La gran ciudad había despertado con muertes, como sucede en todos los fallecimientos: no eres noticia hasta que falleces. Un montón de ciudadanos se habían reunido alrededor del lugar del crimen, opinando sobre los hechos y presuntos asesinos.

- Estaba asomado en el balcón, como suelo hacer todas las noches, cuando escuché un grito.

- Pues yo ví una silueta envuelta en una capa y huyó montando en un Charizard.

- No, ese grito pertenecía a un Dragonite. - comentó un anciano del lugar, que, como sucede siempre en estas situaciones, intentaba destacar sobre el resto.

La policía empezaba a sacar los primeros fallecidos del pequeño almacén, estos estaban tapados por una tela blanca, lo suficiente gruesa para que no dejara ver a través de ellas.

Se hizo un silencio sepulcral a la pequeña comitiva, y un reducido grupo de curiosos osaban acercarse a las ambulancias. El ambiente se enrareció de forma muy peculiar, de una manera muy dificil de describir, aunque si lo dijeramos poeticamente : " Una ceremonia solemne escoltado por suaves murmullos."

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- Dentro de 2 minutos estamos en el aire. - el regidor hizo una señal con la mano.

- Gracias, Sato. - la presentadora le respondió con un gracioso guiño.

Serena soltó un inaudible suspiro. El trabajo estaba resultando agotador últimamente; ella tenía que cubrir las noticias criminales que parecían proliferar en Kanto. En un mes había presentado a la región un total de cuarenta y cinco homicidios, robos y arrestos. Decididamente era un trabajo agotador para una sola persona.

- Nos queda 45 segundos. - volvió advertir el regidor.

Serena sorbió un poco de agua, miró a la cámara y mostró una falsa sonrisa, tenía muchisima experiencia tras realizarlo todos los dias. Esperó a que el cámara le indicara el comienzo.

- 3...2...1... Estamos en el aire. - A medida que decía los números enseñaba los dedos correspondientes.

- Hoy en unos de los lugares más encantadores de Kanto, C.Azulona, algunos de los vecinos han encontrado los cadáveres de 9 guardias de seguridad. La brigada policial está realizando varias investigaciones para averiguar el paradero de los asesinos. - la boca se le secaba cada vez que hablaba. - Se está barajando varios moviles para este atroz crimen, pero, las más probables son los ajustes de cuentas. Ya que, no hay indicios de robo... - Una densa capa de humo tapó a la reportera, al cabo de unos momentos la conexion con el estudio había acabado.

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Eric Bramley no había podido dormir durante toda la noche, su acostumbrada vida nocturna le privaba de esta facultad, y aún seguía en pie, con las piernas doloridas, tras recorrer los rincones más ocultos de la ciudad. Estaba apoyado contra una vieja y sucia pared, fumando un agradecido habano y contemplando, inmutable, la densa niebla que se acercaba.

Muchas veces había estado en esta ciudad y nunca había visto niebla durante la noche, y menos aún durante el día. Hacía mucho tiempo que la última fábrica había dejado de funcionar, tras muchas quejas por parte del propietario de la empresa, y áparte de este impedimento no parecía hallar una explicación para este fenómeno.

Dos sombras grandes y una pequeña aparecieron en medio del humo. Parecían tener mucha prisa y murmuraban entre sí en un tono audible, seguramente porque no se esperaban encontrarse a nadie por el camino.

- Por fin uno de nuestros planes ha salido bien. - Un hombre de pelo azulado se dislumbró entre la , ya gruesa, pared de humo.

- Si, el jefe debe estar contento con estos pokemon robados. - Ahora una mujer pelirroja, de las que tanto tinte consumen, respondió.

- Por no contar de este preciado Pikachu. - Maulló una voz gatuna contento. - Creo que el mocoso todavía no se ha dado cuenta de lo que le hemos quitado.

El trío siguió corriendo, hasta que se dierón cuenta de la presencia de él. La felicidad de sus rostros desaparecieron, sutituyendolo por uno burlón e irónico.

Eric Bramley aún seguía quieto, impávido, sin mostrar ningún sentimiento. Su mirada vacía se cruzó con las de ellos, produciendoles un pequeño escalofrío. El humo del habano adoptaba formas caprichosas en el aire.

- ¿ Quién eres tú? - dijo el hombre de pelo azulado.

Su pregunta no halló respuesta. Eric lanzó una mirada de curiosidad al personaje que había formulado la pregunta. Un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo, no podía soportar aquella mirada sin sentimientos.

- James, estamos perdiendo un tiempo precioso hablando con esta estatua humana.

- Si, Jessie, corramos... presiento que le he visto en alguna parte, pero no consigo recordar en dónde fue.

El caza- recompensas pudo observar que tenía en sus manos una urna de cristal con un Pikachu en su interior, antes de que desaparecieran por un callejón. El sonido de Pikachu se dejo oir durante unos segundos.

Un segundo grupo hizo acto de presencia en la misma circunstancia que el anterior. Esta vez, era un equipo de dosrsonas, compuesto por una chica y un adloescente.

- Maldita sea, esos Team rockets me han robado a mi Pikachu. - comentó alterado un chico de pelo azabache.

- Ash, tranquilizate. Siempre te lo han robado y lo hemos recuperado. - le calmó, tocandole un hombro.

- De acuerdo, May. - Respondió, percantandose de la figura de Eric. - Perdone, señor. ¿ Ha visto a dos personas y un pokemon con un Pikachu?

Eric apagó el puro, se apartó de la pared lentamente, señaló una bocacalle, que se encontraba a su derecha, y habló monótonamente.

- Sí, han ido hacia allí. - El hombre paró al grupo, que había a empezado a ir hacia esa dirección. - Pero, te recomiendo que me permitas acompañarte, estas calles son un auténtico laberinto para los visitantes.

- No hace falta, Sabemos el camino de salida.

- No creo, teneis pinta de turistas y con este humo no localizareis el camino que va hacia el bosque. - sonrió con modestia. - Supongo que ellos han ido hacia allí, todos los ladrones se esconden en el páramo.

- Pero... - la chica intentó responder, pero se vió interrumpida.

- El tiempo apremia y podemos llegar antes que ellos.

- ¿ Y cómo lo sabe? - preguntó intrigado Ash.

- Cogieron un callejón sin salida y plagado de ladrones, Sues y demás escoria. Les resultará dificil escapar de allí. - comentó con una sonrisa y empezó a reir, ante el asombro de los demás, que no entendian la gracia.

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El pequeño pokemon eléctrico estaba extenuado, tras gastar su energía en romper la urna que le mantenía preso. Desde aquella celda escuchaba, al no poder ver nada por el humo, los chasquidos de los Rattatas.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, o en este caso, sobrepokemonil, lanzó unas chispas para intentar escapar. Pero lo máximo que logró fue romper la válvula de oxígeno que se encontraba encima de su cabeza.

Mientras se gastaba sus reservas y presintiendo la muerte. Empezó a pensar en su entrenador, que desde hacía siete años estaba ligado a él. Había crecido libre y salvaje, pero pronto, lo perdió todo aquello y se vió ayudando a un personaje inepto.

La muerte, la muy esperada muerte estaba a punto de llegar y él no podía evitarlo.