Capítulo 5: Fethry
Donald no había esperado que Fethry lo visitara tan pronto. El día después de su visita al cine, muy temprano en la mañana, se había presentado en su casa. Era usual que su primo se encontrara navegando en el mar en compañía de Moby Duck y al ser tan distraído solía perderse de muchos eventos importantes en las vidas de sus seres queridos.
Cuando Donald abrió la puerta se encontraba cargando a Huey. El pequeño acababa de comer y necesitaba que le sacaron los cólicos. Dewey y Louie seguían dormidos, pero Donald sabía que era cuestión de tiempo antes de que ambos patitos, especialmente Dewey, se despertaran y reclamaran por comida o por cualquier cosa que les molestara.
—No sabía que tenías hijos —comentó Fethry sorprendido al ver a Donald cargar con un patito.
—Son de Della —al ver la expresión de Fethry se apresuró en agregar —, yo tampoco sé quién es el padre. Un día simplemente nos dijo que estaba esperando y otro desapareció sin dejar rastro.
Hablar sobre Della era doloroso, pero eso no evitó que le contara a su primo todo lo que sabía sobre su partida. Sabía lo mucho que Fethry quería a Della y lo mucho que le dolería el que no lo tomaran en cuenta. Scrooge no le había hablado sobre la Lanza de Selene y él se dijo que no cometería ese mismo error.
Pudo notar la tristeza en la expresión de Fethry, pero no enojo. No era algo que resultara extraño para Donald. Fethry podía ser un tanto, muy excéntrico y meterlo en muchos problemas, pero no era alguien rencoroso ni poseía un carácter tan volátil como el que tuvo Quackmore Duck.
—¿Necesitas ayuda?
—La abuela, Panchito, José y Daisy estuvieron ayudándome los primeros días. Estaba por ir al trabajo…
—¿Y quieres que yo cuide de los niños?
—No es necesario, contraté a una niñera.
Fethry lo ignoró e inmediatamente comenzó a hablar de lo feliz que estaba al cuidar de sus sobrinos y de los planes que tenía para los cuatro. Donald intentó convencerlo de que no era necesario, especialmente después de escucharlo hablar. Quería a su primo, pero muchas de las actividades que tenía planeadas no sonaban apropiadas para niños.
Fethry no se marchó cuando llegó la niñera y Donald tuvo que convencerla de que se quedara. Él necesitaba regresar a su trabajo y no estaba seguro de que dejar a los niños solo, o con Fethry fuera una buena idea. La mujer terminó por acceder, pero ese fue el último día en que trabajo para Donald Duck.
Donald tuvo varios problemas para concentrarse en el trabajo. Por más que lo intentaba no podía dejar de pensar en sus sobrinos y preguntarse si era demasiado pronto para retomar su trabajo. Su falta de concentración y su mala suerte hicieron que en más de una ocasión tuviera problemas con la máquina ensambladora y que hiciera más de una visita al hospital de la fábrica.
Lo primero que Donald vio al regresar a su casa fue el rostro enojado de la niñera. Los patitos eran pequeños por lo que no creía que le hubieran dado muchos problemas, al menos no más de los que podía lidiar. En cuanto a Fetrhy no podía decir lo mismo. Sabía que no haría nada para que la niñera renunciara, al menos no con esa intención, pero también lo excéntrico y exasperante que podía llegar a ser.
—Renuncio —le dijo —, y nada de lo que diga podrá convencerme de lo contrario. Vine aquí a cuidar de tres patitos, no de cuatro y menos de una tan especial como lo es el más grande.
—Pero ¿Quién cuidara de mis sobrinos?
—Ese no es mi problema.
Lo primero que Donald notó al entrar a su casa bote fue el aroma de espagueti y un enorme desorden. Corrió desesperadamente hasta dar con los patitos. Verlos hizo que se sintiera mucho mejor. Sus sobrinos se encontraban dormidos tranquilamente en sus cunas. Los revisó con mucho cuidando, procurando no despertarlos mientras buscaba alguna herida o pluma fuera de lugar. Todo estaba bien.
—La comida estará lista en cualquier momento —le dijo Fethry.
La forma tan repentina en que apareció hizo que Donald se sobresaltara. Lo primero en que pensó fue en preguntarle qué había hecho para que la niñera renunciara, pero luego se dijo que por el bien de su salud mental era mejor quedarse con las dudas. Nada había pasado así que solo tendría que buscar a alguien más para que cuidara de los trillizos.
—¿Ves? Te dije que podía cuidar bien de ellos.
—Mañana debo volver al trabajo y no tengo niñera —Donald hizo una pausa, preguntándose si era lo correcto seguir. Sabía que no era la primera vez que Fethry cuidaba de un bebé, pero en esa ocasión lo había tenido a él y a Gladstone para ayudar con el cuidado de la pequeña Lucy (1) —. ¿Puedes cuidarlos en lo que busco una niñera?
