Testa se había encaminado para dirigirse a la salida pero en el ultimo momento se giró apuntando su arma hacia el culpable de desatar ese infierno.

—Déjalo, ya está más que muerto, no perdamos más tiempo— le llamaba desde la puerta de entrada acomodándose su fedora. El tipo no hizo caso y aunque la estancia principal se cubría rápidamente con el manto del humo, disparó su arma una vez más antes de salir por la puerta.

INDIGNO CH 27.2 EPIFANÍA

El humo empezó a filtrarse por debajo de su puerta. Después escuchó dos detonaciones. Salió al pasillo enredada en una toalla mojada tambaleándose por el humo que respiraba, su habitación estaba en el segundo piso por lo que sería toda una hazaña el lograr bajar las escaleras que crujían bajo sus pies al empezar a consumirse por el fuego. Eliza no lograba ver nada a causa de las lágrimas los ojos le ardían. No entendía por qué los estúpidos guardias no habían ido en su ayuda. Eran unos inútiles que pagarían caro su falta bajó con cuidado apretando contra su pecho el objeto que ella consideraba su seguro de salvación ante cualquier eventualidad.

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¡TERRY! gritaba lo más que podía buscando a su rebelde ¡TERRY! Gritaba arrastrándose por el suelo para no respirar el humo. Incontables veces había atendido heridas de quemaduras y el olor a carne quemada era muy penetrante incluso después de haber terminado las despiadadas curaciones. Candy reconoció ese desagradable hedor ferroso y chamuscado que se incrementaba a medida que se acercaba a la estancia principal que quedaba cerca a la puerta de salida en donde había visto por ultima vez a su prometido. El terror de imaginarlo así consumido por la llamas la invadía más no podía permitirse el lujo de detenerse, debía seguir adelante...

De repente logró ver algo que se movía lentamente por el corredor apenas deteniéndose por la pared, ¡súbitamente cayó al suelo! la silueta gris que al igual que ella empezó a arrastrarse, se detenía y tosía violentamente.

Mas que reconocerlo lo sintió, supo que era él y soltó el aire —Terry amor, ¿estás bien?—se apresuró a encontrarlo y en su intento por revisarlo le golpeó sin querer con su pierna.

—¡Ouch! Pecosa, no me quieras matar de una vez— le bromeo calmando así su creciente angustia.

—No seas tonto, muerta de miedo estaba yo de pensar...— Contuvo las ganas de llorar tenían que salir ya de ahí.

—Shh, lo sé, ¿tú, como te encuentras? Ese hijo de puta..— Candy negó con la cabeza y le pareció ver que a Terry le regresaba el alma al cuerpo cuando soltó un suspiro pesado. —Ayúdame a buscar una salida, no podemos regresar,—Un violento ataque de tos le impidió seguir hablando por el momento, —la entrada esta en llamas— continuó restando importancia a su precaria salud— Escuché sirenas ya viene la ayuda.

Se acercaban peligrosamente a la habitación donde Candy había dejado a Neil, pero él no se encontraba por ningún lado. El agua que se había desbordado de la tina ya se empezaba a salir por el pasillo, solo entonces fue que se aventuraron a ponerse de pie. Terry sintió su piernas inestables que amenazaban con hacerlo caer de nuevo. La pareja se apresuró a entrar por lo menos la inundación ayudaría a retrasar las llamas.

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Cuando pasó el aturdimiento por los golpes recibidos Neil quiso ir tras de Candy, pero la densidad del humo lo hizo retroceder de inmediato. La casa se transformaba rápidamente en un horno que consumiría los muebles y el piso de madera hasta sus cimientos, incluidos los habitantes, ah pero no a él, jamás a él, aunque en un inicio dudó al sentir el calor del fuego abrazador se decidió, esa perra ingrata no se merecía que le ayudara a salir.

Neil recordaba haber visto algo que podría servirle, empezó a buscar moviendo los muebles de la habitación, detrás del tocador, movió el espejo nada, hizo a un lado el sillón y ahí estaba, ¡su escape a la libertad!, la rejilla de ventilación que se comunicaba directamente con el exterior del edificio. Utilizo el pico de la chimenea a manera de palanca para arrancar la protección de la pared, apenas era del tamaño correcto, se tuvo que arrastrar con mucha dificultad al salir se le desgarró el pantalón haciéndose una cortada cerca del tobillo izquierdo tirado de espaldas en el jardín tratando de recuperar el aliento empezó a reír escandalosamente, ¡había escapado! Introdujo sus brazos de nueva cuenta por la rejilla re acomodando primero el sillón asegurándose de que su ruta de escape volviera a quedar oculta. Empezaba a escuchar el ruido de la gente rodeando la propiedad. Si iba a escapar este era su momento, ya que también escuchaba sirenas a lo lejos. Se reía Imaginando los gritos gritos desesperados de la rubia al toparse con el cadáver de su aristócrata venido a menos. Empezó a recorrer la cerca

que rodeaba el jardín buscando algún punto débil por donde se le facilitara pasar del otro lado.—¿Estás seguro de querer dejarla ahí?

