Retazos de mi vida
Adiós
Por: Jenny Anderson.
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Naoko Takeuchi, ella es inmensamente rica, yo no, esto es sin fines de lucro solo de entretenimiento.
Personajes/Parejas: Seiya Kou; Darien/Serena; Seiya/Serena
Resumen: Estaba harto de comenzar a perderse; se miraba al espejo y no se reconocía. Ya no podía seguir siendo ella, lo más importante en su vida.
Nota: Hace mucho tiempo que le debo a Seiya esto.
Beta: Sol Levine
Palabras: 1,602
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El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
Había existido un tiempo, en dónde todo lo que importaba eran su princesa y su misión. Dónde no había sufrimientos inútiles, ni golpes de pecho; donde no había reproches al destino, ni triste resignación. Un tiempo, dónde no habían existido dudas, ni lágrimas. Un tiempo, dónde había sido feliz.
No era que ahora no lo fuera, pero era más tiempo el que pasaba entre lamentos, que el que pasaba feliz con lo que tenía. Salud, fortuna, éxito. ¿Por qué no era suficiente? Durante mucho tiempo, había creído que valía la pena, que Serena valía todas y cada una de sus lágrimas, de sus latidos, de su amor.
Pero ahora, observando la luna desde el balcón de su departamento –departamento donde vivía solo, ya que, tanto Yaten como Taiki, se habían hartado de verlo luchar por un imposible-, se preguntaba si todo lo que había hecho, realmente había valido la pena.
No podía decirle al mundo que estaba enamorado, porque ella le pertenecía a alguien más. Durante un tiempo, había admirado la loable decisión de su bombón, a seguir su destino, y casarse con alguien que tal vez no amaba con todo su ser, para hacer de la tierra un lugar mejor. Ahora, no estaba seguro de nada.
Odiaba haberse vuelto esa criatura patética que la necesitaba para ser feliz. Odiaba saberla de otro, y sólo tener momentos robados; pero sobre todo, odiaba que ella fuera tan malditamente egoísta.
¡Los quería a ambos!
Y también, durante un tiempo, había funcionado.
Ya no era suficiente.
Él no merecía una vida a medias, no merecía conformarse con las migajas de lo que Chiba tenía. Serena había hecho una elección, y él había sido un idiota por apoyarla a hacerla.
Yaten tenía razón, había tenido siempre la razón. Bombón no era una mujer libre, y lo que ellos estaban haciendo estaba mal, en muchos niveles. Se justificaba diciéndose que todo era culpa del destino; pero realmente, él había tenido su propia culpa. No aceptó que la mujer no podía ser suya. Bien, había luchado y había perdido. Y ya era momento, de aceptar aquel escenario y comenzar a vivir su propia vida.
Era momento, de ser un buen perdedor, recoger los pedazos de su corazón y seguir adelante. Debía dejar de ser aquel ser patético que mendigaba amor y se conformaba con migajas que lo estaban convirtiendo en alguien que nunca había sido. En realidad, sus ideales no habían cambiado, simplemente se permitió olvidarlo.
Entendía que Serena, como princesa, tenía obligaciones; pero también entendía, que el Reino de la Luna había desaparecido hacía mucho tiempo; que la Princesa de la Luna era más bien una refugiada política, y que sus obligaciones para con el pueblo de la tierra, eran más un deseo que una obligación. Había permitido que su amor por Serena, desdibujara el paisaje.
Seiya nunca había creído en el destino. Creía en las posibilidades, en que cada uno, con sus propias manos, se encargaba de forjar su destino. Se había permitido dudar un momento, pero ahora lo miraba todo con claridad. No era el destino quien se oponía a su felicidad, era él mismo, aferrándose a imposibles.
Pero eso, terminaría ya.
Había citado a Serena en uno de sus sitios recurrentes. Al parecer, ambos habían encontrado cierto gusto a las azoteas, y aquel edificio era perfecto para su charla. Se observaba todo Tokio pero, sobre todo, pasarían desapercibidos y no la metería en problemas, y es que sus guardianas, a pesar de todo, seguían sin apoyar el que se encontraran a solas, incluso cuando al príncipe, su presencia, parecía no causarle ningún malestar.
¿Cómo iba a causarle malestar, si al igual que Serena, estaba convencido de que el futuro no podía cambiar?
—Seiya. –articuló al llegar donde él la había citado.
El hombre la miró largamente, como si necesitara verla un poco más para grabarla en su memoria. Enumeraba las razones por la que debía dejar de perseguir aquella belleza.
—Serena. –pronunció él, y la futura gobernante de la tierra supo que algo pasaba. Seiya no solía llamarla por su nombre cuando estaban solos.
—Yo…
—No, déjame hablar a mi primero, Serena. Si tú lo haces, olvidaré la razón por la que estamos aquí. Y ya no puedo posponer esto más.
Serena cerró los ojos. No era como si no supiera lo que pasaría a continuación, lo venía presintiendo desde el momento en que Seiya comenzó a regalarle silencios, en lugar de las charlas llenas de energía, a las que la tenía acostumbrada. Aún más, desde que faltaban poco menos de tres meses para su boda.
