¡Buenas! Señoras y señores, sé que estoy actualizando, pero, lo importante es que lo estoy haciendo.
Ahora, sección de contestación de comentarios. Siendo sincera, no había pensado en profundizar en la relación de Draco y Astoria, pero, a petición del público lo haré, como les he venido contando no he escrito esto de manera lineal y ese preciso hecho me hizo pasar una mala pasada hoy cuando estaba cortando y pegando el capítulo al documento que uso para subirlo a la plataforma.
Cris, lo siento, creo que esto es lo más cerca que podré estar de una historia vainilla, aunque ahora que lo pienso, tengo un One Shot bastante vainilla "Nuevas costumbres" ¿Alguna lo ha leído?
Pues Draco no es pedófilo, es más bien una curiosidad morbosa de una niña que siendo criada de la forma en que lo fue, no sea una maldita perra jajajaja. En este capítulo podrás ver un poco más esa cara.
Por otro lado, no sé si llegue a haber lemmon lo que llaman lemmon en el pequeño Theomione, es una opción que está en estudio (de nuevo por no escribir de manera lineal).
Puedo prometerles que van a odiar aún más a James, no sé si se lo vienen venir o no, igual aún falta para esa parte de la historia, pero en mi cabeza suena como a una bomba jajajajajaj.
En fin, cómo ultima cosita, quisiera recomendarles un fic en proceso se llama "lo que esconde tu interior", actualizó hace poco y me ha encantado, me gusta ser una escritora que recomienda a otra, creo que es un fic muy popular es probable que ya lo conozcan, igual, les dejo el dato.
Dejando de hablar tanto, el capítulo:
CAPITULO 10. La desolación.
Al día siguiente, se levantó determinado. Caminó hacía la chimenea donde desde hacía casi un mes acampaba su prometida, ella se encontraba desayunando en compañía del castaño quien leía el periódico. Parecían estar en un cómodo silencio. Al aparecer en su campo de visión ambos de levantaron y le reverenciaron, él clavó su mirada en el castaño, odiaba que siempre estuviera con ella, luego la desvió a la oji miel a quien le dedicó una pequeña sonrisa que desapareció casi de inmediato.
-He decidido hacer una visita a tu padre – los ojos de la niña se iluminaron – tendré que ir solo – su mirada se oscureció pero aun así, la información pareció mejorar su semblante.
-Majestad, agradezco que tome un momento de su tiempo para ir al palacio – ella no había mencionado a su hermano, sabía que iba a tratar de traerle información, pero decidió que no debía abusar de su suerte.
Con un último asentimiento el hombre desapareció por las llamas verdes dejando a una niña ansiosa. Olvidándose de su desayuno. Se sentó en el sillón y se quedó viendo la chimenea como si así lograra que él volviera más rápido.
Cuando el rubio hubo pisado territorio francés, se encontró de frente con el rey "bastardo", cómo había decido apodarlo en su cabeza, quien le devolvía una mirada dura y reprobatoria.
-No teníamos una audiencia planeada, majestad – murmuró sabiendo que él estaba allí para intentar recabar información.
-Siento mucho mi intromisión repentina, he venido a asegurarme del estado de salud de mi prima y el pequeño Albus, es usted más que consciente que al carecer de heredero y hermanos, el próximo en línea de sucesión es su nieto. Tengo que cerciorarme que mi prima está haciendo un trabajo prístino y no lo ha descuidado por cuidar a su hijo – él sabía que el pelinegro no podía negarse, era una excusa razonable que no carecía de verdad alguna, pese a su fastidio, el hombre mayor se giró indicando que lo siguiera.
-Haré venir a Pansy con su alteza – el desprecio por su prima se notaba en su voz, apretó la mandíbula tratando de calmarse, él jamás había permitido que nadie se dirigiera a ella de aquella despectiva manera, sin embargo, solo podía callar.
Después de uno largos minutos la puerta se volvió a abrir, pero, esta vez quien entró a la habitación fue una pelinegra. Unas grandes ojeras cubrían parte de su bello rostro y la palidez era evidente, parecía que se alimentaba poco y lloraba mucho. Desconocía que ella se había prendido tanto de Potter.
