¡Buenas! Señoras y señores, Otra semana más trayendo muy puntual este lindo fic. Sé que prometí un capítulo adicional pero, no me ha dado tiempo, además, no tuve casi comentarios, eso me pone triste.
Igual haré la tan conocida sección de respuesta a comentarios. Hadramine, habrá Theomione, pero, no tengo planes de profundizar de más en ello. Harley, n sé a qué velocidad avanzaré, como les vengo diciendo desde que inicié e fic, he escrito en desorden y para ser honesta, he tenido poco tiempo para nutrirlo. Rouss, Dios tu comentario me emocionó, qué hayas gastado tus datos para leerme es un honor, muchas gracias, por otro lado, Lily está preocupada, las madres no siempre reaccionan de la mejor forma, no la culpen, ella se siente asustada, también quiero decirte que me encanta la investigación que hiciste, me encantan tus comentarios. Nei, la semana que no actualizaste también te extrañé demasiado, me encanta que hayas contestado mi pregunta acerca de la música, pensé que era salsa, es más común escuchar salsa y música popular en Antioquia, además está muy cerca de Cali, igual me encanta que tu fic contenga tantas cosas de Colombia, por otro lado, te envidio, siempre quise aprender ballet, pero, yo crecí en un pequeño pueblo y solo hasta que me fui a la universidad vine a la capital, para ese momento era tarde para aprender, uff yo no sé tanto como pareces saber tú de música clásica, me encanta y salí con un pianista clásico, pero, realmente me está gustando como va la otra historia.
Cris, te eché de menos, pero, sé que algo debió pasar para que no dejaras tu lindo comentario.
Bien, sin seguir parloteando, el capítulo:
CAPÍTULO QUINCE.
Después del cumpleaños de la castaña, los días habían pasado con rapidez. Ella seguía su misma rutina, con un importante cambio. Ahora tenía a Ginny. ¡Santo Merlín cómo agradecía su compañía! A medida que Theodore crecía, también lo hacían sus compromisos, lo que significaba una disminución de sus visitas al castillo. La pelirroja había resultado tener la misma edad de su amigo y después de un mes, de insistentes peticiones de la castaña, ella había empezado a llamarla por su nombre. Para aquel momento estaba trabajando en convencerla de desayunar con ella. Le caía realmente bien.
Cuando abrió sus ojos, la habitación estaba oscura, pero, no duró más de un segundo, cuando la pelirroja con un movimiento de varita abrió las pesadas cortinas permitiendo que los rayos del sol entraran en todo su esplendor.
-Buenos días, alteza –
-Pensé que habíamos superado esa etapa, Ginny. Por favor, dime Hermione – la mujer le sonrió y se sonrojó.
-Lo siento, Hermione, es difícil dirigirse de forma tan cercana a la futura reina – la niña bajó de su cama y caminó hacía ella tomando sus manos
-Soy tu amiga, no la futura reina – le dedicó una sonrisa para luego caminar hasta el baño – Hoy será un baño corto – resolvió olvidando el tema anterior.
Ese día era el cumpleaños de su futuro marido así que, después de un arreglo rápido, había bajado a las cocinas y había ordenado una cena, había decidido tener el mismo detalle que él siempre tenía para su cumpleaños, también había adquirido un hermoso reloj de bolsillo mágico que le recordaría cada compromiso que marcaba su agenda, simplemente estaba feliz, sentía que todo iba a salir de maravilla.
Había ordenado a Ginny hacerle llegar el recado a Draco acerca del lugar de la cena. Aquel día se decidió por un vestido de un suave color lila y un tocado que dejaba escurrir libres sus bucles. Se encaminó al salón donde ya debía tener lista la comida y, al abrir la puerta se encontró con él, sujetando a una rubia sobre la mesa, mientras se hacía entre sus piernas, la rabia bulló dentro de ella ¿Qué no podía esperar hasta después de SU cena para acostarse con su concubina?
¿Qué rayos haces aquí, Astoria? – la mujer la miró con una sonrisa malvada
Alteza, perdonará que no pueda hacer la reverencia de forma correcta, pero, estaba celebrando el cumpleaños de su majestad con esta pequeña cena – la rabia de Hermione bullía en su interior ¡Aquella cena había sido organizada por ella!
Draco… - no pudo terminar la frase por que el hombre la miro disgustado
¡Lárgate, Hermione, estoy ocupado! – la castaña sintió como si le hubieran dado un puño en el estómago, respiró profundo y se obligó a demostrarse estoica frente a él, luego hizo una pequeña reverencia y cerró la puerta tras de sí.
