Retazos de mi vida
Sólo hoy
Por: Jenny Anderson.
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Naoko Takeuchi, ella es inmensamente rica, yo no, esto es sin fines de lucro solo de entretenimiento.
Personajes/Parejas: Serena Tsukino, Rei Hino. Seiya Kou/Minako Aino
Resumen: Sólo me lamentaré por esta tarde Rei, mañana les diré "felicidades" como si nada doliera.
Beta: Sol Levine
Palabras: 1,849
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El problema con el tiempo es que nunca te da tregua. Una podía pedir un tiempo fuera, necesitar un minuto para tomar aliento y recomponerte. Pero el tiempo no te lo obsequia y ese momento que pasa no regresa; esos minutos se han ido y nunca regresarán.
Mientras tú pides ese tiempo fuera y te retiras, el tiempo sigue corriendo, la vida sigue su curso: gente nace, se enamora. Te olvida.
Serena lo sabía de una manera abstracta, era consciente de los estragos del tiempo, pero nunca meditó realmente lo que significaba hasta que la trillada frase "el tiempo lo cura todo" le había explotado en la cara.
El problema real era que nunca se había dado el tiempo para conocerse a sí misma. Había tomado los recuerdos que tenía como Serenity y los había incorporado a su vida como si fueran reglas y verdades absolutas. Se había convencido de que lo que Endymion y Serenity habían vivido era lo que ella y Darién tenían, aferrándose a aquella verdad con todas sus fuerzas.
Se había enamorado de Endymion y Serenity y olvidó enamorarse de Darien y Serena.
Había creído que todas esas peleas, que todas las pruebas que habían tenido que superar para estar juntos demostraban lo bien que se conocían y lo mucho que se necesitaban. Pero en todos esos frenéticos momentos, en esas dolorosas pruebas, siempre eran Endymion y Serenity, siempre eran el príncipe de la tierra y la princesa de la luna. Siempre había más que su relación en juego: la vida de sus amigas, el planeta o la vida de su aún no nacida hija.
Nunca se había permitido dudar que para ella pudiera existir otro que no fuera Darién. Convenientemente había olvidado que ella no era Serenity y esa era la razón que la tenía en aquel bar, casi desierto, a las tres de las tarde de un miércoles. Con una cerveza como única compañía.
Por regla general intentaba mantenerse alejada de las bebidas alcohólicas, sin embargo ahora, por primera vez, sentía que las necesitaba. No como un método de valor o de relajación como las había utilizado en el pasado, sino como un método para provocarse una amnesia temporal, un intento de que su propia estupidez no le doliera tanto.
Hacía poco más de tres años y medio que los Kou habían regresado a la tierra, causando aún más impacto del que causaron la primera vez, puesto que esta vez venían para vivir una vida tranquila y normal y seguir una carrera que aparentemente los apasionaba tanto como para abandonar su planeta y sus deberes como guardianas. Pero sobre todo, Seiya había vuelto para pedir por última vez una oportunidad y, ella ciega a sus emociones, se la había negado.
Le había suplicado encarecidamente que la olvidara, estaba segura de que en cuanto el cantante dejara de mirarla a ella, descubriría a Mina. Serena estaba segura de que Mina y Seiya harían una magnifica pareja y de que serían felices.
No se había equivocado.
Luego del paso de los meses y de la resignación de Seiya frente a un amor que le era imposible, el cantante, como Serena había intuido, había girado la mirada hacia la guardiana del amor. Y las chispas que habían estado allí desde el primer momento, habían volado.
Serena contempló todo aquel desarrollo desde su trinchera particular, sintiendo en cada nueva sonrisa de Seiya, una punzada cada vez más dolorosa en el pecho. No fue hasta que fue testigo de un beso, que la revelación llegó a ella. Había estado tan segura de que conocía el amor, que necesitaba perderlo realmente para descubrir que no todos los amores son iguales.
