¡Buenas! Señoras y señores, le cuento que si recibí más comentarios y favoritos que cuando subí mi primera historia, no les niego que sigue siendo una cosita de nada frente a algunos fics que he visto con 1000 seguidores ¿Creen que podría llegar a ser material para eso? No saben lo mucho que me emocionaré el día que alguien pregunté por recomendaciones en una página y una persona diferente a mi le recomiende algo por mí escrito. Será muy bonito.
Sé que es muy difícil llegar allá, pero, espero al menos estar medianamente cerca.
Dejando de hablar tanto, el capítulo:
Capítulo 2. Conociendo nuestro destino.
Francia mágica. 5 de agosto de 1840.Lord Snape – saludó la mujer al otro lado de la verja que separaba el Gran Palacio Du Lion.
Lady Mcgonagall – la anciana le devolvió una mirada perspicaz, era la primera mujer en ser concejera de un rey.
Supongo que viene a aceptar los deseos del Rey James – la molestia creció en la mente del hombre mientras seguía a la mujer a la sala del trono, al llegar, las grandes puertas de nogal dieron paso a una silla de oro tapizada en terciopelo rojo con una bandera con el escudo de la casa real Potter colgando del techo donde se veía la insignia de un león.
Su majestad el Rey de Francia – resonó la voz del mozo quien sostenía su varita contra su garganta. De la puerta al costado del trono salió un hombre de cabello negro y a su lado una hermosa mujer de cabello rojo y ojos verdes, Severus se obligó a desviar su mirada de ella y la posó en la pequeña niña que iba agarrada de su mano. Tenía el cabello castaño y los ojos color miel, casi dorados de su padre, su mirada era férrea y pese a ir de la mano de su madre su postura era recta e imponente.
Majestad – se inclinó el hombre de cabello negro y a su lado la mujer anciana –
Vamos Severus, levántate ¿Traes buenas noticias? – una sonrisa surco su rostro mientras una mirada triste y nerviosa se posaba en el rostro de la mujer quien apretó muy débilmente la mano de su pequeña hija.
Su majestad el rey Draco I de Inglaterra ha aceptado su amable oferta de entregar a su hija en matrimonio, también aceptó que su prima, la princesa Pansy, despose al príncipe Harry.
¡Ah! ¿No es una maravillosa noticia querida? – sonrió mientras giraba su rostro a la mujer quien le devolvió una mirada triste y cristalizada.
Estas negociando con nuestros hijos – escupió la mujer con odio.
Estoy velando por su futuro Lily, espero que no te inmiscuyas más - soltó el hombre antes de girar su vista de nuevo al frente.
¡La casaras con un hombre de 16 años! ¡Hermione es una niña! – soltó mientras su cuerpo empezaba a temblar.
Cállate mujer – soltó con hastío el castaño levantándose para dirigirse a su esposa asestándole una cachetada que hizo girar su rostro. La impotencia se dibujaba en las facciones de la mujer.
Lo haré – expresó la pequeña niña que se soltó de la mano de su madre y se interpuso entre los monarcas – Cumpliré mi deber – finalizó mientras inclinaba su cabecita ante su padre quien le dio una última mirada a su esposa.
Muy bien Severus, Minerva llevará a Hermione a la frontera entre Inglaterra y Francia mañana al ocultarse la tarde.
Allí estaré con su alteza Real la Princesa Pansy.
Le dio una última mirada a la mujer quien se encontraba en una esquina cabizbaja y salió rumbo al palacio Burbone. Lo odiaba, y se odiaba por no poder hacer absolutamente nada por ella, solo mirar.
Inglaterra Mágica. 6 de agosto de 1840.¡No soy un maldito trozo de carne Draco! – la pelinegra se encontraba en medio de la biblioteca gritándole a su primo, el rey de Inglaterra.
Eres una princesa, compórtate como tal – los ojos de la chica se aguaron mientras se acercaba a él y sacaba su varita del bolsillo de su túnica.
Baja eso Pansy, no quiero lastimarte –
¿No quieres lastimarme? ¿Cómo le llamas entonces a obligarme a casarme con el maldito Potter? – el rubio se sobo la cien con su mano derecha mientras tomaba una gran bocanada de aire.