—¡Por supuesto que sí! Merecido se lo tiene esa zorra, el infierno será su tumba— se regodeaba en el giro de eventos que de alguna manera le favorecían, dudaba que después de las heridas inflingidas al estúpido inglés este siguiera con vida, seguramente los italianos se habrían asegurado de ello y ahora que los recordaba, con algo más de suerte lo creerían muerto y podría escapar de las amenazas de Gian Carlo por las deudas adquiridas. ¡Era el plan perfecto!

—Sí, tal vez ella morirá ¡Junto al idiota de Grandchester!, — se burló la vocecilla en su mente.

—¿Exactamente qué quieres decir con eso?— Podía sentir la incitante serpiente de los celos enredándose al rededor de su corazón subiendo por su garganta dejando su sabor agrio, sofocando su mente desplegándose a su antojo mientras clavaba una vez más sus colmillos filtrando su veneno aun por encima de su agudo sentido de supervivencia.— Justo lo que piensas, que tu rival de amores todavía está vivo.—

—NO, no lo permitiré, ni si quiera en la muerte estarán juntos si yo puedo evitarlo. Acabaré con él con mis propias manos— Rumiaba enloquecido.

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Desde que había sido informado del escape de Los gemelos de su confinamiento en la Florida sabía que solo traerían malas noticias. Candy y Terry habían desaparecido y no le costó mucho trabajo saber que los Leagan seguramente estarían involucrados. Llevaban ya una semana desaparecidos y su angustia incrementaba con cada día. Ya eran demasiadas noticias desconsoladoras en corto tiempo para Los Andrey y se rehusaba a tener más bajas en la familia. Aun no se resignaba al fatídico destino de sus sobrinos. El odio que había destilado Eliza desde que se le había prohibido salir de Miami había demostrado el cúmulo de rabia apenas contenida para con la pareja de rebeldes. Neil no se quedaba atrás haciendo declaraciones que culpaban a Terry de su mala suerte en los negocios y sobretodo de su fallido intento por recuperarse en las mesas de pocker aún había ido tan lejos como para culpar al actor de haberse visto obligado a hacer tratos con la mafia de Chicago.

—William, el informante de los italianos ha dado una dirección en Hoboken New Jersey. Ya envié hombres a investigar.

—Al fin buenas noticias— se permitió soltar el aire apenas contenido en sus pulmones tras semanas de tensión acumulada.

—Al parecer están en una casa cerca del muelle y no planeaban quedarse allí por mucho tiempo.

—No hay tiempo que perder, ¡gracias al cielo que no está lejos!

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Al bajar las escaleras pudo ver un cuerpo inerte que se había transformado en una vela incandescente. De principio se sobresaltó al pensar que se trataba de Terry, pero el volumen del cuerpo no correspondía al del aristócrata, era uno de los ineptos italianos. Siguió su camino intentando encontrar una salida seguramente Neil debería haber enviado por ayuda, eso si no se había distraído de más con la zorra mustia de Candy. De repente observó un rastro de sangre que había quedado embarrado quemado en el suelo supuso que se trataba de Terry probablemente el muy estúpido habría ido en busca de su mujerzuela. Eso no lo permitiría, él era de ella, él le pertenecía y le cumpliría el volverla una duquesa así tuviera que arrastrarlo para que lo hiciera. Tenía que librarse de esa mucama de establo de una vez por todas.

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Aprovechando la ausencia de Neil, se adentraron en la habitación el humo no era tan denso ahí ya que el piso estaba inundado. Candy retiró la cobija de encima de ellos y Terry hizo un movimiento brusco que le provocó soltar un quejido lastimoso cayendo de rodillas sin poderlo ocultar de la rubia.

—¡Por dios Terry!— El joven no podía articular palabra, se sostenía con una mano la herida mientras apoyaba la otra en el piso intentando recomponerse sin llegar a lograrlo, aferrándose a los rastros de lucidez que aún le quedaban, debía asegurarse que Candy estaría a salvo, no podía dejarse ganar por la inconsciencia de nueva cuenta.

