que vayamos a hablar con mi padre. Estoy seguro de que accederá a llevarte a casa.- sugirió, no intentando convencer tanto al niño como a sí mismo.

-Ya es de noche. Mi madre estará preguntándose dónde estoy.- dijo Mike, abrazándose a sus rodillas.

-Espera. ¿Tu madre no sabe que estás aquí?

Mike negó con la cabeza.

-Me fui sin decir nada. Pero creía que habría vuelto para cuando ella llegara a casa...- intentó justificarse.

Aquello cada vez era más extraño. Tanto que la tal Jean y todo lo demás había pasado a un segundo plano. Tenía cosas más inmediatas de las que preocuparse. Dudó un momento, no sabía qué decir ni qué hacer, y lejos de haberse acostumbrado a esa situación de impotencia, de tener que ser guiado por otros, cada vez le exasperaba más. Decidió que tenía que tomar una decisión. No era un gran paso, pero ya era algo. Miró al niño, esperando que le diera alguna idea, pero esa idea no llegó. Apoyó la espalda contra la pared. Vaya día que le había tocado vivir.

-Vamos a buscar a mi padre.- dijo entonces, poniéndose en pie. Era la mejor decisión que le había pasado por la cabeza.

-No me llevará.- opinó Mike tristemente.

-¿Cómo lo sabes?

-Porque lo sé. No me gusta. No debería haber venido.Mi madre tenía razón cuando decía que no hablara con desconocidos.

-¿Entonces qué sugieres que hagamos?- la mirada de Scott recorrió el rellano del primer piso, buscando alguna inspiración, y entonces dio con algo que debería habérsele ocurrido mucho antes. Se lamentó por ser tan idiota.- Puedes llamar a casa por teléfono.-dijo.

En el piso de abajo, en el estudio, despacho o biblioteca que tenía Eric, había un teléfono. Un maravilloso teléfono. No sabía que me hubiera olvidado también de esto, se dijo Scott mirando el aparato sobre la mesita redonda, que se veía por la puerta entreabierta, y sintiéndose un poco imbécil.

-¿Sabes el número?- le preguntó al niño.

-Sí, antes llamaba cuando pasaba el fin de semana con mi padre.- una sonrisa iluminó la cara del niño, agradecida, mientras se lanzaba escaleras abajo para hacer la llamada. Scott le siguió.

-¿Por qué no se te había ocurrido antes?- preguntó.

-Es que cuando estoy nervioso, o tengo miedo... no me atrevo a tocar las cosas- respondió Mike, bajando la vista, como si se avergonzara.- ¿Si te digo el número marcarás tú?

-Claro, pero... ¿por qué no te atreves?

-Es que a veces las cosas cambian cuando las toco.- le miró con gesto suplicante.- Pero no se lo digas a nadie. Es un secreto. Sólo lo sabemos mi madre, el señor que me ha traído y yo. Y ahora tú.

Vaya, vaya. Un interesante giro de los acontecimientos.

-¿Eres mutante?- le preguntó Scott- ¡Pero si aún eres muy pequeño!

-No se lo digas a nadie, por favor.- rogó el niño.

-No te preocupes. No se lo diré. Pero no tienes que preocuparte, no es tan raro. Yo también soy mutante.

Mike se sentó en el pequeño sillón que había junto a la mesita del teléfono, con expresión circunspecta.

-Eso es lo que dijo también él.

Se refería a Eric. Scott recordó el extraño discurso del día en que su propia mutación había regresado, y tuvo la misma sensación de peligro, de desconfianza, que ahora le inspiraba su padre. Supuesto padre, se repitió. Cada vez estaba más seguro de que le mentía.

-Llamaré.- dijo, intentando alejar ese inquientante pensamiento.- Dime tu número.

Mike se lo dijo y él le tendió el auricular. Hubo un par de tonos, y de repente Mike dijo "hola, mamá". No podía oír lo que le respondía, pero no le pareció muy tranquilizador, a juzgar por la cara que puso el niño. "Estoy bien" continuó éste. "No, no tiene nada que ver con papá. Es un amigo de la tía Raven." La pausa fue larga, la voz al otro lado del teléfono no dejaba hablar a Mike. "Estoy bien" repitió el niño. "¿Pero podrías venir a por mí?"

Entonces Mike se interrumpió de golpe, mirando a algo a la espalda de Scott. Éste se giró también y la misma oleada le recorrió el cuerpo por tercera vez. Sintió como si sus ojos se calentaran, como si las descargas de energía aumentaran de potencia, preparadas para ser utilizadas en su defensa. ¿Por qué se le disparaban los sensores de peligro cuando le veía? Si el que acababa de entrar en la habitación decía ser su padre.

-Dame el teléfono.- ordenó Eric al niño, alargando la mano.

La expresión del niño reflejó pánico por un momento, pero se borró enseguida. Lo que no hizo fue resistirse. Le entregó el teléfono y durante un segundo Scott se preguntó por qué no se lo arrebataba. Eric se acercó el aparato al oído y declamó con su mejor voz de actor shakespeariano:

-Summer Darkholme, imagino.

-¡Devuélveme a mi niño, hijo de puta!- la voz femenina sonó tan fuerte que no fue necesario el manos libres para que la oyeran todos.

-Le recomendaría que se tranquilizara. Su hijo está perfectamente. Está conmigo porque sólo yo lo puedo ayudar. Exactamente igual que hice con su hermana. Por cierto, si está por ahí, dígale que se ponga.

Completamente frío, Eric aguantó los insultos y las amenazas que la madre del niño profería por el teléfono. Ni siquiera levantó una ceja. Scott atrajo hacia sí al pequeño, protegiéndolo. No le gustaba nada el cariz que estaba tomando la situación.

-Muy bien¿no va a ponerse? No importa. Puede explicarle ella misma en lo que consiste el plan, ella lo pasó y le fue muy bien. Es mi alumna más aventajada.- concluyó, sin ninguna emoción.- Y no se preocupe. Conmigo su hijo está en buenas manos. Hasta pronto.

Colgó el teléfono. Y en cuanto lo hizo, sintió las miradas de Mike y Scott sobre él, entre asustadas y estupefactas. Vio cómo Scott sujetaba al niño por los hombros, como listo para enfrentarse y salvaguardarlo en cualquier momento.

-Tranquilizaos de una vez, no pasa nada.- dijo, quitándole importancia.

-¿Ah, no?- le retó Scott.- Pues para mí que esto se parece demasiado a un secuestro.

-Oh, por favor, Scott, no seas absurdo. Lo que le hago a este niño es un favor, como el que te hicimos a ti. Y a su tía, a la que podrías considerar tu hermana.

Acto seguido se dirigió a Mike.

-No te preocupes. La primera fase del entrenamiento es así. Pronto volverás a ver a tu madre, pero primero tenemos mucho que hacer. Como cenar, por ejemplo. ¿Verdad?

Les dirigió una mirada a los dos, una larga mirada, y al no reconocer rastros de alivio decidió que no merecía la pena molestarse. Ya caerían en la cuenta por ellos mismos. Así que dio media vuelta y salió de la habitación.