Pansy, eres rica, usas hermosas túnicas, pero ¿Sabes qué? Tienes deberes, casarte es uno de ellos, no eres una persona más, eres una princesa, como tal tu deber es hacer lo mejor para nuestros súbditos –
¡Son tus súbditos! – graznó la chica
¿Son mis súbditos solo cuando hay que hacer sacrificios? ¿Quién crees que paga todos tus caprichos? – las uñas de la chica se enterraron en la palma de su mano.
¡Lo amo! ¡Por favor, Draco! – el pensamiento de la chica inmediatamente se dirigió a un moreno –
¡Jamás podrás casarte con él! Es un plebeyo y además es muggle – le dolía, la quería, entendía su frustración, él mismo la sentía ¿De qué servía ser el rey? Ni siquiera podía decidir a quién amar – yo tendré que casarme con una niña de 10 años, no eres la única que debe hacer cosas desagradables. Al menos Potter es de tu edad, podrás ahogar tus penas en su cama – el ruido de una cachetada se escuchó en el aire, una sonrisa ladeada se adueñó de su rostro, solo ella se atrevería a pegarle al rey – lo siento Pansy – fue lo último que dijo antes de indicarle a Severus que podía entrar, en ese momento la mujer le dedicó una última mirada de odio antes de salir del lugar con el hombre de cabello negro.
Francia mágica. 6 de agosto de 1840.Perdóname hijita, perdóname no pude evitarte este destino – la niña miraba a su madre quien lloraba mientras posaba las manos en su rostro, ella haría lo que fuera por su madre, ella siempre había sabido cuál era su destino.
Tranquila madre, siempre supe que nacer como princesa me impediría decidir acerca de mi vida – la niña puso sus manos sobre las de su madre y las apretó suavemente – esto no me acongoja, iré a cumplir con mi deber, estarás orgullosa – una sonrisa se posó en el lloroso rostro de la mujer, su hija de verdad era un prodigio.
Hermione – escuchó la voz de su hermano – no dejes de escribirme, siempre estaré para ti – la niña corrió a los brazos de su hermano apretándolo fuertemente contra ella.
Por favor visítame, Harry, sabes que yo no podré hacer nada sin su permiso – sentenció la niña mientras se alejaba de su hermano – fue inevitable pensar que él tampoco podría visitarla si su permiso, ella ahora era propiedad del rey de Inglaterra.
En ese momento la puerta se abrió descubriendo a su padre, el rey, tenía un porte imponente y su mirada carecía de tristeza, él siempre le había dicho: ser de la realeza no es un privilegio, son obligaciones, deberás hacer cosas que no quieres, si lo comprendes y aceptas serás feliz. Era curioso, su padre jamás había sido feliz.
Hermione, es hora –
Si padre – con una última referencia caminó hasta la anciana mujer quien le sonrió con tristeza mientras la tomaba de la mano.
Vamos cariño - admiraba profundamente a aquella pequeña niña, había desprendido de muchos aspectos de serlo y había asumido las obligaciones que su nacimiento en aquellas circunstancias le eran impuestas. La guio hasta las afueras del castillo donde ya se encontraba su dama de compañía.
¿Es agradable? – la mujer la miró con nostalgia, mientras intentaba buscar las palabras, no, no era agradable, o al menos eso recordaba.
No importa – suspiró la niña por primera vez con congoja.
Frontera entre Inglaterra y Francia Mágica. 6 de agosto de 1840.El viento frio se colaba por los huesos de los presentes, a un lado la comisión francesa se posaba impávida y del otro lado un hombre se alzaba imponente mientras a su costado una morena mantenía la mirada baja.
Minerva –
Severus – devolvió la mujer con otro asentimiento de cabeza.
Pongo bajo tu cuidado a su alteza real la princesa Pansy de Inglaterra – dijo mientras le daba una pequeña palmada en la espalda a la pelinegra obligándola a avanzar, allí levantó la mirada y recibió una reverencia de quienes se posaban frente a ella, menos de la niña.
