13.

El despacho de madera le resultó extrañamente familiar. Y le asustó la idea de que fuera cierto y su memoria estuviese volviendo. Significaría que estaba haciendo bien en no confiar en Eric.

Al otro lado de la mesa, como directora del centro, la chica negra de pelo blanco con la que había tenido el encontronazo. Se llamaba Ororo Monroe y ahora era la cabeza visible de la escuela Xavier para jóvenes superdotados, una escuela para niños mutantes en realidad, en la que él mismo había crecido y aprendido a manejar sus poderes (aunque con poco éxito, visto que aún tenía que llevar las gafas). O eso le habían explicado en pocas palabras.

-Estás en casa, Scott.- le dijo.

A su lado, de pie como un guardaespaldas, el tipo borde llamado Logan. Desde el primer momento Scott había detectado que con él no había empatía. Que nunca la había habido. Pero ahora parecía haber bajado la guardia, aunque siguiera expectante en posición de segurata junto a la mesa. Él estaba sentado al otro lado, como si se tratara de una cita en el banco o en el abogado, y a la chica que finalmente había aceptado regresar y llevarle hasta allí, alegando que "no estaba capacitada para hablar de Jean", la habían hecho salir de la habitación con un severo "hablaremos contigo más tarde."

Sí, tal vez estaba en casa, pero en ese instante aún se sentía bastante fuera de lugar. Y nervioso.

-En primer lugar, gracias.- dijo Ororo.- Has conseguido encontrar a Marie y traerla hasta aquí. Se ve que le caes bien.- sonrió.

De reojo, Scott advirtió un ligero gruñido entre dientes por parte del tal Logan. ¿Celoso? Ja. Le encantaría ver eso.

-En realidad, ha sido ella la que me ha traído.- dijo.

La mujer frunció el ceño ligeramente, extrañada.

-Le pregunté por Jean y me dijo que no podía responderme.

-E hizo bien.- comentó Logan, en tono de reproche.

Ella le lanzó una mirada para que se callara y él cruzó los brazos sobre el pecho, accediendo a regañadientes. ¿Por qué demonios tanto secretismo? Si era mucho más fácil de lo que parecía. Sólo quería que le dijeran quién era esa Jean que aparecía en su mente en los dos únicos flashbacks que había tenido, si era su novia, su esposa o qué, y dónde estaba ahora.

-Bueno¿qué?- dijo.

-Lo cierto es que no sé si te convendría, aún estás psíquicamente débil y podría ser una impresión demasiado grande...- farfulló Ororo, sin dar ninguna respuesta clara.

-Oh, vamos.- replicó él.- Hagamos como que doy mi consentimiento¿no? Soy mayor de edad y está bien, no tengo memoria, pero no se me puede considerar legalmente incapaz de decidir por mí mismo.

Ella suspiró y negó con la cabeza.

-Es una historia muy larga y muy dura, Scott.

-¿Y qué pasa, que no quieres ser tú quien me la cuente?

-No me refiero a eso.- Ororo tenía aspecto derrotado.- Te conozco desde que éramos adolescentes... y de pronto... te dimos por muerto. También fue duro para nosotros. Han pasado demasiadas cosas.

-Sí, el mundo se ha revolucionado mientras estabas en coma, chico.- dijo Logan.

-En coma. Exacto.- de repente Scott no pudo contenerse y soltó algo que inconscientemente se había ido formando en su mente.- ¿Por qué no me buscasteis¿Por qué no os asegurasteis de que estaba muerto?

La respuesta fue silencio total. Los dos le miraban de manera condescendiente. Entendían que estaba confuso, y enfadado con el mundo y consigo mismo porque no podía recordar qué había sido de su vida, y que quería saberlo aquí y ahora cuando no era tan sencillo. Eso le puso más furioso aún.

-Quiero una explicación.- dijo conteniéndose, sintiendo cómo el flujo de energía se calentaba en sus ojos, como si se dispusiera a atacarlos y a destrozar toda aquella habitación.

