¡Buenas! Señoras y señores, estoy tratando de ponerme al día. Estoy en un punto en el que escribo un intermedio de lo que ya tenía escrito. De aquí en adelante todo va a ser una mezcla de cosas ya escritas y otras que estoy escribiendo, espero que resulte bien.

A todas las que me dicen que aman la historia, mil gracias, me siento afortunada. Ustedes sacan un pequeño tiempo para leerme, me siento honrada.

Pues, no tenía pensado, dentro del texto original, un beso tan pronto, pero en el desarrollo que le he ido dando, me pareció que era un buen momento. Siempre he tratado de retratar una Hermione con carácter, sin embargo, no es de piedra, por ende, también llora, también se siente triste.

Lady Laura, definitivamente Draco tiene sus dudas, él sigue amando a Astoria, pero, no sabe si es lo correcto, por cierto, que emoción, también soy colombiana, me encanta tener una lectora de mi tierra ajajaja. Rouzz, siento no haber publicado, estos días estoy a punto de terminar mi posgrado y ha sido estresante, no soy fan de Pansy como personaje, pero al lado de Harry me sabe bien, tienes razón, Draco tiene diecinueve, fue mi error.

Muchas tienen razón, jajaja, me confundí, Draco le lleva seis años a Hermione, y en este momento Hermione tiene trece. Los Weasley van a tener cierta importancia, pero, me lo guardaré, tengo la idea pero aún no está escrita, así que, confórmense con saber que no están solo por estar.

Cris, tampoco pensé que su primer beso sería con Draco jajaja, pero cuando escribía pareció lo mejor. Así que, así se hizo, igual debes tener en cuenta que Hermione es una niña, ella tiene sentimientos por Theo, pero, tiene mentalizado que se debe casar, así que, no sería convincente que se retirara de un acercamiento, más cuando su mantra siempre ha sido tratar de sacar lo mejor de la situación.

Nei, no sé, van a ir pasito a pasito, pero si habrá escenas hot. Yo estoy esperando eso en Magnolia, es decir, tu Hermione es de armas tomar y sería interesante ver cómo sería ese aspecto. Por cierto, también amo Magnolia. Si están leyendo este comentario, las invito a leer Magnolia, no se van a arrepentir.

Por último, Muchas gracias, Nonny, que dediques todos esos días a leer me encanta, qué honor. Sé que aún me falta mucho en cuanto a redacción, trato de mejorar cada día, agradezco tus comentarios, siempre me ha gustado la retroalimentación. Gracias.

Bien, dejo de hablar, ahora, el capítulo:

CAPITULO 18. ¿Entre el amor y el deber?

-¿Qué tienes para mí? – llevó la taza de té a sus labios, sin mover su mirada de la gran ventana.

-Mi Lady – respondió el hombre que parecía nervioso, se giró para verlo y lo encontró frotándose las manos, aquello hizo que su ceño se frunciera.

-Habla de una vez. Estas haciéndome perder el tiempo – le dijo con acidez.

-Su majestad… Él – el hombre sentía que en cualquier momento sacaría su varita y lo atacaría. La mujer frente a él tenía temperamento y era despiadada, sin embargo, el trato que le propuso era más que generoso.

-Estás colmando mi paciencia – habló la rubia, dejando su taza de té en la mesa y levantándose para quedar frente a él.

-Su majestad ha besado a la joven princesa – soltó con rapidez. Los labios de la mujer se apretaron en una línea y sus ojos se llenaron de ira ¿Acaso Draco había osado a insultarla de aquella forma?

-¿Besado? – preguntó de nuevo – sé más específico – el guardia se sentía incómodo, sabía que si el rey lo descubria haciendo aquello sería condenado, en el mejor de los casos, al Avada Kadavra, en el peor, iría directo a Azkaban, sin boleto de salida.

-Sí, han tenido una conversación. El rey parecía interesado en saber cómo era que su Alteza lograba ser tan cálida – hablo repitiendo sus palabras – luego simplemente le dio un muy corto beso, me atrevería a decir que era más un roce – finalizó esperando la ira de la mujer descargarse contra él.