A su lado una mucama llevaba en brazos al pequeño Albus de apenas dos meses de nacido, ella corrió a él, quien se levantó y la recibió en brazos acunándola, su corazón de oprimió al descubrir su estado, estaba totalmente desecha.
Sacó su varita e insonorizó parte del ambiente de la habitación, no quería que la sirvienta escuchara, no confiaba en nadie del personal de aquel lugar.
-Pansy ¿Cómo estás? – ella despegó su rostro de su pecho y negó mientras sus ojos se tornaban cristalinos.
-Solo estoy Draco, él no despierta, no se mueve, de no ser por su respiración acompasada afirmaría que ha muerto, pero ¿No es lo mismo? – una lágrima se deslizó por su mejilla, tenerlo de aquella forma se sentía como no tenerlo, sentía que su corazón se partía. Ella no sabía si se había enamorado o si solo sentía un gran cariño por el padre de su hijo, solo sabía que se estaba consumiendo.
-Hermione ha estado frente a la chimenea, tu padre no permita que reciba información, temo que se enferme – la preocupación en la voz del rubio sorprendió a la morena, su primo era una persona muy volátil y aquello solo lo confirmaba.
-Él sigue vivo, no hay nada más que pueda decir – se dejó caer en una silla mientras se tapaba el rostro con sus manos.
-¿Los medimagos que envíe? –
-Tampoco han logrado nada, un rompe maldiciones vino desde Portugal, no ha conseguido nada, todos los días prueban algo diferente, pero, obtienen el mismo resultado, nada – él se agachó junto a ella y tomó sus mano entre las suyas.
-Todo saldrá bien Pans –
-¿Todo saldrá bien? – se levantó de golpe mientras alzaba sus brazos al aire con frustración – cada día su magia se deteriora más, escapa de su cuerpo, no saben cómo controlarlo, si no despierta pronto se volverá un Squib y con el tiempo su cuerpo dejará de funcionar por la falta de energía vital – su voz se cortó ante el último escenario y su pecho bajaba y subía frenéticamente, estaba colapsando, quizá estaba sacando todo lo que le era negado en presencia de James.
-Pans…
-No digas nada Draco, encárgate de ella, él no querría que su salud se afectara - ¿Qué debía decirle a Hermione cuando volviera? ¿Debía decirle la verdad? ¿Debía decirle que los pronósticos para su hermano no pintaban bien? ¿Que su cuerpo se estaba consumiendo de a poco y nadie sabía cómo detenerlo? Se revolvió el cabello desesperado, no solo tenía que manejar el estado y futuro de su prima, también el de su prometida – No le mientas, no servirá
-¡Acampa en la maldita chimenea! ¿Qué crees que hará cuando le diga la realidad de su hermano? – él no deseaba gritarla, no deseaba poner su desesperación en sus hombros – Perdón Pans…
-Dile la verdad, sabrás que hacer en el camino – cuando él estaba a punto de replicar la puerta de la sala se abrió mostrando al fastuoso rey "bastardo", indicando que su tiempo había terminado, ella hizo una pequeña reverencia y salió siendo seguida por la mucama.
-Parecías muy interesado en Albus – dijo con fastidio y señalándole que debía partir. Ya había permitido que se inmiscuyera lo suficiente en sus dominios.
Al llegar a la chimenea y tomar los polvos se quedó momentáneamente estático, sabía que lo primero que vería era su rostro ¿cómo debías manejar la situación? Respiró profundo y los arrojó, cuando las partículas se disiparon encontró a la castaña de pie frente a él mirándolo con ojos brillantes.
-Retírate – esbozó dirigiéndose al otro niño, quien dudó pero finalmente se fue –
-¿Qué sucede? - Sabía que era mala señal lo que acababa se hacer. su corazón se detuvo y tomó asiento tal como se lo estaba pidiendo su futuro esposo reteniendo el aire en sus pulmones ante la expectativa – los medimagos no han… Avanzado – dijo escogiendo una palabra que sonara menos grave.
