NA: Yo solo digo una cosa: preparaos para chillar con este capítulo.
Capítulo 6: Clases de Adivinación.
—¿Neville?
Hermione casi había gritado cuando escuchó salir ese nombre de la boca de Ginny. Luego había mirado rápidamente hacia donde sabía que Draco dormía, forzando la vista, pero sin poder verlo realmente. Sin poder ver nada. Aún no se había acostumbrado a su ceguera.
—¿Se ha despertado? —preguntó en un susurro.
Ginny estiró el cuello para mirar en dirección al chico.
—Está dormido. No creo que se haya enterado, está dándonos la espalda.
Hermione suspiró, aliviada. Solo Merlín sabía lo que estaría dispuesto a hacerle a Neville si se enteraba de aquello.
—Entonces… ¿Neville?
—Sí, Neville —le confirmó su amiga con solemnidad.
—No puede ser —murmuró Hermione en voz baja—. ¿Neville? Es imposible.
—Ya, yo hubiera dicho lo mismo de no haberlo visto con mis propios ojos —le aseguró, y luego se percató de algo justo después de hablar—. Oh, perdona el comentario.
Por el día había podido ver luces, pero ahora que era de noche y los rayos del sol no entraban a través de las vidrieras, podía decirse que estaba completamente ciega. Solo veía oscuridad.
A pesar de todo, Hermione negó con la cabeza.
—No te preocupes, la señora Pomfrey encontrará una solución pronto.
—Sí, seguro que sí. Por cierto, hablando del tema… Neville también tiene la culpa de tu ceguera.
Hermione no pudo evitar soltar una risita para liberar la terrible tensión que se le estaba acumulando en los hombros y cuello. Se preguntó qué podría hacer para deshacerse del malestar en la boca del estómago.
—Ginny… —susurró, y luego hizo una pequeña pausa—. Simplemente no puedo creerlo.
—Lo sé, lo sé, pero yo lo vi. Estaba escondido tras unos matorrales, y cuando caísteis en picado, te lanzó un hechizo y luego se fue como si nada. No he venido antes porque salí corriendo tras él y he estado siguiéndolo todo el día.
—¿Has descubierto algo?
Ginny suspiró y frunció el ceño, como si estuviese profundamente decepcionada consigo misma.
—Nada, absolutamente nada de nada. No parecía estar arrepentido de haber hecho lo que hizo. Ni siquiera se le notaba un poquito preocupado por ti. Extraño, ¿verdad? Era como si no fuera él, Neville, nuestro Neville… de hecho, me dio la sensación de que actuaba de una forma bastante… errática.
Ambas debatieron durante unos minutos a qué podía deberse su comportamiento, pero sin llegar realmente a ninguna conclusión convincente. Ginny se fue prometiendo volver al día siguiente, y Hermione trató de coger el sueño de nuevo a pesar de sentirse más espabilada que nunca. No le cabía en la cabeza que Neville hubiera podido hacer tal cosa y su subconsciente no podía evitar buscarle una explicación a aquel extraño asunto por más que ella tratara de dejar la mente en blanco.
Al parecer, después de infinitas vueltas en la cama y algunos momentos de desesperación, el agotamiento volvió a hacer acto de presencia y se la llevó a un mundo abstracto en el que los gatos hablaban y el cielo era de todos los colores del arcoíris, porque finalmente volvió a despertar cuando los primeros rayos de sol de la mañana iluminaron la enfermería.
Se desperezó y abrió los ojos poco a poco, un poco escandilada por la luz. Bostezó. Diablos, estaba cansada. Luego, se quedó mirando la lámpara que colgaba del techo como si fuera la cosa más interesante con la que podría haberse topado, con sus infinitas lágrimas de brillante cristal colgando, meciéndose levemente por la suave brisa que entraba a través de una ventana a medio abrir cerca de la entrada de la enfermería.
Tardó un momento en recordar por qué estaba allí vistiendo un uniforme de Quidditch, y otro más en darse cuenta de algo esencial...
¡Había recuperado la vista!
Y luego, como en una extraña sucesión de descubrimientos, se percató de que una de sus manos estaba cerrada en un puño, y que dentro de este había algo… un pequeño pergamino arrugado.
Lo tomó y lo desplegó, leyendo el mensaje que contenía su interior.
«Esto ha sido solo una advertencia. La próxima vez te sacaré los ojos de las cuencas».
Lo leyó una vez, dos, tres, sin poder terminar de creerse aquellas palabras.
