15.
-¿Es que os habéis vuelto locos? He tenido que venir corriendo desde el Congreso y ahora lo que me encuentro es...
-Se empeñó y no pude...
-Claro que pudiste. Pudiste no abrirle esa puerta, así de simple. Suerte que poco a poco las ondas cerebrales vuelven a su estado normal.
-Mira, mira, parece que está volviendo en sí.
Scott se llevó lentamente las manos a la cabeza. Seguía mareado, sintiéndose en otra órbita. Como si flotara fuera de su propio cuerpo y no pudiera controlar sus movimientos. Sintió cómo la bilis le subía desde el estómago y tragó saliva para no vomitar. ¿Qué demonios...?
-Scott.- una voz masculina y profunda llegó hasta sus oídos, muy suave.-¿Cómo te encuentras?
Se palpó los ojos para asegurarse de que aún llevaba las gafas, y entonces abrió los párpados. A través del cristal rojo, sólo veía a un tipo realmente enorme con la piel de un color extraño (azul, tal vez, aún no distinguía bien los colores a través de las gafas) y un traje de chaqueta digno de un guardaespaldas de dos metros y noventa por ciento de masa muscular.
-Te desconectaste de golpe. No puedes hacer eso.- dijo el hombre en el mismo tono calmado.
No me digas, estuvo a punto de decir Scott. Entonces el nombre de aquel tipo se coló en su mente. Hank. Hank McCoy. Y no lo había visto en ese período que había transcurrido entre la salida del hospital y ese día. Eso significaba que lo recordaba. Que había funcionado. Miró a su alrededor, en aquella especie de enfermería o de hospital, y fue recordándolo todo. Le traía imágenes. Imágenes que a su vez traían otras imágenes, una sucesión de recuerdos abrumadora pero que al mismo tiempo le hizo sentirse pletórico. Hasta que llegó otra imagen que le hizo incorporarse de golpe.
-Mike.- murmuró.
A su espalda se había desatado una incontrolable orquesta de pitidos mecánicos. Se volvió y vio un montón de cables y electrodos colgando de la camilla donde había estado tumbado. La piel de la frente le escocía, como si se hubiera arrancado un trozo de esparadrapo.
-Échate, Scott.- sentenció Hank.- Aún no estás estable. Y además, esos aparatos valen una fortuna. Te has arrancado todos los electrodos con un movimiento.
Tocó algo y los pitidos cesaron. Scott se frotó las sienes y se dejó caer de nuevo sobre la camilla. Lo cierto es que todo estaba un poco confuso... pero había algo que estaba seguro. Una idea que le había asaltado nada más despertar.
-Mike.- repitió.
-¿Quién es Mike?- Ororo apareció desde el discreto segundo plano en el que había permanecido.
-Nadie.- Hank le cortó.- Efectos secundarios, supongo.
-Sí es alguien.- Scott volvió a levantarse.-Es un niño... yo... lo tiene Magneto.
Vaya, ahora recordaba quién era Magneto. Su supuesto padre. Había sido fácil engañarle. Se estremeció al pensar que Eric Lensherr, la única persona en quien había más o menos confiado en sus días de amnesia, no era ni más ni menos que uno de sus peores enemigos. Ahora que acontecimientos como el de la Estatua de la Libertad estaban de nuevo en su mente, empezaba a comprenderlo todo. La forma de comportarse de Eric, lo ocurrido con el niño, la sensación de peligro instintivo cuando estaba con él, todo tenía sentido.
-¿Magneto? ¿Qué? ¿Cómo lo sabes?- saltó Ororo, extrañada.
-Porque he estado con él todo este tiempo.
Los dos presentes le miraron con ojos desorbitados.
-¿Cómo?- insistió ella.
-Cuando desperté del coma, en el hospital, me dijeron que habían encontrado a mi padre y apareció él. Le creí, eso es todo. Me llevó a una casa como si fuéramos una familia normal y un día también apareció con este niño.- explicó.- No sé para qué lo quiere, aunque también es mutante. Joder... ahora estarán preguntándose qué me ha pasado... ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
-Alrededor de una hora.- dijo Hank.- Pensábamos que tal vez no despertarías.
-Tengo que irme.- murmuró Scott de repente. Aún sentía flojas las piernas pero pudo deslizarse de la camilla con cierto éxito.- Tengo que sacar a Mike de allí.
Hank le puso una de sus manazas en el pecho y le obligó a sentarse de nuevo. Scott obedeció, no porque quisiera, sino porque había descubierto que levantarse no era tan buena idea. Tuvo náuseas de nuevo y cerró los ojos para respirar hondo por un momento. La voz de Ororo, preocupada, le ofreció un vaso de agua. Él asintió, bebió y el líquido hizo que se sintiera un poco mejor.
-No te preocupes.- dijo ella.- Sacaremos a Mike. Pero no creo que sea tan fácil como piensas. Ir allí, decirle la verdad a Magneto y hacerse con el niño por la cara no es un plan factible.
Se sentó al lado de Scott en la camilla.
-Además- continuó la mujer- sus poderes también han vuelto, supongo.
-Después de tanto la Cura resultó un bulo.- añadió Hank.
Scott suspiró. Tenían razón. Como impulso no había estado mal, pero no sería tan fácil hacerlo por sí mismo.
-No te preocupes, ya pensaremos algo.- dijo Ororo, acariciándole el hombro a modo de consuelo.
De repente, una figura tambaleante apareció por una esquina de la habitación.
-¿Qué pasa?- preguntó.
-¡Bobby!- Ororo le reprendió, entre la severidad y la preocupación.-¿Qué haces levantado?
-Tenía que ir al baño...
Scott se volvió. Bobby. También lo reconocía. Y parecía que al chico le ocurría algo parecido cuando le vio. Se quedó mirándole con al boca entreabierta.