Astoria empezó a pensar frenéticamente, de alguna forma, la ventaja que ella creía tener frente a la estúpida niña se había diluido como agua entre sus dedos, sin que ella se diera cuanta. Aquello la enojó. Tenía que actuar, de forma inteligente, pero, para eso, ya no le bastaba tener vigilado a Draco.

-Quiero que compres a alguno de sus guardias y lo traigas ante mí. También quiero que la mantengas vigilada. A ella y al despreciable Nott – Finalizó con ira. Vio que el guardia seguía anclado a su sitio y le dio una mirada desdeñosa - ¿Qué sigues haciendo aquí? Lárgate antes de que pierda mi paciencia – sentenció sentándose de nuevo y tomando su taza de té.

Cómo si el hombre hubiera recuperado el uso de su cuerpo, salió disparado del salón. Lady Astoria Greengrass, era la encarnación perfecta de un "lobo vestido de oveja". Le temía, también le parecía una persona perversa, pero, pese a que, cómo todo el personal del palacio pensara que su Alteza era una gran mujer, él velaría primero por sus intereses particulares sobre los de los demás, así aquello implicara venderle su alma al diablo. Después de todo ¿Quién no querría un título nobiliario y una vida cómoda para su familia? Se obligó a tomar aire. En circunstancias diferentes, jamás traicionaría al rey, pero, en aquellas, donde la posibilidad de que la rubia se convirtiera en reina definitivamente no quería estar contra ella. Era un mujer mala y despiadada. No, definitivamente allí encajaba a la perfección aquel dicho Muggle, "si no puedes con tu enemigo, únete a él".

Aquella misma noche, se reunieron a cenar. Para Hermione fue un escenario relativamente nuevo. Tomaba pocas veces sus comidas en el comedor con su prometido. Todos parecían erguidos, callados y tensos.

El rubio, por el pensamiento de lo que había hecho ese día más temprano. La castaña por lo que él había hecho más temprano ese día. Harry por la preocupación que sentía por su pequeña hermana. Pansy, ella era harina de otro costal. Desde su matrimonio no había pisado suelo inglés y la curiosidad de un vistazo a su pasado la mataba.

Desde que había atravesado la chimenea pensaba una y otra vez en el asunto, algún tipo de sentimiento, quizá ligado a la nostalgia, le pedía que verificara si su destino había sido el que su primo le dijo o, por el contrario, la había engañado para que viviera en paz consigo y con su futura vida.

Escucharon el sonido de las puertas abrirse, por ellas entró una rubia ataviada en una capa de color verde. Gritaba ostentación. Era muy distante a lo que, la futura reina, usaba. La castaña, bien vestida, parecía moderada y elegante. Ella no necesitaba competir, a ella no le importaba competir. La rubia miro la mesa. Solo había un espacio libre junto a Hermione y frente a su hermano. Al pasar detrás del rubio posó fugazmente su mano en el hombro de él.

La acción fue perceptible por todos pese a su fingida sutilidad.

-Veo que en la corte inglesa no tiene escalafones – habló Harry con todo el ánimo de pinchar al rubio – Una simple hija de nobles puede prescindir de reverenciar al rey. Es interesante – concluyó llevando a sus labios la copa de vino.

-Harry…- rogó Pansy saliendo de sus propios pensamientos.

-¿Eres hija de un…? – quería humillarla, lo disfrutaría. Haría lo que su pequeña hermana no podía.

-Duque – respondió sin inmutarse, cortando su trozo de carne.

-No debería llevarla nunca a Francia, Majestad – volvió a hablar con malicia

-¿Por qué no debería hacerlo? – soltó la rubia apretando su copa – no soy una simple plebeya desagradable.

-Claro que no eres una plebeya, los plebeyos son amables y atentos. Dos atributos de los carece, si me permite agregar – intervino la castaña, de alguna forma, sintiéndose protegida.

