Capítulo 19: La verdad del castillo de Rockerduck


Donald había descubierto la verdad sobre el castillo de Rockerduck cuando estaba de visita en la granja de su abuela. En esa ocasión Elvira le había pedido ayuda para limpiar el ático y le dijo que podría tomar algunas cosas si le eran de utilidad.

Terminar esa tarea le tomó varias horas, especialmente porque se distraía con facilidad. Donald le dio un rápido vistazo a sus cómics, recordando lo mucho que amaba leerlos de niños, seguía haciéndolo. Fue en ese momento que encontró el diario de Clinton Coot y se sintió horrorizado al ver el contenido de sus páginas.

Su bisabuelo era un hombre de moral intachable, un aventurero de corazón, pero también ingenuo y eso lo había llevado a ser víctima de varias estafas. Donald se dijo que Duck Avenger debía vengar esas injusticias.

Tiempo atrás Clinton Coot e Isabella Finch habían construido ese castillo para los Jóvenes Cástores, pero Rockerduck los engañó. El billonario hizo que tuvieran muchos problemas, pudieron terminar el proyecto, pero el castillo no podría ser usado por los Jóvenes Cástores si no se cumplían con dos cláusulas. La primera era que el castillo podría ser comprado veinte años después de su construcción si el interesado pasaba veinticuatro horas en la propiedad o sería propiedad de Rockerduck si después de ese periodo nadie lo compraba y él si completaba la prueba de las veinticuatro horas.

Lo primero que hizo fue colocar varias trampas. Rockerduck cayó en varias de ellas y se alejó corriendo, algo que, francamente, no le sorprendía en lo más mínimo. Si los relatos de su tío eran ciertos, John Roquerduck no era más que un oportunista y un cobarde.

Duck Avenger no esperó que Rockerduck regresara y menos que estuviera acompañado. Él había oído hablar de Super Goof, los medios hablaban mucho de él últimamente. Un hombre capaz de volar, fuerte como 30 hombres, rápido como un tren, un superhéroe en todo el sentido de la palabra, pero que estaba actuando del modo equivocado sin saberlo.

Super Goof lo tomó por sorpresa. Lo sujetó de la capa e intentó alejarse volando. Paperinik lo mordió con fuerza, algo que lo habría hecho sangrar si se tratara de una persona ordinaria.

Esa fue la primera vez que Paperinik tuvo problemas. Super Goof era fuerte, su aliento era poderoso, tan potente como un tornado. Aferrarse al suelo fue difícil, pero el antihéroe estaba determinado a proteger el legado de Clinton Coot.

—Si no te detienes ahora, destruiré este lugar.

Paperinik no había colocado ninguna bomba, solo trampas inofensivas para alejar a Rockerduck, pero consideraba que eso era algo que Super Goof no tenía que saber. La reacción del superhéroe fue exactamente la que había esperado.

—No puedes hacer algo así.

—Pruébame.

Paperinik llevó su mano hasta el interruptor de una de las trampas que había puesto, un holograma que pretendía ser un fantasma. Esa acción no fue suficiente para que Super Goof terminara por ceder, pero sí le dio el tiempo suficiente para implementar otra estrategia.

—Sé tu secreto. Sé que este castillo pertenece a los Jóvenes Castores y si te quedas, todos tus inversores y Super Goof lo sabrán ¿Crees que quieran seguir trabajando contigo? Yo lo dudo.

Para Paperinik fue satisfactorio ver a Rockerduck huir, sentía que había hecho justicia por su bisabuelo Clinton Coot y por su amiga, Isabella Finch.

—¿Quién eres? —le preguntó al pato enmascarado.

Paperinik sonrió de forma triunfal.

—Solo llámenme venganza.