¡Buenas! Señoras y señores, Otra semana más trayendo no tan puntual esta historia. Bien, sé que no subí el domingo, pero, este capítulo, en su totalidad ha sido escrito esta semana. Sentía que lo necesitaba para conectar lo que viene y que ya está escrito, cómo les he venido diciendo, la historia no ha sido escrita en desorden, espero que no afecte su desarrollo.

Ahora, responderé comentarios: no sé si hay lectoras nuevas o si son lectoras antiguas que no han dejado comentarios anónimos, en todo caso si son nuevas, muchas gracias por leer y comentar, me hacen muy feliz. Rouss, Hermione siempre defenderá a quienes ama incluso si debe callarse, está en su naturaleza. Hermione, en esta historia es pura bondad, pero también es determinación, ella es muy orgullosa y no le va a decir nada con el asunto de la cena ¿Equivocado? Me atrevería a decir que sí, la falta de comunicación solo crea más problemas y la prueba fue cómo terminó su cena de cumpleaños.

Los hombres pueden ser muy estúpidos, conozco algunos amigos, con historias realmente tristes, todo debido a lo perdidamente enamorados que estaban, el amor puede nublar la razón. Siempre me ha gustado el Theomione pero, no más que el Dramione, creo que mi tercero en discordia siempre será Theo, excepto en mi fic terminado, allí no hay triángulo amoroso. Hermione ya está creciendo, amigas, lo verán, ya está creciendo y es aquí donde me voy a tomar mi primera licencia creativa – creo que es la primera jajaja – ya lo verán, dentro de pocos capítulos. Sé que su crecimiento ha sido lento pero, lo sentía totalmente necesario. Severus, es Harina de otro costal, espero develar algunas cosas que no creo que ustedes ataran.

Hermione ante todo es bondad pura, su padre no logró volverla un ser sin corazón y, aunque, Draco es un estúpido, no es James Potter, eso no quiere decir que no vaya a ser tormentoso para él, pero no solo por Hermione. Desde el inicio de la historia tenía planeada la aparición de la familia Weasley, creo que es de esa forma que desarrollo otro aspecto del carácter de Hermione.

De nuevo, muchas gracias a todas. Me siento alagada de que personas como ustedes saquen tiempo para leerme. Mil gracias.

Un último aviso parroquial, una de ustedes me pidió un ONE-SHOT de la escala de grises, quiero decirte que ya empecé a trabajar en él, creo que está saliendo más largo de lo que creí, no sé cuándo estará terminado, pero, ya empecé, me gusta cumplir mis promesas.

Bien, sin seguir parloteando, el capítulo:

CAPÍTULO 16. ¿Cómo debe ser una reina?.

El cielo estaba oscuro, tal como su estado de ánimo. Theodore había salido del país con su padre, el día siguiente de su cumpleaños, se había comunicado con ella por el espejo, le había dicho que tenía que atender negocios familiares y que no sabría cuando volvería,

Lo extrañaba muchísimo.

Escuchó la puerta abrirse y supo que era Ginny, venía a despertarla, pero, como los días anteriores, había abierto los ojos antes de que ella entrara, mucho antes.

-Majestad – dijo la pelirroja notando que ya estaba despierta cuando entró - ¿Sigue teniendo problemas para dormir? –

-Hermione- la instó - quizá un poco – contestó poniendo sus pies en piso.

-¿Quiere que solicite una poción para dormir sin sueños? –

-No es necesario Gyn, debe deberse al estrés, seguro cuando Theo vuelva todo volverá a la normalidad – respondió restándole importancia.

-Pero…

-Hoy es el cumpleaños de tu madre ¿Verdad? – cambió el tema rápidamente corriendo a una de las estanterías de su habitación.

-Si alteza, así es –

-Hermione – repitió.

-Sí, Hermione, hoy es el cumpleaños de mi madre – contestó corrigiéndose.

-Perfecto, temí equivocarme ¿Tienes mi túnica lista? –

-¿Túnica? – le preguntó confundida la pelirroja, todas las mañanas elegían su atuendo del día, así que no entendía del todo la pregunta.

-Sí, Gyn, ya sabes, iremos a tu casa, por el cumpleaños de tu madre – le dijo emocionada.

-¿Lo haremos? – la pequeña parecía buscar algo en la estantería sin tener éxito.

