¡Buenas! Señoras y señores, he vuelto. Hace unos días vi una publicación en Facebook, en uno de los grupos Dramione que sigo, de una chica que decía que le dieran criticas destructivas de su fic pues este no era leído. Bueno, pues fui a leerlo y me gustó, no es una temática que particularmente me atraiga, pero, me gustó, se llama Custodia compartida, creo que en general está bien escrito, aunque no soy realmente la más indicada para hacer una critica certera en ese punto pues, yo tengo muchos errores de redacción que mejorar.
Sin embargo, hay algunas cosas que me desagradaron de su publicación: I. pide crítica destructiva, se deben pedir críticas constructivas, las destructivas son solo groseras, hay que ser respetuoso con sí mismo, con lo que se escribe y II. Cuando me dirigí a leer, la chica tenía poco más del doble de favoritos de lo que los fics de su servidora tienen, en ese orden de ideas, me desagrado su comentario de que nadie lee ¿Cómo debería sentirme yo? Es decir, sé que no es lo mejor de la plataforma pero, está bien. Ese tipo de comentarios pueden llegar a desalentar autoras, como su servidora, que en realidad no tienen una acogida enorme. En fin, esas son mis quejas. Las invito a que vayan a leerlo si no lo han hecho y dejen su crítica CONSTRUCTIVA.
Agradezco a esas nuevas y encantadoras lectoras que me han dicho que les ha gustado y han leído los capítulos en una sola sentada y, en general, agradezco a cada una de ustedes por el tiempo que invierten.
En esta ocasión no haré respuesta de comentarios uno a uno, solo diré que Hermione es una bomba de tiempo y le va a explotar a Draco en la cara o quizás no, quién sabe, sigue siendo Hermione, con carácter pero bondadosa.
Bien, dejo de hablar, ahora, el capítulo:
Capítulo 21. Descubriendo lazos de sangre.
"Esta es y será siempre tu vida", aquella frase retumbaba en su cabeza mientras giraba por la pista, escuchaba el sonido del violín al fondo ahogado levemente por un pitido que se había adueñado de su oído. Estaba ida, sabía que tenía una sonrisa en el rostro porque así debía ser, así debía lucir, pero, no llegaba a sus ojos, estos eran dos fosos de nada, solo incertidumbre y pesadez.
Antes de que él pronunciara aquellas palabras, pensaba que aún podía haber esperanza para ella, luego de pronunciadas, ese sentimiento se escurrió de sus manos como agua. En ese momento sintió que su vida se escaparía, huiría fuera de su cuerpo y solo dejaría un caparazón vacío de expresiones automáticas. Sonreír, asentir, negar, agradecer y mantener una mirada altiva. Toda su vida terminaría resumiéndose en una espiral de movimientos, nada más.
Sintió la música detenerse y un tacto cálido en su espalda baja, caminó hasta donde la dirigía y se sentó en donde se le indicaba. Solo se dejaba hacer.
-Por su Majestad, el rey – escuchó decir después del leve tintineo de una copa al ser golpeada con una cucharilla – y por su Alteza, la princesa Hermione, quienes nos han horado con su magnánima presencia – terminó.
Todos los presentes alzaron su copa e imitaron el movimiento del anfitrión. Ella simplemente sonrió discretamente y luego volvió a su pose altiva.
-Alteza – escuchó de una voz dulce – parece un poco abstraída – ella giró su rostro y encaró el de la rubia a su lado. Sus grandes ojos azules despedían paz y tranquilidad, tenía el aura más sincera que jamás haya visto. La recordaba de la presentación en la corte.
-Lady Luna, solo es un poco abrumador, las primeras apariciones siempre son las más difíciles – comentó tratando de sonar desenfadada.
-Dígame Luna, Alteza, claro, si así lo desea –
-Muy bien, Luna, entonces te pediré que me llames Hermione. El título puede pesar – respondió sin pensarlo, exteriorizando sus sentimientos con una desconocida de mirada dulce.
-Los Pumkings que flotan a tu alrededor parecen alterados, Hermione –
-¿Pumkings? – preguntó arrugando levemente el ceño tratando de recordar de qué criatura mágica se trataba.
