Primero debo pedir disculpas por la tardanza, no creais que me había olvidado de vosotrs eso sería imposible, pero me he mudado de casa y como comprendereis ultimamente anduve un poco liada.
Los personajes no son mios pertenecen a la Warner y a J.K.Rowling, y no gano nada con esto.
SPOLIERS SEXTO LIBRO
Ni Hera ni Severus volvieron a hablar de aquella noche, ambos sabían que las palabras de la joven, diciendo que era mejor no saber nada más eran muy acertadas. Tenían ese tiempo, y eso era lo que iban a disfrutar. Aún así ambos sabían que algo había cambiado entre ellos, y ahora aunque los dos lo negarían, se sentían mucho más unidos.
Hera era consciente como muchas veces Snape al despertar se demoraba observándola, tanto como ella a él. A veces se preguntaba si sería el último día que despertaría a su lado, si de repente todo lo que ellos habían construido se desvanecería. Sabía que no debía lamentarse por haber vivido sino por no haberlo hecho pero eso no le impedía tener esa sensación de pérdida cada vez que lo miraba a los ojos.
Ni una palabra ese había sido su acuerdo silencioso, pero ambos se decían con gestos más que muchos otros con palabras. Cada sonrisa en el rostro de Hera cada vez que lo veía volver vivo de un encuentro con sus "amigos", cada desayuno que el frio mortifago prepara sorprendiendo a la joven al amanecer con él en la cama. Hera lo sabía, sabía lo suficiente como para saber que todos esos gestos compartidos implicaban algo más que un mero sentimiento de soledad saciado. Hera reconocía haberse enamorado perdidamente de ese hombre, del hombre que había conocido en estos últimos meses.
Miró de nuevo a Severus durmiendo plácidamente a su lado, y retiró con su mano un mechón rebelde de pelo que le cubría el rostro. Había despertado hacía un rato, por algún motivo no había podido dormir como otras veces, una opresión se había alojado en su pecho, era una sensación extraña, una extraña sensación de que algo iba a salir mal. La joven se sentó en la cama, habían sido unas semanas duras, Severus y ella habían discutido en varias ocasiones buscando una solución a los problemas que se le presentaban. Snape había sido torturado en exceso en varias ocasiones, debido a las actividades desconocidas del niño que vivió. Ni Hera ni Severus sabían que podía estar haciendo el Elegido, pero había levantado las iras del mago más tenebroso de todos los tiempos. Los mortifagos temía ahora si cabe más a su "líder", y todos aquellos que un día se gustaban de perder su tiempo en la guarida de su amo, evitaban ahora la presencia de este, temerosos del castigo que les podía infligir.
Hera notó un movimiento en la cama tras ella, y se giró notando como era observada por unos profundos ojos negros. Severus escudriñaba el pensativo rostro de la joven e intentó esbozar una sonrisa. Hera lo miró, y sonriendo ella también se deslizó hacia delante tumbándose sobre el torso desnudo de Snape y besándolo tiernamente en los labios.
El mortifago se dejó hacer y disfrutó de otro maravilloso despertar en brazos de la joven. La rodeó con sus brazos y profundizo el beso pidiéndole permiso para entrar con su lengua. Hera gimió semisonriendo, y respondió al beso mientras deslizaba sus manos por el cuerpo de su ex – profesor. Severus comenzó a quitar el pijama de la joven, y en menos tiempo del esperado ambos estaban desnudos disfrutando de la calidez de sus cuerpos.
La joven recorrió trozo a trozo la piel de su amante, besando cada milímetro de la misma. Severus la miró extrañado, tenía la extraña sensación de que estaba pasando algo raro, era como si Hera se estuviera despidiendo de él. La joven también fue consciente de cómo su cuerpo le brindaba sensaciones distintas a las que estaba acostumbrada, su cuerpo le pedía saciar una necesidad que ni ella misma sabía de donde procedía.