¿No te inclinas? – escupió venenosamente.
¿Por qué lo haría? Tengo tú mismo rango – la respuesta de la niña la tomó por sorpresa – trata bien a mi hermano, es una buena persona – soltó sin temor alguno.
No me importa qué clase de persona sea tu hermano, lo odio mucha antes de conocerlo – finalizó mientras cruzaba la frontera con sus empleados, un suspiro compungido salió de los labios de Hermione, quería que su hermano tuviera paz, ya que no podía tener amor. Ella misma deseaba tenerla ya que había renunciado a lo demás.
La vida era injusta.
Severus, en nombre del Rey James II de Francia, te entrego a su hija, su alteza real la princesa Hermione de Francia –
Alteza – se inclinó el hombre, la niña le dio una mirada dura y luego, totalmente erguida, conocedora de su destino, caminó hacía el otro lado de la frontera, saliendo de su tierra, entrando a territorio desconocido.
Luego desaparecieron.
Ambas irían a encontrarse con sus respectivos destinos.
Ninguna quería aquello, pero, ambas estaban obligadas.
Inglaterra Mágica. 7 de agosto de 1840Se había vestido con una de sus mejores túnicas, de color rojo y dorado como el escudo de su padre, su cabello caía en una cascada de risos apenas controlada por un moño alto, tenía que reconocer que estaba nerviosa.
Estaba enterada de su destino, pero eso no la eximia de temer.
Llevaba 20 minutos esperando a quien sería su esposo, sentada en una pequeña mesa que ya estaba servida con el desayuno, de repente la puerta se abrió y él apareció por ella.
Era un joven alto y rubio, debía tener la edad de su hermano, por alguna razón siempre pensó que el rey de Inglaterra era un hombre de la edad de su padre, jamás se imaginó que sería alguien tan joven. Su piel era extremadamente blanca y por alguna razón se encontró pensando que debía ser suave, sus ojos eran grises, fríos e impenetrables y en su cara se dibujaba una mueca de asco y disgusto. Aquello no era un buen comienzo.
Majestad – dijo mientras se inclinaba ante él como le habían enseñado sus profesores – será un honor convertirme en su esposa –
Siéntate – escupió mientras tomaba su propio asiento - ¿Cómo te llamas? – preguntó mientras tomaba la servilleta y la ponía en su regazo
Hermione, majestad – ella empezó a comer recordando todos los modales que por años se le habían inculcado.
Es un nombre extraño – comentó mientras metía un bocado de fruta a su boca.
¿Sabes mi nombre? – preguntó él mientras se detenía a mirarla, era una pequeña niña, de cabello castaño ensortijado, con unos grandes ojos de color miel, una niña simpática. Sin embargo, no era una mujer.
Si majestad, Draco Lucios Malfoy I rey de la Inglaterra mágica – la niña le devolvió la mirada sin bajarla, no pudo evitar pensar en las agallas que se almacenaban en ese pequeño cuerpo.
Quizá si no fuera una cría incluso habría sido interesante descubrir su temperamento, pero, era una niña.
La puerta se abrió de repente y por ella entró una mujer de cabellos rubios y ojos verdes, su sola presencia encandilaba la vista, era hermosa, delicada, parecía una porcelana fina, única.
Magestad – se inclinó, Hermione notó como una sonrisa sincera y un brillo en los ojos aparecía en el rostro del hombre frente a ella –
Lady Astoria, por favor siéntese – la mujer obedeció y se sentó en una de las sillas disponibles de la pequeña mesa mientras en sus ojos aparecía una mirada de superioridad.
Hermione, retírate a tus aposentos – dijo con desinterés el hombre mientras posaba su mirada en la mujer que había entrado – Dobby, asegúrate de que tiendan una mesa como esta en su habitación para que desayune – se sentía insultada, se levantó de la mesa y se paró justo al frente de la mujer recién ingresada, ante los ojos sorprendidos de ambos.