-Pero qué insolente…- todos allí, incluso Draco se preguntaban a qué jugaba ¿Insolente? El rubio había escogido callar porque, si se estudiaban los hechos fácticos, al margen de en donde estaban los afectos del rey, la insolente allí era ella.

-Lo reitero mi Lady, jamás pise la corte francesa – puntualizó riéndose.

-¿Pansy, acaso no dirás nada? – preguntó indignada.

-¿Quieres ir a Francia? Yo misma te enviaré la invitación, pero, no lo recomiendo – respondió con desinterés llevando un trozo de carne a su boca – Si el rey James, estuviera en esta habitación, estarías tirada en el suelo a cuenta de su varita – clavó su mirada en la castaña y sonrió – puedo asegurarte de que, los Cruccios de Hermione, no son nada al lado de los de James Potter.

-Pero…

-Basta, Astoria – le dijo enojado el rubio – me veo en la obligación de recordarte, que has sido invitada a una cena privada, pero, no estás respetando ningún protocolo – la castaña levantó la vista de su plato y escuchó con curiosidad – No es Pansy, es su Alteza Real la Princesa de Francia, quien está acompañada por su esposo, su Alteza Real el Príncipe Harry, heredero al trono, de la casa Potter. A tu lado, está su Alteza Real la Princesa Hermione de Francia, prometida del rey de Inglaterra y quien te habla, Draco Malfoy I, Rey de Inglaterra – la rubia abrió sus ojos a tope – espero que por el bien del ducado, rindas los respectivos respetos.

La mujer, con odio, se levantó repitiendo una a una las indicaciones del rubio. Ninguno se detuvo a prestarle atención, ninguno bajó sus cubiertos, todos parecían divertidos con la situación, incluso, para su sorpresa, Draco estaba disfrutando el momento.

-Cuéntame Pan… Alteza ¿Cómo es Francia? – la aludida levantó la cabeza y pensó ¿Cómo era Francia? Giró su rostro al de su marido que miraba al frente y sonrió.

-Es perfecto – dijo con simpleza ensanchando su sonrisa. Su esposo giró la vista y le sonrió. Para él también se había vuelto perfecto desde el momento que la abrazó aquella primera noche, pero, jamás lo diría, de la forma abierta, en que lo hacía la pelinegra

-¿El palacio es tan imponente como este? – volvió a preguntar.

-Es bastante más cálido, hay mucha más luz – dijo pillando lo hilarante de su respuesta. Era más cálido, todo en él era menos impersonal, menos frio, los colores, el sol. Todo, excepto su rey.

-Querida, creo que ella pregunta por el tamaño – le dijo Harry – está jugando a "mi casa es más grande que la tuya" – explicó – podría decirle, mi Lady que, el palacio es mucho más grande que la mansión del ducado de su padre – finalizó remarcando lo último. Sutilmente le recordaba que aquel lugar no era su hogar y que, aunque desearía otra cosa para su hermana, ella sería la futura reina del sitio.

-¡Oh sí, no me cabe duda! ¿Cómo se ha recuperado, Alteza? Que rumores más desafortunados los que circulan – pinchó, jugando con el moreno – el pobre rey James, con la carga de un hijo lisiado ¿Se imagina, Majestad? ¿Un heredero al trono que no puede hacer magia? – terminó con una sonrisilla.

-Estoy segura de que, Harry estaría más que encantado de probarte su habilidad mágica – la enfrentó Pansy con la ira contenida –

-Yo no querría estar en tu lugar, Astoria – dijo con desinterés Hermione – si te revolcabas en el piso, por uno de mis Cruccio, no quieres sentirlo salir de la varita de mi hermano.

-¿Tú que podrías saber? – el desdén se pintaba en los ojos de la rubia – dudo mucho que haya levantado su varita contra ti.

-¡Oh no, claro que no, Harry sería incapaz! Sin embargo, mi padre sí que es capaz y sí que lo hizo. Harry tiene su mismo núcleo mágico y sí, eso no te parece suficiente, fue entrenado por el gran James en persona – una mirada de victoria se asomó en el rostro de la castaña.

