¡Buenas! Señoras y señores, esta semana ha sido de locos, sigo sin poder escribir todo lo que quisiera, pero, no se preocupen hay bastante material y esta semana me haré la meta de escribir juiciosamente.

Ahora la hora de respuesta a comentarios, Cris no me odies por favor jajaja en realidad te quiero, sé que no está bien el maltrato a Hermione, esto es solo una forma de forjar su personalidad o más bien de que la entiendan y que también lo entiendan a él, realmente no será mucho, no será una constante y me atrevo a decir que será la última vez, de verdad tiene un motivo y espero que no sigan queriendo que se vuelva un Theomione, no me odies.

Leslie, totalmente de acuerdo, no merece ni una lágrima y no la tiene, ella llora de frustración y pues de dolor, que no haya gritado no quiere decir que no haya quedado mal. Echigoneeko, hablo de mi otro fic, la escala de grises, si vas a mis demás escritos lo encontrarás, está terminado. Espiroket me alegra que sientas que está mejorando la organización de los capítulos, me estoy esforzando.

Casi todos los comentarios coinciden en el deseo que se vuelva un Theomione jajaja, perdón no me odien, prometo que cambiará. Aprecio mucho que se tomen el tiempo de dejarme sus cariñitos y trato de responder a todas.

Dejando de hablar tanto, el capítulo:

Capítulo 7. De cómo fue vencido.

La semana siguiente no vio a la castaña en los jardines, los elfos le habían dicho que su alteza seguía indispuesta en sus aposentos y que el joven Lord Nott la visitaba a diario durante el día.

Se había hecho amiga del chiquillo Nott, pensó que quizá daría menos problemas de aquella forma, sin embargo, con el paso de los días una molestia se instaló en su pecho, cada vez que un elfo iba a reportarle el estado de la castaña mencionaba al joven lord Nott ¿Acaso estaba a diario con ella?

Un mes después de la cena, la castaña se sentía con la suficiente energía para dar un paseo por el jardín, durante los días pasados había salido de su habitación solamente a la biblioteca y al saloncito que había dispuesto para tomar sus comidas, la mayoría de esos días Theodore la había acompañado, hasta ese momento el niño no había mencionado nada, sin decirlo en voz alta habían pactado que su condición se debía a un quebranto de salud cualquiera.

El día era soleado y caluroso, había decidido usar una túnica ligera, era seguida por su ayuda de cámara con una sobrilla evitando que el sol le diera de lleno, el paisaje veraniego de los jardines hacía ver el palacio menos lúgubre, el aire fresco entraba por sus fosas nasales mientras en su mano izquierda sostenía un abanico en un intento de despejar el bochorno.

Su caminata se detuvo en seco cuando encontró de frente a la rubia concubina de su futuro marido, la fuente de todos sus problemas, la miró expectante, sin embargo, ella le devolvió una mirada prepotente, antes de que pudiera reaccionar, la rubia se encontraba en el piso gritando, había prometido educarla adecuadamente e iba a hacerlo, incluso si eso le significaba otro mes en cama. Estaba a punto de lanzarle un imperio cuando un hombre rubio apareció al lado de la mujer y la miro con ira.

-Te dije muy claramente que no te iba a permitir hacer esto ¿No fue suficiente la última vez? –

-Yo también fui bastante clara al decirte que iba a educarla – dijo descartando la última pregunta.

-Parece que no has tomado en serio mi amenaza, incluso habiéndola sufrido – de un momento a otro se encontró tirada en el caluroso pasto enterrando sus uñas, se negaba a emitir cualquier quejido, cuando él la había amenazado aquel día en el salón, supo de que hablaba en serio, tan en serio que había estado un mes recuperándose de la última ronda.

-Espero que sea suficiente para que no vuelvas a tocarla – ella dejó de sentir el dolor penetrando su piel, había sido solo uno, pero, estaba más indispuesta en aquel momento. Por el rabillo del ojo notó cómo él levantaba en brazos a la rubia del suelo para luego llevarla en dirección al castillo.

