CAPITULO 76

El suelo debajo de sus pies brilla y resplandece mientras camina penosamente tras la capa negra ondeante a unos cuantos pasos delante de él. Como un hielo coloreado o prismas rotos que resplandecen, motas de luz bailando a través del puente de esa manera peculiar que no ha visto aun algún otro lado.

Bifrost. Aún lo recuerda demasiado claro, como cayó de él, o mejor dicho, como dejó ir todas esas nociones infantiles y pretensiones altas y se dejó caer – no querido, no necesitado. Un fracaso.

Y así cayó de gracia, de Asgard, de un reino que ya no era suyo. El reino que una vez buscó gobernar, sólo para poder sobrepasar a Thor por una vez en algo, aunque ya no está my seguro del por qué.

Después de todo, el trono se volvió suyo, durante un breve intermedio acompañado de fracaso y decepción, y ni siquiera tuvo un momento de satisfacción o gozo de ello. Debería de haberse sentido complacido con el conocimiento de que Thor fue exiliado a Midgard, sin poderes, y que él, Loki, ahora era el rey legítimo, y aún así, esa euforia esperada había fallado en aparecer.

No está seguro de que era lo que había esperado ganar, en verdad, excepto Gungnir y el asiento elevado. Porque parece ser que eso fue todo lo que sacó del nuevo estilo de vida. Quizás alguna vez había sido inocente en creer que recibiría respeto, aprecio, estima, todo lo que era tan fácil para Thor, pero rápidamente se dio cuenta que incluso como rey, nunca tendría más de esas cosas que lo que tuvo cuando príncipe.

Recuerda muy bien las miradas de sorpresa e incredulidad de los Guerreros Tres y Sif cuando comprendieron que él había ascendido para convertirse en el regente de Asgard. Su reluctancia a arrodillarse – la lentitud sólo un paso atrás de una rebelión declarada – la desconfianza brillando en sus ojos, la débil farsa de lealtad que no se creyó ni por un segundo. Todo era demasiado obvio, como pensaban que él era un usurpador y que no tenía nada que estar haciendo sentado en ese trono.

No debería de haber sido una sorpresa, claro, que ninguno de esos seguidores leales a Thor tomarían a bien que él estuviera presidiendo, su presencia una mancha arruinando la supuesta perfección del cargo real. No, alguien como él nunca sería aceptado como rey. Había entendido eso mientras se sentaba ahí, mirado a los cuatro Aesir frente a él hincarse con reluctancia, haciendo de su titulo y estación una burla, convertida en una pretensión, un juego infantil de ser rey y gobernante.

Al final, seguía siendo tan odiado como al principio. Si algo cambio fue sólo que su ascenso sirvió para cementar esa opción. Los Guerreros tres y Sif no eran los únicos incapaces de entender su nuevo estatus; de hecho, su reacción se volvió la norma. La tensión en la habitación, mientras nuevas personas que acababan de enterarse de la transferencia del título real se miraban entre ellas, esperando que alguien más valiente que ellos protestara ante el atroz estado de las cosas o que alguien de mente más lúcida se riera y les dijera que solo era una ilusión, unos de los juegos usuales del bromista.

No, él sabía que no habría lealtad o devoción que tener; obediencia rencorosa y obligada era lo mejor por lo que podía esperar, si sucedía.

Claro, debió de haberlo esperado. Y aún así, le había fastidiado como una espina afilada enterrada profundo en su piel, picándole como una cama hecha de clavos oxidados.

No, ni siquiera había una sola cara leal en medio de las masas, ni una sola persona que estuviera dispuesta a servirle de voluntad, tan enérgica como habría servido a Thor.

Era desconfianza y antipatía, y eso fue antes de que la verdad sobre su herencia se supiera.

¿Cómo podría haber esperado algo diferente? La idea es ridícula, absurda. Este reino es de Thor, el guerrero dorado, el amado príncipe. No suyo, el que usa la magia, practicante afeminado, monstruo.