-Oh, Dios, estoy teniendo alucinaciones.- masculló.
-No, Bobby. Es él.- sentenció Hank, en un tono simplemente enunciativo.
-¿Qué?
-Es una larga historia.- dijo Ororo poniéndose en pie y yendo hacia él.- Vamos. Vuelve a la cama.
Le empujó ligeramente y los dos salieron de la habitación, no sin que ella le dirigiera una mirada a Scott antes de desaparecer.
-Acaba de salir de un coma.- le explicó Hank.- Fíjate, hasta en eso os parecéis.
-¿Por qué? ¿Qué le ha pasado?
-Los poderes de su chica... de Marie, volvieron justo cuando ambos se encontraban en una situación de bastante contacto físico.
Scott no necesitó más. Ahora que le habían implantado la memoria de nuevo, todo cobrabra sentido enseguida. Qué gusto.
-Por eso se marchó.- dijo.
-Exacto. Es muy duro para ella. Le hace daño a todas las personas a las que quiere.
Hank sacudió la cabeza. Para algunos mutantes sus poderes suponían un problema muy grave. La Cura había sido la única esperanza para muchos de ellos, y ahora no valía para nada.
-Bobby se está recuperando poco a poco. Le reviso cada vez que puedo, tengo mis tareas en el Congreso, y además, soy yo el que tengo que encargarme de los problemas médicos, ahora que ni Jean ni el profesor están aquí.
No sabía por qué, pero de repente Scott se echó a llorar. Las lágrimas le inundaban las gafas y no podía hacer nada por evitarlo. Se le escapó un sollozo que llamó la atención de Hank.
-¿Te encuentras bien?- le preguntó.
Scott asintió con la cabeza. Ni siquiera sabía por qué se había puesto a llorar como un idiota. Tal vez todo aquello le sobrepasaba. Y en cuanto le había hablado de Jean y el profesor, de quien sí había considerado su verdadero padre, no habían hecho más que abrir el grifo. Hank le tendió un pañuelo de papel, sin mostrar que su actitud fuera una tontería o una exageración.
-Es normal.- le explicó.- Acabas de evocar toda tu vida y eso supone una cantidad de dolor que viviste en muchos años y que ahora has revivido en apenas unos minutos. Es como si nunca hubieras tenido tiempo para desahogarte de todas las cosas que te han pasado.
Scott levantó las gafas con cuidado, y con los ojos fuertemente cerrados se secó las lágrimas. Mierda.
-Es lógico que estés hipersensible. Ha sido un impacto demasiado fuerte. Yo nunca te hubiera dejado hacerlo.
-No pasa nada.- dijo Scott.- Tenía que hacerlo.
Respiró hondo.
-Tenía que saber la verdad.
-Bueno.- Hank le palmeó la espalda, fue como si le hubiera dado con una bola de derribo.-Ahora tenemos otras cosas importantes de qué ocuparnos.
Scott le miró.
-¿De qué?
Ororo entró de nuevo en la habitación. Se retiró un mechón de pelo con gesto de cansancio e ignoró el paquete de pañuelos abierto.
-Apenas he podido calmarlo...- dijo refiriéndose a Bobby.- Sólo quiere hablar contigo, preguntarte qué ha pasado. Entre los chicos se murmura que te había puesto del otro lado. Uno de ellos debió de verte con Magneto.
Se sentó en la camilla de nuevo.
-Por cierto, ¿qué pasa con el asunto del niño?
-De eso íbamos a hablar.- dijo Hank.
Se rascó la nuca, pensativo, y permaneció con el ceño fruncido por unos minutos. Los otros dos siguieron expectantes.
-El único que puede sacarlo de allí soy yo.- saltó Scott de repente.- Es a quien conoce y de momento, Eric confía en mí.
Hank asintió con la cabeza, algo ausente.
-Supongo que tienes razón.- corroboró ella.- Pero necesitas respaldo. Está bien, consigues sacarlo de la casa, y después tiene que haber alguien más por ahí. El niño sólo estará a salvo si después lo traemos aquí.
-¿Tiene familia?- preguntó entonces Hank, saliendo del trance.
-Su madre. La conozco.
-¿Y sabe dónde está su hijo?- preguntó Ororo.
Scott asintió.
-Quiere recuperarlo a toda costa.
-También sabrá que es mutante.
-Sí.
Hank enarcó las cejas.
-Parece que no es de ésas que echan a sus hijos de casa cuando descubren que son mutantes.- dijo.
-Habría sido una crueldad.- explicó Scott.- Sólo tiene siete años.
Hubo un momento de silencio. Tanto Ororo como Hank reflexionaban. Allí había algo que no encajaba, o que encajaba demasiado bien. Aquel niño debía de tener algo muy especial para que Magneto lo quisiera. Lástima no saber bien en qué consistían sus poderes.
-Está bien.- dijo Ororo entonces.- Scott, tienes que volver. Ve con ellos como si no hubiera pasado nada. Nosotros nos encargaremos de encontrar a su familia y hacer todo lo demás. Sólo dinos dónde está y asegúrate de salir con el niño hacia las diez de esta misma noche.
-¿Y si os pasa algo y no llegáis?- preguntó, poniéndose en lo peor.
-Confiemos en que no pasará nada.
Ororo se puso en pie y emprendió el camino fuera de la enfermería.
-Voy a avisar a Logan. Seguro que querrá estar allí.
A pesar de la gravedad de los acontecimientos, a Scott se le escapó una sonrisa.
-¿Los X-Men de nuevo en acción?- dijo.
Ella le devolvió la sonrisa.
-Exacto.
-Genial, lo echaba de menos.- concluyó Hank.- Suerte que ese maldito traje aún me quepa.