—Cuenta conmigo, primo —respondió Fethry notablemente feliz —. Te aseguro que no te arrepentirás de tu decisión.
—Eso espero —murmuró Donald.
Si Fethry lo escuchó, fue algo de lo que Donald no llegó a enterarse, pues no dio señal alguna de sentirse ofendido por el comentario de su primo. Todo lo que hizo fue arrastrarlo hasta la cocina, lugar en donde había dos platos servidos.
Donald le agradeció a su primo por la comida. Había sido un día agotador en el trabajo por lo que no tenía fuerzas, o ánimos, para cocinar, pero sí mucha hambre. Fethry se quedó esa noche a dormir a la casa bote y fue el primero en despertarse. Donald, quien había tenido problemas para dormir por los trillizos, se sintió aliviado al ver el desayuno que su primo le había preparado.
Los trillizos comenzaron a llorar poco después de la medianoche. Donald intentó calmarlos, pero era inútil. Revisó sus pañales, pero estaban limpios. Intentó alimentarlos, los tres rechazaron el biberón. Revisó la temperatura y todo estaba bajo control. Trató de recordar lo que había leído en los libros sobre paternidad y los consejos de la abuela sin lograr dar con algo que pudiera explicar el llanto de sus sobrinos.
Probó con arrullarlos y obtuvo mejores resultados, aunque no los esperados. Cada vez que lograba hacer que uno de los patitos se quedara dormido, los demás lloraban provocando que se despertara y que llorara con más fuerza. Probó con cargar a los tres, pero en sus manos solo cabían dos.
Donald nunca imaginó que se sentiría tan feliz de ver a Fethry como lo estaba en ese momento. Su primo tomó a Huey entre sus brazos y comenzó a mecerlo con suavidad provocando lentamente que su llanto comenzara a disminuir de intensidad.
Cuando estuvo más calmado comenzó a cantar una canción que había escuchado poco antes, la misma que Della había escrito para sus pequeños cuando estos aún eran huevos y la idea de ir al espacio era solo un sueño loco y distante. Aunque su voz no era la mejor, la canción tuvo el efecto deseado, sus sobrinos y Fethry se durmieron arrullados con su canto.
Besó las frentes de los patitos y se preparó para dormir. No pudo hacerlo por mucho tiempo. El despertador sonó indicándole que debía presentarse al trabajo. Maldijo por lo bajo y se apresuró en preparar el desayuno para él, para los niños y para Fethry. Sabía que de retrasarse una vez más o de tener otro accidente su trabajo peligraba, pero eso no evitó que se volteara en más de una ocasión preguntándose si hacía lo correcto al confiar en su primo.
Ese día trató de enfocarse en su trabajo para alejar las preocupaciones. Tomó medidas de seguridad extra para evitar los accidentes. Su bienestar era lo que más le preocupaba y no tanto la idea de perder el tiempo o su trabajo. Si había algo que su mala suerte le había enseñado era a nunca subestimar los problemas que esta podría causarle y la manera en que podría verse afectado.
Al llegar a su casa lo primero que hizo fue ver a sus sobrinos. Estos se encontraban dormidos en su cuna y Fethry al lado de ellos, con un libro en su regazo. Donald sabía lo inquietos que podían llegar a ser sus sobrinos, pero por lo que pudo ver su primo tenía la suficiente energía para rivalizar con ellos.
—Preparé la cena —le dijo Fethry.
Donald corrió hasta la cocina temeroso del desastre que su primo pudiera haber provocado. Encontró los platos sucios y el piso mojado. Esto último no fue algo que pudiera ignorar pues fue tal su prisa que resbaló y chocó con el fregadero, provocando que todos los platos que estaban sobre este le cayeran encima y que más de la mitad se rompieran.
—Será mejor que te ayude con eso —le dijo Fethry. No parecía molesto por su accidente, pero sí un tanto afectado al verlo tan lastimado.
Donald se paró con dificultad. Ninguna de sus heridas era de gravedad, pero sí muchas y, sumado a la caída, resultaban dolorosas. Negó la ayuda de Fethry, conocía a su primo lo suficiente para saber que, pese a que sus intenciones siempre eran buenas, los resultados de sus planes no siempre coincidían con sus intenciones.
—Preferiría que cuides de los niños —le dijo en un intento por no lastimar sus sentimientos. Después de haberlos dejado todo un día a su cuidado sentía que podía confiar en él dicha tarea.
No era algo que hubiera dicho en voz alta, pero sí algo que había notado. Desde que Fethry había comenzado a viajar con Moby Duck pudo ver como, pese a conservar sus excentricidades, había desarrollado cierto grado de madurez y se volvía más confiable en cuanto a relaciones interpersonales.
Notas autora:
(1) Referencia al cómic: Tres patos y un bebé. Donald y Fethry pasaban las vacaciones en una cabaña cuando Donald encontró a una bebé abandonada.
(2) Moby Duck es un personaje de una serie de cómics "Las crónicas de Bahia".
