Sorry por el retraso... he empezado la universidad y a partir de ahora puede que tarde más en subir los capis. Please be patient! Besitos...
12.
La chica había dejado su lugar en la cola y había salido tras él. Scott se volvió lentamente. No estaba seguro de qué iba a encontrarse. Cuando se atrevió a mirar, la muchacha aún le miraba con cierto recelo, entre atónita y desconfiada. Se había detenido a un par de metros de él, sin atreverse a acercarse demasiado.
-Así que...- comenzó a decir él, buscando desesperadamente una manera de romper el hielo- tú también me conoces.
En el rostro de ella apareció una débil sonrisa.
-Creía que dirías "así que al final quieres volver".- dijo.
-¿Volver adónde?- preguntó él, en el mismo tono neutro.
-A la escuela. No tengo otro sitio al que pueda volver.
-Bueno¿y yo cómo iba a saberlo?
Ella sacudió la cabeza soltando un suspiro cansado.
-Lo de hacerte el tonto nada no te queda¿sabes?- retrocedió un par de pasos.- Y de acuerdo, sé que lo que pasó con Jean fue muy doloroso, pero eso tampoco justifica que nos dieras la espalda.
Él se quedó mirándola, sin entender una palabra.
-Da igual- la muchacha se encogió de hombros.- En el fondo lo único que quería era saber si era cierto...
-¿El qué?
-Ya te he dicho que no te hagas el tonto.- replicó ella, con un cierto tono de desengaño.
-No me hago el tonto. En todo caso, me hago el amnésico, y no me lo hago porque es cierto. No tengo ni idea de quién eres, apenas sé algo sobre esa escuela y no pensaba hablarte. Me dieron una foto tuya para que les informase si te veía, porque habías desaparecido, y eso es lo que iba a hacer cuando me has llamado. Como con la gente que sale en los cartones de leche, o las fotos pegadas en los semáforos. Lo demás no me importa.
Aquella parrafada dejó a la chica un tanto confundida. Scott adivinó que le habría encantado verle los ojos para adivinar si era sincero, y deseó poder demostrarle que lo era. En el fondo, ella también era una de las piezas que faltaban en el rompecabezas de su mente.
-¿Qué es lo que querías saber si era cierto?- le preguntó, calmado.
Ella titubeó un instante antes de responder.
-Lo decían por ahí...- dijo.
-¿El qué?
-Que te habías puesto del lado de Magneto.
Él esbozó media sonrisa. Magneto. Sonaba a electrodoméstico o videoconsola pasada de moda.
-¿Magneto?- preguntó.
Al ver aquella sonrisa, los esquemas de la muchacha se cayeron en pedazos. No parecía falsa. Scott no era precisamente un buen actor. Siguió sosteniéndole la mirada, calibrando qué debía hacer, y mientras intentaba disimular su extrañeza recogiéndose el mechón blanco de cabello tras la oreja, inquirió en voz muy baja:
-¿Estás insinuando que no sabes de qué hablo?
-Te lo juro. Es la primera vez que lo oigo. ¿Es una persona? Magneto no es su nombre, es un apodo¿no?
-Por favor...- le cortó ella.- Dime por lo que más quieras que no me estás mintiendo.
-Claro que no te estoy mintiendo.
La chica apartó la vista de él. Abrazó su propio cuerpo mientras dudaba qué hacer, qué decir. Fue un instante eterno. Scott no pudo hacer otra cosa que quedarse mirándola y se sintió culpable. En los últimos días tenía la sensación de que no era capaz de hacer nada útil y odiaba verse tan impotente frente a todo. Como no se le ocurría ningún movimiento, esperó a que lo hiciera ella. No ocurrió nada. Entonces fue cuando vio la lágrima, una lágrima que resbalaba por la mejilla de la chica. Alargó la mano instintivamente para enjugarla, y ella se apartó bruscamente.
-No me toques.- replicó.- No puedes.
-¿Por qué?
