¡Buenas! Señoras y señores, Otra semana más trayendo muy puntual este lindo fic. Esta semana se unió otra lectora que me hizo un par de recomendaciones, intentaré seguirlas.

Esa misma persona me dijo que no respondiera comentarios en el escrito, si no, por los canales para ello, lo cuál me lleva a preguntar ¿Cuáles son esos canales? Estoy atenta a tu respuesta.

Bien, por último, quiero contarles que se me vino una idea para otro fic y no pude contenerme y empezar a escribir. Tengo la idea de terminarlo a mas tardar a fin de mes, si eso ocurre, me gustaría subirlo y, aquí va la pregunta ¿Debería subirlo completo de una vez o hacer actualizaciones cada cierto día? Las leo.

Bien, sin seguir parloteando, el capítulo:

CAPÍTULO TRECE. Navidad.

FRANCIA

-¿Pansy? – cada lágrima contenida empezó a descender por sus mejillas mientras posaba su mano sobre la de él, estaba vivo, sin importar si se quedaba sin magia.

-¡Harry tuve tanto miedo! – murmuró lanzándose a su pecho para abrazarlo siendo recibida por sus brazos - ¡Cómo pudiste llegar medio muerto, prometiste volver a salvo! – los reclamos de su mujer le resultaron extraños, así que, la separó de su pecho y la miró fijamente.

-¿Cuánto llevo inconsciente? –

- 5 meses – los ojos del moreno se abrieron en sorpresa ¿Acaso era una broma? – no, no lo es, has estado así los últimos meses, temí que no despertaras de nuevo ¿Ibas a atreverte a hacerme viuda? – pese a toda la situación él no pudo evitar reír, contagiándola a ella, quien le dedicó una mirada de alivio, entre risas y lágrimas, de nuevo, sintió un ancla que permitía que sus pies tocaran el suelo. No sabía en qué momento se había vuelto tan importante para ella.

-Jamás te dejaría viuda, no sometería a otro pobre hombre a casarse contigo – murmuró jocoso

-¡Oh vamos Potter, soy la luz de tu existencia! – las lágrimas habían cesado y una sonrisa sincera las había reemplazado. Sí, todo el tiempo que había permanecido en la frontera, su recuerdo con una hermosa panza, lo había mantenido cuerdo. Las cosas que vio, la gente que murió frente a sus ojos…

-¿Nuestro hijo? –

-Está bien, es un niño sano que está educando la nodriza – dijo con tristeza – tu padre no permite que me acerque

-Prometo arreglarlo –

-Solo recupérate, vuelve a mí, te necesitamos completo – el cariño rebosaba en cada palabra y él no pudo más que sentirse aliviado y agradecido de encontrarse con su rostro al despertar.

-¿Te quedarás a mi lado? – era una pregunta genuina, quería saber si estaría allí, apoyándolo, si no, solo sería un ente en ese gran castillo Aquellas palabras habían salido de su boca expulsadas olvidándose por un momento de su autoimpuesta obligación de no poner sus sentimientos en ella.

-No te librarás de mi – dijo sellando su promesa con un casto beso. Solo un beso, uno con el que se había descubierto soñando en las noches de guardia y antes de cada enfrentamiento ¿En qué momento había desarrollado aquella necesidad de sentir su piel?

Estaba débil, pero mantendría su promesa, no se convertiría en su padre.

Los días pasaron lentos, los movimientos que podía hacer eran limitados, sus músculos, después de tanto tiempo inutilizados, estaban débiles, su energía mágica se había estado escurriendo por sus poros, era un inválido. Los primeros días se sintió irritado, no podía proteger a su esposa y a su hijo. Cada día era testigo de los malos tratos que recibía Pansy de su padre y por más que quería, callaba con un nudo en la garganta.

Se las pagaría, juraba que su padre pagaría cada palabra desdeñosa dirigida a su esposa.