-¿Ah, sí¿Quieres una explicación?- replicó entonces Logan, furioso con su actitud prepotente, como si estuviera en situación de pedir explicaciones.-Pues voy a dártela, niñato. No te buscamos porque pensamos que Jean te había desintegrado y que no íbamos a encontrar de ti ni las células.

Scott nunca supo por qué dijo la siguiente frase. Tal vez surgía del mismo lugar que los relámpagos de recuerdos, de una parte a la que no sabía acceder de forma consciente.

-Eso es mentira. Sé que ella nunca lo habría hecho. Sé que me quería.

-Y una mierda. - le cortó Logan.- No sabes nada. Ni siquiera te acuerdas de cómo era. Ni siquiera te acuerdas de cuando andabas por ahí lloriqueando porque ella estaba muerta.

Aquella palabra, "muerta", le pegó como una bofetada. No era cierto. No podía serlo. Ella era su único lazo con el pasado, la única cosa que luchaba por emerger en su memoria. No estaba muerta. Si lo estuviera, él lo sabría, de alguna maldita forma. Apretó los puños.

-No está muerta.- murmuró, pero más como autoconvencimiento que por otra cosa.

-Claro que lo está.

-No puede ser.- Scott hablaba con una seguridad que no reconocía en sí mismo.

-Sí que puede ser. Está muerta, acéptalo, capullo.

-¡Logan!- le interrumpió Ororo, dirigiéndole una mirada admonitoria.

No sirvió para nada. Fue como si ella no estuviera allí. Pensó que sólo estaba ocurriendo algo que se veía venir desde hacía mucho tiempo. Los dos habían sido rivales por Jean, y ahora ninguno podía tenerla. Ella tomó una decisión y eligió a Scott, pero eso, ahora, no servía para nada. Ahora los dos se enfrentaban porque la habían perdido. Descargaban su rabia contra el hecho de que ella ya no estuviera.

Scott se puso en pie. Estaba empezando a calentarse demasiado.

-También creíais que yo estaba muerto, y fíjate, aquí estoy.- dijo, a modo de desafío.

-Jean está muerta, niñato.- repitió Logan.

-¿Ah, sí¿Cómo estás tan seguro?

Logan pareció hundirse al pronunciar la última frase.

-Porque la maté yo.

Apenas había terminado la última palabra cuando Scott se abalanzó contra él, ciego de ira, pillándole desprevenido. Logan cayó al suelo de espaldas, cuan largo era, y se golpeó la cabeza con el alféizar de la ventana mientras los puños de Scott seguían descargando sobre su cara. Aún entre las brumas del dolor, alcanzó a sacar las garras y rozar con ellas el cuello de su improvisado oponente.

-Tócame, chico, y no hará falta quitar tu lápida del jardín.-amenazó.

-¡Basta ya!- la voz de Ororo resonó por encima de la suya.

Ella también había reaccionado y tiraba de los hombros de Scott para obligarlos a separarse. Dio un tirón y consiguió hacerle caer sentado, acto seguido se interpuso entre los dos, de cara a Logan.

-¿Qué demonios creías que estabas haciendo?

-Sólo le he dicho lo que quería oír.- replicó él, mientras se sentaba en el suelo con un gesto de dolor y la herida que se había hecho en la nuca al golpearse se iba cerrando sobre sí misma.

Ella sacudió la cabeza, cansada. Tendría que haber imaginado que sería así. Dio media vuelta hacia Scott, que seguía también en el suelo, en silencio, inmóvil como un muñeco de cera. Le tendió la mano para ayudarle a levantarse y él la rechazó. Se puso en pie por sí mismo pero continuó en la misma pasividad.

-Lo siento. No tendrías que haberte enterado de esta manera.- dijo, sintiéndose un poco culpable. Para él tenía que ser aún más difícil que para los demás.

-¿Hay otra?- preguntó él en tono monocorde.