-Sí, ayer he mandado a hacer un pastel a las cocinas y… - la vio ponerse de puntitas intentando alcanzar el espacio más alto del mueble – si tan solo lo encuentro ¿Cómo es posible que haya olvidado dónde lo puse?

-Alteza, perdón, Hermione, no creo que sea una buena idea, su majestad ha estado de malas, lo he oído del personal –

-No te preocupes por su majestad, él no se dará por enterado – respondió haciendo un ademán despreocupado para dirigirse a uno de los muebles al fondo de la alcoba – ¡Sí, aquí está, pensé que lo había perdido! - dijo sacando una caja del armario y llevándola a la cama.

La pelirroja se acercó con curiosidad y la vio abrir el empaque cuadrado que estaba cuidadosamente empacado.

-¿Qué opinas?- le preguntó, alzando un par de guantes de piel de dragón, de un color verde profundo.

-Son hermosos, Hermione – lo eran, se notaba que eran costosos.

-Escuché a la señora Molly quejarse de la llegada del invierno, "mis manos se ponen tan congeladas siempre", así que, cuando pensó que regalarle, aquello le pareció perfecto.

-¿No pensará regalarle eso? – le dijo escandalizada su doncella – Ni jane, ni yo, podemos costear un regalo de esos ¿Cómo espera que lo justifiquemos? – espetó aterrada.

-¡Ah, veo que ya te hiciste a la idea de ir! - murmuró feliz – Nuestro obsequio es el rico pastel que están horneando en las cocinas, Este – dijo mientras alzaba el par de guantes – es el regalo de su Alteza Real la Princesa Hermione – la pelirroja abrió más los ojos mientras negaba.

-¿Por qué la futura reina le enviaría eso a mi madre? – repitió histérica.

-porque está agradecida por sus atenciones, los bollos que envía. Todo. para mí este es un regalo tonto, ya sabes…- dijo incomoda – es como si de comprar pan se tratase – terminó sonrojándose, sintiéndose incómoda.

-Muy bien, espero no meterme en problemas – se resignó ayudándola a vestirse con otra túnica gris con grabados verdes, como la que usaban todas las doncellas del castillo.

Cómo siempre que visitaban a la familia de Ginny, lo cual se había convertido en algo normal, llamó a la Elfa y le ordenó aparecerlas en el pueblo. Durante el camino al hogar de la pelirroja charlaron animadamente. La castaña, sonreía con ilusión cargando la cajita rectangular de color blanco coronada por un precioso moño escarlata.

Cuando se hallaron en la verja de entrada, echó a correr sonriente, ansiosa de ver a la señora que parecía siempre tan atenta. Al llamar a la puerta la recibió un pelirrojo alto. Nunca lo había visto, de hecho, solo conocía a dos de los hermanos de su amiga. El de los dragones que alguna vez se había acercado a saludar a su hermana durante sus paseos por el jardín del palacio, y el chico que ayudaba a los padres de ella en el campo.

-¿Puedo ayudarte en algo? – le dijo estudiándola

-Fred – escuchó a su doncella llamarlo a poca distancia.

-¿Gyn? Pensé que no podrías venir – murmuró olvidándose por un momento de la castaña.

-Su Alteza, me ha dado el día libre para venir con mamá – respondió mirando de reojo a la Princesa.

-¿Y tú quién eres? – preguntó

-¡Oh, ginny, Jean, qué agradable sorpresa! - ambas escucharon la voz de la matrona de la familia haciéndolas sonreír – Creí que hoy no vendrían mis niñas.

-Su alteza ha insistido en que viniéramos – intervino la castaña – mucho gusto, soy Jean, soy una de las doncellas de su Alteza – respondió al pelirrojo alzando su mano hacía él.

-Pues es un placer Jean, soy Fred Weasley, el más atractivo y genial hermano de Ginny – aquello la hizo sonreír mientras la pelirroja ponía los ojos en blanco.

-Eso no es verdad, dijo otra voz detrás – yo soy el más apuesto – cuando la puerta se abrió en su totalidad, logró ver a otro hombre exactamente igual, a quien había atendido la puerta – George Weasley – saludó extendiendo la mano, un placer – le sonrió, ambos parecían muy animosos.