Se repitió que la felicidad era algo relativo mientras dirigía sus pasos a su habitación, cuando pasó por el lado de un lacayo se detuvo, él al verla hizo una reverencia, la niña con la humillación que había sufrido, tomó la cajita que llevaba en sus manos y se la extendió.
Quédatelo – el hombre intento decir algo pero, antes de que pudiera, la pequeña hablo de nuevo – es una orden – sin darle cabida a más, el hombre solo asintió y tomó el que fuera el presenta para el rey.
La felicidad es relativa.
Repetía una y otra vez mientras hacía su camino a la recamara. Cuando entró encontró a la pelirroja sentada en el sillón frente al fuego, quien al escuchar el sonido de la puerta giró su rostro.
-¿Al…Hermione, ha olvidado algo? – ella solo negó y dejó las lágrimas fluyeran dejándose caer al piso.
-¿Qué ha sucedido? – preguntó mientras caminaba hasta la niña y la tomaba en brazos.
-Ella… Estaba con ella, me ordenó retirarme ¿Has hecho llegar el recado? – preguntó levantando su mirada llorosa.
-Le he dicho a la ayuda de cámara del rey – contestó recordando como aquella mañana había dado el recado al hombre.
-Bueno, creo que le ha gustado su cena, pero, con una compañía distinta – se sentía humillada. La forma en que le había hablado y mirado. La forma en que fue desechada ¿De qué servía un título si tenía que vivir aquello? Pensó en Theodore, él jamás le haría eso.
-Es mejor que se cambie y duerma, llorar solo le causará un dolor de cabeza – se dejó hacer y calló, después se unos minutos, las lágrimas cesaron.
La felicidad es relativa. Ese sería su mantra de vida.
Cuando el rubio había visto entrar a la castaña en la habitación la ira bulló en él, por primera vez en mucho tiempo Astoria le demostraba que lo amaba. Había preparado con tanto cuidado aquella cena, había revisado cada detalle y le había sonreído con ternura.
Ella lo amaba, si no lo hiciera para qué tomarse aquellas molestias.
Después de mucho tiempo, de nuevo se sintió lleno de vida, de nuevo sintió ganas de romper su compromiso, de lograr que la mujer sobre sus piernas fuera quien sostuviera su mano de por vida, la madre de sus futuros herederos. Había sido un tonto, no todas las personas eran iguales, Astoria no demostraba sus sentimientos como su prometida, pero, lo amaba, aquello era una muestra palpable.
De nuevo una gran sonrisa se apoderó de su rostro mientras le dirigía una mirada de adoración a la mujer frente a él. Haría cualquier cosa por ella.
-Te amo, Astoria – ella fijó su mirada azul en él. Había logrado su cometido, había logrado bajar sus barreras, solo debía jugar bien sus cartas. Cómo agradecía a la pequeña, no había tenido que hacer nada, solo comprar a la ayuda de cámara de él para que convenientemente olvidara el recado.
Desde el incidente en el cumpleaños de la niña y, después de pensarlo mucho, había concluido que tendría que convertirse en la mujer más enamorada y desinteresada. Le parecía horroroso que Draco tuviera aquella clase de debilidades, pero, le resultaban tremendamente convenientes.
La semana siguiente el sol brillaba raudo y el calor se había acentuado. Tras él varios aurores seguían su paso presuroso. Frente a él un gran portón de hierro se alzó, le dedicó una mirada penetrante a uno de los guardias y este sin decir nada le dio paso.
-Majestad – frente a él un hombre pelirrojo le hacía una reverencia para luego erguirse en toda su estatura.
-Charlie ¿Verdad? –
-sí, majestad –
-Me han informado que eres quien está a cargo de los dragones
-Así es majestad, hemos estado trabajando con ellos hace meses – una sonrisa de suficiencia de posó en el rostro del pellirrojo.
-Muy bien, quiero verlos – el rubio pasó por su lado y empezó a caminar por el sendero que se abría entre lo frondosos árboles.
-Majestad, pueden ser peligrosos – el rubio paró su andar en seco y se giró dedicándole una mirada gélida.
-Tu trabajo es hacer lo que ordene ¿Deberé conseguir a otra persona? – odiaba que lo contradijeran.
El entrenador solo trago saliva y negó mientras se adelantaba para mostrarle el camino. Frente a ellos se alzaron nuevas murallas de roca maciza. Subió las escaleras que conducían a lo alto de las rocas, cuando llegó se abrió a la vista a un campo enorme. 5 dragones se alzaban raudos en el césped, estaban atados con fuertes cadenas y varios hombres los rodeaban mientras alzaban sus varitas.