-No puedes¿vale?- se secó las lágrimas ella misma, con el dorso de la mano enguantada.- Te chuparía toda la energía vital. Es una mierda que no sepas nada.
-Lo siento.- contestó él.- Entonces deja de llorar.- de acuerdo, mala técnica.- ¿Tienes hambre¿Quieres que vayamos a comer algo¿Quieres que te acompañe a alguna parte? Me gustaría que habláramos. Yo mejor que nadie sé que es una mierda no saber nada y querría que dejara de serlo. Y tú, a lo mejor, podrías ayudarme.
No obtuvo respuesta. Ella siguió mirando al vacío y secándose las mejillas de tanto en tanto.
-¿De verdad no recuerdas nada?- preguntó de repente, sin mirarle.
-Todos tendéis a no creéroslo.
Alargó la mano, ella le evitó, pero después se dejó tocar. La mano de Scott se posó sobre su hombro. Un poco de contacto físico con la ropa de por medio no eran tan malo. La chica temblaba como un conejillo asustado, como si ese simple acercamiento ya la asustara. Quizá tenía fobia a que la tocaran por su mutación, o algo así. En fin.
-Me gustaría ir a esa escuela.- le confesó él.-¿Crees que podrías acompañarme?
La muchacha sacudió la cabeza con media sonrisa triste.
-No.
-¿Por qué?
-Porque no puedo. O mejor dicho, no quiero. No me siento capaz.- clavó la vista en sus zapatos y maldijo para sus adentros.- ¡Joder!
-Pero tal vez en algún momento... quieras hacerlo.- sugirió Scott.
-No lo sé, ahora mismo no tengo ni idea. Pero ahora... no, ahora no puedo.
Scott decidió no hacer nada más, no volver a preguntar siquiera. Lo cierto es que tampoco se sentía muy cómodo con la situación, y tampoco sabía qué era lo que debía hacer, así que optó por quedarse como estaba, a la espera de que ocurriera algo.
Pero no parecía que fuera eso lo que la chica esperaba. Parecía decepcionada. Sacudió la cabeza negativamente, en un gesto de desengaño, y se escondió tras su cabello largo, inclinando la frente.
-Tengo que irme.- dijo, seca.- Ya he perdido mi lugar en la cola.
Scott se mordió el labio. Si hubiera sabido cómo sonsacarle algo más...
-¿Vas a reclamar?- le preguntó.
Ella le devolvió una mirada dolida.
-Claro.- replicó.
-Vale. Pues suerte.
La chica le miró, durante un segundo, y poco a poco fue dando media vuelta y echó a andar, lejos de él, lentamente. No había que ser un experto en lenguaje corporal para comprender que, con sus hombros caídos y arrastrando los pasos, la joven se marchaba con desgana.
Scott la miró alejarse, sin volver la vista atrás. Parecía que iba a tener que ser él el que diera el siguiente paso. Siempre él. ¿Es que nadie podía ser un poco considerado con lo confuso que se sentía, con lo difícil que era para él, y hacerle las cosas un poco más sencillas? Acababa de salir de un hospital unos días atrás, por el amor de Dios.
-Espera.- llamó a la chica.
Ella no se volvió. Seguramente no le había oído. Emprendió el camino tras ella, buscando otra forma de llamar su atención. Si al menos supiera su nombre, se suponía que la conocía. Mierda de amnesia.
-¡Eh!- repitió-¡Espera!
Finalmente la chica se detuvo, y durante medio segundo eterno dudó hasta que finalmente volvió ligeramente la cabeza, ofreciendo apenas el perfil. Scott llegó hasta su lado.
-¿Qué quieres?- le preguntó ella.
-Si alguna vez decidieras volver a esa escuela...¿me avisarías?
Esta vez no se demoró, sino que hizo un rápido ademán afirmativo con la cabeza que para Scott significó, al menos, un poco de esperanza. Acto seguido, la muchacha se recogió el mechón blanco de cabello tras la oreja.
