"¡Ojalá te mueras!"

Midoriya Izuku, un pecoso peliverde, despertó sobreexaltado. De nuevo había tenido esa pesadilla que lo atormentaba desde la niñez.

Eran las cuatro de la mañana. Aún era muy temprano para salir a correr y no podía dormir después de ese mal sueño; así que sacó su teléfono celular y se puso a mirar algunos apuntes que había hecho en clase en lo que daban las cinco de la mañana.

Esa pesadilla recurrente era un secreto para sus compañeros de dormitorio, pero no tanto para su madre.

Cuando era pequeño se despertaba llorando, pero con el pasar del tiempo él aprendió a controlarse y empezó a ocultarle a su mamá las pesadillas; y con esto ella descartó la idea de que lo viera un terapeuta.

Llevando la culpa y el arrepentimiento a cuestas, Midoriya había decidido convertirse en el héroe que su amigo de la infancia no pudo; aunque el sabía muy bien que el convertirse en héroe no borraría las últimas palabras que le dijo, pues él esperaba con eso poder redimirse un poco por lo que había hecho, ya que siempre se reprochaba a si mismo por haberle deseado la muerte a ese niño, aún cuando él era víctima constante de sus burlas por no tener particularidad, sus insultos y golpes.

Por más enojado y harto que estuviera de los malos tratos, no era razón suficiente para gritarle que se muriera. Sabía qué hacer eso no solucionaría nada, es más, empeoraría la situación, pero él se sintió por un momento liberado, al decirle eso.

Macabramente, un par de días después de que le dijera esas palabras, parecía que el rubio había cumplido su deseo, llevándose consigo a sus padres.

Y aunque Allí Might, el héroe número uno, lo había reconocido como un digno sucesor y le tuvo la suficiente confianza para heredarle su particularidad, "One For Allí", Midoriya no se sentía digno de esa confianza; sin embargo, estaba agradecido por haber obtenido una particularidad, ya que él estaba determinado a ser un héroe por aquél que fué su amigo en la infancia, más que por su propio deseo de ser héroe y la admiración que sentía por All Might.

Pero nadie sabía, ni si quiera imaginaba, que esa personalidad apagada que no abandonaba a Izuku y que parecía algo contradictorio a sus lapsus de alegría o su manía de murmurar, escondiera la culpa de una muerte que él invocó para una persona, para alguien que tenía un futuro brillante y prometedor y que ahora reposaba tres metros bajo tierra junto a sus padres. Esa persona era Bakugo Katsuki.

—Midoriya-kun, ¿te sientes bien? —Le preguntó Asui Tsuyu (una chica que tenía varías características físicas similares a las de una rana) cuando lo vio tomar la silla para sentarse.

—Sí, estoy bien. Estoy un poco cansado porque ayer me quedé despierto hasta tarde estudiando.

—Debes cuidar más tu salud. Si no lo haces podrías enfermar Midoriya-kun. —Le regañó un chico muy alto y con lentes, Iida Tenya, quien era el delegado del grupo 3-A de la Academia UA, lugar muy prestigioso en cuanto a la educación de futuros héroes se refería.

—No sé por qué lo sigues regañando, Iida-kun, el siempre termina haciendo lo mismo. —Intervino Uraraka Ochaco, una joven de ojos y cabello castaño con mejillas sonrosadas.

La discusión fue parada por Yaoyorozu Momo, una chica que era la subdelegada del grupo de 3-A y quién apuró a sus compañeros a que terminasen de desayunar para ir a clases.

Las clases transcurrieron normalmente, o eso es lo que parecía. Uraraka se notaba un poco preocupada por su amigo Midoriya, pero no sabía qué hacer. El chico siempre había sido un poco reservado; y a pesar de ser amigos desde el primer año, aún había muchas cosas que no conocía de él, o por lo menos eso pensaba ella.

Midoriya estaba en la mesa con sus compañeros mientras tomaban el almuerzo. Cuando iba a empezar a comer, se sentó a su lado Todoroki Shoto: un joven con cabello mitad albino, mitad rojo, ojos heterocromaticos y una cicatriz en el lado izquierdo de su rostro.

El recién llegado saludó a todos y se sentó a comer silenciosamente, igual que Midoriya. Ambos eran de pocas palabras y se enfocaban en terminar sus alimentos.

Todoroki al inicio, cuando conoció a Midoriya, pensó que era alguien muy serio; pero luego empezó observarlo más y se dio cuenta de que el peliverde no era serio, sino que él tenía una personalidad apagada, como si no tuviera ganas de vivir. Y eso le llamó la atención de él.

El heterocromático no sabía cómo, pero él y Midoriya se habían vuelto cercanos, si se le podría llamar alguna forma. No sólo porque el peliverde lo ayudó con ciertos problemas personales que tenía, sino porque al parecer ambos ocultaban un pasado doloroso, o por lo menos eso pensaba. Pero aunque no supiera lo que pasaba por la cabeza de Midoriya, él no se podía imaginar que el chico estuviera atormentado por la muerte, el arrepentimiento y la culpa.