-¿Están listos para entrenar con aurores? – interrogó el rubio analizando la vista frente a él.
-No todos, majestad – respondió
-¿Cuántos? – el chico clavó su mirada en las enormes vestías pensando cómo responder.
-Alrededor de 200 –
-¡¿solo 200?! - se giró a verlo con ira, los dragones había pisado suelo Inglés hacía meses y aún era una cifra ínfima - ¿Acaso eres tan inepto? Los dragones están aquí hace meses ¿Solo tienes 200 aptos de mil? – su paciencia se agotaba ¿Cuánto más debía esperar?
-Majestad, son dragones – respondió como si fuera obvio, volvió a dedicarle una mirada de ira ¿Osaba a hablarle de aquella manera?
-¡Sé que son dragones, imbécil! – vociferó - ¡Dobby¡ - gritó. Con un plop una criatura apareció al lado del pelirrojo.
-¿Qué puede hacer Dobby por su majestad? –
-Busca a Severus, ordénale venir ahora mismo – el elfo solo asintió y desapareció. Puso sus manos sobre el borde de piedra y la apretó ¡Un año, Había pasado casi un año desde que habían llegado los malditos dragones! ¿Cuánto tendría que esperar? Los años pasaban y Hermione cada vez se acercaba más a su edad casadera.
Escucharon pasos acercándose para luego ver asomar a un hombre de cabello negro quien llego hasta ellos haciendo una reverencia hacía el rubio.
-¿Es tan difícil contratar a un buen domador de dragones, Severus? – pese a la mirada gélida del rubio, el pelinegro no se mosqueó, él no le temía.
-Es el mejor, majestad – se limitó a decir lentamente
-¡Solo ha entrenado 200! - gritó lleno de ira.
-Son dragones Majestad, criaturas indómitas – le recordó con disgusto.
-Quiero que entrenes doscientos más en un periodo máximo de dos meses – ordenó provocando que el pelirrojo abriera los ojos desmesuradamente.
-Majestad, eso no es posible –
-¿He preguntado si es posible? ¿Acaso no he sido claro? – murmuró disgustado – si quiere conservar su despreciable vida, tendrá los malditos dragones entrenados.
-Majestad, es necesario que entienda…- empezó a hablar Severus siendo interrumpido.
-No tengo absolutamente nada que entender, se hará como digo, no me importan los medios – ordenó sin dar lugar a dudas – Severus, encárgate que doscientos de nuestros mejores aurores empiecen a entrenar con los que ya están listos – el hombre solo asintió derrotado. Era inútil tratar de hacerlo entrar en razón.
Unos nuevos pasos se escucharon presurosos, esta vez un hombre alto, de contextura fuerte y cabello castaño llego a la cima e hizo también una reverencia.
-Majestad –
-jefe de aurores Goyle – saludó - ¿Cuántos hombres se reclutaron?
-Alrededor de cincuenta mil – respondió con seguridad
-¿Cómo va su entrenamiento? – preguntó mientras empezaba a bajar las escaleras sin despedirse del pelirrojo.
-Algunos avanzan mejor que otros – respondió
-¿Cuántos hay aptos? –
-La mitad está bastante bien preparada
-¿Qué es bastante bien? – preguntó de nuevo a punto de perder la paciencia
-Sería difícil que perdieran un duelo cuerpo a cuerpo –
-Muy bien, llévame a ellos y escoge a tu mejor hombre –
-¿Con qué fin? – se atrevió a preguntar el hombre
-Me batiré en duelo con él, si me vence estaré convencido de tus afirmaciones – el séquito se detuvo en seco
-Pero majestad… - murmuraron al tiempo el pelinegro y el castaño
-¡Acaso nadie sabe obedecer órdenes sin opinar? – arremetió con rabia
-No majestad, claro que no, se hará como ordene – los hombres empezaron a caminar de nuevo acercándose cada vez más a la gran verja. Severus sabía el porqué de su solicitud. Draco Malfoy no era solo el rey, era uno de los aurores más letales del país. Había sido entrenado desde una tierna edad, siempre se le había dicho que un rey debía poder dirigir un ejército, eso no quitaba que le pareciera una mala idea. Parecía que algo había cambiado, algo que motivaba al rubio a afianzar su recién adquirido ejército.
Cuando atravesaron las grandes puertas de hierro, en completo silencio, se encontraron de frente con la figura pequeña de una castaña que miraba con curiosidad el lugar, tras ella se encontraba una pelirroja, esta, al ver al rubio había hecho la reverencia pertinente.
