- Estoy cansada, acampemos en este lugar. - May Maple se apoyó en un viejo olmo, cuya cortaza marrón oscuro presentaba una caprichosa marca en forma de relámpago irregular, tal vez provocado por las tormentas eléctricas que se producían allí últimamente. - Llevamos cuarenta minutos caminando y solo estamos dando vueltas.

-No digas eso, para el ojo principiante parecemos desorientados, pero...- levantó el dedo índice de la mano derecha y señaló un punto incierto de un terreno con hierba recortada. - Para el experto puede ver soluciones para problemas aparentemente irresolubles. - sonrió Eric.

La noche empezaba a desplazar al día pero sin llegar a tapar con su manto oscuro la bóveda celeste. Era una hora mágica e intermedia entre el ocaso solar y el momento álgido de la luna; El cielo azul se hallaba teñido de tintes rojizos y violetacios con alguna estrella furtiva que se dejaba observar ocasionalmente. Las brisas del aire junto con el roce de las hojas hacían audible la insinuante y excitante voz del viento.

- ¿ Quién es usted y a qué se dedica ? - Balbuceó un poco Ash al hacer la pregunta, tras reaundar el grupo la marcha por una pequeña, aunque las sombras y perspectivas de los árboles pareciera más alto de lo normal, cuesta.

- Soy Eric Cambrey, aunque prefiero que me llames Eric. - respondió monótonamente, por el tono de su voz parecía evadir cualquier pregunta relacionado con él. - Y en cuanto a mi profesión no creo que deba decirlo, puede ser perjudicial para mi trabajo.

Se detuvo frente a una hojarasca de colores multicolor, el otoño se dejaba sentir por toda la región, y miró concentrado ese túmulo de hojas muertas. Los minutos pasaban inmutables en su rostro, tán solo se acuclilló en ese pequeño espacio de tiempo, mientras hacía extrañas figuras en el montón.

En un momento dado, el aire se detuvo y un extraño sonido, perteneciente del interior del bosque, enrareció durante breves instantes el ambiente, provocando cierto misticismo a la acción.

- ¿ Qué ocurre? - retrocedieron un par de pasos Ash y su compañera para protegerse en caso de que algo saliera de la maleza y les atacara.

El caza-recompensas se levantó y se giró hacia donde estaban ellos, levantó el dedo pulgar en señal de que todo estaba bien y lo volvió a dirigir hacia el sendero izquierdo.

- El camino a seguir es este al ser un atajo, si cogemos el otro deberemos de dar un rodeo y perderemos mucho tiempo...

- ¿ Eres capaz de hablar con la naturaleza? - preguntó la chica con tono sorprendida, aunque Ash creía haber captado una emoción más que intentaba disimular.

- Bueno, estoy acostumbrado a la soledad de los páramos y puedo decir que entiendo un poco su lenguaje... - Ash le lanzó una mirada despectiva por esa respuesta cargada de orgullo y vanidad.

- ¿ Y es obligatorio sentarse y hacer dibujos en las hojas muertas?

- No, solo quería darle un poco más de misticismo al asunto. - Eric calló al sentir herido su orgullo tras preguntarle con mordacidad el muchacho.

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El guía no volvió a hablar durante el viaje y aceleró el paso, Ash y may, que estaban a pocos metros de distancia, hablaban en susurros,difícilmente audibles para los que no se encontraban a su lado, sobre la extraña identidad de la persona que tenían delante de él.

- ¿ Por qué siempre piensas que muchas personas que se ofrecen a ayudarnos tienen que ser malas? - May se irritó al escuchar el discurso de su acompañante. - Posiblemente solo quiera ayudarnos...

- ¿ Gratuitamente ?

- Estoy segura que no hará nada malo, ya nos dió su palabra...

- Sí, solo quieres que nos acompañe porque te gusta.- Nunca se había mostrado tan furioso¿ o era celos, con respecto al extraño personaje llamado Eric. Pero pronto se arrepentió de decir esas palabras.

- No digas tonterias, Ketchump, a mi no me gusta nadie. ¿ Me oyes? ABSOLUTAMENTE nadie. - entonó cada letra de esa palabra con ira. ¿Cómo se atrevería ese mocoso a hablar de temas que no sabe ?