Miraba la nota con horror, empezando a verla difuminada por los bordes debido al miedo. Porque no solo significaba que su ceguera había sido provocada, como le había asegurado Ginny, sino que también alguien había entrado en la enfermería por la noche y había revertido el efecto del hechizo, metiéndole la nota entre los dedos.
Reprimió un aterrador escalofrío justo a tiempo, un segundo antes de que la señora Pomfrey hiciera acto de presencia de nuevo.
—Buenos días queridos, ¿cómo os encontráis?
Hermione escondió la nota en el mismo puño en el que se la había encontrado y luego le dirigió una mirada a Draco, que ya estaba despierto en su cama. Este gruñó en respuesta a su pregunta, dejando claro que no había sido precisamente feliz al tener que pasar la noche allí.
La enfermera lo ignoró y volcó toda su atención en la chica.
—Le parecerá extraño, pero ya puedo ver —le informó esta—. Al despertar esta mañana me he dado cuenta de que había recuperado la visión.
La enfermera se puso muy contenta de escuchar aquello, pero no les dejó irse hasta que se aseguró de que ninguno tenía dolencias después del tremendo accidente del día anterior.
«Accidente…», se repitió Hermione, que ya sabía que aquello de accidente no había tenido ni un pelo.
Pensaba en ello mientras caminaban hacia el gran comedor para desayunar, pero entonces Malfoy dejó escapar un pequeño gruñido de dolor y en Hermione saltaron todas las alarmas.
—¿Te está… pasando?
El chico se enderezó, pero aún mantenía una mueca en el rostro.
—No, tan solo me duele el brazo.
Hermione, que en cuestión de segundos ya se había preparado mentalmente para que la respuesta fuera «sí» y estaba pensando qué lugar podría ser el más adecuado para esconderse sin ser descubiertos, se dio cuenta de algo tan rápido como el rayo.
—Ayer no tuviste… ninguna crisis, ¿cierto?
—Siempre tengo una crisis diaria. No es algo que pueda sucederme o no dependiendo del día. No es una alergia, ni un dolor de estómago, es una maldición, Granger.
Pero aquello no tenía sentido, se habría dado cuenta. No podían separarse y ella no había visto que necesitara… aliviarse en todo el día. ¿Cómo era posible entonces?
—¿Cuándo?
Draco la miró con intensidad.
—Anoche, mientras tu amiguita te contaba que nuestro accidente de escoba fue obra de Longbottom.
Hermione ahogó un grito, no solo por el hecho de que se hubiera enterado de lo de Neville, sino también porque hubiera tenido una crisis estando su amiga presente. En ese momento ella había estado completamente ciega y no había podido ver nada, pero… ¿y si Ginny se había percatado de algo? Podía decir que había sido silencioso porque no lo había escuchado gemir ni una vez mientras conversaba con ella, pero… ¿hasta qué punto había tenido cuidado de que no se notara el sube y baja de las sábanas?
De repente se sintió ansiosa por no tener forma de saber si su amiga se había dado cuenta de lo que hacía. Ginny era una buena amiga, pero nadie podía negar que no le gustara el chisme. ¿Y si ahora hacía correr el rumor de que Malfoy era un desequilibrado, un rarito que se dedicaba a espiar a las chicas y masturbarse delante de ellas? Un escalofrío le recorrió el cuerpo.
No lo entendía. ¿Por qué le importaba tanto? Podía empatizar con él, pero era problema de Malfoy, no suyo.
Entonces vio cómo los ojos del chico adquirían una oscuridad terrorífica mientras decía:
—Voy a matar a Longbottom. Juro que voy a matarlo en cuanto tenga la más mínima oportunidad.
A Hermione se le secó la boca de lo convencido que parecía. Como si decir que iba a matarlo no fuera una simple frase hecha debido a su enfado, sino una declaración de intenciones en toda regla.
—¡No! ¡Tiene que haber alguna explicación para lo que hizo! ¡Él no es así!
Malfoy rio de forma sarcástica.
—A veces tu lealtad resulta insultante. ¿Cómo puede ser que lo defiendas después de lo que hizo?
—Es que… no tiene sentido. ¿Tú le encuentras sentido? ¿Qué ganaba Neville haciendo algo así? —se apresuró a argumentar—. Estoy convencida de que tiene que haber sido un malentendido… o tratarse de otra persona.
Él arqueó una ceja.
—La chica comadreja te lo dijo, ella lo vio con sus propios ojos.
—Sí, lo dijo. Pero ella estaba en las gradas y, él, escondido tras unos matorrales. Pudo haber visto mal.