Ororo se derrumbó sobre la silla. Lo cierto es que quedaban muchas cosas que contarle, su pasado, su historia, Jean, el profesor, todo lo que había ocurrido mientras ellos fueron X-Men. Pero no era fácil, en absoluto. Al menos ella no se sentía capaz de contarlo. Para ella también había sido muy doloroso, y ahora que las heridas parecían empezar a cicatrizar, tocaba abrirlas de nuevo para devolverle a Scott sus recuerdos, su verdad. Y bueno, después de lo ocurrido, no era cuestión de dejar tan delicado asunto a Logan, con su falta de tacto. Además, él no conocía a Scott desde hacía tanto tiempo, habría muchos detalles que se le escaparían.

-¿Hay otra?- repitió él.-Porque quiero saberlo todo. Y sin tonterías. Ni medias palabras, ni omisiones porque creáis que podéis hacerme daño. Quiero saber todo lo que sepáis de mí. Y ya.

-Sí que la hay.- saltó Logan de repente, ya en pie y recuperado.

Los dos se volvieron hacia él.

-Venga, Ororo, no pongas esa cara, tú también lo sabes.-insistió.

-No, Logan.- dijo ella.

-¿Por qué? Así dejará de darnos el coñazo de una vez.

-Ha tenido una lesión cerebral grave. Puede que... le haga daño.

-Venga, peor no puede quedar.- Logan miró al otro hombre.-¿Qué me dices, chico?

-Asumiré el riesgo.

Ororo le miró. Se le veía demasiado decidido para convencerle de lo contrario. En fin. Sería sin su consentimiento, pero que hiciera lo que quisiera. Ya era mayorcito para tomar sus propias decisiones.

-Yo no me responsabilizo de nada.- dijo antes de dar media vuelta y salir de la habitación.-Ven conmigo.

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Scott sujetó aquella especie de casco entre sus manos con cierta reticencia. Lo cierto es que no tenía un aspecto muy prometedor. En aquel sótano o nivel subterráneo por el que Ororo le había guiado (Logan se había quedado arriba, ocupándose del asunto de Marie) nada parecía prometedor. Era la guarida secreta de un malo de las películas de James Bond. Todo metalizado, pasillos tubulares, y al final aquella enorme sala circular en la que sólo estaba aquella extraña máquina con su casco correspondiente y un sillón que habían llevado. Ahora él estaba sentado, tenía el casco entre las manos, y seguramente tendría que ponérselo. Toda esa parafernalia recibía el nombre de Cerebro.

-Descubrí esto cuando empecé a estar a cargo de la escuela.- explicó Ororo- Yo no puedo usar Cerebro como tal porque no soy una psíquica, pero hay algunos alumnos que quizá lo consigan en un tiempo.

-Yo tampoco soy psíquico.- murmuró Scott, tratando de ocultar el temor en su voz.

-Para esto no hace falta, creemos.- continuó ella.- Verás, la principal función de esta cosa es encontrar mutantes en un amplísimo radio de acción, es una especie de amplificador de los poderes psíquicos. Con él nos encontraron a ti, a mí y a la mayoría de estudiantes. El profesor Xavier era el único que lo utilizaba. Pero cuando lo heredamos, descubrimos también esto.

Sacó de su bolsillo una caja de plástico transparente que contenía lo que parecía un mini CD y se lo pasó a Scott.

-Cerebro tiene una enorme memoria informática que guarda cada una de las informaciones que recoge. En los últimos tiempos ha estado trabajando automáticamente, sin parar. Imagino que el profesor supuso que iba a ocurrir algo grande con lo de la Cura y quiso guardar constancia de todo. Por si alguna vez había que utilizarlo como prueba, supongo.

Pulsó un botón y abrió un departamento casi invisible, la bandeja de un lector de discos. Scott le devolvió el CD y ella lo insertó, volvió a pulsar el botón y el disco desapareció en el interior de la consola.