Seré tu reina y, además, soy la princesa Hermione de Francia, inclínate como es debido - La mujer la vio con burla en sus ojos mientras desviaba su mirada a la fruta en la mesa – al parecer no me entendiste – suspiró mientras sacaba su varita de su túnica - ¡Cruccio! – la rubia cayó de la silla mientras un grito desgarrado de dolor salía de su garganta.
¿Qué rayos haces? – el rubio estaba en shock con toda la escena, no entendía que sucedía.
Le enseño modales a tus amigas, no me amas, no te amo, pero, no dejaré que una de tus concubinas me pisotee – comentó con desinterés, mientras paraba la maldición y veía a la mujer respirar agitada en el suelo – Te enseñaré la manera apropiada de dirigirte a mi ¡Imperio! Inclínate ante su alteza real la princesa Hermione de Francia, futura reina de Inglaterra – la niña sin soltar su varita extendió su mano ante la mujer quien, dominada por la maldición se arrodilló ante ella y besó su mano, luego todo termino y su cuerpo cayó al piso. La impresión del rubio desapareció para dar paso a su cara de disgusto inclinándose apresuradamente a tomar a la joven que respiraba agitadamente.
No tendré piedad contigo si vuelves a hacer esto – murmuro con odio
Vine a cumplir mi deber, y mi deber es también enseñar a tus amigos como manifestar respeto ante tu futura esposa, no queremos comentarios errados saliendo de este castillo – expresó la niña ante el desconcierto del hombre, quien empezaba a dudar que de verdad la chica frente a él tuviera 10 años – lo haré de nuevo si no aprendió esta vez.
Te juró que no me temblará la varita para torturarte si haces esto de nuevo – le dedico una última mirada de asco y ella se dirigió a la puerta.
Me prepararé físicamente, finalmente, no puedes matarme y tampoco hacerme perder la cordura – luego sin esperar respuesta salió de la habitación.
Sus ojos se aguaron una vez estuvo fuera de la habitación, ahora sabía por qué Minerva no había respondido su pregunta. Sus esperanzas de encontrar alguna manera de ser feliz con su destino se deslizaron como agua entre sus manos.
Solo tienes que aceptarlo Hermione.
Ella sabía que pasarían 5 años antes de que se casaran. Tenía 5 años para acostumbrarse a su realidad.
También había descubierto que debía darle un hijo tan pronto como tuviera la edad pertinente, sabía que aquella mujer no dudaría en dejarse embarazar y tener un bastardo, debía cuidar todo lo que bebía o comía, no dudaba que se diera sus mañas para evitar el nacimiento de un heredero legítimo. Al parecer, ella había dado por sentado que sería la futura reina de Inglaterra, no contó con que un rey también fuera obligado a hacer cosas que no le gustaban.
Al llegar a la puerta de su habitación suspiró mientras tomaba la perilla.
¿Quién eres? – la intromisión repentina la hizo saltar mientras sus ojos buscaban el origen de la voz – yo soy Theodore – ella recorrió a niño, parecía de su edad, tenía un rostro apacible, su cabello era castaño y sus ojos verdes desprendían tranquilidad. No pudo evitar sonreír, quizá podría hacer más confortable su vida.
Soy Hermione Jane Potter – soltó
¡Oh! Alteza, lo siento – dijo mientras hacía una reverencia.
No es necesario, solo soy Hermione y tu solo Theodore – comentó sonriendo mientras abría la puerta de su habitación - ¿quieres desayunar Theodore? – una gran sonrisa se adueñó del rostro del niño.
Será un placer Hermione –
Francia mágica, 1840Las grandes rejas del palacio se alzaban imponentes ante la morena, a su lado una mujer de rostro duro blandió su barita y las puertas se abrieron, debía admitir que aquel lugar era bastante bonito, un carruaje arrastrado por si solo se posó junto a ellas, la mujer hizo un gestó con la cabeza indicándole que debía subir, cuando este se echó a andar los campos con hermosas flores de todos los colores salpicaban el verde paisaje, uno enormes lagos artificiales con fuentes en el centro rodeaban toda la propiedad, todo ello siendo iluminado por el imponente sol erguido en el cielo claro.
Parecía un día llano de regocijo, quizá para el rey lo era, pero para ella era el camino a una vida infeliz. Pensó en la ironía de todo aquel asunto.