Siguió disfrutando de la anatomía de Severus, mientras este se entretenía en delinear con sus manos cada una de las curvas de Hera. Acarició sus senos, disfrutando del endurecimiento de los pezones de la joven ante su contacto y siguió el descenso, obteniendo un quejido de placer de la leona cuando acarició su feminidad.
Ambos se perdieron en innumerables caricias, besos entregados y suspiros de satisfacción. Deseando fervientemente poder alargar el tiempo, aunque ambos eran conscientes de que este se acababa, o por lo menos para ellos.
Hera se derrumbó finalmente satisfecha sobre el cuerpo de Severus y permaneció en esa posición, disfrutando únicamente del acompasando movimiento del corazón del mortifago. Se levantó poco después y sin decir nada, solo esbozando una leve sonrisa, se dirigió hacia la ducha. Se relajó bajo el chorro de agua caliente, y sin saber como sus lágrimas empezaron a correr raudas por su rostro. Se enjuagó lentamente y salió de la ducha. Severus ya no estaba en la habitación y Hera se dispuso a buscarlo por la casa.
Snape estaba de pie en la pequeña sala de la planta inferior, mirando a través de la ventana. Hera notó aprensivamente como su mano reposaba sobre su brazo izquierdo allí donde tenía la marca. La joven notó entonces, como su medallón comenzaba también a calentarse. Su padre la estaba buscando, la estaba llamando.
Severus se giró, dejando a la vista su marca de mortifago totalmente roja. Hera no dijo nada. Cerró los ojos un momento intentando contener las lágrimas y le señaló su propio medallón. Severus asintió, la joven lo miró una vez más, no podía despedirse, no, no después de todos estos meses.
- Lo siento- susurró la joven -Lo siento
Snape quiso responderle, acercarse a ella y abrazarla mientras le susurraba al oído que no pasaría nada malo, que todo saldría bien, pero Hera fue más rápida, y sin ni siquiera atreverse a mirarlo una vez más, salió por la puerta corriendo. Apuró sus pasos por la calle abajo, hasta la puerta de entrada a Spinner's End y sin pensarlo demasiado se apareció en el ministerio, intentando controlar los latidos de su acelerado corazón.
Percival fue consciente de la turbación de su hija cuando la vio pero no tuvo el valor de preguntarle por ello. Sabía que durante estos meses, la joven estuvo realizando un trabajo que dudaba mucho que fuera aprobado por el ministerio. Desde entonces la había visto en varias ocasiones, en todas ellas Hera se había mostrado extrañamente nerviosa, solicitándole trasladadores sin aclarar la futura utilidad de los mismos. Aún recordaba el llanto de la noche de fin de año, ahora sabía que quizás su llamada había provocado la separación de su hija y su pareja, pero así había tenido que ser. Por mucho que a Percival le molestara no podía hacer otra cosa, la Guerra había comenzado y todos debían estar allí.
Hera miró a su padre con aire abatido y silenciosamente se acercó a él.
- Ha comenzado- le dijo su padre escuetamente.
- Lo sé- respondió su hija sin dejar de mirarlo.
Su padre introdujo su mano bajo la capa.
- Supongo que no tengo que decirte nada más- siguió tristemente- Toma, más trasladadores, tu especialidad- le sonrió.
- Mi especialidad- asintió Hera mientras los guardaba debajo de la capa- Yo… no sé que decir.
- Nos veremos dentro de unas horas y todo habrá acabado- razonó su padre convenciéndose a si mismo.
Un ruido en el exterior los asustó, un grito ahogado que estremeció hasta los mismos cimientos del ministerio. Padre e hija se miraron una vez más, reteniendo en su mente las imágenes de ambos.
- Estoy orgulloso de ti- le dijo su padre abrazándola- Recuérdalo siempre, has tomado las decisiones correctas hija mía.
