¡Buenas! Señoras y señores, he vuelto. Hoy es un capítulo largo, ténganme paciencia.
Ahora responderé comentarios:
Monzerrat: Entiendo lo que dices. Si para ti es mejor imaginarlos así, me parece estupendo, es más, me da mucho gusto que hayas adaptado la historia solo porque te gusta la trama. Eso me hace muy feliz.
Muchas de ustedes, más bien, la mayoría, me dijeron que quedaron impactados por la noticia de Severus. Creo que en los comentarios de autor de capítulos pasados di una que otra pista, pero sí que es un giro inesperado.
Sí Hermione es una mujer con carácter, pero también con corazón, creo que trate en la historia de conservar lo más intacto posible el carácter que le da J.K.
Draco es Draco, siempre va a ser desesperante, dejaría de ser él si no es así ¿No creen?
Ichigonekko: Tienes razón, me disculpo si mi comentario pasado de autor me hiso quedar como alguien que no está agradecida con ustedes. Soy muy afortunada de que muchas personas saquen tiempo para leerme. Realmente estoy agradecida.
Nei: te extrañaba. También extrañaba a mi adorable y siempre muy tierna Magnolia :p.
Quiero decirles que a cada una de ustedes, quienes comentan y quienes no que estoy profundamente agradecida y que cada una tiene un pedacito de mi corazón.
Bien, dejo de hablar, ahora, el capítulo:
Capítulo 22. Jamás.
FRANCIA, 1819
-Aprieta más su corsé – sintió el aire salir expulsado de sus pulmones sin poder retenerlo ¿Aquello realmente era necesario?
-Madre, por favor, si lo aprietas más terminaré desmayándome ante el rey – un nuevo apretón a su cintura la obligó a concentrarse en respirar.
-No lo harás, el rey estará con sus hijos, es la oportunidad perfecta – respondió la mujer – tienes que casarte bien, solo eso te asegurará un futuro. Recuerda eres una mujer en un mundo de hombres – no culpaba a su madre, lo que decía era cierto, su futuro dependería de quien fuera su marido, sin embargo, como cualquier mujer, soñaba con casarse por amor.
- ¿Y el amor? –
-El amor no te protegerá – le dijo severamente – incluso si atrapas al hijo ilegítimo, estarás bien. El rey adora a su hijo mayor –
Caminó tras de su madre y su doncella hasta llegar a unas grandes puertas de roble del palacio, jamás había entrado al lugar. Era imponente.
-Recta, hombros atrás, barbilla en alto – escuchó a su madre mientras sintió un leve golpe en su espalda – bien, esto es importante, Lily – tras eso fue llamada.
Caminó por el pasillo tal como su madre el indicó. Estaba nerviosa, luchaba con sus manos para no apretar la tela blanca de la túnica, no podía mostrarse así de nerviosa.
-Majestad – dijo mientras hacía la reverencia que había aprendido.
-¿Quién presenta a la señorita? – cuando se irguió pudo detallar al hombre, era alto, de abundante pelo negro y ojos cafés, a su lado derecho, sentada, estaba una hermosa mujer de cabello liso y negro, de ojos color verde y, a su lado izquierdo, un paso detrás del trono, estaba un muchacho alto, de cabello negro y ojos del mismo color. Esos ojos llamaron poderosamente su atención, eran como un foso sin fondo.
-Lady Pauline, Duquesa de Alba – escuchó a su madre a su lado.
-Tiene una hija muy bonita, duquesa – alabó la reina
-Me siento honrada con su cumplido, Majestad – eso era bueno. Ella estaba ajena a la conversación, seguía con los ojos clavados en los del chico, él levantó una ceja para luego endurecer su gesto. Sintió un bochorno recorrerla y desvió la mirada.
-Severus, has el favor de abrir el baile con ella – ordenó el rey.
-Si, Majestad – respondió con voz profunda y arrastrada.
Cinco minutos después, tal como se lo había ordenado el rey, el moreno tomó su mano y beso el dorso para luego jalarla gentilmente al centro de la pista. Sintió su corazón acelerarse cuando él puso su mano en su cintura y la acercó sutilmente a su pecho. La música empezó a sonar haciendo que moviera sus pies por instinto.
-¿Qué es lo que le causa tanta curiosidad Lady… - preguntó clavando sus ojos negros en los verdes de ella, consiente del pequeño temblor que había recorrido el cuerpo de ella.
-Lily, Alteza. No sé a qué se refiere – respondió con voz nerviosa.
-Si no sabe porque está tan nerviosa – atacó
-Yo… Yo… Alteza, lamento si fui grosera – dijo pensando que, si su madre se enteraba de aquella conversación, la castigaría, le diría que había arruinado una de sus posibilidades. En ese momento se dio cuenta que solo estaba uno de los hijos del rey – ¿Usted es el príncipe heredero? – en el momento en que terminó la pregunta quiso golpearse ¿Cómo podía ser tan imprudente? Ahora sí su madre la castigaría.
-¿Si digo que no estará decepcionada, Lady Lily? – Sabía que debía tener las mejillas rojas.
-No, Alteza, yo solo… Oh merlín, Por favor discúlpeme – escuchó una risa casi imperceptible brotar de la garganta de él y su corazón dio un vuelco –
-Lamento decirle, Mi Lady qué, soy el hijo bastardo – en ese momento recordó lo que le había dicho su madre, incluso si lograba llamar la atención del hijo mayor del rey estaba bien él es su favorito. De nuevo sintió sus mejillas arder ¿Por qué estaba pensando en eso? Como si el hombre quisiera casarse con ella – Parece que tuviera fiebre, Lily –
-Yo… Yo…No creo. Es decir… creo – de nuevo una risa profunda. Cómo deseaba salir corriendo del lugar y esconderse bajo sus cobijas por el próximo mes. Ese día, se había ridiculizado.