Molly las instó a entrar, era la primera vez que la casa se veía así de llena. Había más pelirrojos, dos que parecían mayores que los gemelos, el señor Weasley y Ron.

-Jean, Ginny, no sabía que venían – se acercó el mayor de los Weasley a celebrar. Ante las miradas curiosas de sus hijos, se hizo a un lado – es amiga de su hermana, Jean – llamó – estos son mis hijos mayores, Bill y Percy Weasley – recordaba que su amiga les había hablado de ellos, uno era auror, el otro trabajaba en la oficina de ejecución de penas, pero no recordaba cuál era cuál.

-Un placer – dijo sonriendo – Jean

-El placer es nuestro, señorita Jean –

-¡Oh, casi lo olvido – dijo acercándose a la señora Weasley, extendiéndole la cajita rectangular –

-¿Qué es? – curiosa la mujer tomó el paquete y tiró del moño para luego abrirla, sus ojos se desorbitaron mientras sacaba los guantes y abandonaba el empaque sobre la mesa – pero, no puedo aceptar esto ¿Cuántos sueldos pudieron costarte? – espetó escandalizada volviéndolos a poner en la caja.

-¡Oh no, no los he comprado yo! Es un regala de la princesa Hermione ¿Verdad, Ginny? – la aludida asintió nerviosa tratando se esbozar su mejor sonrisa.

-Sí, claro, es un regalo de su alteza, me dijo que estaba muy agradecida por tus atenciones, mamá – en el rostro de la mujer apareció una gran sonrisa.

-Siendo ese el caso, sería de mala educación rechazar un obsequio de la futura reina – tomó de nuevo los guantes y se los puso - ¿No son preciosos? ¡Nadie me creerá, si les digo que fue un presente de la princesa!

-Para ella comprar eso no es nada, madre – espetó el pelirrojo que siempre había visto y al cual le tenía cierto fastidio, siempre denigraba de ella, bueno, de Hermione, solo por ser un princesa extranjera.

-Calla Ron, es un bonito gesto – regañó la mujer.

-Nosotras le hemos traído un pastel – volvió a intervenir esta vez alcanzando la caja que llevaba Ginny.

-Pero que encantador, vamos cariño, recibe el paquete y déjalo en la cocina – instó la pelirroja a uno de los gemelos, quién obedeció de inmediato.

El sonido de la puerta abrirse llamo la atención de los presentes, Hermione se giró y vio a Charlie, los colores en su rostro desaparecieron y él pareció sorprendido. Era más que obvio que la había reconocido.

-Alt…- ella se puso un dedo en los labios y le rogó con la mirada que no dijera nada, ante el gesto, él calló de repente.

-¿Todo bien, Charlie? –

-Si, claro ¿Por qué no debería estarlo? – respondió atropelladamente

-Te has puesto pálido, Hermano -le dijo Fred.

-Es solo tu impresión –

-Mira querido ¿No te parecen preciosos? – ante el comentario el hombre desvió su vista a las manos de su madre, quien tenía puestos unos guantes verdes de piel de dragón – los ha enviado a manera de presente, su alteza – finalizó. Él de nuevo clavó su mirada en la niña quién se la devolvía con otra llena de súplica, negó levemente y se adentró en la casa.

Todos los integrantes volvieron a las tareas que estaban haciendo antes, algunos en la cocina, otros alrededor de la casa, mientras la matriarca se sentaba cómodamente charlado con su esposo y mirando con alegría su regalo.

Sin llamar la atención, Charlie, empujó a un lado a su hermana y a Hermione, se quedó mirándolas y luego hablo:

-¿Acaso estás loca, Ginny? ¡Si se entera el rey que ella está aquí estaremos en problemas! - reclamó enojado.

-¡Por favor, no la regañes! - pidió la castaña – tu familia es tan buena y son la única compañía que tengo –

-Alteza, no quiero sonar grosero, pero, el rey no estará feliz si se entera que su futura esposa hace visitas a unos campesinos, afuera del palacio – atacó.

-El rey no se enterará, no es cómo si le importase, estoy segura de que, tú lo sabes mejor que yo – le dijo en tono tranquilo mientras él se tensaba.