Ambos callaron y dejaron que el silencio hiciese de muralla. Su amistad se estaba deteriorando rápidamente y pronto, aunque no lo quisiesen reconocer, se tendrían que separar, tarde o temprano lo harían a pesar de intentar evitarlo.

- Hemos llegado. - Anunció Eric que no se había enterado de la conversación, aunque lo intuía. - Podeis descansar, yo me quedaré de guardia.

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Por fin habían salido de la laberintica ciudad con escasa dificultad, descontando la persecución con una banda estrafalaria de grotesco aspecto. Respiraron aliviados el aire puro del lugar y caminaron sonriendo por la fortuna que le esperaria.

- Ya me estoy imaginando al jefe asciendiendonos a ejecutivos. - habló James con gran entusiasmo y viendose con el traje negro.

- Y la cara de envidia que tendran Butch y Cassidy. - rió Jessie.

- Me veo sumergido en montañas de oro, plata y...comida. ! Meowth!

Todavia no se habían dado cuenta del grave peligro que corría su preciada presa, que no tardarían en percatarse de ello. Su ilusión sobre las cosas futuras les hacia ciegos a la realidad, como habitualmente sucede, y podría ser un precedente de próximas desgracias, pero solo eran suposiciones.

- Cuantos antes vayamos más rápido tendremos nuestra recompensa. ! Meowth!

El aire frío de la noche les invitó a internarse en los páramos que en donde mucho antes habían salido. Ya faltaba muy poco para llegar. El sabor de la victoria sobre los mocosos era palpable, sería la primera y la última vez que se verían las caras con los indeseables sí el robo era fructífero...

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- Bien¿ Y el dinero? - habló un hombre desde la oscuridad de la habitación, tenía una voz ronca, dificilmente entendible para las personas que no tenían trato con él.

Una persona de dorados cabellos, ojos castaños, alta y, desgraciadamente, no todo iba ser virtudes, de horribles facciones. Poseía un tic en el ojo izquierdo, que se incrementaba cada vez que se encontraba en situaciones límite, que le daba un toque personal a su figura. La luz de las llamas dejaban dislumbrar el lado derecho de su cuerpo.

- No quisieron concluir el trato y les enseñé la claúsula para los que no cumplen con el deber, señor. - tartamudeó un poco y sonrió al ver a su amo hacer lo mismo.

- Has hecho bien en matar a esos... - su rostro se endureció al igual que sus palabras que dejó inconclusas. - Pero eso no es motivo para no realizar tu misión y me has fallado.

El sonido de la madera arder incrementó la violencia de las frases. El hombre se arrodilló ante su señor en señal de sumisión. Sus cabellos mostraron una larga melena caer sobre el cuello del traje rojizo.

- Perdón... Ten piedad de este humilde servidor.

Levantó la cabeza para mirarle, pero no pudo ver ningún movimento de su amo ni escuchar alguna palabra, tan solo el pesado respirar de él.

- No me dejas otra elección que matarte. - la silueta de una estelizada figura canina se acercó a sus pies. - He dejado que otra persona te sustituya.

- Perdoneme, no volveré a fallar. - tembló de terror, la muerte era el peor castigo para un hombre, aunque haya sido él que arrebató la vida de muchas personas.

- Perdiste tu oportunidad y mi Houndom tiene hambre. - acarició la suave piel del can a la vez que lanzaba la orden de ataque. - Quemalé y comete sus restos carbonizados. - le encantaba ser el malo, habia dedicado toda su vida a la delicuencia y era el hombre más buscado por sus crueles asesinatos.

Contempló como el cuerpo de su lacayo ardía y se movía agitadamente a la par que el cánido clavaba sus colmillos en la yugular de su victima. La sangre le excitaba de manera increible al igual que la cara de sufrimiento de ellos. Los leños se consumieron cuando solo quedaba unos trozos de carne irreconocibles.

Había fallado pero sería la última vez que sucedería. Ya se ocuparía él de ello y si habia que ganarse enemigos, les daría una lección muy sobrecogedora.