-Nadie levantará su varita contra nadie – intervino con fastidio el rubio.

-¿Hoy no le apetece, Majestad? Pensé que era uno de sus pasatiempos favoritos – escupió con asco el moreno.

-No quieres ir por ese camino, Potter – advirtió el rubio levantándose de golpe.

-¿Por qué no querría? No te tengo miedo, Malfoy – el otro hombre también se levantó. Las mujeres en la sala se quedaron en silencio.

-Pues deberías – dijo alzando su varita.

-Que impertinente, en plena corte inglesa levantar tu varita contra el Rey – espetó Astoria levantándose de su silla.

-Lady Greengrass, le ordeno que salga de la habitación – Hermione se levantó con autoridad. Los hombres frente a ella seguían enfrentados sin inmutarse.

-¿Cómo podría hacerlo?

-Es sencillo, camina a la puerta y sale por ella – la rubia intentó rebatir, siendo callada por la castaña – puede hacerlo por su propio pie o a manos de mi varita, siéntase en libertad de escoger – sentenció sacando el trozo de madera de su túnica. Astoria, viéndose impedida, salió de la habitación. Cuando se quedaron solos, Hermione caminó hacía el rubio, posó su mano con delicadeza en la de él, que apretaba su varita, llamando su atención – bájala por favor – murmuró bajito.

La mirada gris que estaba oscurecida se desvió levemente de su objetivo. El agarre de su varita se hizo más flojo pese a no bajarla, ella, tomando aquella oportunidad clavó la vista en su hermano.

-Harry, creo que la cena ha terminado por hoy – luego miró a Pansy, quien salió de su trance, y tomó a su esposo sacándolo de la habitación. Para la pelinegra aún era increíble el tesón de su cuñada y aún más, que consiguiera que su primo bajara sus defensas.

Cuando escucharon el sonido de la puerta cerrarse, el rubio dejó caer su brazo y luego se sentó pesadamente, sobándose el puente de la nariz. Hermione, acercando su silla, se sentó frente a él, pensando sus próximas palabras.

-¿Por qué sigues trayéndola? – preguntó apesadumbrada mientras se recostaba desganada en el sofá.

-¿De qué hablas?

-¿Astoria, por qué sigues trayéndola? – la pregunta era hecha sin malicia, solo en tono exhausto, ella tenía los ojos cerrados y respiraba pausado – tú estás cada día con ella, comes a su lado, duermes con ella – esto último salió con un deje de amargura – no entiendo por qué traerla a una cena con Harry – dijo intentando comprender todo aquello.

-¿Por qué no habría de hacerlo? – respondió enderezándose y clavando su mirada en ella.

-Hazlo bien entonces – soltó sin ganas la castaña.

-¿Hacerlo bien? – preguntó sin entender.

-Ya puedes hacerlo, tienes como hacerlo – volvió a decirle esta vez abriendo los ojos y clavándolos en los grises de él.

-Hermione, sigo sin entender – y aquello era parcialmente cierto, por algún motivo sabía que sus palabras iban alentadas por el humo de la fortaleza, allí donde estaban los dragones.

-Si lo sabes – le dijo posando su mano en la mejilla de él – lo sabes perfectamente – de nuevo sus ojos grises la atraían, como un pozo profundo que no tenía final -

-¿Eso es lo que quieres? ¿Tanto afán tienes de tirarte en sus brazos? – ella no retiró su mano, tampoco se dio cuenta de que sus ojos se habían empañado.

-Solo quiero paz ¿Qué te detiene? – preguntó dejando a un lado todo lo que podía rodearlos.

-No sé de qué hablas – la dijo tratando de soltarse, siendo detenido por ella, quien acunó su rostro con ambas manos.

-Podrías ser feliz, podrías obtener lo que quieres –

-¿Y así obtener también tu felicidad? – respondió con ironía –¿Pase abierto para tirarte a sus brazos?