Draco sentía frustración, las palabras de su prima se repetían una y otra vez en su cabeza, tanto así que no se había atrevido a lanzar una maldición más, aunque ella, como en la anterior ocasión, no hubiera emitido quejido alguno. Tenía la leve impresión que aquella pelea no la iba a ganar ¡No solo había sido doblegado por el maldito James, al parecer ahora lo estaba siendo por su hija!

Bufó, no, aquello no había terminado, ella terminaría cediendo, era una niña y como tal no aguantaría mucho. Trato de convérsense pero, en honor a los hechos, tenía serias dudas.

Al otro lado del jardín un niño castaño había presenciado toda la situación cuando iba a su encuentro, volvió sus manos en puño y lo odió ¿Qué clase de hombre le hacía aquello a su futura esposa? Más aún cuando esa futuro esposa era como ella.

La castaña, aún tirada en el pasto, sintió a alguien agacharse a su lado, para luego tomarla delicadamente haciendo que se sentara, al levantar la vista se encontró con los amables ojos verdes de Theo, siempre Theo, como un bálsamo para sus heridas, sin poder evitarlo se abrazó a él mientras respiraba profundo en un intento por no llorar.

-Mione ¿Te gustaría un helado? – la voz del niño era pausada y tranquila, la arrullaba y le devolvía el alma al cuerpo, ella aún abrazada a él hizo un pequeño asentimiento y tomó su mano agradeciendo su ayuda colgándose de su brazo para poder caminar. Aquello sería difícil, pero, tal vez, si tenía a Theo a su lado todo sería más fácil.

Después de aquel día los meses empezaron a pasar veloces, la mayoría del tiempo tenía a Theo a su lado, cosa que agradecía inmensamente a Merlín, sin embargo, él también debía ausentarse y en aquellas ocasiones su ánimo desmejoraba, se sentía sola y durante su ausencia sus ganas de pasear se esfumaban, obligándose a permanecer en sus aposentos o en la biblioteca.

El asunto con la rubia no había cambiado, todos esos meses habían sido un círculo vicioso que no parecía terminar y precisamente allí se encontraba, llorando de frustración, pensando que quizá toda su vida sería igual, porque ella no permitiría que se le faltara al respeto así luego tuviera que aguantar la maldición.

-Mione ¿Por qué sigues haciéndolo enojar? – el pequeño de ojos verdes tenía entre sus manos las de ella mientras limpiaba la sangre seca, el castillo estaba frio indicando la llegada del invierno.

-No la soporto – dijo cómo única respuesta, el niño tomó su barita y suavemente la posó sobre sus heridas haciendo que estas desaparecieran.

Hacía una hora atrás él había encontrado a la castaña llorando en su habitación con sus manitas sangrando. De nuevo había encontrado a Astoria y de nuevo el rey la había castigado. Hacía casi un año de su llegada al palacio y estaba seguro de que al menos una vez por semana encontraba a la rubia, la castigaba, para a su vez, luego, ella ser castigada por el rubio.

No entendía porque para ella era tan importante lograr que la mujer le rindiera pleitesía, pero, después de ver constantemente aquella situación, buscó en la biblioteca un hechizo para curar las heridas, así podría ayudarla a hacerlo cada vez que sucediera.

Después de algunos meses, había sido imposible seguir pretendiendo aquello de los "quebrantos de salud" y pese a que la palabra "maldición" no se mencionaba, ambos habían acordado no tapar el sol con un dedo, ella ya no podía hacerlo con él, era su único amigo y confidente, sentía que estaba mal sacarlo cuando siempre la ayudaba.

La chimenea de la pequeña habitación en la que generalmente comían estaba encendida brindando un poco de calor, al girar su vista notó que había empezado a nevar y una sonrisa se dibujó en su rostro.

-Mira Mione ¡Está nevando! – la pequeña levantó su mirada y esta se iluminó ante los copos que caían, Theo sabía que ella amaba la nieve, en algún momento de aquel año le había preguntado cuál era su estación favorita y ella le había respondido: "amo el invierno la nieve siempre es tan blanca y bonita".