Era algo que sabía, sabía, iba a pasar. Sin embargo, no estaba preparada para que sucediera. Ella misma, lo había aplazado infinidad de veces.
—Te amo, Serena. Aunque eso ya lo sabes.
Ella quiso asentir, pero no lo hizo, en lugar de eso, se preparó para el golpe que inevitablemente recibiría.
—Pero estoy harto de esto… -dejó escapar un suspiro mirando el cielo. Serena supuso que para no fallar, en lo que estaba segura, era un discurso ampliamente ensayado- No me merezco esto –señaló con la mano derecha el lugar que los rodeaba, la azotea anónima de uno de los tantos edificios de la ciudad-. No merezco el amor que me das a cuenta gotas, ni el sufrimiento de saberte en brazos de él. Me rehúso a creer que esto es lo que merezco.
No había manera de debatir aquel punto, como tampoco había manera, de confundir las palabras que salían de labios de aquel hombre, a quien ella había aprendido a querer, a pesar de saber que no debía hacerlo. No obstante, sólo en ese momento, Serena se dio cuenta de la verdad en las palabras de Seiya: ninguno de los dos merecía aquello. Ella no era digna de alguien como él, y por supuesto, él merecía mucho más.
Merecía una mujer que lo tomara de la mano sin dudas y con orgullo, que le gritara al mundo: "Este es el hombre que amo y me siento orgullosa de él". Y por mucho que le doliera, ella no podía ser esa mujer. Por otro lado, tampoco era tan tonta, como para no saber, que las palabras de Seiya eran un adiós y no un ultimátum.
No la había citado allí para decirle, como años atrás, que le diera una oportunidad. La había citado allí, para decirle que era momento de decir adiós.
—Seiya… -trató de llamarlo.
—No, Serena. Ya no quiero, ni puedo esperar a que decidas quedarte conmigo. Odio la persona en la que me estoy convirtiendo. Odio tener amigos que comparten conmigo su vida, y yo no poder hacerlo. En la última fiesta de Paul, estaba tan feliz de verlo, tenía tantas cosas que contarle, y entonces me di cuenta ¡que no podía contarle nada! Estaba tan feliz contigo, pero no podía compartir mi felicidad con el mundo. ¡Porque mi felicidad es una farsa! –su respiración era más agitada de lo normal-. No nos engañemos Serena. Siempre será Rini, siempre vas a elegirla, y no se trata siquiera de Darién. Es obvio, para quien tenga ojos, que lo suyo, hace mucho que ya no es más que una representación. Pero seguirás con él por ella. Y yo, ya no puedo más. No soy la persona que quiero ser y me rehusó a vivir una vida a medias. Merezco todo Serena, merezco mirarme al espejo y ser feliz, en lugar de mirarme en el espejo y recriminarme por aceptar menos de lo que merezco.
Una parte de ella, quiso gritarle que sí de verdad la amara, no se rendiría tan fácil, que el amor espera y soporta. ¡Que él está siendo completamente egoísta! Pero se muerde los labios para no decirlo, pues sospecha, que quién representa el personaje de la inmadurez y el egoísmo, es ella. Y si abre la boca, no hará sino confirmarlo.
Por otra parte, tampoco tiene ya nada que ofrecer, nada para negociar con él. Lo que han vivido durante esos meses, es todo lo que puede dar.
—Nunca te engañe –dijo al fin-. Esto es todo lo que puedo darte. Si quieres que terminemos, lo haremos.
Las palabras no son inesperadas, pero de igual manera lastiman. Una ínfima parte de sí, una irracional, mantenía viva la esperanza de poder tenerlo todo con ella. A pesar de saber cuál era el desenlace, había esperado un giro inesperado en la trama, una escena final post-creditos, con la princesa abandonando su vida "perfecta", para quedarse con el menos perfecto de sus admiradores. Por supuesto que eso era imposible. El final de aquella historia se había rodado hacía mucho tiempo, con una gran boda y una enorme y glamorosa coronación.
—No quiero que terminemos –confesó lleno de derrota-, pero necesito que lo hagamos. Es hora de ponerle fin. De quererme más a mí, que a ti.
Y así, sin agregar nada más, caminó hacia la puerta que llevaba a las escaleras, temeroso de que, un minuto más frente a ella, lo hiciera elegir un camino que lo hará desdichado por siempre. Prefería ese dolor, por el tiempo que durara, que el saberse en una farsa toda su vida. Quedaba tiempo aún para reconstruir su vida, luego del huracán Tsukino Serena.
Serena lo vio partir, quiso correr tras él y rogarle, pero terminó abrazándose a si misma, lastimándose para impedirse hacerlo. Sabía que lo que Seiya le ha dicho es verdad. Él merece ser completamente feliz, y ella lo quiere lo suficiente, como para permitirle serlo, aunque eso signifique, renunciar a él.
Notas de la autora
Ya lo sé, dije que trabajaría en finales felices con este par, pero realmente tenía que sacar esto de mi sistema, prometo ahora sí que el próximo shot de esta serie será un final feliz.
Es que le debía a mi Seiya esto desde hace mucho tiempo.
