Capítulo 11: Ramo de novia
Minnie observó con orgullo el salón en el que se celebraba la boda de Donald y Daisy. Sus amigas habían trabajado arduamente para que todo estuviera listo y se adecuara a los deseos de Daisy.
El vestido había sido una de las tareas que más tiempo les había tomado, pero no necesariamente una que encontraran molesta. Ambas habían disfrutado de probarse diferentes vestidos y de posar por ellos. Daisy había hecho varias sugerencias que fueron bien aceptadas por la encargada de la tienda.
Minnie sabía lo mucho que a Daisy le gustaba el diseño, ver que, no solo sus ideas eran aceptadas sino que se le pedía permiso para incluirlas, era algo que la llenaba de orgullo.
Donald no se había involucrado mucho. Entre su trabajo y los niños no tenía mucho tiempo. Minnie no lo juzgaba y sabía que Daisy tampoco lo hacía. Ambas lo habían visto quejarse de la trabajadora social que había dicho que sus sobrinos tenían retraso, algo que ella no entendía, los trillizos no solo le parecían adorables, sino que también muy listos. Minnie sabía lo mucho que se esforzaba para poder llevarlos a las terapias en la escuela de aprendizaje especial. No siempre podía hacerlo y Minnie, junto a Daisy, lo habían cubierto.
—¿Me concede algunas palabras? —le preguntó Charlotte, compañera de Daisy en el Calisota Times.
Minnie asintió. Si bien era cierto que no disfrutaba de ser el centro de la atención también lo era que no tenía problemas en dar unas cuantas palabras, especialmente si era una amiga de su mejor amiga.
—¿Desde hace cuánto conoce conoce a conocerlos recien casados?
—Mi madre y la de Daisy son amigas por lo que crecimos como hermanas. Es un poco vergonzoso, pero teníamos un manual de la amistad. Cuando crecimos nos dimos cuenta de que era absurdo, pero en su momento fue muy importante para nosotras. A Donald lo conocí cuando estaba en la escuela, él era el estudiante nuevo y alguien imposible de ignorar, siempre se estaba metiendo en problemas, aunque no lo hacía con mala intención.
—¿Alguna anécdota que quisiera compartir?
Minnie comenzó a reírse. Tenía muchas anécdotas que contar y todas ellas le parecían especiales. Lo pensó por unos instantes y eligió solo dos de los muchos recuerdos que tenía.
—¿Recuerdas las reglas de la amistad? Cuando Daisy y yo éramos niñas decidimos ir a la convención de "Patitas". Ambas decidimos vestir un solo sueter, porque creíamos que eso era lo que hacían las mejores amigas. Tropezamos a cada rato y estuvimos a punto de terminar nuestra amistad, no pudimos divertirnos hasta que aceptamos que era una mala idea. Recuerdo que cuando era niña tenía una compañera con una adorable mochila rosa, uno de sus compañeros la molestó por ello y Donald convenció a todos de que llevaran una mochila exactamente igual a esa.
—¿Y esa compañera está aquí?
—Sí, estoy feliz de decir que hemos conservado su amistad por muchos años, incluso después de que Donald fuera transferido. No fue expulsado, si es lo que te preocupa, obtuvo una beca.
—¿Qué hay de Gladstone Gander? —el tono malicioso de Charlotte no pasó desapercibido —. ¿Es cierto que Daisy salió con ambos?
Minnie sabía cuál era la respuesta que quería. Siendo reportera quería algo que llamara la atención de los lectores, ella quería drama, quería infidelidades y traiciones. "Pues bien", pensó Minnie, ", no le daré lo que quieren."
—Daisy y Donald han estado juntos por muchos años, tantos que no puedo imaginarlos separados. No puedo negar que Gladstone estaba enamorado de Daisy y que muchas veces intentó coquetear con ella, pero siempre fueron Donald y Daisy.
—He escuchado rumores de que ella ha dejado a Donald para irse con Gladstone.
—¿Acaso los amigos no pueden salir sin que haya nada romántico de por medio? ¿Ir al cine, comer en un restaurante, ya sabes, cosas de amigos?
—¿Cuenta cuando es alguien que está interesado en ti?
—Sí y agradecería que cambiaras de tema. Es el momento de Donald y Daisy y creo que tus comentarios son inapropiados.
Minnie decidió terminar con la entrevista en ese momento. La actitud de Charlotte le resultaba molesta y, sospechaba, que de seguir con esa entrevista, podría hacer algo de lo que terminaría por arrepentirse. Charlotte intentó continuar con su entrevista, pero lo único que consiguió fue una mueca de enojo y la promesa de un conflicto mayor.
Minnie se dirigió hacia la mesa que se había asignado a sí misma. Había terminado con la organización de la fiesta por lo que quería divertirse con sus amigas y jugar con los patitos más pequeños.