-¿Acaso no sabes mejor que yo que eso no pasaría? – el clavó sus ojos en los de ella y vio una lágrima solitaria hacer camino por su mejilla - ¿No debería al menos uno tener paz? Yo siempre seré obligada, tú por el contrario puedes resolverlo – él sabía a lo que ella se refería. No tenía como contradecir nada. Sabía que si él iniciaba una guerra y la enviaba de vuelta a su hogar, él podría casarse con Astoria, pero, ella, así estuviera enamorada del estúpido Nott, no lo tendría. Su padre la vendería a otro postor.

-¿Qué sacas diciendo esto? ¿Intentas que crea que eres así de altruista? – vio aparecer en su rostro una sonrisa triste.

-¿Altruista? No, claro que no, sé que seguiré siendo un objeto, no tengo cómo luchar contra eso – No era altruista, para nada, si ella supiera que al liberarse de su compromiso podría casarse con alguien que la amara, sería la primera en hacer barra a sus dragones - ¿Qué te detiene? – volvió a preguntar. Draco, sabía que tenía una respuesta parcial, y decía parcial, porque aquella vocecita molesta, en el fondo de su mente, intentaba dársela completa y él solo la acallaba.

-No lo entenderías – respondió en un susurró cerrando los ojos y hundiendo su mano en su cabello. El aroma a chocolate y el color dorado de sus ojos lo embotaban.

-Pruébalo.

-Eres solo una niña – dijo con un deje de molestia hacía si mismo – me lo repito una y otra vez y aun así termino olvidándolo – confesó. Se sentía débil, entumecido, en una espiral.

-Entiendo las cosas, Draco – el tacto de las manos de él le gustaban, no sabía qué hacía que aquello ocurriera.

-Yo no – dijo incapaz de no sellar la distancia.

Quería repetirse que era una niña, pero, su olor a chocolate, sus ojos, el carácter decido sin perder ninguna pizca de bondad. Ya no fue un simple rose de labios, la estaba besando. Estaba probando sus rosados labios, aquellos que no habían sido besados por nadie. Eran carnosos y tiernos, sin embargo se detuvo, era incapaz de pedir más de ella. Se separó bruscamente y la miró. Su boca estaba brillante por el reciente contacto, el camino, que había hecho su lágrima por su mejilla, ahora estaba seco. Ella parecía sorprendida pero no asustada.

Tomó sus manos y las quitó de su rostro, ella solo se dejó hacer, aún sin entender del todo. Incapaz de seguir allí, huyendo de nuevo, se levantó de su sitio y caminó a la puerta, cuando tocó la perilla se detuvo.

-La belleza no compite con la bondad, Hermione. La belleza de una reina se marchita – finalizó saliendo de la habitación.

Ella no pudo analizar sus palabras en aquel momento, solo atinó a tocar de nuevo sus labios, como aquel día en la mañana, le hormigueaban. Debía estar roja. Jamás había sido besada ¿Aquello era ser besada?

Salió del comedor y se encontró con su doncella esperándola, tomó el pasillo que llevaba a su habitación en silencia, luego se detuvo y miró largamente a Ginny.

-¿Alguna vez has besado a alguien, Ginny? – la pelirroja se sonrojó.

-Una vez, Hermione – respondió recordando cómo hacía un año, el hijo del panadero del pueblo, la había besado luego de una pequeña cita.

-¿Cómo es? ¿Cómo sé si me han besado? – volvió a preguntar.

-Pues, se tocan los labios y luego se mueven, como bailando, armónicos – contestó.

Hermione calló y reanudó la marcha. Definitivamente había sido besada por él. Su futuro esposo le había dado su primer beso y no supo cómo sentirse al respecto. Seguro Astoria lo estaría esperando en su alcoba.

Estaba furiosa. El día anterior, luego de la cena, Draco le había dicho que se fuera, bueno, más bien, le había pedido que se "largara". Bufó exasperada. No pensó que todo fuera a complicarse de aquella manera.