-¿Y yo puedo acceder a toda esa información?- preguntó él.

-Es más. Puedes descargártela directamente en tu sistema nervioso, como si nunca se hubiera ido.

Scott miró el casco, aún con mayor desconfianza.

-En este CD está toda la información sobre ti. Desde el momento que llegaste hasta que te dimos por muerto. Supongo que esto te será útil.- concluyó ella. Cogió el casco y se dispuso a ponerlo en la cabeza de Scott.- ¿Estás seguro de que quieres hacerlo?

Él asintió.

-Está bien. Vale. Relájate. Será más difícil si estás nervioso.

-Empecemos de una maldita vez.- replicó él.

Ororo le puso el casco. Le repitió que se relajara, él cerró los ojos sabiendo que no podría hacerlo. La oyó toquetear unas cuantas teclas y de repente sintió una sensación muy extraña, como si algo intentara entrar en sus pensamientos, una voz y unas imágenes que su cerebro luchaba por rechazar, pero que se colaban sin que él ni su cuerpo pudieran hacer nada por evitarlo...

Una casa. Gritos. Alguien que le llamaba por su nombre. Mucho calor. Fuego. Un niño que reconoció como él mismo a los once años, en una esquina, rodeado por las llamas, con los ojos fuertemente cerrados. Él era quien había causado el incendio. Sus padres estaban atrapados en el piso de arriba. Atrapados sin posibilidad de escapar.

Ororo vio que todo el cuerpo de Scott se tensaba. Los recuerdos de infancia no eran muy agradables. Los suyos tampoco. Confió en que acabaran pronto.

Negrura. Ceguera. Oía la voz agradable pero firme de un hombre que le decía que no tenía que preocuparse, que a partir de ahora ellos eran su familia, que todo iría bien.

Clases. Entrenamientos. Un día retiraron la venda que le cubría los ojos, que le había tenido como ciego durante los últimos años. Le mostraron unas gafas, unas gafas rojas.

Apareció Ororo, mucho más joven. Apenas una niña. Estaban sentados juntos en el comedor y se reían. Entonces surgía otra chica mayor, pelirroja. Jean. Cruzaron un saludo, nada más.

El tiempo pasó rápido. Scott crece. La escuela está repleta de niños nuevos. Es él quien da las clases. Jean y él tienen su primera cita, se besan. Despierta a su lado a la mañana siguiente.

De repente aparece Logan, y aparece la chica llamada Marie. También aparecen otras figuras. Hay un enfrentamiento en una estación de tren. La Estatua de la Libertad. Marie que grita en lo más alto, atada a una especie de aparato complicado. A su lado, un anciano, un tal Magneto.

Pasa el tiempo. Vuelven a encontrarse. Aparece un hombre llamado Stryker. Hay otro nuevo enfrentamiento, Magneto regresa. Las aguas de un lago se tragan a Jean.

Una gota se estrelló contra el suelo. Ororo se sorprendió al ver que por debajo de las gafas de Scott escapa una lágrima.

Una voz que le llama. La voz de Jean. Sigue llamándole aunque esté muerta. Le guía de nuevo hasta ese lago. Él conduce hasta allí, la encuentra. Ella le quita las gafas, que ya no necesita. Se besan. Entonces las facciones de Jean se transforman, y de repente sólo dolor, una onda que entra en su cerebro y lo barre como una bomba atómica.

Las manos de Scott se alzaron y se arrancó el casco. La máquina emitió un zumbido de queja. Él se puso en pie, temblando. No se dio cuenta de que aún lloraba, sin poder hacer nada por evitarlo. Estaba mareado. Dio media vuelta y echó a andar hacia la puerta. Quería salir de allí. La voz de Ororo que le llamaba sonaba muy lejana. Demasiado lejana. No oye bien. La vista también se le nubla. Las piernas no le sostienen, y de repente todo se vuelve negro.

Reviews, que estáis perdiendo las buenas costumbres XD.