Capítulo 10: ¡A Hermione Granger nadie le dice tonta!


A la mañana siguiente, Hermione se lanzó a los brazos de Ron en cuanto se cruzaron de camino al gran comedor. Draco tuvo que dar unas rápidas zancadas en cuanto la chica empezó a correr hacia su amigo para evitar que la pared invisible hiciera que alguien saliera herido.

—Oh, Ronald, cariño —le dijo, todavía con los brazos rodeándole el torso y la cabeza apoyada en su hombro—. Me dieron la noticia. Siento no haber estado presente.

Lo estrechó un poco más fuerte contra su cuerpo. Solo Harry, Ginny y ella sabían que era homosexual, y a pesar de que siempre habían tratado de hacerle ver que no tenía nada de lo que avergonzarse, para Ron era un tema delicado que había escondido con recelo durante muchos años. Y a pesar de la sorpresa inicial de Hermione sobre que el primer interés romántico de su amigo se tratara de nada más y nada menos que Blaise Zabini, se alegraba de que finalmente hubiera encontrado la manera de mostrarse ante los demás como realmente era, aunque suponía que no había sido fácil para él dar el paso.

Tal vez se hubiera sentido culpable de no haberle brindado un poco de apoyo emocional antes de la gran noticia de no haber visto la gran sonrisa que adornaba su rostro en cuanto se separaron.

Se había quitado un gran peso de encima al deshacerse del estigma que él mismo se había autoimpuesto con respecto a su sexualidad. Se preguntó entonces cómo sería confesar que Draco Malfoy le atraía más de lo que debería. ¿Se sentiría ella también aliviada de sacudirse tremendo peso del cuerpo?

Decidió que nunca sabría la respuesta. Era inútil darle vueltas a algo que no iba a pasar.

Le dedicó una sonrisa a su amigo, le dio la mano y los cuatro se dirigieron al gran comedor.

—Hoy Neville tampoco ha bajado a desayunar —le dijo a Pansy cuando esta la sorprendió sentándose a su lado y dándole los buenos días con entusiasmo, como si de repente fueran las mejores amigas—. Deberíamos decírselo a Dumbledore cuando mañana vayamos a su despacho para que deshaga el hechizo del castigo.

Pansy la mandó a callar con urgencia.

—¿Estás loca? —le espetó por lo bajo—. Te dije que tenía un plan.

—Pero podría estar en peligro —argumentó Hermione, que ya no se sentía cómoda dejando pasar más tiempo sin saber qué diablos ocurría con el chico.

Neville no tenía muchos amigos, por eso ella sentía una doble responsabilidad al respecto. Si resultaba que le había pasado algo y ella no había movido ni un dedo para ayudarle… no podría vivir cargando con tanta culpa.

—¿Es que quieres perderte la diversión de descubrir por nuestra cuenta qué le han hecho las hermanas Greengrass?

Hermione enarcó una ceja.

—¿Por qué asumes que han sido ellas?

—No lo asumo, lo sé.

—Está bien —respondió, empezando a perder la paciencia por segundos—. Pues si lo sabes, dímelo. Tengo derecho a saberlo si voy a formar parte de "tu plan".

—Vale, tú ganas —le dijo, poniendo los ojos en blanco, y acto seguido se arrimó a Hermione para hablarle en susurros—. Creo que fui la última persona en verlo con vida…

—¡Neville no está muerto! —exclamó Hermione, ansiosa de repente, pero Pansy tosió con gran ímpetu (un gesto claramente forzado) para evitar que los demás escucharan lo que estaba diciendo.

Cuando miró a ambos lados y finalmente decidió que nadie les estaba prestando atención, prosiguió:

—Sí, sí, bueno, ya veremos. Lo que quiero decir es que cuando lo vi por última vez (y eso fue uno o dos días antes del castigo) estaba… adivina con quién. Exacto. Estaba con Astoria, en un rincón alejado y poco transitado, y parecían estar cuchicheando algo... Me pareció extraño, pero llegaba tarde a una estúpida clase y no pude detenerme a cotillear tanto como me hubiera gustado. Después de eso, aparentemente Longbottom desapareció de la faz de la Tierra. Por cierto, ¿no te parece preocupante que desaparezca un alumno y nadie se dé cuenta, ni siquiera los profesores o el propio director? Hogwarts, el lugar más seguro de Escocia, decían…

Hermione ignoró la sorna en sus palabras y se centró en el contenido de las mismas. Si Pansy decía la verdad y había visto a Neville con Astoria en una situación como la que describía, entonces… ¿tendría esta algo que ver en su desaparición?

Algo en todo aquello estaba empezando a darle mala espina…


Después del desayuno, Blaise le pasó un brazo por los hombros a Ron y ambos pusieron rumbo a los terrenos del castillo, seguramente para ponerse acaramelados bajo la sombra de un árbol cercano al lago.

Pansy se fue en dirección contraria, arrastrando a Harry a un sitio que, según ella, quería enseñarle. Hermione creyó ver cómo la chica le guiñaba un ojo antes de desaparecer por la esquina, aunque… ¿por qué razón haría eso? No tardó mucho en llegar a la conclusión de que se lo había imaginado.