-Ama Astoria – escuchó seguido de un plop –

-¿Qué quieres Mindy? – de alguna forma era extraño estar cerca de los inútiles elfos domésticos de su casa. Pasaba más tiempo en el palacio y planeaba que se volviera permanente. Su casa se estaba tornando pequeña frente al gran castillo del rey.

-Ama, un Auror de palacio pide hablar con usted, ama. Dice que se llama Stwart, Ama –

-Hazlo seguir de inmediato – dijo con fastidio. Se levantó de la silla en la que había estado sentada y alisó su túnica.

-Lady Greengrass – saludó un hombre entrando a la habitación

-¿Qué noticias tiene? – preguntó sin detenerse a saludar.

-Mi Lady, uno de los guardias me ha dicho que ayer, su Majestad, volvió a tener un encuentro con la joven princesa – la ira bulló por las venas de la rubia. Ahora tenía sentido el abrupto comportamiento del hombre. Apretó la mandíbula y arrugó el ceño, necesitaba actuar rápido.

-¿Has seguido a la mocosa? – interrogó sentándose, batiendo sus uñas contra el reposabrazos de la silla.

-Si, mi Lady – respondió

-¿Y bien? –

-La joven princesa, al parecer, visita con frecuencia a la familia de su doncella – la información llamó su atención.

-¿Campesinos?

-Si, mi Lady – dijo con malestar el hombre. Le molestó el desprecio en la voz de la rubia. Se recordó que solo hacía aquello por su familia.

-¿Qué sabes de ellos?

-Mi Lady, es la familia Weasley, cultivan calabazas –

-Por supuesto, no solo son campesinos, son asquerosamente pobres – murmuró despectivamente, haciendo temblar levemente al hombre de rabia - ¿Tengo que sacarte la información o vas a decirlo todo? – espetó con fastidio.

-La menor es la señorita Ginevra, es la doncella de la princesa – empezó a enumerar – Percy es el mayor, trabaja en la oficina de ejecución de penas del palacio. Fred, George y Bill, fueron reclutados en el ejército de su majestad. Bill es considerado el mejor Auror del ejército – recordó cada cosa averiguada – Charley, es el encargado del entrenamiento de dragones en el palacio – dijo tomando aire, siendo interrumpido.

-¿El inútil de los dragones es un Weasley? – el hombre asintió. Podía decirse muchas cosas de Charlie Weasley, menos que era un inútil, de hecho era el mejor en su campo.

-Es el mejor entrenador en toda Europa – dijo casi con fastidio.

-¿Solo ellos? – volvió a preguntar ignorando el comentario anterior.

-No, mi Lady, el último hermano es Ronald Weasley, solo ayuda a sus padres, fue el único hijo que no fue reclutado –

-¿Por qué? – No creía que Draco simplemente no reclutara a alguien.

-Es un tanto… Problemático – respondió.

-¿Cómo problemático? –

-Le gustan las apuestas y el alcohol, han vetado su entrada a bares del pueblo, no parecía un buen candidato a Auror, además, tiene un expediente en la oficina jurídica del palacio – finalizó. Aquella información sí que le parecía interesante a la rubia.

-Y dime ¿Esos campesinos saben que pasan tiempo con la mocosa? – sabía a qué se refería.

-No, mi Lady, siempre se hace pasar por una doncella del palacio –

-¿Cómo es eso posible? Casi todos los Weasley trabajan en palacio –

-Su Majestad no permite a la Princesa acercarse a los campos de entrenamiento, tampoco se pasea por las oficinas de ejecución de penas – respondió como si fuera obvio, ganándose una mirada asesina de ella.

-Qué campesinos más estúpidos, no reconocer a la mocosa – expresó jocosa levantándose de su silla caminando hacía la ventana – Lárgate – hablo mientras hacía un movimiento despectivo con su mano. El hombre, solo asintió y salió de la habitación, jamás había conocido una mujer más desagradable - ¡Mindy¡

-Ama, qué pude hacer Mindy por usted –

-Llévame a palacio – la elfa asintió tomando la mano de su ama.