-Sí, los pumkings, están revoloteando insistentemente sobre tu cabeza ¿Estás triste? Parecen preocupados –
-Yo… Pues…- Hermione abrió y cerró la boca. Intentaba encontrar las palabras correctas para responder, sin embargo, no sabía que decir.
-Ambos están rodeados de Pumkings, pero él – dijo haciendo una leve inclinación de cabeza señalando a su futuro esposo – también tiene sobre sus hombres Tupies – la chica hablaba con aire distraído, como si estuviera comentando acerca del clima.
-¿Tupies? – volvió a preguntar aún más confundida.
-Parece estar en una disyuntiva, siempre aparecen cuando los magos tienen problemas - ¿Problemas? ¿Malfoy tenía problemas? Estaba confundida, desvió su mirada al rubio y no vio nada, ninguna criatura diminuta revoloteando, pero, ciertamente, la mujer a su lado era muy perceptiva.
-Luna, estoy confundida, no sé de qué hablas no veo nada – la mirada antes ida de la rubia se clavó en la de ella.
-Hermione, no te guardes todo, no eres un ser inanimado – le dijo sonriéndole.
Estaba totalmente confundida. Se sentía expuesta y desnuda, aun así, sintió un peso menos sobre sus hombros, alguien la veía, alguien se fijaba en lo que escondía su mirada.
-¿Luna, te gustaría ir a tomar el té conmigo alguna vez? – preguntó antes de pensarlo.
-Será un placer – respondió con una sonrisa radiante.
La rubia, después del banquete desapareció de su vista, como anfitriona debía atender a cada uno de los presentes, además de intentar cazar un buen esposo. Era hija de un duque, uno bastante peculiar. Jamás había conocido a un noble como el padre de la chica. Era excéntrico y no se comportaba como lo haría cualquier otro. Carecía de la actitud acartonada y también tenía un gesto ensoñador, muy parecido al de su hija.
Lo que restó de la velada se limitó a quedarse sentada a lado de quien sería su esposo. Cuando alguien se acercaba, recibía el saludo con un asentimiento, sonreía discretamente y luego volvía a su gesto altivo. Siempre recta e imponente pese a su corta edad, a una distancia perfecta de su prometido para parecer íntimos pero recatados. No lo miró a los ojos nunca, mantuvo su actuación. Estaba segura de que su maestra, si pudiera verla, estaría muy orgullosa.
Cuando estuvo en el recibidor del palacio se soltó sin ceremonia del brazo del rubio, giró sobre sus pies dispuesta a retirarse a sus aposentos.
-¿Es así como quieres que sea? – escuchó preguntar al rubio.
-No, es así como tu querías que fuera – respondió con tono lúgubre.
-¿Te harás infeliz solo por ese Nott? –
-No, de mi infelicidad te encargas tú y eres muy buen haciéndolo –
-No podrás tenerlo, solo te hago un favor al alejarlo –
-No, no podré tenerlo, pero si tendré algo que me hará sentir mejor – su mirada se había oscurecido y su gesto estaba endurecido, el rubio jamás la había visto de aquella forma, era como si hubiera perdido su bondad para con él.
-¿Qué será eso? – dudó.
-El odio por ti que has sembrado en mi interior. Me tendrás en cuerpo, pero jamás en alma –
-Estás siendo ridícula, eres solo una niña malcriada – bufó en un intento de ignorar el tono de sus palabras.
-¿No es hilarante? – dijo la castaña con una media sonrisa en su cara.
-No sé de qué hablas –
-Has decidido hacer infeliz a una mujer porque, en el fondo de tu mente, sabes que la dueña de tu corazón solo tiene espacio en el suyo para una corona, no para ti. Qué desgraciado debes sentirte – ella ya no tenía pelos en la lengua ¿Qué más podría hacer? Ya le había arrebatado todo.