"¿Estás nerviosa?"
"¿Por qué lo dices?"
"Siempre te tocas el pelo cuando estás nerviosa."
De repente, una imagen. Una sonrisa femenina, no la de esa chica que tenía enfrente, otra distinta, de otra mujer, con una boca más grande y más madura. Una sonrisa que había aparecido al mismo tiempo que esas frases que Scott acababa de recordar. ¿Recordar¿Un recuerdo?
Sí. Era un recuerdo, un recuerdo que aparecía frente a sus ojos como una película. La imagen de una mujer pelirroja, atractiva, esbelta, de rostro alargado, con facciones marcadas y ojos grandes. Una mujer sentada frente a él en un lugar en penumbra, que le miraba por encima de una carta de restaurante y sonreía , jugueteando con las puntas de su largo y ondulado cabello rojizo.
-¿Estás nerviosa?- se vio a sí mismo preguntar.
Ella enarcó las cejas, fingiendo sorpresa.
-¿Por qué lo dices?- preguntó.
-Siempre te tocas el pelo cuando estás nerviosa.
Qué curioso que fuera ella la que estuviera nerviosa. Scott sabía que él también tendría que estar sintiéndose como un flan, pero no era así. Al contrario, estaba más tranquilo que en muchas otras ocasiones de su vida.
-No lo sé.- admitió la mujer. Dejó la carta a un lado y enlazó las manos sobre la mesa- Debe de ser porque es mi primera cita en mucho tiempo... he perdido práctica.
-Bah, lo de las citas es como montar en bicicleta.- le quitó él importancia.
-Claro, como tú tienes citas constantemente...
Scott sonrió, embarazado.
-Exageras un poco.
-¿Ah, sí¿Hacemos el recuento?- Scott refunfuñó, descartando automáticamente la idea, pero ella no le hizo caso.- Hace tres semanas, la chica esa que vino a dar el seminario de genética... ¿Cómo se llamaba?
Incluso con esa expresión pensativa fingida, estaba preciosa, pensó Scott.
-Ah, Charlotte Moore...- continuó ella.- Sabíais que no duraría, pero ella se marchó coladita por ti. Veamos, hace dos semanas... acompañaste a Ororo a la última sesión del cine.
-Porque ninguno de vosotros quiso hacer el esfuerzo de ir con ella.- se defendió él.
-Seguro. Sólo "hiciste el esfuerzo". Lo de que os llevéis tan bien desde los doce años no tiene nada que ver...
Si hubiera podido ver los ojos, sin las gafas, quizá la mujer se habría detenido al ver el fastidio reflejado en ellos. O quizá no, meterse con él era la única forma que tenía de relajarse un poco y no estar tiesa como un palo.
-La semana pasada... ¡Liz Willows!- rió nerviosamente.- ¡Es una alumna, menudo asaltacunas!
-Sólo le llevo tres años, y en ese caso, tú eres una asaltacunas también.
Ella sacudió la cabeza con un suspiro.
-Vale. Lo siento. Es que no puedo evitarlo. Me pones celosa. Y ya sé que no tendrías por qué, que tú y yo no somos... nada.
-¿Nunca has pensado que lo hiciera a propósito?
Tan pronto como acabó la frase, con una expresión agradablemente sorprendida, ella asintió con la cabeza. Enseguida, por debajo de la mesa, Scott sintió un tobillo desnudo que subía lentamente por su pierna...
-¡Scott¡Scott!- la chica del mechón blanco le llamaba por su nombre-¿Estás bien¡Contéstame!
La chica le miraba, asustada. No había reaccionado durante aquel minuto en que había estado reviviendo aquella escena, aquel recuerdo que seguía latiéndole dolorosamente en las sienes.
-Scott... contesta.
La mirada de él se enfocó de nuevo a través de las gafas. Respiró hondo, tragó saliva y con dificultad para sacar la voz, como si se despertara de un largo sueño, él respondió.
-Háblame de Jean.