-Espero que no sea nada, Mi Lady – escuchó que le decía separándose de ella y volviendo a besar el dorso de su mano. Cuando pudo por fin recobrar un poco de conciencia caminó aceleradamente en un intento de mezclarse entre la multitud.
-¿Y bien? – alzó su cabeza y se encontró con el rostro de su madre.
-Madre, no creo que debas aspirar a un príncipe, hay muchos buenos duques – trató de defenderse.
-Merlín debe darme mucha paciencia – suspiró sin decirle nada más.
Merlín debía ayudarle a cavar un hueco para esconderse y no tener que salir nunca más.
INGLATERRA 1844.
El día de su desayuno mensual, el rubio notó que la mirada de su prometida no estaba clavada en su plato. No había pronunciado palabra alguna pero, estaba altiva y con sus ojos clavados en él, también parecía pensativa, casi podía sentir los engranajes de su cerebro moviéndose, ella, por su parte, decidió que necesitaba hablar de varias cosas con su prometido. Lo siguiente que el oji gris escuchó fue la voz autoritaria y firme de la castaña:
-Retírate, Astoria, debo hablar con mi prometido – ante la petición, a la rubia se la dibujó una sonrisa maliciosa en el rostro, ella estaba segura de que había ganado un poco del terreno perdido con Draco. Aquello la hacía sentir más segura. Estaba prepara para contestar pero fue detenida por una mirada de advertencia del rubio. Indignada salió de la estancia dejándolos solos, quizá aún no había recuperado tanto terreno como creía, aquello la irritaba.
-¿Qué puedo hacer por ti, Hermione? – la muchacha se enderezó y lo miró con determinación.
-¿Sabías que Severus es el hijo ilegítimo de mi abuelo, el rey Frances Potter? – el rubio pareció medio sorprendido.
-Sabía que tiene vínculos con la familia real francesa – le dijo clavando su mirada en ella – pero, no que tan cercanos eran esos vínculos – respondió pensativo. Él sabía que algo tenía que ver con el rey James. Severus no se lo había dicho, pero, debido a todas las circunstancias de su llegada a Inglaterra y a su poca o nula mención de Francia, siempre sospecho que había algo extraño, aun así, nunca pregunto, le parecía que aquello no era de su incumbencia.
-¿Por qué no me lo dijiste? ¿Qué hace él aquí? –
-Ya te dije, no sabía que tan cercanos eran esos vínculos, jamás me detuve a pensarlo, ni siquiera reparé en que tú parecías no tener idea de él. Pensé que pertenecía a una ramificación lejana del rey – le respondió sincero – no lo creí importante – reflexionó – por otro lado, él llegó a Inglaterra hace algunos años, desde que tengo uso de razón ha estado en el palacio, fue un buen amigo de mi padre, cuando este asumió el trono lo tomó como su concejero más cercano. Severus es mi padrino, ha sido como un segundo padre, nunca pregunté las circunstancias en las que había llegado aquí, para mí era como si no fuera un francés – le pareció difícil explicar sus pensamientos - ¿Por qué te interesa tanto? –
-En el palacio, en Francia, no había ningún libro con el recuento del árbol genealógico de la familia, encontré uno en la biblioteca por pura coincidencia, no sabía… No sabía que mi padre tenía un hermano – explicó – No entiendo por qué fue desterrado… -
-Bueno, Hermione, creo que no puedo ser de mucha ayuda, no sé mucho más de lo que tú sabes, creo que solo Severus puede despejar tus dudas – le dijo untando una de sus tostadas con mantequilla.
La castaña, después de un minuto en silencio, recordó que aquello no era el tema más importante que quería tratar con él. Se enderezó en su silla y clavo su mirada en la de él, ante aquel movimiento el rubio dejo su tostada en el plato y se quedó en silencio esperando sus siguientes palabras:
-Quiero que permitas la entrada de Theo al palacio de nuevo – su primera reacción fue la sorpresa, vaya que tenía agallas, luego una sonrisa petulante se adueñó del rostro de él ¿Quién se creía para exigirle aquello? Aún más después de meterse en su mente y acosarlo en las noches.
-¿Qué tan osada puedes ser para hablarme de esta forma? – contratacó decidido a no ceder ante ella. Vaya que había sido un cambio abismal de tópico y de tono.
-¡También tengo derecho a ser feliz! Él es mi amigo – dijo sin bajar la voz.
-¿Crees que soy estúpido? Tengo ojos Hermione, veo cómo te mira y cómo lo miras, no voy a permitir tamaño insulto – ella se quedó sin habla por un minuto, se sentía incapaz de contradecirlo, no solo porque como él dijo, se podía ver en sus ojos, sino porque, además, el día que llegaron del baile ella se lo había dicho de forma indirectamente directa – incluso, si no tuviera ojos, tú misma lo dijiste hace unas noches, tu conoces el amor ¿No? – escupió con reproche.