- ¡Theo ¡mañana podremos salir a jugar en la nieve! – el niño solo asintió sin retirar la sonrisa de su rostro. Había descubierto que entre las cosas que más le gustaban eran ver su sonrisa tan tierna y transparente.

Un plop les indicó que un elfo había aparecido, traía dos humeantes tasas de chocolate, ella después de agradecerle le tendió al ojíverde una y se sentaron en el marco de la ventana a ver cómo caían los copos.

Ninguno había notado que en el resquicio de la puerta estaba un rubio que veía con interés la interacción de la pequeña niña. Había visto como Theodore curaba sus heridas con sumo cuidado y también la determinación en el rostro de la ella por no permitir que aquella mujer siguiera faltándole al respeto, suspiró profundamente y se sintió derrotado por la castaña revoltosa, tenía que aceptarlo, su prima tenía razón, había sido doblegado, una sonrisa fugaz se dibujó en su cara mientras se giraba y recorría los pasillos rumbo a su habitación, al entrar una rubia lo esperaba frente a la chimenea mientras tomaba una taza de chocolate.

Se detuvo a observarla y notó lo diferente que eran. La castaña siempre se había mantenido impávida y jamás se quejaba luego de que la castigaba, Astoria en cambio, no escatimaba ningún grito mientras estaba bajo la maldición de su varita y siempre corría a él a contarle cuando aquello pasaba, incluso sospechaba que a veces lo hacía por diversión sin que siquiera hubiera existido un verdadero altercado con la castaña.

Pero, no podía afirmarlo, solo era una suposición porque la niña de ojos miel jamás se quejaba y siempre se erguía en su pequeña estatura luego de ser castigada por su varita.

-Astoria – la rubia se giró y una sonrisa sugerente apareció en su rostro – de ahora en adelante cuando estés frente a Hermione harás la reverencia que corresponde – la sonrisa de la mujer se desvaneció en seguida mientras se levantaba para posarse frente a él.

-¿Es una broma? ¿Cómo puedes pedirme eso? – él había aceptado la victoria de la escurridiza princesa, no iba a levantar su varita hacía ella de nuevo, se había ganado su respeto.

-Nunca vuelvas a dirigirte de esa forma a mi – tomó el brazo de ella y lo apretó mientras una mueca de fastidio aparecía en su rostro, si bien era cierto que ella ocupaba su cama y su corazón, él seguía siendo el rey y no permitiría tal osadía – harás la reverencia o te irás del palacio – los ojos de ella se cristalizaron de pura indignación y resentimiento, él soltó su brazo mientras caminaba hacía la cama desprendiéndose de sus prendas.

La rubia sabía que no podía tentar su suerte y que debía jugar bien sus cartas si quería lograr darle un heredero antes de que se casara con aquella intrusa. La detestaba porque de no haber sido por ella, sería la futura reina, ahora, solo era su concubina, sin posibilidades visibles de casarse con él, pero, no se rendiría, menos ante una chiquilla.

Cuando se despertó el día siguiente el rubio se asomó por la ventana, el paisaje estaba blanco debido a la nieve que había caído la noche anterior, recordó que la castaña había dicho que podrían salir a jugar con la nieve aquel día. El recuerdo de él mismo jugando afuera del palacio en esa época hacía unos años con su prima vino para traerle alegría.

Se apresuró a vestirse y bajó a las puertas del palacio, una vez allí distinguió a lo lejos la figura de los dos niños de cabello castaño arrojándose bolas de nieve mientras corrían alrededor, también un muñeco de nieve que parecía verlos feliz.

Un elfo domestico apareció junta a él levitando un trineo, había jugado innumerables veces cuando estaba pequeño con él, caminó hasta donde estaban los niños y cuando estuvo frente a ellos, las risas se detuvieron para dar paso a una reverencia.

Una mirada precavida se alojó en los ojos de la ella ¿Iría a castigarla? Aquel día no había siquiera visto a Astoria.