Hera aguantó las lágrimas, e intentando proporcionar a su padre una sensación de fortaleza que no sentía, la devolvió el abrazo y esbozó una ligera sonrisa. La joven sacó entonces su varita y tras echar una última mirada atrás salió por la puerta del despacho de su padre decidida a encontrar su propio camino en el medio de esta guerra.
Hera salió por la puerta del Ministerio asumiendo en ese mismo momento la magnitud de los hechos que estaban ocurriendo, aunque no se le concedió demasiado tiempo para reparar en ello y tan pronto como quiso ser consciente ya se encontraba enfrascada en el medio de la guerra. Apuntó con su varita a la hordas de mortifagos que se acercaban amenazantes, encajó un hechizo aturdidor y tuvo que refugiarse ligeramente escondida antes de recuperarse para salir protegida por un hechizo. Sus ojos buscaron por un instante la posible presencia de Severus entre los atacantes, pero si su ex – profesor estaba allí ella no logró verlo.
Sabiendo que debía centrarse en la lucha y no en la búsqueda de una quimera, Hera cerró los ojos, desechando de su mente la imagen de Severus y sin saber si quiera si lo volvería a ver desapareció engullida por el mal que se extendía aquella noche.
La sangre le por el rostro, aunque sabía que tenía más partes de su cuerpo heridas que solo aquella. Estaba cansada y sus piernas se negaban a responderle. Buscó bajo su capa una poción hervobitalizante y la bebió, sacó un trasladador y conjurándolo notó el tirón típico que la llevaría a Hogsmeade. Corriendo y luchando se abrió paso hacia la taberna Cabeza de Cerdo, necesitaba ayuda, no era tan tonta para no saber que sus heridas le minaban lentamente su capacidad de reacción. Recibió varios hechizos más, se curvó en varios momentos pensando que ya no llegaría. Levantó la vista un momento allí estaba la puerta. Con una rabia mal contenida lanzó una bola de fuego que alcanzó a varios seguidores de Voldemort. Su mano se posó en el pomo de la puerta, estaba exhausta, lo giró lentamente y observó la figura de su abuelo recortada contra una de las ventanas.
- Abuelo – susurró intentando llegar a él.
El anciano se giró lentamente y la miró preocupado.
- ¿Albus?- preguntó Hera antes de caer en una leve semi-inconsciencia.
La joven abrió sus ojos poco después, estaba tumbada sobre un sofá mientras su abuelo le suministraba una poción y la miraba preocupado esperando que despertara.
- Hera, Hera- susurraba dulcemente.
- Abuelo- le respondió su nieta abriendo los ojos lentamente- Por un momento creí que….
Pero Hera no pudo seguir hablando porque detrás de su abuelo apareció el rostro de su abuela y el de Albus Dumbledore.
- Hola Hera- la saludó Albus dulcemente- Me alegro de verte.
- Pero, estabas muerto¡por Merlín, estabas muerto- intentó razonar la joven.
- Lo estaba, o mejor dicho simulaba estarlo- aclaró el director de la escuela como si lo que estuviera contando fuera algo totalmente trivial
- Te vimos morir, y Severus cumplió con ello su Promesa Inquebrantable- le dijo su sobrina nieta- Por ello estaba vivo.
- Veo que has estado cuidando a Severus durante todo este tipo- comenzó ignorando el leve enrojecimiento que apareció en la joven- El año pasado, Severus me contó su situación en el grupo de mortifagos y como había tenido que realizar la promesa inquebrantable a fin de mantener la confianza entre sus "amigos".
Minerva y Aberforth se miraron intentado asimilar todo lo que se estaba contando en aquel momento, asimilando que el hombre que había elegido su nieta era Severus Snape.