-¿No han avanzado? – repitió viéndolo fijamente
-Si, ha sido un proceso… Lento – de repente se sintió nervioso ante la mirada escrutadora de la castaña
-¡Maldita sea Malfoy, dime qué diablos sucede con mi hermano! – los ojos del rubio se abrieron a tope, solo conocía a una persona que le había hablado de aquella forma en su vida, era la misma que le había aconsejado decirle la verdad sin rodeos, sus ojos deprendían furia y lo veía desde arriba con el pecho agitado.
Decidió tomar su muñeca y jalarla sentándola de nuevo.
-Tu hermano no despierta. Ni los medimagos, ni los rompedores de maldiciones han logrado descubrir que lo afecta y su magia empieza a salir de su cuerpo, llegará el punto en el que si despierta será un Squib y si no logran arreglarlo su cuerpo dejará de funcionar por falta de energía vital – todo lo repitió atropelladamente, casi como se lo dijo su prima, sin dar espacio a que la castaña lo absorbiera de a poco. La niña enterró fuertemente sus uñas en el acolchado del sillón mientras su ritmo cardiaco aumentó en un claro signo de desesperación.
El hombre sintió cuando ella se soltó de su agarre y empezó a tomar su cuello intentando respirar sin éxito, la conmoción por la noticia la había hecho entrar en shock y sentía que no lograba llenar sus pulmones de aire, desesperada empezó a arañarse dejando marcas rojas a su paso, las cuales, después de varias pasadas, empezaron a sangrar.
Estaba congelado, sin saber cómo actuar, viendo su desesperación y sus uñas rasgar la piel de su cuello. Se obligó a salir de su abstracción y tomó sus manos atrayéndola a su cuerpo envolviéndola en un abrazo, sinceramente no sabía qué hacer, jamás había tenido que lidiar con una mujer que desbordaba sentimientos, Astoria, tal como él, era fría, jamás se le percibía emoción diferente a la ira o el capricho.
-Cálmate Hermione – subió y bajó su mano por su espalda suavemente, tal como solía hacer su madre con él, de niño, cuando se caía.
-¿Morirá? – sentía su cuerpo temblar entre sus brazos ¿Qué debía responder? No lo sabía, pero, muy a su pesar, la posibilidad de que muriera, muy lentamente, eran altas, muy altas.
-No lo sé – se decantó por la verdad.
-Sin él, estaré sola – aquello lo hizo suspirar con congoja, él entendía su dolor, lo había sentido en carne propia.
-No, no lo estarás, estaré aquí – sintió sus manos aferrarse a su túnica mientras su llanto se tornaba audible.
-¡No mientas! No soy más que una carga impuesta, desde que llegué solo he estado sola… - se reprendió mentalmente ante la falacia de su comentario, no, ella no había estado sola, Theo siempre estaba sosteniendo su mano.
Él se sintió incapaz de controvertir su afirmación, después de todo ¿No había sido en su mayoría una figura ausente? Sin embargo, sentirla tan indefensa oprimía su pecho. No supo cuando tiempo estuvo allí con ella entre sus brazos, pero, supo que se había quedado dormida por la respiración acompasada, la tomó entre sus brazos y la llevó a su habitación. Aquello se había vuelto recurrente por esos días.
Se quedó observándola, jamás había visto un derroche de emociones como las de ella desde que estaba allí. Era determinada, no se dejaba amedrentar, pero, también era indefensa, lloraba por los suyos con un sentimiento que pocas veces había visto, era alegre y también gentil, podía enojarse y explotar o simplemente callar. Era un mar de emociones y de sensaciones.
Era todo lo opuesto a Astoria, quien, la mayoría del tiempo era una dama de hielo. No sabía qué prefería, si la explosión de emociones de la castaña o el rio de hielo de la rubia. Desvió su mirada a su cuello, arañazos, unos más profundos que otros lo adornaban. Tomó su varita y la movió al aire, lentamente sus heridas fueron desapareciendo.