Contrario a todo, él no pudo evitar dedicarle una sonrisa a la pequeña castaña revoltosa que tenía su cabello lleno de nieve, le extendió la mano y ella con recelo la tomó, sentía que en cualquier momento caería al piso adolorida, ambos fueron seguidos por el niño Nott hasta lo alto de la colina, luego, puso el trineo en la posición adecuada y la alzó para acomodarla en él, desvió su vista al oji verde y le indicó que subiera tras ella, él sin esperar una segunda invitación lo hizo para luego descender colina abajo mientras reían con emoción, cuando llegaron al final, la pequeña le sonrió mientras zarandeaba su mano hacía él a modo de saludo, era la primera vez desde que había llegado a aquel lugar que su futuro esposo tenía un gesto cálido con ella y eso le dio esperanza, quizá podrían lograr vivir en paz.

Una sensación de calor se posó en el estómago ambos y no pudieron dejar de sonreír, el rubio, después de un tiempo de pie observándola, decidió que resultaría extraño seguir allí, entonces tomó rumbo hacía el castillo sin poder desprender de su rostro la sonrisa sincera que lo adornaba.

Mientras tanto, una rubia veía todo desde la entrada del palacio enterrándose las uñas en las palmas de sus manos, había sentido cuando el rubio se vestía y salía y ella había hecho lo mismo, al seguirlo se dio cuenta que llevaba un trineo, el mismo trineo con el que solía jugar con pansy, y se dirigía a ella. No, una pequeña niña no podía ganarle, era estúpido.

FRANCIA, 1940

No podía ver nada, sabía que estaban en el jardín por la forma en que sus zapatos de clavaban en el pasto, él había vendado sus ojos y la tenía tomada de la mano llevándola con cuidado a no sabía qué lugar.

De repente se detuvo y quitó la venda de sus ojos, frente a ella había un gran roble que daba una perfecta sombra y, tendido en el pasto una manta sobre la cual reposaba una canasta ¡Había preparado un picnic! Ella se giró posando su mirada en la de él y regalándole una gran sonrisa.

Él llevaba dos meses tratando de reivindicarse por su rección en la cena en Inglaterra, lo había disculpado hace muchos días pero disfrutaba de su atención en la cama como fuera de ella. Él cumplió su palabra a raja tabla, todas las noches, o al menos la mayoría, la hacía olvidar entre gemidos el origen de su relación y cómo había tenido que abandonar al hombre que amaba.

Cada vez se sentía menos culpable de entregarse a él.

Seguía viendo a menudo sus múltiples caras, la bondadosa, la determinada y aquella que no permitía que nadie entrara más allá de su cama. Se había descubierto viéndolo en las noches dormir cuando llegaba de una jornada extenuante de entrenamiento con los Aurores del rey, él siempre le decía "Nunca seré un buen rey si no soy un buen guerrero", aquello le recordaba a su primo quien pensaba exactamente lo mismo.

¡Esto es precioso Harry! – el azabache le dedicó una sonrisa mientras la animó a sentarse. Era curioso, él hacía cosas hermosas por ella, sin embargo, muy pocas veces se había mostrado cariñoso, solo era amable, bondadoso, era un caballero.

Es un día muy bonito, me pareció una buena idea comer afuera – concordaba. era un día soleado en que la brisa corría haciendo el ambiente fresco. Tomó una copa de vino tinto que le extendía y la llevó a sus labios disfrutando de su dulce sabor.

¿Así que acerté? – preguntó el ojiverde nervioso.

Lo hiciste Harry, no tienes que seguir haciéndolo, ya olvidé lo de la cena – dijo ella mientras veía la laguna que se extendía frente a ellos.

No lo hago por eso, o bueno, no solo por eso, creo que es la forma adecuada de tratar a tu esposa – "adecuada" allí estaba, siempre bondadoso, políticamente correcto, pero, no era cariño, no era romanticismo, era un "deber" como su esposo, aquello la entristecía.