De lo poco que sabía del pecoso que llamaba amigo, era que tenía padres que lo amaban y que era hijo único; inclusive conoció a su madre, en una persona muy amable y encantadora.

Aún así no se explicaba porqué Midoriya, alguien con la vida que tuvo, normal y con el amor de una familia, tuviera esa personalidad, que en ocasiones le parecía deprimente.

Pero no sólo Todoroki, sino también todos sus compañeros de clase, pensaban que Midoriya era un chico raro. Se miraba muy serio pero en ciertos momentos se ponía a murmurar, dando un poco de miedo; y más con esa aura sombría que despedía.

Ese peliverde sombrío a veces reaccionaba muy nerviosamente o se le notaba muy emocionado en algunas ocasiones en las que All might hacía su aparición; acciones que a los ojos de varios de sus compañeros, más que una persona rara, lo volvían alguien misterioso.

—He terminado mi almuerzo, regresaré al aula para estudiar un poco. —Habló Midoriya levantándose de la mesa y recogiendo sus platos.

Sus compañeros no le dijeron nada, sólo asintieron y lo despidieron.

No era nada raro que Midoriya, después de terminar de comer, regresara al salón para seguir estudiando. Era muy difícil convencerlo de que se quedará con ellos en la mesa a platicar un rato.

—Hoy Midoriya-kun ha estado un poco extraño, ¿no lo creen. —Dijo Uraraka un poco preocupada una vez que el chico se hubiera alejado de la mesa.

—Probablemente esté preocupado por los exámenes finales. —Rspondió Todoroki.

—No no sé, Ochaco tiene razón. Hoy ha estado un poco raro. Siempre he pensado que Midoriya no nos considera sus amigos y que solamente está con nosotros para no estar solo. —Dijo Asui colocando su dedo sobre el mentón e inclinando ligeramente la cabeza.

En el rostro de Uraraka se dibujó una mueca triste. A veces ella también pensaba eso. Pese a que Midoriya se juntaba con ellos y convivían como si fueran amigos, siempre lo había sentido un poco distante; aunque les había demostrado en más de una ocasión que se preocupa por ellos.

—Midoriya es Midoriya. Él no es una mala persona y es el primero que se lanzaría ayudar a alguien que está en problemas.

Los jóvenes en la mesa se quedaron callados, Todoroki tenía razón. Simplemente dieron por zanjado el tema y continuarom conversando de otras cosas.

Ya había pasado un mes desde que Bakugo había salvado a la chiquilla. Aunque aún no conseguía trabajó por mirarse muy pequeña, en ese mes ella había ganado peso y sus mejillas estaban un poco regordetas y sonrosadas. La ropa que le había comprado Bakugo ya no le quedaba floja e inclusive se miraba con más energía.

—¿Aún no encuentras trabajo?

—No, Bakugo-san.

—Parece que te puse en engorda, mira esos cachetes. —Dijo el joven a tono de burla—. Y por cierto, te he dicho que me digas Watanabe, ya sabes que no me gusta Bakugo. —Agregó con un semblante serio.

—Perdón, se me olvida.

Lamento vivir aquí sin aportar dinero a la casa, Watanabe-san. Por mi culpa ha tenido que retrasar su mudanza a un mejor barrio.

—Mientras sigas limpiando la casa y lavando mi ropa tengo... por el momento.

La chica agachó la cabeza y se notaba la tensión en sus brazos. Bakugo, para aligerar el ambiente, habló de nuevo.

—De todas formas que te veas mas repuesta quiere decir que ya te estás alimentándo bien. Cuando llegaste aquí parecías un palo. —Le dijo a la vez que apretaba una de las mejillas de la chica.

—Auch, cierto... Antes de que estuviera en la calle, solo comía un tazón de arroz una vez al día si conseguía suficiente dinero... —Dijo con notable tristeza en sus palabras.

—¿Qué hacías antes de que te encontrara en la calle? —Bakugo preguntó por curiosidad. La había estado observando y no parecía una niña de la calle, tal vez era un poco como él.

—No me gusta recordar eso pero ya que usted me ha dado comida y techo no creo que sea tan malo contárselo.

Bakugo se acomodó en el tatami y la chica empezó a contarle su historia.

—Yo antes no vivia en la calle, tenía padres. Ellos fallecieron durante un maremoto. La única familia que tenía era un tío, hermano de mi mamá.

Viví con mi tío y su esposa casi dos años, hasta que se divorciaron y mi tío y yo nos fuimos a vivir con un amigo de él.

Él empezó a beber y perdió su trabajo. Después, por sujerencia de su amigo, mi tío empezó a mandarme a la calle a pedir limosna.