Esperaba que su primo la estuviera pasando igual de mal. Luego recordó que la mujer con la que se casaría tenía apenas 10 años, tendría al menos 5 años de gracia, ella en cambio, probablemente se casaría máximo en un año.
El rostro de un moreno sonriente se asomó en su mente, cuál desgraciada había sido para enamorarse no solo de un plebeyo, era además, un plebeyo Muggle. Una sonrisa amarga se adueñó de su rostro en el mismo momento en que sintió el carruaje detenerse. Alzó su vista y encontró una imponente edificación de mármol blanco y tonos pastel, con intrincados grabados en la misma, en el centro de las grandes puertas de entrada, de oro al parecer, el escudo con un león se alzaba orgulloso.
La gran casa real Potter.
El gran rey James Potter, aquel que había doblegado a su primo hasta el punto de hacerlo aceptar casarse con una niña. Aquel que había decido su destino.
-Mesie Mcgonagall -habló un hombre de recta postura y rostro lánguido - el rey está deseoso de verla - La mujer no cambió su semblante y simplemente se echó a andar. El gran pasillo se le hizo eterno, sin darse cuenta había estado enterrando sus uñas en su piel y esta estaba sangrando ¡Maldita sea! Pensó.
Al llegar a unas puertas de caoba oscuro estas se abrieron y frente a ella en la silla del trono un hombre de cabello negro y ojos cafés se fijó en ella, su rostro parecía calmo, transmitía serenidad, pero por alguna razón pensó que se veía falso.
A su lado una mujer de largo cabello rojo y ojos verdes muy hermosa veía hacía otro lado con rostro triste, aquel si parecía un semblante sincero ¿Acaso ella se sentía mal por ellos?
Al final, un hombre de unos 16 años la veía fijamente, tenía el pelo negro como el rey, pero, los ojos verdes como la reina, facciones angulosas y piel blanca, en sus ojos no podía ver nada, ni disgusto, ni felicidad, simplemente nada, estaban fijos en ella pero parecían dos pozos sin fondo.
Por favor querida, no te quedes ahí parada - comentó el monarca levantándose de su silla haciéndole un gesto con las manos. La mujer que antes tenía su mirada desviada hacía el piso posó sus ojos llenos de cariño en ella, aquello era extraño.
Lo siento Majestad – dijo mientras llegaba hasta él y le hacía una reverencia, en aquel momento el hombre ya se había vuelto a sentar y la miraba como estudiándola. Se sintió como un vil ratón en un laboratorio de pociones.
Eres muy bella ¡Harry por favor! Nuestra invitada pensará que no te hemos enseñado los modales correctos – el muchacho que se había mantenido al margen camino hacia ella y tomó su mano depositándole un beso.
Es un honor que haya aceptado casarse conmigo, alteza – comentó mientras soltaba su mano y notaba leves manchas de sangre. Lo miró con nerviosismo, había olvidado que se había enterrado las uñas; que mal hábito y que momento más incómodo le estaba ocasionando. Él por su parte la miró de una forma bondadosa, ella sabía que le quería expresar que no se preocupara, que nadie lo sabría.
Un placer conocerlo a usted alteza – luego se giró ante la mujer y le hizo una reverencia – majestad – al levantar la mirada se fijó en los ojos de ella, apesadumbrados, estaba segura de que ella habría querido evitar aquello.
Bueno, no te quedes ahí parado muchacho, la dama debe tener hambre – el chico sin decir nada le extendió su brazo caballerosamente invitándola a seguirlo.
Ella lo tomó, por alguna razón quería estar lejos de aquel hombre. Después de caminar en silencio llegaron a una pequeña mesa en un balcón que daba contra los verdes pastos que rodeaban el palacio, él corrió su silla para ella y se giró para buscar algo.