-No sé a qué se refiere, Alteza –

-Si lo sabes, pero, no importa, haré de cuenta que no tocamos este tema y tú harás de cuenta que soy Jane, la amiga de tu hermana, que acabas de conocer – finalizó con una sonrisa de victoria.

-¿Siempre es así? – preguntó a su hermana.

-Siempre, así llegó aquí – le respondió resignada con una pequeña sonrisa en el rostro.

-Bien, estando aclarado, empecemos a ayudar –

El día pasó rápido, las risas fueron y vinieron y la mesa estuvo llena de alimentos. Aquella familia era cálida, siempre unida. Los envidiaba, ella no había tenido nada de aquello, su vida había girado en torno a infinitas lecciones y luego, había sido enviada a aquel país extraño.

Cuando el sol calló y salieron al encuentro de la elfa, volvió a entristecer. Jamás tendría algo similar, cuando se casara lo haría sin pisca de amor, él estaría con la rubia, ella tendría sus hijos pero, probablemente no podría inmiscuirse en su crianza, jamás podría darles aquel calor de hogar así ardiera de deseos de hacerlo. Suspiró. De nada le servía sentirse así.

Un golpe a la puerta llamó su atención. Sin levantar la vista de los documentos que estaba revisando, murmuró un "adelante".

-Majestad – escuchó

-Severus – contestó aún sin mirarlo –

-Ha llegado una carta del príncipe Harry – ante la mención, soltó la pluma y alzó su mirada, clavándola en el pergamino que llevaba en sus manos el pelinegro.

-¿Qué quiere? –

-Desea se le permita una visita a palacio. Alega que la princesa Pansy, se lo ha pedido – suspiró mientras cerraba los ojos.

-Bien, no podría negarle eso a Pansy – el hombre asintió y estuvo a punto de irse.

-¿Severus, has transmitido mis órdenes? – el pelinegro se giró de nuevo clavando su mirada en la gris del otro.

-Majestad, está seguro…

-No es tu deber increparme. Solo transmite la maldita orden – espetó furioso.

-Muy bien. Será como diga, pero, le diré que se está equivocando – le dijo girándose rápidamente y saliendo sin dejarlo responder.

El rubio se quedó callado, no, claro que no se equivocaba, tenía que imponer sanciones a los comportamientos inapropiados, más aún si eran su futura esposa de quien emanaba. Futura esposa, pensó. Tenía el ejército y la presión de Astoria, aun así, por alguna extraña razón, no se había atrevido a iniciar nada.

Se dijo que solo estaba siendo precavido, era solo eso.

El pelinegro no estaba de acuerdo, le parecía que Draco se equivocaba y que en un tiempo le pesaría su decisión, pero, aun así, no podía hacer nada contra una orden directa del rey.

-Lord Snape – escuchó tras de sí. Se giró y vio acercarse a uno de los Aurores del palacio.

-Smith – respondió secamente.

-Me pareció que también debía entregárselo – el hombre le extendió una caja de terciopelo – hace poco más de un mes su Majestad… Bueno él… -

-Habla de una vez – le dijo con fastidio.

-Su Majestad tuvo un desencuentro con su Alteza, el día del cumpleaños de ella, tiró esta caja en el pasillo –

-Hilarante que siempre seas tú el que recoja el rastro de sus peleas – no había reproche en su voz, aquello de verdad le parecía gracioso. Lo vio encogerse de hombros.

-¿Ha podido entregarle el reloj a su Majestad? – preguntó curioso.

-Es un asunto que ciertamente no te concierne – regañó con tono frío.

-Lo siento – dijo para luego hacer una leve reverencia y salir en dirección contraria.

Severus abrió la caja. El guardapelo de Narcisa. Aquel descubrimiento lo hizo sentirse aún más seguro de lo que había pensado. Draco se arrepentiría de sus acciones y, él quisiera hacerlo entender, pero su carácter jamás se lo permitiría. Pagaría la consecuencia de su testarudez.

-¡Eh, Smith¡ - gritó antes de que desapareciera por el pasillo. El hombre se detuvo y se volvió a acercar – Prohíbe el ingreso del joven Nott al palacio - el Auror se sorprendió con la petición pero, no hizo comentario alguno.

Dos meses, habían pasado, dos meses sin ver a Theodore, durante sus breves comunicaciones con el pequeño espejo, él le había dicho que todo se había extendido más de lo que pensó. Él también la extrañaba.