Con aquello como aliciente, empezó a dejar atrás la pequeña depresión que había padecido, debía proteger a su familia. Su mujer todos los días lo ayudaba, seguía al pie de la letra las instrucciones de los medimagos y supervisaba personalmente sus comidas. Le había dicho que no confiaba en su padre. Cuánta razón tenía, pese a no saber nada. Su padre lo había mandado a morir. La mayoría de los hombres a su mando había muerto a manos de los vampiros. Los hombres en aquella zona de la frontera eran tratados como sacrificios, no pretendían luchar, pretendían mantener una alianza extraña con aquellas criaturas.

Era un maldito bastardo. Cuando su madre entraba a su cuarto cada tarde lo veía con tristeza y sus ojos se llenaban de lágrimas. Le repetía una y otra vez que todo era su culpa. Que ella había orillado a su padre a ser aquel monstruo. Tanto él como Pansy insistían es que aquello no era así, sin embargo, y aún sin culparla, fuera cual fuera el escenario, sentía que había mucho más detrás de toda la efímera historia que sabía.

En las noches, su esposa se acurrucaba en su pecho, le había dicho que durante su ausencia había tenido problemas para dormir, en sus palabras, perdí mi posión para dormir sin soñar. Así solía llamarlo desde ese momento. Por oídos de una empleada, se había enterado de la adicción que ella había desarrollado por aquel remedio durante su embarazo, su alteza temía afectar la salud del pequeño príncipe si no controlaba su insomnio, le había dicho.

Jamás imaginó que la mujer altiva que había visto la primera vez en la corte tuviera aquella clase de sentimientos, ella era una maravillosa caja de sorpresas de la cual debía guardar una segura distancia, por el bien de todos, sin embargo ¡Cómo adoraba el contacto de sus manos con su piel!

Después de un mes fue capaz de levantarse y dar un par de pasos. La varita aún le era vedada, "su alteza debe recuperar toda la energía mágica perdida antes de siquiera pensar en hacer magia", repetían los medimagos cada vez que insistía en querer tomarla

-No puedes ser terco Harry – le ragañaba Pansy – tendrás de vuelta tu varita cuando así lo digan – él se sentía inconforme, sentía que sin magia no podía proteger a su familia, sin embargo, después de verla a los ojos, paraba de insistir y la acercaba para envolverla en un abrazo y oler su cabello. Aquello siempre lo calmaba.

-Cuéntame de tu embarazo –

-No hay mucho que contar – dijo la chica con resignación – solía tomar el té con tu madre y tomar mis comidas con ambos. Tu padre no permitió ninguna visita durante la gestación y tampoco permitía que enviara cartas – aquello le partió el corazón – luego cuando nació lo arrancó de mis brazos. Solo se me permite verlo desde aquí – su voz se apagó mientras miraba fijamente por el cristal. Al otro lado, su pequeño hijo, de ahora 6 meses, dormía en brazos de una nodriza, cuando debería estar en brazos de su madre.

-Prometo que cambiará – dijo poniendo su mano sobre la de ella.

-Lo sé Harry, sé que nos protegerás – le regaló una sonrisa y arrastró de nuevo la silla, era momento de caminar por el jardín, o más bien, intentarlo. Había logrado estar diez minutos seguidos de pie, sin embargo, tenía que intentarlo con más ahínco.

Aquella noche en la soledad de su habitación ella se abrazó a él más fuerte de lo que siempre lo hacía.

-Pansy – murmuró llamando su atención

-Dime

-Hermione, ella …¿Cómo está? – aquella pregunta había rondado su mente desde hacía días. Cuando su madre venía le decía que ella mandaba sus saludos, pero, por más que preguntaba, solo obtenía un par de frases nada profundas al respecto.

-Ella está bien – dijo escuetamente la pelinegra.

-Dime la verdad, dime qué ha sido de ella – la mujer soltó un suspiró y levantó su rostro para enfrentarlo.

-Mi primo es un hombre voluble – su gesto se endureció – Astoria sabe cómo manipularlo, el pobre está tan enamorado.

-Eso no es una excusa para herirla ¡es una niña! - dijo con ira.

-Sé que es una niña Harry, pero, no es cualquier niña. Es fuerte, eso lo sabes mejor que yo – ella realmente lo creía, esa niña tenía más agallas en ese pequeño cuerpo de las que ella jamás tendría, era admirable.