Y al final, ni siquiera Midgard, el reino de los mortales, sería suyo. Por supuesto, hubiera sido un pobre sustituto de haber tenido éxito al recamarlo, pero al menos hubiera sido el rey de algo, hubiera tenido algo que Thor no. Un reino al que llamar suyo, incluso si no tuviera idea de qué hacer con él después, qué satisfacción le habría dado al final. Los humanos era débiles y frágiles, y ser el gobernante de tal mundo hubiera sido un placer muy corto, pero al menos habría sido rey en donde Thor no lo era; los Aesir que nunca lo quisieron, ahora ya muy lejos, sus opiniones no importando mientras ascendía a su trono sustituto.

Como sea, su forma de vengarse, de probarse a si mismo, había resultado precipitada e inconsiderada. Pero hubo mucho tiempo para pensar en ese abismo. Para dejar que su amargura y resentimiento aumentaran, para dejar que el deseo de probarse a mi mismo hiciera a un lado todos los demás pensamientos y necesidades. Y luego los Chitauri llegaron, dándole una oferta que no podría resistirse. Había tenido perfecto sentido en ese entonces – los humanos eran pequeños e insignificantes, ¿por qué no se le permitiría gobernar una raza como esa? Los débiles estaban hechos para ser gobernados después de todo – es así como siempre ha sido ¿o no? Lo que le habían enseñado toda su vida – la fuerza era todo lo que importaba; sólo miren a Thor, la epítome de todo lo que es valioso en Asgard: poder, fuerza, progreso marcial. Y si los humanos no pueden defender su mundo, si ellos estaban debajo de quien sea que fuera a conquistarlos, de seguro no merecían el derecho de gobernarse a si mismos ¿cierto? No, ellos estarían mejor con alguien más fuerte, como él, en el poder, se había dicho a si mismo.

Pero las cosas se habían salido de control, y al final había fallado, había sido llevado hasta el límite de su ingenio y fuerza por esas creaturas supuestamente débiles y pobres.

Exiliado de Asgard, hecho un esclavo en Midgard; ninguno de los reinos lo hubieran tenido como su rey. Con certeza, todos aquí están aliviados de haberse deshecho de él, aliviados de que fue dado a Midgard, donde él podría esperar sufrir una línea larga de ultrajes, abuso y humillación después de su intento desafortunado de invadir su mundo.

Y ahora, está siendo traído de regreso aquí en desgracia por segunda ocasión – entonces, encadenado y amordazado; ahora, un esclavo.

Aunque aún hay algo diferente de la última vez, a pesar de la degradación. Porque antes, no había tenido esperanza alguna mientras caminaba tras de Thor, como siempre un paso detrás, mirando las agujas y edificios enormes de Asgard elevándose en la distancia; acercándose de manera implacable y con ellas, su destino.

Esta vez, la esperanza es pequeña y frágil, sólo un parpadeo, y en verdad debería de considerar mejor el dejar que siga con su existencia y mejor extinguir esa cosa absurda él mismo antes que Odin lo haga.

Pero a pesar de la degradación de regresar a su tierra como un esclavo humilde, ese pequeño destello de esperanza aún brilla sólo lo suficiente para alejar al oscuridad y sombras deprimentes que regresan a invadirle. Porque quizás, sólo quizás, pueda haber oportunidad de… algo.

No como la desolación total que vio en su futuro la última vez, cuando había esperado la muerte, ejecución, tras la humillación y el espectáculo totalmente innecesario de un juicio. Porque ¿qué caso había en tener uno, cuando el resultado ya estaba escrito, cuando su culpa era inexpugnable, solo para que sufriera una humillación más grande, poniéndolo a la vista para el entretenimiento de todos, para que pudieran apuntar sus dedos al monstruo que se creía rey?

Aunque se pregunta cuántos lo reconocerían esta vez, la mayoría de la gente no espera que esté aquí, y él no está usando su ropa real usual. A Thor cualquiera lo reconocería sin importar la situación, sin importar que esté vistiendo, pero no al segundo príncipe, al que nadie le prestaba atención o tan siquiera lo notaban.

