Había llegado junio y con ello las lluvias.
Ese día, Midoriya había ido a su casa con un permiso especial, pues su abuela estaba enferma y ayudaría a su madre a cuidarla.
La anciana, casi rogándole, le pidió a su nieto que fuera comprarle unos dulces tradicionales y este, incapaz de decirle que no, accedió.
Desafortunadamente él había olvidado su paraguas, y cuando llegó al pequeño establecimiento, estaba muy mojado.
—Buen día joven, ¿qué se le ofrece?
Una anciana que se miraba mucho más vieja que su abuela le recibió.
—Buenas tardes, señora. Vengo por algunos dulces. —Le respondió con cortesía y le entregó la lista que le había dictado su abuela.
—Niña, por favor, ¿podrías atender al joven?
—Sí señora, permítame un momento por favor.
En 2 minutos llegóuna jovencita de cabellera negra, atada en una coleta y ojos color amarillo, como los de un gato. La joven saludó al muchacho peliverde y enseguida recibió el papel de la manos de la anciana. Dio una pequeña reverencia y empezó a surtir la lista.
—En estos tiempos es sumamente raro que un jovencito sea cortés y guste de comer esta clase de dulces tradicionales. Dijo la anciana depositando el cambio en la pequeña charola que se encontraba en el mostrador.
—Oh, no son para mí, son para mi abuela. Ha estado un poco mal de salud y tal vez comer estos dulces la animen.
—Tu abuela es afortunada al tener a un nieto como tú.
Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro serio de Izuku y guardó las monedas en su pantalón.
—Toma un dulce de este jarrón, es cortesía de la casa. —La anciana le dijo amablemente y el chico, un poco sorprendido, tomó el caramelo.
Le dirigió una reverencia y antes de salir del establecimiento, la muchacha le dio un paragüas.
—Tome, aún está lloviendo y si se sigue mojando se podría enfermar.
Izuku pensó en rechazarlo pero la lluvia aún estaba un poco fuerte y no quería dejar esperando a su abuela.
—Gracias. Luego lo devolveré. —Dio una pequeña reverencia antes de retirarse.
Una vez que su abuela comió los dulces y se durmió, Izuku fue a su habitación y tomó el dulce de su escritorio. Se sentó en la silla y empezó a degustar el caramelo. Se sorprendió por lo bien que sabía y comprendió por que su abuela le pedía con ahínco que le comprara golosinas.
—Tendré que regresar a devolver el paragüas. —Se dijo con tranquilidad. Aunque sería complicado poder volver a la dulcería por la regla de los dormitorios en la academia.
Por un momento pensó en pedirle a su madre que le comprara dulces de esa tienda pero sería mejor hacerlo por sí mismo. Dentro de unos meses se graduaría y al fin podría hacer su debut como héroe profesional. Podría comprar algunos dulces y darlos como agradecimiento a sus profesores y a su pequeño grupo de amigos.
—Hermano, pensé que vendrías a recogerme antes.
—Se me juntó el trabajo, lo siento. Vámonos ya.
La chica se despidió de la anciana y juntos fueron caminando hacia su morada.
—Es un fastidio venir por ti todos los días y fingir que soy tu hermanito querido.
—Disculpa las molestias que te doy, Daichi-oniisan, pero la anciana se preocupaba mucho al ver que yo regresaba sola a la casa.
—Sí, lo sé. Después de todo te fue muy complicado conseguir ese empleo, es un pequeño sacrificio.
—No sé me había ocurrido preguntar pero, cuando eras más joven, ¿no se te dificultaba conseguir empleo?
—No tanto. Casi siempre donde buscaba trabajo era en el campo. Además en esa época no estaban tan rigurosas las leyes contra el empleo infantil; así que tuve oportunidad de sobrevivir trabajando.
—Esa ley es una tontería. La gente no piensa en que habemos niños que no tenemos padres y necesitamos trabajar.
—Entonces te dirán que vayas a cuidados infantiles en caso de no tener un tutor responsable, aunque tienes razón, Ayumi. Esa ley es una mierda, no siempre los tutores son competentes para cuidar a un niño.
El tiempo que llevaba viviendo la niña con Bakugo, había logrado tenerle un poco de confianza y platicar tranquilamente con él; aunque esa convivencia dejará como resultado que ella aprendiera malas palabras y a veces se le salían sin pensarlo.
En ocasiones, cuando la escuchaba maldecir la anciana con la que trabajaba, le regañaba y decía que no era propio de una señorita usar ese vocabulario, así que empezó a tener cuidado con lo que decía, por lo menos durante su horario de trabajo.