-Aun así ¿Qué cambia eso? – la voz de la castaña se entre corto y ella trató de respirar negándose a quebrarse frente a él – Aun así me convertiré en tu esposa, así lo has decidido y, además, tienes un trato con mi padre. Estoy en tu poder, estoy encerrada en este enorme palacio sintiéndome cada vez más asfixiada ¿Qué daño te puede hacer la mirada que le dedico o los sentimientos que guardo? Tu no quieres nada de eso de mí– ella desvió su mirada al suelo al sentir las lágrimas al borde de sus ojos – Cuando llegue el momento solo tendré que estar en tu lecho e irme para que Astoria lo ocupe, después de intentar darte un heredero – para ese momento su voz ya se había quebrado y sus lágrimas estaba fluyendo.
Por un momento Draco pensó en sus últimas palabras, tú no quieres nada de eso de mí, ¿no lo quería? Desechó aquel molesto pensamiento y volvió a clavar sus ojos acerados en ella.
Hermione había tratado de mantener su entereza, sin embargo, sentía que si seguía en aquel encierro perpetuo, no solo tendría unas ojeras cada vez más pronunciadas, sentía que iba a morir de tristeza.
- ¿Qué daño puede hacer una mirada? – ella realmente se hacía esa pregunta a diario desde que su amigo había sido desterrado del palacio – Haré lo que me pidas, Draco – el hombre, ante el discurso de su prometida, agarró con fuerzas sus cubiertos, seguía sin entender por qué le afectaba tanto verla de aquella manera, llevaba días intentando controlar lo que sucedía pero cada vez su barrera caía más.
Incapaz de seguir aguantando, se levantó agachándose a su altura mientras tomaba su rostro y limpiaba las lágrimas que se deslizaban por este ante la sorpresa de la castaña, por un momento encontró pesadumbre en la mirada de él y no pudo evitar quedar hipnotizada con aquellos ojos grises, ninguno de ellos dos la desvió y, de los de ella ya no brotaban más lágrimas.
Se había prometido odiarlo pero, no podía negar que, cuando lo veía en aquel estado, con aquel resquicio de humanidad en sus ojos le parecía que sería una tarea titánica. Sus ojos, de ese gris tan profundo que se aclaraba cuando sus sentimientos se permitían salir a la superficie la atraían con un magnetismo que solo sentía en esas ocasiones, uno que la obligaba a fundirse en ellos. Después de los que parecieron horas, él fue quien habló con voz queda sin quitarle la mirada de encima:
-Pórtate bien en tu cena de cumpleaños, mejor, pórtate bien cuando estés conmigo, de mi brazo – fue lo único que dijo mientras la sorpresa se adueñaba de los ojos de ella y asentía lentamente aún con su rostro atrapado suavemente por las manos de él. Hermione se sintió desarmada, en un limbo.
El seguía sin entender por qué parecía tan débil ante ella, ni siquiera Astoria lograba aquello ¿Sería su ímpetu? ¿su mirada decidida? ¿Sus palabras sin tapujos? Él seguía perdido en los ojos color oro de ella, atraído a su rostro cual imán, ella tampoco era capaz de desviar su mirada se sentía perdida en el mar plateado.
Draco sintió en sus labios un hormigueo, desvió sus ojos a los de ella, entreabiertos, rojos e inocentes, invitaban al pecado, recordó la pregunta de Astoria ¿Entonces por qué la besas? Maldición ¿Podían Culparlo? Era hombre después de todo y la chiquilla era bastante bonita además de ser su futura esposa. Ella no se movía, como esperando su próximo movimiento ¿Le permitiría besarla o lo alejaría? Sacudió su cabeza y la soltó irguiéndose en toda su estatura ¿Qué diablos le sucedía? ¡Era una maldita niña de 13 años! Era estúpido que pudiera manipularlo, hacerlo sentir desnudo ante su escrutinio, sentía que el control escapaba de sus manos y no podía permitirlo.
-Iras con tu doncella a Londres Muggle mañana temprano –
-¿A Londres Muggle? – preguntó confundida.
-La reina Muggle se casa, tenemos que ir a sus nupcias. Necesitas un vestido Muggle - sin mirar atrás salió de la habitación.
Al día siguiente, cuando Hermione entró al saloncito donde desayunaba, encontró a un sonriente Theo parado frente a ella Su corazón palpitó de nuevo desbocado y sin pensarlo corrió a él y se colgó de su cuello, él la recibió mientras la apretaba contra su pecho y enterraba su nariz en su castaño y rizado cabello.
Aquellos meses sin ella habían resultado ser agónicos.
-¡Oh Theo, te extrañé tanto! - le dijo emocionada.
-Yo también, Mione –
-Ven, siéntate – pidió – Ginny, tú también, hace mucho no desayunamos juntos – murmuró feliz. La pelirroja así hizo. Después de ver a Hermione triste durante meses, verla feliz la empujaba a no opacarla.
-¿Qué le diste? – la voz del hombre sonó seria, él sabía que Draco Malfoy nunca daba algo gratis.
-Solo prometí portarme bien – respondió restándole importancia.
-Eso me recuerda, Hermione, debemos ir a Londres Mágico – le dijo Ginny tomando una porción de fruta.
-Es cierto ¿Cómo llegamos allí? –
-¿Londres muggle? – intervino Theodore confundido.
-Al parecer debo comprar un vestido para la boda de la reina ¿Por qué no puedo usar una de mis túnicas? – preguntó con genuina curiosidad – También podría llamar a madame Malkin.
-Alteza, los vestidos que usan las mujeres muggles son diferentes – quiso golpearse mentalmente, era tan obvio.
-Bien ¿Nos acompañas, Theo? –
-Claro, será un placer escoltarlas – concedió con una sonrisa en su rostro.