-¿Qué rayos haces aquí, Hermione? –
-Alteza – murmuraron los hombres que caminaban tras de su prometido.
-Majestad, solo tuve curiosidad – contestó en tono solemne y serio.
-Lárgate, no quiero que estés curioseando por aquí – sentenció
-Claro, majestad, después de todo vivo para sus caprichos – soltó sin pensarlo realmente, haciendo que los presentes retuvieran aire en sus pulmones, incluso Hermione, al darse cuenta de lo que había dicho en voz alta, quiso golpearse.
-¿Qué has dicho? – preguntó entre dientes el rubio encarando a la niña, su entrecejo estaba fruncido y sus ojos eran como dagas.
-Lo que ha escuchado – respondió recogiendo todo su valor, después de todo, ya lo había dicho. Se mantendría.
-No me retes Hermione o no me conformaré con enviarte de vuelta – dijo con rabia. El entendimiento vino a la mente del pelinegro, estaba decidido a iniciar una guerra. De su lado| Hermione no entendía a qué se refería ¿Enviarla de vuelta? ¿Acaso la dejaría ir?
Él no permitió pregunta alguna, solo le dio una última mirada y continuó su camino seguido por los demás hombres, dejando a una confundida castaña.
Ella se quedó estática pensando, quiso tener un resquicio de esperanza pero, luego recordó que aquello jamás pasaría. Su padre no lo permitiría.
-¿Hermione? – le llamó la pelirroja - ¿Estás bien? –
-¡Oh sí, claro que sí, Ginny! - dijo girándose sin poder sacar de su mente las palabras del rubio - ¿Has escuchado lo que dijo? – la mujer la vio confundida – aquello de que no se conformaría con enviarme de vuelta – se quedó pensando para luego chasquear la lengua en señal de que el recuerdo había venido a ella.
-Sí pero, no es posible ¿No? – en aquel momento no había reparado en sus palabras, lo único a lo que realmente había prestado atención era a su tono de advertencia.
-En estricto sentido – ella se giró de nuevo a la gran verja y se fijó en el humo que salía - ¿Sabes que hay allí? –
-Pues, no sé si deba… - murmuró la chica
-Nadie lo sabrá ¿Sabes que hay allí? – preguntó de nuevo interesada sabiendo, de ante mano, que ella sabía.
-Dragones, mi hermano fue contratado para entrenar mil de ellos, llegaron a Inglaterra hace varios meses - ¿Dragones? Se repitió la niña en su mente, además, mil de ellos. Recordaba que su padre tenía una cantidad considerable de ellos, pero, en su mente mil sonaban a muchos.
-¿Para qué querría dragones? – preguntó más para sí misma.
-También reclutaron jóvenes para el ejército de aurores – le dijo la chica
-¿Crees que… -
-En el pueblo dicen que el rey está construyendo un ejército – la información le pareció interesante, por alguna razón, le parecía que la frase recién dicha por su prometido tenía relación con todo el asunto del ejército.
-¿Dijiste que tu hermano es quién los entrena?
-Sí, majestad –
-¿Cuántos hermanos tienes Ginny? – Hermione se había dado cuenta que jamás había preguntado por la familia de su amiga y eso, no pudo evitar sentirse avergonzada.
-6, todos ellos mayores y hombres – le comunicó, de repente, ante aquel descubrimiento, quiso saber más.
-¿A qué se dedica tu familia? – volvió a preguntar mientras empezaba a caminar de vuelta a los jardines del palacio.
-Mis padres cultivan la tierra. Charlie entrena dragones. Bill, Fred y George fueron llamados como aurores. Percy está en la oficina jurídica de palacio, se encarga de hacer cumplir las penas – eso último le recordó que era su hermano quien levantaba su varita contra los miserables condenados a muerte – y Ron ayuda a mis padres, al ser el menor, permitieron que se quedara con mis padres – finalizó haciéndole entender que no había sido reclutado.
-Parece una gran familia – cuando la escuchó hablar también noto el cariño con el que lo hacía y sintió curiosidad.
-Yo solo tengo un hermano – le dijo
-Sí, he oído hablar de él, heredará el trono de Francia y está casado con la princesa Pansy ¿Verdad? – ella tan solo asintió.
-Es un gran hombre, prometo presentártelo, es muy apuesto también, pero, está casado – soltó una risita ante el rubor que provocó en su amiga.
-Alteza, yo jamás…-
-Solo bromeo contigo, Ginny – al divisar de nuevo los grandes jardines del palacio se sintió triste, había decidido explorar debido a la soledad que le producía no ver a Theo.