La mirada de Minnie se posó sobre Daisy. Ella estaba bailando con Gladstone y eran muchos los que estaban esperando una oportunidad para bailar con la novia. Pasaría mucho tiempo antes de que se pudiera bailar con Donald y es que Daisy era muy popular. Su matrimonio había dejado atrás muchos corazones rotos.
—Te tardaste una eternidad —le dijo Donna a modo de broma —. ¿Qué te tenía tan ocupada?
—Una entrevista.
—Esa chica —se quejó Elvira —, hizo muchas preguntas sobre Gladstone y el padre de los trillizos.
Minnie no sabía quién era el padre de Huey, Dewey y Louie, pero sabía que se trataba de un tema delicado, casi tan serio como el tema de la desaparición de Della. Ella lo sabía y lo respetaba.
—¿Puedo? —le preguntó a Donna. Era la primera vez que veía a las trillizas y deseaba cargarlas. Las tres pequeñas patitas le parecían tan adorables.
Donna asintió.
—May tiene hambre.
Donna y Clarabelle estaban alimentando a April y a June mientras que Elvira, Brigitta y Clara alimentaban a Huey, Dewey y Louie.
—Eres una buena tía —le dijo Brigitta —. ¿Alguna vez has pensado en tener hijos?
Minnie se sonrojó. No lo había pensado demasiado, pero sí lo había hecho, incluso había imaginado cómo sería casarse con Mickey. Ambos habían estado juntos por tantos años que le era inevitable no pensar en dar el siguiente paso.
—Puede ser. Me gustan los niños, pero no sé si Mickey quiera dar ese paso.
La mirada de Brigitta se posó sobre Scrooge. Para nadie era un secreto que ella estaba enamorada del pato más rico del mundo y todos sus intentos por conquistarlo.
—Supongo que es cuestión de ser insistente. No te lo tomes a mal, pero yo quiero el ramo de novia y me esforzaré en conseguirlo.
—Lo mismo te digo, necesito de una pequeña ayuda para que Mickey se anime a dar el siguiente paso.
Minnie estaba bromeando y sabía que Brigitta lo entendía.
La conversación fue interrumpida con la llegada de Donald. El pato se veía agitado por lo que Minnie creyó que estaba celoso. No sería la primera vez que Donald se comportaba agresivo cuando alguien se acercaba a Daisy, especialmente si ese alguien era Gladstone.
—Gracias por cuidar de los niños.
—Son tan lindos que no es ninguna molestia.
Donald utilizó su teléfono para ver la cámara que estaba frente a la incubadora. Minnie sabía que Donald y Daisy habían insistido en llevar a su hijo, pero que al final ambos coincidieron en que era más seguro si se quedaba en la casa.
Pasaría un largo rato antes de que llegara el turno de Donald de bailar. Mientras tanto se quedó jugando y tomando fotografías de los más pequeños.
Donald se marchó para bailar con quien quisiera bailar con él y Daisy revisó que el huevo de ambos estuviera bien. También jugó con los más pequeños y tomó varias fotografías. Momentos como ese hacían que Minnie pensara que Daisy sería una gran madre.
El momento de atrapar el ramo llegó. Todas las solteras estaban reunidas y la más ansiosa era Brigitta. Su rostro denotaba concentración total y su cuerpo la postura de un portero profesional. Sin embargo sus intentos fueron en vano y el ramo cayó en manos de Minnie.
Minnie casi se sintió culpable y casi era la palabra clave. Una mirada a Mickey bastó para que pensara que quizás no era mala idea.
—Lo siento, Brigitta...
—Descuida, Minnie, todavía no se ha lanzado la liga y ser la segunda en casarse no suena tan mal, si es con mi patito.
No tuvo tiempo para sentirse mal por Brigitta. Scrooge estaba entre la lista de solteros, algo que la hubiera sorprendido de no ser porque había visto a Donald empujar a su tío hasta el lugar. La relación entre esos dos siempre le pareció curiosa, discutían con frecuencia, se quejaban mucho el uno del otro, pero se apreciaban y eso se evidenciaba en la forma en que se preocupaban por el otro o en esos momentos donde se reconocían mutuamente.
Donald lanzó la liga de Daisy y esta cayó sobre Scrooge. Minnie no sabía si había intentado deshacerse de ella o atraparla, se inclinaba por lo segundo, pero sí que Donald tenía algo que decir.
—Ve a bailar con tía Brigitta, apuesto a que la hará muy feliz saber la buena noticia.
Scrooge se mostró notablemente molesto, pero no golpeó a Donald con su bastón, pese a que parecía que quería hacerlo.
—Soy un pato aventurero y un soltero empedernido, cazar a este pato no será tan fácil.
—A veces ser cazado no es tan malo —respondió Donald con tono burlón.
Donald empujó a Scrooge hasta Brigitta y Daisy hizo lo mismo con Minnie, aunque en este caso no fue del todo necesario. Ella quería bailar con Mickey, no necesariamente hablar sobre lo que les depararía el futuro.