Después de desayunar salieron del palacio mientras conversaban alegremente. Tras ellos caminaban tres aurores. Le pareció exagerado, sin embargo, le habían dicho que eran órdenes del rey, así que decidió no discutir. Tal como le habían indicado, se aparecieron a las afueras de la barrera mágica que separaba el mundo mágico del muggle. Allí los esperaba un carruaje.
-¿No podía venir con una túnica? – se quejó la castaña removiéndose incómoda en el vestido. Era apretado hasta la cintura y luego caía lapso hasta el piso, era de un raso color crema. Nada demasiado elaborado, pero, Merlín qué incómodo era.
-Alteza, es necesario, los muggles pensarán que está loca si la ven con una túnica – ella suspiró. Ginny también se había puesto un vestido, le había dicho que era lo que solían llevar las doncellas muggles. Parecía igual o más incómodo que el suyo. Luego estaba Theo, él parecía estarla pasando mal también.
-Te he metido en ese incómodo vestido Theo, no me enojaré si decides visitarme luego –
-Vale la pena usar esto, Mione – respondió apretando su mano suavemente y dedicándole una sonrisa.
Después de lo que pareció media hora el carruaje se detuvo. Cuando bajó, ayudada por Theodore, se encontró con un local, era de un considerable tamaño. Las vidrieras eran casi de piso a techo y exhibían dos vestidos de faldas enormes.
Respiró profundo y entró a la tienda. Se sintió extraña cuando las miradas se clavaron en ella. Las mujeres la veían de pies a cabeza, estudiándola, para luego lanzarle una mirada desdeñosa.
-¿Qué sucede, Gin? – susurró.
-No tengo idea, Hermione – dijo de vuelta.
Antes de que pudiera decir algo más, una mujer bajita y extremamente degada llegó hasta ellos mirándolos con disgusto.
-¿Desea algo? – su voz sonaba fastidiada y su mirada era despectiva.
-Mi señora desea encargar un vestido – respondió Ginny poniéndose a la defensiva. La mujer volvió a estudiarla.
-Me temo que están en la tienda equivocada –
-¿No es la tienda de Madame Marriette? – preguntó la oji azul.
-Efectivamente pero, no creo que su señora pueda pagar uno de mis vestidos – a su lado derecho escuchó la risa de Theodore mientras que a su lado izquierdo sentía la ira fluir de los poros de la pelirroja.
-Pero cómo se atreve… -
-Miren las fachas que tienen, solo una mujer de clase media usaría telas tan burdas, además pasadas de moda – concluyó.
-¿Cuánto cuesta uno de sus vestidos? – dijo antes de que Ginny volviera a hablar.
-El más barato cuesta cien chelines – le respondió pedante.
-¿Cuánto cuesta su vestido más costoso? –
-quinientos chelines –
-Bien – le hizo una ceña a uno de los aurores y este le extendió un saco pequeño – son mil chelines – le dijo extendiéndole la bolsa - ¿Cree que será suficiente? –
La mujer no dijo nada, solo tomó la bolsa que se le extendía y la abrió para contar el dinero. Las damas que presenciaban la situación murmuraban acerca de la mujer, de vestimenta inapropiada que tenía mil chelines en sus manos. Ninguna mujer llevaba dinero, las cuentas siempre eran pagadas por sus esposos ¿Qué clase de mujerzuela era esa? Ni siquiera podían llamarla mujer, era solo una niña.
-Bien ¿Para qué ocasión requiere el vestido? – preguntó la mujer girándose y caminando hacia el interior de la tienda.
-La boda de la reina Victoria – la mujer se detuvo en seco y los murmullos cesaron.
-¿Quiere que le crea que irá a la boda de su Majestad? – Hermione empezaba a hartarse de la situación. En momentos como ese era cuando su título le parecía útil, el problema es que para una modista muggle solo sería una mujer loca.
-No tiene que creer nada, Madame. Le pagaré, más que generosamente, por un vestido para la boda de su Majestad, si asisto o no, no le incumbe – respondió tajantemente.
-Muy bien, sígame –
Al fondo de la tienda vio una gran cantidad de tela y adornos, era demasiado para ella. En aquel momento apreció poder llamar a su modista al palacio ¿Cómo lo hacían las mujeres que no tenían esa prerrogativa?
-¿Qué tela le gustaría? –
-¿Qué opinan ustedes? – preguntó a sus acompañantes mientras se acercaba a los rollos.
-Esta me parece agradable – respondió el castaño señalando la tela que apretaba en sus manos.
-Es bonita…
-Me temo Madame que será imposible para usted llevar esa tela –
-¿Qué dice? – se preguntó si las personas del mundo mágico también pasaban por ello ¿Acaso solo ciertas personas podían usar ciertas telas? Si era así, le parecía una estupidez. Se prometió hacer la prueba en el futuro.
-Solo una duquesa o algún miembro próximo de la realeza puede usar ese tejido, ¿Cuál es su título? - ¿qué podía decirle? Se quedó en silencio pensando, claro que tenía un título, pero allí no "valía nada".
Escucharon unos pasos apresurados y vio un hombre llegar a su lado con la respiración agitada.
-Madame Marriette – saludó.
-Mi Lord – saludó.
-Su majestad está esperando en el carruaje – dijo escuetamente.