—Qué noble por tu parte intentar salvar al chico —dijo con actitud burlesca—, pero nada en el mundo evitará que pague por lo que hizo.
Malfoy estaba tan dispuesto a vengarse de Neville que daba miedo.
Hermione pensó en cobrarse el favor que le debía, prohibirle que tomara acciones contra su compañero, pero... pero quería seguir reservándose ese lujo para más adelante. En algún momento tendría que enterarse de que había contactado con Beatrice Brown y entonces necesitaría ese favor para evitar su propia muerte, porque estaba segura de que Malfoy querría romperle el cuello igual o más que a Neville ahora.
Además, creía que aquel caso era fácil de ganar dando los argumentos precisos. Y tenía uno bastante bueno escondido en la equipación que aún vestía.
—Mira —dijo, tendiéndole la nota de letras finas y curvas que llevaba en el bolsillo—. La tenía en la mano cuando he despertado. La letra de Neville es torpe, tosca, con trazos gruesos e irregulares. Lo sé porque le he revisado muchos trabajos a lo largo de los años. Él no ha escrito esto, entonces, ¿qué sentido tiene que fuera él quien me arrebatara la vista?
Draco leyó el pergamino y luego le dedicó una mirada significativa. ¿Había conseguido que reconsiderara las cosas?
—Hagamos algo, Granger. Ya que te gusta tanto resolverlo todo, haz tus averiguaciones. Si consigues probar que no fue Longbottom, lo dejaré tranquilo. Pero quiero un nombre. Un nombre y un apellido. Porque pienso tomar represalias contra el culpable de esto, sea quien sea.
Hermione sintió un alivio casi palpable al escuchar aquello.
Bueno, al menos tenía algo de margen para descubrir qué había pasado en realidad, porque no podía concebir que Neville hubiera tenido algo que ver en todo eso. Neville, su Neville, nunca haría algo tan espantoso, y menos contra ella. ¡Eran amigos desde su primer año en Hogwarts! Y ella aún recordaba que Neville había sido la primera persona en hablar con ella en el Expreso, no había olvidado lo amable que había sido al verla sola y acercarse para presentarse cuando ningún otro niño lo había hecho.
Y nunca lo olvidaría.
Así que lo buscó con la mirada cuando llegaron al gran comedor, pero no lo encontró por ningún lado. No tuvo tiempo de sentirse decepcionada, porque entonces Harry y Ron saltaron de sus asientos al verla aparecer.
—¡Hermione! ¿Ya puedes ver? —le preguntó Harry, sorprendido.
—Eso, ¡explícanos! —saltó Ron.
Pero no había mucho que explicar. Bueno, en realidad sí, pero omitió deliberadamente el tema de la nota y simplemente dijo que había recuperado la vista al despertar.
Ella y Malfoy habían empezado a desayunar cuando llegó Ginny, que también pareció sorprendida de verla allí.
Hermione puso todo su empeño en analizar la expresión de su amiga cuando sus ojos pasaron de ella al chico. Necesitaba comprobar si había visto algo raro durante su visita a la enfermería, porque no quería hacerlo, pero se conocía y sabía que usaría un Obliviate en ella si encontraba el más mínimo indicio de que pensara que Malfoy era un depravado sexual. Ginny era muy transparente en cuanto a sus emociones se trataba. Si estaba enfadada, lo sabías. Si estaba triste, lo sabías. Si estaba feliz, lo sabías. Si había algo que le resultaba incómodo… lo sabías. Así que no tardaría en descubrir algo pronto.
Pudo volver a respirar cuando, al fin, su amiga la abrazó y le preguntó si ya podía ver lo guapa que se había despertado aquella mañana.
Hermione vio por el rabillo del ojo cómo Harry se reía, admirando a Ginny y su belleza matutina natural. Ni una gota de maquillaje y era una de las chicas más guapas de la escuela. No era que pensara que para ser guapa era necesario llenarte la cara de potingues, pero sabía que muchas echaban mano de eso para disimular un mal cutis, para potenciar sus pestañas o para aplicarse un bonito rubor en las mejillas que las hiciera sentirse un poco más bonitas.
De soslayo también vio a Pansy, que pasaba los ojos de Harry a Ginny y viceversa una y otra vez, y apretaba el cubierto que tenía en la mano como si quisiera desintegrarlo con simple fuerza bruta.
—Bueno, ¿y cómo te encuentras, compañero? —le preguntó Blaise a Draco con una sonrisilla pícara en los labios—. Todos sabemos que hay que ponerle empeño a los entrenamientos, pero no hacía falta que lo hicieras "a brazo partido".