—Estoy... bien... pecas— al fin había podido contestar, entre trabajosas respiraciones.

—Tengo que revisarte— le dijo al tiempo que le ayudaba a sentarse recargado en la cama intentado disminuir el temblor en su voz. Rápidamente recorrió la habitación buscando algo que le sirviera. Rasgó la sábana de la cama y la esterilizó con una botella de licor que había encontrado. Le abrió la camisa y haciendo acopio de todo su autocontrol trató de verlo como profesional. No era la primera vez que trataba heridas de ese tipo, pero sí la primera vez que las trataba en él y le preocupaba su pérdida de sangre, ya que había sido justamente este factor lo que le había costado su lenta recuperación la vez pasada. Su por así decirlo sangre azul. Múltiples hematomas purpuras abrazaban su cuerpo y la enfermera se repetía constantemente que debía enfocarse en la herida sangrante. —Amor, esto te dolerá pero es necesario— le advirtió al tiempo que vertía un chorro de alcohol en su herida.

—¡MIERDA! — gritó tensando su cuerpo tratando de contrarrestar el dolor para evitar deslizarse a la inconsciencia. Candy se encontraba de espaldas a la puerta intentando vendar su herida sin lastimarlo de más cuando lo siguiente aconteció de manera simultanea.

—Maldita me las pagarás de una vez por todas— fue el grito de la pelirroja al ver a la idiota huérfana cernirse sobre "SU HOMBRE" mientras una descarga salía del arma que empuñaba.

Terry abrió mucho los ojos y utilizando todo lo que le quedaba de energía abrazó a Candy volteándose en el acto, aferrándose a ella, acurrucándola en su pecho mientras hacía un ovillo protector alrededor del pequeño cuerpo.

Candy apenas fue consciente de la figura iracunda de Neil que saltaba sobre la cama abalanzándose sobre Terry cuando él la cubrió con su cuerpo. Escucharon un golpe un chapoteo en el agua, el joven nunca tuvo una oportunidad. El tiro había impactado de forma directa en la cabeza esparciendo su materia gris sobre la cama y la espalda de Terry.

El olor a pólvora la alcanzó penetrando hasta su cerebro con la realización de que ella le había arrancado la vida a su hermano a su gemelo, un aullido desgarró su garganta llevándose con esta su cordura y parte de su alma. Eliza salió corriendo presa del dolor y la histeria directamente a las llamas que devoraban la casa.

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Candy se escabulló del capullo protector que Terry había formado a su alrededor pesado e inerte. Con horror observo el cuerpo de Neil con el cráneo explotado. Leguetazos de fuego comenzaban a cubrir el techo de lo que parecía ser la única habitación que no había sucumbido ante la ira del criatura del fuego. Buscó el lugar por donde Leagan había ingresado a la casa seguramente les serviría para salir, siguió la corriente de agua que fluía rápidamente hacia afuera. Se asomó detrás del sillón que había sido movido, se alegró al ver el hueco de la rejilla removido, pero de igual manera soltó un sollozo de impotencia al caer en cuenta que era demasiado pequeña para su amado. No había forma en la que el corpulento cuerpo de su adorado engreído pasara por ahí. Se derrumbó golpeando con sus puños la pared como sí fuera capaz de poderla derrumbar, o de hacer el hueco más grande.

—Pe-co-sa— escuchó débilmente. Rápidamente se acercó a su mocoso malcriado. —Salvate— Ella lo besó con desesperación.

—Jamás, lo oyes, no, sin ti— la determinación impregnada en cada palabra.

—Terca Mona Pecas, Te amo— Hizo un esfuerzo sobrehumano para derramar su amor en cada sílaba pronunciada de esas últimas palabras.

Se puso de pie y lo arrastró como pudo, jalando con esfuerzos el largo cuerpo de Terry, en peso muerto era muy difícil llevarlo con ella, aunque era una chica fuerte en esas circunstancias y tomando en cuenta la proporción no ayudaba. Se metió con él a la tina, sumergiéndose en el agua que se seguía derramando ahora tiñéndose de rojo. Esperaba le ganara la carrera al fuego, no lo dejaría ahí. Los cubrió a ambos con la cobija mientras sollozaba limpiando sus lagrimas que caían sobre el rostro de su rebelde. —Lo vamos a lograr, ya verás, —repetía una y otra vez besándole la frente, las sienes, peinándole su indomable cabellera.

CONTINUARÁ...

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Aquí seguimos,

GRACIAS

GRACIAS

GRACIAS

por acompañarme en este largo recorrido.

Besos de Elby 8a La Apasionada Golosa Incorregible