-¡Oh, no sabía que iba a venir! - murmuró enderezándose – señoras – llamó – me temo que tendrán que venir en otro momento, su Majestad ha hecho una visita intempestiva – todas las mujeres empezaron a murmurar, sin embargo, todas fueron saliendo – Me temo que usted también deberá irse – pidió con disgusto.
-No, ella no – se apresuró a decir – le pido mil disculpas, Alteza – susurró girándose y haciendo una reverencia – Su majestad nos acaba de informar de su visita – se excusó nervioso.
-No era necesario que les avisara, solo iba a comprar un vestido – ella le dio una sonrisa. Todo sucedía ante la mirada desconcertada de la modista ¿Quién diablos era esa chiquilla? ¿Por qué simplemente no le había dicho que era alguna dignataria extranjera?
Escuchó la puerta abrirse de nuevo. Hermione se giró levemente y encontró a una mujer joven, que parecía enojada y apenada, ataviada con un pomposo vestido.
-Majestad – escuchó la voz a su espalda, la castaña frente a ella no respondió al sonido, en cambio dijo:
-Alteza – dijo llegando a ella haciendo una reverencia – siento tanto si se le ha causado algún disgusto.
-¡Oh no se preocupe! - respondió acercándose a ella rozando levemente su brazo para indicarle que todo estaba bien.
La modista llegó a su campo de visión y parecía confundida. Probablemente lo estaba ¿Por qué su reina se inclinaba ante otra persona? Jamás había escuchad que un rey se inclinara ante un homólogo extranjero.
-Permítame presentarle a Lord Theodore Nott y a la señorita Ginny Weasley, mi doncella –
-Es un placer –
-Majestad ¿Qué puedo hacer por usted? – escuchó la voz de la dueña del lugar.
-No la culpo por lo que ha hecho pero, esto debería enseñarle en un futuro a no ser tan despectiva – le regañó - ¿No debería atender a cualquiera que entra amablemente? –
-Majestad, esta mujer…
-Esta, es su Alteza real la princesa Hermione de Francia, prometida del rey Draco I de la Inglaterra mágica – todos se quedaron mudos.
-¿Inglaterra mágica? – preguntó la modista conteniendo una risa – Disculpe, Majestad ¿qué clase de broma es esta?
-No es ninguna broma ¿Sabe usted lo que hizo? No quiere provocar la ira del rey – Uno de los aurores llegó al lado de la mujer y sacó su varita.
-No es ninguna broma, no podré evitar que sea castigada si sigue actuando así. Ante el rey Draco I somos vulnerables, un solo movimiento de eso – dijo señalando el trozo de madera en las manos del auror – estarías muerta –
-Alteza, mis más sinceras disculpas – ofreció dirigiéndose a la castaña menor, al parecer se había asustado.
-Dejemos de perder tiempo – respondió restándole importancia – baja eso – ordenó al auror – bien, superados los inconvenientes supongo que puedo usar esta tela –
-Claro que sí Alteza, pero no la recomendaría para una boda – susurró nerviosa y confundida ¿Inglaterra mágica?.
Hermione se giró a la joven, que al parecer llevaba el título de reina y le sonrió.
-Eres Victoria, ¿verdad? –
-Si, Alteza –
-Llámame Hermione –
-Está bien, Hermione – la castaña mayor pensó en lo diferente que era del hombre con el cuál se casaría. Había conocido a Draco Malfoy el día de su coronación cuando tenía más o menos la edad de la pequeña frente a ella. A diferencia de los ojos miel cálidos de la niña, el rubio tenía una mirada fría y amenazante. Su sola presencia gritaba peligro, la de ella, en cambio, invitaba a la tranquilidad, estaba llena de paz.
-¿Podrías ayudarme? Todo esto es tan diferente –
-Claro, Hermione – Victoria caminó hasta los rollos de tela - ¿Tiene algún color de preferencia? –
-No, en realidad no – respondió acercándose a ella.
-¿Qué opinas de esta? – era un tejido azul plateado, con un estampado en flores sutil de un azul menos plateado.
-Es hermosa –
-Madame, ¿Qué tal si hace un boceto?
-¡Claro! - respondió tomando una hoja en blanco y un carboncillo -¿qué tal si empezamos con algo así? – el dibujo mostraba un vestido voluminoso, con capa sobre capa de tela y algunos moños repartidos.
-¿Son necesarios los moños? – preguntó con una mueca.
-Claro que no, podemos intentar llevar la atención a las mangas y dejar la falda lisa – hablo tomando una hoja nueva dibujando con destreza - ¿Qué tal algo así? -esta vez, la falda era totalmente lisa pero las mangas caían, casi hasta el piso, en lo que parecía ser encaje –
-¿Quizá menos encajes… - para ella aquella vestimenta era rara. Las túnicas eran diferentes.
-Madame, que tal si hace un pequeño doblez en la misma tela en el corsé – hablo la joven reina tomando en sus manos el carboncillo – un cuello bandeja – la vio alzando el rostro y recorrer los rollos de tela – en esa tela – dijo señalando un satén unicolor, parecido al color del estampado de flores del vestido – con un par de flores bordadas en perlas y unas mangas corrugadas terminadas en encaje – dijo soltando el carboncillo.
-Eso se ve muy bien, Majestad – respondió la modista con genuina aprobación.
-¿Qué opinas, Hermione? – la castaña miró el boceto y le pareció mucho mejor que el anterior, parecía menos incómodo aunque seguía luciendo recargado. Se veía bonito.
-Me gusta – respondió con dulzura.
La modista le indicó que se parara sobre una plataforma y empezó a tomar sus medidas.