Todos se rieron por su ocurrencia, pero los ojos del aludido lo fulminaron ante su oportuno uso del refrán en cuestión, que no significaba otra cosa que hacer un esfuerzo físico muy grande debido a algo.
Ginny también se rio. Bueno, aparentemente no tenía ni idea de lo que había pasado en la cama de al lado mientras le contaba lo que había visto durante el entrenamiento de los Slytherin, pero una vez que salió el tema del accidente… miró a Hermione de una forma que le daba a entender que, muy probablemente, explotaría en mil pedazos si no soltaba el bombazo informativo sobre Neville, así que la chica decidió tomarle ventaja y contar lo mismo pero de una forma no enrevesada.
—Ginny creyó ver a alguien ayer escondido en los matorrales mientras estábamos en el aire —comentó, y luego, con la voz todo lo neutra y vacía de emociones de la que fue capaz, añadió—: A alguien parecido a Neville. Por lo visto, ese alguien hechizó la escoba de Malfoy.
Este frunció los labios y su amiga la miró con un claro reproche en la mirada. Estaba claro que le ofendía más que no la hubiera dejado contarlo a ella al hecho de que pusiera en duda la veracidad de su historia. Hermione la creía cuando decía que había visto a alguien, pero se reservaba el derecho de mostrarse escéptica de que ese alguien fuera Neville.
Estaba tan sumida en sus pensamientos que apenas fue consciente de lo consternados que se habían quedado los demás después de sus palabras hasta que Pansy abrió mucho los ojos y luego se rio escandalosamente.
—Por favor, no saquéis conclusiones precipitadas. Cabe la posibilidad de que no fuera él —aclaró Hermione.
—Yo lo vi —se quejó su amiga.
—Entonces tienes una vista privilegiada, porque os separaba una distancia kilométrica.
Le dio la sensación de que Ginny se ofendió con eso. Esperaba al menos haber sembrado la semilla de la duda en todos ellos. No era justo sentenciar a alguien sin saber qué era lo que realmente había pasado.
Pansy echó un vistazo alrededor con ojos entrecerrados, suspicaces.
—Interesante… —dijo, aunque solo para sí misma. Hermione pareció ser la única en escucharla. ¿Qué le parecía tan interesante?
Pero el desayuno había acabado, así que Malfoy se puso en pie y ambos se dirigieron a las mazmorras para, por fin, quitarse aquella ropa de entrenamiento y vestirse con la túnica de sus correspondientes casas para sus clases de la mañana.
Según el acuerdo que habían hecho, aquel día le tocaba a Draco decidir a qué clases asistir, y Hermione estaba bastante contenta con las elecciones que el chico había estado haciendo… hasta el último momento.
—¡¿Adivinación?! —exclamó sin poder creérselo.
—Ya perdí una clase el primer día del castigo, ¿recuerdas?
Así que ahí estaba ella, Hermione Granger, sentada en un cojín en el suelo, con las piernas ocultas bajo el horrendo mantel de una mesa redonda en la que descansaba el absurdo libro de la asignatura junto con la bola de cristal y un juego de cartas astrales repartida por la superficie restante.
Patético.
A su izquierda se encontraba el culpable de que se sintiera tan desgraciada en ese momento, con la escayola rozándole la cintura, y ahora era ella la que quería asesinarlo pero de verdad, no de manera figurada.
Ya habían acabado la parte práctica de la clase y ahora estaban con la teórica. La profesora Trelawney estaba dictando una lección sobre la influencia de la luna en las predicciones y profecías que a Hermione le parecía un insulto a la inteligencia humana. Se había negado a seguir las explicaciones o a tomar notas, ya que estaba en total desacuerdo con la asignatura, y la pobre profesora no había podido decirle nada porque la chica ni siquiera estaba inscrita en la clase, que era una optativa. El hecho de que ella estuviera allí era solo una raya en el agua, solo un castigo añadido más por el que tenía que pasar.
Ya era viernes, el lunes volvería a ser libre y nadie más podría obligarla nunca a volver a asistir a aquella clase de locos.
La profesora acababa de anunciar que estuvieran atentos porque, a continuación, dictaría un apartado que muy probablemente entraría en el examen final. Hermione rodó los ojos, pero luego notó un ligero estremecimiento en Malfoy.
¿Estaba teniendo…?
Escrutó su rostro, que de repente se había vuelto blanco. Sí, definitivamente estaba pasando.