Una vez en los terrenos caminó rápido. Recorrió varios pasillos hasta llegar a una gran puerta de roble y la abrió. Las voces en el interior se callaron instantáneamente y los hombres en la habitación la miraron con curiosidad.

-¿Astoria, no he sido claro al decirte que debes tocar? – preguntó con fastidio Draco. Frente a él, en la silla al otro lado del escritorio, estaba Snape. En el escritorio había pergaminos desperdigados.

-¿Sabes las detestables actividades extracurriculares de Hermione? – le dijo ignorando lo que le había dicho. El pelinegro le dirigió una mirada de fastidio.

-¿Desde cuándo es Hermione? – grazno el rubio exasperado.

-La mocosa ¿Ese no es su nombre? – respondió tomando el otro asiento con una sonrisita de autosuficiencia - ¡Visita campesinos, Draco! Es inadecuado y es una humillación para la corona –

-Su ALTEZA- remarcó el rubio –

-Eso no es importante, Draco ¿Qué no ves? Está merodeando la aldea como una vil campesina – escuchó un bufido a su lado y clavo su mirada en el hombre a su lado - ¿Tienes algo qué decir? – preguntó disgustada.

-Que desagradable… – dijo arrastrando las palabras

-¿Verdad? Es inconcebible, Draco…

-Que Merlín libre a los campesinos de mezclarse con usted – soltó esbozando una media sonrisa –

-¿Pero, quién te has creído? – soltó enojada.

-Cállate, Astoria – le gritó el rubio exasperado masajeando su sien – Sé perfectamente sobre las actividades extracurriculares de Hermione ¿Crees que soy tan estúpido como para no saber lo que sucede en las paredes del palacio? – pregunto con una mirada de advertencia. Astoria podía ser realmente molesta.

-¿Entonces por qué permitas semejante abominación? ¡Salir vestida como una sirvienta, a la casa de unos desagradables campesinos! – dijo con asco.

-Curioso, Severus – expresó el oji gris dirigiendo su mirada al hombre – hasta hace unos minutos estaba seguro de que, esos "asquerosos campesinos", son mis súbditos. Personas que legitiman mi reinado –

-Así es, Majestad. Lo son – murmuró escuetamente.

-Curioso – volvió a decir – pensé que era labor de una reina preocuparse por ellos –

-Es lo deseable, Majestad – le dio de nuevo la razón.

-Lárgate, Astoria, no me hagas perder el tiempo, ni la paciencia – le gritó, lanzando una mirada enojada, la mujer se levantó indignada, girándose hacía la puerta – ahí tienes tu respuesta, Astoria. La razón por la que los dragones continúan en tierra –

Antes de que ella pudiera responder, con un movimiento de varita cerró la puerta del despacho y silenció la habitación.

-¿Majestad, sabía de las visitas de a joven Princesa? – preguntó curioso Severus.

-Claro que lo sabía. Es increíble que ellos no lo sepan aún – contestó con un cierto deje de orgullo – Astoria jamás pasaría desapercibida. A veces dudo que Hermione que sea hija de James Potter – concluyó recostándose en su silla.

-También es hija de Lily – comentó

-Es verdad ¿Cómo fue, Severus? – el pelinegro lo taladró con la mirada.

-No necesita saberlo – respondió – Compórtate Draco. No quieres terminar como James Potter. Aún estás a tiempo – le aconsejó con algo parecido al cariño.

-No sé a qué te refieres –

-Sí que lo sabes, la negación es el camino recto al error – vio al hombre levantarse y tomar los pergaminos – haré la visita a la reina Victoria.

Luego se retiró. Claro que sabía a qué se refería. Pero Severus lo malinterpretaba, la razón por la cual, aún se debatía en crear un enfrentamiento, era la aptitud de Astoria para ser reina. No podía imaginar su cara de asco teniendo a un campesino cerca. Suspiró, se sentía entre el amor y el deber. O, al menos, eso quería decirse. Se prometió olvidar su desliz del día anterior.

¿Qué tal? Pues si les gustó, dejen su lindo comentario.