Cuando volvió traía flotando un recipiente de cristal lleno de agua y un paño, se gacho su altura y tomó una de sus manos, hundió el pedazo de tela en el recipiente y empezó a limpiar con cuidado las manchas de sangre. Ella estaba sin habla. Ni siquiera pudo reaccionar. Cuando hubo terminado de limpiar la sangre movió su varita y eliminó todo rastro de las heridas ocasionadas por sus uñas. Ella por fin reaccionó alejando su mano bruscamente mientras le dedicaba una mirada dura.
El hombre aún sin decir nada hizo desaparecer el recipiente y se sentó a su lado en la mesa y empezó a servirse fruta, mirando al frente sin emitir ni una palabra.
Nadie te ha pedido hacer eso -
El solo hizo un movimiento de cabeza y se concentró en el paisaje que se erguía imponente ante ellos, recordó que la pequeña niña le había pedido que fuera buena con él puesto que él era una buena persona. Después de aquello comprendía aquella solicitud, comprendió que ellos también eran víctimas de sus circunstancias y suspiró. Quizá no debía ser su saco de boxeo ¿Amaría él a alguien? ¿Estaría en su misma posición?
A su estómago no le apetecía nada y simplemente se recargo en el respaldar de la silla.
Por favor, come algo – giró su rostro para encontrarse con aquellas pupilas verdes que ya no eran dos pozos de nada si no unos llenos de comprensión – No servirá de nada
Yo… Solo no tengo hambre – comentó mientras bajaba el rostro, sentía que no se reconocía, ella, cuyo carácter era ampliamente conocido y temido por sus criados ahora parecía una pequeña oveja herida. Al volver la mirada lo encontró depositando en su plato una cuantas fresas y arándanos.
Espero que te gusten, es lo que solía comer mi hermana cuando podíamos desayunar juntos – miró las frutas frescas que recién había sido puestas en su plato y sus palabras le causaron malestar. Ella siempre desayunaba con Draco, pero al parecer ellos ni siquiera podían comer siempre juntos, decidió que tomaría la fruta y se sirvió algunas frambuesas, era altamente probable que él la estuviera pasando igual de mal o peor, e incluso estaba segura de que había crecido con más limitaciones que ella.
Son mis favoritas – comentó pensando que le podía ser de utilidad, una sonrisa tímida se asomó en el rostro del muchacho y ella, sin darse cuenta, se encontró respondiéndole con una igual.
Soy Harry – dijo mientras volvía su vista al jardín – sé que no deseas casarte conmigo, pero, podríamos intentar llevarnos bien, una vida puede ser demasiado larga – ella lo pensó y él tenía razón, una vida podía ser realmente larga.
Soy Pansy – metió una frambuesa en su boca y cuando terminó de mascarla agregó – y soy una revoltosa, caprichosa e inaguantable mujer – era su forma de advertirle en lo que se estaba metiendo.
Lo tendré presente.
Luego siguieron desayunando en un silencio agradable mientras la suave brisa los envolvía, quizá podrían encontrar la manera de no matarse y hacer todo aquello llevadero, un nudo en se le hizo en el estomagó al recordarlo a él, sentía como si lo estuviera engañando pues se había prometido hacer la vida del hombre con el que se casaría una miseria, pero, simplemente, parecía un delito hacer aquello. Él era igual de infeliz y su opinión simplemente no había importado cuando su padre había decidido su vida.
¿Qué tal? Espero que me dejen lindos comentarios, he cumplido con mi palabra y he publicado una semana después el nuevo capítulo, a este le agregue y corregí un par de cosas. Pidan por mi inspiración y que pueda terminar de escribir antes de que termine de publicar lo que he escrito hasta el momento.
A mi linda lectora, creo que debo aclarar una confusión, es altamente probable que no me haya explicado correctamente. En el primer episodio cuando pide a Dobby que llame a Pansy, ella estaba en los jardines paseando con Astoria y él tenía vista de ellos desde la ventana de su despacho, entonces era a Astoria a la que veía, Snape al ver eso (entendiendo que estaba enamorado de ella) le dice que su futura esposa apenas tiene 10 años, que aún tendrá tiempo para disfrutar con Astoria así al final tenga que despedirse de su deseo de hacerla su esposa.
Decidí hacer esa aclaración al final para no spoilear :D
Nos vemos la próxima semana…