La situacion empeoró, y si no juntaba suficiente dinero, no me daban de comer el resto del día; hasta que al final solo me daban comida si llevaba la cantidad que ellos querían.

Luego empezaron a golpearme por no llevar suficiente dinero, aunque casi siempre el que me golpeaba era el amigo de mi tío.

Ya no soportaba vivir asi. Así que un día espere a que ellos estuvieran dormidos de borrachos y me escapé. Corrí todo lo que pude y pedía dinero para comprar algo de comer. Eso fue difícil, porque también tenía qué esconderme de la policía. Robaba comida de la basura e inclusive en alguna ocasión robé de los plantíos de los agricultores.

Yo solo caminé hasta llegar aquí. Estuve escondiendme en los callejones y un día me encontraron esos hombres y...

—Esa parte de la historia ya la sé, no necesitas contarla. —Interrumpió Bakugo al notar que Megumi quería llorar—. Ya decía yo que tú no eras una niña de la calle, somos parecidos.

—¿Eh?

—Mis padres también murieron cuando yo era niño y tuve que arreglármelas en las calles.

—¿Puedo preguntar qué edad tenía?

—Díez. —Dijo con seriedad en su voz pero ella no se dió cuenta.

—Creo que ha sido alguien inteligente y afortunado al poder sobrevivir ileso.

—¿Le llamas afortunado vivir en este cuchitril?

—Es mejor que vivir en una casa que huele a alcohol y orines.

Bakugo se levantó y salió de la habitación.

—Voy a hacer la compra. —Dijo antes de abrir la puerta y salir de la casa.

El joven, en vez de ir al distrito comercial, caminó hacia un parque y se sentó en una banca mirando al cielo.

—Siempre es incómodo hablar con ella, me hace recordar el pasado. —Suspiró.

Se lamentaba haber bajado la guardia cuando la conoció y decirle su nombre verdadero; aunque por fortuna solo le había dicho su apellido, le había dado su nombre falso, Daichi.

Hora y media después regresó con la despensa y algunas otras cosas. Mientras ordenaban la alacena, ellos conversaban.

— ... y entonces, Ba, Watanabe-san, ¿en verdad su jefe del bar le dijo que ya no volviera?

—Sí. El ministerio de salud tiene en la mira al bar y como no quiere que le pongan alguna multa me corrieron, aunque les dije que podía conseguir un papel que dijera que me daban permiso para trabajar ahí.

—Eso es malo. ¿Y ahora qué tipo de empleo se buscará?

—Algún trabajo en una cocina. Me gustaría conseguir algo que no sea de cara al público pero no me puedo poner exigente. Tendré que trabajar en dónde me paguen bien o me quieran contratar.

—¿Para eso es el tinte?

—Sí. De cualquier forma, las personas con las que trabajo en el restaurante en la mañana y la gente del bar, se piensan que tengo el cabello teñido.

Con el cabello negro me veré más formal y podré conseguir un trabajo más rápido.

—Entonces... ¿considera apropiado que yo me cambié mi nombre? Es probable que mi tío me esté buscando y no quiero regresar con él.

—A mí no me importa lo que tú quieras pero si te vas a quedar conmigo es mejor que lo hagas así nos evitaremos problemas.

—Entonces para evitar problemas, Watanabe-san, ¿cree que podamos fingir que somos hermanos?

—¡Qué mierda! Hermanos, ja, ja, ja. ¡Ni en tus sueños!

—Bu- bueno, hermanos, hermanos no pero, podríamos decir qué somos hijos del mismo padre.

—No es mala idea pero entonces fabricarte los papeles falsos me generará más gasto y tardaré más tiempo en salir de esta pocilga. Es una joda que tú no puedas conseguir trabajo, sólo estás de mantenida.

—Lo siento... No me han querido contratar si mis padres no vam con el gerente para autorizar que me empleen, además de que me piden ser buena estudiante y...

—Si en dos semanas no consigues un trabajo de lo que sea, solo te voy a dar una comida al día. Estas advertida.

—Entiendo. Sé que todo este tiempo solo he sido una carga para usted y que simplemente cocinar y limpiar la casa no es suficiente, pero me seguiré esforzando en encontrar un empleo.

—Eso espero.

Dicho esto, tomó la bolsa que contenía el tinte de cabello y fue al baño. Tenía pensado dejarselo crecer aunque sería más trabajo teñírselo, pero así sería menos reconocible, por si alguna vez se encontraba con alguien que lo recordara; cosa que no creía posible pues era muy pequeño cuando desapareció y oficialmente ya lo habían dado por muerto.

Nunca estaba de más ser cuidadoso.

Hola a todos y gracias por leerme. Me esforzaré para traerles un nuevo capítulo el próximo mes, mi situación es un poco complicada y no puedo escribir como antes.