-¿Quizá conoces alguna doncella de la mansión Nott? –
-No creo hacerlo, Hermione – ella había notado que su señora tenía un sentimiento por el hijo de lord Nott y también que era correspondido. También notaba lo triste que se ponía cuando no lo veía por días – podría intentar averiguar si Lord Nott estará fuera mucho tiempo – ofreció viendo como en el rostro de la niña de inmediato se dibujaba una sonrisa.
-¡Eso sería magnifico¡ - de nuevo se sintió feliz – Quiero conocer a tu familia, Ginny ¿Crees que podríamos ir mañana? –
-Pero alteza… el rey…
-El rey no se enterará y tú familia tampoco -le dijo en tono de súplica – si sigo encerrada aquí tendré depresión, iré vestida de plebeya, nadie en el pueblo lo sabrá y el rey ni siquiera notará mi ausencia, está ocupado con su nuevo juguete – sentencio haciendo referencia al ejército recién descubierto.
La pelirroja supo que sería inútil negarse, ella no entraría en razón así que solo le quedaría seguir las órdenes y rezar para que el rey realmente no se enterara.
El rubio se encontraba frente a un alto pelirrojo, tenía una fea cicatriz en su mejilla izquierda que lo hacía parecer atemorizante, eso sumado a su mirada desprovista de sentimiento alguno.
-¿Es tu mejor auror? – alzó la voz dirigiéndose al jefe de aurores.
-Así es majestad, es Bill Weasley –
-Majestad – dijo el hombre frente a él haciendo una reverencia.
-Bien, Bill, será un placer tener un duelo contigo – los ojos del hombre se abrieron a tope con sorpresa.
-Majestad, pero…
-¿Acaso parezco alguien que está preguntando? ¡Es una orden! – le dijo con fastidio.
El hombre solo asintió y se puso en posición de duelo ¿Qué debía hacer? ¿Cómo podría atacar al rey? ¿Si lo hería lo matarían por tal osadía? Las preguntas lo tenían tan embotado que apenas fue capaz de desviar un hechizo. Decidió que lucharía, pero, solo se defendería, de ninguna forma atacaría al hombre frente a él.
-¿Es este realmente tu mejor auror? – murmuró el rubio con rabia, era obvio para él que no estaba realmente en un duelo. Solo se estaba defendiendo, no lo atacaba - ¿No fui claro acerca de tener un duelo? – le gritó con ira. Desplazó su mirada entre los presentes. Otros de los aurores estaban entre el público. Posó su mirada gris en un chico, de no más de dieciséis años, bastante flacucho – tú – dijo señalándolo – Ven aquí – el chico se acercó, sintiendo un leve temblor de miedo recorrer su espalda - ¿Cuál es tu nombre?
-Dilan – le dijo bajito.
Bien, Dilan – el rubio hizo una llave en su cuello y puso su varita en su sien – Esto es lo que pasará, Bill Weasley – sentencio con una sonrisa sádica – me atacaras o este jovencito morirá bajo mi varita – los músculos del cuerpo del pelirrojo se tensaron – Avada…
-¡Depulso! - gritó provocando que el rubio soltara al chico y esquivara el hechizo.
-Muy bien Bill, ahora, si no quieres que el pobre Dilan muera, lucharás –
A partir de ese momento todo se convirtió en un verdadero duelo. El espíritu valiente y justo del pelirrojo no le permitía que dejara que lastimaran al chico. Luchó codo a codo con el rubio, al final ambos estaban bañados en sudor, llenos de polvo y con una que otra mancha de sangre. Vio al rey bajar su varita y sonreírle.
-Bien, ha hecho un buen trabajo – le dijo al jefe de aurores – ahora tengo un ejército –
Sin decir más se giró y empezó a caminar rumbo al palacio siendo seguido por Severus. Atrás dejaba jóvenes confundidos, con el pensamiento de que eran liderados por un sádico loco y temiendo por su futuro.
-Draco – habló el pelinegro una vez estuvieron en el despacho del rubio - ¡No puedes iniciar una maldita guerra por un capricho! - regañó con el ceño fruncido.
-Puedo y lo haré si me da la maldita gana – sentenció sentándose pesadamente – no seré el cobarde que fuiste tú – atacó. No recibió respuesta, solo vio a su padrino girarse y salir de su despacho, quizá no debió decir aquello.
…..
¿Qué tal? ¿Les gustó?
No sé cuando suba el capítulo adicional. Espero perdonen los inconvenientes.
Atentamente, la administración.