A Ayumi no le molestaba lo mal hablado que podía llegar a ser Daichi. A su modo, el joven era una buena persona; además ella estaba acostumbrada, pues el amigo de su padre era muy grosero y siempre le dirigía a ella alguna palabrota con intención ofenderla y hacerla sentir mal.
Así que lo que Bakugo hiciera con su vocabulario no le afectaba a la chica, es más, hasta ya sabía de que su forma de hablar en ocasiones era como una muletilla que el ojirojo intenta erradicar, todo con tal de sonar lo más maduro posible y que jamás sospecharan que él no era lo que decía ser, aunque a veces se le escapaba alguna mala palabra.
Dos semanas después, Izuku regresó a la tienda de dulces tradicionales a devolver el paraguas.
La anciana no se encontraba en el lugar por lo que Ayumi se atrevió a entablar una conversación con el peliverde
—Gracias por regresar el paragüas. ¿Viene de la escuela?
—Sí. Es raro que podamos salir en esta época por los dormitorios pero como somos estudiantes de tercer año nos han permitido ir de regreso a nuestras casas. —Respondió Midoriya un poco incómodo, pero la chica no lo notó por la emoción.
—¡Espere! ¿¡Usted estudia en UA, la academia de dónde se graduó All Might!?
—¿Eh? Sí, la misma...
No le sorprendía ya esa reacción a Midoriya, la academia UA era muy famosa, no solo por su nivel académico, sino porque precisamente el que fuera llamado "el héroe número uno" era uno de los egresados de la institución. En ese momento pensó que era bueno estar solo en los dormitorios, así la gente no lo detenía para preguntarle cosas de All Might.
—¡¡No lo puedo creer!! —Sus ojos brillaban de la emoción—. Nunca imaginé conocer a alguien que estudiara donde mismo que All Might, ¡es mi héroe favorito!
Estás fueron las palabras mágicas. La mirada de Izuku, que siempre se notaba sería, adquirió un matiz reluciente. Se emocionó al escuchar aquellas palabras.
—¿Qué es lo que más te gusta de él? Perdón, no me he presentado. Mi nombre es Midoriya Izuku de la clase 3-A en la Academia UA.
—Mmm, no sé... muchas cosas. Creo que me gusta lo fuerte que era y como sonreía a pesar de todo. Me gustaría ser tan valiente como él. Disculpa por hacerte perder el tiempo. Soy... Watanabe Ayumi, mucho gusto. —Colocó sus manos al frente y dio una reverencia.
—¡N-no te preocupes! Siempre es agradable conversar con alguien de All Might. —Se escuchó la puerta abrirse—. Bueno, me retiro, al parecer llegó un cliente. En otra ocasión con más calma podríamos conversar sobre All Might o algún otro héroe pero una cosa: no puedo conseguirte autógrafos.
—Yo no pediría eso, sería abusar de su amabilidad. Esperaré con ansias volverlo a ver.
Izuku dió una reverencia y salió del lugar mientras la chica regresaba al mostrador.
El joven llegó a su casa, su madre lo esperaba con un pastel y su platillo favorito: katsudon.
—¿Pasó algo, Izuku? —Le preguntó su madre al notarlo muy relajado, ya que siempre tenía un semblante serio y parecía preocupado.
—Hoy conocí a alguien que le gusta All Might. —Esbozó una sonrisa, que hizo que su mamá llorara de la alegría pues pocas veces veía a su hijo sonreír. Sabía que tenía amigos que lo estimaban pero aún así se preocupaba por Izuku, a veces le parecía solitario.
—Me da mucho gusto. Tal vez en vacaciones podrías invitar a esa persona a la casa.
—No creo que sea apropiado, mamá. Trabaja y posiblemente le incomode venir a la casa de un chico mayor.
—Está bien, hijo. Pero si quieres invitar a alguien a casa no dudes en decírmelo. —Le sonrió y comió otro bocado de arroz. No quería presionar a su hijo, esperaría a que él se sintiera listo. A pesar de que ya casi sería un adulto no podía evitar preocuparse. Su hijo necesitaba ser más abierto, volver a ser como antes de que Katsuki, el amigo de la infancia de Izuku, se fuera. No podía hacer mucho pero procuraba darle la confianza para invitar a sus amigos o salir de casa y apoyarlo en cada decisión que él tomara.
A partir de este momento nacería una amistad entre los dos jóvenes, alimentada por la admración a los héroes e ignorando la diferencia de edades.
Después de siglos actualizo, discúlpeme. Dentro de unos días agregaré el siguiente capítulo, no sé pierdan, pues hará aparición un personaje querido por muchos.