-¿Le gustaría tomar un té conmigo, Alteza? –
-Claro, estaría encantada – respondió. Una vez la modista la liberó descansó. Estaba segura de que el día que tuviera que ponerse el vestido sería un infierno.
Lo comprobó dos semanas después. Jamás se había sentido tan ahogada. Estaba de pie en un salón con grandes ventanales por donde entraba la luz del sol. Ginny estaba sentada frente a ella mirando con curiosidad. Sintió un jalón más en su espalda y se quejó.
-¿Es necesario apretarlo tanto? –
-Siento mucho las molestias, Alteza – la modista apreció el traje que llevaba la chiquilla cuando llegó. Eran telas hermosas, pero, muy diferente a lo que acostumbraba. Debía admitir que parecía un atuendo cómodo sin dejar de ser exquisito.
-No la culpo – suspiró.
Cuando la mujer dejó de apretar la tela sobre su vientre, se irguió encontrando la forma de respirar. Lo que vino no fue mucho mejor. Una sobre otra le fue poniendo faldas de tela que cada vez pesaban más ¿Cómo podían las Muggles usar eso? ¿Todos los días usarían esa obscena cantidad de telas?
-¿Son necesarias todas estas capas? – se quejó de nuevo.
-Lo siento alteza, esto es lo que le da forma a la falda del vestido – respondió concentrada en su tarea.
Por último, deslizó el vestido por sus hombros y empezó a abrochar una larga hilera de botones en su espalda. El resultado le pareció hermoso. Jamás lo usaría diariamente, de hecho, si pudiera usar sus túnicas se quitaría el vestido sin dudarlo pero, debía admitir que era una pieza hermosa.
-¿Le ha gustado, Alteza? –
-Es hermoso – respondió con una sonrisa – le agradezco mucho su esfuerzo – le dijo.
-Ha sido un placer –
-Hermione, el rey ha pedido que uses esta tiara – de nuevo otra pieza de la joyería real. Cada vez que utilizaba una de esas joyas se tensaba. Solo una futura reina tenía acceso a ellas.
La tiara en cuestión gritaba grandeza. Tenía zafiros en la base y diamantes entretejiéndose, alcanzando una altura media. Era difícil describirla, pero hasta ese momento, era la joya más imponente que había usado.
-Está lista – dijo Ginny cuando terminó de acomodar su peinado – se ve hermosa
Respiró profundo y se levantó. Se encontró con la mirada de la modista, estaba clavada en la tiara sobre su cabeza. Probablemente nunca había visto una joya como esa. La puerta se abrió y por ella ingresó un rubio. Se detuvo a mitad de camino y clavó su mirada en la castaña.
-Te ves hermosa, Hermione – le dijo cortando el espacio entre ellos.
-Majestad – susurró la Madamme Marriette – No recibió ni siquiera una mirada del hombre. Ella no pudo evitar detallarlo con curiosidad. Alto, Blanco, cabello rubio casi plata y ojos grises y fríos. Era un hombre muy guapo, se atrevería a decir que era el hombre más guapo que había visto en su vida pero, también parecía alguien peligroso.
-Permíteme guiarte – Draco le tendió su brazo a Hermione y esta lo tomó. Se sentía nerviosa, la primera impresión que se había llevado de los Muggles no le había gustado. Todas las mujeres que había visto hacía dos semanas en la tienda era una copia de Astoria, altivas y desdeñosas.
Como el día que había ido por el vestido, tomaron un carruaje. Anduvieron por las calles de Londres. Era muy bonito, los monumentos eran muy diferentes. Las calles estaban abarrotadas, probablemente esperando que la reina hiciera su recorrido hasta el lugar donde contraería matrimonio. Cuando el carruaje se detuvo, fue ayudada a bajar por su prometido. Caminar con ese vestido era realmente abrumador.
-¿Estás bien? –
-Sí, solo es un poco pesado, no sé cómo las mujeres pueden usar esto todo el tiempo – se quejó caminando lentamente.
-Si, parece un poco incómodo –
-Tu no pareces mucho más cómodo – comentó estudiándolo con la mirada. Los pantalones que llevaba puestos parecían haber sido cosidos sobre él.
-Y no lo estoy. Los Muggles son criaturas tan extrañas. No sé cómo pueden torturarse de esta manera – se quejó.
-No puedo estar más de cuerdo -
Su conversación se detuvo cuando irguió su cabeza. La recibió una imponente construcción de mármol blanco. Los techos eran enormes y las decoraciones eran delicadas piezas de arte. Para ese momento no se sentía impresionada, luego de ver el palacio y otros lugares de Londres, se había dado cuenta que los muggles amaban la ostentación.
Caminaron a lo largo del pasillo ante los ojos curiosos de los asistentes. Al llegar al final, un hombre los guio hasta sus asientos a los lados como si de un palco exclusivo se tratara.
-Le dicen Abadía – escuchó a su lado –
-¿Siempre se casan aquí los muggles? –
-No todos, solo algunas personas pueden hacerlo, las coronaciones también son aquí – le dijo
Escuchó el sonido de las trompetas y luego música exquisita. La reina estaba avanzando por el pasillo ataviada en un vestido blanco de gran tamaño. Parecía mucho más incómodo y pesado que el propio. Cuando llegó al final, a lo que el rubio en un susurro le había dicho era el altar, fue entregada a un joven de cabello castaño que la veía con sincera adoración.
-Parece amarla – comentó al aire.
-¿De qué hablas? – preguntó curioso el rubio.