-Será difícil, pero ¿Sabes? A veces veo al Draco príncipe, no al rey, al niño antes de recibir aquella noticia. Él ha venido a recabar información para ella con la excusa de ver a Albus – el gesto de interrogación de él la instó a seguir hablando – Albus es el único heredero de Inglaterra, si Draco muriera él sería el rey, así que, usa esa excusa para venir cada tanto a verme – Harry asintió con entendimiento.

-¿La trata bien?

-No siempre, pero, mejorará, aún no acepta que deba casarse con ella. Hermione es una niña.

-Ella será una mujer a la cual no merecerá – dijo convencido

-No conoces a Draco, ni sus propios fantasmas. Todos tenemos esqueletos en el armario Potter – sabía que su primo no era un santo, aun así, era su familia y lo defendería – es fácil para ti señalarlo, te casaste con una mujer que pudiste meter a tu cama sin esperar cuatro años – soltó maliciosa.

-Mi hermana solo se meterá en su cama por obligación, así que, jamás tendrá eso de ella – la mujer soltó una risa exasperada.

-Potter, la soledad es la mejor amiga de los deseos carnales – luego se levantó y salió de la habitación. Por primera vez en meses, ella se había enojado, lo había dejado con las palabras en la boca y no se sintió bien, más aún cuando no podía seguirla.

Días después, luego de rogar su perdón, ella había aceptado y con una sonrisa le había informado que había llegado una lechuza de Inglaterra.

-Draco solicitó pasr la noche vieja aquí – una sonrisa se dibujó en el rostro de ambos. Ella sabía lo feliz que lo haría ver a su pequeña hermana.

-Es una maravillosa Noticia Pansy ¿Cuándo llegarán? –

-El día 29 de este mes – faltaban solo un par de semanas para verla, decidió que debía trabajar más duro en su recuperación, necesitaba que su hermana estuviera tranquila para llevar mejor su infierno personal.

El día 29 llegó y con él la comitiva inglesa. Su primo había llegado con su pequeña prometida, su concejero y algunos aurores y ayudantes de cámara. No vio a Astoria en ningún lado y eso la extrañó, sin embargo, decidió pasarlo por alto.

La pequeña castaña, con la seguridad de quien tiene inmunidad corrió hasta la silla de ruedas que ella arrastraba y se tiró a su regazo, la sonrisa feliz de su marido iluminó el lugar y las lágrimas de alivio llenaron la cara de la niña. Fijó su vista en su primo y encontró una media sonrisa, aquel detalle le pareció curioso, sin embargo, decidió dejarlo pasar cómo había dejado pasar algunos otros.

-Majestad, permítame indicarle sus aposentos – la voz de un mayordomo se hizo oír sobre el barullo llamando la atención de los presentes – por favor, síganme – el rubio caminó tras el hombre como le había indicado – alteza, usted también sígame, por favor – Hermione hiso un gesto de desconcierto, ella sabía cómo llegar a su vieja habitación.

-No es necesario, sé cómo llegar –

-¡Oh no alteza, el rey ha dispuesta que su habitación este junto a la de su majestad! – allí todo tuvo sentido, no se iba a alojar en la que fuera su recamara, ahora debía quedarse en la misma ala donde se alojaban a los invitados, como lo que ahora ella era.

-Entiendo – murmuró triste, le dio una última mirada al pelinegro y camino tras su futuro esposo.

-¿Estás feliz? – preguntó el ojigris

-Bastante – respondió mientras le obsequiaba una gran sonrisa – aprecio mucho que hayas decidido pasar el fin de año aquí.

-Creí que sería bueno que dejaras de acampar en la chimenea – dijo jocoso. Ante las reacciones sinceras de ella, no pudo evitar que su mente viajara ¿Astoria alguna vez le había sonreído de aquella forma agradecida? Su corazón se oprimió, no, ella solo había sido educada de forma diferente, aquello no significaba que no lo amara.

Cuando se hubieron instalado, decidieron reunirse con los demás en el salón de té, todos estaban agradecidos de que el rey se encontrara ausente por una visita de estado de emergencia que se prologaría hasta el otro día. El salón tenía unos grandes ventanales que daban contra el paisaje invernal, dentro, el calor de la chimenea los abrazaba y los invitaba a sentir las fiestas, lo cálido de estar en familia, porque, aunque Draco no lo aceptara del todo, aquellas personas eran lo más cercano que tenía a una familia.