Para aquel momento era normal que se regalaran grandes sonrisas el uno al otro. El azabache había tenido que admitir hacía un mes atrás que aquella pequeña mujer lo atraía poderosamente, aún más cuando gemía contra su oreja, despertaba sentimientos que nunca había sentido por alguien más y podía vanagloriarse de haber tenido otras mujeres en su cama, aquello definitivamente le asustaba. Trataba de alejarse, pero, siempre terminaba haciendo cosas como aquellas. Un día bonito "quizá le guste a Pansy", No, solo era su deber como esposo lo que lo movía, nada más.

Durante más de una hora charlaron mientras comían y disfrutaban del día, señalando las nubes y comentado lo fresco del viento.

-Tienes un poco de mermelada – dijo ella mientras se acercaba a su rostro y retiraba con su dedo una pequeña manchita en la comisura de su boca – Ya está – murmuró sonriendo, estaba a punto de alejarse cuando el chico detuvo su mano y la acercó a él, lamiendo el dulce que había removido. Una mirada de deseo se instaló en los ojos se ambos, No, no podía darle cariño, pero claro que podía darle placer.

La miraba de una manera profunda, deseosa, él había soltado su mano y la había tomado por la cintura sentándola en su regazo, con la mano libre tomó su rostro suavemente y se acercó a ella, la besó profundamente y ella le respondió de la misma manera, apretó la curva de su cintura, diablos que le encantaba aquella porción de su cuerpo, luego se separaron y se miraron profundamente.

-¿Por qué? – él se sintió desconcertado al no entender la pregunta.

-No entiendo a qué te refieres –

-¿Por qué te niegas a sentir cariño? – ella no sabía porque había hecho aquella pregunta, quizá en ese tiempo que llevaban compartiendo lecho había empezado a sentir algo por él y empezaba a sentir que ya no le bastaba solamente su promesa de hacerla olvidar en la cama, necesitaba más.

-Pansy, no quiero hablar de eso, fui honesto desde el principio – él la tomó de la cintura y la quitó con cuidado de su regazo para disgusto de ella.

-¡Solo quiero saber por qué! ¡Merezco saberlo si nunca voy a obtener eso de ti! – la duda apareció en los ojos del moreno, quien suspiró y la atrajo hacía él dejándola descansar en su pecho.

-No seré mi padre, jamás te faltaré, estaré allí cuando me necesites, te respetare hasta el día de mi muerte, seré un caballero, pero no puedo darte más, no me convertiré en mi padre – ella se confundió ¿A qué se refería con que no sería su padre? Sintió que no debía preguntar más, pero, se prometió observar más, quizá así encontraría las respuestas que deseaba

No lo sabía, pero, allí en ese momento sentada en el regazo de Harry y abrazada a su pecho se sintió cómo si fuera el lugar en el que siempre debió haber estado. Se sintió completa y lleva de paz.

Llevaban 4 meses casados y ella sentía que él era su hogar, sin embargo, aquello parecía no ser correspondido y eso la entristecía.

Una hora después él se despidió y se dirigió al campo de entrenamiento, en aquel momento se preparaba física y mentalmente para asumir su rol cuando el momento llegara. Cuando aquello sucediera ella también sería reina y no tenía idea que hacer ¿Debería buscar concejo? Jamás se le había educado para ello, sí, había sido educada en los modales pertinentes, etiqueta, protocolo, instrumentos, pero, no para el rol de reina, jamás imagino siquiera ese escenario y al parecer su padre tampoco.

Se dispuso a entrar en el palacio encaminándose a su habitación, sin embargo, cuando iba a enfilarse a las escaleras unos gritos llamaron la atención, obligándola a detenerse por su insaciable curiosidad.

-¿Qué más quieres James? ¡Casaste a nuestros hijos con quien quisiste y ahora obligas a Harry a ir a las fronteras! –

-Te he dicho que estos asuntos no son de tu incumbencia –

-¡Claro que son de mi incumbencia, son mis hijos! – escuchó una cachetada resonando en el aire haciendo que se sobresaltara.

-Cállate mujer, perdiste el derecho sobre ellos desde que decidiste sobre nosotros – aquello le pareció información relevante ¿A qué se refería?