-¿Hermione? ¡Eh, Hermione! - una mano sacudiéndose frente a su rostro la trajo de vuelta la realidad. La brisa movió su cabello mientras ella enfocaba al origen de la voz, por un momento, pensó que era Theodore, hasta que la figura se convirtió en la de un rubio imponente. Su gesto se volvió triste, se puso de pie y se quedó allí.

-Majestad – reverenció con desgana. Desde el día de su cumpleaños no había hablado con el hombre. Ni siquiera quería verlo.

-Caminemos – era una orden, no una petición y ella lo supo al instante.

-Claro, Majestad. Lo que usted desee – dijo altanera.

-No juegues de esa forma conmigo, siempre saldrás quemada – le advirtió.

-¿Acaso ya no lo estoy? – le respondió restándole importancia

-Es un hermoso día – el rubio caminaba lento, por algún motivo, verla allí sentada había hecho que, de repente, tuviera ganas de respirar aire fresco.

-¿Qué desea, Majestad? – preguntó exasperada deteniéndose en seco.

-¿Acaso debo desear algo para poder pasear con mi futura esposa por el jardín? – una sonrisa lúgubre se adueñó del rostro de la castaña.

-Usted lo ha dicho, Majestad, soy su futura esposa y creo que, puede que eso cambie – dijo desviando su mirada a la distancia donde siempre había humo – Ya sabe, lo que llaman un hecho futuro e incierto.

-Eres una insolente – escupió con rabia Draco.

-¿Acaso su acompañante de cámara está ocupada para pasear con usted? Que inoportuna, es obvio que usted sabe de sus múltiples ocupaciones, ama dar fiestas de té aquí – ella se le acercó empinándose, tratando de llegar lo más cerca posible de su oído – cómo si supiera que es la ama y señora del lugar – él supo el significado de sus palabras y aquello lo hizo arder en furia.

-¿Cómo te atreves?

-Yo no me atrevo, solo digo lo que todos piensan pero nadie puede exteriorizar.

-¿Qué te hace pensar que tú si puedes? No retes mi ira – cada musculo de su cuerpo estaba tenso y la ira se reflejaba en sus ojos.

-Dígale eso a alguien que le tenga miedo a su ira – no sabía de donde estaba sacando aquel coraje ¿Quizá de la ausencia de Theo? De una profunda soledad. Estaba segura de que si Ginny estuviera allí ese día, con el ánimo de protegerla, no estaría haciendo aquello – después de todo no puede matarme y tampoco enloquecerme, lo demás ya lo he sentido – concluyó empezando a caminar dejándolo solo.

-Ahora eres valiente, Hermione, pero, te arrepentirás de cada palabra – ella se detuvo, sabía que podía tener razón, él tenía poder, ella solo era un adorno.

-Una lástima que el arrepentimiento no sirva de nada – replicó alejándose de él.

Lo repetía, la chiquilla se las pagaría. Cómo disfrutaría ver su cara ese día. En ese momento se sentía humillado, había ido a informarle de la visita de su hermano. Tonto y mil veces tonto.

"Ama y señora". Tonterías, él era el único amo y señor.

La semana se había escurrido entre sus dedos. Vio su reloj ¿Acaso pensaba que no tenía más cosas que hacer?

-Draco – escuchó tras él.

-¿Astoria, qué te he dicho? – regañó tomando su mano suavemente.

-Lo siento, a veces es difícil – él sabía que lo hacía a propósito, pero, era incapaz de enojarse

"Dueña y señora", le restregó su mente. Aquella vocecita podía ser molesta. El fuego tomó un color verde. Él soltó la mano de la rubia de inmediato, mientras adoptaba su mejor posición intimidante. De la chimenea salieron Potter, su prima y el pequeño Albus

-Majestad – murmuró Potter entre dientes con un pequeño gesto – sabía lo mucho que odiaba la pleitesía que estaba obligado a rendirle, pero, por el contrario al rubio lo divertía mucho.

-¡Draco¡ - gritó feliz Pansy

-Pans – se alegró recibiendo el abrazo.

-Astoria, no esperaba verte tan pronto – dijo Pansy revisando la estancia - ¿Dónde está Hermione? – preguntó extrañada.