-Él parece amarla, la forma como la mira –
-¿Cómo la mira? –
-Diferente, como si fuera su objeto más preciado – Draco lo pensó. Sí, definitivamente tenía una forma peculiar de mirarla. Se preguntó si aquella era la forma como él miraba a Astoria.
-¿Es así como me veo? – preguntó al aire el rubio.
-Así te veías – respondió distraída la castaña.
-¿Me veía? – volvió a preguntar.
-Sí, te veías – en ese momento pareció reaccionar ¿Qué rayos había dicho? Quiso darse un golpe- es decir, no he detallado últimamente como la miras, solo recordé la primera vez – mintió. Draco la miró escéptico pero lo dejó pasa.
-Puede ser un amor no correspondido – volvió a atacar.
-No lo es, esa mujer lo ama de la forma más pura que puede existir – respondió
-¿Cómo podrías saber eso? ¿También es por su forma de mirarlo? – preguntó con genuina curiosidad, ante lo que ella respondió con una risa bajita.
FLASH BACK
-Así que eres la prometida del rey – comentó Victoria mientras le ofrecía asiento a la castaña en el sillón frente al que ocupaba - ¿Tienes alguna preferencia de té?
-El té negro estaría bien – contestó aún sin sentarse embelesada con las decoraciones del salón -así es, soy la prometida del rey.
-No eres un poco…
-¿Menor? – completó mientras tomaba asiento y sonreía – lo soy ¿No sucede aquí?
-¿Qué exactamente? –
-Los matrimonios arreglados ¿No es el suyo también arreglado? –
-No, no lo es – le respondió sonriente
-¿Cómo ha logrado eso? – preguntó con curiosidad.
-Soy la reina, quizá usé eso – sonrió – Alberto no es lo que se espera de un consorte, pero, tampoco es un plebeyo. Solo tuve que imponerme un poco – explicó feliz.
-¿Le ama? –
-Con todo lo que poseo. No puedo pensar en una vida sin él –
-¿Una vida sin él?
-Así es, Alteza. Mi vida tiene sentido si él la comparte conmigo – terminó mientras una mucama depositaba el té en la mesa frente a ellas - ¿Usted… es decir… quizá…
-¿Lo amo? – la reina solo asintió – no, todo fue obra de mi padre. Me envió a Inglaterra cuando tenía once años – contó tomando la taza que le ofrecía la mujer – Draco fue obligado a aceptarme.
-¿Obligado?
-¿Debería confiar en usted? – preguntó la castaña sabiendo que la chica frente a ella no diría nada.
-Puedo decirle que sí, pero solo usted decidirá si lo hace. Algo me dice que podría entenderla mejor que cualquier – y Hermione estaba de acuerdo, ella estaba en la cima de la cadena alimenticia también.
-Francia tiene poderío militar o bueno, tenía más poderío militar –
-¿Por qué su padre la enviaría a casarse con alguien como él… bueno, quiero decir….
-Sé que quiere decir. Estoy segura de que ha sido aterrorizada por él – dijo burlona.
-Mi padre, es aún más aterrorizante. Ama el poder por encima de cualquier cosa ¿Qué mejor que casar a su hija con el rey de Inglaterra? Su decendencia tendría derecho al trono inglés –
-Entiendo, no sé qué debería decirle. Él no parece una persona fácil –
-No lo es. A veces lo odio pero, a veces puedo llegar a entenderlo. Fue rey muy joven y cuando fue obligado a desposarme, él ya estaba enamorado – confesó sintiendo una opresión en el pecho – ambos somos víctimas de la situación, solo creo que su forma de llevarlo es aparentando crueldad – le dijo sorprendiéndose a sí misma. Parecía que su lengua y su cabeza estuviera expulsando cosas que nunca se había detenido a pensar y esa reflexión la asustó. Sentía más empatía de lo que parecía prudente.
-Se puede llegar a amar, Hermione –
-Sí, pero no creo que sea nuestro caso. Tendremos que aprender a vivir con ello y tratar de dar lo mejor – Victoria no podía creer que aquella niña pudiera ser tan sabia. No nacían seres humanos tan inteligentes a menudo.
-¿Qué haría si su prometido ya no estuviera más a su lado? – preguntó con curiosidad ante la declaración de amor hecha por la mujer anteriormente.
-No podría dejar a mi pueblo solo pero, creo que mi alma se iría con él, sería solo un cascarón – Hermione pensó si ella sentiría lo mismo si Theo muriera. La respuesta la golpeó de frente, NO, ella no moriría ni sería un cascaron, ella seguiría viviendo, viviría su tristeza pero no moriría, después de todo tenía a Draco.
¿Tenía a Draco? ¿Por qué su mente había viajado de inmediato a los ojos grises de él? Se descubrió dando por sentado que jamás caería realmente porque él siempre saldría de la nada y la tomaría antes que diera contra el piso.
-La entiendo…-respondió abstraída en su propio descubrimiento.
-Ella me lo dijo – le respondió recordando - ¿Morirías si Astoria desapareciera?
-¿Por qué, estás pensando en desaparecerla? – respondió jocoso.
-No, desde luego no – respondió nerviosa.
-No, sin duda sentiría una profunda tristeza pero no moriría, hay otras cosas que me mantendrían de pie – era sincero. Él la miró profundamente, perdiéndose en sus ojos y lo supo, no moriría porque ella siempre estaría ahí, porque la naturaleza de su alma era tan pura que jamás lo abandonaría pese a sus acciones.