Le dio una última mirada y sintió la necesidad imperante de ver a Astoria. Todo lo que había pasado aquel día lo superaba, recordar los ojos rojos de su prima, el estado de salud de Potter, la desesperación de Hermione ¿Qué haría él si el centro de todo ello fuera Astoria y no Potter? ¿Si la mujer inconsciente en la cama fuera ella?
Una sensación de asfixia se formó en su pecho obligándolo a acelerar el paso, cuando se adentró a su habitación la encontró sentada frente a la chimenea bordando. Corrió hacía ella y la abrazó fuertemente causándole sorpresa.
-Draco ¿Qué sucede? – no se despegó de su cuerpo y mantuvo su abrazo firme, aquel era un momento de debilidad que pocas veces se permitía y pocas personas despertaban. No deseaba que le sucediera nada a la mujer que amaba incluso sabiendo que jamás podría desposarla.
-Te amo Astoria, creo que enloquecería si algo te sucede – él se separó y acunó su rostro entre sus manos, pero, en sus ojos no vio nada, era hielo, un hielo azul y profundo, su respiración seguía acompasada y su pulso no estaba acelerado, estaba estoica como si no le hubiera hecho tamaña confesión.
Esperó que ella procesara la información y le expresará que ella tampoco sabría que hacer sin él, pero, nada paso. Sintiendo una opresión en el pecho, quitó sus manos de sus mejillas como si el contacto con su piel quemara.
-Debió ser un día largo, deberías ir a descansar – obtuvo por respuesta mientras en su rostro aparecía una sonrisa vacía, que no transmitía nada, no era como las que su prima le dedicaba a Potter, ni como las que Hermione le regalaba a Theodore. Era como una lata vacía.
-Sí, lo ha sido – murmuró poniéndose de pie e instalando de nuevo su máscara de hielo. Ella lo amaba, sabía que lo hacía, solo había sido educada de aquella forma, educada para no mostrar sus emociones, para autocontrolarse, eso debía ser, se repitió en su mente. No era que no lo amara ¡Claro que lo hacía! De no ser así porqué estaría con él. Quizá era su forma de protegerse al saber que jamás podría ser su esposa, sí, quizá ella solo intentaba proteger su corazón.
Eres el rey, dijo una voz en el fondo de su cabeza que decidió ignorar.
No, ella lo amaba.
El siguiente mes se paseó dos veces al día por la chimenea, Hermione seguía acampando allí, pero, su semblante cada vez se hacía más triste, como perdiendo la esperanza. Veía los intentos infructuosos de Nott para llamar su atención y distraerla, pero, ella simplemente asentía o negaba y mantenía sus ojos fijos en fuego.
Jamás había visto ojos tan vacíos, como carentes de vida. Potter había cumplido dos meses inconsciente, las cartas que lograban llegar de los medimagos a su despacho nunca traían buenas noticias. Su magia seguía escapando de su cuerpo y a ese paso, en 3 meses, si lograban despertarlo, sería una Squib.
Eso sería una sentencia de muerte, estaba seguro de que el gran James Potter no dejaría vivir a un hijo suyo sin magia, una vergüenza, totalmente inservible y material no apto para gobernar cuando él muriera ¿Cómo podría gobernar un despreciable Squib a la Francia mágica?
Para el rey, en aquel momento, su hijo era desechable, ya tenía un nieto que garantizaba su linaje. Si algo le pasaba a su hijo lo tenía sin cuidado.
Simplemente despreciable.
-Majestad – levantó la vista de los papeles que intentaba leer y la posicionó en el hombre recién llegado.
-Severus, no te esperaba hoy –
-Majestad, la reina Lily me ha informado que el rey James ha ordenado a todos los medimagos y a los rompedores de maldiciones abandonar el palacio – su respiración se cortó, era un maldito desgraciado.
-¿Y la reina lo permitió? – un balde de agua frio cayó sobre su cabeza, la reina no era más que un peón inservible en el tablero de juego.
