El último tren
Semana Eremika en español, día 1: Au histórico.
—Steig Aus! Steig aus!
El bullicio es infernal. Los gritos de los soldados sobresalen entre los alaridos desesperados de los condenados a muerte, mientras los miembros de la familia Ackerman, cansados y sucios, obedecen a la orden de descender del tren, cuidándose de no tropezar con la multitud que sale del vagón a trompicones de forma violenta. Algunos son golpeados al caer al suelo y, a lo lejos, el sonido de ametralladoras siendo descargadas contra algunos infelices inunda de ansiedad a la familia, disipando lentamente sus esperanzas de permanecer unidos.
—Mikasa, no sueltes mi mano —advierte Kurt, el padre. Su hija es todo lo que le acompaña, y no está dispuesto a ser separado de ella tras haber perdido a su esposa a manos de un soldado alemán, años atrás.
La certeza de mantener a su hija a su lado dura poco.
Mikasa es arrancada de su mano repentinamente. El grito de la chica se pierde ahogado entre la multitud agonizante, los cuerpos decrépitos que se apean de los vagones malolientes y caen sobre la nieve del pleno y cruel invierno. El padre es golpeado con la culata de un arma cuando intenta en vano rescatar a su hija, y su cara ensangrentada se alza para verla alejarse, mientras se retuerce entre los brazos de su captor. Pero Mikasa no tiene fuerzas para liberarse; no ha comido en días desde que la puerta del vagón se cerró en Berlín hasta llegar a Auschwitz, donde el olor a carne quemada y las cenizas cubren la nieve prístina, manchando el suelo con muerte. Sin embargo, ella lucha en medio de su debilidad, recordando la voz de aquel niño de su infancia que un día le hizo prometer que nunca se rendiría.
Pelea.
Insiste la voz en su cabeza.
Pelea, no te rindas.
Si no luchas, morirás.
Y en un renovado impulso de fuerza, la chica se libera del soldado. Como si la ráfaga de aire gélido y denso que golpea su rostro se hubiese convertido en un soplo de esperanza que le permitirá ir en busca de su padre, quien ahora camina hacia los crematorios de Birkenau…
Y decide correr, hasta que la boca fría de un cañón besa su frente, y aquella voz ya madura que una vez acompañó su infancia y adolescencia se detiene ante ella, inerte y vacía, invitando a la muerte a recibirla.
Esta vez, aquella voz no la anima a luchar.
Sólo es una palabra lo que sale de su boca.
—Hör auf! —le ordena, obligándola a levantar la cabeza.
Y los ojos verdes que un día le devolvieron la vida, hoy se abren ante ella, presas del pánico y la ironía del destino que vuelve a reunirlos en un campo de concentración.
Eren Jaeger, el alemán que un día se hizo soldado por capricho de su padre y ahora sólo cumplía con su deber.
Mikasa Ackerman, la judía que se enamoró del soldado, cuando aún era un ser humano.
Cuando Eren es capaz de reaccionar, su compañero de turno ha obligado a la chica a levantarse, agradeciéndole por haber detenido a la rata judía. Entonces Mikasa ha perdido las fuerzas y la voluntad, y Eren ha dejado de ser un soldado cuando sus ojos la ven alejarse una vez más.
Su gorra cae al suelo, y también su ametralladora. Es incapaz de moverse.
Mikasa ya no lucha, y todo lo que sus ojos pueden ver es la figura del muchacho de uniforme en medio del caos y la destrucción cayendo al suelo de rodillas, riendo histéricamente, impotente, lleno de un amargo dolor, burlándose con lágrimas de los ácidos caprichos del destino. Eren desenfunda su Luger para llevar el cañón a su boca, y el último recuerdo de Mikasa es la imagen de un cuerpo cayendo al suelo sin vida, tras apretar el gatillo, mientras la muerte vestida de soldado la lleva a la cámara de gas, donde cerrará los ojos para siempre.
Pero la realidad es que ambos murieron en ese instante en que volvieron a encontrarse.
N.A: Se supone que Aussteigen significa: "bajen" o "salgan" en alemán. Y "halt" es "alto", "deténgase". Si alguien sabe alemán y cometí un error, por favor háganmelo saber.
Ah, y perdón por el angst para el primer día. Si me dicen Au histórico me desato.
Te quiero mucho, Ro. Gracias por animarme a volver.