Bien, no hasta su juicio, porque ahí de repente pareciera que todo Asgard le prestaba toda la atención que posiblemente hubiera deseado. Todo el interés y notoriedad que le había eludido durante siglos de repente la tenía por montones, como para compensarlo por su negligencia previa.

Y lo recuerda bastante bien, la expectativa de la multitud reunida, la retención de aliento colectiva, sosteniéndolo en suspenso, mientras su sentencia estaba por ser pronunciada. Como la gente se había acercado imperceptiblemente a la baranda, como para no perderse ni una sola palabra de lo que el Padre de Todo decía.

Pero la única cosa que había estado en su mente entonces, molestándolo con el peso de miles de montañas, no había sido la sentencia esperándolo, dado que ya se había resignado al resultado.

No, había sido el hecho de que durante su largo y arduo juicio, nadie había hablado en su defensa. Nadie se había levantado por él, nadie había ofrecido tan siquiera una palabra a su favor.

Nadie.

Claro, no era que hubiera esperado a alguien. ¿Y por qué deberían? Ya sabía lo que pensaban de él antes de todo esto – su preocupación vergonzosa con la magia, no apta para un príncipe y un deshonor para su estatus de realeza – por no pensar en lo que dicen de él ahora. Traidor. Usurpador. Desgracia.

Pero de todas formas dolía, aunque no había querido reconocer esa aguja de dolor en su momento. Porque hacerlo sólo sería una debilidad, un anhelo lastimoso por cosas que no podría tener, que nunca serían suyas.

Aun así trata de consolarse a si mismo con la idea de que Frigga seguramente habría hablado por él si se le hubiera permitido hacerlo, pero claro, a la familia no se le está permitido hablar en la defensa de un criminal en un juicio, su criterio considerado parcial y poco fiable. Así que al final, solo era él parado allí ante la corte reunida y a pesar del montón de gente, estaba completamente solo. Sin ayuda y sin la más pequeña muestra de apoyo para enfrentar las acusaciones, sin que alguien le extendiera una mano.

No importa cuán inútil hubiera sido. La culpa era demasiado indisputable como para hacer una diferencia y no importaba que tan débil era el esperar y desear una cosa como esa, aun deseó que alguien hubiera hecho eso, si tan siquiera una sola palabra dicha en esa corte en su beneficio. No porque hubiera hecho la diferencia, sino porque…

Pero no hubo nadie. Sólo el ensordecedor silencio. Estaba completamente solo. Sólo una palabra a su favor, incluso tan poco era demasiado para los buenos ciudadanos de Asgard. Demasiado pedir para alguien como él.

Casi resopla con burla mientras piensa en ello. Tan ridículo, tan absurdo imaginar tal cosa, no importa lo secreto y breve de ello.

Pero en verdad le hubiera gustado que alguien hablara por él.

Pero nadie en Asgard se rebajaría a tal cosa. Ya lo sabía, así que no debería de haber dolido tanto como en verdad lo hizo.

Tragándose el amargo vacío que amenaza con invadirlo ante la memoria, se quita esos tontos conceptos y mejor apresura sus pasos para no quedarse muy atrás.

Y había esperado poder ver a Frigga de nuevo al menos a su regreso, pero Thor le había dicho antes de su partida que ella se había ido a Vanaheim en un encargo personal hace algún tiempo. Por lo que ella no sabía que Loki iría a Asgard, o Thor estaba seguro de que ella hubiera cancelado de inmediato su viaje para poder verlo.

Loki trata de no Sentirse triste por eso, o por nada en general.


¡Venga, que esta vez me atrace horriblemente! Me quedé sin computadora desde el Jueves y me la devolvieron el Lunes, pero mi padre no me la dio. Y ayer fui a mi primer clase de maestría y terminé más muerta que viva, pero ya estoy aquí y si los finales de francés no me terminan, el domigno les taigo actualizaciones :P

Un enorme beso a todos los que leen y siguen esta historia a pesar de las irregularidades, y a todos aquellos que dejan un comentario, miles de gracias también. 305 comentarios y más de 26,000 lecturas ;)