-¿Podemos traer de regreso a Pansy si Potter muere? – sentía mucho aquel escenario, pero, sin el personal para su atención, era el más que probable final del esposo de su prima, él no podía entrometerse en las decisiones de James y lo único en lo que podía pensar era en una forma de sacar a su prima de allí cuando él muriera. Paradójicamente, ella se convertiría en reina madre entes de llegar a ser reina, simplemente hilarante.
Sí, era más que seguro que muriera.
-Majestad… No…
-Severus, sabes tan bien como yo que no puedo hacer nada, no hay forma en la que pueda inmiscuirme que no cause un enfrentamiento – pensó en Hermione ¿Debería decirle? – lo único que puedo hacer es prepararme para traerla de regreso y alejarla de sus garras, necesito estar preparado para ese momento, mi prioridad es protegerla.
- ¿Y la joven princesa? –
-¿Qué hay con su alteza? –
-¿Cómo le dirá? – él exteriorizó la pregunta que rondaba en su cabeza y le sorprendió su respuesta casi inmediata.
-Nadie le dirá nada, sufrirá cuando llegue el momento – decidió.
¿A quién quería engañar? Ella ya estaba sufriendo, su alma estaba saliendo de a poco de su cuerpo, pero, muy en el fondo quería mantener la esperanza de que Potter despertara, por el bien de su prima, su hijo y la castaña.
Otro pensamiento vino a su cabeza, necesitaba estar preparado ante aquel escenario.
-Severus…- llamó antes de que el moreno alcanzara la salida.
-¿Majestad? –
-Ordena la compra y entrenamiento de 1.000 dragones – lo había decidido
-¡Pero, magestad! – dijo el hombre volviendo sobre sus pasos - ¿1.000 dragones?
-Inicialmente – esbozó serio. Aquellos sucesos le habían abierto los ojos, necesitaba un ejercito fuerte, uno que no tenía, pues, la mala administración de su padre había vaciado las arcas británicas impidiéndoles costearlo, sin embargo, la situación había cambiado.
-¿Por qué solicita esto de repente?
-Sabes mejor que yo que la única forma de sacar a Pansy de allí es con un ejército como respaldo –
-¡No puede declarar una guerra para traer de vuelta a la princesa!
-¿No fue esa la amenaza de James para obligarnos a contraer matrimonio con sus vástagos? – se rearmaría, consolidaría un ejército temible.
-Enlista jóvenes a lo largo del país, ocúpate de traer los mejores Aurores para su entrenamiento y encárgate de traer los mejores especímenes de Cola Cuerno Hungaros, Inglaterra dejará de ser un país al que puedan amenazar – de repente la imagen de la rubia se vino a su cabeza ¿Podría con un ejército respaldándolo romper su compromiso? No debía pensar en ella, todo se debía a Pansy.
-Como ordene majestad – dijo el hombre retirándose de la habitación. La orden lo había tomado desprevenido, pero, luego de pensarlo no pudo evitar pensar en que aquella resolución era sabia, la soberanía no podría ser defendida siempre con matrimonios o acuerdos, a veces era necesario demostrar poder. El poder que otorgaban las armas.
Dos meses más pasaron, el sol se alzaba raudo en el cielo y un calor abrazador se extendía en los jardines. Cada día daba dos vueltas al día por el lugar donde la castaña seguía enclavada desde hacía 4 meses.
Dos meses en los que el azabache seguía inconsciente y sin expertos mágicos a su alrededor. Solo esperando dar su último aliento como la voluntad del rey lo había dictado.
Aquel día se pasó al medio día por el salón, ella estaba sola en la mesa moviendo perezosamente su tener sobre el plato viendo al vacío. Su mirada era triste, profunda y perdida. Hacía meses no la veía sonreír y desde el día que había traído noticias del palacio no lloraba, solo era como un alma en pena.
Esperó que el castaño apareciera por algún lugar pero no lo hizo. Decidido, caminó hacía ella y tomó asiento, al principio ella no lo notó, luego de repente saltó de su silla a punto de levantarse pero él lo impidió tomando su muñeca y deteniéndola.