-Supongo que en sus aposentos o en la biblioteca, no lo sé – los labios de ella se apretaron en una línea plana.

-¿Entonces quieres decir que Astoria es quien recibe la comitiva real de Francia? – no podía evitar sentir la indignación bullendo en sus venas, Astoria había sido su amiga, pero, aquello era simplemente humillante para su cuñada.

-Por favor, Pansy, he preparado el té, lo he pedido especialmente a las cocinas del palacio – la morena sabía que su esposo estaba tenso, tentado a sacar su varita y alzarla hacía ella. Lo entendía.

-Qué considerado de tu parte, Astoria, pero, seguramente Hermione ha preparado meticulosamente nuestra llegada – dijo en tono conciliador.

La puerta de la estancia se abrió de repente y por ella se asomó una castaña, tenía los ojos humedecidos y la indignación pintada en su rostro.

-Hermione, por un momento pensé que habías olvidado nuestra visita – Pansy se acercó a la castaña y notó un leve temblor en su cuerpo.

-Lamento decirte que no fui informada de su visita – reprochó dirigiendo su mirada levemente al rubio – Astoria, retírate – pidió Hermione sin tacto. La mujer se quedó en el lugar sin intención de moverse, sintiéndose protegida - ¿No he sido clara? ¡He dicho que te retires!, es un insulto para nuestros invitados ser recibidos por una simple noble, ya sabes los protocolos. Una sonrisa se asomó en el rostro de la pelinegra, su cuñada tenía carácter y ni una pisca de temor – pico con veneno.

-Cuidado con lo que dices, Hermione – de nuevo, el mismo ambiente que se formaba en aquel grupo, empezaba a bullir.

-No veo que esté diciendo algo impropio – atacó Harry – estoy seguro de que, Pansy estaría furiosa conmigo, si no le informo de tu visita y, peor aún, si pongo a alguien más a preparar su bienvenida ¿Verdad, querida?

-Definitivamente – sentenció.

-Alteza, he preparado el té para nuestros invitados – respondió con una sonrisa falsa.

-No son tus invitados, Astoria, esta no es tu casa, eres una extraña a la que le estoy ordenando retirarse – esta vez alzó su barita contra la rubia. Hacía mucho no jugaban aquel juego.

-Baja la varita, Hermione – advirtió con enojo el rubio.

-Recuerde, majestad, que no temo a su ira – la sala se había quedado en silencio. Harry quería intervenir y levantar su varita contra la maldita mujer, sin embargo, el fuerte agarre de su mujer en su mano lo impedía. La pelinegra estaba segura de que la pequeña era más que capaz de defenderse.

-Retírate, Astoria – cedió el rubio

-Pero, Draco…

-¡He dicho que te retires! – la mujer le dio una última mirada de indignación a su ex mejor amiga, ella no la había defendido.

-Bueno, no se ha seguido el protocolo, pero, ya que lady Greengrass ha preparado el té, sería desagradable no tomarlo – dijo feliz – Harry, te extrañe tanto – sus ojos volvieron a adquirir la felicidad que los caracterizaba y se tiró en sus brazos.

-También te extrañé, Mione – respondió abrazándola fuerte.

La castaña desvió la mirada al pequeño que iba de la mano de una nana.

-¡Pero qué grande estás, Albus! - murmuró agachándose a la altura del niño para envolverlo en un abrazo – soy tía Hermione –

-Ermine – expresó el niño con una sonrisa.

-Casi lo tienes – tomó su mano y empezó a caminar hacía el salón de té – es tan parecido a ti Harry –

-Siempre le digo lo mismo, también es igual de terco – comentó bajito ganándose una mirada herida del pelinegro.

-No es cierto – trató de defenderse.

Todos rieron menos Draco. Se sentía fuera de lugar. Hermione era carismática y alegre. Era amable y bondadosa, era todo lo que él no era y definitivamente, era todo lo que Astoria no era. Astoria era hermosa, pero, precisamente su vanidad le impedía ver más allá de las puertas del palacio. Ella deseaba poder, deseaba ser admirada por las demás damas, en cambio, a la niña que tenía al frente aquello la tenía sin cuidado, la prueba viviente era sus regulares visitas a la familia de la pelirroja.