-No te atrevas…
-Recuerdo tus palabras hace unos años, me dijiste que era peor no conocer el amor – clavó sus ojos en los grises de él, profundos como el acero pero con una mota de debilidad que ella había logrado percibir en años de observación – tienes toda la razón, yo conocí el amor y la calidez de ser correspondido, tú… - dijo cambiando su tono a uno lleno de malicia – solo conociste un espejismo de amor, irreal – ella se acercó y acunó su mejilla derecha con su mano, nunca abandonó su sonrisa lastimera – protegido por una venda – murmuró posando su pulgar sobre su parpado cerrándolo suavemente.
Él dejó de respirar, su tacto era cálido pero sus movimientos eran calculadamente fríos. Sentía el aliento de ella contra la piel de su cuello y eso hacía que se le erizara la piel. Era como una vidente peligrosa que presagiaba su muerte. De un manotazo retiró la mano de ella de su rostro y salió de la habitación.
Por alguna razón se sintió aterrado y desnudo ante las palabras de ella. Caminó acelerado a sus aposentos, necesitaba sentirse en su lugar seguro, cuando entró, la figura de una rubia parada en a mitad de la habitación viéndolo con el ceño fruncido lo recibió.
-Astoria – dijo secamente quitándose la capa - ¿Qué haces aquí?
-La tiara de halo – respondió mientras su cuerpo temblaba, él clavó la vista en la de ella y notó sus ojos aguarse - ¿Has decidido que no significo nada para ti? – le reclamó dejando caer una lágrima.
-Astoria…- dijo sintiendo una opresión de culpa en su pecho y acercándose con ella para abrazarla – me importas mucho.
-No mientas, Draco, solo la mujer que va a casarse con el rey puede usar la joyería de la reina – los brazos de ella permanecían lapsos a los lados de su cuerpo sin devolver el abrazo - ¿Te has enamorado de ella? – escuchó como su voz se entrecortaba ante la pregunta y él tembló, no, no se había enamorado de ella, eran otros los motivos que lo movían pero, al ver a la chica tan afectada una punzada de culpabilidad se adueñó de su pecho.
-No la amo, Astoria, mi corazón pertenece enteramente a ti – ella se separó de manera violenta de su cuerpo y lo miró con rabia-
-¿Por qué la besas entonces? ¿Por qué la defiendes siempre? – él calló, su mente estaba trabajando a mil ¿Qué debía responderle?
-Solo han sido errores, un intento de convencerme que lo que hago está bien – dijo mintiéndose a sí mismo y a ella. Aquella vocecita molesta se reía de él.
-No me mientas, Draco. Has decidido casarte con ella ¿Qué pasará conmigo? –
-Tendrás todo, estarás en mi lecho, tendrás mi corazón, mi respaldo – verla de aquella manera, tan afectada y con lágrimas en sus ojos, despertaban en su interior un fuerte deseo de protegerla, de enredarla entre sus brazos y no dejarla libre nunca – lo único que no tendrás será la corona, no puedo empezar una guerra solo por un matrimonio. Astoria, soy el rey, mi corazón siempre tendrá que ser relegado a un segundo lugar – sus palabras, en su mayoría eran ciertas, pero, no podía dejar de pensar en la chiquilla, con la tiara enredada en sus cabellos castaños, reluciente, como si ese fuera el lugar en donde debía estar, como si ya hubiera decidido que solo ella era digna de usarla.
-Solo seré tu zorra, Malfoy, lo disfrazas con palabras bonitas pero, no seré más que una concubina más – ella no esperó respuesta tomó el pomo de la puerta y la abrió. Antes de salir por el rabillo del ojo del dio una última mirada, su ceño estaba fruncido y sus ojos parecían afectados por el efecto de la culpa. Una sonrisa casi imperceptible se dibujó en su rostro. Había logrado su cometido, sembrar la culpa en la mente del rubio.
Cuando salió de la habitación y estuvo lo suficientemente apartada, sacó un pañuelo de su bolsillo y limpió las molestas lágrimas de sus ojos. Necesitaba moverse rápido, que la chiquilla empezara a usar las joyas de la reina era una declaración palpable de que estaba perdiendo la pelea, pero, cambiaría la balanza a su favor.