El día para Draco y Hermione no se presentaba demasiado prometedor, así que la Gryffindor insistió en ir a la biblioteca para sacar un libro con el que entretenerse durante todas las horas muertas que les quedaban por delante. Esperaba que, con un poco de suerte, también le hiciera olvidar que al día siguiente romperían el hechizo que los unía y que, por tanto, la separarían de él de forma permanente.

Ya no tendría excusa para estar cerca de Malfoy, ni siquiera un motivo para hablarle. Y lo cierto era que no sabía muy bien cómo sentirse al respecto.

De camino a la biblioteca, la debilidad del chico hizo que le fallaran las piernas y protagonizara una aparatosa caída por las escaleras justo cuando estaban a punto de llegar al cuarto piso. En consecuencia, Hermione fue empujada por la pared invisible y lanzada por los aires escalera abajo. Cuando llegó al suelo, por un instante le sorprendió no sentir todo el dolor que, en los pocos segundos que había tenido para procesar la situación, había imaginado que sufriría. Pero ahora, que podía analizar las cosas con detenimiento, entendió que el motivo de aquello era que en realidad no había aterrizado del todo en el suelo.

Le dolía el costado derecho, pero solo eso, porque la mayor parte de su cuerpo había terminado encima del de Draco Malfoy, que yacía bocarriba sobre la dura piedra del suelo. La rodilla izquierda de Hermione estaba doblada entre las piernas de Draco y se aproximaba peligrosamente a la entrepierna del chico, que repentinamente había dejado de gemir por el dolor del golpe. La cabeza de Hermione había terminado reposada en su hombro, y la fuerza de la gravedad había hecho que sus carnosos labios presionaran el cuello del Slytherin durante un instante, justo por debajo del lóbulo de su oreja. Hermione se había apartado rápidamente, apoyando una mano en su pecho para incorporarse, y ella y Draco se habían dedicado una mirada extraña que ninguno fue capaz de romper.

Eso que asomaba en sus ojos… ¿qué era? Eso que habían sentido al verse uno encima del otro. El desbocado ritmo cardíaco de Malfoy bajo la palma de Hermione. El peso de la chica sobre el cuerpo del Slytherin y el calor que irradiaba y que nada tenía que ver con el sofoco provocado por la caída…

Acaso todo eso era... ¿deseo?

Pero ni Draco ni Hermione tuvieron tiempo de descubrirlo, porque alguien se aclaró la garganta y recordaron a la vez que no estaban solos, que había estudiantes y profesores yendo y viniendo en todas direcciones y pasando junto a ellos, que seguían con las piernas enredadas y una encima del otro.

La gente se les quedaba mirando y murmuraba cosas, algunos con los ojos bien abiertos debido a la sorpresa, otros riendo por lo bajo con excitación, incluso con malicia por los chismes que inundarían el castillo durante los próximos días. Cristopher (el chico cotilla de Ravenclaw) también estaba allí, y ambos estuvieron seguros de que se encargaría de divulgar con gran lujo de detalles la posición en la que se les había visto caer. Hermione se temía que seguramente no olvidaría mencionar los largos segundos en los que se habían quedado allí, mirándose intensamente en el suelo, mientras el resto del mundo parecía haber desaparecido por un instante para ellos.

Diablos, ni siquiera la noticia de que Ron y Blaise estaban saliendo sería tan sonada.

Hermione creyó notar un bulto contra su pelvis el instante antes de dar un salto para ponerse en pie.

Oh. Por. Merlín.

Si de algo tenía certeza en ese momento era de tener la sangre hirviendo bajo sus mejillas. Sentía tal nivel de acaloramiento en la cara, las orejas y el cuello, que la cabeza había empezado a darle vueltas de una forma que estaba segura que era muy poco saludable… y dudaba que algo de eso tuviera que ver con la caída.


Cuando llegaron a la biblioteca todavía se sentían avergonzados por el incidente, tanto que habían puesto todo su empeño en evitar cualquier tipo de contacto visual entre ellos mientras recorrían los pasillos en busca de una lectura del agrado de Hermione.

Cuando finalmente encontró algo que llamó su atención (un tomo ilustrado de pociones antiguas y actualmente en desuso, ubicado en una de las secciones menos transitadas de la biblioteca) estiró el brazo para cogerlo, pero gimió en respuesta a un dolor punzante que inició en el hombro y le atravesó todo el costado derecho.

Draco Malfoy, que estaba posicionado tras ella, dio un paso en su dirección.

—¿Te duele? —le preguntó.

Ella asintió, incapaz aún de volverse para mirarlo.

Unos fríos dedos rozaron suavemente su piel cuando, para sorpresa de la chica, Malfoy deslizó el cuello de su camisa a un lado para evaluar los daños.

—Deberíamos ir a la enfermería. Tienes un buen moratón en el hombro —le informó.

Hermione lo intuía, ya que le dolía todo el lado derecho del cuerpo. Sin embargo, todo ese dolor pasó a un segundo plano cuando empezó a sentir el leve roce de sus yemas en la espalda, dejando un cosquilleo en la superficie de su piel y un incesante ardor en sus entrañas, que de repente estaban revueltas.