- Ambos supimos que la situación era más compleja de lo que esperábamos pero supimos encontrar una solución satisfactoria- continuó Albus ignorando las miradas interrogantes de su esposa y hermano- Severus mató una parte de mi aquella noche, pero solo una parte. Del mismo modo que Voldemort separó su alma en siete trozos yo también separé la mía en dos. Severus mató uno de esos trozos, eludiendo así la maldición de la Promesa Inquebrantable y a mi se me permitió retirarme. No estaba preparado para seguir, y necesitábamos que Voldemort se confiara, que creyera que yo había desaparecido. Y no sólo eso sino también que confiara nuevamente en Severus.
- Pero Severus pudo ser asesinado- lo interrumpió Hera- Pudo ser apresado por el Ministerio.
- Conoces lo suficiente a Severus para saber que eso no sería fácil- sonrió el ex – director- Además, has hecho un trabajo maravilloso a lo largo de estos meses.
- Pero tuviste que matar. Para separar los trozos de tu alma, tuviste que matar- lo acusó la joven-
- Lo hice- respondió tristemente Albus- Y no es algo que lo que me sienta orgulloso, pero debo reconocer que no tenía más oportunidades. Asesiné a un mortifago y usé esa muerte para separar el trozo que Severus destruyó.
Por un momento los tres se sumaron en un completo silencio, temerosos de hablar en voz alta. Un grito en el exterior los sacó de su ensimismamiento.
- Debo ir junto a Potter, no debe luchar solo esta noche- dijo Albus girándose mientras se ponía la capa.- Preparad la posada os llegarán heridos en pocos minutos.
- Albus- susurró Minerva intentado evitar que su marido desapareciese.
- Es mi deber Minnie- respondió acercándose a ella y acariciándola dulcemente en el rostro- Sabes que debo estar allí.
Minerva no respondió pero agachó la cabeza en señal de entendimiento. Albus la obligó entonces a mirarlo de nuevo, e ignorando las lágrimas que surcaban el rostro de la jefa de gryffindor la besó tiernamente en los labios. Miró de nuevo a Hera y a su hermano y sacando su varita de debajo de su capa salió al exterior.
Minerva reaccionó rápidamente y sin dar muestras de haberse despedido de su esposo comenzó a dar órdenes a su nieta y a su ex – marido, disponiendo todo para la llegada de los heridos.
La posada estaba ahora llena de gente. En la parte baja se apiñaban los heridos, de menor gravedad, y Hera se encargaba de examinar todos aquellos casos, los casos de aquellos que querían volver a la lucha tan pronto como pudieran. Las habitaciones superiores eran reservadas para los heridos de mayor gravedad y con ellos se afanaban la profesora McGonagall y Aberfort. Hera los observaba subir y bajar preocupados. Su abuela portaba su capa llena de sangre y su habitual rígido y estirado moño presentaba ahora un estado totalmente desaliñado. Aberforth también luchaba por mantener con vida a algunos de los hombres que su hermano había enviado a su posada. Además estaba aburrido de que todos creyeran ver en los delirios que los acompañaban al antiguo director de Hogwarts. El posadero era consciente de su gran parecido con su hermano, pero ni ese parecido le había permitido conservar a Minerva con él. Observó detenidamente a su nieta, tan parecida a la propia Minerva cuando tenía su edad y se alegró de verla allí luchando con ellos.
Un grito en la parte superior de la casa los sobresaltó a todos. Hera y su abuelo se miraron y echaron a correr hacia la parte superior. Minerva se encontraba inclinada sobre un cuerpo, ahogando un ligero temblor. Hera avanzó lentamente asustada por la capa negra que se extendía a los pies de su abuela. Allí en los brazos de la misma, visiblemente herido estaba Severus Snape.