Durante la siguiente semana, varias veces había pensado si lo que hacía estaba bien, haberle quitado su única compañía parecía estar consumiéndola, cada semana llegaba un vociferador diferente de su prima, increpándolo por su horrible forma de tratarla y por la depresión en la que la estaba sumiendo por sus celos.
Tenía que admitir qué, desde el día del baile él también se sentía afectado con la situación, mejor dicho, por las palabras dichas por ella, también por la conversación sostenida con la rubia. Se sentía perdido sin saber que hacer, la idea de alzar su caballería contra el rey James volvió, era un 50/50, había un empate entre lo que pensaba sería correcto hacer. Aquella última semana, no la había visto ni una sola vez, durante su visita diaria a la biblioteca no la había encontrado y los jardines estaban helados. La castaña se había atrincherado en su cuarto, la única noticia que tenía de ella provenía de su doncella qué, disimuladamente, lo miraba con disgusto.
En sus recurrentes mensajes, Pansy insistía que eran celos lo que lo llevaban a asumir aquella actitud, pero era lo más estúpido que había escuchado ¿Cómo podría estar celoso por una niña de 13 años? Sencillamente no tenía sentido, más aún después de la conversación o más bien, los reclamos que le había hecho Astoria, no, todo aquello se reducía a cuidar su propiedad.
Y, en un intento de reafirmar su versión de la historia, aquella donde los celos no existían y eran un invento de la imaginación de la señora Potter, había compartido lecho con Astoria todos los días, sin embargo, en las noches, cuando se acercaba para aferrarla contra su pecho, ella se alejaba acurrucándose en el otro extremo de la cama. La sentía llorar cada noche y eso lo hacía sentir miserable, lo hacía recordar sus palabras, solo seré tu zorra. Por otro lado, también recordaba las palabras de la castaña:
"Solo conociste un espejismo de amor… Protegido por una venda…"
No, era imposible que las palabras de ella fueran ciertas, más aún después de ser espectador de la depresión en la que estaba sumiéndose la rubia. Aun así, pese a lo que sus ojos veían, por alguna razón esa vocecita en el fondo de su cabeza le gritaba en la cara que la niña insufrible tenía la razón y se lo había escupido de frente, sin ceremonias, con toda la intención de herirlo.
Su mente era una tormenta de pensamientos encontrados y eso, se veía reflejado en la pila de pergaminos que tenía sobre su escritorio, trabajo represado debido a su incapacidad de concentrarse.
EN OTRO LUGAR
Hermione, desde el día del dichoso baile, había decidido encerrarse. Algunas veces permitía que Ginny le hiciera compañía, otras, le pedía que se fuera, le daba tiempo para ir con su familia. La pelirroja no debía sumirse con ella en la depresión, ella no tenía velas en aquel entierro, sin embargo, la mujer, siempre que estaba frente a ella, no podía evitar dirigirle miradas tristes. Aquello también la impulsaba a querer estar sola, la lástima solo la afectaría más.
Ginny, frecuentemente, le decía que su madre le enviaba sus saludos y le pedía que le dijera que extrañaban sus visitas, también, habitualmente, enviaba pastelitos. Casi nunca los comía, su estómago se había cerrado. Todas aquellas conversaciones y regalos eran una forma disimulada, de su doncella, de decirle que quizá la ayudaría salir del castillo y visitar a su familia. Debía estar desesperada para ser ella quien lo propusiera, jamás había estado totalmente segura de sus salidas incógnitas, temía que el rey se molestara y se desquitara con su familia.
Así de patética debía verse para que su amiga quisiera tomar medidas desesperadas.
Un día, cuando pidió a Ginny se fuera y la dejara sola, un libro, puesto en lo alto de una estantería, sepultado por otros tomos, llamó su atención. Tomó su varita y lo hizo levitar hacia ella, era grueso, pesado y de brillante cuero verde esmeralda con grabados en plata "Familias reales europeas".
Inmediatamente su mente de iluminó. Ese libro al menos estaba hace dos años en su habitación y simplemente había olvidado su existencia. Lo había tomado de la biblioteca interesada en investigar más. En Francia no había ningún libro donde estuviera el árbol genealógico de su familia. Era bastante extraño y, al encontrar el libro, le había producido una inmensa curiosidad.