Endimión y Serenity se necesitaban para vivir, era una necesidad como el oxígeno. No podían funcionar uno sin el otro, no había opción. Si no estaban juntos, preferían la muerte. Eran completamente egoístas a los deseos y necesidades de terceros, sólo importaban ellos y su historia de amor.
Era tanto así, que habían encadenado a sus reencarnaciones: Darién era físicamente incapaz de hacer caso omiso a la llamada de socorro que, invariablemente, Serena mandaba cada que se sentía en peligro, y ella, simplemente era incapaz de dejar de amarlo.
Atados uno al otro.
Darien solía describirlo como un maldito gusano que vivía en su cabeza y amenazaba con destruir su cerebro si no conseguía lo que quería. Para Serena, el gusano estaba la mayor parte del tiempo en silencio. Más no se hacía ilusiones: podía ver perfectamente a Serenity lanzándolas por un balcón si se atrevía a pensar en un futuro que no fuera el que la princesa quería.
Y eso era lo que la tenía en aquel bar. Se había dado cuenta de que, de tener la opción de elegir, elegiría a Seiya.
—No puedes presentarte mañana con resaca Serena.
Serena dio un largo trago a la cerveza antes de mirar a la mujer que, hubiera esperado, tardara mucho más en encontrarla. No se había hecho demasiadas ilusiones sobre el poder escapar esa tarde del cuidado de Rei; después de todo, la sacerdotisa la conocía mucho mejor de lo que ella se conocía a sí misma.
—No planeo hacerlo.
—¿Realmente?
No fue la pregunta lo que la obligó a dar otro trago y terminar la tercera o cuarta cerveza de la tarde y pedir otra más, fue el tono en que lo dijo. Serena sabía que Rei desaprobaba sus comportamientos histriónicos, y por sobre todo, su decisión de ir por la vida con complejo de mártir.
Serena nunca había sido buena para explicarle a nadie su incapacidad parar sacar de su vida a Darién, nunca logró verbalizar que Serenity era capaz de matarse antes de permitir que aquello sucediera. Incluso sospechaba que su incapacidad para explicarlo, era culpa también de la princesa.
—Sólo me lamentaré por esta tarde Rei, mañana les diré "felicidades" –dijo, antes dar otro trago de cerveza.
Rei lanzó un suspiro más lleno de exasperación que de comprensión; pero Serena no necesitaba comprensión. Estaba allí simplemente porque le parecía adecuado. Ella había tomado su decisión y Seiya había hecho lo propio. Ahora todos tenían que vivir con las consecuencias de esas decisiones. Además, estaba completamente segura de que Mina y Seiya se harían muy felices, todo lo felices que se merecían ser. Todo lo feliz que ella jamás lograría hacerlo.
—No te entiendo Serena. Tú eras la que abogaba por ellos. Tus comentarios no eran tan sutiles como piensas y ahora que ellos están felices, ¿tú estás así?
Serena cerró los ojos. Se preguntó si para sus amigas era más fácil, si las guardianas del milenio de plata no eran voces molestas en sus cabezas. Había veces que juraba ver en sus amigas gestos pertenecientes a las mujeres del pasado y, otras veces, pensaba que sólo lo imaginaba.
—Soy inmensamente feliz por ellos Rei, los quiero mucho. Van a ser muy felices. Pero me hubiera gustado tener la oportunidad de ser yo quien lo hiciera feliz.
Por un momento se permitió sonreír ante la mirada llena de sorpresa de la guardiana del fuego, para después lamentar su confesión al darse cuenta de la manera en que la sacerdotisa frunció el ceño.
—Eso es, tomaste tu decisión Serena… No puedes ahora…
No le sorprendió encontrar desaprobación en los ojos amatistas de su amiga y, por un momento, quiere decir que no es ella la egoísta. Ella tiene el corazón más desinteresado del mundo, después de todo, es Serenity la egoísta.