Clavó su mirada en su prima ¿Cuándo habían dejado de ser niños? La nieve afuera le recordaba el tiempo en el que aún no era rey, aquel donde no tenía que ponerse una máscara, recordó cuando jugaban en la nieve y no pudo evitar sonreír.

-¿Qué te pone tan alegre? – era la voz de quien sería su suegra, giró su vista y la clavó en ella. Muy pocas veces había cruzado palabra con la mujer y se encontró pensando que responder.

-Acabo de recordar A una revoltosa Pansy con nieve en su cabello – la morena soltó una risotada.

-Solo estabas celoso, siempre te daba una paliza con las bolas de nieve – los allí presentes se sorprendieron, no era que el rubio no tuviera sentimientos, más bien nunca los demostraba, era cómo un pedazo de mármol frío.

-Tenía que permitirte ganar, madre siempre estuvo de tu lado –

-Si te lo repites, puedes creértelo – otra risotada se escapó de sus gargantas. Ver aquella interacción oprimió los corazones de los demás ¿Cuándo había sido la última vez que había pasado aquello en el palacio?

Hermione no lo recordaba, tan solo tenía dos años la última vez que su padre los perseguía en la nieve, sin embargo, Harry sí lo recordaba, su mirada se oscureció y de alguna forma la tristeza lo embargó. Eso lo hizo recordar y prometerse aún mas no ser su padre. La reina tragó espeso Ni su nuera, ni su futuro yerno, habían notado lo que pasaba entre los miembros de la familia Potter, clavó sus manos en su túnica intentando ocultar un temblor, llevaba años cargando el peso de la culpa. sus hijos habían sufrido por su egoísmo, se obligó a respirar profundo, sí, recordaba aquella última navidad, recordaba cómo él le había prometido jamás volver a sentir, recordaba cómo después de aquel día había empezado a alejarse de sus hijos, jamás podría dejarse de culpar.

-La navidad pasada Hermione usó nuestro viejo trineo – el pelinegro clavó la mirada en su pequeña hermana ¿Habría posibilidad de que fuera feliz?

-¡Oh sí! Theo y yo nos divertimos mucho en la nieve –

-¿Theo? ¿Hablas del joven Theodore Nott? – Pansy clavó su mirada en la del rubio, el tono jocoso había abandonado su expresión para volverse de nuevo indescifrable

-Sí, ha sido una gran compañía – la pelinegra no sabía que pensar, no sabía si aquello era bueno o malo.

-¿Quién es Theodore, Hermione? – esta vez fue su hermano quien se interesó en la conversación ¿Podía ser que su hermana estuviera siendo feliz?

-Es el hijo del Duque Nott, uno de mis concejeros, al parecer se pasea sin vergüenza por el palacio – el tono agradable en la voz del rubio había desaparecido y aquello no pasó desapercibido por la reina. De alguna forma ese joven le recordaba a un joven James.

-Hermione, no es apropiado que tengas tanta cercanía con ese jovencito, eres una mujer comprometida, las personas podría pensar mal, no puedes olvidar tus papeles – todos, sin excepción, se sorprendieron con las declaraciones de la mujer ¿Había acabado de exigirle a Hermione poner distancia? Eso sería algo que no se esperaban.

-Madre… - las palabras no terminaron de salir de su boca.

-¡Espero que no olvides tu lugar! – lo odiaba, siempre había trabajado por la felicidad de sus hijos en la medida de lo que le era posible y, ver aquello, la llevó a comportarse así. Ese hombre tenía el potencial de convertirse en un James, no podía permitir que su hija callera en ese mismo espiral. – casi es hora de la cena, parece pertinente terminar esta reunión ahora – era una orden, todos lo supieron cuando ella se levantó y salió del lugar. Ninguno habló, nadie sabía que decir, nadie sabía lo difícil que había sido para ella emitir aquellas declaraciones, su corazón se había partido aún más.