Lo levitó hasta su cama y lo abrió sentándose frente a este. Lo abrió y revisó el índice. Estaba buscando su árbol genealógico. Cuando paso por el de la historia de la familia Malfoy, pensó que en otra ocasión lo revisaría.
Blandió su varita y este abrió en la página indicada. La recibió la leyenda "Historia de la familia real de Francia", Lo leyó desde el principio, cada ramificación, cada nombre, la historia de cada rey y de otros personajes sobresalientes, que se habían ramificado con el paso de los años. Llegó al punto donde empezaba la casa Potter, que había nacido de la casa Peverell, la primera estirpe que gobernó Francia. Hacía casi dos siglos la casa Potter estaba en el poder. Vio el nombre de su abuelo y se emocionó.
No había conocido ni a su abuelo, ni a su abuela, habían muerto antes de que ella naciera, después de contraer la peste de dragón.
Frances Potter, Asumió el trono el día 1 de junio del año 1781, a la edad de 15 años. Contrajo matrimonio con lady Amelia Debois, de 15 años, Hija del duque de Anjou, cuando el rey tenía 17 años, el día 8 de octubre de 1783.
"El rey Frances, impulsó la educación mágica temprana entre los plebeyos, ordenando a académicos la construcción de libros guía, enfocados en Artes oscuras y su defensa y pociones. Incrementó el desarrollo intelectual, abriendo así paso al nacimiento de grandes pocionistas, sembró el germen de la industria de la creación y fabricación masiva de pociones. Durante su reinado no se libró ninguna guerra…"
Hermione siguió leyendo con interés la biografía de su abuelo, parecía haber sido un hombre sabio, habría querido conocerlo. Luego, abrió sus ojos a tope al encontrarse con su decendencia:
"Ante la imposibilidad reiterada, de la Reina Amelia, de procrear un heredero, el concejo real escogió a Lady Anette Snape, hija del duque de Monmorot, para embarazarse del rey y asegurar el linaje Potter. Lady Anette dio a luz un varón el día 9 de enero de 1800, al príncipe heredero, Severus Potter –Snape.
8 meses después del nacimiento del príncipe Severus, la reina Amelia, quedó embarazada, dando a luz al príncipe James Potter-Debois, el día 31 de julio de 1801, convirtiéndose este, en el heredero de trono de Francia, al tratarse del hijo legítimo del rey James y la reina Amelia.
Hermione se quedó momentáneamente sin respiración ¿Severus? ¿El mismo Severus que ella conocía? Si era hijo de su abuelo, eso lo hacía su tío ¡Tío suyo! No, no podía ser, no tenía sentido, de ser el mismo Severus, ella sabría de su existencia pero, entonces ¿Dónde estaba su tío? Uno que, si lo pensaba, jamás había sido nombrado, nunca se les había informado de su existencia.
Todo aquello le pareció extraño, sin embargo al pensarlo, todo le pareció más complicado de lo que parecía. Analizando lo descubierto, tenía sentido que en el palacio, en Francia, no hubiera un solo libro del árbol genealógico de su familia, pero ¿Por qué lo escondían? ¿Qué había pasado?
-Winky – gritó, escuchó un pop y vio a la elfina de pie frente a ella.
-alteza ¿En qué puede servirle Winky? – preguntó la criatura doblándose hasta casi tocar el piso con su frente.
-Deseo ver a Lord Snape de inmediato, Pídele que se reúna conmigo en la sala de té, por favor – ordenó.
-Si, Alteza – se quedó clavada en el piso con miles de preguntas en su cabeza. Volvió a blandir su varita, para levitar el libro y, salió hacía la sala. Esperaba que estuviera libre y pudiera atenderla. Cuando entró a la habitación posó el libro en la mesa justo frente al sillón que solía usar frente a la chimenea y esperó, si Severus era hermano de su padre ¿Qué diablos había sucedido?