—Sólo, me estoy despidiendo para siempre del "y sí". No te preocupes Rei, no voy a ser yo quien diga "me opongo" en la ceremonia. Y aunque lo hiciera, Seiya ama a Mina.
Se siente una persona ruin por sentir pesar ante aquel hecho, pero sabe que el cantante jamás habría pedido la mano de Mina de no estar completamente seguro de lo sentía por la guardiana del amor.
Rei se quedó en silencio unos momentos, sólo entonces Serena se dio cuenta de la cerveza en manos de su amiga. Y también, de que Rei está preparándose para decirle algo, algo importante.
—Si no es Darien y no lo fue Seiya, ya habrá alguien. No tienes que… no tienes que hacer lo que vimos en el futuro. El futuro no está escrito en piedra. Tienes elección, Serena.
Serena tomó un largo trago de cerveza. Se preguntó cómo sería su vida si realmente hubiera tenido elección. ¿Habría aceptado el amor de Seiya? ¿Se habría enamorado de Darien, en primer lugar? ¿Seiya se habría fijado en ella, de no ser la princesa de la luna? Bebió y bebió para dejar de cuestionarse sin sentido. No hay ningún escenario donde ella pudiera ser feliz con alguien que no fuera Darien.
La alivió pensar que al menos no estaba sola en todo eso, Darien la entendía por completo. Y ella lo quería, su futuro realmente no era tan desastroso. Ella había elegido a Darien hacía mucho tiempo, cuando lo encontró herido y lo siguió, para después descubrir sus identidades.
Todo hubiera sido mucho más sencillo si sólo hubieran sido Tuxedo Mask y Sailor Moon.
—Siempre voy a elegir a Darien –dijo, encogiéndose de hombros. Omite decir que Serenity jamás le permitiría que fuera de otra manera-. Desde el principio supe que Tuxedo Mask era el amor de mi vida.
Y aquello era verdad también.
—Mañana voy a brindar por ellos, voy a felicitarlos de corazón por encontrar su "felices para siempre".
Rei la miró un momento, observando la botella que Serena ha inclinado hacia ella para brindar por sus palabras. La guardiana del fuego no entendía del todo a la que consideraba más que su princesa, su amiga. Era como si Serena estuviese intentando decirle algo, como si hubiera un código encriptado en sus palabras, que ella era incapaz de traducir.
Sabía que Serena sentía algo por Seiya, lo supo siempre pero, cuando la princesa comenzó su campaña a favor del Seinako, como les llamaba, imaginó que aquellos sentimientos se habían desvanecido. En ese instante se daba cuenta de que no era así, simplemente los había ocultado, o pudiera ser que apenas los hubiera descubierto. Serena era, después de todo, aparentemente indiferente a sus propias necesidades, siempre lo había sido, y Rei estaba segura de que siempre lo sería, por mucho que aquello la molestara. La joven reencarnación de la princesa de la luna fácilmente se convertía en mártir si pensaba que la causa lo justificaba.
Chocó el cristal de su cerveza con el que Serena le ofrecía sin entusiasmo.
—No te entiendo. —dijo al fin, antes de volver a saborear el ámbar líquido. Ojala alguien tuviese un diccionario Japonés-Serena para poder estar segura de usar palabras que hicieran reaccionar a la joven.
Serena por toda respuesta sonrió. Había un poco de aire melancólico en la mueca, pero también pinceladas de resignación. No mentía, era feliz por Mina y Seiya. Y ella sólo se permitirá aquella tarde para lamentarse un poco. Después de todo, en cuanto viera a Darién, sería como si esa conversación nunca hubiera sucedido.
El amor que Serenity sentía por Endimyon no dejaba lugar para ninguno más.
Notas de la autora
Esto pasa cuando tienen insomnio y leen la huésped. Y están medio obsesionados con la princesa de la luna. Así que probablemente tendremos más de nuestra princesa y torturadora favorita.