Aberforth excusó discutir con su nieta y tan pronto como esta reconoció a su ex – profesor como el herido, el tabernero quedó relegado a la parte inferior de la posada mientras ambas mujeres intentaban recuperar al mortifago. Hera lo lavó pacientemente y aplicó una a una las pociones que su abuela le indicó. Lo masajeó esperando aliviar con ello la acción de los cruciatus en el cuerpo de Severus. Supo que ya no podía hacer nada más, que ahora sólo podía esperar que el cuerpo del hombre al que amaba respondiera a los cuidados a los que había sido sometido. Miró una vez más el rostro cetrino de Snape y acercándose lentamente lo besó en los labios. Sabía que sería injusto para todos que siguiera allí velando a un hombre por el que ya no podía hacer nada más. Reunió un valor que no tenía y echando una última mirada a Severus salió de la habitación dispuesta a seguir con su trabajo.
Salió fuera de la habitación y pudo sentir la mirada preocupada de su abuela y de su abuelo. Ella les sonrió vagamente y les indicó que todo estaba bien. No les dijo nada más, y girando sobre sus talones siguió atendiendo a los heridos. La Taberna Cabeza de Cerdi parecía ahora una extensión de San Mungo, y cada pocos minutos llegaba algún herido más. Hera reconoció a un joven muy nervioso, y totalmente asustado que lo miraba desde la cama, aquel debía ser el pequeño de los Weasly. Intentó calmarlo varias veces sin conseguir resultado. Ron estaba sentado en la cama, con las piernas cruzadas y repitiendo una y otra vez el nombre de Hermione.
Fue Minerva quien solucionó el problema y poco después una joven castaña descansaba en la cama de al lado. Ambas mujeres se sonrieron y tras atender a Ron decidieron continuar con su trabajo. Si la joven nieta de Minerva pensó que lo peor ya había pasado estaba muy equivocada. Poco después Molly Weasly irrumpió en la taberna, preguntando no sólo por el estado de Ron y Hermione sino también por sus otros hijos, su marido y la del mismísimo Harry Potter. Hera no supo que contestar, la fuerza y vivacidad de aquella mujer la superaba y sin ni siquiera responderle le señaló la habitación donde dormía su hijo y saliendo de allí fue a avisar a su abuela.
Hera se sentó en una silla vacía en la taberna, estaba cansada y sus ropas estaban totalmente cubiertas de sangre. Miró fijamente a su alrededor, su abuelo se acercaba a ella con un jarra de hidromiel. Hera la tomó en sus manos, e intentó sonreír, pero no pudo. Aberforth posó su mano en su hombro y se lo apretó fuertemente.
- Es él- le dijo sentándose en una silla delante de ella- Es Severus Snape.
- Si, es él- contestó con lágrimas en los ojos- Ya ves la idiota de tu nieta se ha enamorado de un cruel y cretino mortifago.
Su abuelo sonrío intentando demostrarle lo absurdo de su respuesta, pero no pudo continuar. Las puertas de la taberna se abrieron y Albus Dumbledore se delineó en el marco de la misma con el cuerpo de un adolescente levitando delante de él.
Jester121: Creo sin equivocarme mucho que somos bastantes los admiradores de este fantástico profesor. Leeré tu fic tan pronto como tenga tiempo. Saludos
Replika: Beatrix nos cae mal a todos. La relación de Severus y Hera está rozando un momento importante.
HoneyBeeM: Yo también amo a Severus y espero que te siga gustando mi historia.
amsp14: Su relación va a ser difícil por muchas situaciones, no solo las propias personales sino también la situación de cada uno de ellos con respecto al bando en el que juegan. Quizás cuando vuelvan la vista atrás ya será muy tarde para decirse lo que hasta ahora no se atrevieron.
§µ£ §NAP£: Albus Dumbledoore si tiene un hermano en la obra original de Rowling, lo que no se sabe con seguridad es que sea el que dirige la cabeza de cerdo (la taberna) pero esto se puede sacar entre líneas de algunas frases de ellos.
Malu Snape Rickman: No es que Severus sea inseguro es que la vida lo ha tratado lo suficiente mal como para que crea que le puede salir algo bien.
Gracias a tods por los reviews y saludos