Tras la reina salieron los dos pelinegros, ambos en un completo silencio tratando de digerir lo que acababa de suceder. Mientras una castaña se había levantado y plantado frente a la ventana, ensimismada con el paisaje nevado y con los buenos recuerdos recién cosechados que le traía ¿Qué debía hacer?

-¿Es tan malo? –

-¿Qué? – No entendía a qué se refería ella.

-Tener un amigo ¿Tampoco puedo tener un amigo? – él se quedó sin habla ¿Qué debía responderle? Por alguna razón era incapaz de asegurarle que jamás se interpondría entre ella y el castaño, pero no pudo, sin embargo, la idea de verla como un alma en pena vagando por el palacio se le antojó mala – Entiendo – murmuró girándose – majestad, si me permite, iré a arreglarme para la cena – luego sin esperar respuesta abandonó el lugar, en ese momento se había dado cuenta de algo, llegaría el momento en que tendría que renunciar a SU Theodore.

Cuando volvieron a sus aposentos, la pelinegra se quedó viendo a su marido, él se estaba levantando de la silla con esfuerzo pero, con determinación. Había avanzado mucho más en su recuperación de lo que los medimagos habían previsto, algunas chispas de magia salían cada tanto, lo que les daba esperanza de que volviera a ser el gran mago que había sido hace tan solo unos meses.

-Harry ¿Cómo fue tu infancia? – la pregunta tensó al hombre, los únicos recuerdos verdaderamente felices ahora se veían terriblemente lejanos, aquella última vez en que jugaron con la nieve y rieron. Recordó, como al día siguiente, una sombra se había erguido sobre su cabeza y seguía allí en ese momento. Nadie se lo dijo, pero él era un buen observados y con los años pudo comprender qué había pasado y se había prometido no cometer los mismos errores, después de todo ¿Qué culpa tenía su madre? También había sido vendida. Él sentía que era su responsabilidad no convertirse en su padre.

-No es algo que te incumba, Pansy – su respuesta fue mucho más tajante de lo que había querido.

-No te entiendo ¿Cómo pueden habitar dos seres tan diferente en ti? – aquello era medio un reclamo y medio un comentario lleno de tristeza y frustración.

-Confórmate con lo que tienes, no se puede tener todo – él caminó lento hacía ella y tomó su mejilla – jamás te mentí, te respetaré y tendrás mi apoyo, te haré olvidar en nuestra cama, pero, jamás tendrás amor – los ojos de la morena se llenaron de lágrimas y tembló ¿Seguía siendo suficiente en ese momento?

-Quisiera poder entrar a tu mente – dijo entre cortado – quizá así dolería menos mi corazón – después retiró la mano de su mejilla y desapareció en la dependencia contigua para arreglarse.

¿Qué había pasado en aquel lugar? La reina, Hermione y él parecían agobiados por sus circunstancias, recordó lo que alguna vez le había dicho Lily, James no pudo soportar no obtener su amor, pero ¿Solo eso había creado al mounstro que era? La curiosidad ardía en su interior y la tristeza se desprendía de sus poros, No, ya no era suficiente, qué desafortunado descubrimiento para una blanca navidad.

FRANCIA, 1930

Nieve ¡Cómo amaba la nieve! Qué hermosos recuerdos le traía. Desvió su vista al jardín y divisó a sus dos hijos siendo perseguidos por su padre, las risas de una castaña al ser atrapada y luego alzada por su padre inundaron sus oídos, era una vista hermosa ¿Habría sido así con él? Lo imaginó corriendo tras sus hijos, lo imaginó sonriéndole, lo imaginó como su esposo, como había debido ser.

-Alteza – su ayuda de cámara llegó a su lado y le tendió una carta discretamente – ha llegado hace un momento – ella tan solo asintió y la instó a retirarse. Caminó apresurada a sus dependencias y cerró la puerta tras ella, temblando, excitada, abrió torpemente el pergamino.