-¿Por qué estás comiendo sola? – aquello le resultó gracioso, lo correcto sería que ella tomara sus alimentos con él, pero, prefería hacerlo con Astoria de manera íntima.
-Theodoro, tiene deberes que cumplir, no puede estar clavado aquí conmigo tratando de hacer de bufón – dijo con tono desinteresado mientras volvía a pichar sus alimentos, ella comía, le constaba que lo hacía, pero, en cantidades menores a las normales, las apenas razonables para mantenerse saludable, todo porque su hermano no querría que ella enfermara también.
-¿Podría acompañarte? –
-No creo que tenga que darle permiso para sentarse a comer conmigo, después de todo soy su prometida – la misma voz seca, el raudal de emociones que ella representaba había desaparecido, solo quedaba una, la desesperanza. Incluso en aquel estado, parecía transmitir más que Astoria.
Astoria lo amaba, se reprendió.
-Supongo que sí – un plato apareció frente a él, era la comida favorita de ella y solo lo estaba pinchando con desinterés y una que otra vez ponía un bocado en su boca, mismo que masticaba por más de un minuto para después tragarlo.
-Es tu plato favorito – comentó tratando de distraerla. Ella detuvo su tenedor y clavó su vista en el alimento que pinchaba.
-Sí, lo es, no lo había notado, majestad – era un maldito infieri, sabía que decía la verdad por la forma en que miró la comida. De nuevo su vista se perdió en las llamas de la chimenea.
-Este verano ha estado más caliente de los normal – dijo desinteresadamente – he pensado en pedir que bajen más la temperatura del encantamiento regulador.
-Claro, su majestad sabe qué es lo mejor – era autómata, una que seguía pinchando la comida con parsimonia.
-¿Qué estación prefieres Hermione?-intentó de nuevo aun sabiendo su respuesta, era el invierno.
-invierno, majestad – de nuevo una respuesta vacía.
-Quizá deba regalarte un abrigo de piel de dragón flexible para que sea más cómodo salir a jugar con la nieve –
-Cualquier regalo de su majestad será un honor recibirlo – se estaba desesperando ¿Acaso no diría nada? ¿Solo se comportaría así?
-¿Solo responderás como un maldito vociferador? – ella giró su vista y se irguió en la silla
-Majestad, siento mucho si le he insultado – dejó de remover su comida y empezó a tragarla con presteza, también desvió su mirada de la chimenea y trato de hacerla más clara.
-Hermione, todo estará bien – giró su silla para hacerla quedar frente a él, los ojos de la niña se cristalizaron y las lágrimas que había dejado de llorar salieron a raudales.
-Sé que morirá, sé que lo hará, solo estoy aquí sentada esperando la noticia y rogando que se me permita asistir a su funeral -aquella declaración lo congeló. Jamás había conocido una mujer como ella.
Niña, era una niña.
-No lo sé, podría sobrevivir ¿Quieres matarlo tan rápido? – una pequeña sonrisa se asomó entre los labios de la castaña – jamás lo hubiera imaginado de ti – dijo jocoso. Por un momento sus ojos recobraron un poco de brillo.
De nuevo, como había sucedido antes, ella quedó hipnotizada por su mirada gris. Sumergida en el poso de plata líquida que tanta curiosidad le causaba, él por primera vez se vio perdido en el oro de su mirada, en ese brillo que había recuperado y que la hacía de cierta forma quien era.
Unos pasos acelerados rompieron el momento y los obligaron a enfocar el lugar de donde provenía el ruido, allí un pelinegro agitado sacudía una carta en su mano izquierda.
-¡Ha despertado, su alteza ha despertado!- en un movimiento rápido atrapó a la castaña entre sus brazos quien se había tirado a estos aferrándose a la tela de su pecho mientras sonreía y lágrimas de felicidad descendían por su rostro.
Merlín, jamás se había sentido más aliviado.
…..
¿Qué tal? ¿Les gustó? Siento que ahora estoy abusando de mi hora límite para actualizar, pero, lo importante aquí es que lo hago. Las leo y les contesto en el próximo capítulo.