La chica inclinó un poco la cabeza hacia la izquierda en un acto reflejo de su cuerpo al deseo.

Algo dentro de ella (una parte que estaba ciega de amor y que no atendía ni a razones ni a la lógica) había esperado recibir un beso en la base del cuello… pero ese beso, evidentemente, nunca llegó. Así que giró la cabeza para, en su lugar, mirarlo por el rabillo del ojo.

—No puedo… —empezó diciendo, sintiendo una incómoda sequedad en la garganta y una profunda decepción en el corazón—. No puedo imaginar cómo estarás tú entonces, que te has llevado la peor parte.

Vio el atisbo de una sonrisa aparecer en sus labios, aún con los ojos fijos en la piel de su espalda.

Espera, ¿qué estaba pasando?

Una sensación de adrenalina por sentir aquellos dedos en su cuerpo le había nublado el raciocinio y no había estado pensando con claridad, pero ahora que podía ver de nuevo… todo le parecía demasiado extraño.

¿Por qué estaba haciendo eso? ¿Mirarla y tocarla como si entre ellos hubiera algo?

Ya le había dejado claro que sus sentimientos eran propiedad exclusiva de Daphne.

¿Es que acaso se había dado cuenta de que Hermione había estado sintiendo algo por él en esos días y ahora se creía con cierto derecho sobre ella?

¿Era eso lo que estaba haciendo, jugar con sus sentimientos? ¿Confundirla?

Porque eso sería muy propio de un Slytherin.

Cogió la camisa y jaló de ella para colocarla en su sitio con un rápido movimiento, lo que pareció devolver de nuevo al chico a la realidad.

Hermione lo ignoró e hizo el amago de volver a coger el libro. Incluso se puso de puntillas para poder llegar mejor.

Pero Draco Malfoy dio un paso más hacia ella, casi aprisionándola entre su cuerpo y la estantería, y cogió el tomo primero. Luego se lo tendió y ella lo cogió, confusa y enfadada por el poco control que tenía sobre sí misma cuando él se le acercaba un poco más de la cuenta.

¡Qué estúpida era! Tan solo le estaba allanando el terreno para que siguiera riéndose de ella.

Apartó la mirada, le dio las gracias casi a regañadientes y luego ambos pusieron rumbo a la enfermería, por segunda vez aquella semana, para que la señora Pomfrey les diera algún remedio que curara el dolor de la caída y les quitara los moretones.

Hermione iba apretando el libro contra su pecho con más fuerza a medida que se iba dando cuenta de que todo el mundo se les quedaba mirando a su paso.

Sin duda alguna, eran la nueva comidilla del castillo.

—¿Has descubierto ya algo sobre tu amigo, "el hechiza escobas"? —le preguntó Malfoy mientras caminaban, sus ojos mirando al frente y no a ella—. Sigo teniendo ganas de vengarme por lo que hizo.

La chica torció la boca en un gesto de desaprobación, a pesar de que sabía que muy probablemente le había preguntado aquello para distraerse de los cientos de ojos sobre ellos y de la presión social a la que estaban sometidos en ese momento. No se habían separado más de cinco metros durante la última semana, así que sabía perfectamente que no había hecho avances al respecto… aunque pensándolo bien…

—He estado hablando con Parkinson esta mañana…

—Sí, ya os he visto —dijo—. Algo extraño, si quieres mi opinión…

—Dice que la última vez que vio a Neville, él estaba con Astoria.

Vio de reojo cómo Malfoy arqueaba una ceja.

—¿Y?

—Pues que… no sé, a lo mejor ella tiene algo que ver con el hecho de que haya desaparecido.

El Slytherin puso una cara rara.

—Para ser tan lista, Granger…

El libro resbaló de las manos de Hermione y cayó abierto al suelo, a sus pies, pero no se agachó para recogerlo porque no podía apartar la mirada del chico.

—¿Qué ibas a decir? Adelante, no te quedes a medias —le espetó, y en sus palabras se podía escuchar una buena dosis de acusación.

Malfoy echó una discreta ojeada a su alrededor. Todo el mundo los miraba, atentos a lo que fuera que tuviera que decirle.

Y, de repente, el orgullo típico de los Slytherin se interpuso a cualquier otra emoción que pudiera estar sintiendo en el momento y soltó:

—Iba a decir que para ser tan lista a veces dices puras estupideces, Granger.

Hermione ya sabía que no iba a gustarle que acusara a la hermana de su ¿novia? de tener algo que ver con la desaparición de Neville, pero… ¿era necesario insinuar que era estúpida para quedar por encima de ella? Porque tenía todo el derecho de sospechar de quien ella quisiera. Además, ¡nadie llamaba tonta a Hermione Granger! Y estaba más que dispuesta a demostrárselo en ese mismo instante.

—¿Sí? Pues para ser tan tonta conseguí hallar la manera de que tú te libres de…

Hermione no lo hubiera visto venir ni en un millón de años, pero de repente, y delante de un montón de curiosos que no les quitaban los ojos de encima, los labios de Draco Malfoy sellaron los suyos con un beso.


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Cristy.