Trató de no entrar en pánico y estudió la situación: Malfoy intentaba estar atento a la lección y tomaba notas con su mano izquierda, pues al parecer era ambidiestro. Su otra mano estaba escayolada, y no parecía un buen momento para pedir ir al baño.
Hermione decidió esperar unos minutos con la esperanza de que la profesora terminara de una vez y pudieran irse, pero esta leía su libro con tanto ímpetu que no parecía que fuera a parar pronto. Y el rostro de Malfoy se tornaba cada vez más y más dolorido, más y más fatigado con el simple paso de los segundos.
¿Cuánto tiempo le quedaba?
Hermione aventuró que no mucho. Y entonces, casi sin pensarlo, metió las manos debajo del mantel y las llevó a sus pantalones.
Malfoy la miró con el ceño fruncido un momento, pero no trató de pararla ni se opuso a lo que estaba dispuesta a hacer. No le gritó que se alejara de él, ni que no necesitaba su ayuda en absoluto… porque, precisamente, en ese momento sí que la necesitaba.
Y mucho.
Al fin y al cabo no era la primera vez que le… aliviaba.
Le costó un poco sacar la erección de la ropa interior. Era más grande de lo que recordaba, pero, claro, la otra vez lo había hecho con las manos de Malfoy, que eran enormes, y esta vez solo contaba con las suyas propias, que debían de ser diminutas en comparación con el cuerpo del chico porque a duras penas lograba agarrarlo entero entre sus dedos.
Subía y bajaba, haciendo movimientos circulares con la muñeca para su mayor placer. Se dijo a sí misma que era solo para que se fuera rápido, que a ella no le estaba gustando para nada verse en esa tesitura de estar haciéndole algo así a un chico al que odiaba y que la odiaba, pero… pero se encontró apretando las piernas con fuerza debido al ardor que había empezado a surgir en su cuerpo. El fuego crepitaba en su sexo y le subía hasta el vientre, revolviéndole todas las entrañas de puro deseo contenido.
Su intimidad palpitaba, clamando un poco de roce para aliviarse, y se sentía tan dilatada que… Se mordió un labio al imaginarse a Malfoy arrancándole la ropa, separándole las piernas y entrando en ella.
Se llevó la mano libre a su entrepierna, apartando la falda para poder tocar su ropa interior. Sus braguitas… diablos, sus braguitas estaban tan mojadas… que las apartó y empezó a aliviar también su propia necesidad. Introdujo sus dedos tan profundamente como pudo, sacándolos impregnados de placer. Luego se acarició el clítoris presionando los dedos, bajándolos y subiéndolos, hasta que la palma también quedó mojada.
No había manera de que nadie supiera qué estaba pasando ahí abajo más que ellos dos, aunque tal vez el rubor de ambos provocado por el acaloramiento repentino podía delatarle algo a quien mirara con atención.
Por suerte, todos estaban sumidos en sus apuntes.
Todos menos Malfoy, que había dejado de atender a la profesora y ahora miraba a la chica con una mezcla de intensidad y sorpresa mientras disimuladamente movía las caderas al ritmo marcado por la Gryffindor.
Hermione, dejándose llevar por el humo que había invadido su mente y que le nublaba el raciocinio, apartó la mano con la que lo estaba tocando y la reemplazó por la que estaba empapada de su propio flujo.
Malfoy frunció un poco el ceño al sentir el frescor y la manera en la que su mano ahora se deslizaba de una forma más fluida, más ligera.
Luego, se sorprendió cuando el chico tiró la pluma sobre la mesa y llevó su mano izquierda al epicentro de su placer. Oh, oh. ¿Realmente estaba Malfoy tocándola de esa forma? ¿Eran los dedos del chico los que le estaban dando golpecitos ahí, los que estaban moviéndose y jugando con su intimidad como si llevaran siendo amantes toda la vida?
Estaba tan mal estar tocándose así delante de sus compañeros sin que se dieran cuenta, pero era tan excitante a la vez… que su corazón, que le latía desbocado en la garganta, parecía más que dispuesto a abandonar su cuerpo.
Por suerte, ambos estaban empezando a experimentar el éxtasis propio del clímax.
—Oh… Granger —susurró casi sin voz, pero feroz al mismo tiempo, mientras apretaba aún más los dedos en la delicada piel de su sexo—. Por Morgana, Granger.
Y, entonces, el miembro se le hinchó y vació todo su semen bajo la mesa.
¿Me dejas un review? :3
Cristy.