-No puedes mandarlo a morir James ¿Te quedaras sin heredero? –

-Ya le di ordenes de embarazar a su inservible esposa, sabe que de no hacerlo ella lo pagará – su corazón se aceleró ¿Enviarlo a morir? ¿Embarazarla? No estaba segura de querer tener un hijo aún.

-¿Tanto me odias para enviar a tu hijo a las fauces del león?

-Pudiste tenerlo todo Lily, pero decidiste esto, decidiste que fuera esto –

-No James, tú decidiste tú destino cuando me obligaste a romper mi compromiso con él – escuchó un gruñido seco y luego los pasos acercándose a la puerta, salió de su campo de visión y esperó a perderlo de vista, con la puerta abierta tenía vista de la mujer tumbada en la silla son sus manos tapando su rostro.

-Majestad – la mujer ante el llamado limpió sus lágrimas disimuladamente y la vio con cariño.

-Te he dicho que me llames Lily ¿Qué puedo hacer por ti querida? – ella tomó aquello como una invitación a entrar y se sentó en el mueble justo frente a ella.

-¿Está bien? – ella solo sonrió triste como respuesta – ¿él se irá? – preguntó con esperanza de haber escuchado mal.

-Él estará bien cariño, no tienes por qué preocuparte-

-Lo escuché todo – dijo avergonzada, pero, determinada a buscar respuestas.

-Pansy, debes embarazarte, James cumplirá su promesa –

-Pero… No estoy lista – un cariño maternal se reflejó en los ojos de la pelirroja, quien se acercó y tomó entre sus manos las de su nuera.

-¿Alguna vez se está lista? – ella se mordió los labios, quería preguntar, quería respuestas pero no sabía cómo abordar el tema – Pareces buscar la forma de decirme algo, solo dilo.

- Harry… - apretó sus manos contra el vestido pensando si era buena idea decir aquello – Harry dice que él no podrá sentir cariño, siempre dice que no se convertirá en su padre – una sombra se posó en los ojos de la reina para luego desviar su mirada.

-Todo es mi culpa – ella tomó una de sus manos mientras la miraba con disculpa – estaba prometida a otro hombre, pero, James se obsesionó conmigo, él pensó que podría meterse en mi corazón pero jamás fue así, con el tiempo, su obsesión se transformó en odio y ese odio nos trae a este momento, donde estás aquí, obligada a casarte con un hombre al que no amas – la mirada de ella se volvió aún más triste – a veces pienso que pequé por negarme a fingir un sentimiento y condené a mis hijos a la desdicha – sus ojos se cristalizaron.

- ¿Él cree que si siente amor podría convertirse en su padre?

-Él cree que si se permite sentir cariño y lo encuentra no correspondido será como James, Harry tiene un gran corazón y decidió negarse a ese sentimiento para proteger a los suyos, él tiene miedo- su corazón se oprimió ¿Cómo podía ella culparlo? Su padre era despreciable – he visto cómo lo miras y cómo te mira, ten paciencia mi niña, todo saldrá bien, él volverá a salvo y todo estará bien –

Ella quiso creerle, sin embargo, su corazón no podía dejar de sentirse apesadumbrado, de otro lado, resentía que él no le hubiera dicho acerca de embarazarla y de tener que irse a la frontera a luchar.

Pasó unas horas más charlando con la reina, intentó saber más pero lo único que obtuvo fue un retrato general, al parecer ella había amado a un hombre y se iba a casar con él, pero el rey lo había impedido.

Al parecer la mujer había sido un capricho del rey, uno que no pudo tener.

…..

¿Qué tal? No me odien, de verdad no planeo seguir torturándola o al menos en lo que va de escritura. Cuéntenme que opinan, a veces me cuesta dividir los capítulos porque he escrito de largo sin dividirlos. Ojalá estén quedado divididos con sentido. Por otro lado, realmente intento tener buena reacción pero a veces siento que no lo es, cuéntenme que puedo mejorar. En fin, nos vemos el siguiente fin de semana.