"Mi amada Lily,

La nieve ha caído con tus recuerdos frescos, lo más difícil que he hecho en mi vida ha sido abandonarte ¡Cuán afortunado fui de tener tu amor y cuán desafortunado de tener que renunciar a ti! ¿Crees que habríamos sido felices? Veo al joven príncipe correr por los pasillos e imagino una hermosa niña parecida a ti riendo por el del palacio. Mi amada, mi corazón siempre será tuyo, no lo dudes, quizá en algún momento podamos estar juntos, mantendré la esperanza y esperaré paciente, pensar en un futuro a tu lado me mantiene vivo, la tierra que pusieron de por medio jamás podrá alejarnos lo suficiente. Cada noche apareces en mis sueños, permitiéndome tocarte allí.

Feliz Navidad mi pequeña revoltosa.

Tuyo siempre"

Un suspiro escapó de su garganta, sí, estaba segura que todo sería diferente, ni siquiera podía decir que había intentado amar al hombre con el que había tenido que casarse, se reusaba a hacerlo, su corazón pertenecía a otro que jamás la habría obligado a amarle, uno que aun no recibiendo sus sentimientos se vuelta, hubiera aguardado en las sombras velando por su felicidad, no, ella se negaba a amar al hombre que le había impuesto hacerlo feliz. Tomó pergamino y pluma y se acercó a la mesilla junto a la chimenea dispuesta a escribir una respuesta.

"Mi corazón se siente aliviado de leer tus palabras, todos los días pienso en el inevitable momento en que te enamores y desposes a otra mujer, cada día intento hacerme a la idea que él no puede arrastrarnos a ambos a la infelicidad, tú aún puedes casarte con una mujer que te haga feliz ¡Cuán desgraciada me siento al descubrirme pidiéndole a Merlín que no desposes a otra mujer ….

Escuchó el sonido de la puerta abrirse y se giró, allí imponente se encontraba su marido viéndola inquisidora mente y clavando su vista en el pergamino. Lo apretó entre sus manos e intentó sacarlo de su vista.

-¡James, creí que estabas con los niños! – él no respondió, zanjó el espacio entre ellos de dos zancadas y tomó violentamente los pergaminos que ella intentaba esconder. Después de leerlos su mirada se oscureció, percibió un dejo de tristeza en su rostro y después nada, la pose que tomó la hizo sentir un escalofrío en su columna vertebral, algo no estaba bien.

-Veo que esto es lo que quiere alteza – él tiró los pergaminos al fuego de la chimenea y la tomó violentamente del brazo - ¿Acaso no fue suficiente todo lo que he intentado?

-No puedes obligar a nadie a amarte – murmuró dolida al recordar sus circunstancias.

-¡¿Sabes cuantas mujeres quisiera ocupar tu lugar?! – ella sonrió, claro que sabía, muchas deseaban ser reinas, ella jamás había tenido aquella ambición.

-¿Qué se siente tener en tu cama a la única que nunca deseó estar a tu lado? – él la soltó bruscamente como si su tacto le quemara.

-Quiero darte una última oportunidad Lily y lo haré solo porque te amo – una risa ahogada salió de la garganta de la mujer.

-¿Amar? Tú no sabes lo que es amar, si lo supieras, ahora mismo estaría casada con él – en un arranque de valentía ella se acercó a él y la miró con desprecio – si supieras amar jamás habrías usado tu posición para obligar a mi padre a romper mi compromiso – los ojos de él cambiaron a una expresión de desprecio y odio puro –

-Pues jamás estarás con él y jamás volverás a verme arrastrado ante tu amor – él se giró sobre sus talones y caminó a la salida – me aseguraré de que tus hijos no sean criaturas débiles como su madre y haré de tu vida un infierno ya que no quisiste el amor que te profeso – luego salió tirando la pueta fuertemente.

Ella jamás imaginó que sus palabras serían cumplidas al pie de la letra y hasta aquel momento cargaba una cruz por sus pecados, por lo que había obligado vivir a sus hijos, por haber sido egoísta, antepuso el deseo de su felicidad a velar por la de sus hijos.

…..

¿Qué tal? ¿Les gustó?

Si no han leído mi fic anterior, las invito a pasar, con la advertencia de que es una historia con escenas muy fuertes, si no les agrada eso, me temo que no lo recomiendo. Sin más, nos leemos la próxima semana.