Toda la tertulia posterior él solo observó. Observó a su prima sonriente mientras tomaba la mano de Potter. Observó a Potter mirarla con fascinación y adoración. Observo a Albus feliz jugando con tía Ermine. Observó todo con cuidado y comparó ¿Habría sido así el té, si lo hubiera precedido Astoria? Aquella vocecita molesta al fondo de su cabeza le decía que no. Astoria jamás tendría su carisma y mucho menos su calidez ¿A él que le importaba esa tontería? Él no era una persona cálida, esa era una cualidad inútil para un rey o, al menos, eso le había repetido su padre.

Después de lo que parecieron un par de horas, los invitados se retiraron y, tras ellos se puso de pie Hermione siendo detenida por la voz helada del rubio.

-Necesito unas palabras contigo, Hermione – ella se tensó, la probabilidad de que soltara su enojo con ella era alta, después de todo había humillado a su concubina. Pansy quiso quedarse, Harry también, pero, ambos sabían que no lo podían hacer y, ambos, hicieron de tripas corazón.

-Si, Majestad – al cerrarse la puerta, Hermione se quedó se pie con los ojos clavados en la alfombra.

-¿Cómo lo haces? – ella alzó la vista confundida y lo vio acercarse.

-¿Hacer qué?

-Eso- volvió a decir deteniéndose frente a ella.

-No entiendo Majestad, si se refiere a Astoria, preferiría que el castigo empezara ahora – él no escuchó, o no le importo. Quizá frente a él estaba la respuesta de por qué no había usado sus dragones. Astoria era hermosa y estaba seguro de que la amaba, pero, no estaba seguro de que ella fuera lo que el pueblo esperaba de una reina. La bondad que desprendía cada poro de la pequeña la hacía un imán, si de algo estaba seguro es que, de convertirla en reina, el pueblo la amaría y, eso era bueno para un reinado tranquilo. Ella representaba el balance perfecto.

-¿Cómo logras que la gente sonría a tu alrededor, cómo logras cegarlos? – volvió a preguntarse agachándose a su altura.

-Eso no es verdad – murmuró Hermione perdiéndose en sus gemas grises. Había olvidado aquella sensación.

-Los hechos hablan por sí mismos – rebatió levantando su mano y poniéndola sobre su mejilla, en una caricia sutil. La garganta de ella se sintió seca y sus ojos se cerraron. Menta, olía a menta y ella se sentía rara.

-A usted no lo hago sonreír – dijo sin pensarlo. Podía contar con los dedos de una sola mano los momentos en que él le había sonreído.

-Yo soy un caso perdido, Hermione.

-Nadie lo es, Draco – le respondió abriendo los ojos, perdiéndose en los de él.

No supo qué sucedió, No supo en qué clase de trance había entrado, solo lo sintió. Los labios de la chiquilla, que estaba empezando a convertirse en una mujer. Eran suaves. Ella no se movía y el tampoco, era tan solo un rose, Uno pequeño. En ese momento fue consciente y se separó de ella de un golpe.

Huyó, sin voltearla a ver, huyó. Estaba aterrado con lo que había pasado. Ella era una niña y él un hombre. Estaba mal, ella quizá nunca se convertiría en su esposa. Ella era un imán.

Hermione estaba congelada, se sentía confundida. No tenía idea de qué había sucedido. No tenía idea en qué momento el posible castigo se había convertido en aquello ¿Acaso sería una forma de castigarla y ella no lo sabía? Tocó sus labios levemente con la yema de los dedos. Se había sentido cálido. Jamás había sido besada. Theo solía abrazarla y alguna vez había estado a punto de besarla, pero, a diferencia de su amigo, él si había tocado sus labios.

La marea de pensamientos bullía en la cabeza de ambos. Ninguno entendía nada, ambos parecían perdidos en la mitad de un vasto océano.

…..

¿Qué tal? ¿Les gustó?

¿Cómo la vieron? Estoy segura de que no se la esperaban. Una montaña rusa con todas las de la ley. Por favor, tengo que decirles que esto fue un le toquetón de labios, fue más como un rose rápido, pero, es un avance ¿No? Hermione ya tiene trece años y Draco veinte, a mí ya no me escandaliza eso, sin embargo, creo que he sido lo suficientemente conservadora. No se acostumbren, no soy nada conservadora. Que no se diga que no se les advirtió.