-¿Cómo qué? – ella también se perdió en su mirada, como siempre cuando tenían esos pequeños momentos de conexión, momentos en los que el mundo desaparecía y solo eran ellos dos.
-Eso es una biblia – dijo mientras apretaba su mano y la llevaba a sus labios rozando levemente el dorso de esta con sus labios – los muggles creen que ahí está consignada la palabra de Dios – siguió dando por terminado el tema anterior y soltando de nuevo su mano. Le había hecho una promesa sin usar palabras.
-¿Dios? –
-Los muggles creen en un ser superior, que nunca han visto. Le atribuyen la creación de la humanidad y para ellos, el poder del rey viene de Dios. Casarse es unir sus vidas bajo mandato de ese ser, pidiendo ser aceptados – explicó.
-Entiendo, no hay magia de sangre – reflexionó pensando en una boda mágica. En las últimas la ceremonia se trataba efectivamente de unir la magia de los cónyuges, era mezclar sus esencias mágicas.
-No, no hay magia de ningún tipo –
-Es una ceremonia preciosa – comentó.
-Es una ceremonia interesante – concedió parcialmente el rubio.
-Debe ser agradable.
-¿El qué? –
-Casarse enamorado, ¿No te gustaría? – inmediatamente se arrepintió de esa pregunta. Todo estaba yendo muy bien.
-Algunas personas no pueden tener todo – dijo el rubio tensándose –
-Al menos tú tendrás la esposa que se te impuso y la amante que amas – respondió sintiéndose triste de repente.
-Ten cuidado – antes de poder decir algo más, las campanas empezaron a sonar y los novios empezaron a caminar hacía la salida.
-¿Ha acabado? –
-Parcialmente, iremos al palacio al banquete – respondió fastidiado.
Después de eso solo hubo silencio. Desde la salida de la abadía hasta la llegada al salón y su posterior retirada al palacio.
-¿Siempre lo repetirás? –
-No sé a qué te refieres – claro que lo sabía pero deseaba desviar el tema.
-claro que lo sabes – le dijo acercándose a ella y tomando su brazo para acercarla a él.
-Solo dije algo que es verdad –
-¿Tratas de que acepte a Nott como tu amante?
-No, claro que no – respondió sin pensarlo, ella jamás había siquiera pensado aquello.
-No me mientas – rebatió acercándose a su rostro – claro que te gustaría estar en su lecho por las noches – sabía que estaba siendo desagradable pero, un sentimiento que no reconocía del todo estaba hablando por él.
Ella lo pensó. Clavó su mirada en la gris de él. Parecía enojado, como si sus sentimientos estuvieran en pugna.
-algunas veces no entiendo que esconden tus ojos – le dijo tomando la mano que con la que sostenía su brazo, pidiéndole con sutileza que la soltara – pareces lleno de miedos, pero no sé a qué le temes.
-No sabes nada en realidad –
-No, es verdad. Nos casaremos con alguien de quien no sabemos nada – concedió manteniendo su mano sobre la de él y volviéndose a perder en sus ojos.
-¿Crees que eso es lo más importante? – preguntó el rubio soltándola para luego acunar su rostro con sus manos.
-No lo sé, de hecho sé muy pocas cosas. Sé que ahora mismo estás siendo genuino. Tus ojos se ponen del gris más claro que he visto en mi vida – le susurró bajito.
-¿Cómo puedes saber eso? - le dijo pegando sus frentes.
-Te he observado, desde el momento que llegué. Tus ojos siempre parecen inescrutables, pero, a veces, dejas que se caía esa mascara de gris profundo y perpetuo – suspiró siendo su aliento cerca de su rostro.
-Aun no entiendo cómo puede un alma tan pura haber llegado a mis manos – ella mantuvo sus ojos en los de él. Aquel momento era éxtasis puro y lo sentía por el latir acelerado de su corazón.
-Yo…Yo… - vocalizó tratando de buscar algo con qué responder.
-Eso me detiene de usar mis dragones ¿Acaso podrían culparme por no querer soltar un alma como la tuya? – dijo rozando sus labios haciendo que ella cerrara sus ojos, olvidándose del mundo.
-¿Me dejarías caer? –
-Jamás – respondió para luego besarla. No sentía remordimientos, sentía que necesitaba aquello, sentía que ese era el lugar en el que debía estar.
Era labios tan tiernos y jugosos, ella era inocente. Era una piedra preciosa que debía ser cuidada y tratada con delicadeza. Fue solo un beso tierno, sin pasión ni profundidad. Cuando se separaron abrió los ojos y encontró que ella suspiraba sin abrir los propios.
-Tampoco te dejaría caer, Draco – susurró para después salir corriendo presa de sus emociones, con el rostro colorado y por el corazón acelerado.
¿Cómo era posible que en algunos momentos pudiera odiar con todas sus fuerzas a aquel hombre y en otros sentir la imperiosa necesidad de no apartarse de su lado, de sostenerlo antes de que se cayera. Todo era muy confuso.
¿Qué tal? Pues si les gustó, dejen su lindo comentario.
No suelo hacer eso de dejar link de descripciones de ropa, pero, por alguna razón quise hacerlo por esta única ocasión. Investigué un poco sobre los vestidos en la época Victoriana y también en la ropa interior, en ese momento no se usaba armazón si no muchas capas de ropa interior para darle volumen al vestido.
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Aquí me permití otra licencia creativa, la reina Victoria se casa con Alberto de Sanjonia en 1840.