Escuchó unos golpes en la puerta y salió de su ensoñación – Pase – dijo escuetamente enderezándose. La cabellera negra del hombre se asomó por la puerta:
-Alteza – dijo haciéndole una reverencia a la que ella no respondió. Detalló al hombre, cabello negro azabache, igual al de su padre, piel ligeramente bronceada pero aun así muy blanco. Tenía que admitir que eran rasgos distintivos de los Potter, lo único que no tenía eran los ojos, todos los Potter tenían ojos claros, generalmente verdes, ella incluso tenía los ojos color miel con pequeñas motas de verde. Recordó que su madre no había sido la Reina Amelia, quizá de allí venía su tono de ojos - ¿Alteza? – escuchó devolviéndola a la tierra.
-Lord Snape, por favor siéntese – invitó señalando la silla a su lado - ¿Le gustaría un té? – preguntó
-Me temo, Alteza, que no podré aceptarlo, debo reunirme con su Majestad en un par de minutos – respondió llanamente.
-Entiendo – murmuró blandiendo su varita y abriendo el libro en la página que había atraído su atención – Verá, he descubierto algo… Interesante – notó como el hombre se tensaba ante la vista del libro, estaba segura de que sabía de qué tomo se trataba.
-No sé cómo podría serle de utilidad – dijo recobrando la compostura y ocultando cualquier sentimiento.
-Jamás tuve la oportunidad de revisar ningún libro con el árbol genealógico de mi familia- explicó - en Francia, parecían haber desaparecido. Encontré uno en la biblioteca del palacio – ella sintió su garganta secarse, no sabía cómo decir lo siguiente – En el libro… Vera, en el libro – volvió a pasar saliva ¿Qué le pasaba?
-Ha encontrado mi nombre – no era una pregunta, era una afirmación.
-Si- respondió la castaña - ¿Es usted? – Se atrevió a preguntar.
-Así es, Alteza. Mi padre es el rey Frances y mi madre Lady Anette Snape – Hermione quedó momentáneamente sin habla.
-Pero… ¿Cómo? ¿Por qué? – Tenía miles de preguntas surcando su mente – eso quiere decir que es usted mi tío…
- Creo que el cómo pudo leerlo en el libro, me temo que la segunda pregunta requiere ser más… Específica y sí, alteza, es usted mi sobrina, hija de mi hermano, el Rey James Potter – concluyó escuetamente como si estuvieran hablando del clima.
-¿Por qué no se me informó? ¿Por qué no me dijo? –
-Es usted muy inteligente alteza, estoy segura de que ha armado un par de cabos – murmuró poniéndose de pie – algunas personas querían borrar mi existencia pero, al parecer, desaparecer todos los libros y desterrarme no impidió que su mente brillante lo descubriera, si me disculpa – le dijo encaminándose hacía la puerta.
-Aún tengo preguntas, no puede irse sin más – reclamó levantándose.
-Lo siento, Alteza, debo reunirme con el rey, me temo que no podré responder sus preguntas en este momento – explicó saliendo de la habitación.
Ella cayó pesadamente en la silla, era demasiada información. Volvió al libro, no decía mucho más. Al nacer su padre, el dejó de ser el heredero, para pasar a ser el segundo en línea de sucesión, luego al nacer su hermano y posteriormente su sobrino, se encontraba en el quinto lugar, después de ella misma. La información empezó a ser limitada, ya no era una ficha importante, solo decía un par de cosas más, entre ellas que había sido desterrado por el rey James cuando este había asumido el trono en 1827 ¿Por qué su padre lo habría desterrado? Era uno de los mayores castigos de la ley francesa, solo por debajo de la muerte.
Todo aquello parecía estar envuelto en un aura de misterio. Aunque pidió hablar con su ahora recién conocido tío, Se le informó que había salido de Reino Unido para cumplir con algunos encargos de rey. No había una fecha fija de retorno. Ahora no solo extrañaba a Theo, también la curiosidad la consumía. Quiso escribirle a su madre pero, recordó que toda su correspondencia era revisada antes de serle entregada, si su padre no quería que se supiera de su existencia, estaba segura de que, no era buena idea, enviar una carta a su madre para que resolviera sus dudas y, estaba más que segura qué, su hermano tampoco tenía idea de su recién descubierto pariente.
¿Qué tal? Pues si les gustó, dejen su lindo comentario.
